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73 RESUMO CIVILIZACIÓN, MASCULINIDAD Y SUPERIORIDAD RACIAL: UNAAPROXIMACIÓN AL DISCURSO REPUBLICANO CHILENO DURANTE LA GUERRA DEL PACÍFICO (1879-1884) Rev. Sociol. Polít., Curitiba, v. 20, n. 42, p. 73-92, jun. 2012 Recebido em 28 de junho de 2010. Aprovado em 22 de outubro de 2010. Carmen McEvoy En este artículo se analiza el discurso republicano en el contexto de la Guerra del Pacífico. La propuesta es explicar cómo, por un lado, la noción de la “barbarie”, tradicionalmente asociada a la naturaleza salvaje, fue empleada para referirse al despostimo, la degeneración y el lujo de la sociedad de Antiguo Régimen que – de acuerdo con los publicistas chilenos – aún reinaba en el Perú. La transformación del republicanismo, desde una ideología obsesionada con la fragilidad de la república a otra involucrada en la expansión territorial, permite estudiar el surgimiento de una “república imperio” en Chile. Esta reelaboración conceptual está basada en la austeridad, el trabajo arduo e incluso la incorporación de todos sus ciudadanos, incluyendo a los araucanos. Opino que el análisis de un experimento republicano llevado hasta sus extremos permitirá enriquecer el debate en torno a los vocabularios y a las prácticas políticas en la Hispanoamérica decimonónica. PALAVRAS-CHAVE: republicanismo; civilização; barbárie; Guerra do Pacífico; Chile; Peru. En el artículo “¿Por qué Chile ganó la guerra?”, publicado el 5 de marzo de 1881 en la ciudad de Lima, su autor se propuso analizar los orígenes de la preponderancia de la antigua Capitanía General sobre el otrora poderoso Perú. En el contexto de una discusión cuyo objetivo principal era establecer la conexión entre poderío militar y superioridad cultural, el editorialista señaló que no era posible comprender la victoria del ejército expedicionario en Lima sin tener en cuenta la superioridad racial, el alto grado de civilización y la gran honradez del pueblo chileno. Los “hijos I. INTRODUCCIÓN “Vamos a empezar la obra grandiosa de regenerar dos pueblos, de colocar en su lugar dos desbocados, dos insensatos. Nuestros ejércitos irán mañana, como fueron en época no lejana, a restablecer en esas tierras el imperio de la moralidad y de la civilización” (EDITORIAL, 1979, p. 365). “La desconocida colonia, que ayer no mas apenas figuraba cual imperceptible trazo en aquel imperio colosal sentado sobre dos mundos, con general asombro ha medido sus fuerzas con el antiguo virreinato y abriéndose paso entre formidables ejércitos aliados ha ido a colocar su bandera vencedora en las almenas de la orgullosa Lima” (CASANOVA, 1979, p. 1059). “La superioridad de nuestro pueblo sobre el peruano es cuestión de raza y viene desde muy atrás” (EDITORIAL, 1869). del sol”, mezclados con el africano y el chino y debilitados por el exceso del calor tropical de la zona tórrida, no podían competir con el araucano indómito, una raza de esforzados guerreros que dormían con la lanza empuñada vigilando las fronteras y defendiendo el territorio patrio. La pureza étnica de Chile no era, sin embargo, la única causa de sus grandes éxitos. La república vencedora contaba con ciudadanos instruidos y con una “prensa juiciosa”, generadora de valores tales como el amor al orden, al trabajo, a la patria y a la ley. Mientras que el soldado peruano,

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REVISTA DE SOCIOLOGIA E POLÍTICA V. 20, Nº 42: 73-92 JUN. 2012

RESUMO

CIVILIZACIÓN, MASCULINIDAD Y SUPERIORIDADRACIAL:

UNA APROXIMACIÓN AL DISCURSO REPUBLICANOCHILENO DURANTE LA GUERRA DEL PACÍFICO (1879-1884)

Rev. Sociol. Polít., Curitiba, v. 20, n. 42, p. 73-92, jun. 2012Recebido em 28 de junho de 2010.Aprovado em 22 de outubro de 2010.

Carmen McEvoy

En este artículo se analiza el discurso republicano en el contexto de la Guerra del Pacífico. La propuestaes explicar cómo, por un lado, la noción de la “barbarie”, tradicionalmente asociada a la naturalezasalvaje, fue empleada para referirse al despostimo, la degeneración y el lujo de la sociedad de AntiguoRégimen que – de acuerdo con los publicistas chilenos – aún reinaba en el Perú. La transformación delrepublicanismo, desde una ideología obsesionada con la fragilidad de la república a otra involucrada enla expansión territorial, permite estudiar el surgimiento de una “república imperio” en Chile. Estareelaboración conceptual está basada en la austeridad, el trabajo arduo e incluso la incorporación detodos sus ciudadanos, incluyendo a los araucanos. Opino que el análisis de un experimento republicanollevado hasta sus extremos permitirá enriquecer el debate en torno a los vocabularios y a las prácticaspolíticas en la Hispanoamérica decimonónica.

PALAVRAS-CHAVE: republicanismo; civilização; barbárie; Guerra do Pacífico; Chile; Peru.

En el artículo “¿Por qué Chile ganó la guerra?”,publicado el 5 de marzo de 1881 en la ciudad deLima, su autor se propuso analizar los orígenesde la preponderancia de la antigua CapitaníaGeneral sobre el otrora poderoso Perú. En elcontexto de una discusión cuyo objetivo principalera establecer la conexión entre poderío militar ysuperioridad cultural, el editorialista señaló queno era posible comprender la victoria del ejércitoexpedicionario en Lima sin tener en cuenta lasuperioridad racial, el alto grado de civilización yla gran honradez del pueblo chileno. Los “hijos

I. INTRODUCCIÓN

“Vamos a empezar la obra grandiosa de regenerar dos pueblos, de colocar ensu lugar dos desbocados, dos insensatos. Nuestros ejércitos irán mañana,como fueron en época no lejana, a restablecer en esas tierras el imperio de lamoralidad y de la civilización” (EDITORIAL, 1979, p. 365).

“La desconocida colonia, que ayer no mas apenas figuraba cual imperceptibletrazo en aquel imperio colosal sentado sobre dos mundos, con general asombroha medido sus fuerzas con el antiguo virreinato y abriéndose paso entreformidables ejércitos aliados ha ido a colocar su bandera vencedora en lasalmenas de la orgullosa Lima” (CASANOVA, 1979, p. 1059).

“La superioridad de nuestro pueblo sobre el peruano es cuestión de raza yviene desde muy atrás” (EDITORIAL, 1869).

del sol”, mezclados con el africano y el chino ydebilitados por el exceso del calor tropical de lazona tórrida, no podían competir con el araucanoindómito, una raza de esforzados guerreros quedormían con la lanza empuñada vigilando lasfronteras y defendiendo el territorio patrio. Lapureza étnica de Chile no era, sin embargo, laúnica causa de sus grandes éxitos. La repúblicavencedora contaba con ciudadanos instruidos ycon una “prensa juiciosa”, generadora de valorestales como el amor al orden, al trabajo, a la patriay a la ley. Mientras que el soldado peruano,

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“desmoralizado por los vicios, holgazán, ocioso,rústico e inculto”, era forzado a pelear porprincipios que no entendía, el combatiente chilenoposeía todas las virtudes ciudadanas. Si a todo loanterior se le agregaba el hecho de que Chilecontaba con una administración honrada, capazde disponer con eficiencia de los caudalespúblicos, era posible comprender no solo laapabullante victoria militar en Chorrillos yMiraflores, sino la misión civilizadora que elejército chileno aseguraba estar cumpliendo ensu avance triunfal hacia el corazón del Perú.Durante esa difícil jornada, cubierta de laureles,los soldados de la república se propusieron liberara las ciudades peruanas del saqueo al que lashabían entregado sus “hijos desmoralizados”(¿POR QUÉ CHILE GANÓ LA GUERRA?, 1881).

La Guerra del Pacífico ha atraído una enormeatención por parte de historiadores bolivianos,chilenos y peruanos. El sangriento enfrentamientointernacional que se prolongó por casi cinco añosy que determinó cambios fronterizos radicales enel Pacífico sur ha sido analizado desde diferentesángulos y perspectivas. Chile es probablementeel país que más estudios ha producido sobre laguerra. Diversas fuentes primarias, reeditadasperiódicamente en ese país, han permitido ampliarnuestro conocimiento sobre un asunto del quequeda aún mucho por averiguar1. Un tema queno ha despertado el suficiente interés de losinvestigadores es el referido a los aspectosideológicos de la conflagración internacional.¿Cómo fue definida la guerra y quién estuvo acargo de aquella tarea? ¿Existió una imagen oficialo es que, por el contrario, múltiples productoresculturales encontraron en la guerra el escenarioadecuado para dirimir sus disputas ideológicas,las cuales venían de antiguo? ¿Será posiblereconstruir la ideología (o las ideologías) quejustificó (o justificaron) la guerra ante “el tribunalde la opinión pública”, tanto nacional comointernacional? Pienso que en la medida de quevayamos resolviendo estas interrogantes seráposible definir una nueva área de investigación

mediante la cual la Guerra del Pacífico pueda serincorporada a ese campo de estudios que ha sidodenominado “guerra y sociedad”. Estaaproximación, cuyo mérito es refocalizar laatención desde los aspectos meramente militaresa los sociales y culturales, está colaborando enrenovar el interés académico en torno a un tematradicionalmente analizado a partir de su fisonomíaeconómica y castrense2.

En el presente artículo, me propongoanalizar los usos de la retórica nacionalista durantela Guerra del Pacífico3. Expresada en claverepublicana, dicha retórica fue el resultado de uncomplejo proceso de la tecnología escrita y oral,que fue acompañado de una notable expansionde la esfera pública. Fue ahí donde se reevaluaronviejos conceptos, tales como civilización,masculinidad y superioridad racial. Dentro de uncontexto de grandes cambios sociales yeconómicos, el republicanismo clásico sufrió unaserie de transformaciomes que la guerra contraBolivia y el Perú no hizo más que precipitar. Eldiscurso cívico-republicano adquirió así unanueva dimension en el marco de una guerra quepara Chile fue, bajo todo punto de vista, deexpansion fronteriza. Peter Onuf ha explorado lasorprendente interacción entre la ideologíarepublicana, la política de los grupos de interés y

1 Los trabajos más exhaustivos de recopilación de fuentes,tanto primarias como secundarias, sobre la Guerra delPacífico son Ahumada (1982) y Rodríguez Rautcher(1991). Entre los aportes más recientes al estudio delconflicto militar destacan los de Pinto (1997), Larraín(2002), Larraín y Matte (2004) y Sater (2007).

