Gaceta del Centenario nº 49 - 25 de Abril de 2003

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    N 49 - 25 de Abril de 2003

    SUMARIO

    1.Actualidad de Jos Antonio por Aquilino Duque

    ACTUALIDAD DE JOS ANTONIO

    Por Aquilino Duque

    Con ocasin del centenario del llamado Desastre, que permiti a la gran nacin norteamericana iniciar su brillante trayectoriaimperial, pude publicar un librito que titulActualidad del 98, pues entenda y entiendo que los escritores de esa generacinvolvan a tener actualidad, en la medida en que las crticas que ellos aplicaron a la Espaa de la I Restauracin eran enteramenteaplicables a la Espaa de la II. Entre dos centenarios de poetas del 27 el de Cernuda y el de Alberticelebrados con la mximapompa por la Espaa oficial de esa II Restauracin, hay otro centenario cuya celebracin me temo que quede restringida a lo que

    unamunescamente cabra denominar la Intraespaa. Y es que, del mismo modo que los escritores del 98 resultaron incmodos aambas Restauraciones, es difcil que no se lo resulte Jos Antonio Primo de Rivera a los seoritos satisfechos de la II. De ahla actualidad que yo le veo y que puede comprobar cualquiera que sine ira et studio se acerque a sus escritos.

    El 27 de agosto de 1934 en pleno bienio negro pues- escriba Jos Antonio en el peridicoLibertad, de Valladolid:

    el ltimo perodo poltico transcurrido bajo el signo de las derechas, ha sido de una desoladora esterilidad. No ya en losresultados, sino, lo que es peor, en la temperatura y en el tono. Espaa va trampeando su suerte; pero no ha sentido ni lasprimeras sacudidas en su viejo fondo histrico y popular. Todos sus magnficos resortes espirituales siguen en desuso. Ha habidoregateos en el detalle, pero las derechas no han querido, o no han podido, lanzar la gran palabra del entusiasmo.

    Pues, y las izquierdas? Las unas [] ya se han desligado por completo de toda emocin espaola. No hay movimientoseparatista, por ejemplo, que no cuente con su aquiescencia.

    la justicia, ms mediatizada que nunca por la poltica [[ Y en cuanto a las otras izquierdas el socialismo-, nadie podrabrigar la mnima esperanza. En el socialismo, fuera de dos o tres idelogos cada vez menos influyentes, slo hay dos clases deelementos a cul menos estimables: un equipo de viejos zorros duchos en picardas polticas y habituados a los mismosburgueses, y una masa rencorosa cada vez ms cerrada a toda sensibilidad espiritual, bolchevizada, encendida de rabia por unaPrensa inmunda y a la que se prepara para la revolucin por medio de las drogas ms adecuadas: el materialismo, el desnudismoy el amor libre.

    Tal es el panorama de Espaa: un Gobierno de centro que languidece en su consuncin; unas derechas faltas de fe y de empuje;unas izquierdas antinacionales. Y, olvidada, Espaa.

    Si estas palabras que extracto son, mutatis mutandis, aplicables a la Espaa de 2003, quiere decir que Espaa ha retrocedido aunas calendas que no presagiaban nada bueno, pero poco valdra la actualidad de Jos Antonio si la redujramos a la partenegativa y crtica de sus observaciones. stas en efecto se aplican a una realidad que la Historia ha transformado en gran medida,una Historia que parte de una situacin revolucionaria a la que Jos Antonio quiso oponer una revolucin de signo contrario, yno hay revolucin, del signo que sea, que no sea el primer acto de una guerra civil. Esa revolucin verdadera que l propona,tena por objeto entre otras cosas devolverle a Espaa un quehacer histrico interesante y grande, organizarla de arriba abajode una manera justa y acabar con el escepticismo, con el hambre de tantos y con el lujo parasitario de unos pocos. De esosanhelos, slo el acabar con el hambre se lograra, que no es poco, pero el lujo parasitario ira a ms y el escepticismo volvera aencharcar las conciencias.

