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TERAPIA CELULAR DESDE UN SERVICIO CIENTÍFICO-TÉCNICO: ENFOQUE PSICONEUROENDOCRINOINMUNOLÓGICO MANUEL ANTONIO ARCE GONZÁLEZ OSANA MOLERIO PÉREZ ARELYS DE LA CARIDAD PEÑATE GASPAR

TERAPIA CELULAR DESDE UN SERVICIO CIENTÍFICO-TÉCNICO

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Page 1: TERAPIA CELULAR DESDE UN SERVICIO CIENTÍFICO-TÉCNICO

TERAPIA CELULAR

DESDE UN SERVICIO CIENTÍFICO-TÉCNICO:

ENFOQUE PSICONEUROENDOCRINOINMUNOLÓGICO

MANUEL ANTONIO ARCE GONZÁLEZ

OSANA MOLERIO PÉREZ

ARELYS DE LA CARIDAD PEÑATE GASPAR

Page 2: TERAPIA CELULAR DESDE UN SERVICIO CIENTÍFICO-TÉCNICO

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Edición: Liset Ravelo Romero

Manuel Antonio Arce González, Osana Molerio Pérez, Arelys de la Caridad Peñate

Gaspar, 2019

Editorial Feijóo, 2019

ISBN: 978-959-250-988-7

Arbitrada por pares académicos

Editorial Samuel Feijóo, Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, Carretera a

Camajuaní, km 5 ½, Santa Clara, Villa Clara, Cuba. CP 54830

Page 3: TERAPIA CELULAR DESDE UN SERVICIO CIENTÍFICO-TÉCNICO

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RESUMEN

La terapia celular, una realidad de la última década, ha surgido como un nuevo

instrumento para múltiples especialidades. La terapia celular o medicina

regenerativa, como nueva disciplina científica, sustenta su aplicabilidad en

las stem cells o “células madre”, células con capacidad no solo de

autorrenovarse, sino también de dar origen a otras, a través de un

proceso de diferenciación, lo que ha permitido regenerar tejidos dañados y

estimular la angiogénesis. El aislamiento de células madre autólogas de la

sangre periférica o de la médula ósea, a través de un gradiente de densidad

de Ficoll-Telebrix 38 (d = 1,077 g/cm3

) es un procedimiento que realiza

el Servicio Científico Técnico (SCT), creado para estos fines en la

Unidad de Investigaciones Biomédicas de Villa Clara, entidad de Ciencia

e Innovación Tecnológica de la Universidad de Ciencias Médicas “Dr.

Serafín Ruiz de Zárate Ruiz”. Este nobel SCT responde a las estrategias de

integración docencia-investigación-asistencia médica, y logra,

con su implementación, incorporar este procedimiento a los

arsenales terapéuticos de varias especialidades médicas en el territorio

central del país. Ante las posibilidades actuales de la terapia celular y

la forma en que están emergiendo los conocimientos en este campo, se

impone la necesidad —sin abjurar de la disciplinariedad— de transitar a los

procesos vinculados e integrados desde la inter-, multi- y

transdisciplinariedad.

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ÍNDICE

1. Células madre-stem cell / 6

1.1. Definición del término célula madre (CM) / 6

1.2. Concepto / 7

1.3 Tipos de células madre / 8

1.3.1 Clasificación según su potencialidad / 8

1.3.1.1 CM Totipotentes / 8

1.3.1.2 CM Pluripotentes / 9

1.3.1.3 CM Multipotentes / 9

1.3.1.4 CM Oligopotentes / 9

1.3.1.5 CM Unipotentes / 9

1.3.2 Clasificación según su origen / 10

1.3.2.1 CM Embrionarias / 10

1.3.2.2 CM Fetales / 14

1.3.2.3 CM Adultas / 15

1.3.2.4 CM Pluripotentes Inducidas (iPSC) / 19

1.4 CM de la membrana amniótica / 21

1.4.1 Membrana Amniótica (MA) o Amnios / 21

1.4.1.2 Origen de la MA / 23

2. Psiconeuroendocrinoinmunología / 25

2.1. Definición / 25

2.2. Historia / 26

2.3. Emociones y Sistema Inmunológico / 26

2.4. Nueva visión sobre la salud y la enfermedad / 28

2.4.1. Conexión bidireccional de los sistemas inmune y

neuroendocrino / 28

2.4.2. Neurogénesis, funciones cognitivas y sistema inmune / 28

3. Psique y sistema inmune / 30

3.1 Respuestas inmune e inflamatoria / 30

3.1.1.1. Papel de las células Th1 y Th2 y de las citoquinas Tipo 1 y Tipo

2 sobre la regulación de la inmunidad celular y humoral / 32

3.1.1.2. Retroalimentación entre citoquinas y sistema nervioso central /

32

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4. Estrés y Psiconeuroendocrinoinmunología / 33

4.1. Sistema de estrés / 33

4.1.1.1. Hipotálamo y reloj biológico / 35

4.1.1.2. Glucocorticoides, inflamación e inmunidad / 36

4.1.1.3. Glucocorticoides y sistema nervioso central / 37

4.1.1.4. Glucocorticoides, homeostasis y estrés / 39

5. Terapia celular y Psiconeuroendocrinoinmunología / 39

5.1 Salud y enfermedad. Estrés, depresión, enfermedades crónicas

y terapia celular / 39

5.2. Sistemas neuroendocrino e inmune en la depresión mayor, enfoque

integrativo / 44

6. Integración transdisciplinaria / 48

7. Referencias Bibliográficas / 53

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1.1. Definición del término célula madre-stem cell

El término stem cell fue introducido en la literatura científica biomédica en 1868

por Ernst Haeckel, biólogo de origen alemán que utilizó la palabra

stammzelle para reflejar las características de un organismo unicelular a partir

del cual se originaban todos los organismos multicelulares, igual significado era

dado al huevo fertilizado que procuraba el origen de todas las células del

organismo. (Ramalho, 2007). Similar término fue utilizado en 1892 por

Theodor Boveri para nombrar un estadio intermedio entre el huevo fertilizado y

las células germinales comprometidas, mientras que Häecker lo empleó para

definir una gran célula precursora que por división asimétrica originaba células

mesodérmicas y células germinales. F u e i n t r o d u c i d o e n l a

l i t e r a t u r a a m e r i c a n a p o r Edmund B. Wilson, quien lo divulgó

utilizando los trabajos de Boveri y Häecker (Willenbring, 2007). Destacamos

que por esa misma época, el término stem cell junto a otros, fue defendido por

los que preservaban la hipótesis de un modelo unitario de hematopoyesis

q u e d e f i n i e r a la existencia de un precursor común para todas las

células de la sangre. Pappenheim utilizó el término stem cell en 1896,

describiendo con este al precursor celular responsable de dar origen a los

glóbulos rojos y a los glóbulos blancos.

Durante varias décadas existieron múltiples debates acerca de la existencia o

no de una célula madre hematopoyética común. Los estudios de Ernest

McCulloch, Andy Becker y otros en los años sesenta proporcionaron las

evidencias a favor de un precursor común (Till, 1961). Todos estos

conocimientos previos , demostraron que en efecto era planteable la presencia

de las células madre hematopoyéticas situando las mismas dentro del prototipo

de células madre, considerando su capacidad de proliferar (autorrenovación)

y de ser capaces de dar origen a células especializadas (diferenciación)

(Becke, 1963).

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1.2. Concepto

Las células madre o células tronco se definen como células

indiferenciadas, las cuales tienen capacidad de auto-renovación y de

diferenciación hacia células progenitoras de una o varios tipos celulares

específicos (Weissman, 2000).

La definición en cuestión, utilizada por más de 45 años, se encuentra aún

sujeta a debates y controversias, considerada por estudiosos como una

definición de exigencias mínimas que no consigue distinguir con certeza las

células madre de otras células que t a m b i é n s e dividen, s u g i r i é n d o s e

incorporar criterios más estrictos, como la capacidad de autorrenovación

durante toda la vida de un organismo y la contribución sustancial a un tejido.

Va r ios inves t igado res p lan tean que una definición más estricta

dejaría fuera a la mayoría de las actualmente denominadas células madre, las

cuales pasarían a llamarse células progenitoras, citando como ejemplo las

células madre de la cresta neural que representan una población transitoria; las

células del blastocisto, que no exhiben una auto-renovación prolongada a lo

largo de la vida del organismo, y las células madre de los tejidos sólidos cuya

contribución al órgano puede estar limitada a una región particular (Cai, 2004).

Cualesquiera sean los criterios exigidos, la definición básica tiene implícito

el modelo jerárquico que plantea que usualmente entre la célula madre y su

progenie completamente diferenciada hay una población intermedia de

progenitores comprometidos con capacidad proliferativa limitada y potencial de

diferenciación restringido. Estos progenitores comprometidos son seguidos por

una progenie más diferenciada que gradualmente va perdiendo su potencial de

proliferación mientras va madurando y adquiriendo funciones específicas. La

función de esas poblaciones intermedias y transitorias es aumentar el número

de células diferenciadas producidas por cada división de una célula madre, lo

que significa que aunque una célula madre tenga una alta capacidad de auto-

renovación, puede realmente dividirse con poca frecuencia.

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Existen un grupo de autores que consideran que las propiedades esenciales

de la célula madre son la plasticidad y la trans-diferenciación, entendiendo

por plasticidad la habilidad de las células madre de cruzar la barrera de tejido

y dar origen a otras células de la misma capa germinal y, por trans-

diferenciación, la capacidad de dar origen a células provenientes de otra capa

germinal embrionaria. Esta definición va pareja con la noción de “estado de

célula madre” que asume que la célula madre no es una entidad, sino una

fase dentro del ciclo de vida de la célula. La célula madre puede estar en un

estado proliferativo, de diferenciación, o en fase de alta plasticidad para

responder a claves ambientales que alteran sus características e imitar las

propiedades y respuestas de una célula madre de cualquier tejido en

particular. (Watt, 2000). Este tema de gran actualidad continúa inmerso en

controversias no concluidas, parece direccionarse por la definición de criterios

mínimos y aceptar el sistema de organización jerárquico. Las referidas células

que cumplen estos criterios mínimos de definición han sido identificadas en

todos los tejidos y en la mayoría de los estadios de desarrollo (Cai, 2004).

1.3 Tipos de células madre

Propio del desarrollo humano, entendido desde la embriogénesis hasta el

estado adulto, se originan células madre que se ubican en diferentes

categorías de acuerdo a su potencialidad, capacidad para diferenciarse en

otros tipos de células (Smith, 2006) y de acuerdo a su origen, estado de

desarrollo del tejido del cual se originan.

1.3.1 Clasificación según su potencialidad

1.3.1.1 Células madre totipotentes

Células que tienen el potencial genético para formar todos los tipos celulares

de un ser completo, así como los tejidos extraembrionarios (placenta y anexos

placentarios). En los humanos, el ejemplo típico es el zigoto o huevo y las

células resultantes de las primeras divisiones embrionarias, hasta un estadio

de división de ocho células.

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1.3.1.2 Células madre pluripotentes

Son cé lu las que tienen el potencial para dar origen a las células de las tres

capas embrionarias (ectodermo, mesodermo y endodermo), incluyendo a las

células germinales, pero no el potencial necesario para todos los tejidos extra-

embrionarios. El ejemplo representativo es la masa de células internas del

blastocisto, que es una estructura embrionaria que se forma 5 a 7 días

después de la fecundación, antes de la implantación en el endometrio.

1.3.1.3 Células madre multipotentes

Células que tienen el potencial genético para formar células restringidas en

su origen a una capa embrionaria particular (ectodermo, mesodermo o

endodermo). Se definen como células específicas de línea y usualmente se

denominan de acuerdo al tejido de origen, ejemplo: células hematopoyéticas,

endoteliales, hepáticas, mesenquimales de la médula ósea, de grasa, entre

otras.

1.3.1.4 Células madre oligopotentes

Células capaces de originar dos o más líneas dentro de un tejido. Como

ejemplo se encuentran las células madre neurales que pueden dar origen a un

subconjunto de neuronas en el cerebro.

