Giovanni Bello - Buscando el de profundis en la lectura de la historia cultural boliviana

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Articulo escrito el 2012, publicado en el No. 12 de la Revista Piedra de Agua, dirigida por Benjamín Chávez

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    Dossier

    Nuevos desafos de la

    Fundacin Cultural BCB

    Las navegaciones poticas

    de Alvaro Mutis.

    Rubn Vargas

    Buscando el de profundis

    en la lectura de la historia

    cultural boliviana.Giovanni Bello

    Artes visuales

    Paola Oa

    Amor por lo que uno hace.

    Vero Prez

    El espejo aymara.Tristan Platt

    de

    Ao 3 Nmero 12 julio-agosto 2015 Bs. 20

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    Literatura

    En 1974 el filsofo espaolJulin Maras escribi dos

    pequeos artculos con la in-tencin de actualizar lo que habadicho en su obra El mtodo histri-co de las generaciones, publicada en1949, sobre los lapsos que distanentre una generacin intelectualy otra. Tambin tena la intencinde aadir una nueva generacinms dentro del esquema que ha-ba diseado treinta aos atrs. Setratara de la ltima generacin deancianos que sobreviven a los se-

    senta aos y que aun poseen ciertopoder cultural. Hasta el siglopasado los hombre solan morirsehacia los sesenta aos (). Esteesquema ha dejado de ser vlido.Los hombres de sesenta aos y ple-namente activos hoy son legin.Si se repasan los nombres signifi-cativos, los titulares del poder entodas sus formas () se ver queuna enorme porcin correspondea los que tienen ms edad. Eso no

    solo hara que se incluya una ge-neracin ms al esquema de gene-raciones en pugna por el ejerciciodel poder cultural sino que alar-gara el lapso temporal que dividea una generacin de la otra. Eselapso tendra la distancia de entre15 y 20 aos.

    Podramos decir que NatanielAguirre dista ms o menos tres ge-neraciones con Man Csped y con

    Buscando el deprofundisen la lectura de la historia

    cultural bolivianaGiovanni

    BelloEscritor

    Gabriel Ren Moreno

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    Jaime Mendoza, cuatro con Carlos Medinaceli yunas seis con Jess Lara y Juan Quiroz Alguiense ha planteado seriamente esbozar el carcter deestas generaciones, las caractersticas que unen aesos personajes de la historia intelectual nacional?

    Determinar por ejemplo quines detentaban elpoder cultural de una poca y quienes eran unosnovatos cuando otros eran ms bien unos jova-tos? He pensado varias veces en eso. He tratadode identificar quines, a lo largo de nuestra histo-ria, han establecido un panorama general de lasgeneraciones intelectuales nacionales y han trata-do de determinar las afinidades o la inconsistenciade una u otra generacin intelectual. Saber si enverdad podemos hablar de generaciones intelec-tuales en nuestro medio. Los nombres saltan rpi-damente a la memoria. Desde las obras de Gabriel

    Ren Moreno, Alcides Arguedas, Enrique Finot,Octavio Campero Echaz, hasta propuestas msactuales como la de Hacia una historia crtica de laliteratura en Bolivia,dirigida por Blanca Wieth-chter y Alba Mara Paz Soldn, hacen identificableuna larga tradicin de historias generales de nues-tra literatura y, por ende, permiten identificar eluso de herramientas metodolgicas para agrupara los autores, sea de forma generacional o, en al-gunos casos, de forma regional como en Itinera-rio espiritual de Bolivia de Jos Eduardo Guerra.Pero mi cuestionamiento estriba en una pregunta

    ms compleja y es que ms all de estas historiasgenerales y estos usos pragmticos de conceptoscomo generacin intelectual, hasta qu punto sehan planteado verdaderos proyectos de lectura denuestra tradicin intelectual y literaria. Es decir,hasta qu punto se ha ledo nuestra tradicin li-teraria con los ojos del presente y con propuestaspara el futuro de esa tradicin. Hasta qu puntoestas historias generales no se pretenden ms bienobjetivas, como situadas fuera del tiempo, de lasociedad y de las luchas polticas. Toda historia essiempre, y eso bien lo sabe cualquier historiador

    que mnimamente haya ledo a Lucien Febvre,cuestin de elecciones y exclusiones voluntarias.