    Ese encharcamiento de las conciencias es cabalmente lo que permite ahora ese encogimiento de hombros colectivo ante lasamenazas que representan para la existencia histrica de Espaa los vicios ocultos de la actual Constitucin. He dicho en ms de

    una ocasin que la actual Constitucin es el lecho de Procusto en el que Espaa no cabe a menos que se le amputen dos o tresregiones, y la labor principal de las fuerzas polticas es anestesiar a la nacin para que se deje amputar sin ofrecer resistencia. Lamejor manera de anestesiar a un pueblo es desacreditando su Historia y la mejor manera de desacreditar una Historia es contarlaal revs.

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    Precisamente una de las empresas de los hombres del 98 fue el de recuperar y rehabilitar una Historia que los hombres de lageneracin precedente con alguna excepcin de calidad- haban dado en la flor de denigrar. Tambin ellos, y me refiero akrausistas e institucionistas, amaban a Espaa pero Espaa no les gustaba, y pensaban que entre la Espaa de sus sueos y la dela realidad se interpona una Historia equivocada que haba que rectificar. Aun as, ese afn de rectificacin estaba hecho debuena fe, pues a ninguno de ellos se le ocurri reescribirla. Es ms, el propio Galds, tan prximo a ellos en el tiempo y enmuchas cosas, pondra en solfa la mana de reescribir una Historia a gusto del consumidor. En esto se adelantaba Galds a sutiempo, en cuanto que su anticipacin no se verificara plenamente hasta finales del siglo XX y comienzos del XXI.

    Contarle a un pueblo su Historia al revs es infundirle conciencia de haber vivido en un engao, para que, al lamentar lospresuntos engaos del pasado, no pare mientes en los gruesos engaos del presente. Si hay algo que permita medrar a la clasepoltica en una democracia es el escepticismo de unas masas a las que slo se les sacude de su letargo para esos ejercicios deodio al prjimo que son las campaas electorales.

    El odio al prjimo no tiene que ver nada con el hambre, aunque en otros tiempos haya hecho con el hambre una mezclaexplosiva. La mezcla del odio con el hambre pertenece a los tiempos, por ahora fenecidos, de la lucha de clases, tiempos en losque le toc vivir a Jos Antonio, quien vio muy claro la fuerza que esa lucha, que ese enfrentamiento, sacaba del hambre demuchos y del lujo parasitario de unos pocos. Hoy no cabe hablar de clases, como no cabe hablar de derechas, pues todo elmundo es de izquierdas mientras no se demuestre que es de centro. El forcejeo entre los grandes partidos parlamentarios consisteen ver quin defiende mejor a los privilegiados de la clase nica, a cuyo parasitismo ms o menos lujoso no estn dispuestos arenunciar.

    No estamos aqu, sin embargo, para entregarnos a una mezquina comparacin de las miserias presentes y pretritas de nuestrahistoria democrtica. Pero vivimos tiempos de leyenda lila, como deca Menndez Pelayo, una leyenda que falsea por completola realidad en la que Jos Antonio desarroll su vida pblica. De esa poca nos quedan muchas cosas buenas, pues en ellavivieron espaoles insignes de los que algunos compatriotas hemos aprendido a pensar, a expresarnos y a comportarnos. Uno deellos fue Jos Antonio Primo de Rivera, el centenario de cuyo nacimiento tengo la honra de conmemorar, del mismo modo queen su da conmemor el de Ortega y Gasset, el de Jimnez Fraud y el de la llamada generacin del 98. De todas estasconmemoraciones, hay que reconocer que la ms difcil es la de Jos Antonio, primero, por la sacralizacin de que fue objeto porparte del llamado rgimen anterior, lo cual hace que se le incluya en la leyenda negra de que es vctima ese rgimen, ysegundo, por el inevitable encuadramiento de su figura en los fascismos de los aos 30.

    Visitaba no hace mucho el Castillo Estense de Ferrara cuando un guarda me seal una sala dicindome: Esa era la oficina deItalo Balbo. Ya ve. En Nueva York tiene una calle y aqu en Italia, nada, porque dicen que era fascista. Otro empleado del