1.3.1.5 Células madre unipotentes

Células que dan origen a una sola línea celular. Ejemplo, las células madre

espermatogónicas. Secuenciadamente el zigoto totipotente da origen a

células madre embrionarias pluripotentes y éstas a su vez producen células

madre específicas de tejido que primero son multipotentes y eventualmente

oligo-potentes o monopotentes. Esta noción implica una disminución en la

potencia de las células madre a medida que se progresa en el desarrollo y

maduración. En los últimos años se han propuesto modelos alternativos

basados en la existencia de células madre pluripotenciales en tejidos

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adultos a lo largo de toda la vida del individuo, como las MAPC: multipotential

adults progenitor cells (células progenitoras adultas multipotenciales)

obtenidas de cultivos prolongados de células mononucleares de la médula

ósea, así como de músculo y cerebro; las SKPs: Skin Progenitor Cells (células

progenitoras derivadas de la piel); las USSCs: Unrestricted Somatic Stem cells

obtenidas de sangre de cordón umbilical entre las 34 y 42 semanas de

gestación; las MIAMI: Marrow isolated adults multilinage inducible cells (células

aisladas de la médula ósea adulta inducibles a múltiples líneas). Estas células

con la potencialidad para diferenciarse en células maduras que podrían ser

irrelevantes para el tejido en el cual existen, podrían representar depósitos de

reservas que se activarían y migrarían para satisfacer necesidades en otras

partes del cuerpo (Zipori, 2005).

1.3.2 Clasificación por su origen

1.3.2.1 Células Madre Embrionarias

Conocidas desde el año 1981 descritas a partir de estudios en embriones de

ratones (mESC: mouse Embryonic Stem Cell), las embryonic stem cells, son

células con capacidad de autorrenovación esencialmente ilimitada y

pluripotencialidad para generar derivados de las tres capas germinales que

dan origen a todos los tipos de células adultas del organismo. (Trounson,

2006). Fue en 1998 que Thomson y col. Realizaron la primera publicación en

humanos (hESC: human Embryonic Stem Cell) (Thomson, 1998). En la

actualidad se sabe que ambos tipos de células difieren ampliamente en

muchos aspectos biológicos y que no es posible una extrapolación de

resultados entre ellas. Se obtienen las células humanas a partir de embriones

frescos o congelados producidos por fertilización in vitro para el

tratamiento de parejas infértiles, aquellos que exceden las necesidades de

los pacientes y son donados tras un consentimiento informado y aprobación

por los comités de ética, los mismos usualmente se cultivan hasta el estado

de blastocisto, estructura que bajo circunstancias de desarrollo embriológico

normal ocurre entre los 5 y 7 días de la fertilización y que está formada por

una masa de células internas, una cavidad blastocística y una pared externa de

células trofoblásticas. Las hESC se derivan a partir de la masa de células

internas del blastocisto aislada mecánicamente o por inmunocirugía con

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antisueros; a partir de embriones humanos en estado de mórula, o a partir de

blastocistos intactos tras quitarles con solución ácida o por digestión

enzimática, la envoltura lipoprotéica conocida como zona pelúcida,

(Chung,2008). Cualquiera de los tres métodos produce igual eficacia en la

derivación de las hESC cuando el crecimiento se hace sobre fibroblastos

embrionarios de ratón (MEFs: Mouse embryonic fibroblasts). Las células de la

masa de células internas de embriones humanos cocultivadas con fibroblastos

embrionarios mitóticamente inactivos de ratón dan origen a colonias de

hESC, que son colonias típicas de células indiferenciadas, redondeadas, muy

apretadas, con un nucléolo prominente y una relación núcleo-citoplasma muy

alta, que necesitan ser subcultivadas semanalmente o antes, en grupos de 10

células aproximadamente, y que pueden mantener una capacidad de

expansión ilimitada. Además de los fibroblastos embrionarios de ratones, como

soporte nutricional (“feeder layer”) de estas colonias, también se han utilizado

células procedentes de líneas humanas como fibroblastos embrionarios,

células del endometrio, fibroblastos de la piel, células de la médula ósea,

hESC diferenciadas, u otros tipos de células humanas disponibles

comercialmente (Chung, 2008). Incluso, se ha logrado la derivación en

condiciones libres de células nutricias empleando lisados de fibroblastos

embrionarios murinos (Klimanskaya, 2005).

Algunos investigadores consideran que las hESC son esencialmente

generadas en los sistemas de cultivos, y que la propiedad de auto-renovación

indefinida es una propiedad adquirida en dichos medios. Afirman que ninguna

célula pluripotencial muestra periodos de auto-renovación tan largos in vivo, y

que es probable que las hESC al entrar en contacto con señales

extrínsecas a las que pudieran no haber sido expuestas nunca in vivo, se

adaptan a estas condiciones y adquieren una función nueva que les permite

proliferar indefinidamente en estado indiferenciado (Fenno,2008). Otros

señalan que dado que estos cambios in vitro parecen inevitables, lo importante

es conocer con qué tipo de células del embrión in vivo están relacionadas,

plantean que el equivalente más cercano a la hESC es una célula germinal

primordial (Zwaka, 2005). La mayoría acepta que las hESC se originan del

epiblasto, derivado a su vez de la masa de células internas del blastocisto y

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que se mantienen como un tipo de célula inmortal y pluripotencial bajo

condiciones estrictas de laboratorio en presencia de productos secretados

por las células somáticas embrionarias o adultas. (Thomson, 1998).

Las hESC expresan marcadores de superficie comunes a las células

pluripotenciales e indiferenciadas, tales como antígenos embrionarios 3 y 4

específicos de estadio (SSEA: Stage Specific Embryionic antigens 3 and 4),

antígenos de rechazo a tumor (TRA1-60: Tumor Reject Antigen 1-60 y TRA1-

81), CD9 (Proteína miembro de la superfamilia transmembrana 4), CD24 (P-

selectin), Thy-1 (CD90), GFA1 (glutamine-fructose-6-phosphate

amidotransferase), antígenos de histocompatibilidad clase 1 (MHC-1),

fosfatasa alcalina, así como factores de transcripción de importancia

reconocida en la pluripotencialidad Oct-4, Nanog, Sox-2, Fox-3, Rex-1, Utf-1;

modificadores del ADN: TERF1 (Telomeric repeat binding factor: Factor de

unión a repeticiones teloméricas); CHK2 (checkpoint of the cell cycle: punto de

control del ciclo celular); DNMT3 (DNA methyltransferase 3: metil transferasa

del ADN) (Allegrucci, 2007). Las colonias de las hESC se cultivan in vitro por

tiempos prolongados en ausencia de células nutricias secretoras, se

diferencian espontáneamente produciendo un amplio rango de tipos celulares

en diferenciación que incluyen células neuroectodérmicas, mesodérmicas y

endodérmicas, las cuales si se re-introducen en embriones en estadios

precoces se integran a él y dan lugar a células de la mayoría de los tejidos y

órganos, incluyendo la línea germinal. Cuando las hESC se cultivan en

suspensión, en sistemas que no favorecen la unión ni la adhesión a los

frascos de cultivo, se forman unas estructuras denominadas Cuerpos

Embriodes (EB), que son esferas que contienen diferentes tipos de

células progenitoras más diferenciadas, que pueden disgregarse por técnicas

enzimáticas y subcultivarse, lográndose el aislamiento y diferenciación de cada

tipo en particular. La evaluación de la pluripotencialidad de las líneas de

hESC se investiga in vivo por su capacidad de inducir la formación de

teratomas en ratones inmunocomprometidos, e in vitro por la habilidad

para la formación de EB (Zwaka, 2005).

A pesar de ser una prueba meramente cualitativa, la formación de teratomas

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se considera el estándar de oro, pues aún no conoce completamente el estado

transcripcional y epigenético responsable de la pluripotencialidad y auto-

renovación de las ESC. Las líneas de hESC se obtienen por la

selección y expansión de colonias individuales de morfología uniforme e

indiferenciada, no obstante, hasta ahora no se ha derivado ninguna línea por

la expansión clonal de una sola célula (Allegrucci, 2007). Todas las líneas de

ESC expresan altos niveles de actividad de la telomerasa durante largos

períodos en los cultivos, esta enzima añade secuencias repetidas de

ADN a los telómeros.

El aumento de la diferenciación de las hESC hacia cualquier línea en particular

puede obtenerse por diferentes vías, entre ellas: activación de factores de

transcripción endógenos, transfección con factores de transcripción,

exposición a factores de crecimientos seleccionados ó co-cultivo con tipos

de células capaces de inducción de linaje (Allegrucci, 2007). Para la

propagación y mantenimiento a largo plazo de las líneas de hESC y para

reducir su diferenciación espontánea se han utilizado sistemas de cultivos

libres de suero y de células nutricias que contienen sustitutos del suero, factor

de crecimiento fibroblástico básico (b-FGF), factor de crecimiento

transformador beta (TGF-β), factor inhibidor de leucemia (LIF), fibronectina de

la matriz extracelular, etc., ello ha permitido plantear que las vías de

señalización para la auto-renovación probablemente involucren a estos

factores, y según información reciente, a la vía de señalización de la familia

Wnt. La desventaja de mantener las colonias de hESC por largo tiempo en

cultivo es que pueden desarrollar inestabilidad cromosómica (Przyborski,

2004).

En teoría la progenie derivada de las hESC podría constituir una fuente

fácilmente disponible para obtener un gran número de células

eventualmente utilizables en medicina regenerativa, sin embargo, el mayor

obstáculo para el éxito y seguridad en el uso clínico de estas células es la

posibilidad de rechazo inmune y la formación de teratomas o terato-

carcinomas in vivo en los receptores, debido a la presencia de células

hESC pluripotenciales e indiferenciadas residuales en los trasplantes

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(Mimeaul, 2007). Hasta ahora en todo el mundo se han desarrollado muchas

líneas de hESC, no solo con el propósito de desarrollar los métodos para la

producción de un número adecuado de células diferenciadas para su eventual

utilización en medicina regenerativa, sino también para cubrir el amplio

espectro de antígenos de trasplantes. Las líneas de hESC se han considerado

muy importantes para el estudio del desarrollo embrionario temprano, así como

para la terapia génica y para la investigación de nuevas drogas y evaluación de

sus efectos tóxicos, puesto que cada línea representa un complemento

genético humano único (Allegrucci, 2007).

1.3.2.2 Células madre fetales

Consideradas por la literatura científica más actual en la categoría de células

madre adultas, para diferenciarlas de las células embrionarias. Definidas por

algunos con el término de células madre fetales para referirse de las células

madre adultas que se obtienen de los tejidos fetales antes del nacimiento

(Gucciardo, 2009). Varios autores las definen como células multipotenciales

obtenidas de fetos abortadas antes de la semana 12 (Mimeault, 2006), tienen al

parecer un potencial de expansión y diferenciación mayor que el de las células

adultas, pero menor que el de las células embrionarias, con la ventaja adicional

de no formar teratomas in vivo (Mimeault, 2006).

Existen trabajos recientes que señalan la posibilidad de utilizar células madre

fetales o sus progenitores en la regeneración de tejidos. De manera particular

se ha señalado que el hígado fetal humano constituye una fuente alternativa de

células madre hematopoyéticas. E igualmente, se ha señalado el empleo

de células madre neurales obtenidas de cerebro humano fetal en el

tratamiento de enfermedades neurológicos como la Enfermedad de Parkinson

(EP) y la sección de la médula espinal (Fodor, 2003). Existen profundas

controversias legales y éticas sobre la utilización de fetos abortados para

la investigación de células madre. Estas controversias abarcan todo lo

relacionado con la legalidad o no del aborto, la práctica de abortos, las

presiones que se pueden generar sobre las madres para lograr más abortos,

las regulaciones que deben regir la colección de los fetos abortados. Los

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defensores del uso de células madre fetales consideran que millones de fetos

son abortados cada año y que está situación probablemente siga igual

independientemente de que se autorice o no la investigación con células

fetales. Señalan que ya se han realizado múltiples ensayos en animales con

resultados satisfactorios y que probablemente estos mismos resultados puedan

lograrse en humanos. Los opositores, consideran que no es solo una

desacralización de la vida humana, sino que puede representar un estímulo

para la práctica de abortos, además de que los ensayos no han producido

buenos resultados. (Annas, 1989)

1.3.2.3 Células madre adultas

El término “adultas” simboliza que las células se obtienen a partir de un

organismo completamente desarrollado, como puede ser una placenta, un feto,

dígase un recién nacido, niño o una persona adulta. Conocidas además como

células madre somáticas, son células que tienen una capacidad proliferativa y

un potencial de diferenciación menor que el de las células embrionarias. En

general son células multipotenciales u oligopotenciales presentes en la mayoría

de los tejidos y órganos de los mamíferos, donde cumplen funciones críticas

proporcionando los tipos de células maduras que requieren dichos tejidos a lo

largo de la vida, bajo condiciones homeostáticas y patológicas. Ejemplos de

ellas son: las células hematopoyéticas de la médula ósea, las células

mesenquimales presentes en diversos tejidos, las células endoteliales,

neurales, intestinales, pancreáticas, hepáticas, etc. Aunque no se

dispone de una información detallada para las células madre derivadas de

todos los tejidos, las evidencias preliminares parecen indicar un patrón de

desarrollo y organización similar (Cai, 2004).