    S que de ese segundo tipo de textos, aunquemucho menos que los primeros, se han producidovarios, y casos como el Hacia una historia crticason muy interesantes. Hablar de ellos adelante.Pero lo que deseo aqu es homenajear un pequeotexto aparecido en la revista Canataen 1961 de lapluma del querido escritor cochabambino SergioAlmaraz Paz. El texto en cuestin, llamado justa-

    mente Buscando el de profundis de una gene-racin fue compilado junto a otros textos parael libro de artculos pstumo Para abrir el dilo-go en 1979 por Mariano Baptista Gumucio. Enl, Almaraz plantea de forma clara un proyecto

    para leer la cultura boliviana. Un proyecto queimpele a hacer odos sordos a los consejos delos crticos de segunda mano pues ningunareceta, ningn sendero trajinado sern tiles.Almaraz, como se sabe, fue uno de los ms im-portantes intelectuales bolivianos de la segundamitad del siglo XX. Fue l mismo un maestrode su generacin, de la que saldran pensadorestan importantes como Ren Zavaleta Mercado.Fue cercano al nacionalismo revolucionario ysus escritos se centran en la transicin polticahacia el nacionalismo, el problema del petrleo

    y otros temas lgidos hacia la mitad del siglo.Este Buscando el de profundis de una genera-cin, por lo tanto, sale del mbito intelectualen el que se mova Almaraz, aunque hay que se-alar que siempre estuvo involucrado con losmbitos de produccin cultural del pas. Porejemplo fue un asiduo visitante y conferencistaen la Pea Naira y tuvo relacin con varios es-critores de su poca, Luis Luksic, Jaime Senzo Nstor Taboada Tern, entre otros. Buscandoel de profundis de una generacin es un tex-to indignado, un texto polmico en el que Al-

    maraz niega la tradicin literaria nacional quetiene como columna vertebral a Gabriel RenMoreno y Alcides Arguedas y llama la atencinsobre otros autores olvidados, sobre las obrasde Nataniel Aguirre, Man Csped, Jaime Men-doza y especialmente sobre la figura de CarlosMedinaceli 1. Reniega de sus contemporneosJuan Quiroz, Jess Lara y Fernando Diez deMedina y encomia a las nuevas generaciones asalir de su apata, a no caer en el panfletismo y asumergirse en la entraa nacional 2.

    Si bien, como dijimos, la literatura no era

    el mbito ms familiar para Almaraz, una re-visin rpida de Buscando el de profundis deuna generacin nos permite leer un proyectomuy concreto y muy consciente de s mismo,que enfatiza ciertos valores literarios negan-do otros. Almaraz ha hecho un balance de supropia poca y pretende encontrar en autorespoco ledos elementos rescatables que puedenser retomados en el futuro. Ese gesto, comodecamos ms arriba, ha sido patente en po-

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    cos momentos de nuestra his-toria literaria y tal vez el casoms importante de ellos hayasido justamente la vida y obra

    de Medinaceli, a quien Almarazrescata. Medinaceli, a travsde sus ensayos dispersos en laprensa y las revistas nacionales,dio cuenta tambin de un pro-yecto muy concreto de lecturade la cultura boliviana, particu-larmente de la literatura, queen congruencia con el diagnos-tico de Almaraz, llama a la tomade conciencia de lo nacional.En Medinaceli se encuentra el

    mismo gesto de recuperacinde autores poco comentadosde nuestra tradicin histrica,desde Claudio Pinilla, Pruden-cio Bustillos o Juan Capriles 3

    , hasta congneres suyos comoArturo Borda y Roberto Ley-ton a quienes solamente la cr-tica contempornea les devol-vera el estatus literario que semerecen. Medinaceli, al igualque Almaraz, y con muchas ms

    herramientas crticas literarias,pudo percibir, por ejemplo, elcarcter andino de la poesa deFreyre y la relacin entre lostextiles andinos y la poesa deFranz Tamayo. Gesta Brbara, elgrupo fundado por Medinace-li y Gamaliel Churata en 1918es tomado por Almaraz comoel antecedente de lo que una

    verdadera generacin intelectualnacional podra designar. Se autoidentifica del lado de esta tradi-cin y propone que una nueva

    generacin intelectual nacionaldebera situarse tambin de eselado.

