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EL PRESIDIO DE rSLo que e* la i&la "Uffla* ^ifuera òcmòe Ha esiaMcciòc la recimie ©ctonia QPeual SANTIAGO DE CHILE IMPRENTA X ENCUADERNACION, GALVEZ 370 1909

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EL PRESIDIO

DE

rSLo que e * la i&la "Uffla* ^ i f u e r a

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SANTIAGO DE CHILE IMPRENTA X ENCUADERNACION, GALVEZ 370

1909

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SANTIAGO DE CHILE IMPRENTA I ENCUADERNACION, GAL VEZ 370

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EL PRESIDIO DE

JUAN FERNANDEZ

«Los presidios remotos no son ni pueden ser sinó focos mal apagados de nuevos deli-tos sobre los delitos que en ellos se van a espiar.»

«Todos los levantamientos en las islas de Juan Fernández i en Magallanes han comen-zado en las guarniciones, es decir, en los custodios de los presidarios asociados a és-tos por un sentimiento común e inestingui-ble al amor a la libertad».

Es un engaño el castigo i el escarmiento en lejanos presidios, cuando los guardianes patrocinan a los pénalos».

B . V I C Ü S A MACKENNA.

I

Es ya del dominio público, que el 27 de abril pa-sado, salieron de la Penitenciaría de Santiago en di-rección a Valparaíso, setenta reos de los de mejor conducta con sus respectivas mujeres e hijos, los que fueron embarcados en el Maipo i se les condujo a Juan Fernández, para establecerlos en la isla lia-

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mada «Mas Afuera» con el objeto de que allí cum-plan sus condenas i que en breve irán otros tantos presidarios para completar la dotacion acordada por el Gobierno.

Se agrega que el Director de la colonia penal, es un antiguo empleado de la Penitenciaría de Santia-go, don Eduardo Contardo Chavarria, que es un hombre competente i capaz de formar allí un presidio a la moderna i que no es un matador de presos.

Ante todo, ¿qué cosa es Juan Fernández al pre-sente? Es gobernación, o es una simple subdelega-cion de Yalparaiso? Nos hacemos esta pregunta porque en un tiempo fué gobernación i despues des-cendió a ser una simple subdelegacion del departa-mento de Valparaíso. Mas actualmente creemos que no es ni una ni otra cosa i nos fundamos para ello en que en la división territorial de dieho departamen-to ya no se hace figurar a Juan Fernández; pero algo al fin tiene que ser.

Si es subdelegacion ¿cuantos distritos tiene, quien es el subdelegado, quien es el juez de subdelegacion que administre justicia? Nada de esto se sabe.

¿Quién es el oficial del Bejistro Civil, porque allí indudablemente habrá matrimonios, defunciones i nacimientos que anotar? La prensa no ha ilustrado al público sobre estos puntos. Solo se sabe que hai un Director de la colonia penal para los presos, pe-ro él no es autoridad para los demás que no viven allí en clase de reos; un capellan, que ha ido tropa de línea para custodiar a los presos i por cierto que habrá oficiales a cargo de esas fuerzas. ¿Quién es el jefe de ella i a quien obedece esa tropa que desde luego podemos llamar la fija, de Juan Fernández? La manda el jefe militar o sobre ella está el Director señor Contardo?

Si allí se cometen delitos comunes ¿qué juez ins-

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truye los procesos i quien castiga las faltas? I una vez terminado el sumario, que según la lei solo pue-de hacerlo el juez de subdelegacion i no ninguna autoridad administrativa ¿a donde se manda al reo con los antecedentes para que lo continué un juez de letras, que oiga al reo i falle, una vez que aquel se defienda, porque nadie puede ser condenado sin ser oido?

Nuestro sistema, judicial es bien conocido i debe ser observado en los lugares a donde se estienda la soberanía de Chile, sin que se puedan hacer escep-ciones con los relegados de Juan Fernández ni con los habitantes de allí que 110 están en calidad de reos. Nadie dudará que en esos parajes se pueden co-meter delitos de lesiones, hurtos, robos, adulterios, asesinatos, engaños, etc., ya por los reos entre sí o bien por otros i esos delitos exijen un juez por lo menos de subdelegacion que practique las primeras actuaciones, porque no hemos de suponer que allí se va a vivir en Jauja.

Estas cuestiones que enunciamos brevemente i que son de una importancia capital para el porvenir de esa colonia, no carecen de importancia i es nece-sario preocuparse de ellas.

I I

Antes de entrar en materia sobre el objetivo de este estudio, es necesario dar a conocer a Juan Fer-nández así como su pasado, en cada vez que ha sido presidio, porque de otro modo no se podrá apreciar la existencia de reos en «Mas Afuera».

Las islas de Juan Fernández están situadas en el Pacífico i fueron descubiertas en 1563 según unos.

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i esto es lo mas seguro, i en 1583 o 1584 según otros, bajo el gobierno de don Alonso de Sotoma-yor, por el piloto Juan Fernández en viaje que ha-cía del Callao a Chile, viajes que en esa época] se hacían en buques de vela, que en el mejor de los casos no demoraban ménos de ocho meses i que~el referido piloto realizó en un mes, por cuya causa se le tuvo por brujo. ¿I cómo pudo este piloto acortar la distancia? Dice que se apartó 40 grados de la cos-ta i navegando entre el oeste i el suroeste llegó así a esa isla, es decii que desde que abandonó el Callao se hizo al este i despues al sur con poca declinación i así verificó su descubrimiento i de esa isla avanzó a las costas de Chile, que era el término de su viaje.

Distan las islas de Juan Fernández solo 670 kiló-metros, o sean 177 leguas chilenas de Valparaíso, cuya navegación a vapor se hace al presente en se-senta horas.

El hecho cierto i comprobado es, que ya sea en premio o por abandono de esas islas, a quien el des-cubridor les diera su nombre, le fueron cedidas, siendo el piloto su primer colono i su primer pobla-dor, a donde se marchó con su mujer, cuatro com-pañeros mas, cuatro cabras, i algunos indios; que tra-bajó ranchos de paja para viviendas i que despues de algún tiempo, viendo que de allí no sacaba un provecho notable, abandonó la isla en Julio de 1582, estableciéndose al norte del rio Quillota en Acon-cagua, contando por esta época por lo menos ochenta años de edad, gobernando en Chile Oñez de Loyola, que recién se hacía cargo del mando.

Juan Fernándoz casóse en su nueva residencia en segundas nupcias con la joven doña Francisca de Soria, de cuyo matrimonio le nació un hijo, a quien bautizó con su mismo nombre, muriendo él talvez antes de 1604, cuando contaba un siglo de edad.

Juan Fernández al abandonar su isla la cedió a

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un amigo, que también se llamaba Juan Fernández, que había militado por mas de 40 años en las gue-rras de Arauco al lado del Maestre de Campo don Juan Fernández Rebolledo. Este segundo propieta-rio de la isla la cedió a su vez a los Padres Jesuítas a cuya orden ingresó para concluir allí sus dias i prepararse para el viaje eterno por ser ya anciano.

En 1664 visitó la isla el Padre Superior de la Or-den, Fray Diego Rosales, i derramó en sus quebra-das i planicie semillas de árboles que había cuidado de llevar, así como de algunas hortalizas, todo lo que fructificó admirablemente.

Las cabras que llevó el piloto Juan Fernández se habían multiplicado a tal estremo que el terreno de los bosques era ya estrecho para contenerlas i fué preciso enviar perros para es terminarlas.

I I I

La isla de Juan Fernández se divide en dos par-tes que se llaman: una Mas a Tierra i otra Mas Afuera.

La primera, que es la mas oriental, es montañosa llena de árboles de varias clases. Tiene un puerto que se llama Cumberlant o San Juan Bautista; su playa es arenosa i a continuación sigue un hermoso valle i de sus altas cumbres se despeña un torrente de agua dulce i agradable, que despues de pasar por diversos canales cae al mar.

El puerto de San Juan Bautista está matemática i astronómicamente en el paralelo de nuestro puer-to de San Antonio de las Bodegas, sin discrepar ni un segundo, a los 33 grados cabales.

La forma de la isla de Mas a Tierra, de que nos

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estábamos ocupando, es triangular, pero vista por cualesquiera de sus horizontes, es larga i angosta, siendo su mayor estension de cinco a seis leguas de largo i dos en su parte mas estrecha.

El señor Astaburuaga, en su Diccionario Jeográ-fico, le asigna de 20 a 25 kilómetros de largo por 9 a 10 de ancho.

Esta isla divisada desde el mar i a distancia de cinco a seis leguas de la costa, por rumbo de orien-te, seméjase a un inmenso lagarto de granito.

En su mitad es esta isla alta, boscosa, fértil, se encuentra majestuosamente a 900 metros de altura, sobre todos sus desgarrados picos, la alta meceta del «Yunque» que en mas de una ocasion tendremos que hablar de ella. Está en la parte oriental i es la parte mas cilticl i se encuentra situado al sur del puerto de San Juan Bautista, elevándose 1,040 varas sobre el nivel del mar.

