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onathan Crary L as técnicas DEL OBSERVADOR isión y modernidad en CENDEAC A d Literam

Crary Jonathan Las Tecnicas Del Observador

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Las Tecnicas del ObservadorJonathan Crary

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  • Jonathan Crary

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    isin y modernidad en

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  • Jonathan Crary es catedrtico Meyer Schapiro

    de Teora y Arte Moderno en la U

    niversidad de Colum

    bia de Nueva York. Sus textos han

    aparecido con frecuencia en publicaciones com

    o October, A

    rtorum, G

    rey Room, A

    rt n A

    merica, Artorum

    , Assemblage,

    Film Com

    - m

    ent, Grey Room

    y Dom

    us. Asimism

    o es el autor de num

    erosos ensayos crticos en catlogos de arte. A

    finales de los ochenta, fue uno de los fundadores de la editorial Zone, en la que public, junto a Sanord Kw

    inter, Incorporations (1992) una antologa esencial sobre el problem

    a del cuerpo frente a la tecnologa. El presente volum

    en -Las tcnicas del observador- el m

    s importante estudio

    hasta el mom

    ento sobre los orgenes de la cultura visual contem

    pornea, consolid a Crary com

    o una de las voces ms influyentes

    en este campo. Sin duda alguna, su obra ha

    sido una de las que ms ha hecho por diluci

    dar la imbricacin entre la cultura visual de

    nuestros das y los contextos sociales y tecnolgicos en los que sta se ha desarrollado. En castellano, se ha traducido tam

    bin su libro Suspensiones de la percepcin (Akal, 2008).

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  • Las tcnicas del observador

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    Coleccin dirigida por:M

    iguel A. H

    ernndez-Navarro

  • Jonathan Crary

    Las tcnicas del observador

    Visin y m

    odernidad en el siglo xix

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  • Regin de M

    urciaConsejera de Cultura,Juventud y Deportes M

    urcia Cultural, S.A.

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    JAM

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    CIA

    De esta edicin:

    Cen

    deac, 2008 A

    ntigu

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    artel de Artillera

    Pabelln, 5. 2a planta

    C/ M

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    lisea Oliver M

    olina, s/n

    30002 Mu

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    el texto:Jon

    athan

    Crary

    De la traduccin:

    Fernando Lpez G

    arca

    Ilustracin de cubierta:N

    ausca

    1990, Massachusetts Institute o

    f Tech

    nology

    The M

    IT Press, C

    ambridge, M

    assachusetts Lon

    dres, InglaterraTechniques ofthe O

    bserver. On Vision and M

    odemity in

    the Nineteenth C

    enturyT

    odos los derechos reservados. No

    puede ser reproducida n

    igun

    a parte

    de este

    libro bajo

    nin

    gn

    m

    edio, electrnico o m

    ecnico (in

    cluida la reproduccin por fotocopia, grabacin, alm

    acenamiento o escaneo) sin

    el permiso por escrito de la publicadora.

    Dad

    o el carcter y la finalidad de la presente edicin,

    el editor se acoge al artculo 32 de la vigente Ley de la

    Propiedad Intelectual para la reproduccin y cita de

    obras de artistas plsticos representados por VE

    GA

    P,

    SGA

    E u otra en

    tidad de gestin, tanto en Espa

    a com

    o cualquier otro pas del mundo.

    isbn

    : 978-84-96898-19-6 D

    epsito legal: MU

    -195-2008 Im

    prime: A

    zarbe, s.l.C

    / Azarbe del Papel, 16 bajo

    30007 Mu

    rcia

    http://www.cendeac.net
  • mi padre

  • ndice

    Agradecim

    ientos...................................................................... 9

    1. La modernidad y el problem

    a del observador.................. 15

    2. La cmara oscura y su su

    jeto ............................................. 47

    3. La visin subjetiva y la separacin de los sentidos........... 97

    4. Las tcnicas del observador................................................ 133

    5. La abstraccin visionaria........................................... . . . .

    179

    Bibliografa...............................................................................

    195

  • Agradecim

    ientos

    Entre las personas sin las que este libro no hubiera sido posible se encuentran m

    is tres amigos y colegas de Zone, Sanford K

    winter,

    Hal Foster y M

    icheal Free. Sera imposible resum

    ir aqu cmo m

    e ha estim

    ulado y enriquecido la cercana a su trabajo e ideas. Tam

    bin m

    e gustara agradecer a Richard Brilliant y D

    avid Rosana su

    apoyo y aliento continuos, especialmente cuando stos m

    e eran m

    s necesarios. Su consejo ha sido inestimable para m

    durante la redaccin de este proyecto. Estoy especialm

    ente agradecido a Ro-

    salind Krauss por sus perspicaces sugerencias crticas y su ayuda

    en formas diversas. Yves-A

    lain Bois y Christopher Phillips leyeron

    las primeras versiones del m

    anuscrito y me hicieron observaciones

    agudas y enormem

    ente tiles. Gran parte de m

    i investigacin la llev a cabo m

    ientras disfrutaba de una beca Rudolf W

    ittkower

    concedida por el Departam

    ento de Historia del A

    rte de la Uni

    versidad de Colum

    bia. El libro fue finalizado gracias a una beca M

    ellon en la Society of Fellows in the H

    umanities, tam

    bin en C

    olumbia, y quisiera dar las gracias a m

    is amigos de entonces en

    el Heym

    an Center. Para preparar el m

    aterial visual confi en la asistencia de M

    eighan Gale, A

    nne Mensior del

    cl

    am

    , y Grez Sch-

    mitz. Ted Byfeld y m

    i asistente de investigacin, Lynne Spriggs, proporcionaron ayuda editorial de ltim

    a hora. Y, finalmente, m

    e gustara agradecer tam

    bin a Suzanne Jackson, cuyo comprom

    iso y audacia com

    o escritora han estimulado y potenciado constante

    mente m

    i propio trabajo.

  • Las tcnicas del observador

  • Para el historiador materialista, cada poca de la

    que se ocupa no es sino una ante-historia de aquello que realm

    ente le interesa. Y es precisam

    ente por eso por lo que la historia, para l, est desprovista de la apariencia de repeticin, porque los m

    omen

    tos de su transcurso de la historia que ms le im

    portan se convierten en m

    omentos del presente a

    travs de su ndice en tanto ante-historia, y cam

    bian sus caractersticas de acuerdo con la determi

    nacin catastrfica o triunfante de aquel presente.

    Walter Benjam

    in, Libro de los pasajes

  • i. La modernidad y el

    problema del observador

    El cam

    po de la visin siempre m

    e

    ha parecido comparable al suelo

    de una excavacin arqueolgica

    Paul V

    irilio

    Este es un libro sobre la visin y su construccin histrica. A

    unque se centre principalmente en acontecim

    ientos y desarrollos anteriores a 1850, fue escrito en m

    edio de una transform

    acin de la naturaleza de la visualidad quiz ms pro

    funda que la fractura que separa la imaginera m

    edieval de la perspectiva renacentista. El rpido desarrollo de una enorm

    e variedad de tcnicas infogrficas en poco m

    s de una dcada form

    a parte de una reconfiguracin drstica de las relaciones entre el sujeto observador y los m

    odos de representacin que tiene por efecto abolir la m

    ayor parte de los significados establecidos culturalm

    ente de los mism

    os trminos observador

    y representacin. La formalizacin y difusin de las im

    genes generadas por ordenador anuncian una im

    plantacin ubicua de espacios visuales fabricados, radicalm

    ente diferentes de las facultades m

    imticas del cine, la fotografa y la televi

    sin. Al m

    enos hasta mediados de los aos setenta, estos tres

    ltimos eran, en general, form

    as de medios analgicos que

    an se correspondan con las longitudes de onda pticas del espectro y con un punto de vista, esttico o m

    vil, localizado en el espacio real. El diseo asistido por ordenador, la holografa sinttica, los sim

    uladores de vuelo, la animacin

  • digital, el reconocimiento autom

    tico de imgenes, el traza

    do de rayos, el mapeo de texturas, el control de m

    ovimiento

    [;motion control], los cascos de realidad virtual, la generacin

    de imgenes por resonancia m

    agntica y los sensores mul-

    tiespectrales no son sino algunas de las tcnicas que estn reubicando la visin en un plano escindido del observador hum

    ano. Obviam

    ente, otros modos de ver, m

    s antiguos y fam

    iliares, pervivirn y convivirn, con dificultad, junto a los nuevos. Pero, de form

    a creciente, las tecnologas emergentes

    de produccin de la imagen se estn convirtiendo en los m

    odelos dom

    inantes de visualizacin de acuerdo con los cuales funcionan los principales procesos sociales y las instituciones. Y, naturalm

    ente, se entrecruzan con las necesidades de las industrias de la inform

    acin global y con los requerimientos

    en expansin de las jerarquas mdicas, m

    ilitares y policiales. La m

    ayor parte de las funciones histricamente im

    portantes del ojo hum

    ano estn siendo suplantadas por prcticas en las que las im

    genes visuales ya no remiten en absoluto a la

    posicin del observador en un mundo real, percibido pti

    camente. Si puede decirse que estas im

    genes remiten a algo,

    es a millones de bits de datos m

    atemticos electrnicos. La

    visualidad se situar, cada vez ms, en un terreno ciberntico

    y electromagntico en el que los elem

    entos visuales abstractos y los lingsticos coinciden y son consum

    idos, puestos en circulacin e intercam

    biados globalmente.

    Para comprender esta abstraccin incesante de lo visual y

    evitar su mistificacin m

    ediante el recurso a explicaciones tecnolgicas, habra que plantearse, y responder, m

    uchas cuestiones, de entre las cuales las m

    s cruciales son de orden histrico. Si, efectivam

    ente, se est produciendo una transformacin de

    la naturaleza de la visualidad, qu formas o m

    odos se estn sacrificando? D

    e qu clase de ruptura se trata? A la vez, cules

    son los elementos de continuidad que vinculan la im

    aginera contem

    pornea con ordenaciones ms antiguas de lo visual?