    Almaraz parte de una dico-toma, que como advierte desdeel principio, ha sido pensada so-lamente con fines prcticos parasu artculo. Tal dicotoma dividepor un lado a los jvenes invo-lucrados con la cultura nacionalque han sido educados en mediode una cultura enajenante y ex-

    tranjerizante, jvenes que pade-cen de demasiada afectacin, quesienten apata por tomar postu-ras polticas, que leen novelas demoda y, por el otro,jvenes mssensibles a la realidad nacionaly que, segn Almaraz, son msaptos para la recepcin cultural.Seala que tanto los unos comolos otros ignoran por completoesa tradicin oculta de la litera-tura y cultura bolivianas y que si

    no prosperan en su produccin,en el primer caso por apata y enel segundo por imposibilidad, esporque lo que se les ha ensea-do en las escuelas y la educacinsuperior, es decir, esa historiade nuestra cultura centrada enlas vacas sagradas Moreno yArguedas, no les sirve para en-tender realmente su sociedad.

    des Arguedas

    Man Cesped

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    Sabemos que muchos juiciosparecidos fueron vertidos des-de La creacin de la pedagoganacional, pero nos perece suma-mente interesante la propuestadel grupo Don Quijote que en

    la dcada de los 40, a travs desu revista (que tan solo contcon un nmero, en el que porejemplo rescatan muy tempra-namente la figura de ArturoBorda) propusieron algo simi-lar.4Cuando Virginia Aylln en-trevista a Carlos Salazar Mosta-jo, uno de los miembros de DonQuijote y, entre otras cosas,maestro de Warisata y amigocercano de Churata y Medina-

    celi, este retoma el asunto de laprimera Gesta Brbara como elgran ejemplo de una renovacingeneracional frente a la Segun-da Gesta Brbara, una caricatu-ra del movimiento de 1918, unintento de imitar a los tigres ha-ciendo graznidos de gatitos. Noera una gesta brbara, era unagesta de seoritos. Ese caso esinteresante porque nos plantea

    hasta qu punto no se podrahacer todava una dicotomaesquemtica de esa naturalezapara entender el panorama cul-tural actual nacional?

    El asunto entonces trasunta-

    ra dos lneas criticas muy con-cretas: por un lado, pretenderael rescate de autores olvidadoscomo una forma de proyectaruna contra hegemona culturaly, al mismo tiempo, estribaraen una actitud crtica concretafrente a la realidad cultural quepor lo menos en los casos de Al-maraz y Medinaceli tendera areivindicar lo nacional frentea lo extranjerizante. En Alma-

    raz, a quien le toc vivir un mo-mento histrico muy particular,se trata tambin de la retomade posturas polticas, aunquelos autores a los que reivindica(por ejemplo Man Csped o Jai-me Senz, como veremos msadelante) no fueron escritorespolticos ni mucho menos. Enqu punto se unen estas dos l-neas esbozadas por Almaraz que

    tambin percibimos en Medina-celi y en el grupo Don Quijote?Reiteramos que se trata de pro-yectos diseados hasta sus lti-mas consecuencias, diseados

    como la crtica de un presentetotalmente identificable (ahest la dicotoma clara de Al-maraz o la de los quijotes) y laproyeccin de nuevas lecturas yla retoma de tradiciones olvida-das. A partir de esto, aunque denuevo desde mbitos distintos,tambin podra pensarse en lacercana de la propuesta socio-lgica de Silvia Rivera y los ho-rizontes histricos para enten-

    der los procesos que involucranal lector de la tradicin litera-ria nacional. En esta propuestatambin existe un rescate deprocesos olvidados o acalladosconscientemente como unaforma de comprensin de larealidad y de la retoma de esosproyectos que inevitablementedevienen polticos.

    Pero volvamos a nuestrotema. Tendran que pasar por

    lo menos unos 40 aos antes deque ese proyecto enunciado porAlmaraz y hecho carne en Me-dinaceli sea retomado por unanueva generacin de escritores.Tal como indica Blanca Wieth-chter en la introduccin deHacia una historia crtica -obraque es justamente el hito quemarc la retoma del proyectode Medinaceli y Almaraz- lossesenta no podran haber reto-

    mado escritores marginales, nimucho menos, porque lo quese intentaba desde el 52 era laconsolidacin de una identidadnacional que incluyera a todos.Posteriormente, tambin comoseala Wiethchter, la litera-tura busc la conformacin delas identidades locales centra-das en las ciudades capitales yall tampoco pudo fecundar un

    Carlos Medinaceli

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    proyecto que retomara crticamente esa tradicin oculta, por lo menos no enla forma de un proyecto conciso. Hubieron si, espritus crticos. Ah est porejemplo Luis Cachn Antezana, que complejiz la lectura de la tradicin literarianacional aunque de forma fragmentaria y tambin trabaj sobre este campo todala generacin creativa de los setenta, Fernando Rosso, Humberto Quino, Jorge