El resto de la isla, al suroeste, es completamente aplastado, arenoso i casi estéril.

En jeneral, el clima de Mas Afuera es húmedo i excesivamente lluvioso, siendo visitada por los ven-tarrones del suroeste, que se engolfan en sus quebra-das i al descender esos vendábales al mar suspen-den las olas en el aire, como inmensas montañas de espumas i en escalas sucesivas «que imitan al apa-rato de un ejército de jigantes haciendo fuego por batallones».

El período de las lluvias es de abril a setiembre; pero de octubre a marzo, salvo los recios vientos que azotan, el tiempo se mantiene bueno i el cielo des-pejado.

Cuando «El Yunque» está cubierto es la señal in-falible de bonanza tanto para los isleños como para los navegantes, tal como sucede con lo que en Val-paraíso se llama la «Silla del Gobernador».

Los montes de la isla prestan especial protección

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a la bahia contra los vientos nortes i contra el sur i es por esta causa que los puertos de Juan Fernán-dez son mejores surjideros de invierno que de estío.

El puerto de San Juan Bautista es abrigado al sur; pero en el invierno está espuesto a los peligro-sos golpes dé mar, por ser allí el norte mui furioso, lo que lo hace ser inseguro por las grandes ráfagas de viento que rechaza el «Yunque» sobre su surgi-dero.

El fondo del puerto es de fango, lama i conchue-la, que no da firme asidero a las anclas. La bahia es sumamente profunda i los buques a vapor pueden acercarse hasta pocas brazas de la playa, lo que nos manifiesta que al gobierno no le es difícil hacer allí un muelle de atraque, que prestaría muchas venta-jas a los buques i al comercio, sobre todo para^l fácil desembarco de las personas, puesto que a cable i medio de la playa hai 50 brazas de agua.

I V

A ámbos lados del puerto de San Juan Bautista se encuentran dos caletas: hácia el suroeste está el Puerto Francés, que dista de siete a ocho kilóme-tros de aquel, i hacia el norte está el Puerto Ingles con una buena aguada i mas cercano que el anterior del de San Juan Bautista. Entre aquellos puertos corren por espacio de una milla horribles farellones completamente perpendiculares i que se levantan a la altura de 1,250 pies, siendo este paraje denomi-nado por los pescadores «Sal si puedes», terminan-do en la punta de Santa Clara, a la entrada del puer-to de San Juan Bautista.

Se llama «Bahia de la Baqueria» a una esplanada

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de la costa formada de arena, que forma el sitio donde antes habitaban los gobernadores de la colo-nia, encontrándose en estos sitios la pesca mas abundante de la isla, principalmente en las rocas llamadas «Juanango».

Dando vuelta franca a la isla se encuentra la 'iPunta del viudo» i mas allá en la estremidad occi-dental de ella, está la llamada Isla de los Negros.

A la estremidad meridional de «Mas a Tierra», se llama «Punta de la isla» encontrándose a su vecin-dad la hospitalaria bahia «Del Padre», la que es inaccesible por lo acantilado de sus farellones, como lo es la llamada «De Villagra», que mira hacia el oriente.

Por el lado opuesto del promontorio mas seten-trional, está la bahia «Del Bacalao», que es donde comienza la formacion del puerto de San Juan Bau-tista, que hace fuego con la punta denominada «Gruesa Ballena», o sea «Hueso de Ballena».

A la estremidad de esta isla «Mas a Tierra», se encuentra el islote de «Santa Clara», que dista una i media milla de la punta suroeste de Juan Fernández.

Este islote es formado de cerros bajos i escarpa-dos, siendo su circunferencia de cuatro millas con 1,140 pies de alto.

Este islote ha servido de cárcel no tan solo a los condenados incorrejibles sino también a caballeros respetables enviados allí por asuntos políticos, re-cordando entre otros a don Nicolás Pradel, deporta-do allí por Portales, con instrucciones reservadas, solo por haber publicado un artículo manifestando su opinion contraria a que se llevara a efeeto la guerra al Perú, en tiempos del titulado protector Santa Cruz.

Santa Clara está separada de la isla grande o sea de Más a Tierra por un canal cuyo cauce es de ocho

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cuadras, siendo malo i alevoso por su terrible co-rriente.

y

I continuando el estudio de la isla de Mas a Tie-rra, debemos decir que es algo cómoda, aunque ca-rece de mucha estension de llanos para siembras i cultivos. En su costa abunda el rico bacalao i otros exelentes peces, la apetecida langosta, los lobos ma-rinos, pesca provechosa por el valor de sus cueros i por el aceite que se estrae de ellos.

En San Juan Bautista se encuentra en ruinas el asiento de la antigua colonia española, la capilla, el cuartel i otras dependencias.

Esta isla es rica en pastos i por sus costantes llu-vias se mantiene verde todo el año. Abundan en ella los elegantes helechos, la hermosa palma chon-ta i se encontraba hasta no hace muchos años el sándalo que igualaba al de oriente, pero que al pre-sente ha desaparecido, talvez por la codicia de los gobernadores que por sacar plata la agotaron.

El «Yunque», que como esta isla, es resto de al-gún volcan i por eso a la distancia parece que arro-ja fuego, i en jeneral ambas islas, la Mas a Tierra i la Mas Afuera, son volcánicas, como lo han asegu-rado los hombres de ciencia que las han visitado.

La parte occidental de Mas a Tierra es compara-tivamente baja, llana, seca i desprovista de árboles, al paso que su parte oriental i boreal está casi cu-bierta de bosques sombríos i es aquí donde la palma chonta eleva sus preciosas copos. Los helechos se encuentran en la tierra firme.

Crece también en esta parte el naranjülo, excelente madera para todo uso i principalmente para construc-

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ciones, que se parece mucho a la haya europea, te-niendo la cualidad de ser incorruptible por el agua. Se "encuentra ahí el peralülo, que es una madera que sirve para toda clase de carpintería de banco i para muebles. Abunda el pangue de hojas jigan-tescas, no faltando tampoco el maqui i el parqui chi-leno, así como el cerezo, el membrillo, el ciruelo, la higuera, el durazno, las frutillas i la parra i si al pre-sente no existiera algo de esta ya sabemos que todo allí se puede cultivar i que con el cuidado del hom-bre todo se produce ya que el clima lo permite, cosa que nada de esto se encuentra ni es posible acari-ciarlo en la estéril isla de Mas Afuera a donde se ha instalado la colonia penal, olvidando que ha de-bido ser en la de Mas a Tierra para que esos infeli-ces no vayan a sufrir tanto, sobre todo desde que se les ha permitido llevar a sus familias.

Ellos van a saber que en la isla grande existe to-do esto i ademas el rico pescado i la abundante lan-gosta sin poderlo saborear. Divisarán, como Moisés, la tierra prometida sin poder entrar a ella.

En el mismo puerto de San Juan Bautista i mi-rando al mar era donde estaban las antiguas fortifi-caciones así como el castillo de Santa Bárbara tra-bajado por los españoles.

Los reos en esta isla vivían entonces en comuni-dad, en grandes cuevas abiertas debajo de la tierra que tenían de 20 a 25 varas de largo.

El Fuerte llegó a estar dotado hasta de 41 caño-nes i de ordinario habia allí mas de cien reos con otros tantos soldados para custodiarlos.

Los pobladores libres vivían en las quebradas i se ocupaban del cultivo de las legumbres i de la pes-ca en la playa, gastándose en atender a la colonia de seis a ocho mil pesos de buena moneda al año, presupuesto que se fué elevando hasta cerca de 30,000 pesos,

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Aparte délas aves de rapiña i de otros pájaros que atacaban las siembras i las crias de las cabras i de las ovejas, habia i debe haber al presente, una canti-dad enorme de ratas que no era posible esterminar-las i que atacaban de dia i de noche, teniendo cada poblador para su resguardo por lo menos seis gatos, no bastando esto para que se vieran libres de tan incómodo enemigo.

V I

Ya que conocemos lo que era la isla de Mas a Tie-rra, veámos ahora como era i es la llamada «Mas Afuera,» a donde se han conducido los reos estraidos de la Penitenciaría de Santiago. Está situada a 92 millas o sea 30 leguas de la de «Mas a Tierra,» por lo que es difícil pasar de una a otra isla. Es ésta una inmensa mole de rocas, donde cuesta al hombre dar un paso para avanzar en ella. No tiene ningún puerto i solo se divisan aves de rapiña, siendo solo visitada por los que allí son arrojados por algún naufrajio i logran salvar sus vidas.

El largo de esta isla es 9 millas por 2\ de ancho, lo que equivale a tener 34 millas en área o sea 13 kilómetros cuadrados i allí es donde se piensa ha-cer una colonia penal.