2 Para una discusión respecto de este renovado campohistoriográfico, ver Black (2004, p. 50-59). Un trabajoque brindó aportes fundamentales a esta disciplina es elde Keegan (1993). Para estudios sobre guerra y cultura,consultar Fussel (1975), Hynes (1990), Mosse (1990),Winter (1995), Noakes (1998), Winter y Sivan (1999),Paris (2000), Fahs (2001) y Goldstein (2001).3 Este discurso tiene su antecedente en la Guerra de laConfederación (1836-1839). En su trabajo pionero sobreese conflicto trinacional, Gabriel Cid muestra que laparticipación chilena en dicha conflagración fue inicialmentejustificada como un medio de resguardar la soberaníanacional, el respeto al derecho internacional, elrepublicanismo y la libertad en América. Luego de lavictoria surgió, sin embargo, una interpretación alternativadel conflicto. En la versión que sucedió a la guerra sedestacaron otros elementos, como el carácterintrínsecamente guerrero de los chilenos y un mesianismocuyo objetivo era subrayar el liderazgo de Chile en laregión (CID, 2009). Lo que hace a la Guerra del Pacíficoúnica es la notable expansión de la esfera pública y de latecnología de las comunicaciones en Chile, proceso que sehabía iniciado en ese país a mediados del siglo XIX. Estopermitió que el discurso nacionalista republicano sedifundiera a niveles nunca antes vistos.

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el Oeste en el proyecto político estadounidensede la década de 1780. Para Onuf, aquelrepublicanismo comercial, expresado en elconcepto de desarrollo y progreso, encontró sumomento culminante en la conquista del Far West.Dicho mito, una suerte de utopía mesocrática decorte democratizador, le habría permitido aEstados Unidos escapar del inevitable ciclo dedecadencia y corrupción al que, de acuerdo consus teóricos, estaba condenada la república4.Semejante al caso norteamericano, elrepublicanismo chileno atravesó por una serie detransformaciones debido a su encuentro con elliberalismo comercial. Ello se verifica en eldiscurso de “la utopía civilizadora” que emergerespecto de las fronteras peruana y boliviana. Unasimilar transformación en el ámbito conceptualocurrió con el discurso racial sobre el mestizaje,que para el caso de la república sudamericana fuedotado de características muy especiales. Lacritica a la corrupción que reinaba en Lima, unaciudad que –de acuerdo con los publicistaschilenos– encarnaba a lo femenino degradado,evidencia, por otro lado, la comparación entre losvalores de una cultura de Antiguo Régimen y elethos republicano, en su vertiente masculina, queChile se propuso representar.

La palabra desempeñó un papel fundamentaldurante la Guerra del Pacífico. Entre 1879 y1884, el homo rethor chileno se valió de ella paradefinir el conflicto armado con sus vecinos,exacerbar el patriotismo de la población y resaltarla preeminencia de una tradición cívico-republicana considerada como una excepción enSudamérica. Aun cuando la disputa entre Ciceróny Catilina estableció el principio de que en lasrelaciones civilizadas las armas estaban vedadas,la retórica que surgió en Chile a partir deldesembarco en Antofagasta sirvió, entre otrascosas, para justificar la violencia organizada5. Laidea de que la pequeña república sudamericanaestaba cumpliendo la función de recuperar elterritorio arrancado al enemigo para la “humanidadcivilizada” fue claramente establecida en la primeraproclama que el ejército expedicionario emitió conocasión de la “reivindicación” de Antofagasta el

14 de febrero de 1879. Luego de subrayar que lacordura, la moderación, la magnanimidad y elorden eran las principales características del“pueblo chileno”, el documento urgía a que los“descarriados” bolivianos entendieran que lo quelos expedicionarios traían a sus playas erabásicamente el conjunto de los más nobles ygenerosos sentimientos de “todo hombrecivilizado” (PROCLAMA DE ANTOFAGASTA,1879).

El discurso pronunciado en San Bernardo porel presbítero Ramón Ángel Jara nos permiteexplorar a otro representante de la palabra enarmas. En la despedida del batallón Chacabuco,el sacerdote explicó el verdadero sentido de lamisión que les aguardaba en el campo de batalla alos casi seiscientos soldados formados alrededordel altar del templo. Jara, un reconocido oradorsagrado, arrancó copiosas lágrimas de losasistentes al señalar que “la religión y la patria” lohabían enviado con la misión de fomentar elheroísmo entre los futuros combatientes. Cuandola patria – “insultada cobardemente por lainsolencia y perfidia de dos naciones” – convocóel apoyo de todos sus hijos, los del Chacabucono dudaron en aceptar el reto, demostrando queni los halagos de la fortuna ni las necesidades delhogar eran obstáculos para cumplir con esesagrado deber. Antes de desempeñar su tareapatriótica, los soldados cristianos estaban, sinembargo, obligados a doblar sus rodillas ante elDios de los ejércitos y ante el altar de María, quien,desde ese momento, se erigiría en escudo delbatallón. Lo anterior se debía a que los guerreroscristianos iban al combate obedeciendo a suconciencia y desempeñando el honroso cargo de“ministro[s] de la justicia de Dios”. Larecomendación del sacerdote a los expedicionariosera que recordasen siempre los nombres gloriososde O’Higgins, Carrera y Rodríguez, y que, antesde lanzarse como leones sobre los “pérfidosenemigos” de la república, invocasen el apoyo delas fuerzas espirituales. “Romped sus filas,sembrad la muerte, pisotead sus manchadosestandartes”, fueron las poderosas palabras que,junto con los escapularios de la Virgen del Carmen,los soldados del Chacabuco portaron consigo através del largo peregrinaje que culminó enConcepción (JARA, 1879).

La oratoria y la prensa, tanto en su versiónliberal como en la conservadora, colaboraron enla forja de una comunidad de sentimiento y de

4 Para esta reflexión, consultar Onuf y Matson (1985),Onuf (1986), Onuf y Clayton (1990) y Onuf y Sadosky(2002).5 Acerca de esta discusión, ver McEvoy (2010).

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sentido respecto de una guerra que causó granangustia tanto en los salones de La Moneda comoen las calles de Santiago y de las provincias.“Grande es la ansiedad que reina en el públicopor conocer algunas noticias sobre lo ocurridoen Iquique”, señaló un editorial de ElConstituyente de Copiapó a escasos días de ladeclaratoria de guerra al Perú. Muchos de losciudadanos de la república en armas abandonabansus casas preguntando a todo el mundo: “¿Quéhay de nuevo? ¿Sabe usted algo del Norte?”. Antela ausencia de información, no faltaban algunaspersonas que “echaban a correr bolas en perjuiciode los asustadizos del pueblo” (EDITORIAL,1879a). “¿Qué han hecho esos queridoscompatriotas? ¿Qué suerte han tenido sus planesde ataque? ¿Han tocado con felicidad los puertosenemigos? […] ¿Son dueños de los sitios a dondehan llevado su planta?”, fueron algunas de laspreguntas planteadas en un texto que con su solonombre, “Ansiedad”, describía la situación de unpúblico ávido por noticias del frente. Fue en vistadel surgimiento de este mercado, difícilmenteatendido por el gobierno, que un famoso oradorsagrado le solicitó a Dios que pusiese en sus labios“palabras de consuelo y esperanza” (MUÑOZDONOSO, 1879).

A pesar de que las palabras de los oradores yde los periodistas chilenos fueron decisivas en laimportante tarea de generar confianza en el frenteinterno, y coraje y deseo de revancha en el externo,la compleja arquitectura conceptual de la narrativaque se fue consolidando a partir de 1879 no hamerecido, salvo honrosas excepciones, el interésde la historiografía de la Guerra del Pacífico6. Laausencia de un estudio detallado sobre lo que, ennuestra opinión, es la matriz cultural delenfrentamiento entre Chile, Bolivia y el Perúresulta bastante sorprendente cuando se descubreque en el país vencedor existió una tradiciónoratoria y periodística que se remonta a los añosde la Independencia. Ella, junto con su nivel dealfabetización, convierte a la repúblicasudamericana en un caso bastante peculiar deconstrucción y diseminación sistemática deldiscurso nacionalista. Una comprensión cabal de

la cultura de la retórica – tempranamente instaladaen la transición de colonia a república – y de suevolución a lo largo del siglo XIX permite abordartanto los viejos argumentos que la guerrareproduce (Chile país civilizador o pueblo elegidode Dios, por ejemplo) como las importantesmutaciones que, debido a los intensos cambiossociales, sufrieron la actividad oratoria, elperiodismo y el discurso republicano7.

II. DE LA REPÚBLICA VIRTUOSA A LAREPÚBLICA IMPERIO

La atención al republicanismo como problemaconceptual ha sido puesto en el tapete junto conel rescate de la historia de las ideas y delpensamiento político8. El desarrollo anterior estárelacionado con la madurez de la historiografíahispanoamericana, cuyo mayor logro haconsistido en desplazarse de los estrechosmárgenes a los cuales la tenían reducida elmaterialismo histórico y sus derivadosideológicos. Este gran paso, dado en las dosúltimas décadas, se ha logrado mediante la puestaen valor de la historia de los conceptos y de lasideas9. El análisis del republicanismo, un conceptointímamente asociado a la expansión de la esferapública, ha permitido descubrir una textura culturalmucho más rica que la proveniente del liberalismoclásico (MCEVOY, 1997, p. 11). La riqueza delrepublicanismo reside en la interacción entre unvocabulario asociado a un ethos específico y laesfera de la opinón pública10. La sociabilidadrepublicana se convierte, en consecuencia, en unacategoría de análisis muy poderosa que involucra“la guerra de las palabras”. En esta, juegan unpapel fundamental el mercado, el patronazgoestatal y los impresores, quienes asumen el papel

6 Sater (2005) es hasta el momento el mejor ejemplo delas enormes posibilidades que ofrece la Historia Intelectualpara explorar aspectos aún desconocidos de la Guerra delPacífico.