    museo que pasaba le dijo, seguramente con sorna, porque con los italianos nunca se sabe: Ser un embustero quien lo dice,no?. Yo los poda haber sacado de dudas diciendo que tambin de Mussolini se dice que era fascista, pero opt por nometerme en dibujos ni terciar en disputas de familia. A pocos sin embargo les cuadra mejor que al ras de Ferrara, cuadrunviro dela Marcha sobre Roma, ese epteto que hoy con tanta desenvoltura se prodiga a la hora de descalificar a fulano o a mengano. Yesa connotacin negativa est tan arraigada que incluso los que en el fondo se sienten fascistas se resisten a reconocerse comotales. En los aos 30 no era as, y por eso tiene su mrito el que Jos Antonio Primo de Rivera negara esa filiacin para laFalange recin fundada en un momento en que Balbo y Mussolini estaban en la cresta de la ola. Jos Antonio seal lasdiferencias de su movimiento con el fascista cuando dijo entre otras cosas que la Cmara de las Corporaciones era un buuelo deviento, pero aun as es innegable que la Falange fue la versin espaola del fascismo como el nacionalsocialismo era la alemana.Entre estos movimientos haba diferencias innegables y puede que insalvables, pues su punto de partida romntico y nacionalistaera la encarnacin del Volksgeistrespectivo.

    Tambin es innegable la admiracin personal de Jos Antonio por Mussolini, como lo eran los accidentes externosintercambiables que, como l le deca a Indalecio Prieto, no queremos para nada asumir. Pero es que el fascismo, o losfascismos, tuvieron un programa social y, en lo que a Espaa respecta, fue ese programa el legado falangista mejor aprovechado,no ya por el rgimen nacido del Alzamiento, sino por el sistema que lo vino a suceder, ya que las conquistas sociales quedefenderan los sindicatos socialistas y comunistas tienen nombre y apellidos: Jos Antonio Girn de Velasco. Una de lasrazones del ostracismo poltico del austriaco Haider es el crimen de haber dicho que, en punto a poltica laboral, Hitler hizomucho ms y fue ms lejos que todos los gobiernos austriacos de postguerra.

    No s si a Jos Antonio le habra gustado que se invocara al Volksgeisten relacin con su Falange, pues bien conocida es suresistencia ante lo telrico y lo castizo, pero lo que tampoco se puede negar es su escasa afinidad con la variedad germnica desu idea poltica. Y es que esta variedad se entiende dentro de una tradicin y una historia en las que son insoslayables la Reformay el Kulturkampf, y aunque Jos Antonio propugne la separacin de la Iglesia y el Estado, tampoco puede ni quiere echar por laborda una historia vinculada a la Contrarreforma y enfrentada a un laicismo agresivo. Pero hay adems otros distingos, y no deja

    de ser interesante que l los exponga cuando niega que el Estado totalitario sea una solucin capaz de salvar las verdadesabsolutas, los valores histricos, frente a la amenaza del comunismo ruso. Dice en efecto Jos Antonio que:

    los Estados totalitarios no existen. Hay naciones que han encontrado dictadores geniales, que han servido para sustituir alEstado; pero esto es inimitable y en Espaa, hoy por hoy, tenemos que esperar a que surja ese genio. Ejemplo de los que se llama

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    Estado totalitario son Alemania e Italia, y notad que no slo no son similares, sino que son opuestos radicalmente entre s;arrancan de puntos opuestos. El de Alemania arranca de la capacidad de fe de un pueblo en su instinto racial. El pueblo alemnest en el paroxismo de s mismo; Alemania vive una superdemocracia. Roma, en cambio, pasa por la experiencia de poseer ungenio de mente clsica, que quiere configurar un pueblo desde arriba. El movimiento alemn es de tipo romntico; su rumbo, elde siempre; de all parti la Reforma e incluso la Revolucin francesa, pues la declaracin de los derechos del hombre es copiacalcada de las Constituciones americanas, hijas del pensamiento protestante alemn.

    Uno de los libros ms germanfilos que he ledo ltimamente son las Memorias de un separatista cataln refugiado en Francia a

    raz de nuestra guerra y colaborador, ms que colaboracionista, del ocupante alemn. La clave de esas buenas relaciones de losnazis con nuestros separatistas catalanes y vascos era el idntico enfoque romntico de la idea de nacin sobre la idea de la tierray la sangre, de lo telrico y lo visceral, algo que a Jos Antonio le repugnaba poderosamente. no somos nacionalistas, porqueser nacionalistas es una pura sandez; es implantar los resortes espirituales ms hondos sobre un motivo fsico, sobre una meracircunstancia fsica; nosotros no somos nacionalistas porque el nacionalismo es el individualismo de los pueblos. Ya anteshaba dicho que al pueblo haba que unirlo por arriba; hay que darle decauna fe colectiva, hay que volver a la supremaca delo espiritual. Por aquellos aos ya se hablaba en Francia de la primaut du spirituel, entre otros Maritain, pero Jos Antonioentenda que esa fe colectiva slo sera posible en cuanto el individuo se exaltara a persona; porque si la tierra, la sangre y lalengua son los soportes fsicos de la nacin, que es unidad de destino en lo universal, el individuo es el soporte fsico,fisiolgico, de la persona que es algo ms que mero sujeto de derechos humanos: es nada menos que portador de valoreseternos.