Es plana i solo en la cumbre puede ser pastoril, te-niendo parajes dos veces mas altos que el montado «Yunque» de la otra isla, o sea a un nivel de 6036 pies sobre el mar.

La forma de esta isla es la de un monte redondo, elevado i tan escarpado al mar que es por todas par-te» inaccesible, pero de su cumbre se precipitan arro-yos crecidos que se despeñan al mar.

Las costas de esta isla son desiertas por ser mal

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sanas i solo iban a ellas los que se ocupaban de la matanza de lobos, divisándose de vez en cuando al-gunos buques balleneros que se ocupaban de este negocio.

La isla de «Mas Afuera» e& pues un solitario pa-raje i solo se han mandado allí, antes de ahora, a reos contra los que habia manifiesto" deseo de que desaparecieran del mundo de los vivos.

Sin embargo, es en esta isla donde se está estable-ciendo la colonia penal. ¿Cómo se salvarán las difi-cultades i como se hará habitable i agrícola esta isla pequeña i donde nada existe?

No lo sabemos. Indudablemente que será esta una temida prisión,

ya que ni aun son tierras altas, ni se prestan para el pastoreo ni de cabras ni de ovejas, siendo ademas que sus crias serán deboradas por los famosos agui-luchos i sus habitantes mortificados por esa inmen-sa plaga de ratones.

Habrá pues que reaccionar i trasplantar la colonia penal a Mas a Tierra ya que esta isla no tan solo es grande sinó también hospitalaria i agrícola, per-diéndose lo que se trabaje en Mas Afuera.

Esto tendrá que suceder mas tarde si nuestros gobernantes insisten en mantener este lejano presi-dio.

V I I

Recordemos ahora lo que ha sido Juan Fernan-dez como presidio.

Sin duda alguna que los Padres de la Compañía de Jesús no hicieron caso de esta isla, porque en rea-lidad era para ellos un elefante blanco. Los viajes costaban caro i como tenían buenas estancias donde

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criar ganados, nada sacarían de esta apartada isla. Tampoco les era fácil poblarla i tal empresa no era propia para ellos i sin duda por eso la abandonaron sin acordarse mas de que tal isla existia.

La España no permitía a nación alguna comerciar con sus colonias de América i ademas se creia due-ña del Pacífico. Entonces comensaron a salir de Europa aventureros que denominaron bucaneros o forbantes, lo que equivalía decir salteadores de mar, que atacaban i arruinaban los puertos i el comercio español, capturando por asalto las naves que no lo-graban escapar de esos corsarios.

Estas espediciones se refujiaban en Juan Fernan-dez, siendo éste un excelente punto de apoyo de to-dos los aventureros del Pacífico, o como dijo el in-nolvidable Benjamín Yicuña Mackenna, Juan Fer-nandez era la garita del ancho océano i a donde se dejaban a los enfermos, resagados i a los que no !es convenia o no querían continuar a bordo en tales empresas.

También encontraban allí albergue los náufragos que podían salvar.

Nuestro objeto no es narrar la historia de esos aventureros ni contar tampoco las desgracia de Sel-kerke, a quien dejara abandonado en la isla el capi-tan Stralingen en 1704 i que de allí lo sacó el capitan Rogers en 1709 i de donde Daniel de Foe encontró tema para su fantástica novela, que llamó «Robison Cruzoe.»

Dejando todo eso a un lado, nos basta decir que ni los Virreyes del Perú ni los gobernadores de Chile podían librarse de los piratas i que como el perjui-cio era tan grande la Corte de Madrid mandó al Ca-llao al Almirante D. Francisco Orosco con dos po-derosas fragatas con 60 cañones cada una, que lle-garon a aguas del Perú el 21 de abril de 1748, man-dándolas en el acto el Virrey D. José deMonso visi-

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t a r a Juan Fernandez a fines de 1749, regresando Orosco dando cuenta que habia encontrado desierta a la isla. Mas como no era posible mantenerla de-sierta i en abandono resolvió el monarca español to-mar posesion estable de Juan Fernandez i defenderla, antes que la Inglaterra se apoderara de ella. A este fin dictó la real cédula de fecha 7 de marzo de 1749, en la que ordenaba que se poblara la isla i que a to-da costa se defendiera contra los ingleses.

Era gobernador de Chile por esta época, D. Domin-go Ortiz de Rozas, quien al recibir esa orden mandó que de Concepción se remitiera a la mayor celeridad los primeros soldados, los primeros colonos, ovejas i semillas parít la empresa, mientras de Lima se en-viaban los arcabuces, la pólvora, los cañones, el plo-mo i la plata.

V I I I

Del antiguo Penco partió un buque fletado espre-samente para ese servicio, dándose a la vela para la isla el 11 de marzo de 1750, llevando una compañia del batallón fijo de Concepción i ademas 17, colonos i 22 presidarios para los trabajos de fortificación en la bahia.

Se nombró de gobernador de la isla al Teniente Coronel don Juan Navarro Santaella, quien se tras-ladó a ejercer su cargo con su mujer e hijos.

Este gobernador echó la planta de la futura ciu-dad a la lengua del mar o sea a la orilla de la costa, así como la fortaleza que denominó «Santa Bárbara.» Trabajó la iglesia parroquial bajo la advocación de San Antonio, llamando al puerto San Juan Bautista.

La colonia comenzó con malos auspicios, porque en la noche del 25 de mayo de 1751, hubo un gran

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terremoto, por cuya causa el mar se precipitó sobre la playa i en su retiro se llevó 38 pobladores i entre éstos al gobernador, a su esposa, hijos i servidum-bre, todo el armamento de la guarnición i se hundió el castillo de Santa Bárbara.

Esta fatal ola era la misma que acababa de su-merjir a Concepción i que en Valparaiso innundó todo el Almendral llegando hasta el templo de la Merced, que lo echó a tierra, deteniéndose en el al-tar mayor de la iglesia.

Se envió entonces de Santiago un nuevo goberna-dor, que lo fué don Francisco Espejo, el que luego fué reemplazado por el capitan don Manuel Castel Blan-co, nombrado por el Virrey de Lima.

Este gobernador mudó entonces la planta de la poblacion mas adentro, para ponerla en seguro del mar i de los vientos.

I cuando la colonia presidio solo contaba con diez años de mísera, existencia, el Presidente de Chile, Gruill i Gronzaga resolvió despoblarla a causa de la cruenta guerra de España con los ingleses, cre-yendo así ponerla acubierta de un golpe de mano del enemigo.

El Virrey Amat reprobó ese paso cuando tuvo co-nocimiento de lo hecho i ordenó resforzar a Juan Fernandez con una compañía mas de guarnición i remitió mas pólvora i balas, así como otros pertre-chos para una esforzada defensa, cosa que aprobó el rei de España, pues lo que quería era que esa isla fuera una plaza de guerra en el Pacífico.

Amat mandó renovar los edificios i demás ofici-nas; se trabajó una iglesia así como el Fuerte, cosa que sucedió en 1774. El Preidente Jáuregui otorgó a esa iglesia el derecho de asilo i el señor Espiñeira, Obispo de Concepción, promulgó esa concesion.

El capitan Castel Blanco gobernó cinco años, de 1752 a 1757,

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I X

Empero, nadie quería ir a Juan Fernandez por-que se le miraba como tierra maldita i se hizo en-tonces necesario mandar jenté forzada i hacerlo pre-sidio; pero la jente moria allí de hambre, porque no habia como mandar recursos i cuando llegaban esta-ban casi todos en mal estado i éstos, a pesar de su pésima condicion, costaban mas de siete mil pesos por año. La causa era porque los buques no podían llegar por los recios temporales i se volvían a Val-paraíso con la carga que llevaban.

Despues gobernaron la isla el teniente coronel don Narciso Santa María, oriundo de Concepción i en 1763 el capitan don Francisco Ribera. En 1768 el teniente coronel don José Gómez de la Torre, que reparó las fortificaciones i como se sentía en la isla la escasez de mujeres las pidió al gobernador de Chile don José de Manso i este envió doce poblado-ras en 1772.

En 1780 se nombró de gobernador interino de Juan Fernandez a don Luis Corail, quien llevó una regular guarnición i cincuenta mulatos libres que le dió el Virrey Jáuregui.

Ya tenemos a Juan Fernandsz constituido en ple-no presidio i ¿quiénes iban a él? Los condenados por homicidios, los blafemos i en jeneral los inco-rrejibles ya fueran de Quito o de Lima o de Santia-go. En una palabra, como dice un historiador, Juan Fernandez era la Bastilla desde Panamá al cabo de Hornos i se les soltaba en la playa tal como se les sacaba de las cárceles

En 1781 habia ya 93 presidarios, mas de los que hoi existen allí que solo llegan a 70; pero entre

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aquellos había también hombres honrados, manda-dos allí por supuestas faltas a la fé o sea por des-creídos i otros por ser portugueses o de otras nacio-nalidades.