Las células madre adultas se han considerado, independientemente del tejido

de origen y de su habilidad para la diferenciación, se enfrentan al mismo tipo

de retos, todas necesitan regular su ciclo celular para cumplir períodos de

rápida división, mantener la auto-renovación, entrar en períodos de

quiescencia o evitar la senescencia, y todas tienen que mantener la integridad

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genómica para evitar la acumulación de mutaciones genéticas y la

transformación neoplásica. Estas funciones son reguladas por mecanismos

más o menos similares en todas las células madre (Cai, 2004). Las células

madre adultas se localizan junto con células de soporte en regiones

específicas de cada tejido u órgano denominadas nichos, los cuales

representan un microambiente tisular especializado donde las células madre

establecen interacciones complejas y recíprocas con las células de soporte y

con la matriz extra-celular a través de la formación de uniones adherentes

mediadas por caderinas, cateninas, integrinas, selectinas y sus ligandos,

moléculas de adhesión, receptores para factores de crecimiento y

quimioquinas, etc., así como a través de la secreción de diversos factores

solubles y la participación de mecanismos de interacción celular no mediados

por adhesión (Wnt/frizzled, Notch/Delta-Jagged) que contribuyen a la movilidad

restringida de la célula madre y a la adopción de un estado quiescente o la

adquisición de un estado activado dentro del nicho (Zhang, 2008).

La estricta regulación del balance entre el estado quiescente y el estado de

autorrenovación de la célula madre adulta se ha demostrado que está

controlada por vías genéticas intrínsecas activadas por una red compleja de

señales extrínsecas mediadas a través de moléculas de adhesión e

interacciones moleculares. Estos factores pueden estimular o frenar la auto-

renovación y/o la diferenciación de las células madre adultas bajo condiciones

fisiológicas y patológicas. Las vías de señalización que se activan tras algunas

uniones adherentes involucran a la familia Rho de pequeñas GTPasas

(Guanosinas Trifosfatasas), incluyendo Rho, Rac y Cdc42. Las dos últimas

pueden regular positivamente la adhesión celular, mientras que Rho tiene

propiedades opuestas y participa en la proliferación celular, estimulando la

progresión del ciclo celular a través de G1 y S. Estos pasos a su vez son

regulados por diversos factores, como KIP1 (cyclin-dependent kinase inhibitor:

p27), WAF1 (cyclin-dependent kinase inhibitor 1: p21), PTEN (phosphatase

and tensin homolog protein: fosfatasa y proteína a tensina), p53 (proteína p53),

Myc (myelocytomatosis viral oncogene homolog protein: proteína homóloga al

oncogen viral de la mielocitomatosis). (Zhang, 2008).

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En el modelo jerárquico de organización de los sistemas de células madre, la

división simétrica de dichas células conduce a su expansión dentro de los

nichos, mientras que la división asimétrica genera una célula madre y una

célula progenitora hija comprometida, conocida como célula amplificadora

rápidamente proliferativa. Estas células a su vez dan origen a células más

diferenciadas y finalmente a células maduras con funciones específicas dentro

del tejido/órgano del cual se originan. Se asume que la misma estrategia

de proliferación, auto-renovación y diferenciación es utilizada por

diferentes poblaciones de células madre y en este sentido, recientemente

se han identificado una serie de factores de transcripción pertenecientes a la

familia de los genes HOX (HOX B4, HOX B9, HOX b10), SOX, y CdX (CdX2,

CdX4) que parecen regularse positivamente durante la auto-renovación y la

proliferación, y negativamente durante la diferenciación celular (Cai, 2004). A

pesar de las similitudes señaladas, se acepta que las células madre no son

idénticas y que sus respuestas dependen en parte del nicho ambiental y de

factores como la inactivación del cromosoma X, patrones de metilación, genes

heterocronios que regulan los tiempos de desarrollo, longitudes del

telómero, etc., así como, de marcadores propios que predicen su habilidad

para tener o no una tasa de recambio alta en condiciones fisiológicas o para

diferenciarse hacia un tipo particular de célula (Ivanova, 2002).

Como ejemplo de estas particularidades haremos algunos señalamientos

sobre las células madre mesenquimales (MSC: Mesenchymal Stem Cell). Las

MSC son células madre que carecen de marcadores específicos in vivo que

permitan reconocer su localización anatómica y su distribución o la de sus

progenitores. A pesar de la intensa investigación realizada no se conoce el

nicho o los nichos de estas células. Inicialmente se aislaron de la médula ósea,

donde se supone que comparten un nicho común con las HSC, pero con

diferencias en las señales extra-celulares y/o intercelulares requeridas para

mantener sus respectivos programas de células madre. Posteriormente se han

aislado de otros tejidos como trabéculas óseas, tejido adiposo, tejido sinovial,

músculo esquelético, pulmones, pulpa dental, placenta, etc. Actualmente se

acepta que virtualmente residen en todos los órganos y tejidos, y que existe un

Page 18: TERAPIA CELULAR DESDE UN SERVICIO CIENTÍFICO-TÉCNICO

18

nicho ubicuo, probablemente peri-vascular, pero las interacciones celulares,

bioquímicas y moleculares de estas células con su(s) nicho(s) no se conocen

(Delorme, 2006). El estándar de oro utilizado para identificar a las MSC es la

producción de unidades formadoras de colonias de fibroblastos (UFC-F), las

cuales se observan en los cultivos como células en forma de huso, adherentes,

que proliferan formando colonias con capacidad de expansión y de

diferenciación multipotencial hacia células de estirpe mesodérmica (ostecitos,

adipocitos y condrocitos), y según diversas publicaciones también hacia células

de estirpe ectodérmica y endodérmica. El potencial de auto-renovación

absoluto de las MSC continúa siendo una pregunta abierta, debido en

parte, a la diferencia en los métodos utilizados para obtener poblaciones

de MSC y para evaluar su capacidad de proliferación. Diversas investigaciones

han concluido que las MSC y los clonos aislados son heterogéneos en relación

a su capacidad de auto-renovación (Delorme, 2006). La heterogeneidad en

su capacidad de auto-renovación y potencial de diferenciación se ha

considerado como evidencia de que el pool de MSC obtenido de cualquier

fuente podría estar integrado por sub-poblaciones con diferentes estadios de

diferenciación, (como las HSC de la médula ósea), y en cierta forma

se ha tomado para fundamentar un sistema de organización jerárquico

similar al de las HSC. Los mecanismos moleculares que controlan la

diferenciación tampoco se conocen (Delorme, 2006).

Como se ha señalado, las células madre adultas por definición son

células multipotenciales, cuya potencialidad está limitada a células de un

mismo tejido o a tipos celulares de una misma capa embrionaria. No

obstante, bajo condiciones de cultivo apropiadas, algunas de estas células

tienen una capacidad de diferenciación mayor y son capaces de cruzar los

límites de linaje y adoptar la expresión de perfiles fenotípicos y funcionales de

tejidos procedentes de una misma capa germinal o de capas germinales

diferentes. Este fenómeno, al que ya se ha hecho referencia, se denomina

versatilidad, plasticidad o capacidad de transdiferenciación(Cai, 2004).

Ejemplos se tienen en las HSC y las MSC de diferentes orígenes (Herzog,

2003). De igual forma, se ha señalado que en algunos órganos pueden

Page 19: TERAPIA CELULAR DESDE UN SERVICIO CIENTÍFICO-TÉCNICO

19

existir células madre adultas pluripotenciales con capacidad de diferenciarse

en tejidos derivados de cualquiera de las capas embrionarias. El ejemplo más

típico es el de las Células Progenitoras Adultas Multipotentes (MAPC), cuya

potencialidad parece similar a la de las células embrionarias. Las MAPC se

han aislado en cultivos prolongados (después de 20 a 40 duplicaciones de la

población celular) tanto de médula ósea humana como de rata y ratones y son

capaces de proliferar in vitro más de 120 divisiones celulares sin aparente

envejecimiento ya que mantienen niveles altos de telomerasa durante todo el

tiempo de cultivo. Al igual que en las células madre embrionarias, en las MAPC

se detectan los marcadores de superficie SSEA-3 y SSEA-4 y los factores de

transcripción Oct-4, Nanog y Sox-1. In vitro las MAPC pueden inducirse hacia

la diferenciación a tejidos derivados del mesodermo como hueso, cartílago,

adipocitos, músculo esquelético, estroma hematopoyético o endotelio, e

igualmente, hacia células derivados del endodermos como hepatocitos y del

ectodermo como neuronas, astrocitos y oligodendrocitos (Jiang, 2002).

Fuera de la MO, se ha señalado la existencia de células madres

adultas pluripotenciales en músculo, cerebro, sangre de cordón umbilical y

en la membrana amniótica. De esta última trataremos en extenso en el

apartado siguiente por ser el objeto de nuestra investigación. Finalmente para

concluir con los aspectos básicos de las células madre adultas, recientemente

se han publicado técnicas que permiten la producción de células madre

pluripotentes inducidas (iPSC: induced pluripotent stem cell) a partir de

células somáticas completamente diferenciadas, las cuales al igual que las

ESC pueden diferenciarse en todos los tipos de células adultas. (Tamagawa,

2004).

1.3.2.4. Células madre pluripotentes inducidas (iPSC)

Las investigaciones de Takahashi y Yamanaka a través de la

sobreexpresión transitoria en fibroblastos totalmente diferenciados de

diferentes combinaciones de 24 genes con influencia conocida en la

pluripotencialidad de las ESC del ratón, identificaron cuatro factores de

transcripción (Oct3/4, Sox2, Klf4, y c-Myc), conocidos como OSKM, cuya

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20

expresión fue suficiente para generar células pluripotentes a partir de células

somáticas (Takahashi, 2007). A estas células las denominaron iPSC (Induced

pluripotent stem cells: Células Madre Pluripotentes Inducidas). El fenómeno

fue ampliamente reproducido por otros investigadores igualmente en sistemas

murinos (Stadtfeld, 2008) y un año más tarde por el mismo grupo en

fibroblastos humanos (Takahashi, 2007).

Actualmente con estos y otros protocolos optimizados se han producido

líneas de iPSC esencialmente indistinguibles de las ESC, y varios grupos están

trabajando para generar iPSC a partir de diversas células, incluyendo de

progenitores hematopoyéticos movilizados en sangre periférica y de sangre de

cordón umbilical (Loh, 2009).

De estos trabajos se ha hecho evidente que la edad, el origen y el tipo celular

tienen un profundo impacto en la eficiencia de reprogramación, y

que en algunas circunstancias se requiere la expresión de un número menor

de factores y/o reducir el tiempo del proceso total. Recientemente, el grupo de

Juan Carlos Izpisúa del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona ha

publicado la reprogramación de células madre CD133 de sangre del cordón

umbilical hacia células pluripotenciales solo con dos factores de

transcripción (Oct3/4, Sox2). Se considera que la tecnología de las células iPS

ha creado un nuevo rumbo en el campo de la investigación de las células

madre y ha generado una atmósfera de tranquilidad para muchos

investigadores al no requerirse de los tejidos embrionarios para generar células

pluripotenciales.

Las IPSC pueden representar una fuente ideal de células para las terapias

regenerativas del futuro, pues a través de su tecnología es posible crear

modelos de enfermedades humanas a partir de las células de un paciente

particular, con lo que se pronostica una apertura hacia una forma de terapia

personalizada basada en células. Están por resolverse los problemas

relacionados con el posible potencial oncogénico de las iPSC debido a que

las mutaciones somáticas acumuladas durante la vida de las células de la

cual provienen pasan hacia las iPSC durante la reprogramación. (Giorgetti,

Page 21: TERAPIA CELULAR DESDE UN SERVICIO CIENTÍFICO-TÉCNICO

21

2009).

1.4. Células madre de la membrana amniótica

1.4.1. La Membrana Amniótica (MA) o Amnios

Reconocida como la capa más interna de la placenta, la cual es una estructura

de origen feto-materno, de forma discoidea, que a término mide

aproximadamente 15 a 20 cm. de diámetro, 2 a 3 cm de espesor y pesa 500 a

600 g. Tiene dos caras: una, de origen fetal, orientada hacia la cavidad

amniótica, llamada placa coriónica e integrada por el amnios y el corion, y

otra, la placa basal, formada por las deciduas (basal y parietal) de origen

materno (Benirschke, 2000). Conjuntamente con el corion, la MA se extiende

más allá de los márgenes del disco placentario para envolver al feto en la

cavidad amniótica, brindarle protección durante su desarrollo y ofrecerle un

ambiente de suspensión en el cual pueda crecer sin distorsión por presión de

las estructuras que lo rodean. Ambas membranas facilitan el intercambio de

gas y desechos y juegan un papel crítico como barrera de defensa contra

infecciones, traumas y toxinas. La MA a término tiene una superficie de

aproximadamente 700 a 1800 cm2, un peso de 15 a 35 g y un espesor que

varía de 70 a 180 µm, según las gestantes y las diversas regiones del amnios.