    Campero, Eduardo Nogales, Ren Bascop, entre otros, por ejemplo, confor-mando la Comuna Arturo Borda en la que se recuper la obra de ese autor y deescritores como Gamaliel Churata5. Pero fue Jaime Senz quien mejor encarnesta otra forma de recuperacin de toda aquella tradicin olvidada, desde IsmaelSotomayor hasta Arturo Borda y Sergio Suarez Figueroa. El caso de Senz esexcepcional porque no solo ocupa un lugar preponderante en Hacia una historiacrticasino que tambin Almaraz vio en l la cifra deaquella nueva generacin que reclamaba en Bus-cando el de profundis de una generacin. En eseartculo, Almaraz, haciendo adems una propues-ta de literatura nacional trasfronteriza, reclama aCesar Vallejo como el modelo que deben seguir

    los jvenes escritores bolivianos, dice ojala todoslos jvenes estudiaran y trataran de comprender elmundo de Vallejo, y ya en 1966, cinco aos des-pus de Buscando el de profundis, ve en Muertepor el tacto un poema sencillo de profundos ele-mentos conceptuales; todo l est impregnado deun amor sereno y fuerte por el hombre y por ellonos recuerda con afecto a Vallejo 6. Senz en mu-chos sentidos fue la cifra de esa generacin porquea la vez que retom la tradicin de aquella escrituramarginal influenci fuertemente en la siguiente ge-neracin de escritores -particularmente paceos-,

    y eso es algo de lo que Hacia una historia crticaestmuy consciente.Pero como decamos, solo a partir del 2002,

    con la publicacin de Hacia una historia crtica sereplante en forma de texto crtico este proyectoenunciado por Almaraz y encarnado de distintosmodos por Medinaceli, los quijotes, Senz o la ge-neracin de poetas de la dcada de los setenta. Esteproyecto retomado de Medinaceli se mantuvo conperseverancia y de forma continua por los colabo-radores de Wiethchter y Paz Soldn, Rodolfo Ortiz y Omar Rocha hasta elda de hoy a travs de la revista La Mariposa Mundial, de la que con acierto dijo

    Antezana no deja de renovar revisar- esa literatura [la boliviana], subrayandosus olvidos u omisiones, frecuentando sus otros caminos 7. Esta revista articulel trabajo de crticos que de forma fragmentaria haban estado pensando nuestratradicin (Antezana o Marcelo Villena) con el rescate de autores como ArturoBorda, Sergio Suarez Figueroa, Hilda Mundy o Roberto Leyton, a la vez quetom una postura muy concreta frente a la literatura actual nacional. Tal vez noquepa aqu hacer una polmica respecto a una realidad que podramos segmen-tar gratuitamente solo para usos prcticos, como Almaraz- entre dos tipos deliteratura actual nacional, pero lo cierto es que frente a la renovacin literariaque por ejemplo representan Edmundo Paz Soldn, Giovanna Rivero o mas in-mediatamente Rodrigo Hasbn, Wilmer Urrelo y Maximiliano Barrientos, La

    Arturo Borda

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    Mariposa Mundialha incluido entre sus colaboradores a quienesse supone se han enmarcado en otra lnea, ms cercana a laentraa nacional. Hablamos por ejemplo de Jess Urzagasti 8,Adolfo Crdenas o Juan Pablo Pieiro. No es casual que en unartculo de uno de los ltimos nmeros de esta revista, titu-

    lado La vanguardia plebeya del Titikaka, Elizabeth Monaste-rios, su autora, pretenda esbozar nuevamente un proyecto deliteratura nacional (en realidad, de los andes centrales) que seremonta a Arturo Borda, Gamaliel Churata y Uriel Garca yque llega hasta Senz y Pieiro.