De Lima se habia enviado a un fraile sin espre-sar el delito ni el tiempo de su prisión i como la vida era allí insoportable, todos pasaban pensando en la fuga, i lo hacían esponiendo sus vidas i otros inventaban indultos falsos para poder salir de sus cuevas. Los soldados de guarnición eran peores que los mismos presos a quienes custodiaban.

En el gobierno déla isla se sucedieron los capitanes don Pedro Junco, don Camilo Cáceres, i el teniente coronel don Blas Gronzalez, que solo gobernó nueve meses.

Por esta época la vida en la colonia era*ociosa porque el comercio era prohibido i el número de presos i guardianes se redujo notablemente.

El 29 de Diciembre de 1788, entró a gobernar la colonia el capitan don Juan Calvo de la Contera., sucediendo a éste en 1795, el teniente coronel don Fernando Amaya, que fué el primero que levantó un plano científico de la isla Mas a Tierra, que era la única que tenia mediana importancia i en 1799 habia ya iglesia, hospital i módico.

X

Entraba el siglo XVII I i desde Marzo de 1801, fué gobernador un pequeño tiranuelo que se llama-ba don Francisco de Quezada i Silva, Barrionuevo i Quiñoñes, quien para el gobierno de los que esta-ban bajo su dependencia, dictó una especie de códi-go o bando de buen gobierno, que lo mandó obede-cer.

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Por fortuna en 1804 le sucedió en el mando don Tomas O'Higgins quien gobernó hasta 1806, época en que le sucedió don Enrique Larenas, oriundo de Concepción, que peleó mas tarde en las filas de los patriotas i dejó una buena descendencia de hom-bres honrados i valientes.

En 1810, en los primeros albores de nuestra inde-pendencia, el presidio fué gobernado por don Ma-nuel Santa Maria i Escobedo hasta 1814; pero de 1811 a 1812 el nuevo gobierno de la República des-cuidó el presidio i solo habia allí 73 reos, siendo tres de ellos por cosas de fé i 88 soldados, un sub-teniente, dos sarjentos i dos capellanes.

XI

A mediados de 1814, el Presidente de Chile, es decir del Gobierno Nacional, don Francisco de la Lastra, ejecutó el desamparo de la isla i solo queda-ron voluntariamente allí tres soldados.

La pérdida de la batalla de Rancagua, el 2 de Octubre de 1814, hizo volver al pais al gobierno es-pañol i aunque el vencedor don Mariano Osorio, anunció que no perseguiría a nadie i todos creyeron sus promesas, sin embargo, el 9 de Noviembre de ese año, tomó prisioneros a todos los proceres de la independencia i a muchos caballeros que seguían esas ideas. Conducidos a Valparaiso en carretas, tal como se encontraban en la noche de sus capturas, se les embarcó en la corbeta Sebastiana i se les condujo a Juan Fernández.

El invierno de 1815 fué penosísimo en la isla i todos esos ancianos, muchos de ellos gravemente en-fermos, tenían que dormir en cuevas, hacerse sus

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comidas, sin tener ni siquiera ropa con que abri-garse.

Nombró Osorio gobernador de la isla al valdivia-no don Anselmo Caravantes; pero en 1816 lo cam-bió por el capitan del batallón Tal a veras don José Piqueros, bastando decir que pertenecía a ese famo-so batallón para comprender que clase de persona era ese sujeto.

Marcó del Pont que sucedió a Osorio en el go-bierno del pais, reemplazó a Piqueros por otro capi-tan también del batallón de Talaveras, llamado don Anjel del Cid.

El 24 de marzo de 1817 se presentó en el «.Agui-la» el coronel Cucho mandado por el Supremo Di-rector don Bernardo O'Higgins para llevar a los reos políticos. Cid aceptó el nuevo orden de cosas que se habia verificado por la batalla de Chacabuco i no opuso resistencia a las órdenes del nuevo gobierno. De este modo dejaban esa isla maldita 81 prisione-ros, levantándose con esto el presidio de Juan Fer-nandoz; pero por desgracia nos pasa siempre, por-que despues se habia de abrir bajo el gobierno del mismo O'Higgins i mas tarde en el de Prieto i de don Manuel Montt i por fin en 1909 bajo el gobier-no de don Pedro Montt.

X I I

Al abandonar la isla los presos políticos de 1814, solo quedaron en ella los que no cupieron en el «Aguila,» es decir los mas infelices i que se encon-traban confinados por delitos comunes.

El teniente Morris dejó algunos soldados a cargo de un oficial de apellido Puga i al fraile Frai Ma-nuel Delgado con el título de capellan.

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Por desgracia entran en desacuerdo el capellan Delgad-o i Puga disputándose el dominio de la isla, Puga condenó a Delgado a pasar a la terrible isla de Mas Afuera donde se ha constituido ahora el re-ciente presido i el capellan amarró al jefe militar i en una fragata ballenera lo envió a Valparaiso con todos los que lo habian ayudado, quedando por tercera vez la isla despoblada bajo el gobierno de la Repú-blica, permaneciendo solo voluntariamente allí dos chilenos i un español, que estuvieron hasta 1821, época en que llegó la Chacabiico para hacer de la isla un nuevo presidio por orden de O'Higgins, para enviar allí a muchos caballeros que eran partidarios de Carrera, iucluso al jefe de este bando que logró capturar i que lo era don Manuel Muñoz Urzúa.

Se designó gobernador de la isla i para restable-cer el presidio a un hombre feroz, que era tenido por asesino i salteador i que sin embargo figuraba en el escalafón militar con el grado de teniente co-ronel. Se llamaba don Mariano Palacios, oriundo de San Fernando, quien llevó 35 soldados, apesar de que ese número lo consideraba poco para gobernar, como él decia, a las fieras Carrerinas.

Se iba a mandar también a unos cuantos prisio-neros españoles i a un padre Vasquez que habia sido copellan de Benavides i a un piloto norteame-ricano llamado Augusto Brand, que era un hombre arrojado i valiente.

Se sacó a los presos de Santiago i se les condujo a Valparaiso en carretas i cargados de grillos el 20 de Mayo de 1821. El 28 se les embarcó en la Cha-cabuco.

De los castillos de Valparaiso se estrajeron otros reos que hicieron viaje con los de Santiago.

El 16 de Junio llegó Palacios a Juan Fernández para dar comienzo a su obra de opresion i crueldad para con todos, incluso con su tropa a la que no le

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dejaba ni siquiera dormir i a la que mantenia ocu-pada en rodear el ganado en las selvas bajo un in-vierno rigurosísimo.

X I I I

No es raro sospechar lo que tendría que suceder-le al déspota i tirano gobernador de la isla.

En la noche del 3 de Setiembre del citado año de 1821, los soldados de la guarnición ayudados por el alférez Quijada o Quezada, depusieron al goberna-dor, despues de haber lanzado un cañonazo sobre la casa que habitaba ese monstruo i comenzaron en-tonces las escenas de horror en toda la isla.

Los sublevados proclamaron gobernador a don Manuel Muñoz Urzúa, por ser la persona mas carac-terizada de los de la isla i lo primero que hizo fué salvar la vida de Palacios, pero el confinado don Juan Nicolás Carrera quería matarlo i al efecto con puñal en mano pretendió atropellar la guardia que custodiaba a Palacios, puesta con este objeto por Muñoz Urzúa. El cabo hubo entonces de dispararle un balazo, dejándolo muerto en el acto, cosa que su-cedía el 3 de Setiembre i rara coincidencia, porque en esa misma hora en Mendoza se tenía en capilla a don José Miguel Carrera, el jefe del partido, cuyos adictos estaban allí aprisionados en su mayor par-te i el que acababa de morir era su pariente cercano.

Por una equivocación pasó la ballenera Persia por la rada de San Juan Bautista i despachó un pi-loto a tierra en una falúa tripulada por varios mari-neros. Los sublevados mandaron en el acto a don Bernardo Luco que fuera a pedir socorros i entre tanto los otros no volvían. El capitan conoció la traición que se pretendía en su contra i se marchó

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a Valparaíso a dar aviso llevándose a Luco. El 9 de Octubre llegó a ese puerto i por carta providencia, al saberse lo ocurrido en la isla, se le remachó una barra de grillos.

En la falúa de la Perla se escaparon seis de los confinados sin que jamas se supiera de ellos. Otros se apoderaron de la lancha de la gobernación i la tripularon con ocho soldados i se hicieron condu-cir por los remeros de la Perla, dirijiéndose a Mas Afuera, donde quisieron capturar a la fragata ba-llenera Wàshington, pero su capitan resistió el ata-que i mató a dos de los jefes del asalto, dirijiéndose en seguida a Valparaíso a dar cuenta, fondeando allí el 20 de Octubre de ese año.

Al Grobierno le era necesario saber lo que ocurría en Juan Fernández i entonces se despachó la fragata Constitución el 4 de Noviembre. Se restableció al go-bernador Palacios en su puesto, despues de haber pasado mes i medio entre la vida i la muerte, pero ame-drentado por los sucesos ocurridos envió con el ca-pitan de la Constitución su renuncia.