  • En qu medida, si es que en alguna, son la infografa y los

    contenidos de la terminal de visualizacin de video [video dis-

    play terminal] una elaboracin ulterior y un refinam

    iento de lo que G

    uy Debord denom

    in la sociedad del espectculo?1 C

    ul es la relacin entre las desmaterializada im

    aginera digital actual y la llam

    ada era de la reproductibilidad tcnica? Las cuestiones m

    s apremiantes, sin em

    bargo, son cuestiones de m

    ayor envergadura. Cm

    o se est convirtiendo el cuerpo, incluso el cuerpo observador, en un com

    ponente ms de nue

    vas mquinas, econom

    as y aparatos, sean sociales, libidinales o tecnolgicos? D

    e qu manera se est convirtiendo la subje

    tividad en una precaria interfaz entre sistemas racionalizados

    de intercambio y redes de inform

    acin?A

    unque este libro no se ocupa directamente de estas cues

    tiones, s que intenta reconsiderar y reconstruir parte de su trasfondo histrico. Lo hace estudiando una reorganizacin anterior de la visin que tuvo lugar durante la prim

    era mitad

    del siglo xix, bosquejando algunos de los acontecimientos

    y fuerzas, en concreto de las dcadas de 1820 y 1830, que produjeron un nuevo tipo de observador y fueron condiciones previas decisivas para la abstraccin de la visin esbozada m

    s arriba. Esta reorganizacin tuvo repercusiones inmedia

    tas que, si bien no tan espectaculares, fueron, no obstante, profundas. Los problem

    as de la visin, entonces como ahora,

    eran fundamentalm

    ente cuestiones relativas al cuerpo y el funcionam

    iento del poder social. Gran parte de este libro

    analizar cmo, desde principios del siglo xix, un nuevo con

    junto de relaciones entre el cuerpo por una parte, y formas

    de poder institucional y discursivo por otra, redefinieron el estatus del sujeto observador.

    Al trazar algunos de los puntos de em

    ergencia de un rgim

    en de visin moderno y heterogneo, m

    e centro a la vez en el problem

    a emparentado de cundo, y a consecuencia de

    i V

    er mi Eclipse o

    f the Spectacle (Crary, 1984).

  • LAS TECNICAS DEL OBSERVADORqu acontecim

    ientos, se produjo una ruptura con los mode

    los de visin y del observador renacentistas o clsicos. Cm

    o y dnde situam

    os tal ruptura guarda una estrecha relacin con la inteligibilidad de la visualidad en el seno de la m

    odernidad de los siglos xix y xx. La m

    ayor parte de las respuestas actuales a esta pregunta adolecen de un inters exclusivo por problem

    as de representacin visual. La ruptura con los modelos

    clsicos de la visin a comienzos del siglo xix fue m

    ucho ms

    all de un simple cam

    bio en la apariencia de las imgenes y

    las obras de arte; fue inseparable de una vasta reorganizacin del conocim

    iento y de las prcticas sociales que modificaron

    de mltiples form

    as las capacidades productivas, cognitivas y deseantes del sujeto hum

    ano.En este estudio presento una configuracin relativam

    ente desconocida de los objetos y acontecim

    ientos del siglo xix, es decir, nom

    bres propios, corpus de conocimiento e inventos

    tecnolgicos que raramente aparecen en las historias del arte

    o del modernism

    o. Una de las m

    otivaciones que me em

    pujan a hacer esto es la voluntad de escapar de las lim

    itaciones en que incurren m

    uchas de las historias dominantes de la visua

    lidad de este perodo, y sortear las numerosas descripciones

    del modernism

    o y de la modernidad que dependen de un

    diagnstico ms o m

    enos similar de los orgenes del arte y la

    cultura visual modernistas en las dcadas de 1870 y 1880. In

    cluso hoy da, tras numerosas revisiones y re-escrituras (entre

    las que se encuentran algunos de los trabajos neo-marxistas,

    feministas y postestructuralistas m

    s convincentes), sigue vigente un relato central inalterado en lo esencial. Este podra resum

    irse as: con Manet, el im

    presionismo y/o el pos

    timpresionism

    o, emerge un nuevo m

    odelo de representacin y percepcin visual que constituye una ruptura respecto a otro m

    odelo de visin vigente durante siglos, y que podra definirse aproxim

    adamente com

    o renacentista, perspectivo o norm

    ativo. La mayor parte de las teoras sobre la cultura

    18

  • visual moderna continan am

    arradas a una versin u otra de esta ruptura.

    Sin embargo, este relato del fin del espacio perspectivo,

    de los cdigos mim

    ticos y de lo referencial a menudo ha

    convivido acrticamente con otra periodizacin m

    uy distinta de la historia de la cultura visual europea que es igualm

    ente necesario abandonar. Este segundo m

    odelo incumbe a la in

    vencin y diseminacin de la fotografa y otras form

    as vinculadas de realism

    o del siglo xix. De m

    anera aplastante, estos desarrollos han sido presentados com

    o parte de la historia continua de un m

    odo de visin de base renacentista en el cual la fotografa, y finalm

    ente el cine, no son sino instancias m

    s recientes de un despliegue ininterrumpido del espacio

    y la percepcin perspectivos. As, a m

    enudo permanece un

    confuso modelo de la visin en el siglo xix que se bifurca en

    dos niveles: en un determinado nivel, existira un nm

    ero relativam

    ente pequeo de artistas avanzados que generaron un tipo de visin y significacin radicalm

    ente nuevos, mien

    tras que, en un nivel ms cotidiano, la visin perm

    anecera enquistada en las m

    ismas constricciones realistas generales

    que la haban organizado desde el siglo xv. El espacio clsico es revocado por un lado, parece, m

    ientras que persiste por el otro. Esta divisin conceptual induce a la errnea nocin de que una corriente llam

    ada realista dominaba las prcticas re-

    presentacionales populares, mientras que la experim

    entacin y la innovacin tenan lugar en la esfera diferenciada (si bien a m

    enudo permeable) de la creacin artstica m

    odernista.C

    uando la examinam

    os de cerca, sin embargo, la cele

    brada ruptura del modernism

    o es considerablemente m

    s lim

    itada en su impacto cultural y social de lo que suele insi

    nuar la fanfarria que la rodea. Segn sus defensores, la pretendida revolucin perceptiva del arte avanzado de finales del siglo xix es un acontecim

    iento cuyos efectos ocurren en el exterior de los m

    odos de ver predominantes. A

    s, siguiendo la

  • lgica de este argumento, se trata realm

    ente de una ruptura que sucede en los m

    rgenes de de una vasta organizacin he- gem

    nica de lo visual que va ganando fuerza durante el siglo xx, con la difusin y proliferacin de la fotografa, el cine y la televisin. En cierto sentido, sin em

    bargo, el mito de la

    ruptura modernista depende fundam

    entalmente del m

    odelo binario realism

    o versus experimentacin. Es decir, la conti

    nuidad esencial de los cdigos mim

    ticos es una condicin necesaria para la afirm

    acin de un avance o progreso de la vanguardia. La nocin de una revolucin visual m

    odernista depende de la existencia de un sujeto que cuenta con un punto de vista distanciado, ya que es esto lo que perm

    ite aislar al m

    odernismo -tanto com

    o estilo, como en cuanto resistencia

    cultural o prctica ideolgica- sobre el teln de fondo de una visin norm

    ativa. El modernism

    o se presenta, por tanto, com

    o la apariencia de lo nuevo para un observador que perm

    anece perpetuamente igual, o cuyo estatuto histrico

    nunca es cuestionado.N

    o es suficiente con intentar describir una relacin dialctica entre las innovaciones de los artistas y escritores de vanguardia de finales del siglo xix de un lado, y el realism

    o y positivism

    o concurrentes de la cultura cientfica y popular del otro. M

    s bien, resulta fundamental ver am

    bos fenme

    nos como com

    ponentes solapados de una nica superficie social sobre la que la m

    odernizacin de la visin se haba iniciado ya dcadas antes. Lo que sugiero es que a principios del siglo xix tuvo lugar una transform

    acin en la constitucin de la visin m

    ucho ms im

    portante y amplia. La pintura

    modernista de las dcadas de 1870 y 1880 y el desarrollo de

    la fotografa despus de 1839 pueden considerarse sntomas

    posteriores o consecuencias de este desplazamiento sistm

    ico que ya estaba en m

    archa hacia 1820.Pero, llegados aqu, uno puede preguntarse no coincide

    la historia del arte de hecho con una historia de la percep

  • cin? No son las form

    as cambiantes de las obras de arte a

    lo largo del tiempo el registro m

    s convincente de cmo la

    propia visin ha ido mudando histricam

    ente? Este estudio insiste en que, al contrario, una historia de la visin (si sta es acaso posible) depende de m

    ucho ms que una sim

    ple enum

    eracin de los cambios o desplazam

    ientos de las prcticas representacionales. Lo que este libro tom

    a por objeto no son los datos em

    pricos de las obras de arte, o la nocin, en ltim

    o trmino idealista, de una percepcin aislable, sino, en

    su lugar, el no menos problem

    tico fenmeno del observador.

    Porque el problema del observador es el cam

    po en el cual podem

    os decir que se materializa la visin en la historia, que

    se hace ella mism

    a visible. La visin y sus efectos son siempre

    inseparables de las posibilidades de un sujeto observador que es a la vez el producto histrico y el lugar de ciertas prcticas, tcnicas, instituciones y procedim

    ientos de subjetivacin.La m

    ayor parte de los diccionarios hacen pocas distinciones sem

    nticas entre las palabras observador y espectador, y el uso com

    n a menudo los convierte, de hecho, en

    sinnimos. H

    e elegido el trmino observador principalm

    ente por sus resonancias etim

    olgicas. A diferencia de spectare,

    raz latina de espectador, la raz de observar no significa literalm

    ente mirar a. La palabra 'espectador tam

    bin conlleva connotaciones especficas, especialm

    ente en el contexto de la cultura decim

    onnica, que prefiero evitar -concreta- m

    ente, las de ser el asistente pasivo de un espectculo, como

    en una galera de arte o en un teatro. En un sentido ms

    pertinente para mi estudio, observare significa conform

    ar la accin propia, cum

    plir con, como al observar reglas, cdi

    gos, regulaciones y prcticas. Aunque se trate obviam

    ente de alguien que ve, un observador es, sobre todo, alguien que ve dentro de un conjunto determ

    inado de posibilidades, que se halla inscrito en un sistem

    a de convenciones y limitacio

    nes. Y por convenciones pretendo sugerir m

    ucho ms que

  • LAS TCNICAS DEL OBSERVADOR

    prcticas representacionales. Si puede decirse que existe un observador especfico del siglo xix, o de cualquier otro perodo, lo es slo com

    o efecto de un sistema irreductiblem

    ente heterogneo de relaciones discursivas, sociales, tecnolgicas e institucionales. N

    o existe un sujeto observador anterior a este cam

    po en continua transformacin.2

    Si he mencionado la idea de una historia de la visin, es

    slo como una posibilidad hipottica. Q

    ue la percepcin o la visin cam

    bien realmente es irrelevante, dado que no tie

    nen una historia autnoma. Lo que cam

    bian son las variadas fuerzas y reglas que com

    ponen el campo en que la percep

    cin acontece. Y lo que determ

    ina la visin en un mom

    ento histrico dado no es una estructura profunda, una base econm

    ica o una forma de ver el m

    undo, sino ms bien el fun

    cionamiento de un ensam

    blaje colectivo de partes dispares en una nica superficie social. Puede incluso que sea necesario considerar al observador com

    o una distribucin de fenm

    enos localizados en muchos lugares distintos.3 N

    unca hubo ni habr un espectador reflexivo que aprehenda el m

    undo en una evidencia transparente. Lo que hay son com

    binaciones de fuerzas m

    s o menos poderosas a travs de las cuales se

    hacen posibles las capacidades de un observador.