7 El tema de la oratoria chilena sido analizado en Vicuña(2002). El ensayo bibliográfico de este trabajo essumamente completo. Sobre el rol que cumplió la prensay la oratoria en la política latinoamericana del siglo XIX,ver Jaksic (2002). Otra interesante aproximación al temaes la provista por Herrejón Peredo (2003). Para un análisissobre la tradición retórica y su uso con fines bélicos,consultar el estudio preliminar de McEvoy (2010).8 Un balance de esta discusión se encuentra en Aguilar yRojas (2002). El tema del discurso republicano y sus usospolíticos en el Perú lo abordé en McEvoy (1997).9 Un valioso aporte sobre el tema en Palti (2007).10 Para un balance historiográfico sobre este tema,consultar Piccato (2010).

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de empresarios culturales en el marco de una tareapolítica que trasciende lo meramente discursivo.Dentro de esta perspectiva, la construcción estatales parte de un proceso civilizador en el que elpueblo, de la mano de los publicistas republicanos,transita el camino “de la comunidad retórica a lacomunidad política”11.

En mi análisis sobre el Diccionario para elpueblo: republicano, democrático, moral, políticoy filosófico (1855) del uruguayo-peruano JuanEspinosa (1807-1871) (ESPINOSA, 2001), logrédescubrir el tipo de estrategias narrativas y lavariedad de recursos simbólicos a los que laintelligentzia latinoamericana recurrió con el finde dar sentido a los nuevos estadosindependientes, cuya legitimidad dependía de lapuesta en marcha del proyecto republicano. Laredacción del diccionario ocurrió en el marco dela lucha contra la consolidación de la deuda internadel Perú (lo que dio lugar a un auge especulativoy a una corrupción generalizada), pero tambiénformó parte de un largo combate contra elcaudillismo reinante en el ex-virreinato español.Toda su retórica, y especialmente el carácterdidáctico que la misma asume, apunta al esfuerzopor producir en estas sociedades, aún aferradasa hábitos e ideas coloniales, una “revoluciónmoral” pendiente, que, según postulaban lospublicistas republicanos, era el corolario naturaly el requisito necesario para hacer efectiva larevolución política iniciada en las primeras décadasdel siglo. Tal proyecto de “regeneración moral”debe inscribirse a su vez, sin embargo, en elcontexto del renacimiento liberal que se produceluego del ciclo revolucionario de 1848 (y quealcanza su punto culminante en América Latinacon la Guerra de Reforma en México), que leconfiere a aquel un sentido particular. Elmovimiento regeneracionista se modela de ideasprovenientes de diversas fuentes y tradiciones,desde las ciencias naturales hasta las nuevasideologías sociales. Más allá de su aparentesencillez conceptual, el diccionario de Espinosase sostiene en un entramado discursivo muy ricoy complejo.

Junto con la república letrada, de la que dacuenta el diccionario en mención, aparece larepública práctica, que va abriéndose paso a pesarde las serias limitaciones y tremendos desafíos

que la realidad le opone. En ese sentido, en miúltimo libro sobre Manuel Pardo y los dilemas dela política peruana analicé los profundos cambiospor los que atravesó el republicanismo peruanoen “la era del capital”. De manera similar alnorteamericano, que para inicios del siglo XIXexperimenta una importante mutación del modeloclásico al comercial, el mercado peruano intentóinfiltrarse en la polis para, de esa manera, construiruna república práctica, integrada por losferrocarriles. El proceso anterior estuvo lleno decontradicciones, pues el comportamiento ideal ylas actividades reales de los hombres diferían deuna manera dramática. En su versión liberal, elrepublicanismo recomendaba a los hombres adedicarse a la armonía, al orden y al bienestar dela república, mientras que, al mismo tiempo,promovía un ser agresivo e individualista, aptopara competir en el mercado. Este será visto comouna institución capaz de expresar las ambicionesde hombres iguales (MCEVOY, 2007). Elrepublicanismo comercial (obviamente de corteliberal) mezcla los conceptos utópicos de JamesHarrington, el individualismo de Locke y lospreceptos del pragmatismo (common sense) delos filósofos escoceses, entre ellos Adam Smith.Para 1800, en Estados Unidos ya se estabaproduciendo un viraje hacia los ideales deautonomía individual y soberanía popular que senotan en la utopía civilizadora que Chile usa paralegitimar la guerra contra sus vecinos.

La guerra fue un elemento constitutivo delrepublicanismo hispanoamericano. En un trabajopionero sobre la interacción entre elrepublicanismo patriótico, la guerra y la nociónde ciudadanía, María Teresa Uribe observa que aveces no es posible deslindar dichos términos eincluso situarlos frente a frente, pues entre ellosexisten hilos de continuidad, tramas decomplicación, ecos reconocibles e insoslayables,y repercusiones mutuas. El concepto de ciudadanoque surge como consecuencia de las guerras deindependencia no es necesariamente el del actorpacificado, desarmado, que es receptor dederechos, que obedece la ley y participaactivamente en los asuntos de interés colectivo.El hecho de que ese ciudadano no vaya en lamisma dirección de las ciudadanías imaginariasno quiere decir que no exista. Lo que ocurre,sostiene Uribe, es que la ciudadanía ha tenido quedesenvolverse en contextos históricos de altísimacomplejidad y de mixturas profundamente11 Para el caso peruano, ver McEvoy (2002).

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inestables y contingentes, marcadas por guerrassucesivas y conflictos sociales de todo orden. Deallí que, tanto en el pasado como en el presente,no sea posible pensar al ciudadano por fuera delregistro de las guerras, pues estas, de algunamanera, han marcado su forma de ser ciudadanoy de hacer ciudadanía (URIBE, 2004)12.

El papel de la violencia en la construcción de lapolítica hispanoamericana es un campo de estudioque ofrece nuevas perspectivas de análisis para lahistoria de su esfera pública (PICCATO, 2010). Apesar de que la lógica de las guerras no ha sidoincorporada, salvo algunas excepciones, al análisisde la cultura política de la región13, “la nuevahistoria militar” apunta a una integración de losestudios de la guerra con los de la historia culturaly social14. Trabajos recientes, como el de HildaSabato, muestran, por otro lado, que lasconfrontaciones armadas no son necesariamentemecanismos irracionales para expresar opiniones.La violencia fue formalizada en Hispanoaméricamediante instrumentos que posibilitaban sucontinuidad incluso como diálogo. En este artículo,me propongo continuar con mi análisis del discursorepublicano trasladándolo a un escenario de guerrainternacional. Lo que me interesa es explicar cómo,por un lado, la noción de la “barbarie”,tradicionalmente asociada a la naturaleza salvaje,fue empleada para referirse al despostimo, ladegeneración y el lujo de la sociedad de AntiguoRégimen que – de acuerdo con los publicistaschilenos – aún reinaba en el Perú. Latransformación del republicanismo, desde unaideología obsesionada con la fragilidad de larepública a otra involucrada en la expansiónterritorial, permite estudiar el surgimiento de una“república imperio” en Chile. Esta reelaboraciónconceptual está basada en la austeridad, el trabajoarduo e incluso la incorporación de todos susciudadanos, incluyendo a los araucanos. Opino queel análisis de un experimento republicano llevadohasta sus extremos permitirá enriquecer el debateen torno a los vocabularios y a las prácticas políticasen la Hispanoamérica decimonónica.

III. LA UTOPÍA CIVILIZADORA

Desde sus inicios, la Guerra del Pacífico fuedefinida mediante un vocabulario que se sosteníaen una malla de significaciones y de oposicionesvalóricas. Civilización-barbarie, virtud-vicio,regeneración-corrupción, trabajo-ocio, mérito-privilegio, progreso-atraso, por nombrar soloalgunas de ellas, constituyeron el vocabulariofundamental de las arengas, discursos y artículosperiodísticos que empezaron a circular en Chilecon ocasión de la declaratoria de guerra a Boliviay el Perú. Así lo deja entrever el discursopronunciado por el periodista y político IsidoroErrázuriz el mismo día que el conflicto estalló. Larevalorización del desierto boliviano se debía, deacuerdo con el publicista, al esfuerzo y al trabajode Chile. Era indudable, dentro de su particularopinión, que los “pasos atrevidos de losexploradores chilenos” en una tierra que parecíamaldita lograron arrancar “el secreto de lostesoros” que ella “ocultaba en su seno”. Laindustria activa, el trabajo fecundo, el progreso yla “civilización universal” habían arribado a las“soledades” bolivianas gracias a los brazos delindustrial y del peón chilenos, únicos responsablesde la transformación del desierto en “un emporiode riqueza”. Si algo intentaba Bolivia, era arrebatara Chile “la creación de un pueblo esencialmentetrabajador”. “¿Con qué objeto?”, se preguntó ensu momento el hombre de letras y orador MáximoLira: con el propósito de que el fruto de ese trabajohonrado alimentara el ocio corruptor degobernantes que gastaban sus días en la “perpetuaorgía del licor y de la sangre”, con mengua delbuen nombre de América y de “la avanzadacivilización del continente” (LIRA, 1879).

La prensa chilena contribuyó con su arsenalretórico a la legitimación ideológica de la ocupacióndel territorio enemigo. Y a veces de manera muydirecta. Todavía no transcurría una semana desdela toma de Antofagasta (14 de febrero de 1879)cuando un editorial de El Ferrocarrildiagnosticaba que el territorio recién ocupadorequería tanto de una “administración severa”como “de un régimen de moralidad”. Frente a la“increíble torpeza administrativa” del gobierno deBolivia – se decía en otra edición –, el mayorobjetivo para la administración chilena era que susactos “contrastaran” lo antes posible con lasprácticas preexistentes. En otras palabras, lasnaciones que observaban la actuación de Chiledebían ser convencidas de manera práctica de las

12 En esa misma dirección apunta el excelente libro deThibaud (2003). Para el caso peruano, consultar McEvoyy Rénique (2010).13 Un notable intento en ese sentido es el libro de Sabato(2008).14 Ver nota 6.