E,jta fué la primera sublevación de Juan Fernán-dez i tras de éstas habían de venir otras, como lo veremos mas tarde.

X I V

En reemplazo de Palacios se nombró al capitan Young de gobernador de Juan Fernández i se le dió orden de alistarse, debiendo llevar 60 hombres de la guardia de honor a que el nombrado pertenecía.

En la isla estaban tan acosados por el hambre, es decir los pocos confinados qne no habían muerto o escapado i como Palacios temia nuevas rencillas, despobló la isla i se dirijió a Valparaíso a donde lie-

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gó el 28 de Febrero de 1822, antes que su sucesor se hubiera embarcado, con 27 reos políticos i 20 po-bladores en la fragata Carolina.

Young no alcanzó a ejercer funciones. El presidio se habia liquidado completamente, porque solo que-daron allí los tres que estaban ántes de su repobla-ción i dos pescadores, que permanecieron durante diez años en completo aislamiento del mundo civi-lizado.

Sin embargo, no faltaron quienes visitaron des-pues a Juan Fernández. Llegaron seis náufragos que pudieron arribar a la isla, permaneciendo tres me-ses manteniéndose de la pesca, los que recojió la fragata Aurora que por causa de los vientos llegó allí. El 11 de Mayo de 1825, el capitan del bergantín chileno Galvarino, recojió de aquellas desoladas pla-yas 90 infelices, pasajeros o emigrados de Chiloé en viaje al Callao, que inhumanamente el capitan de la barca norteamericana Adonis habia hecho desembar-car allí.

Ya antes,- en Febrero de 1822, estando la isla des-poblada, la visitó Lord Cochrane con la viajera que siempre lo acompañaba, Maria Graham i otros ami-gos, quedando todos admirados de su belleza. De aquí se dirijió al Brasil i abandonó para siempre a Chile.

El ilustre naturalista don Claudio Gray visitó tam-bién esta isla en viaje de estudio en 1832.

El gobierno dió despues la isla en arrendamiento para que se formase una hacienda. Se firmó el con-trato el 26 de Febrero de 1829 con don José Joa-quín Larrain, que en 1833 fué asesinado en una de las calles de Yalparaiso por un tal Parddok, que-dando por esta causa la isla en bastante abandono.

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XV

En 1829 se nombró gobernador de la isla al capi-tan don José Zoppeti. Mas por causa del arriendo hecho en ese año a Larrain, los presos que allí ha-bían sido llevados poco a poco se les amontonó en sus cuevas i el número de ellos fué creciendo hasta enterar 200 a fines de 1831. Los pipiolos vencidos en Lircay habían engrosado las filas -del presidio i como los sufrimientos eran estremados, algo debia suceder bien pronto.

El 20 de Diciembre de 1831, el sarjento de la guarnición Pedro Torres i el cabo Pedro Correa se apoderaron de las armas i apresaron al gobernador Zoppeti i confiaron el mando al capitan confinado allí don Domingo Tenorio, antiguo soldado del ejér-cito pipiolo, vencido en Lircay.

Tenorio se apoderó de un bergantín ballenero i se embarcó con los suyos, cuyo número no bajaba de 104, 13 soldados del Valdivia i siete mujeres, orde-nando al capitan hacer rumbo al sur, apareciendo al fin en Copiapó, desembarcando allí 90 prófugos i 25 continuaron viaje a los puertos del Perú.

Tenorio impuso a los copiapinos un cupo de tres mil pesos para pasar a la Arjentina i como no lo obtuvo, todos se entregaron al saqueo, hasta que el 31 de Diciembre de ese año, creyendo que llegaban tropas del Huasco huyeron dejando libre a la ciudad. Entonces se les persiguió e hicieron frente murien-do en los diversos tiroteos algunos de uno i otro bando. Se escaparon a la Rioja i el. gobernador de allí, que lo era el célebre Facundo Qairoga, captu-

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ró a algunos pocos, entre ellos a Tenorio, i de nue-vo se les mandó a Juan Fernández.

En 1832, al parecer todo estaba en la isla tranquilo. No obstante, el gobernador Zoppeti abandonó la isla, quedando en su lugar un tal Basso, quien mui lue-go entró en reyertas con el capitan de la guarni-ción.

Zoppeti, fué depuesto por el gobierno i se le so-metió a proceso.

Se envió a la isla un nuevo destacamento de tro-pas compuesto de 3Ü soldados del Valdivia a cargo del alférez don Manuel Lara. Se nombró de gober-nador al gallego don Manuel Hurtado i todos par-tieron el 13 de Abril de 1832 en la goleta Colocolo.

Hurtado se ocupaba en contar las reces que ha-bia en la isla despues de la muerte del arrendatario Larrain i así gobernó hasta fines de 1833. En Se-tiembre de este año llegó otra vez la Colocolo a la isla, llevando a los condenados por la llamada Cons-piración ele Arteaga, entre los que figuraba ese jefe, el coronel Acosta, el capitan La Ribera, Pérez Vea, Cabrera, Fuenzalida i otros.

A fines de 1833 se designó por gobernador de Juan Fernández al coronel don Francisco Latapiat, que por sobre nombre sé le llamaba el loco Lata-piat, que mas tarde, en 1827, penetró a caballo al re-cinto del Congreso para hacer fuego contra los re-presentantes del pueblo.

A Latapiat se le mandó a la isla por tener fama de valiente i de fusilador i tan pronto como asumió el mando dictó para el gobierno un código especial que dejó mui atras al de Dracon. Creó para si un monopolio de todo lo que se podía esplotar en la isla, cuyas infracciones se penaban con azotes i mul-tas. Esta famosa ordenanza de buen gobierno no tan solo era ilegal i contraria a todo derecho, porque to-

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do tendía a su beneficio i a privar el comercio i la pesca a los de la isla.

Los oficiales de la guarnición protestaban contra los abusos del gobernador e irritado éste depuso al capitan de su puesto i le mandó preso a Puerto In-gles, en donde tenía encerrados a los presos políti-cos. ¿Qué iba a suceder con esta inconsulta determi-nación de Latapiat? Allí estaba Tenorio i otros bien atrevidos, por lo que la tempestad rujia sobre la ca-beza de la autoridad.

El 22 de marzo entró a la bahia la goleta nacio-nal Estrella i al siguiente dia, estando Latapiat co-miendo, sintió un alboroto en la guardia. ¿Qué su-cedía? Los presos se habían armado de palos, pie-dras i cuchillos i se fueron encima del gobernador. En tal situación los soldados de la guardia abando-naron sus puestos i los sublevados penetraron al cuartel sin que nadie obedeciera a Latapiat, por lo que se encerró en su pieza i la atrancó.

Los amotinados se vistieron con la ropa de la tro-pa de los militares que se habían fugado i el gober-nador esperaba en su escondite la muerte por mo-mentos, porque oia lo que sobre este particular opi-naban los sublevados, los que solo le quitaron el dinero i le saquearon la casa. Al fin pudo escapar i se arran-có a la montaña i permaneció allí hasta que los amo-tinados se hicieron a la vela en la Estrella. También fueron bajando los soldados pero sin arma alguna.

Los presos políticos también bajaron de la mon-taña i depusieron al gobernador; pero en esta situa-ción llegó el Aguila i salvó a Latapiat restablecién-dolo en el cargo i mandó presos a Yalparaiso al capi-tan RÍOS i a otro de apellido Tornero. La Estrella con-dujo a Arica a 110 de los sublevados i allí se dis-persaron sin que el Gobierno hubiera podido tomar medidas contra ellos.

Quieta la isla, Latapiat mandó a los presos políti-

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eos a cortar leña al monte, sin atender a las obser-vaciones que le hicieron. Por la noche sacó a algunos presos para hacer investigaciones, pero se le arran-caron varios para el monte i no pudo descubrir su paradero i como este hombre era incorrejible en sus procedimientos fusiló a dos, envió a tres a la isla de Santa Clara, i a los reos políticos los confinó a Puer-to Inglés.

El Gobierno, con fecha 12 de junio de 1834, al sa-ber esos castigos, no aprobó la conducta del gober-nador i entonces Latapiat el 18 de setiembre de ese año envió la renuncia de su cargo.

X V I

El 3 de noviembre de 1834 se nomhró en reem-plazo del loco Latapiat a un oficial inglés llamado don Tomas Suterlife, quien se encontró al frente de 200 prisioneros. Comenzó este funcionario por ha-cer, por lo ménos la décima reedificación de Juan Fernandez a contar desde que llegó allí el primer gobergador Navarro Santaella, que con muchos otros se lo tragó el mar. Puso remate al cuartel que es-taba inconcluso, edificó una capilla de 16 varas de largo, una escuela, un muelle de piedra, talleres de zapatería i un gran corral para las vacas. Poco des-pues alcanzó a disponer hasta de 229 presos para sus obras. Los barcos estranjeros visitaban la isla con mas frecuencia i sin temor, lo que al parecer la hacia prosperar.