Es una membrana traslúcida compuesta por el epitelio amniótico, la lámina

basal, un estroma de tejido conectivo avascular denominado mesodermo

amniótico en el que se distinguen dos partes, una acelular y otra celular, y

finalmente por una capa esponjosa que la separa del corion (Benirschke,

2000).

El epitelio amniótico forma un tapizado simple, continuo, ininterrumpido, de

células cilíndricas, cuboides o planas, en contacto con el líquido amniótico.

Reposa sobre una lámina basal bien definida, compuesta de una malla de

fibras de colágenos tipo III y IV, y glicoproteínas (lamininas, nidogen y

fibronectina). Su cara interna guarda una relación compleja con las

células epiteliales, dado que pequeños salientes romos y cortos del polo

basal de dichas células se inter-digitan con procesos similares de la lámina

basal. Su cara externa está conectada con el mesodermo amniótico, en

Page 22: TERAPIA CELULAR DESDE UN SERVICIO CIENTÍFICO-TÉCNICO

22

cuya parte más proximal se distingue una capa compacta, acelular,

relativamente densa, probablemente la más fuerte de todas las capas

amnióticas, compuesta de fibronectina, colágeno intersticial tipo I y III

dispuestos en forma de haces paralelos, y colágeno tipo V y VI que forman

conexiones filamentosas entre el colágeno intersticial y la membrana basal.

(Benirschke, 2000).

Por fuera de esta se encuentra una capa dispersa de células estromales de

tipo fibroblastos y escasos macrófagos, embebidos en una malla de fibras

reticulares. Más externamente, se encuentra una capa muy variable en

espesor, que es la capa intermedia o esponjosa rica en elastina, proteoglicanos

hidratados (especialmente perlecan), glicoproteínas que absorben agua, y

fibras de colágeno predominantemente tipo III organizadas laxamente, que

separa el amnios del corion (Dobreva, 2010). El amnios es uno de los pocos

tejidos que carece de nervios, músculos y vasos linfáticos. Sus nutrientes son

suplidos directamente por difusión desde el líquido amniótico y/o desde la

decidua subyacente. Se ha señalado que existen algunas diferencias en la

estructura del amnios de acuerdo a su región: amnios placentario (ubicado

sobre la placa coriónica), amnios libre (amnios de la membrana fetal extra-

placentario) y amnios umbilical (que recubre la superficie del cordón umbilical).

Las células epiteliales del amnios placentario tienden a ser más cilíndricas que

las del amnios libre y el estroma un poco más ancho. Estas diferencias, según

algunos investigadores tienen implicaciones biológicas. En un estudio reciente

se ha demostrado que la síntesis de prostraglandinas, la liberación de

citoquinas proinflamatorias y el perfil de expresión de genes, durante el trabajo

de parto y fuera de él, fue diferente en el amnios placentario y el amnios

libre. En base a ello, los autores afirman que la estructura del amnios juega un

papel importante no solo para mantener el embarazo, sino también para el

inicio del parto (Han, 2008).

La falta de homogeneidad en la estructura del amnios se ha señalado también

como causa de la ruptura de las membranas observada en los embarazos

a término. Esta ruptura se considera que ocurre de forma controlada en una

zona de morfología alterada dentro del sitio del desgarro, donde la apoptosis

Page 23: TERAPIA CELULAR DESDE UN SERVICIO CIENTÍFICO-TÉCNICO

23

de las células amnióticas y la inducción de una gelatinasa específica:

metaloproteinasa (MMP-9) y de colagenasa conduce a la degradación del

colágeno fibrilar y con ello a la ruptura de la MA, lo que generalmente

desencadena las contracciones uterinas y el trabajo de parto (Dobreva, 2010).

La ocurrencia anticipada de este fenómeno se tiene como causa de la entidad

clínica denominada Ruptura Prematura de Membranas.

1.4.1.2. Origen de la MA

En la embriogénesis humana el desarrollo de la placenta y sus membranas se

inicia precozmente con la implantación del blastocisto a los 5 - 6 días de la

fertilización. Para ese momento el blastocisto está formado por una masa de

células internas (que posteriormente da origen a las tres capas germinales del

embrión), una cavidad blastocística (que más tarde forma estructuras extra-

embrionarias) y una pared externa de células trofoblásticas que al unirse al

endometrio proliferan rápidamente y dan origen al citotrofoblasto (capa

interna) y al sincitiotrofoblasto (externa). A medida que la implantación

progresa (en la segunda semana de la fertilización), la masa de células interna

se diferencia en dos capas de células: una, de células cilindrícas: el

epiblasto o ectodermo embrionario y otra de células cuboides: el

hipoblasto o endodermo extra-embrionario Del epiblasto pluripotencial o

ectodermo embrionario, aproximadamente el día 8 (mucho antes de la

gastrulación), se origina el ectodermo amniótico o epitelio amniótico el cual es

la primera estructura que se distingue del epiblasto inmediatamente después

de la implantación.

Para su formación, aproximadamente el día 7 u 8 tras la fertilización, las

células del epiblasto comienzan a polarizarse y a re-ordenarse radialmente y

aparece una pequeña cavidad, la cavidad proamniótica, en el punto donde las

células del epiblasto convergen radialmente. Las células del epiblasto

aumentan numéricamente, adquieren una apariencia cuboide en el área donde

están en contacto con las células del citotrofoblasto y cilíndrica en el área de

contacto con el hipoblasto (endodermo extraembrionario o endodermo

primitivo). La cavidad aumenta, el número de células del epiblasto se

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24

incrementa y se forma definitivamente la cavidad amniótica. Las células

ectodérmicas que miran al citotrofoblasto constituyen el ectodermo amniótico o

epitelio amniótico que rodea la cavidad amniótica, y el resto del ectodermo

crece tangencialmente hacia el endodermo primitivo.

En los humanos, el origen del mesodermo amniótico o extraembrionario es

objeto de controversias, pues se detecta en contacto con el ectodermo

amniótico ya a los 10 a 12 días de la fertilización, y ello es incompatible con la

gastrulación y la formación del mesodermo intraembrionario que ocurre entre el

día 15 y 16 tras la fertilización. Según plantea Dobreva y col. en una revisión

del tema (Dobreva, 2010) , varios autores basados en estudios morfológicos y

citológicos han señalado que el mesodermo amniótico tiene un origen extra-

embrionario por delaminación del citotrofoblasto. Otros, basados en la

identificación de una población de células localizadas en la proximidad del

endodermo, señalan que proviene del hipoblasto o endodermo extra-

embrionario primitivo y del “primitive streak”: pequeño engrosamiento o mancha

en el márgen caudal del disco embrionario.

Finalmente, los más recientes, consideran que el mesodermo amniótico, al

igual que el mesodermo embrionario tiene su origen en el epiblasto, lo cual

fundamentan con el hallazgo de células con trisomía en el epitelio amniótico y

en el mesénquima de los tejidos fetales obtenidos de embarazos cuyas

placentas presentan trisomía. Cualquiera sea su origen, el mesodermo extra-

embrionario se organiza en un tejido conectivo que rodea a la cavidad

amniótica, entre la segunda y tercera semana de la fertilización, dando origen

al mesodermo amniótico y coriónico en cuyo lecho se encuentran las

células estromales o mesenquimales (Ilancheran, 2009). Un origen común de

las células epiteliales y las células mesenquimales a partir de las células

pluripotenciales del epiblasto podría explicar las similitudes que, como veremos

más adelante, existen entre ellas. A la tercera semana de la fertilización (días

15 a 17) ocurre la gastrulación, que es la fase en la cual el epiblasto se

diferencia en las tres capas germinales (ectodermo, mesodermo y endodermo,

que dan origen a todos los órganos y tejidos del embrión) y se desarrolla una

forma definida con línea media y ejes corporales: cráneo-caudal, derecho-

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25

izquierdo y dorso-ventral (Ilancheran, 2009).

2. Psiconeuroendocrinoinmunología

2.1 Definición

Definido por Robert Ader el término psiconeuroinmunología (PNI) apareció en

la literatura en la década de los setenta, referido como una disciplina que

estudia la relación entre los aspectos fisiológicos y psicológicos de los

individuos y entre el sistema nervioso central y el sistema inmunológico. Su

designación alude a las variables psicológicas del ser humano, “psico”; al

sistema nervioso del mismo; “neuro” y al sistema inmunológico y endocrino,

“inmunología”. Otras denominaciones consideran a la

psiconeuroendocrinología conductual o neuroinmunomodulación. (Contreras,

2005).

La Psiconeuroendocrinoinmunología es un campo científico interdisciplinario

que se preocupa de la investigación de la interacción existente entre el

cerebro (mente/conducta), el sistema inmune y sus consecuencias clínicas.

Estos aspectos clínicos tienen relación, por un lado, con la comprensión de la

influencia de los factores psicosociales sobre los mecanismos biológicos en la

emergencia y curso de las resistencias inmunológicas, y por otro, el

entendimiento de la inmunología, generada en síntomas psiquiátricos. Estos

aspectos científicos son los que básicamente abarca la comprensión de la

compleja interacción de la neuroendocrinología y la inmunología, generadora

de redes para el mantenimiento de la salud y la defensa de las enfermedades.

El psiquiatra George Freeman Solomon, plantea que la PNI investiga los

mecanismos biológicos mediante los cuales las actitudes, las emociones, las

características personalidad, la capacidad de superación y asimilación y otros

factores psicológicos ejercen un rol en la emergencia y evolución de

enfermedades de la resistencia inmunológica. (Wrona, 2006).

El psiquiatra George Freeman Solomon, plantea que la PNI investiga los

mecanismos biológicos mediante los cuales las actitudes, las emociones, las

características de personalidad, la capacidad de superación y asimilación, y

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otros factores psicológicos, ejercen un rol en la emergencia y evolución de las

enfermedades, es decir, se centra en el estudio de la influencia del psiquismo

sobre las enfermedades físicas. (Klecolt-Glaser, 2002).

2.2 Historia

El surgimiento de la PNI data de principios del siglo XIX con los estudios sobre

respuestas inmunológicas de dos investigadores soviéticos, Metalnikov y

Chorine, no obstante, su trabajo no fue posible de observar en occidente,

dadas las condiciones políticas de esa época. En la década del setenta, el

término PNI comenzó a adquirir fuerza, ya que se formó como disciplina,

gracias a las investigaciones de Nicholas Cohen y Robert Ader (Arce, M. A.

2006).

El trabajo realizado por ambos autores mencionados consistió en un

experimento, en el cual se les proporcionó a una serie de ratas de laboratorio

una bebida dulce mezclada con una sustancia que les produjo un fuerte dolor

estomacal. Según los autores, las ratas debían aprender a evitar dicha

bebida, independiente de lo agradable de su sabor. Sin embargo, lo

sorprendente fue que tras suprimir la sustancia irritante e incrementar la

concentración dulce, varias de las ratas murieron al probarla. Esto llevó a

Ader a plantear por un lado, que la sustancia añadida podía suprimir la acción

del sistema inmunológico, y por otro, que el organismo de las ratas había

aprendido a asociar lo dulce con el efecto producido por dicha sustancia,

esto dado que el sistema inmunológico de las ratas reaccionó de forma

violenta a la sustancia dulce como si hubiesen ingerido una gran cantidad de

sustancia tóxica (Ader, R. et al. 1990).

Por lo tanto, los autores concluyeron que la mente puede ser

condicionada para alterar las respuestas del sistema inmunológico.

Posteriormente varios autores han realizado investigaciones sobre esta

disciplina, estudios que se prolongan hasta la época actual, tales como el

estudio de Sheldon Cohen de la University Carnegie-Mellon sobre el resfrío y

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27

el estrés (Álvarez, 2004) y los trabajos de Blalock sobre el VIH y el cáncer.

2.3 Emociones y Sistema Inmunológico

Existen diversos significados y definiciones de la emoción, dado que son

estados complejos, difíciles de describir o de identificar. A su vez se

caracterizan por una marcada variabilidad, tal como su curso, son de rápido

inicio y final; su polaridad, ya que pueden ser tanto positivas como negativas; y

su complejidad, dado que son procesos en los que se encuentran

involucrados aspectos fisiológicos, cognitivos , conductuales y de conciencia.

(Klecolt-Glaser, 2002).