    En el prlogo que hubo de poner a la primera reedicin de postguerra de las Poesas Completas de Antonio Machado, deca

    Dionisio Ridruejo haber saltado de gozo una vez, con otros falangistas, al descubrir un artculo que era hasta en el vocabularioy el estilodel todo atribuible a nuestra fuente ms pura. No s si ese artculo de Machado perteneca a la serie delJuan de

    Mairena, Desde el mirador de la guerra, pero lo que es innegable es que el Ausente, como entonces se llamaba an a JosAntonio, estaba bien familiarizado con el heternimo de don Antonio. En la seccin Variets del peridico FEdel 26 de abrilde 1934, pueden leerse estas apostillas parlamentarias:

    El seor Casanueva, que circunstancialmente preside, asoma, diminuto, bajo el inmenso dosel que da cobijo a la mesapresidencial, como asomara Gulliver presidiendo una sesin del Parlamento en el pas de los gigantes.

    * * *

    En una tribuna de ex diputados varios viejos aristcratas cuchichean con el mismo brillo en sus puos, con la misma pulcritud

    en las calvas y con los mismos ademanes de hombres de mundo con que comentaran por la noche las pantorrillas de lassegundas tiples en la platea de la Antigua Sociedad de Palcos.

    * * *

    En un testero, con purpurina, estn escritos los nombres de los diputados de Cdiz que firmaron el proyecto de la primeraConstitucin. Los Reyes Catlicos, compungidos de tedio en sus hornacinas, parecen decirles: Buena la hicieron ustedes,seores!.

    Si estos entrefiletes poda haberlos firmado Machado, hay otros de ste que en efecto podran ir firmados por Jos Antonio. Porejemplo:

    Porque no he dudado nunca de la dignidad del hombre, no es fcil que yo os ensee a denigrar a vuestro prjimo. Tal es elprincipio inconmovible de nuestra moral.Nadie es ms que nadie, como se dice por tierras de Castilla. Esto quiere decir, enprimer trmino, que a nadie le es dado aventajarse a todos sino en circunstancias muy limitadas de lugar y de tiempo, porque atodo hay quien gane, o puede haber quien gane, y en segundo lugar, que por mucho que valga un hombre, nunca tendr valorms alto que el de ser hombre. Fieles a este principio, hemos andado los espaoles por el mundo sin hacer mal papel. Digan loque digan.

    Y es que estas palabras no son ms en el fondo y en la forma que la glosa de aquella afirmacin de Jos Antonio de que serespaol es una de las pocas cosas serias que se puede ser en el mundo.

    No descubrimos nada del otro mundo al sealar la proximidad de Jos Antonio con Antonio Machado. Es muy conocida la foto

    del estreno deLa Lola se va a los Puertos, en la que aparecen los dos hermanos Machado con don Miguel Primo de Rivera y suhijo Jos Antonio, de etiqueta los cuatro. Ese estreno fue ocasin de un homenaje a los autores de la obra, acto que presidi elDictador y ofreci su hijo, quien exalt a los dos hermanos homenajeados como receptores y emisores de la gracia, de la alegray la tristeza populares, contrastndolos con el intelectual inhospitalario y fro, encerrado en su torre de marfil, insensible a lasvibraciones del verdadero pueblo. No estara de ms subrayar prosegua el novel oradorque el homenaje es a los poetas, s;

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    pero tambin a los dramaturgos. Hay que acabar de una vez con esa crtica miope y tanto ms emocional cuanto ms libre deprejuicios quiere parecer-, que cada vez que estrenan los Machado slo deduce el triunfo de los poetas. No. El pblico queovaciona a los Machado es pblico de teatro, y les rinde el tributo de su admiracin porque son los dramaturgos, losconstructores dramticos quienes le emocionan y encantan. Que son dos grandes poetas ya lo sabemos todos hace muchos aos.Hay escritores a quienes slo se puede admirar. A otros, como a Manuel y Antonio Machado, se les admira y se les ama.