Empero, pronto el gobernador gringo, comenzó a

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soñar con hacer allí una fortuna i entonces todo lo hecho a perder. Puso a los presos a media ración, todo lo monopolizó sin esceptuar la venta del pan. Era el único dueño del comercio i de lo que había en la isla i en la costa. No podían comer el pescado ni las langostas, porque habia que comprarlas al se-ñor gobernador. Su tiranía en 1835 iba a parejas con su codicia, a tal estremo que hacia producir $ 30 a una fanega de harina que bien poco valia en esa época i 37 de una arroba de azúcar, i lo que es peor, nadie podia encargar estos artículos al continente. ; La tiranía tenia que surtir sus efectos. Relevó la guarnición tropa del Valdivia, al mando del capitan don Nicolás Saldes, de ese batallón histórico que se puso a las órdenes del coronel don Pedro Urriola el 20 de abril de 1850 en Santiago i que soldados de este batallón fueron los que secundaron a José Miguel Cambiaso en Punta Arenas.

Suterlife comenzó por hacerle la guerra a Saldes por haber sabido que no era casado con la joven que lo acompañaba, estenuando ademas a los presos con el pesado trabajo que los hacia ejecutar. Estaba de capellan en la isla un padre de Santo Domingo bastante intelijente i poeta satírico, que se llamaba Frai Juan Evanjelista López.

Por esta época, a las l l i del dia 20 de febrero de 1835 un terremoto azotó las poblaciones del sur i de revote se sintió fuertemente en Juan Fernandez. El mar se vino encima del muelle, despues se retiró co-mo cuadra i media i se avanzó sobre la playa i llegó hasta la capilla, bañando los edificios hasta dos me-tros con las aguas, cuando recien estaban acabados de reparar, habiendo desaparecido algunos de los ranchos de muchos infelices i todas las herramien-tas de labranza.

La miseria en la isla se sintió mas notablemente i la tiranía del gobernador iba adelante i temiendo

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éste con justas causas un levantamiento el dia mé-nos pensado, ordenó a Saldes que mantuviera sobre las armas la guardia del Fuerte i como nada suce-día, olvidó el capitan esta prevención i como el ham-bre en la isla era tanta, se arrojaron los presos sobre las armas el primero de agosto de ese año en curso de 1835, en circunstancias que el gobernador i Sal-des contaban el dinero para pagar un medio sueldo de los muchos que se debian a la tropa.

El gobernador al conocer el levantamiento se puso trémulo de miedo, pero Saldes corrió a su puesto con unos cuant os soldados i junto con el subteniente Riquelme, atacaron el recinto i lo tomaron a viva fuerza, matando a dos de los amotinados, hirieron a seis i tomaron prisioneros a 14. El resto de los amotinados, en número de 15, huyeron al monte.

Fracasado el motin por el arrojo i sangre fria de Saldes, comenzó Suterlife a los castigos, queriendo fusilar a todos, pero se contentó .con elejir a cuatro, a quienes puso en capilla i los condujo a orillas de la playa i fusiló sin mas auto ni mas traslado a tres de ellos, perdonando a uno.

El reo Candía estando con el crucifijo en las ma-nos solo pedia algo que comer, porque era tanto el hambre que a todos les acosaba. El subteniente Ri-quelme le proporcionó una tira de charqui, que la devoró con placer ántes de recibir los balazos.

El gebernador no tan solo no daba sus raciones a los confinados porque las negociaba sino que impe-dia la pesca para que se alimentaran, porque ese negocio también lo habia dejado para incrementar su riqueza.

Al padre López lo habia oprimido tanto que hasta le quitó su ración de aguardiente con la que hacía de noche su gorrüo de dormir.

Entre tanto, Suterlife acusaba a Saldes por el mo-tin, por el descuido en cumplir su orden i Saldes al

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gobernador porque aseguraba que lo sabia i en tal ca-so debió haberlo prevenido. El capellan i todos se pu-sieron de parte de Saldes que habia espuesto su vida por salvar al gobernador. Las cosas subieron de punto que volvian loco al capitan, quien hizo for-mar la tropa el dia 8 de ese mes de Agosto i dió or-den al subteniente Riquelme para que intimara pri-sión al gobernador i lo mantuviera en su propia ca-sa, cosa que en el acto se cumplió. Mas Suterlife com-prendió que el capellan tenia mucha culpa en esto i lo hizo llamar para que intercediera con Saldes por su li-bertad, prometiéndole dejar las cosas en silencio, sin dar cuenta al gobierno de lo sucedido. El padre López se hizo que habia conferenciado con Saldes i le contestó, momentos despues, que nada habia obtenido del capitan,

Suterlife mostró entonces a López un vaso que le dijo contener veneno i que se lo iba a beber, lo que hizo en efecto. El fraile logró quitárselo cuando ya se habia bebido mas de la mitad i a los gritos del capellan que pedia auxilio llegó Riquelme. Suterlife hacia convulsiones como las de un verdadero enve-nenado i todos creyeron que el hecho era cierto. El capellan trajo una botella de aceite i como Suterlife no quería tomarlo, Riquelme con cuatro soldados le hizo abrir la boca con un cuchillo i el capellan velis nollis, le hizo pasar media botella de aceite i cuando Suterlife se manifestó mejor, hizo saber al capellan que habia puesto arcénico a toda la azúcar que te-nia guardada, lo que no le agradó e increpó su con-ducta por no haberle dejado algo libre del veneno para su ponchecito.

Mas todo esto habia sido una falsa de Suterlife, que le costó bien caro, porque los remedios lo deja-ron bien mortificado por algunos dias.

La Colocolo llegó por suerte a la isla i el 14 de Setiembre de dicho año de 1835, i se le envió a Talca-

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huano llevando a Suterlife i a Saldes a quienes se le sometió a proceso. Suterlife pudo librar bien porque se le mandó a la asamblea i a Saldes despues de una prisión, se se le relegó a Copiapó i el padre López se volvió a su convento.

La prensa pidió unánimemente el abandono del presidio de Juan Fernández i que se desamparace para siempre, pero no obstante se estimó convenien-te mantenerlo a pesar de lo que habia sucedido.

¿Será al presente un presidio estable el estableci-do en la temible e inhospitalaria isla de Mas Afue-ra? Creemos que este ensayo será fatal como todos los anteriores i ojalá que nos equivocáramos.

X V I I

Ya que se resolvió que Juan Fernández continua-ra siendo presidio, el Intendente de Concepción nombró de gobernador a un hombre rudo i un tan-to brutal, que lo fué el capitan don Manuel Tomas Martínez, quien se presentó en la isla en Noviembre de 1835. Se ocupaba en pesar las raciones i en reci-bir i entregar reos.

Se encontraba en la isla preso, sin sentencia i sin plazo fijo llevado en el Aquües en 1836, un padre franciscano, fray Manuel Manon. Era un fraile fla-co, alto, verboso i de coraje, a quien años despues le veíamos desenclavar a Cristo, cuando en la plazoleta de San Francisco se hacía en la Semana Santa un mon-te artificial que se llamaba el Gólgota. En el centro estaba Cristo crucificado, como lo estaban también el buen i mal ladrón, Dimas i Jestas. Un padre pre-

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dicaba las siete palabras i Mañon sacando a golpe de martillo los clavos con que estaba el Redentor, lograba bajar su cuerpo i entregarlo a los cuidado-res que estaban a su lado.

La causa del destierro del padre Mañon se debia a la pérdida de un capítulo i por ataques de obra contra los triunfantes del tal capítulo. El Provincial habia pedido el auxilio al brazo secular i éste se lo había otorgado llanamente. Mañon fué sacado con grillos de la terrible cárcel que existia bajo tierra en San Francisco i se le habia conducido a Juan Fer-nández para tranquilidad de los vencedores.

El gobernador Martínez reparó los deterioros del cuartel i el resto de su gobierno se ocupó en la cor-ta i venta de maderas, incluso la de sándalo que le dejaba algo de provecho i no el que realmente tenía, tal vez porque no conocía su valor.

El jeneral Freire habia invadido a Chiloé, saliendo para ello de las costas del Perú i capturado con al-gunos de sus partidarios, se le procesó i se le conde-nó por sentencia de 3 de Noviembre de 1836, a la pena de muerte, sin que se respetaran sus servicios al pais ni su valor. La Corte Suprema le hizo jus-ticia i lo absolvió. El gobierno hizo procesar a los miembros del tribunal i éstos fueron absueltos.

No obstante se envió a Freire deportado a Juan Fernández i el vencido en Lircay fué llevado a su destino en la Peruviana con 27 de sus leales amigos, militares muchos de ellos de graduación, teniendo en el destierro que amasar el pan, lavar sus ropas, lavar los platos i hacerse la escasa comida con los víveres apolillados que se les entregaba como ra-ción. Se le quiso enviar en esa goleta al Asia pero hubo grande oposicion, porque sin duda era débil e inseguro el esquife i habría zozobrado en los mares i eso equivaldría haberle hecho morir adrede.