Se pueden observar tres factores de las emociones: la emoción como

sentimiento subjetivo privado, en términos de dolor o placer; la emoción como

manifestación de respuestas somáticas y autónomas específicas, estado de

activación fisiológica; y la emoción como respuesta adaptativa en una situación

de amenaza. (Friedman, 2008).

El psicólogo David Felten plantea a partir de sus investigaciones, que las

emociones producen un fuerte efecto en el sistema nervioso autónomo, el

cual tiene como función regular las diversas funciones del organismo, esto

dado el hallazgo de un punto de encuentro y comunicación entre este

sistema y los linfocitos y macrófagos, componentes del sistema

inmunológico. Junto con lo anterior, fueron encontradas uniones similares a

sinapsis, donde los terminales nerviosos del sistema nervioso autónomo

poseen terminaciones que se sostienen en dichas células

inmunológicas. Dicho contacto permite que haya liberación de

neurotransmisores por parte de las células nerviosas, para la regulación

de las células inmunológicas mencionadas. (Martin, 2007).

Las emociones y el sistema inmunológico también pueden relacionarse

mediante la acción de hormonas que se liberan cuando el individuo se

encuentra bajo condiciones de estrés. Junto con otras hormonas, el

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28

cortisol y las catecolaminas (noradrenalina y adrenalina), obstaculizan la

función de las células inmunológicas, es decir, el estrés anula la resistencia

inmunológica. Desde aquí surge la hipótesis de que el estrés y ciertas

emociones, como la ira, la rabia y la ansiedad podrían ser la causa de ciertas

enfermedades, afectando la vulnerabilidad inmunológica de los individuos. Por

el contrario, otras emociones, tales como la esperanza y el optimismo pueden

contribuir al estado de salud y al fortalecimiento del sistema

inmunológico, favoreciendo el afrontamiento de una enfermedad

determinada y su posterior recuperación. (Coe, 2007).

2.4 Nueva visión sobre la salud y la enfermedad

2.4.1 Conexión bidireccional de los sistemas inmune y

neuroendocrino

Basedovsky y Sorkin, observaron que la exposición a un antígeno eleva el

cortisol plasmático y activa la respuesta inmune. Ellos propusieron el

vínculo funcional de los sistemas inmune y nervioso mediante un

mecanismo de retroalimentación negativa, en el cual: la activación de

las células inmunes resulta en la producción de citoquinas, que le

informan al cerebro el incremento de la función inmune; como

respuesta, el cerebro activa el eje hipotálamo-hipofisoadrenal (HHA) y,

éste a su vez, a través de la secreción de glucocorticoides suprime la

respuesta inmune. Esos estudios y los que se les han relacionado

posteriormente han dado origen a la psiconeuroinmunologia.

(Basedovsky, 1977).

Pero, parecería injusto ignorar los aportes que en este campo hiciera

Hans Selye, al establecer entre los años 1936 y 1956, la teoría sobre el

“síndrome general de adaptación”. Al demostrar la íntima conexión entre

estrés y estímulo de la secreción de la corteza adrenal y, a la par, los

efectos protectores de los extractos adrenales sobre el estrés, Selye

vislumbró sus posibles nexos con las que denominó “enfermedades de

adaptación” y, por ende y en propiedad, debe reconocérsele como

precursor de esta excitante y novedosa área del conocimiento médico.

Page 29: TERAPIA CELULAR DESDE UN SERVICIO CIENTÍFICO-TÉCNICO

29

(Selye, 1956).

Varios descubrimientos realizados en los pasados 30 años han puesto

en evidencia las interacciones fisiológicas entre el sistema

neuroendocrino y el sistema inmune, llevadas a cabo mediante un

sistema de señales o lenguaje bioquímico común, en el cual

participan neurotransmisores (péptidos y no péptidos), hormonas,

factores de crecimiento, citoquinas, receptores y ligandos (Kelley, 2007).

De hecho, las señales por excelencia del sistema neuroendocrino,

neurotransmisores y hormonas, regulan la actividad celular del sistema

inmune al actuar sobre sus receptores específicos, como son p.ej.: los

receptores de glucocorticoides (Heijnen, 2007). Efectivamente, muchos

mediadores neuroendocrinos se comportan como ligandos para los

receptores pareados con la proteína G (G-protein coupled receptor).

Glucocorticoides, catecolaminas y citoquinas, modifican la sensibilidad de

estos receptores al disminuir el nivel intracelular de la quinasa respectiva

(G-protein coupled receptor kinase). Igualmente, los procesos

inflamatorios o el estrés, modifican constantemente la sensibilidad de los

receptores de las células inmunes; de tal manera, la respuesta inmune

final guarda relación con la sensibilidad de esos receptores a los

estímulos del sistema neuroendocrino.

Al compartir con el sistema neuroendocrino esta suerte de comunicación

química, el sistema inmune actúa como un sexto sentido que recibe

información imperceptible para otros sistemas corporales, enviándole

a su vez señales que permiten la respuesta adaptativa al cambio

detectado (Blalock, 2007). De tal manera, el sistema inmune identifica

con gran sensibilidad y especificidad a microorganismos patógenos,

tumores y alergenos, a la par que detecta y responde a los cambios

emocionales del propio individuo. La participación del sistema nervioso

central y periférico, resulta de vital importancia para mantener el delicado

balance entre la respuesta inmune mediada por células (Th1) y la

respuesta inmune humoral (Th2) (Chrousos, 2001).

Page 30: TERAPIA CELULAR DESDE UN SERVICIO CIENTÍFICO-TÉCNICO

30

2.4.2 Neurogénesis, funciones cognitivas y sistema inmune

La neurogénesis es un aspecto muy importante relacionado con el

sistema inmune. A lo largo de la vida, la formación de nuevas neuronas

a partir de las células progenitoras ocurre en el gyrus dentado del

hipocampo. Aunque la neurogénesis hipocampal adulta no es bien

conocida, estudios recientes sugieren que la nueva población

neuronal juega un importante papel en las habilidades cognitivas

dependientes del hipocampo, incluyendo la memoria expositiva o

declarativa. El proceso de neurogénesis adulta está muy influido por la

interacción entre las células del sistema inmune adaptativo y las células

inmunes residentes en el sistema nervioso central. Recientemente, Ziv y

Schwartz, demostraron que las células inmunes contribuyen a la

neurogénesis hipocampal. La regulación de la actividad de las células

inmunes es crucial, tanto para la atenuada actividad inmune propia de

los síndromes de inmunodeficiencia, como para la intensa actividad de

los procesos inflamatorios severos, que pueden deteriorar la

neurogénesis y, también, las funciones cognitivas dependientes del

hipocampo. En su proyección hacia el futuro, estas investigaciones

permitirán comprender de qué manera el cuerpo afecta a la mente. (Ziv,

2008).

3. Psique y sistema inmune

3.1 Respuestas inmune e inflamatoria

La respuesta inmune comprende el reconocimiento de un agente patógeno y

la reacción para contrarrestarlo y, esa respuesta, puede ser innata y no

específica o adaptativa y específica. Los monocitos, macrófagos y

neutrófilos integran la primera línea defensiva inespecífica e innata, que

permite identificar, fagocitar y destruir al agente patógeno.

Un subgrupo de linfocitos, las “células asesinas naturales” (NK),

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31

constituyen otro sistema de reconocimiento (y destrucción) no

específico e innato, que permite identificar los cambios que ocurren en

la superficie de células tumorales o infectadas por virus. Los

monocitos, macrófagos y células asesinas, también reconocen y

destruyen los patógenos recubiertos con el anticuerpo específico. Los

linfocitos T y B son los componentes centrales de la respuesta inmune

adaptativa, capaces de identificar de manera específica los diferentes

patógenos, intra o extracelulares. Los linfocitos B combaten los

patógenos extracelulares mediante la producción de anticuerpos

específicos que reconocen y se unen al antígeno correspondiente. Por su

parte, los antígenos son moléculas de la superficie del patógeno o de sus

toxinas. (Chrousos, 2001).

Los linfocitos T ayudadores cumplen funciones reguladoras, al

interactuar con los linfocitos B en la producción de anticuerpos, o al ayudar

a los linfocitos mononucleares a inactivar patógenos intracelulares.

Los linfocitos T citotóxicos destruyen las células del huésped infectadas

con virus y otros patógenos intracelulares. El receptor de antígeno de las

células T se relaciona estructural y funcionalmente con el anticuerpo de

superficie de las células B (Chrousos, 2001).

Las células del sistema inmune están ampliamente distribuidas en el

organismo, movilizándose en gran número hacia el sitio de impacto del

agente patógeno. La inflamación resulta del aumento de la suplencia

sanguínea por vasodilatación local y por incremento de la permeabilidad

capilar, que hacen posible la diapédesis de leucocitos y la exudación

del plasma contentivo de los mediadores inmunes. La migración

leucocitaria es la respuesta al fenómeno de atracción química conocido

como quimiotaxis.

Las células que intervienen en la reacción inflamatoria, monocitos,

polinucleares y linfocitos, actúan en el sitio de la inflamación

Page 32: TERAPIA CELULAR DESDE UN SERVICIO CIENTÍFICO-TÉCNICO

32

conjuntamente con las células inmunes locales accesorias (células

endoteliales, mastocitos, fibroblastos tisulares y macrófagos

residentes). Para la ulterior quimio- atracción celular y la

coordinación de las células efectoras, se producen citoquinas

localmente, lípidos mediadores de la inflamación y neuropéptidos. Las

citoquinas activan por vía hemática al sistema de estrés y, en los

animales de experimentación son responsables de la llamada

conducta enfermiza (sickness behavior).

Las fibras sensoriales aferentes al área de inflamación envían señales

de alarma al SNC y secretan in situ y según sea el caso, sustancias

proinflamatorias o antiinflamatorias, como son respectivamente, el

neuropéptido sustancia P y la somatostatina. La noradrenalina,

neurotransmisor liberado por las fibras postganglionares simpáticas,

ejerce fundamentalmente un efecto antiinflamatorio (Chrousos, 2001).

3.1.1.1. Papel de las células Th1 y Th2 y de las citoquinas Tipo 1 y

Tipo 2 sobre la regulación de la inmunidad celular y humoral

Las citoquinas, productos de una variedad de células

hematopoyéticas, son proteínas solubles que interactúan con

receptores celulares específicos, involucrados en la regulación del

crecimiento, desarrollo y activación de las células del sistema inmune

y en la mediación de la respuesta inflamatoria, normal o patológica. Como

tales, las citoquinas juegan un papel primordial, tanto en la respuesta

inmune innata, como en la respuesta inmune adaptativa, y su

expresión se altera en los desórdenes inmunes, inflamatorios e

infecciosos. En general, diferentes citoquinas pueden tener un efecto

similar y, a su vez, una misma citoquina puede tener diferentes efectos.

Este pleiotropismo es el resultado de la expresión de una misma

citoquina sobre múltiples tipos de receptores celulares. El conjunto de

las citoquinas integra la llamada “red de citoquinas” (Haynes, 2001).

Page 33: TERAPIA CELULAR DESDE UN SERVICIO CIENTÍFICO-TÉCNICO

33

La respuesta inmune es regulada por los fagocitos responsables de la

inmunidad innata y por las subclases de linfocitos Th1 y Th2,

componentes de la inmunidad adaptativa. Las células Th1 secretan

fundamentalmente interferon-gamma (IFN-y), interleuquina-2 (IL-2) y

factor de necrosis tumoral- beta (TNF-ß), que son citoquinas promotoras

de la inmunidad celular y de la actividad proinflamatoria, mientras que

las células Th2 secretan citoquinas diferentes, principalmente IL-4, IL-

10 e IL-13, promotoras de la inmunidad humoral y de la actividad

antiinflamatoria.

Las respuestas Th1 y Th2 son mutuamente inhibitorias, y por tanto, la IL-

12 y la IFN-y inhiben la respuesta Th2 y, viceversa, la IL-4 y la IL-10 inhiben

la respuesta Th1 (Chrousos, 2001).

3.1.1.2. Retroalimentación entre citoquinas y sistema nervioso

central

Aunque está bien documentada la neurotransmisión por la vía aferente del

vago, la vía humoral mejor conocida para la transmisión de información

desde el sistema inmune al sistema neuroendocrino, tiene a las citoquinas

como su principal protagonista. Como ya mencionamos, la acción

conjunta de citoquinas y sistema nervioso central se establece mediante

un mecanismo de retroalimentación negativa, en el cual, la activación del

sistema inmune por un antígeno provoca la producción de citoquinas;

esta señal informa al SNC del incremento de la actividad inmune; el SNC

estimula al eje hipotálamo-hipofisoadrenal para la secreción de

glucocorticoides; y como parte final del mecanismo, el incremento del

cortisol suprime la respuesta inmune. Efectivamente, las citoquinas

IL-1α, IL-1ß, IL-6, TNF-α, incrementan la actividad del sistema HHA

que se evidencia por el aumento de los niveles séricos de hormona

liberadora de corticotropina (CRH) o CRH mRNA, vasopresina, hormona

adreno-corticotrópica (ACTH), proopiomelanocortina mRNA y cortisol. A

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34

su vez, el cerebro posee receptores para la IL-1, IL-2 e IL-6 y otras

citoquinas y a la vez produce IL-1. Las citoquinas también afectan

directamente a la hipófisis y a las suprarrenales, incrementando

respectivamente, los niveles séricos de ACTH y glucocorticoides (Bao,

2008).