    2 E

    n cierto sentido, m

    i propsito en este estudio es genealgico, siguiendo a M

    ichel Foucault: No creo que el problem

    a pueda solucionarse historizando el sujeto tai com

    o lo proponen los feno- m

    enlogos, inventando un sujeto que evoluciona en el curso de la historia. H

    ay que prescindir del sujeto constituyente, librarse del sujeto m

    ismo, por as decirlo, para llegar a un anlisis que pueda

    dar cuenta de la constitucin del sujeto dentro de un marco hist

    rico. Y esto es lo que yo llam

    ara genealoga, es decir, una forma de

    historia que permite explicar la constitucin de saberes, discursos,

    dominios de objetos, etc, sin tener que hacer referencia a un sujeto

    que o bien es trascendental en relacin a un campo de aconteci

    mientos, o bien se queda preso en su vaca m

    ismidad a lo largo del

    curso de la historia. (Foucault, 1980: p. 117).3

    Sobre las tradiciones cientficas e intelectuales en las que los objetos son agregados de partes relativam

    ente independientes, vid. Feye- rabend, 1981, vol. 2:5.

    22

  • Al proponer que durante las prim

    eras dcadas del siglo xix tom

    forma en Europa un nuevo tipo de espectador ra

    dicalmente diferente del dom

    inante durante los siglos xvn

    y xvm, sin duda suscitar el interrogante de cm

    o se puede plantear generalidades tan vagas, categoras tan torpes com

    o el observador del siglo xix. N

    o corremos el riesgo de pre

    sentar algo abstracto y divorciado de las singularidades y la inm

    ensa diversidad que caracterizaba la experiencia visual en aquel siglo? O

    bviamente, no hubo un observador decim

    onnico nico, ningn ejem

    plo localizable empricam

    ente. Lo que deseo hacer, no obstante, es apuntar algunas de las condiciones y fuerzas que definieron o perm

    itieron la formacin

    de un modelo dom

    inante de observador en el siglo xix. Esto im

    plicar el bosquejo de un conjunto de acontecimientos

    emparentados que tuvieron un papel decisivo en los m

    odos en los que la visin fue debatida, controlada y encarnada en prcticas culturales y cientficas. A

    l mism

    o tiempo, espero

    mostrar cm

    o los trminos y elem

    entos ms im

    portantes de la organizacin anterior del observador dejaron de ser operativos. Lo que no se acom

    ete en este estudio son las formas

    marginales y locales por m

    edio de las cuales las prcticas de la visin fueron resistidas, desviadas o constituidas de form

    a im

    perfecta. La historia de estos mom

    entos de oposicin an est por escribirse, pero slo es legible si se contrasta frente al conjunto de discursos y prcticas hegem

    nico en que la visin tom

    forma. Las tipologas y unidades provisionales que

    empleo son parte de una estrategia explicativa que pretende

    demostrar una ruptura o discontinuidad general a principios

    del siglo xix. Huelga sealar que no existen cosas tales com

    o continuidades o discontinuidades en la historia, sino slo en las explicaciones histricas. D

    e modo que las divisiones

    temporales que propongo no se hacen en inters de una his

    toria verdadera, o de restaurar el registro de lo que ocurri realm

    ente. Lo que est en juego es muy distinto: cm

    o

  • LAS TECNICAS DEL OBSERVADORperiodizam

    os y dnde situamos las rupturas o las negam

    os son elecciones polticas que determ

    inan la construccin del presente. Q

    ue uno excluya o destaque ciertos acontecimien

    tos y procesos a expensas de otros afecta a la inteligibilidad del funcionam

    iento contemporneo del poder en el cual no

    sotros mism

    os estamos enredados. Tales elecciones afectan

    tanto a que la forma del presente parezca natural com

    o a que, por el contrario, se ponga en evidencia su com

    posicin histricam

    ente fabricada y densamente sedim

    entada.A

    principios del siglo xix se produjo una transformacin

    radical en la concepcin del observador dentro de un amplio

    abanico de prcticas sociales y ramas de conocim

    iento. Una

    de las principales vas a travs de las cuales presentar estos desarrollos ser exam

    inando la importancia de ciertos dispo

    sitivos pticos. Los abordo no en funcin de los modelos de

    representacin que implican, sino com

    o emplazam

    ientos de saber y poder que operan directam

    ente sobre el cuerpo del individuo. En concreto, propondr la cm

    ara oscura como

    paradigmtica del estatuto dom

    inante del observador durante los siglos xvn

    y xvm, m

    ientras que en el caso del siglo xix tom

    ar en consideracin cierta cantidad de instrumentos p

    ticos, y en particular el estereoscopio, como m

    edio til para especificar las transform

    aciones en el estatuto del observador. Los dispositivos pticos en cuestin, de m

    anera significativa, son puntos de interseccin en los que los discursos filosficos, cientficos y estticos se solapan con tcnicas m

    ecnicas, requerim

    ientos institucionales y fuerzas socioeconmi

    cas. Cada uno de ellos puede entenderse no sim

    plemente en

    tanto objeto material, o com

    o parte de una historia de la tecnologa, sino a travs del m

    odo en que se inserta en un agenciam

    iento mucho m

    s amplio de acontecim

    ientos y poderes. Esto contrara claram

    ente muchos de los influyentes

    relatos de la historia de la fotografa y el cine, caracterizados por un determ

    inismo latente o explcito, y en los que im

    pera

    24

  • una dinmica independiente de invencin, m

    odificacin y perfeccin m

    ecnica sobre un campo social, transform

    ndolo desde fuera. La tecnologa es siem

    pre, al contrario, una parte concurrente o subordinada de otras fuerzas. Para G

    iles D

    eleuze, Una sociedad se define por sus aleaciones, no por

    sus herramientas... Las herram

    ientas existen slo en relacin a las com

    binaciones que hacen posibles o que las hacen posibles.4 Por tanto, ya no es posible reducir una historia del observador ni a los cam

    bios en las prcticas tcnicas y me

    cnicas, ni a los cambios producidos en las form

    as de las obras de arte y la representacin visual. A

    l mism

    o tiempo,

    quisiera hacer hincapi en que, aunque designe la cmara

    oscura como un objeto clave en los siglos xvn

    y xvm, sta

    no es isomorfa de las tcnicas pticas que analizo en el con

    texto del siglo xix. Los siglos xvn y xviii no son cuadrculas

    anlogas en las que distintos objetos culturales puedan ocupar las m

    ismas posiciones relativas. A

    ntes bien, la posicin y funcin de una tcnica es histricam

    ente variable; la cmara

    oscura, como sugiero en el prxim

    o captulo, es parte de un cam

    po del conocimiento y la prctica que no se corresponde

    estructuralmente con los em

    plazamientos de los dispositivos

    pticos que examino posteriorm

    ente. En palabras de Deleu

    ze, Por una parte, cada estrato o formacin histrica im

    plica una distribucin de lo visible y de lo enunciable que acta sobre s m

    isma; por otra parte, de un estrato al siguiente se

    produce una variacin en la distribucin, dado que la propia visibilidad cam

    bia de modo, y los enunciados m

    ismos cam

    bian de rgim

    en.5Sostengo que algunos de los m

    edios de produccin de efectos realistas m

    s extendidos en la cultura visual de ma

    sas, como el estereoscopio, se basaban de hecho en una abs

    traccin y reconstruccin radicales de la experiencia ptica, lo

    4 D

    eleuze y Guattari, 1987: 90.

    5 D

    eleuze, 1988:48.

    25 La m o d e r n id a d y el p r o b l e m a del o b s e r v a d o r

  • LAS TECNICAS DEL OBSERVADORcual exige una reconsideracin del significado del realism

    o en el siglo xix. Tam

    bin espero demostrar cm

    o las ideas ms

    influyentes acerca del observador a principios del siglo xix dependan prioritariam

    ente de modelos de visin subjetiva, en

    contraste con la supresin sistemtica de la subjetividad de la

    visin que encontramos en el pensam

    iento de los siglos xvn y

    xv

    iii. Una cierta nocin de visin subjetiva ha sido durante

    largo tiempo una parte significativa de las discusiones sobre la

    cultura del siglo xix, ms a m

    enudo en el contexto del roman

    ticismo, com

    o por ejemplo al ilustrar el paso en el papel ejer

    cido por el espritu en la percepcin desde las concepciones de im

    itacin a las de expresin, desde la metfora del espejo a

    la de la lmpara.6 Pero la idea de una visin o una percepcin

    de alguna forma exclusiva de artistas y poetas y diferenciada

    de la visin moldeada por ideas y prcticas em

    pricas o positivistas es, de nuevo, central en estas interpretaciones.

    Me interesa el m

    odo en que los conceptos de la visin subjetiva y la productividad del observador im

    pregnaron no slo los cam

    pos del arte y la literatura, sino que tambin estuvie

    ron presentes en los discursos filosficos, cientficos y tecnolgicos. M

    s que enfatizar la separacin de arte y ciencia durante el siglo xix, es im

    portante ver cmo am

    bos formaban

    parte de un mism

    o campo entrelazado de saber y prctica.

    El mism

    o saber que permita la creciente racionalizacin y

    control del sujeto humano en funcin de los nuevos requeri

    mientos institucionales y econm

    icos, constitua tambin la

    condicin de posibilidad de nuevos experimentos en el cam

    po de la representacin visual. Por ello quiero delinear un sujeto observador que fue tanto producto de la m

    odernidad del siglo xix com

    o, a la vez, constitutivo de ella. En lneas m

    uy generales, lo que ocurre con el observador durante el siglo xix es un proceso de m

    odernizacin; l o ella se adeca a toda una constelacin de nuevos acontecim

    ientos, fuerzas

    6 A

    brams, 1953: 57-65.

    26

  • e instituciones que, juntos, pueden definirse aproximada, y

    quiz tautolgicamente, com

    o modernidad.