En Marzo de 1837 se le quiso sacar de la isla.

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Freire se escondió en la montaña como un simple presidario, se prendió fuego el monte i entonces tuvo que dejar su escondite.

El 14 de Marzo el capitan Señoret estaba en la isla en la corbeta Libertad i en ella recibió a Freire, al coronel Puga i a los capitanes Barril i Huerta, a a don Vicente Urbistondo i al chilote Buenrostro i fueron llevados a Sidney en la Nueva Holanda.

La despedida de la isla entre los que queda-ban i los que se iban fué tierna i cariñosa. La des-gracia hermana i acariña a las personas.

X V I I I

Portales habia sido asesinado en el Barón en 6 de Junio de 1839. Por causa de estos sucesos llegaron a Juan Fernández el 23 de Setiembre de este año en la Colocolo, 18 oficiales del rejimiento Maipú que se habían sublevado en Quillota bajo las órdenes de Vidaurre; pero por suerte estos infelices iban pron-to a recobrar su libertad.

El gobernador Martínez, por medio de sus torpe-zas, impulsó un conato de seducción de la tropa, el que debía estallar el 21 de Marzo de 1837, el hecho fué que no se llevó a efecto, pero el Gobierno orde-nó a Martínez redoblar su vijilancia i se le encargó mantener a los presos en aislamiento de la tropa, facultándolo para tomar toda clase de medidas de represión.

En Noviembre de ese año el Gobierno llamó a Martínez i éste dejó en su lugar al teniente don Luis Campos. Martínez fué ascendido a coronel, pelean-

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do en Loncomilla, en defensa del gobierno, dejó allí su vida.

Campos era un buen hombre, que trataba bien a sus subalternos i a los presos i por eso todo estaba tranquilo en la isla.

La guerra preparada por Portales contra la Con-federación Perú-Boliviana no habia fracasado por la muerte de Portales i ya Blanco Encalada espedí-cionaba sobre Arequipa.

El 13 de Noviembre del mismo año de 1837, se di-visó a lo lejos una flotilla que se creyó ser de balle-neros; pero a la mañana siguiente fondearon a tiro de pistola en el muelle de San Juan Bautista. Coman-daba esa escuadrilla el jeneral Mora, que del Callao salió con tres buques enviados por el Protector San-ta Cruz para hostilizar mas esas costas. Flameaba el pabellón peruano i despues de dispararse un caño-nazo bajó a tierra el mayor don Nicolás Freire, so-brino del jeneral chileno de este nombre.

El gobernador Campos solo contaba con 50 hom-bres armados i la Socabaya tenia 22 cañones i 200 combatientes no siendo menos la fuerza i los caño-nes que traían la Confederación i el bergantín Con-greso, por lo que el gobernador no pudo menos que capitular por la fuerza mayor que se le imponía.

Morán tomó posesion de la isla, abandonándola el dia 18, llevándose un ciento de chilenos, entre presos políticos i soldados, desembarcando unos en San Antonio i que habían salido en la barca balle-nera Washinsgton el 23 de ese mes, otros se fue-ron en la escuadra peruana i no pocos se fugaron de la isla, quedando allí unos cuantos infelices.

El gobernador i el alferez también habían dejado la isla i entonces se hizo gobernador el sarjento don José Manuel Vega, que no quiso entrar en trato con los peruanos, hecho que avisó a la autoridad de Val-paraíso i le pidió auxilios para poder subsistir.

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La despoblación de la isla se hizo bien pronto. Se erijió entonces el presidio de Magallanes, que se cre-yó que reemplazaría con ventajas a Juan Fernandez.

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Juan Fernandez queda entonces convertido en desierto i deja de ser presidio.

Los carros o sea las jaulas de fierro, diabólica in-vención de un gobernante duro, suplieron la falta de Penitenciarías.

A la isla de Juan Fernandez despues de esto, solo llegaba uno que otro buque de los que pasaban o que las olas arrojaba a su playa. Fué por causas de estos accidentes que a mediados de .1842 se encontró allí Archivado Osborne i el niño náufrago a quien se le decia Juanito.

En marzo de 1843 llegó una goleta a Juan Fer-nandez llevando a una familia compuesta de doce personas, cuyo jefe era Francisco Javier Maurelio contando entre estas cuatro jóvenes; pero al solita-rio de la isla, el tal Osborne, no le agradó la nueva compañía i no tardaron en presentarse los disgustos, sobre todo allí no habia quien los dirimiera; pero Osborne que no tenia mas compañía que el niño Juanito, logró juntar cuatro yanques, que se habían desertado poco a poco de los buques que pasaban i con este continj ente creyó hacer frente a los Mau-relios i forman un plan diabólico contra esta fami-lia. Uno de estos desertores era un tal Baird i dis-

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gustado con Osborne se pasó al bando contrario i reveló el plan de aquel. Los cuatro chilenos de la familia Maurelios se fueron al cuarto de los estran-jeros, donde solo estaba Juanito i se tomaron las armas de estos, pues ellos carecían de esta defensa. Se fueron en seguida al monte a perseguir a los otros tres, los que se rindieron; pero Osborne que era el au-tor del crimen contra esa familia huyó, pero el jefe de ella logró acertarle un balazo en una pierna. Captu-rado se le trajo al plano i se le sentenció a morir, eje-cutándolo al pié de un árbol, donde le dieron ancha sepultura. Baird despues se fué en un buque ballene-ro i los tres americanos se quedaron con Juanito.

En octubre de ese año 1843, llegó la Janequeo i al referir los Maurelios el suceso se condujo a Juan Francisco Maurelio a Yalparaiso. Se le procesó i de nada le sirvió la defensa. Se le condenó a muerte i en segunda instancia a diez años de destierro a Chiloé o a Magallanes, siendo que allí no habia seguridad ni justicia i que se habia castigado un ultraje contra el honor de su familia.

Despues de esto nadie quería ira Juan Fernandez desde que no se aceptaba una lejítima defensa. Era esa una playa maldita; pero al fin en 1847 fué la Janequeo a cargo de don Benjamín Muñoz Gra-mero, la víctima de Punta Arenas en 1851 cuando el salvaje motin de Cambiaso i encontró que los Maurelios en número de nueve estaban otra vez en la isla, pero el que habia cumplido su destierro se hacia llamar Jaque.

El descubrimiento del oro en California hizo pa-sar de ida i vuelta buques por Juan Fernandez i en-tonces el comercio se hizo activo en la isla i con buen beneficio para sus moradores. Los Maurelios hicieron alguna fortuna con la que se fueron a esta-blecer a Yalparaiso.

En 1847 el Ministro del Interior don Manuel C.

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Vial habia dado en usufructo la isla al liberal don Pascual Cid que la conocia por haber estado deste-rrado en ella, pero falleció i la isla permaneció como estaba ántes. Se dió entonces en arriendo al bolivia-no don Pascual Soruco i como estaba despoblada desde el año 37 se le hizo subdelegacion de Valpa-raiso i se le asignó el 7, nombrándose de subde-legado a don Juan Antonio Soto, en marzo de 1850.

En esta época el pais se conmovió por la política, pero el 16 de abril de este año, don Patricio Lynch fué enviado a Juan Fernandez en la Janequeo para que tomara posesion, llevando tropa i la oficialidad co-rrespondiente, lo que en efecto hizo i publicó el ban-do por el cual quitándole el título de gobernación se proclamaba simple subdelegacion.

La revolución del 20 de abril de este año, hizo que se enviaran seguidamente cargamentos de prisione-ros. Se llevó primero a los valientes coquimbanos, en seguida a los sanfelipeños, despues a los santia-guinos i porteños de Valparaiso, sin perjuicio de los que se enviaban a Magallanes i al estranjero i de este modo a fines de 1851, habia en Juan Fernan-dez no ménos de 200 prisioneros, viéndose Soto de este modo forzado a servir de carcelero de sus pai-sanos; pero como era un caballero supo hacerles lle-vadera su desgracia.

El 5 de enero de 1852 se divisó que entraba al puerto la barca Elisa i el subdelegado Soto fué a bordo i en su ausencia los confinados se apoderaron de tres botes que estaban en la playa i poniendo una pistola al pecho al capitan lo obligaron a hacer rum-bo a Tongoi, llevándose en rehenes al subdelegado Soto, dejándosele en este puerto con ocho de los presos i los restantes siguieron en la Elisa a Cobija i a Lurin.

Los que no se fueron en la barca i que quedaron en

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la isla asaltaron al abordaje a muchos buques que llegan allí i asi salieron de su destierro.