4. Estrés y Psiconeuroendocrinoinmunología

4.1 Sistema de estrés

Las señales eferentes del sistema nervioso al sistema inmune son

cubiertas por el sistema neuroendocrino y por el sistema nervioso

autónomo, resultando explícito que las funciones del cerebro como

órgano regulador inmune participan en la respuesta inmune.

Efectivamente, las hormonas secretadas por el sistema neuroendocrino

juegan un importante rol en la comunicación y regulación de las células

del sistema inmune (Bao, 2008).

La homeostasis basal y en condiciones de estrés es mantenida por el

llamado “sistema de estrés”. El componente central del sistema se ubica

en el hipotálamo y en el tallo cerebral, mientras que el componente

periférico (y vía eferente) lo constituyen, el eje HHA y el sistema simpático

periférico y de la médula adrenal. Los efectores de esa respuesta son

respectivamente: las neuronas del núcleo paraventricular del

hipotálamo, que secretan CRH y arginina-vasopresina (AVP); y en el

tallo cerebral, las neuronas noradrenérgicas del locus ceruleus y del

sistema simpático autónomo. Estos efectores regulan,

respectivamente, la actividad periférica del eje HHA y del sistema

nervioso simpático periférico y de la médula adrenal, cuyas respuestas

finales son, respectivamente, la secreción de corticoesteroides y

catecolaminas. La acción conjunta de glucocorticoides y catecolaminas

mantiene la homeostasis.

La CRH y la AVP actúan sinérgicamente, siendo también estimuladas

por los neurotransmisores colinérgicos y serotonérgicos. Ambas

hormonas son inhibidas por el sistema del ácido gamma- a m i n o b

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35

u t í r i c o / b e n z o d i a c e p i n a ( G A B A / B Z D ) y, en el núcleo arcuato,

por el sistema peptídico proopiomelanocortina (POMC). A su vez,

la activación directa del núcleo arcuato por el sistema de estrés, juega

un importante rol en el incremento de la analgesia que ocurre durante el

estrés. (Chrousos, 2001).

La activación del sistema de estrés va seguida de cambios adaptativos

de la conducta y físicos. Los cambios centrales del estrés incluyen:

estado de alerta, aumento de la atención y funciones cognitivas,

aceleración de los reflejos motores, disminución de la ingesta y de la

conducta sexual e incremento de la tolerancia al dolor. A nivel

periférico, la activación del sistema de estrés, por una parte, eleva las

secreciones de norepinefrina en el sistema nervioso simpático y, de

adrenalina y norepinefrina en la médula adrenal; por otra parte,

aumenta la secreción de corticoesteroides en la corteza adrenal. Todos

estos cambios guardan relación con la adaptación física que afecta la

actividad cardiovascular, el metabolismo intermediario y la modulación de

las respuestas inmune e inflamatoria (Chrousos, 2001).

Otras hormonas también influyen sobre el funcionamiento del sistema

inmune. Entre las hormonas proteicas, esa acción se ha establecido

para la prolactina, la hormona de crecimiento y el factor de crecimiento

1 similar a insulina (IGF-1), demostrándose también el importante papel

de la hormona estimulante tiroidea (TSH). De hecho, está comprobado

que a nivel celular las hormonas proteicas neuroendocrinas influyen sobre

la inmunidad, a la par que, los procesos inmunes afectan al sistema

neuroendocrino. El sistema de comunicación descrito se activa cuando los

procesos inflamatorios inducidos por las citoquinas proinflamatorias

antagonizan la función de varias hormonas, ocasionando resistencia

endocrina tanto a nivel periférico como a nivel cerebral. En la

inflamación, el balance entre citoquinas y hormonas permite alcanzar el

estado de homeostasis (Kelley, 2007).

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36

4.1.1.1. Hipotálamo y reloj biológico

Es bien conocido el papel del hipotálamo en la síntesis de hormonas

estimulantes o inhibidoras de la hipófisis anterior; entre otras, las hormonas

liberadoras de gonadotropina, tirotropina, corticotropina y hormona del

crecimiento, sintetizadas en las neuronas parvocelulares del hipotálamo,

que constituyen el pivote central del eje HHA (Bao, 2008).

El hipotálamo también integra la información corporal y cerebral que

permite la adaptación al medio ambiente y a la reproducción, haciendo

posible la supervivencia del individuo y la perpetuación de la especie. En

efecto, múltiples funciones son reguladas por los procesos hipotalámicos

neuroendocrinos y autonómicos, en concierto con la conducta apropiada

que es mediada por influencias neuronales sobre otras áreas del cerebro.

Estos sistemas anatomo-funcionales regulan, metabolismo, circulación y

sistema inmune. Por ser esenciales para la supervivencia, los sistemas

son interdependientes y, particularmente, influenciables por los factores

ambientales, tales como, hora, día o estación del año, por el estrés, por la

retroalimentación sensorial autonómica y por las hormonas circulantes.

Al abordar los mecanismos de integración hipotalámica, debe

considerarse la influencia del núcleo supraquiasmático o “reloj

biológico”, sobre los procesos organizados por y en el hipotálamo. El

SNC impone su ritmo al cuerpo por intermediación de la secreción

hormonal, y del sistema nervioso autónomo, simpático y parasimpático,

cuyas señales preparan al organismo para los cambios cíclicos

determinados por la acción hormonal (Buijs, 2006).

Salvo por la influencia de la luz y la melatonina, los mecanismos de

información al cerebro de otros sistemas periféricos son poco

conocidos. En tal sentido, debe prestársele atención al rol de los órganos

circunventriculares. Así, el núcleo arcuato resulta esencial para el

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37

mantenimiento de la homeostasis de la energía y para la integración de

las señales del apetito y la saciedad. Los receptores de hormonas

metabólicas, como insulina, leptina y ghrelina, llevan la información

periférica al núcleo arcuato y al SNC. De hecho, los estudios

neuroanatómicos del núcleo arcuato y del SNC, utilizando trazadores

anterógrados y retrógrados, demuestran su interconexión recíproca en la

transmisión de señales relacionadas con la alimentación (Buijs, 2006).

4.1.1.2. Glucocorticoides, inflamación e inmunidad

El efecto antiinflamatorio e inmunosupresor de los glucocorticoides ha

sido ampliamente utilizado en el tratamiento de las enfermedades

autoinmunes y neoplásicas. Ambos efectos están íntimamente

relacionados con los mecanismos celulares y moleculares que

participan en el control de las citoquinas y otros mediadores. Y aunque

se había presumido que estos efectos sólo se observaban con dosis

farmacológicas, hoy se piensa que su naturaleza es fisiológica y resultante

de los mismos mecanismos genómicos mediados por un receptor único,

con una relación dosis-respuesta similar. Aunque los glucocorticoides

influyen sobre la mayor parte de las células que participan en las

reacciones inflamatoria e inmune, algunos efectos son particularmente

evidentes. Los glucocorticoides disminuyen la agregación de células

inflamatorias en el sitio de la inflamación y, a la par, elevan la cifra de

neutrófilos y reducen los valores de linfocitos, monocitos, eosinófilos

y basófilos.

El efecto linfopénico de los glucocorticoides es más evidente en las

células CD4 o células T ayudadoras que en las células B, mientras que

las células T citotóxicas o CD8 resultan relativamente insensibles.

Los glucocorticoides disminuyen las funciones de las células B,

especialmente, las relacionadas con la producción de anticuerpos.

Muchos efectos de los glucocorticoides sobre la reacción inflamatoria e

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38

inmune resultan de la supresión de la producción o de la actividad de

citoquinas y otros mediadores, como quimoquinas, agentes

inflamatorios, hormonas y neurotransmisores, que son liberados en

respuesta al estrés (Munck, 2001).

4.1.1.3. Glucocorticoides y sistema nervioso central

Los glucocorticoides influyen sobre la conducta, el humor y la

excitabilidad y actividad eléctrica neuronal. Son bien conocidos

los trastornos de conducta que ocurren, tanto por el déficit, como por

la sobreproducción de glucocorticoides, y las alteraciones del sueño

que acompañan al tratamiento con corticoesteroides. Además, en muchos

pacientes con depresión se demuestra hiperactividad del eje HHA con

incremento de los niveles plasmáticos de cortisol. A su vez, el estrés y

los glucocorticoides afectan la recuperación de la memoria tardía. La

deficiencia o el exceso de glucocorticoides pueden dañar o destruir las

neuronas piramidales y del gyro dentado del hipocampo.

El cerebro y la médula espinal tienen receptores para

mineralocorticoides y glucocorticoides. Los primeros son

particularmente abundantes en el gyrus dentado y células piramidales del

hipocampo y en otras áreas del sistema límbico, mientras que los

receptores de glucocorticoides se distribuyen ampliamente entre

neuronas y células gliales. Los niveles basales de glucocorticoides

actúan por la vía de los receptores de mineralocorticoides para mantener

la excitabilidad neuronal, mientras que los niveles de glucocorticoides

inducidos por el estrés, actuando por la vía de los receptores de

glucocorticoides suprimen la actividad neuronal. Los glucocorticoides

también participan en la actividad de algunos sistemas enzimáticos y

mecanismos de transporte del SNC (Munck, 2001).

4.1.1.4. Glucocorticoides, homeostasis y estrés

Como señalamos, Selye aportó las primeras evidencias acerca de la íntima

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39

conexión entre estrés y hormonas de la corteza adrenal y el efecto

protector sobre el estrés de los extractos adrenales, demostrando también

que un amplio rango de noxas y estímulos estresantes activan la corteza

suprarrenal, pudiendo causar las que denominó como “enfermedades

de adaptación”.

Por su parte, Ingle propuso que los niveles basales de

corticoesteroides ejercen el efecto permisivo necesario para mantener

algunas funciones homeostáticas en respuesta al estrés. Efectivamente,

los glucocorticoides sostienen la vida mediante dos mecanismos

diferentes pero relacionados: en niveles bajos o “permisivos”, activan los

mecanismos homeostáticos defensivos que ocurren en la vida diaria,

mientras que en situaciones de estrés y en cantidades mayores o

“supresoras”, suprimen esas respuestas defensivas ya activadas y

exageradas, para evitar su efecto deletéreo sobre el organismo Los

glucocorticoides pueden activar o suprimir los mecanismos

moleculares que regulan ciertos mediadores de los mecanismos de

defensa, como puede ocurrir a nivel de la célula blanco con los

receptores de IFN-y y los receptores de IL-6: la acción permisiva se inicia

con bajos niveles de cortisol y el efecto supresor se logra al alcanzar el

cortisol niveles elevados (Munck, 2001).

5. Terapia celular y Psiconeuroendocrinoinmunología.

5.1. Salud y enfermedad. Estrés, depresión, enfermedades

crónicas y terapia celular.

Es antigua la creencia de que los eventos adversos de la vida y los estados

emocionales pueden impactar negativamente las funciones corporales, el

estado de salud y las expectativas de vida. Se ha establecido que los

estados afectivos negativos, como la depresión, se asocian con

mortalidad prematura e incremento del riesgo para la aterosclerosis

coronaria, la diabetes mellitus tipo 2 y la incapacidad. En la literatura

publicada en los últimos 50 años la modulación psicológica de las

funciones inmunes también es un fenómeno bien establecido. Por otra

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40

parte, se ha sugerido que los estados afectivos positivos ejercen un

efecto protector sobre la salud, si bien, las vías mediadoras de tales

efectos son poco conocidas. En esa área de investigación, Steptoe y

col. han demostrado que la sensación de felicidad o bienestar disminuye la

actividad neuroendocrina, inflamatoria y cardiovascular, apoyando el

concepto de que los estados positivos se vinculan directamente con los

procesos biológicos implícitos en la condición de salud. Estos autores

comprobaron que los estados afectivos positivos se asocian con valores

más bajos de cortisol libre y, adicionalmente en las mujeres, con niveles

menores de los marcadores de la inflamación, como proteína C reactiva e

interleukina-6. Esos efectos, explicarían la influencia de los factores

psicosociales sobre el riesgo a la enfermedad cardiovascular y a otras

enfermedades crónicas, tal como se ha sugerido para la psoriasis y la

artritis reumatoide. (Steptoe, 2008).

