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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. r- l' t )J ,, 1 t ctmtL'nl o de la propia ullltgenna, del 1 'acio qu e t.!xpaimcnta d . er en el fond o uc mi ::- mo y de la búsqueda del o rro para iníentar ll ena rl a: en o tras pa l abra s. la aparición del do- ble semt:janza- s eña. en últi- mo término. la mate ri a li zació n del an ia de sobrevivir frenle a la meta- sica de la dualirfnd. Como en un ·'manual de cultur a ge nerar. l os olvidos. la lagunas y las deformaciones forman pa rte de esa ·mitología· emparentada co n la poé- tica de Jaime Gil de Bie dma (marca- do ri gor. lucidez y h edo nismo), esa teoría del universo qu e el poeta me- tafísi co y místico lleva de ntro de s í: ... ves cielo donde aquf hay un [ár bol y arena infinita dond e corre el [arroyo. (pág. 4] J oRGE H. CADAVJD Hay labores (editoriales) que matan Sanguinas Ferna ndo Herrera Gómez Universidad de Pamplona, Pamplona (Col ombi a) , 2003, s. p. Este li bro, di m os lo de pri sa, me- r ecí a una edición s justa. No ha habido cortesía de nin n tipo, o lo que ocurre es o bra de la incap aci- da d y el mal gusto. Gan ó en 2002 el V III co n curso nacional de p oesía Eduardo Cote La mus, y Ja Univer- sidad de P amp lo na (No rte de San- ta nd er) lo da a conocer a través de su Unidad de Med ios y Publicacio- nes. El pom p oso cargo e ditorial le queda gra n de a es ta oficina, pu es el libro del p oeta He rrer a Gómez pa- rece diseñado por una es tampida de toros. La car á tula es ho rri ble y el diseño interior es bien es pa nt oso: en la part e i nfe ri or y s up erior de cada [68] página (con el no mbr e del poeta y el título del lihr o) hay un as r ayas g ri ses y negra s así como un as l et ras (del co mienzo de cada poema) que provienen de un gus to moderni sta co n el que José Asunción Silva no habría so ñado ni con tr es ca rtu chos de marihua n a. No hay numeración de páginas. Para l eer el poe ma El ca- ballero de la ca rre ra sépti ma ti en e uno qu e ade lantarse una hoja y vol- ver a la ante rior: este sistema de tras- papelad o hubiera hecho muy feliz al Lenin qu e escribió un libro sobre l os pasos para ad elante y para atrás qu e hay qu e dar cr eo qu e en el tango o la guara cha revolucionaria. Un de- sastre 1 Y as í, en tales co ndiciones, he mos de l ee r es tos p oe mas de un au to r que en su haber tiene una ob ra más que inter esan te y rig urosa. U no ap re nd e algo nu evo cada día, a cada ins tant e, co n cada coinci den- cia y h asta de la ho rmi gu ita que pasa por a llí , co mo dice con gr acia el m aes tr o Jaim e J a ramillo Escobar. La palabra sanguinfl d es igna a un a he matit es roja , óxido férri co natural , y designa también, por su empleo en el reino pi ctóri co, al lápiz rojo oscu- ro fabri cado co n esa sustancia. D e- signa también a un dibujo r ealizado con este tipo de lá piz. La coinciden- cia qui so que estuvi era yo l eyendo el libro Escritos de un salvaje, d onde ha ll é un a mención y me pr egunté por qu é el azar me co n cede es ta s sa n- g uina s lingüísticas en vez de pr e miar mi s números de la l otería 2 . La división de Sangu i nas es tri- partita: 1. En las ca lles, 2. La casa R ESEÑAS del amor y De la in oce ncia. H er rera m ez pr ocede a una se- miología de las ca ll es y logra esce- na s que su pa la br a rec r ea co n preci- sión. M uclwclw en la p escaderfa es casi un cua dro tlamenco: ·'Mientras atiende a los clientes, 1 so pla apa r- t ando l os cadejos de pelo 1 que se deslizan en su ca ra, 1 la fes ti va mu- ch ac ha de la p escade a' '. P oe mas pa ra vo l ver a l ee r y a nud ar cabos sueltos: los andenes del tr ansp orte so n pl atafo rmas hacia el vacío int e- rior. Los "d es mesurados zapa tos" del primer poema (El también como to- dos) se atan con los "vacilantes taco- nes so n oros" de Travestido. La calle no es lo qu e fu e algún día. Las vi ejas de En esos buenos tiempos se lamen- tan co n r azó n, '' incómodas con el rwnbo 1 que ha to mado ese rincón de la ciudad, 1 en el que viven ha ce tan - tos años ". Uno hace lo qu e pu e de para sobrevivir: l os gestos que ahora podrían parecer aristocráticos so n la consecuencia de la peligros idad del vecindari o, pues a ello se redujeron l os simples gestos de co rtesí a. En un amb i ente de falta de respe to y pr e- dominio de la c ru eldad, el simple da r las gracias se tr ansforma de pront o en una oferta magnánima. Éste es el co ntexto q ue H e rrera Gómez r ecrea en esta parte inicial, en algunos ca- sos con la co mplic idad de Borg es y no siem pre con la palabra exacta3. Sin e ntrar en la órbita del poeta de Fer- vor de Buenos A ires, hay poemas en qu e se evita el peligro de una visión (por inge nua ) realista. Uno de e llos es En una curva del camino: Nos detuv imos en una curva del camino en donde haa una semana los h abl an matado. Uno s hombres hoscos estaban allí. En el piso habla unas cruces [blancas} con las fechas y los nombres. Nos co nmovió la escena, pues pensamos en el pequeño [túmulo que allí se erigía. 80 Ll lf CUL RI\L ' 818 L IOGRAf'I CO. VOL. NlhL 64.