    La modernizacin se convierte en una nocin til una vez

    arrancada de determinaciones teleolgicas, principalm

    ente econm

    icas, y cuando abarca no slo los cambios estructu

    rales de las formaciones polticas y econm

    icas, sino tambin

    la inmensa reorganizacin del conocim

    iento, los lenguajes, las redes de espacios y com

    unicaciones, y de la subjetividad m

    isma. Partiendo del trabajo de W

    eber, Lukcs, Simm

    el y otros, y de toda la reflexin terica concebida por los trm

    inos racionalizacin y reificacin, es posible proponer una lgica de la m

    odernizacin separada de las ideas de progreso o desarrollo que im

    plique, al contrario, transformacio

    nes no lineales. Para Gianni V

    attimo, la m

    odernidad tiene precisam

    ente estos rasgos post-histricos en los cuales la continua produccin de lo nuevo es lo que perm

    ite que las cosas perm

    anezcan siempre iguales.7 Se trata de una lgica

    de lo mism

    o que se sita, sin embargo, en relacin inversa a

    la estabilidad de las formas tradicionales. La m

    odernizacin es un proceso m

    ediante el cual el capitalismo desarraiga y

    hace mvil lo que est asentado, aparta o elim

    ina lo que im

    pide la circulacin, y hace intercambiable lo que es singular.8

    Esto sirve tanto para los cuerpos, los signos, las imgenes, los

    lenguajes, las relaciones de parentesco, las prcticas religiosas y las nacionalidades com

    o para las mercancas, la riqueza

    y la mano de obra. La m

    odernizacin se convierte en una

    7 V

    attimo, 1988: 7-8.

    8 En est punto

    es relevante el bosquejo

    histrico de D

    eleuze y G

    uattari, 1978: 200-261. Aqu la m

    odernidad es un continuo proceso de desterritorializacin, un hacer abstracto e intercam

    biable de cuerpos, objetos y relaciones. Pero, com

    o subrayan Deleuze y

    Guattari, la nueva intercam

    biabilidad de las formas bajo el capita

    lismo es la condicin de posibilidad de su re-territorializacin en

    nuevas jerarquas e instituciones. La industrializacin del siglo xix es tratada en trm

    inos de desterritorializacin, desarraigo (draci- nem

    ent) y produccin de flujos en Guillaum

    e, 1978: 34-42.

  • LAS TECNICAS DEL OBSERVADORcreacin incesante y auto-perpetuante de nuevas necesidades, nuevo consum

    o y nueva produccin.9 Lejos de ser exterior a este proceso, el observador, com

    o sujeto humano, es com

    pletam

    ente inmanente a l. A

    lo largo del siglo xix, el observador tuvo que operar cada vez m

    s en el interior de espacios urbanos escindidos y desfam

    iliarizados, de las dislocaciones perceptivas y tem

    porales de los viajes en tren, el telgrafo, la produccin industrial y los flujos de la inform

    acin tipogrfica y visual. A

    l mism

    o tiempo, la identidad discursiva

    del observador como objeto de reflexin filosfica y estudio

    emprico sufri una renovacin igualm

    ente drstica.El trabajo tem

    prano de Jean Baudrillard detalla algunas de las condiciones de este nuevo terreno en el que se situaba el observador decim

    onnico. Para Baudrillard, una de las consecuencias cruciales de las revoluciones polticas burguesas a finales del siglo xvm

    era la fuerza ideolgica que anim

    los mitos de los derechos del hom

    bre, el derecho a la igualdad y a la felicidad. En el siglo xix, por prim

    era vez se hizo necesaria la prueba observable para dem

    ostrar que la felicidad y la igualdad se haban alcanzado realm

    ente. La felicidad deba ser m

    ensurable en trminos de objetos y signos, algo que se

    ra evidente para el ojo a modo de criterios visibles.10 V

    arias

    9 D

    e ah la explotacin de toda la naturaleza y la bsqueda de nuevas cualidades tiles en las cosas; de ah el intercam

    bio a escala universal de productos fabricados bajo todos los clim

    as y en todos los pases; los nuevos tratam

    ientos (artificiales) aplicados a los objetos naturales para dotarlos de nuevos valores de uso [...] D

    e ah la exploracin de la tierra en todos los sentidos, tanto para descubrir nuevos objetos utilizables com

    o para otorgar nuevas propiedades de utilizacin a los antiguos; [...] el descubrim

    iento, la creacin, la satisfaccin de nuevas necesidades provenientes de la sociedad m

    isma; la cultura de todas las cualidades del hom

    bre social, para la produccin de un hom

    bre social que tenga el mxim

    o de necesidades, siendo rico en cualidades y abierto a todo

    el producto social m

    s acabado y universal posible. (Marx, 1973: 408-409).

    10 B

    audrillard, 1970: 60. Subrayado en el original. Algunos de estos

    cambios han sido descritos por A

    dorno como la adaptacin [del

    observador] al orden de la racionalidad burguesa y, finalmente, a la

    28

  • dcadas antes, Walter Benjam

    n tambin haba escrito acerca

    del papel de la mercanca en la produccin de una fantasm

    agora de la igualdad. A

    s, la modernidad es inseparable, por

    un lado, de una reconstruccin del observador, y por el otro, de una proliferacin de signos y objetos en circulacin cuyos efectos coinciden con su visualidad o, en palabras de A

    dorno, A

    nschaulichkeit.11El anlisis que Baudrillard propone de la m

    odernidad bosqueja una creciente desestabilizacin y m

    ovilidad de los signos y los cdigos que se inicia en el Renacim

    iento, signos anteriorm

    ente enraizados en posiciones relativamente firm

    es dentro de jerarquas sociales fijas.

    La moda no existe en una sociedad de castas y rangos, dado

    que a cada uno se le asigna irrevocablemente un lugar. Por tan

    to, la movilidad de clase no existe. U

    na interdiccin protege a

    los signos y les asegura una total claridad; cada signo se refiere

    inequvocamente a un estatuto... E

    n las sociedades de castas,

    feudales o arcaicas, sociedades crueles, los signos son limita

    dos en nmero, y no estn am

    pliamente difundidos, cada uno

    funciona con todo su valor como interdiccin, cada uno es

    una obligacin recproca entre castas, clanes o personas. Los

    signos no son, pues, arbitrarios. El signo arbitrario se inicia

    cuando, en lugar de vincular dos personas en una reciprocidad

    inquebrantable, el significante empieza a referirse a un uni

    verso desencantado del significado, denominador com

    n del

    mundo real, hacia el que nadie tiene ya ninguna obligacin.11

    era industrial avanzada, construida por el ojo cuando ste se acostum

    br a percibir la realidad como una realidad de objetos y, por

    tanto, bsicamente de m

    ercancas. (Adorno, 1981: 99).

    11 A

    l negar la naturaleza implcitam

    ente conceptual del arte, la norm

    a de la visualidad reifica la visualidad en una cualidad opaca, im

    penetrable -un

    a rplica del petrificado mundo exterior, cauteloso

    con todo lo que pudiera interferir con la armona que la obra enun

    cia. (Adorno, 1984:139-140).

    12 B

    audrillard, 1976: 78.

    29 . La m o d e r n id a d y el p r o b l e m a del o b s e r v a d o r

  • LAS TCNICAS DEL OBSERVADOR

    As, para Baudrillard, la m

    odernidad est estrechamente rela

    cionada con la capacidad que las clases y las categoras sociales recin llegadas al poder tienen de superar la exclusividad de los signos y de prom

    over la proliferacin de los signos segn la dem

    anda. Las imitaciones, las copias, las falsifica

    ciones y las tcnicas para producirlas (entre las que se encontraran el teatro italiano, la perspectiva lineal y la cm

    ara oscura) supusieron todas ellas desafos al m

    onopolio y control aristocrtico de los signos. El problem

    a de la mim

    esis aqu no es ya un problem

    a de esttica sino de poder social, un poder fundado en la capacidad de producir equivalencias.

    Para Baudrillard y muchos otros, no obstante, es precisa

    mente en el siglo xix cuando surge un nuevo tipo de signo,

    junto con el desarrollo de nuevas tcnicas industriales y nuevas form

    as de poder poltico. Estos nuevos signos, objetos potencialm

    ente idnticos producidos en series indefinidas, anuncian el m

    omento en que desaparecer el problem

    a de la mim

    esis.

    La relacin entre ellos ya no es la de un original con su imita

    cin, ni analoga ni reflejo, sino la equivalencia, la indiferencia.

    En la serie, los objetos se convierten en simulacros indefinidos

    los unos de los otros... Sabemos que hoy es en el nivel de la

    reproduccin m

    oda, medios, publicidad, redes de inform

    a

    cin y comunicacin

    en el nivel de lo que Marx denom

    ina

    ba descuidadamente los fau

    xfrais [gastos imprevistos] del ca

    pital. .., es decir, en la esfera del simulacro y el cdigo, donde

    se urde la unidad del proceso conjunto del capitalismo.13

    Dentro de este nuevo cam

    po de los objetos producidos en serie, los m

    s significativos, en cuanto a su impacto social y

    cultural, eran la fotografa y una gran cantidad de tcnicas asociadas a la industrializacin de la creacin de im

    genes.14

    13 B

    audrillard, 1976: 86.14

    El m

    odelo ms im

    portante para la produccin industrial en serie durante el siglo xix fue el de la m

    unicin y los repuestos militares.

    30

  • La fotografa se convierte en un elemento central no slo en

    la nueva economa de m

    ercancas, sino tambin en la reor

    ganizacin de todo un territorio en que signos e imgenes,

    cada cual separado efectivamente de referente, circulan y

    proliferan. Las fotografas pueden tener algunas similitudes

    aparentes con otros tipos de imgenes m

    s antiguos, como

    la pintura perspectiva o los dibujos realizados con la ayuda de la cm

    ara oscura, pero la enorme cesura sistm

    ica de la que la fotografa form

    a parte convierte estas similitudes en

    insignificantes. La fotografa es un elemento en un nuevo y

    homogneo terreno de consum

    o y circulacin en el cual queda alojado el observador. Para entender el efecto fotografa en el siglo xix, debem

    os verlo como un com

    ponente crucial de una nueva econom

    a cultural de valor e intercambio, y

    no como parte de una historia continua de la representacin

    visual.La fotografa y el dinero se convierten en form

    as homo

    logas de poder social en el siglo xix.15 Am

    bos son por igual sistem

    as totalizadores que engloban y unifican a todos los sujetos dentro de una m

    isma red de valoracin y deseo. Tal y

    como M

    arx dijo del dinero, la fotografa es tambin un gran

    nivelador, un democratizador, un m

    ero smbolo, una fic

    cin sancionada por el llamado consentim

    iento universal de la hum

    anidad.16 Am

    bos son formas m

    gicas que establecen un conjunto nuevo de relaciones abstractas entre individuos y cosas e im

    ponen esas relaciones como lo real. Es a travs de

    las distintas pero entrelazadas economas del dinero y la fo

    La necesidad de la absoluta semejanza e intercam

    biabilidad provino de los requerim

    ientos de la guerra y no del desarrollo del sector econm

    ico, como argum

    enta De Landa, 1990.