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ventajas que traía consigo la sustitución de unaadministración por otra, siendo para ello clave el“desarrollo progresivo y ascendente” de losterritorios ocupados “a la sombra” de lasinstituciones chilenas. Dentro de ese contexto, laseguridad provista por las tropas de ocupaciónsería un estímulo para “el espíritu de empresa”.Asimismo, la regularidad del nuevo régimen fiscaly administrativo y la confianza que de ahí enadelante los habitantes podían depositar en elservicio municipal creaban las condiciones para“transformar la vitalidad” del antiguo territorioboliviano y aprovechar las fuentes de riqueza quela zona aún escondía en su seno (EDITORIAL,1879b).

Contraviniendo la opinión de Domingo SantaMaría, para quien las palabras eran de escasoprovecho en las guerras, la prensa y la oratoriadesplegada en las movilizaciones populares seconvirtieron en instrumentos esenciales para laconstrucción de un bastión político e ideológico,primero en Antofagasta, luego en Tarapacá y másadelante en Lima15. Periódicos como El Catorcede Febrero, La Voz de Chile y El Pueblo Chilenofueron las vanguardias de un discurso nacionalistade corte civilizador que apuntó a perfilar lascaracterísticas político-culturales del enemigo.Una similar tarea civilizadora, pero en el ámbitoreligioso, cupo a los capellanes del ejército chileno,en especial a Ruperto Marchant Pereira,corresponsal de El Estandarte Católico y figuraemblemática de esa cohorte clerical (MCEVOY,2006a). En un editorial titulado “A los diarios delPerú hostiles a Chile”, un periodista de El PuebloChileno señalaba, por ejemplo, que era necesarioque los peruanos entendieran de una vez por todasque en Antofagasta nunca se habían visto escenasde horror ni de asesinato, “ni hombres colgadosdel pescuezo de lo alto de las torres”. En alusióndirecta a lo acontecido en Lima en 1872 luego delgolpe militar de los Gutiérrez, el editorialista

afirmaba que el orden y la paz eran lo único quereinaba en la zona “reivindicada”. Era tal la quietudexistente que los extranjeros, “sin intento deromper su neutralidad” e impulsados por unsentimiento de justicia, dirigieron un oficio algobierno de Chile felicitándolo por el acto del 14de febrero y por el celo demostrado por susefectivos en el respeto a la integridad de suspersonas y propiedades (A LOS DIARIOS DELPERÚ, 1879). En un artículo posterior, titulado“Demora perjudicial”, se discutía la dilación delgobierno en declarar la guerra a Bolivia. Según elarticulista, la urgencia de llevar a cabo esetrascendental acto se relacionaba con laincorporación definitiva de Antofagasta a Chileen los términos definidos por la Constitución(DEMORA PERJUDICIAL, 1879).

Como era de esperar, el tenor de los discursosfue radicalizándose conforme los hechos hacíaninminente las declaraciones de ofensiva bélica. Eleditorial “Estamos en guerra con el Perú”,publicado dos días antes de la declaración formalde hostilidades, hacía evidente la duplicidad delaliado de Bolivia, que mientras enviaba ministrosa conciliar con La Moneda, fraguaba “un pactosecreto contra Chile”. Desde esa “hipocresía”,no era muy complejo proyectar un retratopolarizado donde la incontestable disparidad enlos perfiles culturales peruano y chileno no dejabalugar a discusión. La cuestión era simple: de unlado estaban “las hordas de los sanguinarios coyasy los cholos serranos azuzados por los sibaritasdel Rímac”; del otro, los nobles hijos de Chile. Ensuma, la lucha estaba planteada entre losciudadanos chilenos, que comprendían y amabanla libertad, y los esclavos peruanos, que ladesconocían. Dentro de ese contexto, la obra queChile estaba decidida a cumplir era “dehumanidad”, pues una vez desparecidos los“tiranuelos” de las repúblicas enemigas, estasfinalmente levantarían su “abatida cabeza” para“entonar un himno de gratitud” a la naciónsalvadora. El desafío era inmenso, pero Chile nodebía retroceder y menos todavía vacilar. Elcamino apuntaba a Lima. Era ahí donde debía declavarse el pendón tricolor (ESTAMOS ENGUERRA, 1879).

No menos explícitas fueron las propuestassintetizadas en “La futura geografía política delos beligerantes”, de Augusto Orrego Luco,diputado liberal y otrora presidente de la Cámara

15 Esta categórica opinión de Santa María está contenidaen una interesante misiva a Aníbal Pinto, cuando compartecon este último su reticencia a la política de banquetes, deperiódicos y de mítines en la cual muchos de suscompatriotas se habían embarcado: “Yo querría quegastásemos todo este ardor en dar recursos al Gobierno,que con palabras no ha de hacer guerra; palabras que nosólo han de servir para despertar mayor animosidad ennuestros vecinos. Así comenzamos la guerra con España.La historia dirá como terminamos” (MARÍA, 1879).

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de Diputados, quien delineó con meridiana claridadla doctrina del accionar político-militar de losexpedicionarios. La propuesta central de Orregoera “despojar” a los vecinos de todos los mediosde que pudieran disponer para dañar a Chile. Eramenester arrebatar al Perú, por ejemplo, su litoral,que pertenecía a Chile por la simple “naturalezade las cosas”. Asimismo, las vanguardias militareschilenas no debían detenerse en el Loa, sino seguiravanzando para tomar el departamento deTarapacá, cuyas inmensas riquezas salitrerasocuparían los brazos y capitales de los ciudadanoschilenos. En la lógica de este importante políticoliberal, los millones que el Perú solía despilfarraren guerras civiles y trastornos políticos serían“elementos poderosos de prosperidad yengrandecimiento” en manos de Chile (ORREGOLUCO, 1879)16.

Si bien ya presentes en las primerasintervenciones periodísticas, el perfil decadentedel Perú y el barbarismo de Bolivia se convertiránen temas recurrentes tras la declaratoria de guerradel 5 de abril de 1879. Ahora, con más fuerza queantes, el propósito fundamental de periodismochileno era validar el accionar “civilizador” de losexpedicionarios en el territorio reivindicado17. Losperuanos, decía un articulista de El PuebloChileno, no satisfechos con esquilmar susrecursos atendiendo a los gastos de una vida“sibarítica y ociosa”, empujaban ahora a Bolivia adeclarar la guerra a Chile. Frente a este panorama,la república del sur no tenía otra misión quedestruir los gobiernos aliados para liberar, de esaforma, a sus “tribus desgraciadas” (El PuebloChileno, 26 de abril de 1879). “El deber deAntofagasta”, otro artículo publicado en dichoperiódico, pero esta vez en vísperas de lacelebración de la Independencia de Chile, es quizásel que traduce con mayor precisión los alcancesde esa ideología civilizadora que sirvió dejustificación a la guerra y a la ocupación del litoralboliviano. Fueron compatriotas chilenos –señalaba el texto – quienes habían levantado en eldesierto la ciudad ahora en disputa. Los montonesde arena fueron sustituidos por calles, el silencio

fue remplazado por el ruido del martillo y el silbatode la locomotora, mientras las nubes de polvofueron seguidas por el humo de la industria. Ese“páramo” que era la Antofagasta del pasado fueconvertido por los “soldados del trabajo” chilenosy extranjeros en un “pueblo importante”. Por estasrazones, la ciudad que había logrado vencer a lasfuerzas de la naturaleza y hoy disfrutaba de “losbeneficios de la civilización” debía ocupar un lugar“entre sus hermanos de la República” (EL DEBERDE ANTOFAGASTA, 1879).

Chile, al igual como ocurrió con los EstadosUnidos de Norteamérica, resolvió los dilemas ylas contradicciones del republicanismo mediantela expansión fronteriza, proceso que ocurrió tantoen el ámbito político como en el económico. Caberecordar que uno de los mayores desafíos delrepublicanismo clásico fue resguardar a larepública del efecto corrosivo del tiempo,concebido como el verdadero enemigo delrégimen y el responsable del caos y la inestabilidad.Así, frente a su carácter ineluctable, frente alelemento que en su marcha anunciaba el declivey la corrupción moral, se alzaba el antídoto de laexpansión fronteriza, aquel conjuro pensado comohorizonte de superación. En este sentido, ademásde posibilitar la reproducción del ideal fundacionaldel republicanismo – el de un perpetuo comien-zo –, el concepto de frontera colaboró tambiéncon reforzar la noción de que la virtud era posible,para todos, mediante el trabajo y la producción(ONUF & MATSON, 1985). Si analizamosdetenidamente el proceso de ocupación deterritorio boliviano y peruano por parte del Estadochileno, emerge, una y otra vez, la formulacióndel discurso de una polis civilizadora. Estoconfirma, por cierto, la existencia de una suertede “momento maquiavélico” en la ocupación decada nuevo territorio que la república de Chilecree estar liberando de la barbarie que lo precede.El análisis del comportamiento de las vanguardiasestatales chilenas durante la guerra, un tema queanalizaremos a continuación, permite entender nosolo el discurso civilizador de quienes asumen latarea de integrar los territorios conquistados al“comercio universal del mundo”, sino la absolutanecesidad de presentar a Bolivia y el Perú comolos vestigios de sociedades premodernas atrapadasen el estatismo, la corrupción e incluso lacobardía. Es entonces en los márgenes donde elEstado chileno refuerza su poder político y suautonomía económica, a la vez que reformula su

16 De acuerdo con Orrego, los límites de la república deChile debían extenderse desde el grado 19 de latitud surhasta el Cabo de Hornos (ORREGO LUCO, 1879).17 Este argumento lo he desarrollado en McEvoy (2006b).

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republicanismo, que por ser individualista ycompetitivo va tomando distancia de suamericanismo previo.

El 2 de junio de 1881, el Gobernador deAntofagasta, J. Reyes, envió al ministro delInterior un proyecto de división administrativa ensubdelegaciones y distritos para la erección de lafutura provincia chilena. La confección de esteboceto no solo implicó acopiar todos los datosposibles entre las autoridades y vecinos de la zona,sino también imaginar una eventual recomposiciónde circuitos y lógicas espaciales a partir del efectodel “tiempo” y el “incremento de las industrias”.Cruzando toda esta información, el burócratapropuso fijar una línea divisoria entre eldepartamento de Caracoles y la provincia deTarapacá, añadiendo los ricos depósitos de boratode Azcotan al departamento bajo su mando. Conla llegada del ferrocarril a Chiu-Chiu, dichosdepósitos, todavía inexplotados, podríanconvertirse no solo en una nueva fuente deingresos para el erario nacional, sino además enun poderoso factor de prosperidad y riqueza local.Reyes opinaba, asimismo, que el establecimientode Atacama como departamento no tenía razónde ser debido a que su población era escasa yestaba formada, en su mayoría, por “indígenasignorantes”. Era, por lo tanto, difícil encontrarentre sus habitantes a alguien con la capacidad deasumir el cargo de juez de distrito, y solo coneste antecedente resultaba materialmente imposibleformar una municipalidad en la zona (CHILE,1881).