Por su parte, Matsunaga y col., comprobaron que la evocación de

sentimientos positivos aumenta la actividad de las células asesinas

naturales, incrementa el nivel periférico de dopamina y activa varias

áreas del cerebro (corteza prefrontal media, tálamo, hipotálamo,

circunvolución subcallosa, corteza posterior del cíngulo, circunvolución

temporal superior y cerebelo). Esta activación simultánea de los

sistemas, nervioso central, endocrino e inmune, en respuesta a las

emociones positivas, parece depender del sistema dopaminérgico.

Uno de los más intrigantes ejemplos de la asociación entre los sistemas

nervioso e inmune, se evidencia en la capacidad del SNC para

establecer la asociación entre un estado inmune y un estímulo

ambiental específico. “Se ha demostrado el condicionamiento de la

conducta sobre la respuesta inmune en situaciones clínicas

determinadas” (Riether, 2008).

La modulación psicológica de las funciones inmunes se demuestra en la

observación de los efectos negativos sobre la salud de los estímulos

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41

estresantes y, el cómo, personalidad, estatus psicopatológico,

relaciones interpersonales e intervenciones “sobre la conducta” pueden,

influir positiva o negativamente sobre la función inmune. El estrés

psicosocial puede afectar el curso de las enfermedades infecciosas y

el proceso de cicatrización de las heridas. También se ha demostrado

la influencia negativa de las citoquinas proinflamatorias sobre la

evolución de múltiples enfermedades, como ocurre en los procesos

cardiovasculares y, además, el cómo, la secreción de citoquinas

proinflamatorias puede estimularse directamente con las emociones

negativas y el estrés e, indirectamente, con las infecciones crónicas o

recurrentes. Por tanto, son tópicos muy importantes, el efecto del estrés

sobre la conducta y la respuesta inmune, la relación del proceso

inmune con personalidad, psicopatología y conducta, y el

condicionamiento “de la conducta” en la inmunidad. También, algunos

estudios demuestran la relación de la crianza inicial con la maduración

del sistema inmune y, las influencias psicosociales sobre la declinación

de la inmunidad en la senescencia (Coe, 2007).

Las emociones estresantes alteran la función leucocitaria. El estrés

disminuye la respuesta de los glóbulos blancos a las células cancerosas

o infectadas con virus. No obstante, el estrés no afecta por igual a todos

los subgrupos de leucocitos, mientras que exacerba algunas

enfermedades autoinmunes que involucran a un determinado

subgrupo de células blancas. Más aún, la literatura médica documenta

la eficacia de las intervenciones terapéuticas verbales para modificar

los parámetros del sistema inmune y aumentar la capacidad corporal

para combatir la enfermedad. También está documentado el impacto

del estrés crónico vinculado a la pobreza sobre la función del sistema

inmune. En ese sentido, Kemeny encuentra que la amenaza al

status social ocasiona cambios en los sistemas autonómicos, endocrino e

inmune, que pueden explicar sus efectos adversos sobre la salud. En

esta respuesta fisiológica relacionada con el mundo social, en la que

participan mecanismos psicológicos y biológicos, los procesos

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42

cognitivos jugarían un importante papel.

La hostilidad es un factor de riesgo para la evolución adversa de muchos

procesos tan disímiles como enfermedades cardiovasculares y

desorden de estrés postraumático y, posiblemente, las citoquinas son

mediadoras de esta relación. Hommersteeg y col., en el Laboratorio de

PNI de la Universidad de Utrecht, investigaron en hombres sanos la

relación de la hostilidad con citoquinas y quimoquinas de las células T

inducidas por mitógenos. (Hommersteeg, 2008).

La hostilidad se relacionó significativamente con la disminución de la

secreción de citoquina IL-6 y con el incremento de citoquinas

proinflamatorias (IL-2, TNFα e IFNy) y antiinflamatorias (IL-4, IL-5 e IL-

10). En este estudio se observó una relación inversa significativa entre

edad y nivel de hostilidad. Por su parte, los traumas tempranos de la vida y

la depresión tuvieron relación positiva, aunque independiente de la

hostilidad.

En relación con la estricta interconexión y vinculación inmunológica

entre salud y conducta, se ha destacado la influencia recíproca del

sistema inmune sobre el cerebro y la conducta, en condiciones normales y

en la depresión, en la cual, los procesos inmunorreguladores resultan

parte integrante de una compleja red de respuestas adaptativas.

Efectivamente, la activación de los procesos inflamatorios puede influir

sobre múltiples aspectos de las funciones del SNC incluyendo, el

metabolismo de los neurotransmisores, la función neuroendocrina y, en el

humano, los cambios de la conducta predictivos de depresión. Un buen

ejemplo de cómo estos conceptos se infieren de la observación in

vivo, lo tenemos al analizar los efectos de los estímulos estresantes.

El estrés crónico altera la evolución de varias enfermedades que son

modificables favorablemente por la intervención psicosocial (Tausk,

2008).

De hecho, el estrés y la depresión también se vinculan con el inicio o

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43

progresión de desórdenes relacionados con la inmunidad, incluyendo,

cáncer y enfermedades infecciosas, sugiriendo que los efectos del estrés y

la depresión sobre el sistema inmune tienen relevancia en la expresión de

estas enfermedades. Schulz y Gold, destacaron la importancia del

estrés psicológico en la mayor frecuencia de infecciones, la

disminución de la respuesta a la vacunación y el retardo del proceso de

cicatrización de las heridas. La literatura médica también aporta

evidencias sólidas acerca de la repercusión del estrés psicológico sobre la

evolución de las enfermedades oncológicas y autoinmunes. Por

ejemplo, en la psoriasis, una enfermedad inflamatoria crónica

mediada por las células Th1 ayudadoras, se ha demostrado que el

estrés psicosocial agudo puede desencadenar la enfermedad, presentando

como hallazgos inmunológicos más significativos: incremento de los

monocitos y células CD4 (+), descenso de las células CD3 (+)/CD25 (+),

incremento de las citoquinas proinflamatorias IFN-y e IL-2 y disminución de

las citoquinas antiinflamatorias IL-10 e IL-4 (Buske-Kirschbaum, 2007).

Algunos autores encontraron que al menos en parte, la fatiga observada

en la esclerosis múltiple es mediada por la activación de las citoquinas

proinflamatorias, mientras que la activación del eje HHAse relaciona con

el deterioro cognitivo observado en la enfermedad. En la esclerosis

múltiple, el grado de inflamación del SNC, medido por resonancia

nuclear magnética, guarda relación con los niveles de marcadores

inflamatorios, los síntomas depresivos y la fatiga. También se ha

sugerido que la fatiga, en pacientes tratados por cáncer, puede

relacionarse con un proceso inflamatorio crónico que incrementa la

producción de citoquinas y embota la respuesta del cortisol a los

estímulos psicológicos estresantes (Reiche, 2004).

La administración de citoquinas también puede producir alteraciones

cerebrales similares a las descritas en pacientes deprimidos, hecho que

para la depresión ha permitido establecer esta hipótesis de las

citoquinas, por su influencia sobre la serotonina, los sistemas

noradrenérgicos y el eje HHA. Como hemos mencionado los estados

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depresivos que acompañan a las enfermedades inflamatorias

somáticas, también se asocian con incremento de citoquinas

proinflamatorias y consumo de triptófano gracias a la activación de la

IDO. Estos hallazgos le confieren al sistema inmune un rol causal de las

manifestaciones conductuales en un amplio rango de enfermedades,

por lo cual algunos autores proponen que el funcionamiento anormal

del eje HHA altera la regulación de la retroalimentación de los sistemas

endocrino e inmune. (Reiche, 2004).

Sustentada en hallazgos objetivos, la hipótesis de las citoquinas

establece la función neuromoduladora de las citoquinas proinflamatorias,

que guarda relación con las características de la conducta,

neuroendocrinas y neuroquímicas de los desórdenes depresivos. Varias

enfermedades médicas caracterizadas por respuesta inflamatoria

crónica, como la artritis reumatoide, pueden acompañarse de

depresión. Adicionalmente, la administración de citoquinas

proinflamatorias en el tratamiento del cáncer o de la hepatitis C, se

acompaña de síntomas depresivos. Por último, la administración de

citoquinas proinflamatorias en animales de experimentación, induce una

“conducta enfermiza” con un patrón de conducta similar al de la

depresión humana. (Reiche, 2004).

Como conclusión, podemos inferir que, así como el sistema

neuroendocrino regula la función inmune utilizando como intermediarios a

neurotransmisores, hormonas y neuropéptidos, a su vez, las células

inmunes influyen también sobre el funcionamiento del sistema

neuroendocrino mediante la intervención de varias citoquinas (Tausk,

2008).

Page 45: TERAPIA CELULAR DESDE UN SERVICIO CIENTÍFICO-TÉCNICO

45

5.2. Sistemas neuroendocrino e inmune en la depresión mayor,

enfoque integrativo

Miller, en la Emory University Scholl of Medicine de Atlanta, estudió los

mecanismos mediante los cuales las citoquinas pueden influir sobre

el cerebro y la conducta de humanos y primates no humanos. La

depresión inducida por IFN-α parece tener como vía primaria los

cambios provocados sobre el metabolismo de las monoaminas.

Desde el punto de vista clínico, el papel de la serotonina se sustenta

en la efectividad de los inhibidores de la recaptación de serotonina

para bloquear las manifestaciones depresivas producidas por el IFN-α

y, en la capacidad del IFN-α para activar enzimas metabólicas

(indolamina 2,3 dioxigenasa) y las vías de señales de las citoquinas (p38

mitogen activated protein kinase-quinasa de la proteína p38 activada por

mitógenos), que pueden influir sobre la síntesis y recaptación de la

serotonina. Pero también, el papel de la depleción de dopamina

inducida por IFN-α se refleja en los cambios conductuales

(enlentecimiento psicomotor y fatiga) y en la actividad cerebral regional

que pone en evidencia la participación de los ganglios basales; y por las

manifestaciones depresivas inducidas por IFN-α en monos Rhesus,

cuyo LCR muestra disminución del ácido homovanílico, metabolito

de la dopamina. Efectivamente, la dopamina, precursor en la

síntesis de noradrenalina y adrenalina, es el neurotransmisor

predominante en el sistema extrapiramidal de los mamíferos y en varias

vías neuronales mesocorticales y mesolímbicas. Los estudios de

neuroimágenes en los pacientes tratados con INF-α, ponen en

evidencia la activación de ciertos circuitos cerebrales, como la corteza

dorsal anterior del cíngulo, que pueden guardar relación con los

cambios conductuales producidos por esta citoquina (Miller, 2008).

Efectivamente, en pacientes tratados con IFN-α o IL-2 pueden aparecer

manifestaciones neuropsiquiátricas (ansiedad, depresión, psicosis,

ideación suicida, hipomanía o deterioro cognitivo) (Myint, 2008). Pero,

aunque estos efectos suelen desaparecer al suspender el tratamiento, en

algún caso, la alteración cognitiva puede persistir durante varios años.

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46

Y como hemos visto, en los animales, las citoquinas proinflamatorias

producen conducta enfermiza, ansiedad o anhedonia social. Varios

desórdenes neuropsiquiátricos pueden acompañarse de elevación de las

citoquinas proinflamatorias. Como sabemos, estas citoquinas

aumentan la actividad de la IDO que, por una parte incrementa la

degradación de triptófano en kinurenina y, por la otra, disminuye la

síntesis cerebral de serotonina. Por tratarse, de que este

neurotransmisor es requerido para el estado de ánimo normal, en los

desórdenes psiquiátricos el mecanismo mencionado ha adquirido

significación fisiopatológica. También se ha propuesto que el

desbalance de la vía catabólica de la kinurenina y su interacción con

otros neurotransmisores puede jugar un rol importante (Miller, 2008).

En la depresión, el “modelo de las citoquinas” ha llegado a la arena clínica

y a los nuevos desarrollos en el área de la psicofarmacología,

determinándose de esa manera, la especial relevancia de las

interacciones cerebroinmunes en los desórdenes psiquiátricos y en las

enfermedades médicas asociadas. Además, en los desórdenes

inflamatorios somáticos se ha demostrado que el incremento de las

citoquinas proinflamatorias y el mayor consumo de triptófano son

acompañantes del humor depresivo.