    15 Para debates relacionados con esta cuestin, vid. Joh

    n T

    agg, The C

    urrency of the Photograph, en Thinking Photography, ed. V

    ictor B

    urgin (Londres, 1982), pp. 110-141; y Alan Sekula, The T

    rafile in Photographs, en Photography A

    gainst the Grain: Essays an

    d Photo W

    orks 1973-1983 (Halifax, 1984), pp. 96-101.

    16 M

    arx, 1967: 91.

  • LAS TECNICAS DEL OBSERVADORtografa com

    o todo un mundo social es representado y cons

    tituido exclusivamente com

    o signos.La fotografa, sin em

    bargo, no es el tema de este libro. A

    pesar de lo decisiva que haya podido ser la fotografa para el destino de la visualidad del siglo xix en adelante, su invencin es secundaria para los acontecim

    ientos que intento desgranar aqu. Sostengo que en el siglo xix se produce una reorganizacin del observador con anterioridad a la aparicin de la fotografa. Lo que tiene lugar aproxim

    adamente desde

    1810 hasta 1840 es un desarraigo de la visin con respecto a las relaciones estables y fijas encarnadas por la cm

    ara oscura. Si la cm

    ara oscura, en tanto concepto, subsista como base

    objetiva de verdad visual, diversos discursos y prcticas en

    filosofa, en ciencia y en los procedimientos de norm

    alizacin social

    tienden a abolir los fundamentos de esa base a

    principios del siglo xix. En cierto sentido, lo que ocurre es una nueva valoracin de la experiencia visual: se le da una m

    ovilidad e intercambiabilidad sin precedentes, abstrada de

    todo lugar o referente fundantes.En el captulo 3 describo ciertos aspectos de esta reevalua

    cin en la obra de Goethe y Schopenhauer y en la psicologa

    y la fisiologa de principios del siglo xix, en las cuales la naturaleza m

    isma de la sensacin y la percepcin asum

    e muchos

    de los rasgos de equivalencia e indiferencia que caracterizarn m

    s tarde a la fotografa y a otras redes de mercancas y

    signos. Es este nihilismo visual el que se encuentra en la

    primera lnea de los estudios em

    pricos de la visin subjetiva, una visin que engloba una percepcin autnom

    a escindida de todo referente externo. H

    ay que resaltar, sin embargo,

    que estas nuevas autonoma y abstraccin de la visin no son

    slo una condicin necesaria para la pintura modernista de

    finales del siglo xix, sino tambin para form

    as de la cultura visual de m

    asas que aparecieron antes. En el captulo 4, analizo cm

    o dispositivos pticos que se convirtieron en for

    32

  • mas de entretenim

    iento de masas, com

    o el estereoscopio y el fenaquistiscopio, derivaron originariam

    ente de los nuevos conocim

    ientos empricos acerca del estatuto fisiolgico del

    observador y la visin. As, ciertas form

    as de experiencia visual categorizadas a m

    enudo acrticamente com

    o realismo

    estn, de hecho, vinculadas a teoras no verdicas de la visin que tienen por efecto aniquilar la existencia de un m

    undo real. A

    pesar de todos los intentos de autentificarla y naturalizarla, la experiencia visual perdi, durante el siglo xix, los privilegios apodcticos de que se vala la cm

    ara oscura para im

    poner la verdad. En un nivel superficial, las ficciones de realism

    o operan intactas, pero los procesos de moderniza

    cin del siglo xix no dependan de tales ilusiones. Nuevos

    modelos de circulacin, com

    unicacin, produccin, consum

    o y racionalizacin demandaron y dieron form

    a conjuntam

    ente a un nuevo tipo de observador-consumidor.

    Lo que llamo observador es, en realidad, slo un efecto de

    la construccin de un nuevo tipo de sujeto o individuo en el siglo xix. El trabajo de M

    ichel Foucault aqu ha sido central, al revelar los procesos e instituciones que racionalizaron y m

    odernizaron al sujeto en este contexto de transformacio

    nes sociales y econmicas.17 Sin establecer relaciones causales,

    Foucault demuestra que la revolucin industrial coincidi

    con la aparicin de nuevos mtodos para adm

    inistrar a vastas poblaciones de trabajadores, a la poblacin urbana, a estudiantes, prisioneros, pacientes hospitalarios y otros grupos. A

    m

    edida que los individuos fueron arrancados de los antiguos regm

    enes de poder, de la produccin agraria y artesana y de las grandes estructuras fam

    iliares, se concibieron nuevos procedim

    ientos para controlar y regular esas masas de suje

    tos relativamente abandonados a su suerte. Para Foucault, la

    modernidad del siglo xix es inseparable de la form

    a en que los m

    ecanismos de poder coinciden con nuevos m

    odos de

    17 Foucault, 1977.

  • LAS TCNICAS DEL OBSERVADOR

    subjetividad y, as, enumera un abanico de tcnicas locales y

    penetrantes surgidas para controlar, mantener y convertir en

    tiles las nuevas multiplicidades de individuos. La m

    odernizacin consiste en esta produccin de sujetos m

    anipulables a travs de lo que l llam

    a una cierta poltica del cuerpo, una cierta m

    anera de volver a un grupo de hombres dcil y til.

    Esta poltica requera la participacin de determinadas rela

    ciones de poder; apelaba a una tcnica de sujecin y objetivacin superpuestas, y acarre consigo nuevos procedim

    ientos de individualizacin.18

    Aunque

    Foucault analiza ostensiblemente

    instituciones disciplinarias com

    o las militares, las prisiones y las escuelas,

    tambin describe el papel de las recientem

    ente constituidas ciencias hum

    anas en la regulacin y modificacin del com

    portam

    iento de los individuos. La gestin y direccin de los sujetos dependa sobre todo de la acum

    ulacin de saberes acerca de stos, bien fuera en la m

    edicina, la educacin, la psicologa, la fisiologa, la racionalizacin del trabajo o el cuidado de los nios. D

    e estos saberes provino lo que Foucault denomina

    una tecnologa muy real, la tecnologa de los individuos, que,

    insiste, est inscrita en un proceso histrico amplio: el desa

    rrollo, aproximadam

    ente al mism

    o tiempo, de m

    uchas otras tecnologas

    agrarias, industriales, econmicas.19

    Fundamental para el desarrollo de estas nuevas tcnicas

    disciplinarias del sujeto fue la fijacin de normas cuantita

    tivas y estadsticas de comportam

    iento.20 La estimacin de

    18 Foucault, 1977:305.

    19 Foucault, 1977: 224-225.

    20 Para G

    eorges Canguilhem

    , los procesos de normalizacin se solapan

    con la modernizacin durante el siglo xix: A

    l igual que en la reform

    a pedaggica, la reforma hospitalaria expresa una dem

    anda de racionalizacin que tam

    bin aparece en la poltica, as como en la

    economa, bajo el efecto de una naciente m

    ecanizacin industrial, y que finalm

    ente acaba en lo que desde entonces se ha dado en llamar

    normalizacin. (C

    anguilhem, 1989: 237-238). C

    anguilhem afirm

    a que el verbo norm

    alizar se emplea por prim

    era vez en 1834.

    34

  • la normalidad en m

    edicina, psicologa y otros campos se

    convirti en una parte esencial de la constitucin del individuo segn los requerim

    ientos del poder institucional en el siglo xix, y fue a travs de estas disciplinas com

    o el sujeto se hizo, en cierto sentido, visible. Lo que m

    e interesa es ver cm

    o el individuo, en tanto observador, se convirti en un objeto de investigacin y en el lugar de un saber en las prim

    eras dcadas del 1800, y cm

    o se transform el estatuto del su

    jeto observador. Com

    o ya he indicado, la visin subjetiva era un objeto de estudio clave en las ciencias experim

    entales, una visin que haba sido extrada de las relaciones incorpreas de la cm

    ara oscura y reubicada en el cuerpo humano. Se trata

    de un desplazamiento sealado por el paso de la geom

    etra ptica de los siglos xvn

    y xvm a una geom

    etra fisiolgica que dom

    in los debates tanto cientficos como filosficos en

    torno a la visin en el siglo xix. As se acum

    ul conocimiento

    acerca del papel constitutivo del cuerpo en la aprehensin del m

    undo visible, y pronto se hizo obvio que la eficiencia y la racionalizacin de m

    uchas reas de la actividad huma

    na dependan de la informacin acerca de las capacidades

    del ojo humano. U

    n resultado de la nueva ptica fisiolgica fue exponer la idiosincrasia del ojo norm

    al. Las postim

    genes retinianas, la visin perifrica, la visin binocular y los um

    brales de atencin fueron estudiados en funcin de la determ

    inacin de normas y parm

    etros cuantificables. La extendida preocupacin por los defectos de la visin hum

    ana defini de m

    anera ms precisa an los contornos de lo nor

    mal, y gener nuevas tecnologas para im

    poner una visin norm

    ativa sobre el observador.A

    l mism

    o tiempo que se desarrollaron estas investigacio

    nes, se inventaron varios dispositivos pticos que ms tar

    de se convertiran en elementos propios de la cultura visual

    de masas del siglo xix. El fenaquistiscopio, una de entre

    las mltiples m

    quinas diseadas para simular la ilusin de

  • LAS TECNICAS DEL OBSERVADORm

    ovimiento, se produjo al am

    paro del estudio experimental

    de las post-imgenes retinianas; el estereoscopio, una form

    a dom

    inante de consumo de las im

    genes fotogrficas durante m

    s de medio siglo, fue desarrollado en principio en un

    esfuerzo por cuantificar y formalizar las operaciones fisio

    lgicas de la visin binocular. Lo importante, pues, es que

    estos componentes centrales del realism

    o decimonnico,

    de la cultura visual de masas, precedieron la invencin de la

    fotografa y en ningn modo requirieron de procedim

    ientos fotogrficos y ni tan siquiera del desarrollo de tcnicas de produccin m

    asiva. Ms bien, dependen inextricablem

    ente de una nueva ordenacin del conocim

    iento del cuerpo y la relacin constitutiva de ese conocim

    iento con el poder social. Estos aparatos son el resultado de una com

    pleja reconstruccin del individuo, en tanto observador, en algo calculable y regulable, y de la visin hum