El Gobierno habia triunfado en Loncomilla, pero Cambiaso habia espantado al mundo con sus críme-nes en Punta Arenas en noviembre de 1851, pero el 7 de abril de 1852, él i siete de sus cómplices pa-gan sus crímenes siendo fusilados en Valparaíso.

Con la ausencia de Soto de la isla, se hizo subde-legado de Juan Fernandez por sí i ante sí don José Antonio Francino, pero los pobladores de la isla no querían autoridad i lo despacharon a Valparaíso con los confinados que aun quedaban allí.

Los Maurelios querían estar solos i ser dueños de la isla i de este modo habían logrado su objeto.

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Los cómplices de Cambiaso fueron enviados a Juan Fernandez con otros mas hasta enterar un cen-tenar para que fueran a ocupar las cuevas que esta-ban vacías. Nombróse subdelegado a don Antonio García i poco despues al Sarjento Mayor don Igna-cio Navarrete, dándosele el cargo de Comandante Je-neral de Armas. Era el nuevo jefe civil i militar un hombre valiente i tan pronto como llegó a la isla re-paró las obras que ya los temporales, el tiempo o ios motines habían destruido, pasando en esta ocupacion hasta 1853, pero los reos estaban irritados por el exceso de trabajo.

Se tramó entonces una conspiración, siendo el jefe de ella un sarjento de Cambiaso de apellido Cornejo

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i otros. A estos se asoció para traicionarles un ex-sarjento cívico de Valparaíso,^Antonio Bastías i un tal Montano i para esto se firmó en secreto un acta bajo el plan de las pasadas conspiraciones, para rea-lizarlo como lo habia hecho Cambiaso, jurando los comprometidos en una cueva lo pactado ante un Crucifijo.

El golpe debia realizarse el 24 de Enero de 1853, pero como Navarrete todo lo sabia por los dos dela-tores nombrados, se apoderó de ellos en la misma noche, i sin oírlos ni juzgarlos, condenó al cadalso a cuatro de ellos, siendo que no habían puesto por obra hecho alguno delictuoso i que las intenciones no las castiga la lei i solo dan derecho para espiar a los que van a delinquir.

Mas en la isla no habia capellan que auxiliara a esos infelices i para suplir su falta se buscó un crucifijo para que con él se reconciliaran. Se les llevó a un lugar apartado i se les dió cruel muerte t i focllcl.

Un tal Fuentes que se decia pertenecer a los com-prendidos, arrancó para el monte i no se le pudo capturar. Un perrito fiel le acompañaba, venia donde la mujer i le llevaba algún alimento. Descubierto esto se mató al perro, en la creencia de que Fuentes o bajaba a entregarse o semoria de hambre. La pobre mujer se fué entonces a arrojar llorando a los pies del gobernador pidiendo gracia para su marido, i tantas fueron las súplicas de ella i sus hijos que Na-varrete lo perdonó, aunque en realidad él no habia delinquido todavía.

Bien podemos decir aquí como el poeta: ¡Que tanto puede una mujer que llora! Por cierto que el Intendente de Valparaíso no

pudo aprobar la conducta de Navarrete en esos fu-silamientos o mejor dicho esa matanza i le reconvino

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para que en lo sucesivo no se apartara tanto de la lei.

El poco afortunado gobernador abandonó el man-do de la isla en Marzo de 1854 i dejó en su lugar a un capitan Abalos, quien poco despues se retiró al continente con los pocos confinados que quedaban i que ya habian cumplido sus condenas. La despobla-ción de Juan Fernández se hizo sola.

El alzamiento del presidio de Punta Arenas en 1851 tampoco fué bastante para concluir con él ni bastó tampoco el alzamiento allí mismo en 1877 por el sarjento Pozo i el cabo Riquelme, siendo gober-nador don Diego Dublé Almeyda, hoi jeneral de la República, pero estaba visto que los presidios apar-tados de los centros de poblacion no podían tener vida.

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Despoblada la isla a fines de 1854, lo ocurrido despues en ella no tiene importancia para nuestro objeto. El hecho es que dejó de ser presidio como lo dejó de ser Punta Arenas, que ahora es una gran ciudad.

No obstante hoi se levanta nuevamente un presi-dio, en aquella isla que se estima maldita, sin duda porque se ha olvidado lo que han sido allí los presi-dios anteriores i hemos querido recordarlos a la li-jera, haciendo este trabajo, estractando de nuestros historiadores lo que haa escrito, porque lo pasado es enseñanza para lo futuro.

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Sobre todo ¿cómo puede existir presidio en la isla Mas Afuera? Estaña bien i se podria concebir en Mas a Tierra, porque allí hai campos, todo se produ-ce i existe en ella el puerto principal, pero, ¿qué van a hacer los presos en Mas Afuera, entre riscos i sin tener abrigo contra los vientos?

Si una isla dista de la otra 30 leguas ¿dónde se va a establecer la dirección de la colonia? Dónde se va a trabajar el cuartel para la guardia? Dónde la capi-lla? Dónde va a residir el capellan, los guardianes? Dónde las familias de los presos, dónde la de los soldados i oficiales i las de los empleados? Es en Mas Afuera donde no hai espacio o es en Mas a Tierra? Se dirá que unos estarán en esta úl-tima isla i los otros en la primera; pero como aten-der a éstos si para ello hai 30 leguas que recorrer. Para nosotros i para el público lo natural es que to-dos esten donde van a estar los penados. Allí el Di-rector, allí la tropa i sus oficiales, allí la iglesia i su capellan, allí el ecónomo i los guardianes, la botica, los practicantes i en fin todos para atender en el acto a las necesidades que surjan i mantener el orden.

En tal caso habría que abandonar la isla grande, Mas a Tierra, el puerto que es a donde llegan los bu-ques i vapores.

¿No es esta una grave dificultad? Si se dice que los campos que se van a cultivar

son los de Mas a Tierra ¿cómo se hará esto si los presos i sus familias quedan a 30" leguas i está de por medio el islote de Santa Clara, que tiene un ca-nal de ocho cuadras, que es temible el atravezarlo por lo correntoso de sus aguas?

Natural habría sido que todo esto se hubiera pu-blicado, si es que acaso en ello se ha pensado.

¿Cuáles son las instrucciones del G-obierno sobre esta colonia? Misterio. Mas el público tiene derecho

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a conocer estos actos que deben ser del dominio de todos.

Ahora no porque los reos llevados allí sean casa-dos, no por esto se debe suponer que el resto de los que allí han ido lo sean también i que no haya sol-teros i en tal caso, no habrá cuestiones provenientes de este estado de cosas.

Debemos recordar que en los tiempos del gober-nador Latapiat, los presos alzados en los montes de-cendian a robar mujeres ajenas. Sucedió en esa épo-ca que estraida una joven del lado de sus padres se logró capturar a los autores de este delito i estando listo el peloton de tropas que debía castigarlos a ba-la, se quiso librar a uno de ellos, si la robada elejia a uno por esposo. Llamada en el acto contestó con toda enerjia que no elejia a ninguno por marido i entonces los inculpados cayeron al suelo atravesa-dos por las balas.

¡Era así como se hacia justicia en aquella época! No se levantaba procesos ni había jueces. ¿Se vi-

virá ahora sin jueces en Juan Fernández? ¿Se^á esto posible en pleno siglo XX?

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Aquí debíamos haber puesto punto final a este artículo si la prensa de Santiago no nos noticiara que en el trayecto de Valparaíso a la isla ocurrió la sublevación de algunos reos en condiciones que el director de la colonia los tuvo que hacer volver a Santiago para que sean castigados aquí. Este es el

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primer síntoma de un probable fracaso de la colonia i nótese que si algo ocurre en la terrible Mas Afue-ra, i ya que conocemos lo que es esta isla ¿cómo se castigarán los desmanes que sucedan? Se podrá vi-vir sin justicia? Esperemos!

¿I por qué no han ido los presos a la isla princi-pal, la de Mas a Tierra? Simplemente porque se le ha entregado a una sociedad de Pesquería, que esta-ba en ruinas i carecia de elementos. Ahora se le van a proporcionar recursos con los buques que el Go-bierno tendrá que mandar a Mas Afuera i no está lejos de que se quiera ocupar a los presos en servi-cios de la sociedad de Pesquería. Ella será la que lucre con la idea del G-obierno de hacer colonia pe-nal lo que no fué nunca tal i donde no existen re-cursos i tal vez se privará a los presos de la pesca i de los artículos necesarios a la vida i que allí exis-ten en abundancia.

Quiera Dios que los presos no renieguen de su estadía i quieran mejor ir al infierno que estar en Mas Afuera, isla maldita i sin recursos de ninguna especie i que no será agrícola jamas sinó inclemente i despiadada para sus moradores.

Escrito lo anterior, los diarios publican que la so-ciedad de Pesquería está en ruinas i en liquidación i en tal caso el Gobierno recuperará Mas a Tierra i entonces establecerá aquí el presidio i abandonará a Mas Afuera, como es natural. Entonces si que Juan Fernández podrá ser colonia penal.