Pero solo unos meses antes de la propuestade Reyes, el comandante de armas de Caracoles,Joaquín Cortés, había enviado un informe relativoa la subdelegación de Atacama en términosbastante más optimistas. Habiendo estudiando sutopografía y recorrido personalmente los caminosque conectaban la región con Argentina y Bolivia,llegó al convencimiento de que el espacio entrañabaun gran potencial económico. De hecho, noahorró palabras en su texto para la descripciónacabada de la producción de vegetales – duraznos,peras, uvas, manzanas, guindas, hortalizas detodas las clases – y menos todavía para laenumeración de sus recursos hídricos. Amplioshorizontes, pensaba, se abrían para la región ahoraque estaba bajo el control de Chile, pues cadauno de esos recursos sería trabajado por manosmás “industriosas y trabajadoras” que las

bolivianas. Casi como complemento de lo anterior,opinaba que Atacama necesitaba con urgencia unafuerza de policía capaz de guardar el orden ymoralizar a una “población embrionaria”, gente ala que conocía directamente. En efecto, luego dearribar a la zona donde habitaban los indiostributarios, fue él mismo quien les notificó que,desde el 14 de febrero de 1879, no solo estabanexentos de toda contribución, sino que ademáshabían adquirido la categoría de ciudadanos de larepública de Chile, gozando, por consiguiente, de“todas las garantías que esa nación otorgaba asus hijos”. Y aun cuando desconfiaba del carácter“veleidoso y traicionero” de los pobladoresindígenas, los ayudó a organizar el suministro deagua y los persuadió para que ellos mismosnombraran a sus jueces y celadores respectivos.En sus consideraciones finales, Cortés selamentaba de que una región como Atacama – asu juicio, uno de “los puntos de mayorimportancia del territorio reivindicado”, tanto porsu potencial agrícola y ganadero como por suproducción mineral – hubiera estado en manosde gente tan negligente como la boliviana. Sinembargo, confiaba en que una vez terminada laguerra, florecerían ahí “poblaciones industriosasy de mucha importancia”, como nunca anteshabían existido. Pero ello solo comenzaría a serposible cuando el gobierno dotara a Atacama deautoridades civiles. Esta era una necesidadimperiosa en todos los pueblos, peroespecialmente en aquellos que recién se integrabanal “mundo civilizado” (CORTÉS, 1979, p. 570-573).

Otro documento similar a los anteriormentecitados es el “Informe sobre la frontera Norte deChile”, enviado por J. Velásquez al Ministro deRelaciones Exteriores, Demetrio Lastarria. Ensus páginas, el convincente funcionariopronosticaba que la vida de Tarapacá seríaimposible sin la existencia del departamento deTacna. Arica, el puerto natural de este último,no solo constituía una “verdadera fortaleza”, sinotambién el escenario del clima “más bello ybenigno del Perú”. Incluso se atrevía a sugerirque Tacna debía ser “el cerebro” de los territoriosocupados. La variedad y sorprendente riquezade sus productos, sus ferrocarriles, industria ycapitales, la convertían en “la única fronteradigna, permanente y aceptable, que el dedojusticiero de Dios” había “marcado para los hijosde Chile” (CHILE, 1883).

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Un periodismo de profundo corte nacionalistase encargó de explicar y justificar el accionar delas vanguardias cívico-militares apostadas en lazona ocupada por el ejército de Chile. La idea del“destino manifiesto”, en su particular versiónsudamericana, ocupa un lugar importante entre losargumentos de los publicistas chilenos. Al menosasí se advierte al revisar las referencias utilizadaspara interpretar el decisivo triunfo en la capitalperuana. El destino de las naciones aliadas estabafallado de antemano, se afirmaba, y dicha decisiónprovidencial tenía que ver con las distancias racialesentre los contendientes, en especial las que existíanentre Chile y el Perú. Mientras la primera naciónera “homogénea, inteligente, trabajadora, valerosa”,la segunda se caracterizaba por ser “heterogénea,ignorante, perezosa y cobarde”. Dentro de esascondiciones, no era difícil calcular, opinaba unpublicista, a quién le correspondería “el éxito final”(El Veintiuno de Mayo, 23 de enero de 1881). Entérminos simples, el asunto se reducía a esto: lasrazas fuertes, inteligentes y trabajadoras, como lachilena, debían dominar “necesariamente” a lasdébiles, ignorantes y ociosas, como la peruana y laboliviana. El Perú, donde los habitantes seentregaban al lujo y la molicie; las autoridades, alfraude y a la corrupción; y los partidos, a lasrevueltas sangrientas en manos de caudillosambiciosos, no podría nunca vencer a Chile, “unanación honrada” y en la que primaba ese poderosomotor del progreso que era el patriotismo (ElVeintiuno de Mayo, 5 de enero de 1881).Innumerables son las ocasiones en las que el aliadode Bolivia es descrito como un país enfermo,“extenuado por los excesos y los despilfarros,hambriento por haber arrojado a manos llenas susriquezas”, como “un tunante” sin visión de futuro(La Voz Chilena, 6 y 8 de julio de 1880). Noobstante, toda esa riqueza, antes malgastada en lujosy derroches o perdida en el “vicioso fiscalismo”peruano, sería ahora fuente de nuevos recursos enmanos de la industria libre. Ese era uno de losefectos de estar bajo el dominio de Chile, unanación que aspiraba a ser parte del “comerciouniversal del mundo” (El Veintiuno de Mayo, 5 deenero de 1881).

IV. DISCIPLINANDO A LA ROMA SUDAME-RICANA

En Canto a la victoria, un poema publicado araíz de la toma de la capital peruana en enero de1881, el sacerdote y orador Esteban MuñozDonoso definió algunos elementos de género

presentes también en la retórica nacionalista queestamos analizando (MUÑOZ DONOSO, 1882).La feminización y erotización de la capital peruana,un tema recurrente en la retórica nacionalista deChile, tuvo por objeto presentar a Lima como unacriatura inferior que era avasallada por lamasculinidad de los vencedores. En el marco deuna tendencia en la cual la ex capital virreinal fueconvertida en lo femenino en estado de degradación,el sacerdote Ramón Ángel Jara la comparó con laantigua y decadente Roma. En la salutación alejército expedicionario, pronunciada por dicho curaen Valparaíso, Lima fue descrita como una mujer“cargada de cadenas”, marchando semidesnuda y“uncida” al carro triunfal del ejército vencedor. Almismo tiempo que cubría su desnudez con losjirones de la bandera del Perú, la cautiva besaba laespada de los generales y, como “las esclavas deGrecia”, imploraba por su perdón (JARA, 1979,p. 1060-1061)18.

La percepción que muchos chilenos tuvieronde Lima como una mujer frívola cuyo destinoinevitable era caer en manos de un hombre que laavasallara marca la narrativa de guerra de lossoldados-cronistas e incluso de periodistas de latalla de Daniel Riquelme (MCEVOY, 2000). En lapieza titulada “Los relojitos”, escrita por Riquelmedurante el período que acompañó a losexpedicionarios en el asalto final sobre la capitalperuana, el hombre de letras señaló que la llegadadel ejército a Lima era “la justa recompensa” y“el desquite” por los “tantos sacrificios” vividosa lo largo de la campaña. Lima era para laimaginación de cada soldado “un pedazo de aquelcálido paraíso prometido por Mahoma a susdevotos”. Así, la capital peruana fue definida envarios de los escritos de Riquelme como una mujerde cuyo “seno parecían venir, soplando sobretodos los corazones, vientos cargados debabilónicas promesas, bocanadas tropicales,abrasadoras y libidinosas como besos de mulatacortesana”. La percepción de Lima como unafémina que esperaba por el hombre que la poseyeray dominara despertaba la “excitación de la tropa”.Antes de la llegada a la capital peruana “se hubieracreído”, afirmaba Riquelme, que todos acababande obtener de su amada una ansiada cita. Por ello,tanto revisaban las armas como se cercioraban

18 Para una discusión en torno a lo femenino-pecador enla Inglaterra victoriana, ver Dijkstra (1986).

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de que yaciera en el fondo de la mochila unacamisa medio almidonada (RIQUELME, 1931b).

La razón de la excitación que provocaba lallegada a Lima estaba relacionada con lasfantásticas historias que sobre la capital peruanacirculaban entre la tropa. Una de ellas era que“los hombres se bañaban juntos y revueltos conlas mujeres, ligero traje de por medio, y todosaplaudían la franqueza de tal proceder”. Otra eraque “las engreídas y rumbosas limeñas no usabancalzones y que en camisa dormían la ardorosasiesta en frescas hamacas”. Las descripciones delas tiendas y joyerías, arrancadas “de un cuentode la Lámpara Maravillosa”, sazonaban los relatosde una narrativa que cautivó la imaginación demiles de chilenos (MCEVOY, 2000). La situaciónde la capital peruana, como mujer derrotada,provocaba lástima: “Pobre Lima, soñadoraincorregible, caída de los celajes rosados de lailusión a la realidad de un charco de sangre”(RIQUELME, 1931a, p. 213). La razón de estedestino trágico era, para muchos, suirracionalidad, su “fanatismo religioso” y su“rencor mujeril”, el haber vivido por siglos en unmundo de artificio que creaba su corazón ligeroy su “fantasía tropical”. Resulta muy interesantela conexión que establecen los narradores chilenosentre la capital peruana y lo exótico-oriental-tropical. En efecto, Lima – la capital del “imperioturco americano” (El Mercurio, 21 de enero de1881) – poseía, de acuerdo con los relatoschilenos, un fantástico y oculto harén.Comentarios como los anteriores, publicados enla prensa santiaguina y provinciana, reafirmaronante un amplio público lector el hecho de que lavoluptuosidad y la holgazanería eran las principalescaracterísticas de todos sus habitantes de la capitalperuana. (RIQUELME, 1931a, p. 188, 213)19.