    ana en algo mensurable y, por

    tanto, intercambiable.21 La estandarizacin de la im

    aginera visual durante el siglo xix debe entenderse, entonces, no slo en el contexto de las nuevas form

    as de reproduccin mecani

    zada, sino tambin en relacin a un proceso m

    s amplio de

    normalizacin y sujecin del observador. Si se produce una

    revolucin en la naturaleza y funcin del signo en el siglo xix, sta no acontece de m

    anera independiente a la reconstruccin del sujeto.22

    21 Entre 1800 y 1850, la m

    ensuracin adopta un papel fundamental en

    un amplio rango de ciencias fsicas. La fecha clave, segn Thom

    as K

    uhn, sera 1840 (K

    uhn, 1979: 219-220). La mism

    a conclusin sostiene Ian H

    acking: Ms o m

    enos a partir de 1800 se produce una avalancha de nm

    eros, sobre todo patente en las ciencias sociales... Q

    uiz un punto de inflexin se encuentre en 1832, el ao en que C

    harles Babbage, inventor de la computadora digital, public un

    breve panfleto en el que alentaba la publicacin de tablas de todos los nm

    eros constantes conocidos en las ciencias y en las artes. (H

    acking, 1983: 234-235).22

    La nocin baudrillardiana de un desplazamiento de los signos fijos

    de las sociedades feudales y aristocrticas al rgimen sim

    blico del intercam

    bio de la modernidad encuentra una transform

    acin recproca que Foucault articula en trm

    inos del individuo: El mom

    en

    36

  • Los lectores de Vigilar y castigar a m

    enudo han reparado en la declaracin categrica de Foucault, N

    uestra sociedad no es una sociedad del espectculo sino de la vigilancia... N

    o nos encontram

    os ni en el anfiteatro ni en el escenario, sino en la m

    quina panptica.23 Aunque este com

    entario se realiza en m

    edio de una comparacin entre los rdenes del poder en la

    antigedad y en la modernidad, el uso que Foucault hace del

    trmino espectculo est claram

    ente vinculado a las polm

    icas del post-68 francs. Cuando escribi el libro, a princi

    pios de la dcada de 1970, espectculo era una alusin obvia a los anlisis del capitalism

    o contemporneo llevados a cabo

    por Guy D

    ebord y otros.24 Podemos im

    aginarnos fcilmente

    el desdn de Foucault, quien haba escrito una de las mejo

    res meditaciones en torno a la m

    odernidad y el poder, hacia cualquier uso superficial o sim

    plista del espectculo como

    explicacin vlida para comprender cm

    o las masas son con

    troladas o embaucadas por las im

    genes de los medios.25

    Pero la oposicin foucaultiana entre vigilancia y espectculo parece pasar por alto hasta qu punto pueden coincidir los efectos de estos dos regm

    enes de poder. Al em

    plear el panptico de Bentham

    como un objeto terico de vital

    importancia, Foucault subraya incesantem

    ente los modos en

    que los sujetos humanos se convirtieron en objetos de obser

    vacin, bajo la forma del control institucional o de los estu-

    to que presenci la transicin de los mecanism

    os histrico-rituales de form

    acin de la individualidad a los mecanism

    os cientfico-dis- ciplinarios, en que lo norm

    al reemplaz a lo ancestral, y la m

    edida al estatus, sustituyendo as la individualidad del hom

    bre mem

    orable por la del hom

    bre calculable, ese mom

    ento en que las ciencias del hom

    bre se hicieron posibles es el mom

    ento en que una nueva tecnologa del poder y una nueva anatom

    a poltica del cuerpo se instauraron. (Foucault, 1979: 193).

    23 Foucault, 1979: 217

    24 D

    ebord, 1990. La primera edicin se public en Francia en 1967.

    25 A

    cerca de la posicin de la visin en el pensamiento de Foucault,

    vid. Deleuze, Foucault, 1988: 46-49. V

    id. tambin R

    ajchman, 1988:

    pp

    . 89-117.

    37 . l.A MODERNIDAD Y IiL PROBLEMA DEL OBSERVADOR

  • LAS TECNICAS DEL OBSERVADORdios cientficos o del com

    portamiento; pero deja de lado las

    nuevas formas m

    ediante las que la propia visin se convirti en un tipo de disciplina o m

    odo de trabajo. Los dispositivos visuales decim

    onnicos de los que me ocupo, no m

    enos que el panptico, im

    plicaron disposiciones de los cuerpos en el espacio, regulaciones de actividad y el despliegue de cuerpos individuales que codificaban y norm

    alizaban al observador en sistem

    as de consumo visual rgidam

    ente definidos. Fueron tcnicas para la adm

    inistracin de la atencin, para la im

    posicin de homogeneidad, procedim

    ientos anti-nmadas

    que fijaron y aislaron al observador empleando la particin

    y la celularidad... en las que el individuo es reducido en tanto que fuerza poltica. La cultura de m

    asas no se organiz a partir de un espacio secundario o superestructural de la prctica social; estaba com

    pletamente inserta en las m

    ismas

    transformaciones apuntadas por Foucault.

    No quiero decir con esto, sin em

    bargo, que la sociedad del espectculo aparezca repentinam

    ente en paralelo a los desarrollos que estoy enum

    erando. El espectculo, tal como

    Debord em

    plea el trmino, probablem

    ente no toma form

    a efectiva hasta pasadas varias dcadas del siglo xx.26 En este libro ofrezco algunas notas acerca de su prehistoria, acerca de los antecedentes tem

    pranos del espectculo. Debord, en un

    conocido pasaje, plantea uno de sus principales rasgos:

    El espectculo, como tendencia de hacer ver, a travs de dife

    rentes mediaciones especializadas, el m

    undo que ha dejado de

    ser directamente aprehensible, encuentra norm

    almente en la

    vista el sentido humano privilegiado que fue en otras pocas

    26 Siguiendo un breve com

    entario de Debord, he propuesto situar el

    comienzo de la sociedad del espectculo a finales de la dcada de

    1920, paralelamente a los orgenes tecnolgicos e institucionales de

    la televisin, los inicios del sonido sincronizado en el cine, el uso de las tcnicas de los m

    edios de masas por el partido nazi en A

    lemania,

    el auge del urbanismo y el fracaso poltico del surrealism

    o en Francia en m

    i Spectacle, Attention, C

    ounter-Mem

    ory (Crary, 1989).

    5r

    38

  • el tacto; el sentido ms abstracto, y el m

    s mistificable, corres

    ponde a la abstraccin generalizada de la sociedad actual.27

    As, en m

    i anlisis de la modernizacin y la reevaluacin de la

    visin, sealo cmo el sentido del tacto form

    parte integrante de las teoras clsicas de la visin en los siglos xvn

    y xv

    iil La disociacin de tacto y vista que le sigue tiene lugar en el m

    arco general de una separacin de los sentidos y de una reconfiguracin industrial del cuerpo que tiene lugar durante el siglo xix. U

    na vez que el tacto dej de ser un componente

    conceptual de la visin, el ojo se deslig de la red referencial encarnada en la tactilidad e inici una relacin subjetiva con el espacio percibido. Esta autonom

    izacin de la vista, que tuvo lugar en diferentes m

    bitos, fue una condicin histrica para la reconstruccin de un observador hecho a la m

    edida de las tareas del consum

    o espectacular. El aislamiento

    emprico de la visin no slo posibilit su cuantificacin y

    homogeneizacin, sino que tam

    bin permiti a los nuevos

    objetos de la visin (fueran mercancas, fotografas o el acto

    de percepcin en s mism

    o) asumir una identidad m

    istificada y abstracta, escindida de toda relacin con la posicin del observador dentro de un cam

    po unificado cognitivamente.

    El estereoscopio es un lugar cultural de gran importancia en

    el que esta brecha entre la tangibilidad y la visualidad se hace particularm

    ente evidente.Si Foucault describe algunas de las condiciones epistem

    olgicas e institucionales del observador del siglo xix, otros han estudiado m

    s concretamente la form

    a y la densidad del cam

    po en el que tuvo lugar la transformacin de la per

    cepcin. Quiz m

    s que ningn otro, Walter Benjam

    in ha analizado la heterognea textura de los acontecim

    ientos y objetos de los que estaba com

    puesto el observador de aquel

    27 D

    ebord,i990: sec. 18. [Cita traducida del original francs: G

    uy D

    e- bord, La Socit du spectacle (1967), Pars: G

    allimard, 1992, secc. 18,

    p.9. N.d.T

    .].

    39 . I.A MODERNIDAD Y EL PROBLEMA DEL OBSERVADOR

  • LAS TCNICAS DEL OBSERVADORsiglo. En diversos fragm

    entos de sus escritos, encontramos

    un observador ambulante constituido por la convergencia de

    nuevas tecnologas, de nuevos espacios urbanos y de nuevas funciones econm

    icas y simblicas de las im

    genes y los productos: form

    as de iluminacin artificial, nuevos usos de los

    espejos, arquitectura de cristal y acero, vas de tren, museos,

    jardines, fotografa, moda, m

    uchedumbres. La percepcin,

    para Benjamn, era sum

    amente tem

    poral y cintica, y deja claro cm

    o la modernidad subvierte la posibilidad m

    isma de

    un espectador contemplativo. N

    unca accedemos a un objeto

    en su pura unicidad; la visin siempre es m

    ltiple, contigua y superpuesta a otros objetos, deseos y vectores. N

    i siquiera el espacio petrificado del m

    useo es capaz de trascender un m

    undo en el que todo est en circulacin.N

    o debera pasar inadvertido un tema en general desaten

    dido por Benjamin: la pintura del siglo xix. Sencillam

    ente, sta no constituye un com

    ponente significativo del campo

    acerca del cual proporciona un rico inventario. Entre otras im

    plicaciones, esta omisin indica, ciertam

    ente, que la pintura no era para l un elem

    ento primordial en la reconfigu

    racin de la percepcin durante el siglo xix.18 El observador de pinturas, en el siglo xix, era tam

    bin un observador que consum

    a, a la vez, una gama proliferante de experiencias p

    ticas y sensoriales. En otras palabras, las pinturas producan y asum

    an sentido no en una suerte de aislamiento esttico

    imposible, ni en la continuidad de una tradicin de cdigos

    pictricos, sino dentro de un caos en expansin de imgenes,

    mercancas y estm

    ulos, como uno m

    s de entre otros mu

    chos elementos consum

    ibles y efmeros.