    Jos Antonio pronunciaba esas palabras en una poca en que abundaban en Espaa los poetas admirables. Ya antes mencion ados, ms admirables que simpticos. El ms admirable y ms turrisebrneo de todos era Juan Ramn Jimnez, y fue

    precisamente Juan Ramn Jimnez quien con ms intransigencia reproch a los Machado que escribieran para el teatro. No s siJos Antonio pensaba en l cuando ofreca el homenaje aludido, pero desde luego que l, con su habitual delicadeza desentimientos, s que pensaba en Jos Antonio cuando comentaba la visita en el exilio del magistrado que lo conden a muerte yste le coment como una gracia que lo haban enterrado boca abajo, por si resucitaba, que se hundiera an ms en la tierra.

    No es sta la mejor ocasin de analizar la llamada potica del silencio, puesta en circulacin por mi riguroso contemporneo eldesaparecido Jos ngel Valente, pero no est de ms rastrear sus orgenes en Jos Antonio, cuando le deca a DionisioRidruejo: Lee a Ronsard y vers qu maravilloso silencio cabe entre las palabras en poesa. Alguien capaz de semejanteintuicin tena a la fuerza que tener una intimidad con la poesa, no por discreta y fugaz, menos intensa. Esa relacin ntima fue,por decirlo con una expresin suya, unflirt, y de eseflirtqued un puado de composiciones que vio la luz el ao pasado y quese me pidi que presentara en la Casa del Libro de Sevilla. Esa presentacin no se pudo llevar a cabo por haberse agotadofulminantemente la edicin de 150 ejemplares. Voy a dar lectura al texto que prepar y no llegu a leer en pblico.

    El tiempo y el pozo[1]

    El poeta malagueo Rafael Inglada, que por su calidad y otras virtudes habra merecido, de vivir en otro tiempo,figurar en laAntologa palatina, ha tenido la feliz ocurrencia de editar, con una sobria y simptica elegancia, lasonce poesas que dej Jos Antonio Primo de Rivera. Yo conoc a Rafael Inglada en Crdoba, en un orgisticoCongreso de Poesa, y me fue imposible estrechar su mano, ya que ambas las traa enguantadas de blanco y con unoscascabelitos cosidos a las puntas de los dedos. Durante algn tiempo, en el magnfico suplemento literario de undiario jerezano que coordinaban, como ahora se dice, Jos Mateos y Juan Bonilla, aparecan unas semblanzasfestivas de poetas amigos, ilustradas con sendas caricaturas. Nadie saba quin era el autor de aquellas burlas, hechascon buen humor, y pasara tiempo hasta que se descubriera que no era otro que Rafael Inglada.

    Que un poeta de vanguardia, valga el rancio terminacho, con sus puntas y ribetes de decadente, se lance a

    publicar estos versos, no deja de ser una provocacin en los tiempos que corren. El mrito mayor de estos versos esel de ayudarnos a conocer mejor la primera juventud de alguien que, muerto joven, alcanzara una fama y contraeraunos mritos que nunca pretendi contraer y alcanzar con la poesa. Versos de ocasin, rescatados de la minuta de unbanquete, de un lbum de visitas, versos ntimos de alguien que conoce a sus clsicos pero an no ha hallado supropia voz, no pasaran de ser una curiosidad si quien los guard no hubiera demostrado, con su vida y su obra, tenerun sentimiento potico de la existencia. Y es que en estos versos est, explcita e ingenua, la poesa implcita con laque Jos Antonio se plante el eterno problema de Espaa. La solucin que le daba es cosa de su tiempo, como loson todos los programas polticos, pero al menos en parte fue decisiva para resolver uno de los peores males de laPatria, que hubiera dicho don Lucas Mallada: la injusticia social y el desamparo del trabajador.