La descripción de Lima como una ciudadpecadora y lujuriosa no fue un invento de losnarradores chilenos: décadas antes, muchosviajeros ya se habían referido a ella como unaurbe disoluta, cuya característica principal era elamor por el placer (HALL, 1971, p. 205; LAFONDDE LURCY, 1971, p. 125). Lo que interesa, sinembargo, es observar de qué manera los

estereotipos prevalecientes se convirtieron enpropiedad intelectual de numerosos escritoreschilenos, quienes se valieron del recurso de lafeminización de la capital peruana para mostraruno de los elementos fundamentales de la retoricanacionalista que estamos analizando en esteartículo, esto es, la exaltación de la propiamasculinidad. En efecto, Chile oponía sumasculinidad a lo femenino de una ciudad no soloseductora, sino también caótica, infestada degérmenes y de “genes de una raza inferior”, unaciudad sucia y descuidada que tenía como Palaciode Gobierno a “un vergonzante caserón”, en elque se hallaban distribuidos, como en la intrincadaBabilonia, “salones y patios erigidos sin orden niconcierto” (SALINAS, 1893, p. 253). Así, lavoluptuosidad y el “lujo oriental” de Limaconvivían con elementos de desorden, de suciedady de caos, que debían ser urgentemente eliminadospor las fuerzas de ocupación. En la oraciónfúnebre pronunciada en honor de los chilenosmuertos en Chorrillos y Miraflores, el sacerdoteEsteban Donoso se refirió abiertamente a laoposición entre los “varoniles pechos” de losexpedicionarios, quienes entraban en “silencio yorden” a Lima, y esta última ciudad, que, cualmujer traicionera, esperaba agazapada para tratarde “hartarse de su sangre” (MUÑOZ DONOSO,1882, p. 7)20. El comentario anterior intentabaalertar sobre los peligros ocultos que dicha ciudad,casi fantástica, disimulaba. Y es que Lima habíaestado ocultando, debajo de sus “lujosas galas”,“úlceras profundas” (HOLGUÍN, 1925, p. 236)21.Estas úlceras eran las que estaba decidido a

20 El autocontrol, en la percepción de los hombres, esuna característica masculina. Por su parte, las mujeres, asícomo la naturaleza, son impredecibles, desinhibidas ycaóticas. Ellas son guíadas por las emociones más que porla razón. La idea anterior tomó cuerpo en la Inglaterravictoriana cuando la “ciencia médica” descubrió que lasmujeres estaban inclinadas naturalmente al estado de lahisteria. Para una discusión sobre este punto, consultarBassuch (1986, p. 143-144).21 Para Arturo Benavides, el primer golpe de vista deLima le pareció espléndido: “Las numerosas iglesias, todasmuy elevadas y dotadas generalmente de cúpulas, le dabanante mis ojos, y entre las sombras, aspecto casimonumental. Sus calles caprichosas y abundantes enedificios de estilo morisco, mirada entonces a la claridaddébil del gas que le disimulaba, como a una vieja sus arrugas,lo que tienen de más chocante es su falta de aseo”(BENAVIDES, 1925, p. 242).

19 El soldado Lucio Venegas anota en su diario que enLima lo esperaban “las delicias del paraíso de Mahoma: elgoce, la satisfacción, el placer y el amor” (VENEGAS,1885, p. 297).

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cauterizar el “esfuerzo viril” del ejército deocupación.

La misión de Patricio Lynch, comandante enjefe de las fuerzas de ocupación, fue continuar latarea civilizadora de Chile en la capital peruana.Lynch, el hombre que – de acuerdo con uno desus biógrafos – odiaba profundamente a “losborrachos y a los bullangueros”, era el modelo dela virilidad, de la austeridad y de la disciplina que,según los publicistas, les faltaba a los peruanos(RIQUELME, 1931c). El encargado de gobernarel Perú hasta que este país aceptase lascondiciones de paz impuestas por Chile era “lapersona misma de la nación” chilena. Por laestrecha identificación entre Chile y Lynch, elgeneral dotó a la retórica nacionalista de unmodelo de héroe civilizador. Así, paradójicamente,el mismo personaje que ordenó dinamitarhaciendas azucareras peruanas porque suspropietarios se negaron a pagar cupos de guerratambién prestó una especial atención al aseo deLima. En una campaña higienista, continuadorade la que realizó el ejército chileno en San Pedrode Antofagasta (donde, a decir de un testigo, sehizo una ciudad a partir de un pueblo“semibárbaro”), el comandante en jefe del ejércitode ocupación ordenó la destrucción de losbasurales que cercaban la antigua urbe virreinal,además de asegurarle los servicios de gas y deagua potable. Lynch, asimismo, obligó a despejarel mercado de los “asquerosos” chinos quellenaban las calles adyacentes con cocinas “queimpregnaban el aire con un olor nauseabundo”(SALINAS, 1893, p. 86)22.

Los habitantes del Perú, en especial los deLima, no se escaparon del proceso de feminizaciónantes mencionado. Y es que, en palabras deAntonio Urquieta, soldado del batallón Calama,desde la etapa de los incas los peruanos se habíancaracterizado por su afeminamiento. A losperuanos, hombres “sin fuerza ni energía”, lesdaba “placer” el verse “dominados” (URQUIETA,1907). Fue tal vez por lo popular de unaaseveración cuyo objetivo era reforzar la propiamasculinidad que no sorprende escuchar a HipólitoGutiérrez, humilde soldado del regimiento de

Chillán, decir que los indios eran no sólo“traicioneros”, sino también “maricones” (PINOSAAVEDRA, 1960-1963, Prólogo, p. 11). Ladescripción de un limeño hecha por un soldadodel Aconcagua puede ayudarnos a graficar lapercepción tan peculiar que se tenía acerca delos habitantes de la capital peruana. “Un dandylimeño”, opinaba el aconcagüino, era “una damacon pantalones, de trato almibarado y cabelleraencrespada”, que rara vez fumaba por temor aoler a tabaco y ahumarse los dedos, que no bebíasino rossoli y emoliente de yerba buena. Para estehombre afeminado, las calles eran un teatro y lossalones, un escenario. “Hablad con una de estascriaturas, cuidando de ir suficientementeimpregnado de almizcle y agua de Imperio, parano serle repelente, y veréis que con su amabilidad,finos modales y cadencioso timbre de voz, parecequerer enamoraros” (SALINAS, 1893, p. 259).

El “afeminamiento” y la “enervación” fueronasociados a la cultura del Antiguo Régimen que,de acuerdo con los publicistas chilenos, prevalecíaen Lima. Mientras que la “masculinidad” fuevinculada a un supuesto “hombre lockeano”chileno – paradigma de virilidad y ciudadanía –,el lujo, la ostentación, el despilfarro y elamaneramiento se convirtieron en las principalescaracterísticas de la sociedad peruana. Por ello,no sorprende la permanente comparación queestablecieron los escritores chilenos entre elrepublicanismo propio y ese otro mundo deprivilegio y de ocio alienante en el cual el mérito yel trabajo honrado y productivo brillaban por suausencia23. A quienes criticaban la dureza con laque Chile trataba a los derrotados, el editorialistade La Patria – defendiendo la impostergablenecesidad de someter al Perú “vigorosamente” al“derecho de la guerra” y de “la fuerza” – no tuvoreparo en responderles que el rigor chilenofavorecería a esa “nación de enemigos, acampadadurante medio siglo en las inmediaciones de laOlla del pobre del presupuesto nacional”. Solouna vez que los peruanos fueran redimidos de susproblemas, habiendo perdido – a manos de Chile– “la fácil riqueza de las salitreras y guaneras”,podrían sacudirse definitivamente del letargo yacostumbrarse a “trabajar con empeño varonil”(CHILE, 1880).

22 Para la campaña higienista de Lynch, ver Riquelme(1931a, p. 215). Sobre los chinos, consultar Salinas (1893,p. 257).

23 Ver el estudio preliminar que publiqué en Espinosa(2001) y a Hartz (1955).

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La violencia ejercida contra el Perú estabasimbólicamente justificada en la necesidad deregenerar a una nación en dramático estado deagonía. Esta idea ya había sido planteada en 1870por el ensayista Domingo Morel, quien advertíaque las extraviadas naciones del sur solo teníanpor futuro la inminente purificación en manos deChile, circunstancial agente de los designios de lacivilización; pocos años después, la guerra parecíaofrecer la ocasión propicia para consumar tanelevado propósito (MOREL, 1870, p. 3). Para elautor del artículo “Anexión o anarquía”, publicadomás de diez años después del alegato de Morel, laúnica posibilidad de civilización que tenía el Perúpasaba por su anexión a Chile. El hecho de queambos países constituyeran una sola nación,denominada “La Unión Chilena”, con capital enSantiago, beneficiaría grandemente a la raza de“los rebeldes de profesión”, la cual desapareceríadebido a su mezcla con la raza chilena, ademásde la europea. La subordinación peruana a unEstado que, como el chileno, contaba con leyes ycon instituciones sólidas sería la solución adecuadapara todos sus problemas políticos. A pesar deque el artífice de este esquema anexionista eraconsciente de que el mismo podía ofender amuchos peruanos, opinaba también que ningúnamante de la ley y del orden, del progresointelectual y moral, “de la civilización en suma”,debía sentir pesar ante el hecho de que una “razaprogresista” entrara en posesión de un territorioque andaba en manos “de un pueblo ocioso yafeminado” (ANEXIÓN O ANARQUÍA, 1881).