    Uno de los pocos artistas visuales de los que se ocupa Ben

    jamin es C

    harles Meryon, filtrado a travs de la sensibilidad

    28 V

    id., por ejemplo, Benjam

    in, 1978:151: Con el creciente alcance de

    los sistemas de com

    unicaciones, la importancia de la pintura en la

    comunicacin de inform

    acin ha quedado reducida.

    40

  • de Baudelaire.29 Meryon es im

    portante no por el contenido form

    al o iconogrfico de su obra, sino como ndice de una

    sensorialidad deteriorada que responde a las tempranas sacu

    didas de la modernizacin. Las inquietantes im

    genes de un Pars m

    edieval y mineral adquieren el valor de post-im

    genes de lugares y espacios destruidos desde los inicios de la renovacin urbana del Segundo Im

    perio. Y las nerviosas incisiones de sus ilustraciones grabadas sintom

    atizan la atrofia del trabajo artesanal frente a la reproduccin industrial en serie. El ejem

    plo de M

    eryon insiste en que la visin en el siglo xix era inseparable de la fugacidad - es decir, de nuevas tem

    poralidades, velocidades, experiencias de flujo y obsolescencia, una nueva densidad y sedim

    entacin de la estructura de la mem

    oria visual. Para Benjam

    in, la percepcin, dentro del contexto de la m

    odernidad, nunca revelaba el mundo com

    o presencia. El observador puede identificarse, por ejem

    plo, con un flanur, un consum

    idor mvil de una incesante sucesin de im

    genes ilusorias com

    o mercancas.30 Pero el dinam

    ismo destructivo de la

    modernizacin perm

    iti tambin una visin que resistira sus

    efectos, una percepcin revivificadora del presente envuelta en sus propias post-im

    genes histricas. Irnicamente, la percep

    cin estandarizada y desnaturalizada de las masas, para la

    que Benjamin intentaba conseguir alternativas radicales, deba

    la mayor parte de su fuerza, en el siglo xix, al estudio em

    prico y a la cuantificacin de las post-im

    genes retinianas y su tem

    poralidad especfica, como explicar en los captulos 3 y 4.

    La pintura del siglo xix fue tambin desatendida, por m

    otivos distintos, por los fundadores de la historia del arte m

    oderna, una generacin o dos antes de Benjam

    in. Resulta fcil olvidar que la historia del arte com

    o disciplina acadmica

    tiene sus orgenes en este mism

    o entorno decimonnico. Tres

    procesos desarrollados durante el siglo xix inseparables de la

    29 Benjam

    n, 1973: 86-89.30

    Vid. Buck-M

    orss, 1986: 99-140.

  • LAS TECNICAS DEL OBSERVADORinstitucionalizacin de la prctica histrico artstica son: (i) los m

    odos historicistas y evolucionistas de pensamiento que

    permitieron que las form

    as fueran ordenadas y clasificadas siguiendo un desarrollo tem

    poral; (2) las transformaciones

    sociopolticas implicadas en la creacin del tiem

    po de ocio y la em

    ancipacin cultural de sectores ms am

    plios de la poblacin urbana, uno de cuyos resultados fue el m

    useo de arte pblico; y (3) los nuevos m

    todos seriales de reproduccin de la im

    agen, que permitieron tanto la circulacin global com

    o la yuxtaposicin de copias cada vez m

    s fieles de obras de arte m

    uy diversas. Sin embrago, si la m

    odernidad del siglo xix constituy en parte la m

    atriz de la historia del arte, las obras de arte de esa m

    odernidad fueron excluidas de los esquem

    as explicativos y clasificatorios dominantes de la histo

    ria del arte, incluso ya iniciado el siglo xx.Por ejem

    plo, dos tradiciones fundamentales, una provenien

    te de Morelli y otra de la Escuela de W

    arburg, fueron incapaces o reticentes a incluir el arte del siglo xix dentro del m

    bito de sus investigaciones. Y

    esto a pesar de la relacin dialctica de estas prcticas con el m

    omento histrico de su propia aparicin:

    la erudicin morelliana interesada en la autora y la originalidad

    se produce cuando nuevas tecnologas y formas de intercam

    bio ponen en cuestin nociones com

    o la mano, la autora y la

    originalidad; y la bsqueda de formas sim

    blicas como expre

    sin de los fundamentos espirituales de una cultura unificada

    por parte de los eruditos de la escuela de Warburg coincide con

    una ansiedad cultural colectiva ante la ausencia o imposibilidad

    de tales formas en el presente. A

    s, estos modos superpuestos

    de historia del arte tomaron com

    o objetos privilegiados el arte figurativo de la A

    ntigedad y el Renacimiento.

    Lo interesante aqu es el perspicaz reconocimiento que

    comparten los fundadores de la historia del arte

    fuera su- blim

    inal o de otra especie de la discontinuidad fundam

    ental del arte del siglo xix respecto al de los siglos precedentes.

    42

  • Manifiestam

    ente, la discontinuidad que sentan no es la ya conocida ruptura de M

    anet y el impresionism

    o; se trataba m

    s bien de comprender por qu pintores tan diversos com

    o Ingres,

    Overbeck,

    Courbet,

    Delaroche,

    Meissonier,

    von K

    bell, Millais, G

    leyre, Friedrich, Cabanel, G

    erme y D

    e- lacroix (por nom

    brar tan slo unos pocos) encarnaron conjuntam

    ente un estilo de representacin mim

    tico y figurativo en apariencia sim

    ilar pero inquietantemente distinto del de

    sus predecesores. El silencio del historiador del arte, su indiferencia o incluso su desdn por el eclecticism

    o y las formas

    degradadas revelan que este perodo propona un lenguaje visual radicalm

    ente diferente que no poda ser sometido a

    los mism

    os mtodos de anlisis, al que no se le poda hacer

    hablar del mism

    o modo, que incluso no poda ser ledo.31

    El trabajo de generaciones posteriores de historiadores del arte, no obstante, pronto oscureci aquella intuicin inaugural de ruptura o diferencia. El siglo xix fue asim

    ilndose a la corriente dom

    inante de la disciplina sometindolo a un

    examen aparentem

    ente desapasionado y objetivo, de mane

    ra semejante a lo que haba ocurrido con anterioridad en el

    arte de la antigedad tarda. Pero con el fin de domesticar

    la extraeza ante la que sus predecesores haban retrocedido, los historiadores aplicaron al arte del siglo xix los m

    odelos tom

    ados del estudio del arte anterior.32 Al principio se trans

    firieron sobre todo las categoras formales desde la pintura del

    Renacimiento a los artistas del siglo xix, pero a com

    ienzos de la dcada de 1940 nociones com

    o los contenidos de clase y la im

    aginera popular se convirtieron en sustitutos de la ico

    31 La hostilidad hacia la m

    ayor parte del arte contemporneo en Burck

    hardt, Hildebrand, W

    olfflin, Riegl y Fiedler es analizada por M

    ichael Podro (Podro, 1982: 66-70).

    32 U

    no de los primeros intentos influyentes de im

    poner la metodolo

    ga y el vocabulario de la historia del arte temprana al siglo xix fue

    el de Walter Friedlander, (Friedlander, 1952; edicin original alem

    ana de 1930.) Friedlander describe la pintura francesa en trm

    inos de fases clsicas y barrocas alternantes.

  • nografa tradicional. Sin embargo, al insertar la pintura del

    siglo xix en una historia del arte continua y en un aparato discursivo exegtico unificado, se perdieron algunos rasgos de su diferencia esencial. Para recuperar esa diferencia, se debe reconocer cm

    o la creacin, el consumo y la efectividad de ese

    arte dependen de un observador y de una organizacin de lo visible que excede con m

    ucho el mbito de anlisis convencio

    nal de la historia del arte. El aislamiento de la pintura despus

    de la dcada de 1830 como una categora de estudio viable y

    autosuficiente se hace, como m

    nimo, altam

    ente problem

    tica. La circulacin y recepcin de toda la imaginera visual

    est tan prximam

    ente interrelacionada a mediados de siglo

    que ningn medio o form

    a de representacin visual cuenta ya con una identidad autnom

    a significativa. Los significados y efectos de cada im

    agen son siempre contiguos a este entorno

    sensorial sobrecargado y plural, y al observador que lo habita. Benjam

    in, por ejemplo, no vio el m

    useo de arte de mediados

    del siglo xix sino como uno de los num

    erosos espacios de sueo experim

    entados y atravesados por el observador, igual que los pasajes, los jardines botnicos, los m

    useos de cera, los casinos, las estaciones de tren y los centros com

    erciales.33N

    ietzsche describe la posicin del individuo que se encontraba dentro en este entorno en trm

    inos de una crisis de asim

    ilacin:

    Sensibilidad inmensam

    ente ms irritable;... abundancia de

    impresiones dispares m

    ayor que nunca antes: cosmopolita-

    nismo en la com

    ida, la literatura, los peridicos, las formas,

    los gustos, incluso los paisajes. El tempo de este influjo es

    prestissimo-, las im

    presiones se borran unas a otras; uno se

    resiste instintivamente a asim

    ilar, a asimilar nada profunda

    mente, a digerir nada. C

    omo resultado, se produce un de

    bilitamiento del poder de digerir; los hom

    bres desaprenden la

    33 V

    id. Benjamin, 1982, vol. 1: 510-523.

  • accin espontnea, y se contentan con meram

    ente reaccionar

    a los estmulos del exterior.34

    Al igual que Benjam

    in, Nietzsche socava aqu cualquier po

    sibilidad de espectador contemplativo, y plantea una con

    fusin anti-esttica como rasgo central de la m

    odernidad, que G

    eorg Simm

    el y otros analizaran despus en detalle. C

    uando Nietzsche em

    plea palabras cuasi-cientficas como

    influjo, adaptacin, reaccionar e irritabilidad, lo hace a propsito de un m

    undo que ya se ha reconfigurado en torno a com

    ponentes perceptivos nuevos. La modernidad, en

    este caso, coincide con el colapso de los modelos clsicos de

    visin y su espacio de representacin estable. En cambio, la

    observacin es, cada vez ms, una cuestin de sensaciones

    y estmulos equivalentes que no contienen referencia a una

    localizacin espacial. Lo que comienza en la dcada de 1820

    y 1830 es un reposicionamiento del observador fuera de las

    relaciones fijas interior/exterior que la cmara oscura presu

    pona y en un territorio no demarcado en el que la distincin

    entre sensacin interna y signos externos se difumina irrevo

    cablemente. Si alguna vez hubo una liberacin de la visin

    durante el siglo xix, es entonces cuando sucede por primera

    vez. En ausencia del modelo jurdico de la cm

    ara oscura, se produce una em

    ancipacin de la visin, un derrumbam

    iento de las rgidas estructuras que le haban dado form

    a y haban constituido sus objetos.