    Del mismo modo que no es lcito hacer conjeturas sobre su conducta poltica de haber vivido, no es posibleaventurar opiniones sobre la probable evolucin de su quehacer literario. Su breve textoLa gaita y la lira es uncompendio de doctrina poltica y preceptiva literaria, y a l hemos de atenernos, como hemos de atenernos a aquellasideas suyas que hacen de quien las profesa o las respeta un portador de valores eternos. Tambin, para saber cmo

    era capaz de expresarse en verso, nos hemos de atener a esa docena escasa de composiciones, la ms ambiciosa delas cuales data de cuando an no contaba veinte aos. EsLa profeca de Magallanes, poema pico an en la estticaromntica, pero en el que nada suena falso y que es a la vez una evocacin de los momentos estelares de la Historiade los pueblos ibricos a los que exhorta a unirse para volver a acometer empresas de anloga grandeza. Ms que deQuintana, hay ecos de Camoens, por ejemplo en la descripcin del amanecer frente al Estrecho o de la tempestad quees salutacin y gloria para las cuatro carabelas. Todo est dicho con los versos justos, con palabras claras, conacentos graves y con ese aplomo de quien habla desde una de las divisorias de la Historia. Por fin, es inevitablepensar en la fatalidad de algunas expresiones, por ejemplo, cuando dice: Qu importa nuestra muerte si con ella /ayudamos al logro de este sueo?. El Jos Antonio adolescente se refiere con ello, claro est, a un sueo que secumpli: el de que las tierras recin descubiertas hablaran un da espaol, es decir, portugus y castellano. Pero siesos versos son aplicables, como por desdicha lo fueron, a su caso personal, hay que recordar que el sueo del JosAntonio adolescente era la grandeza de su patria, una grandeza que nunca se lograra mientras la mayora de lapoblacin malviviera al borde de la miseria material y moral. El patriotismo de aquel joven no es, pues, un

    patriotismo altisonante y embriagador, sino una exhortacin a la accin, que a eso era a lo que tiempo adelante sereferira cuando habl de la poesa que promete.

    Este poema pico da una idea de las ideas que germinaban en Jos Antonio; es, por decirlo as, una poesa depensamiento expresada con una sobriedad que anuncia aquel laconismo militar que depur su estilo. Pero es que en

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    cabeza. Slo as he entendido que en pocos como en Jos Antonio y a una edad bien temprana hayan estado tan equilibrados lacabeza y el corazn.

    Ya he dicho en otra ocasin que en el acto fundacional del Teatro de la Comedia, Jos Antonio levant una bandera poticafrente la poltica de las banderas, y es sta una conviccin que siempre ha alentado en mi subconsciente y que tal vez expliquelo ms polmico de mi obra. No he de encarecer la gravitacin de Jos Antonio sobre Leopoldo Panero y Luis Rosales, sobreAdriano del Valle y Manuel Dez Crespo, sobre Carlos Garca Fernndez y Gerardo Diego; nada digamos de Agustn de Fox, yen cuanto a Paz, fue un texto de Jos Antonio,La gaita y la lira, lo que me hizo entender qu era la poesa para el autor deEl

    arco y la lira. Adems, en mis aos romanos no slo tuve la suerte de convivir con Alberti, sino con Eugenio Montes, a quiensiempre tengo presente y de quien tambin aprend muchsimo, y no digamos de Ridruejo, en el que siempre quise ver, pordebajo de sus veleidades e inquietudes, aquel fervor juvenil, aquella pasin de Espaa sin la que nunca habra llegado a entenderal autntico Antonio Machado. En alguna ocasin he explicado la gran coincidencia que tuve con Ridruejo y que esacoincidencia era la del caminante que va con el caminante que vuelve. Puede que l estuviera de vuelta de cosas que a m an meilusionaban, pero lo cierto era que el camino era el mismo: un camino espaol que, como todos los caminos, nos haba llevado aRoma. Creo que fue en Roma, ms que en Barcelona, donde Dionisio descubri las venturas de la socialdemocracia. A m Romame sirvi en todo caso para descubrir sus lacras, hasta el punto de no compartir los entusiasmos de quienes anhelaban sutrasplante a Espaa. No quiero aqu bajar a las ideas polticas, sino mantenerme en el plano de las ideas puras, y ah debo decirque la comunicacin que mantuve con Dionisio slo la pudo interrumpir la muerte y que en esa comunicacin, repito, lata elespritu y la letra de alguien de quien l nunca fue capaz de desligarse del todo, pues si no, no hubiera dicho aquello de que laFalange empezaba y terminaba en la persona del Fundador.