Gail Bederman señala que lo más interesanterespecto de la palabra “civilización” no es tantosu significado específico, sino su utilización conel fin de legitimar reclamos de poder simbólico.Uno de los temas que concita la atención de laautora – y que es relevante para nuestra discusión– es la forma, en muchos casos contradictoria,en la que la narrativa civilizadora ha sido invocadacon la finalidad de construir un discurso devirilidad (BEDERMAN, 1995). Para fines del sigloXIX, el tema de la civilización empezó a imbricarsecon elementos de género y, como veremosseguidamente, también con reclamos desuperioridad racial. Con respecto al primer punto,era la idea prevaleciente que las mujeres civilizadasfueran delicadas y espirituales y estuvierandedicadas al cuidado del mundo doméstico. Enuna línea de análisis de corte estrictamente

patriarcal, los hombres civilizados exhibíanfirmeza de carácter y autocontrol, siendo por ellolos protectores de las mujeres y de los niños. Porel contrario, los hombres salvajes eranemocionales y carecían de las habilidades paracontrolar sus pasiones. Al percibirse lo femeninocomo perteneciente a la naturaleza más que a lacivilización, lo masculino adquiría la legitimidadnecesaria para dominar a las razas caracterizadascomo femeninas y salvajes, es decir, en estadode naturaleza. Es dentro de este contexto queadquiere sentido el proceso de feminización deLima. Presentar a lo peruano como el productonatural de una cultura antirepublicana, similar a laque predominaba en la antigua capital virreinal,permitió que el ejército expedicionario hiciera elalegato simbólico de que su permanencia en Limase debía a una necesidad eminentemente moral.Esta era establecer el orden y la disciplina en unpaís “mujeril” y caótico, cuyo comportamientopolítico rayaba, a juzgar por el accionar de lasguerrillas campesinas lideradas por el generalCáceres, en una violencia “absurda e irracional”.

V. LA CUESTIÓN RACIAL

La retórica nacionalista en clave republicana ala que nos hemos venido refiriendo a lo largo deeste texto predicaba obviamente la superioridadracial de Chile. Así, de la mano con la afirmacióndel predominio de lo civilizado sobre lo bárbaro yde lo masculino sobre lo femenino iba otraimportante noción: la necesidad de que las razaspuras sometieran a las impuras. El racismo noera novedoso en el pensamiento nacionalistachileno. En 1869, durante una sesión del Congresoen la cual se discutía la suerte de los araucanos(paradójicamente, los antiguos símbolos de lajoven nación chilena), Benjamín VicuñaMackennna defendió su argumento de la conquistaviolenta del Arauco argumentando que, “según elderecho de gentes, la conquista de los pueblosbárbaros, ociosos y vagabundos eraperfectamente legítima” (VICUÑA MACKENNA,1939, p. 431). Simon Collier ha subrayado, sinembargo, la relación ambigua que sostuvo la eliteintelectual chilena con su población indígena. Laadmiración ante la defensa de la libertad por partedel indio se entremezcló con un profundodesprecio por el estado de atraso y de salvajismoque prevalecía en la frontera sur. Antonio Varas –ministro de Manuel Montt y, durante la Guerradel Pacífico, de Aníbal Pinto – recomendó que

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los indígenas fueran civilizados y convertidos ala fe cristiana. La cruzada civilizatoria, queadquirió un gran auge en Chile desde mediadosdel siglo XIX en adelante, se sirvió de diversasestrategias: desde la guerra a muerte contra losindios rebeldes hasta la cristianización forzada,pasando por la instalación en territorio mapuchede colonias de inmigrantes capaces de establecerlos valores de la civilización occidental (COLLIER,2003).

El advenimiento de la Guerra del Pacíficoobligó a replantear la idea que presentaba alindígena como el malhechor salvaje cuya únicaocupación era incendiar propiedades y matar aseres indefensos (El Mercurio de Valparaíso, 1de noviembre de 1860) y retornar a la nociónsurgida al fragor de las guerras de independencia:la de “la república de Arauco”. Comoconsecuencia de la llegada a Santiago de lasparcialidades araucanas para enrolarse en el ejércitoexpedicionario, el indio salvaje mutó en soldadode la patria, ejemplo de coraje y de superioridadmilitar. Esta actualización de la imagen de losaraucanos, descritos por Camilo Henríquez comopreclaros representantes de los valoresrepublicanos (COLLIER, 1977, p. 200), fue de lamano con la elaboración de una peculiar nociónacerca de “la raza chilena”. En 1882, el bibliógrafoJosé Toribio Medina afirmó que las cualidades detenacidad que sostuvieron a los araucanos en suresistencia contra los europeos habían reaparecidoen el soldado que peleó contra Bolivia y el Perú(MEDINA, 1952, p. 318). Unos años después, elhistoriador Francisco Encina reforzó la idea deque la victoria de Chile sobre sus adversarios sehabía debido en gran parte a la mezcla de sangregótica española y sangre araucana que existía enlos soldados encargados de defender a larepública. Este mestizaje, opinaba Encina, produjoen su país una raza con mayor vigor físico que elde todos los demás mestizos hispanoamericanos(ENCINA, 1954, v. II, p. 1420; y v. III, p. 48).

Una aproximación al artículo “El Advenedizo”,escrito por el notable intelectual liberal JustoArteaga Alemparte a los pocos meses de ladeclaratoria de guerra de 1879, permite entendercuáles fueron algunas de las características deaquel “mestizaje chileno”, responsable, de acuerdocon Encina, de la victoria militar (ARTEAGAALEMPARTE, 1879). Luego de recordar a suslectores que la pobreza había determinado el

carácter de un pueblo que, como el chileno, era“trabajador, sobrio, modesto, amigo del hogar yextraño al bullicio del mundo”, Arteaga subrayóel hecho de su excepcionalidad. El autorconsideraba que era muy difícil distinguir a unargentino de un colombiano, o a un peruano deun mexicano, pero resultaba imposible noreconocer a un chileno. Este era un “tipo aparte”,que “merced al esfuerzo de su voluntad” y a pesarde no ser brillante o espontáneo, lograba todo loque se proponía. La antipatía que despertaba entresus vecinos provenía de su extrema racionalidady de un realismo que le era innato. Callados entrehabladores, infatigables en el trabajo “entreperezosos infatigables en su pereza”, losciudadanos de la república de Chile crecían, seenriquecían, se hacían respetar e iban a todaspartes llevando “trabajo, capitales, industria yprogreso”. Sus grandes esfuerzos – quebeneficiaron al Perú durante los años de laIndependencia, la guerra de la Confederación yaquella otra contra España – no fueron, sinembargo, suficientes para que “los grandesseñores haraganes” admitieran como a un igual aun “advenedizo de la fortuna, de tez tostada porel sol” y “de anchos hombros desarrollados porel trabajo”. En una obvia alusión a los peruanos,Arteaga Alemparte señaló que “los “grandesseñores” no podían entenderse con aquellos queconsideraban como inferiores. Antes de verseobligados a convertirse en un pueblo detrabajadores, de contribuyentes y de ciudadanos,los habitantes del ex-virreinato intentaban deteneruna invasión que, para el autor, era eminentementecivilizadora.

En un trabajo reciente, Bernardo Subercaseauxha recordado que fue Nicolás Palacios, un antiguocombatiente de la Guerra del Pacífico, quien acuñóel concepto de “raza chilena” (SUBERCASEAUX,2007). Los elementos biológicos, psíquicos,culturales y sociales que caracterizarían a loshabitantes de Chile – a los que aludió ArteagaAlemparte en “El advenedizo” – fueron discutidospor Palacios en una suerte de tratado que fuepublicado en 1904 con el título de Raza chilena:libro escrito por un chileno y para los chilenos.Sin dejar de lado que el concepto utilizado por elsobreviviente de la batalla de Tacna fue a todasluces una invención intelectual, Subercaseauxllama la atención sobre la noción de homogeneidadque nutre la visión de Palacios, quien se creeestuvo influenciado por las ideas de Gustave Le

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Bon. Opinamos que los rasgos adscritos a “la razachilena” por Palacios – entre ellos la valentía, elsentido guerrero, la sobriedad, el amor a la patria,la moralidad doméstica, el rechazo de los afeites,el carácter parco, el predominio de la psicologíapatriarcal sobre lo femenino caótico – sonproducto, como lo ha intentado probar esteartículo, de la disputa ideológica que, en claverepublicana, Chile sostuvo, en medio de laguerra, con sus adversarios. Por ello, opinamosque los orígenes de la categoría “raza chilena”,íntimamente asociada a nociones de civilizacióny de masculinidad, estarían mas cercanos aldebate inaugurado en Chile a raíz de la Guerradel Pacífico que a la influencia posterior depensadores extranjeros, como Le Bon. Lanecesidad de justificar una guerra, duramentecuestionada por la opinión pública mundial,colaboró con la construcción de un frenteideológico, en el cual lo civilizado, lo masculinoy lo racialmente homogéneo fueron factorespredominantes frente a la heterogeneidad, elatraso y el caos que supuestamente reinaban enBolivia y en el Perú.

La “mescolanza de razas” que existía en elúltimo país mencionado era, de acuerdo con lospublicistas chilenos, la causa directa de su atrasopolítico y económico. Semejante al “imperioturco”, en el ex virreinato convivían todas lascombinaciones étnicas imaginables. Los hombresde letras chilenos no fueron los únicos capacesde sorprenderse ante la diversidad peruana. ParaEugenio María De Hostos, uno de los países másheterogéneos del mundo era sin lugar a dudas elantiguo virreinato sudamericano. La descripciónque hizo el patriota puertorriqueño de un mercadode Lima, en el que “variedades de razas pululabanallí a la manera que en un horno de fundición sebuscaban y cambiaban las moléculas afines”, diocuenta de la heterogeneidad racial de un paíscomplejo y, por ello, dotado de una gran riquezacultural. Según De Hostos, en el Perú existían“todas las frutas de todas las zonas, todas lasflores de todos los climas, todos los cereales detodos los países, las variedades más inesperadasde algunas plantas familiares, los pájaros más ymenos brillantes de los trópicos y de lasaltiplanicies de los Andes. Toda esa abundancia ydiversidad en medio del negro, ya manumiso o yalibre; del chino, del hombre primitivo peruano,del mestizo y del europeo”. Así, el Perú fue vistopor De Hostos como una suerte de laboratorio

multiétnico en donde era posible constatar esa“inmensa vitalidad social” que era el elementofundamental para la concreción de un proyectorepublicano capaz de transitar, como lo hizo ensu momento dicho autor, por territoriosdesconocidos por el republicanismo clásico (DEHOSTOS, 2011).