    Pero casi simultneam

    ente a esta disolucin final de un fundam

    ento trascendental de la visin emerge una plurali

    dad de medios para recodificar la actividad del ojo, para re

    gimentarla, para intensificar su productividad e im

    pedir su distraccin. A

    s, los imperativos de la m

    odernizacin capitalista, a la vez que dem

    olan el campo de la visin clsica, ge

    neraron tcnicas para imponer la atencin visual, racionali-

    34 N

    ietzsche, 1967: p. 47.

    45 . 1,A MODERNIDAD Y EL PROBLEMA DEL OBSERVADOR

  • zar la sensacin y administrar la percepcin. Fueron tcnicas

    disciplinarias que requirieron concebir la experiencia visual com

    o instrumental, m

    odificable y esencialmente abstracta, y

    que nunca permitieron que un m

    undo real adquiriera solidez o perm

    anencia. Una vez que la visin qued localizada en la

    inmediatez em

    prica del cuerpo del observador, perteneca al tiem

    po, al flujo, a la muerte. Las garantas de autoridad,

    identidad y universalidad suministradas por la cm

    ara oscura pertenecen ya a otra poca.

  • 2. La cmara oscura

    y su sujeto

    Este tipo de conocimiento parece el m

    s verdadero, el

    ms autntico, pues tiene al objeto ante s en su totalidad

    y complecin. Este hecho evidente, no obstante, es en rea

    lidad la clase ms abstracta y m

    s pobre de verdad.

    G

    .W.F. H

    egel

    En las discusiones m

    etodolgicas prevalece una tendencia

    a abordar los problemas del conocim

    iento, por as decirlo,

    sub specie aeternitatis. Los enunciados son comparados

    entre s sin atender a su historia y sin tener en cuenta que

    podran pertenecer a estratos histricos diferentes.

    Paul Feyerabend

    La mayor parte de los intentos de teorizar la visin y la vi

    sualidad se relacionan con modelos que insisten en una tra

    dicin visual occidental continua e integradora. Desde luego,

    a menudo se hace estratgicam

    ente necesario esbozar una tradicin especulativa o escpica que dom

    ina ininterrumpi

    damente la historia de la visin en occidente: por ejem

    plo, desde Platn hasta la actualidad, o desde el Q

    uattrocento hasta finales del siglo xix. M

    i propsito no es tanto proponer argum

    entos en contra de tales modelos

    que no dejan de tener su utilidad

    como, m

    s bien, subrayar que existen im

    portantes discontinuidades que han quedado empaadas por

    estas construcciones monolticas. Lo que m

    e interesa tam

    bin aqu, ms concretam

    ente, es analizar una idea que se ha

  • LAS TECNICAS DEL OBSERVADORconvertido en prcticam

    ente ubicua y que, an hoy, contina articulndose de varias form

    as: la idea de que la aparicin de la fotografa y el cine en el siglo xix es la realizacin o el cum

    plimiento de un largo desarrollo tecnolgico y/o ideol

    gico que tuvo lugar en occidente y a travs del cual la cmara

    oscura evolucion hasta la cmara fotogrfica. Este esque

    ma im

    plica que, en cada etapa de dicha evolucin, perma

    neceran vigentes los mism

    os presupuestos sobre la relacin del observador con el m

    undo exterior. Podramos enum

    erar una docena de libros sobre la historia del cine o la fotografa en cuyo prim

    er captulo aparece el obligado grabado del siglo x

    vii representando una cm

    ara oscura, como si se tratara

    de una especie de forma incipiente o inaugural dentro de una

    larga escala evolutiva.Estos m

    odelos de continuidad han sido empleados por

    historiadores de posiciones polticas divergentes e, incluso, antitticas. Los conservadores tienden a proponer el relato de un progreso siem

    pre creciente hacia la verosimilitud de

    la representacin; en ste, la perspectiva renacentista y la fotografa se encuadran dentro de la m

    isma bsqueda de un

    equivalente totalmente objetivo de la visin natural. En

    estas historias de la ciencia o la cultura, la cmara oscura

    se muestra com

    o una etapa del desarrollo de las ciencias de la observacin en los siglos xvii y xvm

    en Europa. La acum

    ulacin de conocimientos acerca de la luz, las lentes y el

    ojo se convierten en parte de una secuencia progresiva de descubrim

    ientos y logros que se dirigen hacia un estudio y representacin cada vez m

    s exactos del mundo fsico. Entre

    los acontecimientos que suelen destacarse en esta secuencia

    figuran la invencin de la perspectiva lineal en el siglo xv, la carrera de G

    alileo, la obra inductiva de New

    ton y la aparicin del em

    pirismo britnico.

    Por su parte, los historiadores radicales suelen considerar a la cm

    ara oscura y el cine estrechamente vinculados a un

    48

  • mism

    o aparato de poder poltico y social que, elaborado en el curso de varios siglos, contina disciplinando y regulando el estatus del observador. La cm

    ara es, as, para algunos, un indicio ejem

    plar de la naturaleza ideolgica de la representacin, al encarnar las presunciones epistem

    olgicas del hum

    anismo burgus. A

    menudo se com

    enta que el aparato cinem

    tico, que aparece entre finales del siglo xix y principios del xx, perpeta, si bien bajo form

    as cada vez ms dife

    renciadas, la mism

    a ideologa de la representacin y el mism

    o sujeto trascendental.

    Mi intencin en este captulo es articular el m

    odelo de visin de la cm

    ara oscura en los parmetros de su especificidad

    histrica, para, a continuacin, indicar cmo este m

    odelo se derrum

    b en las dcadas de 1820 y 1830, durante las cuales fue desplazado por concepciones radicalm

    ente diferentes sobre la naturaleza del observador y los factores constituyentes de la visin. Si, avanzado el siglo xix, el cine o la fotografa parecen suscitar com

    paraciones formales con la cm

    ara oscura, no es sino dentro de un entorno social, cultural y cientfico en el que ya haba tenido lugar una profunda ruptura con las condiciones de visin presupuestas por este dispositivo.

    Desde hace al m

    enos dos mil aos sabem

    os que cuando la luz pasa a travs de un pequeo agujero a un interior cerrado y oscuro, en la pared opuesta a la oquedad aparece una im

    agen invertida. Pensadores tan distantes entre s com

    o Euclides, A

    ristteles, Al-H

    azen, Roger Bacon, Leonardo y K

    epler repararon en este fenm

    eno y especularon de varias formas la

    medida en que sera o no anlogo a la visin hum

    ana. La larga historia de estas observaciones an est por escribirse, y excede los propsitos y el lim

    itado alcance de este captulo.Es im

    portante, no obstante, distinguir entre el hecho em

    prico perdurable que permite tal form

    a de producir imge-

    49 .. La c m a r a o sc u r a y su s u j e t o

  • Cm

    ara oscura porttil. Mediados del siglo xxm

    .

    50

  • nes y la cmara oscura en tanto artefacto construido histri

    camente. En efecto, la cm

    ara oscura no era simplem

    ente una m

    quina inerte y neutral o un conjunto de premisas tcnicas

    retocadas y mejoradas con los aos; al contrario, estaba ins

    crita en una ordenacin ms am

    plia y densa del conocimiento

    y del sujeto observador. En trminos histricos, debem

    os reconocer que, durante cerca de doscientos aos, desde finales del siglo xvi y hasta las postrim

    eras del xvn, los principios

    estructurales y pticos de la cmara oscura se conjugaron en

    un paradigma dom

    inante a travs del que fueron descritos el estatus y las posibilidades del observador. Subrayo que este paradigm

    a era dominante aunque, obviam

    ente, no exclusivo. D

    urante los siglos xvn y xvm

    la cmara oscura fue, indis

    cutiblemente, el m

    odelo ms utilizado para explicar la visin

    humana y para representar la relacin del sujeto perceptor

    y la posicin de un sujeto cognoscente respecto del mundo

    externo. Este problemtico objeto era m

    ucho ms que un

    simple dispositivo ptico. D

    urante ms de doscientos aos

    pervivi como m

    etfora filosfica, como m

    odelo de la ciencia de la ptica fsica, y

    tambin com

    o aparato tcnico usado en gran cantidad de actividades culturales.1 D

    urante dos siglos perm

    iti explicar, tanto para el pensamiento racionalis

    ta como para el em

    pirista, cmo la observacin conduce a

    deducciones verdicas sobre el mundo; al m

    ismo tiem

    po, en tanto que objeto m

    aterial, ese modelo era un m

    edio amplia

    mente utilizado para observar el m

    undo visible, un instru

    i La extensa literatura sobre la cm

    ara oscura es resumida en Scharf,

    1974 y en Gow

    ing, 1952. Estudios generales que no se m

    encionan en estas obras son M

    oritz von Rohr, Z

    ur Etw

    icklung der dunkeln K

    amm

    er (Berlin, 1925) yjoh

    n J. H

    amm

    ond, The Cam

    era Obscura: A

    C

    hronicle (Bristol, 1981). Para informacin valiosa acerca de los usos

    de la cmara oscura en el siglo xvm

    , vid. Fritsche, 1936:158-194, y G

    ioseffi, 1959. Entre los trabajos sobre el uso artstico de la cmara

    oscura en el siglo xvn se encuentran: Seym

    our, 1964: 323-331; Fink, 1971: 493-505.; M

    ayor, 1946: 15-26; Schwarz, 1966: 170-180; W

    hee- lock, 1977; Zinder, 1980: 499-526.

  • ment de entretenim

    iento popular, investigacin cientfica y prctica artstica. Si el funcionam

    iento formal de la cm

    ara oscura en tanto esquem

    a abstracto se ha mantenido constan

    te, la funcin del dispositivo o de la metfora ha fluctuado

    decisivamente dentro de un cam

    po social o discursivo efectivos. El destino del paradigm

    a cmara oscura durante el siglo

    xix constituye un buen ejemplo de esto.2 En los textos de

    Marx, Bergson, Freud y otros, el m

    ismo aparato que un siglo

    antes haba sido lugar de la verdad se convierte en modelo de

    procedimientos y fuerzas que ocultan, invierten y m

    istifican esa verdad.3

    As pues, qu m

    e permite sugerir que el estatus de la c

    mara oscura m

    antiene una coherencia comn durante los si

    glos xvn y xvm

    y proponer esta amplia extensin tem

    poral com

    o unidad? La constitucin fsica y operativa de la cma

    ra oscura experiment, sin duda, continuas m

    odificaciones durante este perodo.4 Los prim

    eros dispositivos porttiles, por ejem

    plo, se empezaron a usar hacia 1650, y hacia fin