    Como dijimos, no es nuestra intencin polemizar aqu entorno a esta divisin ficticia, pues sabemos de la ambigedadde este tipo de esquematizacin (el mismo Almaraz lo tenamuy presente). De hecho nuestra postura est lejos de sus-cribir la crtica a lo extranjerizante porque con la excusa denegar lo extranjero tanto el nacionalismo como la izquierdanacionales se mantuvieron enceguecidos frente a fenmenos

    culturales tan impor-tantes como la contra-cultura. Almaraz, porejemplo, incluye entrelas lecturas de modade los jvenes de sen-sibilidad afectada yextranjerizante laobra de los beatniks, lanouvelle vague y Na-bokov, autores y obrasque bien ledas podran

    haber aportado muchoms a nuestra propiatradicin literaria na-cional. Adems, perso-nalmente, disfrutamosmucho de la lectura deautores como Hasbno Barrientos. Lo quenos interesa resaltar esla persistencia de esteproyecto de recupera-cin de obras y la toma

    de postura respectoa las tradiciones literarias precedentes y la forma particularde proceder de quienes encarnaron ese proyecto. Almaraz notuvo acceso a la obra de muchos de los autores que posterior-mente esta crtica recuper, pero enunci desde un lugar algoajeno a la historia literaria nacional este proyecto que va desdeCarlos Medinaceli hasta nuestros das. Depender de cada lec-tor tomar una postura o simplemente negar la existencia deun debate de esa naturaleza.

    Sergio Almarz

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    1Los nombres elegidos por Almaraz nos resultan un poco unilaterales yno pareceran dibujar ninguna lnea coherente. Sabemos que Csped yMendoza fueron muy cercanos. Tanto a ellos como a Aguirre, Almaraz lesadjudica algn tipo de ingenuo nacionalismo como rasgo compartido.2De hecho la crtica hacia Quiroz es mordaz y es interesante pues, junto

    con su crtica a Arguedas y Ren Moreno, lo que hace Almaraz es criticarno a productores de textos ficcionales sino a crticos que por si mismoshan elaborado proyectos de lectura de la literatura nacional. Tanto Morenoy Arguedas como Quiroz son criticables por sus lecturas particulares denuestra tradicin literaria. Especialmente Quiroz, a quien Almaraz llamacomadrona, es deleznable, por su rechazo de la literatura poltica. Loque no quiere decir que Almaraz no critique duramente al arte panfletarioal que califica de sinceramente feo. A Jess Lara le critica su tono que-

    jumbroso (que es una crtica permanente a la literatura supuestamenteindigenista y que por ejemplo Gamaliel Churata profundiza) y a Diez deMedina su falta de profundidad al abordar los temas nacionales.3 Almaraz tambin menciona a Juan Capriles junto a Reynolds y otros

    autores como en trnsito en esta dicotoma entre el escritor comprome-tido con su realidad y el escritor extranjerizante. Hay que apuntar queCapriles fue considerado maestro por Arturo Borda y fue amigo suyo.4El grupo Don Quijote es a su vez una recuperacin hecha por los miem-

    bros de la revista La Mariposa Mundial. El manifiesto de este grupo fuepublicado en el nmero 10 de esta revista y la entrevista mencionada apa-reci en el nmero 11/12.5Entrevista a Eduardo Nogales Guzmn. La Lagartija Emplumada. Re-vista de literatura N 4. La Paz: Carrera de Literatura, UMSA, 2009, pp.135-1496ALMARAZ, Sergio. Muerte por el tacto. Sueos de un ngel solitario y

    jubiloso. En: Para abrir el dialogo.Baptista, Mariano (Ed.). Cochabamba:

    Amigos del libro, 1979. A travs de este articulo Almaraz vuelve a incu-rrir en la crtica literaria. Estos dos artculos junto a algunos pasajes desus obras ms conocidas como Rquiem para una repblica y El poder y lacada dejaran ms que sentado el conocimiento que Almaraz tenia sobreliteratura universal y nacional.7 ANTEZANA, Luis H. Los vuelos de una Mariposa. En: La MariposaMundial. Revista de Literatura, 15. La Paz: La Mariposa Mundial/PluralEditores, 2006, p. 9. Hay que resaltar que a lo largo de los primeros n-meros de esta revista se encuentran varios textos de Medinaceli y estudiossobre su obra escritos principalmente por Omar Rocha, editor de la mis-ma.8Wiethchter considera que el caso de Urzagasti es especial. Urzagasti

    sera el nico hijo de campesino dado a la obra escrita de la historia de laliteratura nacional. En ese sentido, su insercin en esta tradicin marginalde la literatura nacional actuaria de forma distinta a la de los enumeradosa su lado. Por lo tanto, la seleccin de su nombre al lado del de Crdenasy Pieiro, tanto generacional como temticamente es totalmente capri-chosa.

    NOTAS

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    SEGUNDA EDICIN

    NOVEDAD EDITORIAL