El blanco principal del periodismo chileno fuesin lugar a dudas la población indígena de Boliviay el Perú. Argumentaba la prensa que la razónpor la cual ambos países habían perdido la guerrafue la composición del ejército de la alianza,formado por campesinos ignorantes, explotadosy oprimidos durante siglos (KLAIBER, 1978).Dentro de esa línea de análisis, los indios queseguían al general Cáceres, líder de la resistenciaserrana, eran “confusas manadas de indiosignorantes y abyectos”, y la batalla deConcepción, peleada entre el 9 y el 10 de juliode 1882 entre guerrilleros indígenas y el batallónChacabuco, fue “una orgía de alcohol y desangre”. Los montoneros del general peruano,quienes derrotaron en una remota ciudad serranaa los remanentes del ejército de línea, fuerondescritos como “cobardes chacales”, “hordasebrias y desordenadas”, “salvajes desalmados”,“bandadas de famélicos gallinazos”, “caribes”asesinos de mujeres y de niños recién nacidos,“desenfrenados cholos” que se animabanmutuamente con “discordantes alaridos quesemejaban al lúgubre rugido de las panteras”24.Esto muestra la dimensión que adquirió en elcampo de batalla la confrontación entre la“civilización chilena”, representada por el héroede la jornada, Ignacio Carrera Pinto, y la

24 Estas son algunas de las caracterizaciones queaparecieron en la primera versión de lo sucedido en elcombate escrita para El Mercurio de Valparaíso por EloyCaviedes entre el 2 y el 7 de agosto de 1882. Otros relatos,como el del Diario Oficial, afirmaron incluso que losatacantes “se comieron parte del cadáver” del subtenienteCruz “en memoria tal vez de los hermanos Gutiérrez”(Diario Oficial, 25 de julio de 1882). Dentro de esa mismatendencia, El Ferrocarril publicó, en su edición del 29 dejulio, un artículo que, con el título de “Horribles detalles”,graficaba lo ocurrido en La Concepción: así, se refirió a los“cadáveres sembrados de tajos” y “otros horrorosamentemutilados”. Es interesante recordar el argumento de PeterHulme, quien sostiene que las historias de canibalismopermanecen sumergidas en los imaginarios para reaparecerluego de que las misiones civilizadoras entran en crisis(HULME, 1998, p. 3).

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“barbarie peruana”, manifestada en una masaanónima cuya ausencia de nacionalismo fuecompensada, de acuerdo con el periodista de ElMercurio de Valparaíso Eloy Caviedes, con litrosde aguardiente.

Lo ocurrido en Concepción – “una escenasemejante al paso de las Termópilas por Leonidas”– significó, para muchos de los publicistaschilenos, el encuentro simbólico entre eldescendiente directo de uno de los padresfundadores de la república de Chile y “una hordade indios salvajes sin patria y sin ley”. Lastremendas “escenas de barbarie” encontradasluego de veinte horas de dramático combatefueron descritas en repetidas oportunidades porla prensa. En un particular análisis del combate,Caviedes colocará de un lado a “los indios y cholosmontoneros”, armados de “garrotes, hondas ylanzas”, quienes “demostraban mucha valentía”debido a que venían “embravecidos por laborrachera”25, y del otro a “los titánicos soldados”del Chacabuco, quienes con extremo heroísmometían sus afiladas bayonetas “en las compactasmasas de los embrutecidos cholos”. Los mejoreselogios fueron, sin embargo, para “el alma de laincomparable resistencia”, Ignacio Carrera Pinto,quien antes de morir en combate reclamópúblicamente su filiación con el patriciado quefundó la república de Chile, negándose, por ello,a aceptar la propuesta de una rendición honrosahecha por el Coronel peruano Gastó26.

En Concepción, “la barbarie” venció a “lacivilización”. Este episodio significó un quiebreimportante en el discurso civilizador de Chile. Eraevidente que la cruzada civilizadora tenía suslímites, y los Andes eran uno de ellos. En la sesiónextraordinaria convocada por el Congreso a raízdel desastre militar chileno, Vicuña Mackennahabló durante cuatro horas pidiendo un “castigotremendo” para las cobardes matanzas de la sierraperuana. En esa misma sesión, Aldunate solicitóal gobierno que ordenara “arrasar todos los

pueblos de la sierra” e hiciera “sentir a Lima todoel peso de la guerra”. La situación de viaje sinretorno en el que se encontraban losexpedicionarios, esa suerte de atolladero político-militar e incluso cultural del cual Ignacio CarreraPinto y su compañía no pudieron escapar, fueanalizada en una serie de artículos publicados enEl Ferrocarril a raíz de la derrota en Concepción,donde se había probado lo absurdo que resultabautilizar formas civilizadas en un escenario deguerra27. En el artículo “Basta decontemplaciones”, publicado el 19 de julio de 1882en El Mercurio de Valparaíso, su autor recordóel ejemplo dado por Inglaterra al bombardearAlejandría. No existía otro remedio, y si bien “eradoloroso” que volviera a correr “sangre chilena”,siempre era preferible que fuera en el campo debatalla y no en “emboscadas traidoras”. Elloporque el mayor problema era que el Perú noquería la paz, sino “la guerra a muerte”, unconcepto que estaba referido a una guerra noconvencional, en la cual no se respetaban las reglascivilizadas que debían de regirla y en donde,incluso, podían ocurrir todo tipo de crueldades(BASTA DE CONTEMPLACIONES, 1882)28. Loque quedó claro a partir de la derrota enConcepción fue que civilización y guerra eranconceptos a todas luces incompatibles.

VI. CONCLUSIÓN

Domingo Santa María, Presidente de Chiledurante los años de la ocupación (1881-1884),fue conciente del precio que la república bajo sumando debió pagar cuando decidió ocupar“indefinidamente” el Perú. En carta a EulogioAltamirano, fechada el 12 de agosto de 1882, elPresidente le señalaba que la ocupación del Perúno cambiaba la evolución de la guerra; más bien,estaba creando intereses antagónicos con la pazmisma, pero, por sobre todas las cosas, estabaafectando “la moralidad chilena”. En ese viaje sinretorno a la tierra de la barbarie andina y de lacorrupción limeña, el mayor temor entre losconductores de la guerra fue que los chilenos se“peruanizaran”. Esta era la opinión del burócrataAdolfo Guerrrero, quien imaginó un escenario enel cual no eran los peruanos quienes se oponían a

27 Los artículos salieron publicados en El Ferrocarrilentre el 18 y el 30 de julio de 1882.28 Para una referencia al concepto y a sus antecedenteshistóricos, consultar Vicuña Mackenna (1972).

25 Eloy Caviedes señalaba que, desde muchas casas, seles mandaban “grandes cantidades de licor” a losmontoneros con la finalidad de “mantener vivo elpatriotismo” (CAVIEDES, 1882).26 La respuesta de Carrera a Gastó, en la que el oficialchileno le recuerda al peruano que por sus venas corría lamisma sangre de los Carrera, se encuentra en Machuca yMarín (1930, p. 299).

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la paz, sino “los chilenos peruanizados”. La“ocupación indefinida” era un asunto que“espantaba”, ya que el peligro inminente era quelos expedicionarios adquirieran los “viciospolíticos” de aquellos a los que se intentabamoralizar29. Por ello, en el contexto de uncomplicado escenario bélico cuya dinámica

29 La carta de Santa María a Altamirano y la discusiónsobre la “peruanización” se encuentra en Bulnes (1911-1919, p. 255, 257, 319).

contradecía, a cada momento, el discursocivilizador de los expedicionarios, un grupo depolíticos experimentados debió diseñar un plande acción que pusiera término a una guerra que,por su prolongación, amenazaba con corroer unaprecaria identidad republicana. No solamente ello:era necesario modelar una estrategia que permitierasustraerle a la naturaleza sus inmensos tesoros,manteniendo, en el proceso, aquella sociabilidadcivilizada de la cual se enorgullecía tanto larepública de Chile.

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REVISTA DE SOCIOLOGIA E POLÍTICA V. 20, Nº 42: 215-219 JUN. 2012

CIVILIZATION, MASCULINITY AND RACIAL SUPERIORITY: CHILEAN REPUBLICANDISCOURSE DURING THE PACIFIC WAR

Carmen McEvoy

This article provides an analysis of republican discourse in the context of the Pacific War. Ourproposal is to explain how, on the one hand, the notion of “barbarousness”, traditionally associatedwith the wilderness, was employed to refer to the despotism, degeneracy and luxury of the AncienRegime society that – according to its Chilean publicists – continued to reign in Peru. Thetransformation of republicanism, from an ideology obsessed with the fragility of the Republic to onethat became engaged with territorial expansion, enables us to study the emergence of an “empirerepublic” in Chile. This conceptual re-elaboration is based on the austerity, hard work and even theinclusion of all citizens, including Indians. I suggest that the analysis of a republican experiment thatwas carried to an extreme can enrich debate on the vocabulary and political practice of 19th centuryHispano America.

KEYWORDS: Republicanism; Civilization; Barbarism; The Pacific War; Chile; Peru.

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REVISTA DE SOCIOLOGIA E POLÍTICA V. 20, Nº 42: 223-228 JUN. 2012

CIVILISATION, MASCULINITÉ ET SUPÉRIORITÉ RACIALE : LE DISCOURSRÉPUBLICAIN CHILIEN PENDANT LA GUERRE DU PACIFIQUE

Carmen McEvoy

Dans cet article, on analyse le discours républicain dans le contexte de la Guerre du Pacifique. Laproposition c’est d’expliquer comment, d’un côté, la notion de la barbarie, traditionnellement associéeà la nature sauvage, a été employée pour faire référence au despotisme, à la dégénération et au luxede la société de l’Ancien Régime qui régnait encore au Pérou, selon les journalistes chiliens. Latransformation du républicanisme, à partir d’une idéologie obsédée par la fragilité de la république,jusqu’à une autre impliquée dans l’expansion territoriale, permet d’étudier le surgissement d’une« république empire » au Chili. Cette réélaboration conceptuelle est basée sur l’austérité, le travailardu et encore sur l’incorporation de tous les citoyens chiliens, les « araucanos » y compris. Je

REVISTA DE SOCIOLOGIA E POLÍTICA V. 20, Nº 42: 223-228 JUN. 2012

considère que l’analyse d’une expérience républicaine menée à l’extrême permettra d’enrichir ledébat autour des vocabulaires et pratiques politiques dans l’Amérique espagnole du XIX siècle.

MOTS-CLÉS: républicanisme; civilisation; barbarie; Guerre du Pacifique; Chili; Pérou.

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