    Dionisio Ridruejo y Ramn Serrano Ser fueron con Eugenio Montes- los amigos de Jos Antonio con los que mayor y msintensa relacin de amistad he llegado a tener, y a ellos se deben dos juicios que resumen su mejor legado. Deca Ridruejo queJos Antonio fue un espaol, si los ha habido, capaz de integrar en su alma las incompatibilidades del banderizo genionacional, y don Ramn le aplicaba las palabras que el propio Jos Antonio dijera de su padre: que padeci el drama queEspaa reserva a todos sus grandes hombres, el drama de que no los entiendan los que los quieren y no los quieran los quepodran entenderlos.

    En su imprescindible libroNietzsche en Espaa, destaca Gonzalo Sobejano el hecho de que Jos Antonio confesara, con mslealtad que otros, el inolvidable valor de eslabn que Ortega, vitalista y aristcrata educado en Nietzsche, representaba para unajuventud enamorada del peligro y la ejemplaridad. Vitalismo, aristocracia, peligro, ejemplaridad son pues los cuatro puntoscardinales del mapa moral e intelectual de Jos Antonio. En un reciente discurso acadmico sobre el temaHeredar el mrito, elmarqus de Salvatierra citaba a Otto de Habsburgo que, refirindose al papel de la nobleza, dice que aunque se pierdan losderechos, no se pierden las obligaciones, y al duque de Harcourt que afirma que en una poca en que las tradiciones seolvidan, hay que recordar que la verdadera tradicin de la nobleza ha sido siempre dar a la colectividad ms de lo que recibe deella. Jos Antonio saba que las cualidades que tena no eran improvisadas; que era beneficiario de una notable desigualdad deoportunidades y que esa desigualdad le obligaba a poner sus deberes por delante de sus derechos. Cuanto ms se es, ms hayque ser capaz de dejar de ser. Es frecuente or decir que fulano vale tanto y que el pas no se lo reconoce. Alguien que vale dasin esperar reconocimiento. Lo mejor del Presidente Kennedy fue aquello de no preguntes qu es lo que Amrica hace por ti,pregntate qu es lo que t haces por Amrica. En circunstancias muy diversas, supo Jos Antonio hacer honor al lema hidalgode nobleza obliga, de nobleza exige, y demostrar que su espritu de servicio y de sacrificio era algo ms que un tropoliterario.

    Jos Antonio muri muy joven y quin sabe qu rumbos habra tomado su pensamiento, pero las ideas que sembr, por mucharetrica oficial que las encubriera y acartonara despus de su muerte, permitiran a la juventud de trasguerra tomar la antorcha deOrtega y de los del 98. En 1983 fui tambin invitado a conmemorar pblicamente los centenarios de dos espaoles ilustres que

    he mencionado con anterioridad, a saber, don Jos Ortega y Gasset y don Alberto Jimnez Fraud, y en ambos casos me fueimposible no tener presente a Jos Antonio, en el primero de manera explcita y en el segundo de manera tcita. En el primercaso, habl de Ortega y de la generacin que, en palabras de Jos Antonio, don Jos haba dejado a la intemperie; en el segundono poda asociar su nombre al del conmemorado, por respeto a la memoria de ambos, pero no pude evitar, para explicarme loque fue la vida de Jimnez Fraud, glosar aquel poema de Kipling que tena Jos Antonio enmarcado en su despacho. En otro delos actos del centenario de Ortega, no pudo faltar la lanzada a moro muerto de un marxista reciclado, que lamentaba que encierto libro de texto no figurase Ortega y figurase Jos Antonio, olvidando su propia condena despectiva de Ortega pocos aosantes, en plena contradictadura cultural marxista de los aos 60. A esa contradictadura se debe lo que de pramo pudo tenernuestra trasguerra, y es se el sentido de la estirpe de Ortega y de Jos Antonio, condenada por los mandarines de esacontradictadura cultural. En las pginas de los autores condenados por esta tropa salta a la vista aquella exigencia de estilo,aquella voluntad de adivinacin, aquella elegancia dialctica que fue uno de los mejores legados de una vida quemada en lalucha poltica l mismo lo intuycomo un castillo de fuegos de artificio.

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    [1]11 Poemas, de Jos Antonio Primo de Rivera. Edicin de Rafael Inglada. Ao MMI. Imprenta Sur. Mlaga.