En la hipótesis para la depresión mayor, sustentada por Müller y Schwarz,

la activación del sistema inmune incrementa las citoquinas

proinflamatorias, IL-2, IFN-y y TNF-α, que desencadenan los mecanismos

fisiopatológicos fundamentales del proceso, como son, la deficiencia

en la neurotransmisión serotonérgica (serotonina o 5-hidroxitriptamina) y

la hiperactividad en la neurotransmisión glutamatérgica (glutamato). Esta

hipótesis involucra lasalteraciones de la neurotransmisión y del eje HHA

con las modificaciones observadas en la actividad del sistema inmune

y en la morfología cerebral. Efectivamente, las citoquinas

proinflamatorias activan a la enzima IDO, responsable de la

degradación de la serotonina y de su precursor, el triptófano. De tal

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47

manera, el incremento del consumo de triptófano y serotonina

explicaría satisfactoriamente la menor disponibilidad de serotonina en

la depresión mayor. Las citoquinas proinflamatorias también activan la

kinurenina monooxigenasa que eleva la producción de ácido

quinolínico, fuerte agonista del receptor glutamatérgico, N-metil-D-

aspartato (NMDA). (Müller, 2007).

Swaab y col., del Instituto Holandés de Investigaciones Cerebrales,

correlacionaron las alteraciones del hipotálamo y del sistema de estrés

con las manifestaciones clínicas de la depresión. Como señalamos, las

neuronas secretoras de CRH y vasopresina del núcleo paraventricular del

hipotálamo, promueven la secreción de ACTH en la hipófisis anterior y

esta a su vez, estimula la secreción de cortisol en la corteza adrenal.

Estas neuronas también se proyectan sobre la eminencia media y otras

áreas cerebrales que regulan la inervación del sistema autónomo

adrenal y afectan el humor. La activación del eje HHA también libera en

la neurohipófisis, vasopresina secretada en los núcleos paraventricular y

supraóptico y oxitocina secretada en el núcleo paraventricular. A su

vez, el núcleo supraquiasmático, llamado el “reloj hipotalámico”, es

responsable de los cambios rítmicos del sistema de estrés.

Tanto la liberación central de CRH como los niveles elevados de

cortisol, se relacionan con las manifestaciones clínicas de la

depresión. En animales de experimentación, la inyección de CRH

en los ventrículos cerebrales se acompaña de síntomas depresivos.

La depresión también es un efecto colateral de la terapia con

glucocorticoides y un síntoma cardinal del síndrome de Cushing.

Además, las neuronas CRH se activan en el estrés y en la depresión. La

elevación de los niveles séricos de vasopresina incrementa el riesgo de

suicidio. La prevalencia, incidencia y morbilidad de la depresión es mayor

en el sexo femenino, así como las fluctuaciones de las hormonas sexuales

parecen tener importancia en la depresión, ya que los estrógenos también

estimulan la secreción de CRH. Por su parte, la disminución de la

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48

actividad del sistema nervioso central parece guardar relación

patogénica con el disturbio del ritmo circadiano y las alteraciones

estacionales glutamato. Por tanto, en la depresión mayor, los

desequilibrios en la respuesta inmune tipo 1 y tipo 2 y en la actividad

astrocito/microglia son responsables de la deficiencia serotonérgica y la

sobreproducción glutamatérgica (Müller, 2007).

La acción central de las citoquinas puede también explicar la

hiperactividad del eje HHA, frecuentemente observada en los desórdenes

depresivos, al alterar la retroalimentación negativa de los

corticoesteroides circulantes sobre el eje HHA. Aunque el efecto central de

las citoquinas proinflamatorias parece responsable de la mayor parte de

los síntomas depresivos, no se ha establecido su papel causal o si éste es

un epifenómeno sin mayor significación (Müller, 2006).

Integración transdisciplinaria

Conociendo que la complejidad de las realidades del mundo actual,

donde todos los sistemas o estructuras dinámicas que constituyen nuestro

mundo se caracterizan por sus interconexiones, s e exige el paso de los

saberes monodisciplinarios a los multidisciplinarios, interdisciplinarios y

transdisciplinarios (Allegrucci et al., 2007).

La terapia celular, una realidad de la última década, ha surgido como un nuevo

instrumento para múltiples especialidades. La terapia celular o medicina

regenerativa, como nueva disciplina científica, sustenta su aplicabilidad en

las stem cells o “células madre”, células con capacidad no solo de

autorrenovarse, sino también de dar origen a otras, a través de un

proceso de diferenciación, lo que ha permitido regenerar tejidos dañados y

estimular la angiogénesis (Annas and Elias, 1989; Ader et al., 1990). El

aislamiento de células madre autólogas de la sangre periférica o de la médula

ósea, a través de un gradiente de densidad de Ficoll-Telebrix 38 (d =

1,077 g/cm3

) —el cual logra, mediante centrifugación, obtener diferentes

interfases de acuerdo a su densidad— es un procedimiento que realiza el

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49

Servicio Científico Técnico (SCT), creado para estos fines en la

Unidad de Investigaciones Biomédicas de Villa Clara, entidad de Ciencia

e Innovación Tecnológica de la Universidad de Ciencias Médicas “Dr.

Serafín Ruiz de Zárate Ruiz”. Este nobel SCT responde a las estrategias de

integración docencia-investigación-asistencia médica, y logra,

con su implementación, incorporar este procedimiento a los

arsenales terapéuticos de varias especialidades médicas en el territorio

central del país, definir los derechos de sus usuarios, permitir el uso

racional de la tecnología y los recursos mediante la integración protocolizada

de los multidisciplinarios procesos que se realizan; lo anterior se ve

favorecido por ser células autólogas, lo cual no genera compromiso ético,

inmunológico, ni requiere disponibilidad de donantes (Becker et al., 1963;

Benirschke, 2000).

Ante las posibilidades actuales de la terapia celular y la forma en que

actualmente están emergiendo los conocimientos en este campo, se impone

la necesidad —sin abjurar de la disciplinariedad— de transitar a los

procesos vinculados e integrados desde la inter-, multi- y

transdisciplinariedad; de esta forma, se responde a los retos del presente

(Basedovsky and Sorkin, 1977).

La articulación de saberes debe primar. La celeridad de intercambio de

conocimientos entre especialistas de campos diferentes, tanto de las

ciencias médicas básicas, clínicas y las psicológicas, es una emergencia

para el pensamiento creativo, posible desde la vitalidad de un Servicio

Científico Técnico que promueva la articulación de conocimientos entre áreas

diferentes. Comprender esta realidad desde la transdisciplinariedad,

permitiendo el intercambio de conocimientos para el logro de un objetivo

común, es tan importante como estimular la adquisición de nuevos

conocimientos.

A part i r de la necesidad del desarrollo científico para el progreso humano,

hoy en día se destaca, por su importancia, la investigación con células madre,

donde la reflexión sobre el destino de nuestras acciones implica, de forma

Page 50: TERAPIA CELULAR DESDE UN SERVICIO CIENTÍFICO-TÉCNICO

50

necesaria, conocer cómo nuestros actos pueden trascender, desde

posiciones que transitan por el respeto profesional con marcado

compromiso afectivo, hasta la visión errada de ver únicamente la enfermedad

y no a un ser humano que sufre la pérdida de su salud.

Inmersos en una revolución tecnológica sin precedentes en la historia

de la medicina, las tradicionales formas en las que se realizaba la

toma de decisiones han sido obligadas a modificarse. Acostumbrados a

siglos donde la responsabilidad correspondía al médico, y en última instancia

a la familia, y como fruto de los cambios que se suceden, nuevas

interrogantes han vulnerado las prerrogativas ancestrales: ¿quién puede,

debe y tiene que tomar las decisiones que afectan el cuerpo de una

persona? En tan solo unas décadas, se ha impuesto una respuesta:

corresponde solo al paciente. La toma de decisiones es una forma de

actividad voluntaria que presupone la previa conciencia del fin; para su

concreción, el paciente se subordina a los objetivos que persigue y que

tienen para él una significación mayor, y se subordinan todas las demás

motivaciones que tienen una significación menor y no se expresan en

la conducta en ese momento. Deriva de lo anterior, que la relación

paternalista, por complejo que sea el problema de salud, ha cedido lugar a la

exigencia implícita de que cada enfermo debe ser respetado en su

particularidad, pues requiere información —que por muy sofisticada que

pudiera ser— es parte constitutiva del acto médico (Allegrucci et al., 2007;

Annas, 1989).

El impetuoso y sorprendente desarrollo en los últimos decenios de las

ciencias biomédicas ha supuesto, para los profesionales de diversas

disciplinas, enfrentarse a nuevas situaciones en el cuidado de la salud y

la vida. La Bioética resulta aquí m u y necesaria para dilucidar la

conveniencia ética de actuar de una manera u otra (Arce, 2006).

Considerando las múltiples aplicaciones clínicas de la terapia celular,

resulta deseable que las evidencias disponibles en este campo se traduzcan

en protocolos de actuación, que constituyan referentes, para sentar pautas

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51

en la espiral de nuevos conocimientos; no se debe olvidar que estos detallan

el conjunto de procedimientos técnicos y médicos necesarios para la atención

a un determinado problema de salud; establecen acuerdos, en forma de

consensos, sobre los requerimientos mínimos imprescindibles para brindar

un determinado servicio con calidad; cumplen el objetivo de acercar la ciencia

a la práctica asistencial cotidiana; son consecuencia directa de la aplicación

de principios científicos a la práctica de la medicina; pretenden, en última

instancia, garantizar al paciente la mejor intervención terapéutica posible,

y ofrecen al médico una guía práctica e, incluso, una forma acertada de

controlar los gastos (Ader et al., 1990). El constante avance de la medicina

regenerativa exige que estos no sean inmutables; las recomendaciones que

incluyen son el fruto del estado del conocimiento en un momento dado, por

lo que la actualización sobre el análisis de las evidencias debe constituir una

premisa. El trabajo en equipo permitirá que aspectos negativos señalados

tradicionalmente a estos, como el enfrentamiento a la naturaleza particular

de cada paciente, consiga una respuesta en correspondencia con lo

que científica y éticamente sea posible (Allegrucci et al., 2007; Becker,

1963).

Nadie duda sobre la necesidad de considerar y establecer las normas éticas

que deben regir el empleo de los avances tecnológicos en este campo, como

tampoco se ignoran los riesgos a que puede verse sometida la sociedad, de

no lograrse un consenso al respecto. Sería prudente, ante el aluvión de

nuevas publicaciones en materia de células madre, recordar que no todo lo

que la tecnología hace posible es necesariamente viable desde el punto de

vista ético; de ahí la pertinencia del enfoque bioético en los protocolos de

actuación para la terapia celular.

La Bioética permite, desde el marco de sus fundamentaciones,

salvaguardar la dignidad de la persona humana y el quehacer de los

profesionales biosanitarios; la complejidad en este campo de la medicina,

con sus múltiples y sensibles dilemas, así lo justifican. En correspondencia

con lo planteado, gran valor adquiere en toda investigación biomédica con

pacientes cómo se proyecta y ejecuta el consentimiento informado, sobre la

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52

base del principio que otorga al enfermo el derecho de saber todo lo

concerniente al diagnóstico de la enfermedad que padece o los

procedimientos terapéuticos que se le deben realizar. Corresponde al

médico explicar las alternativas de tratamiento y los posibles efectos

secundarios que pudieran aparecer, y pertenece al paciente decidir, de

forma autónoma, si acepta o rechaza lo que se trata de hacer con él.6-8

Reconocido como el más moderno de los principios de la bioética, la

autonomía surge como consecuencia de un concepto del ser humano que

implica la idea de libertad personal; pero surge una interrogante: ¿cómo

respetarla? Consideramos que esto se logra cuando se ofrece al paciente

toda la información relevante y veraz que este precisa, con un lenguaje

comprensible, ajustado a las reales demandas que la situación exige;

cuando se tiene en cuenta el arte de la entrevista, donde el saber escuchar

y la actitud empática que evidencie la relevancia individual y sociofamiliar de

la opción terapéutica propuesta, favorecerá una decisión coherente por

parte del paciente, en correspondencia con su sistema de valores (Bao,

2008).

La terapia celular realizada dentro de los protocolos establecidos, con

indicaciones precisas y correctamente implementadas, encierra un riesgo

sanitario mínimo, pero entraña, como otro recurso terapéutico, múltiples

dilemas en su práctica diaria. De lo anterior, vale destacar lo importante

que resulta para el personal profesional que interviene en su aplicación,

disponer de un cuerpo teórico sólido que en las actuales circunstancias

históricas sociales le permitan, desde una perspectiva bioética, enfrentar

situaciones diversas. Digamos sí a la vida; reverenciemos esta en cualquiera

de sus formas; podremos sorprendernos quizás, pero no debemos

deslumbrarnos por las conquistas de lo tangible, para respetar así un derecho

precioso: la dignidad de la persona humana.

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