Hay labores (editoriales) que matanDigitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. r-l't )J ,, 1 t ctmtL'nlo de la propia ullltgenna, del 1

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Page 1: Hay labores (editoriales) que matanDigitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. r-l't )J ,, 1 t ctmtL'nlo de la propia ullltgenna, del 1

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

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ctmtL'nl o de la propia ullltgenna, del 1 'acio que t.!xpaimcnta d . er en el

fondo uc "í mi::-mo y de la búsqueda de l orro para iníentar ll ena rl a: en o tras palabras. la aparición del do­ble -~u semt:janza- seña. en últi­mo té rm ino. la mate ri alización de l an ia de sobrevivir frenle a la meta­física de la dualirfnd.

Como en un ·'manual de cultura generar. los olvidos. la lagunas y las deformaciones forman parte de esa ·mitología· emparentada con la poé­tica de Jaime Gil de Biedma (marca­do rigor. lucidez y hedonismo), esa teoría del universo que e l poe ta me­tafísico y místico lleva dentro de sí:

... ves cielo donde aquf hay un [árbol

y arena infinita donde corre el [arroyo.

(pág. 4]

J oRGE H . CADAVJD

Hay labores (editoriales) que matan

Sanguinas Fernando Herrera Gómez Universidad de Pamplona, Pamplona (Colombia), 2003, s.p.

Este libro, digámoslo de prisa, me­recía una edición más justa. No ha habido cortesía de ningún tipo, o lo que ocurre es obra de la incapaci­dad y el mal gusto. Ganó en 2002 el VIII concurso nacional de p oesía Eduardo Cote Lamus, y Ja Univer­sidad de Pamplona (Norte de San­tander) lo da a conocer a través de su Unidad de Medios y Publicacio­nes. El pomposo cargo editorial le queda grande a esta oficina, pues el libro del poeta Herrera Gómez pa­rece diseñado por una estampida de toros. La cará tula es horrible y el diseño interior es bien espantoso: en la parte infe rior y supe rior de cada

[68]

página (con e l nombre del poe ta y el título del lihro) hay unas rayas grises y negras así como unas letras (de l comienzo de cada poema) que provienen de un gusto modernista con el que José Asunción Silva no habría soñado ni con tres cartuchos de marihuana. No hay numeración de páginas. Para leer el poema El ca­ballero de la carrera séptima ti ene uno que adelanta rse una hoja y vol­ver a la anterior: este sistema de tras­papelado hubiera hecho muy fe liz al Lenin que escribió un libro sobre los pasos para ade lante y pa ra atrás que hay que dar creo que en e l tango o la guaracha revolucionaria. Un de­sastre 1• Y así, en tales condiciones, hemos de leer estos poemas de un autor que en su haber tiene una obra más que interesante y rigurosa.

U no aprende algo nuevo cada día, a cada instante, con cada coinciden­cia y hasta de la hormiguita que pasa por allí, como dice con gracia e l maestro Jaime J a ramillo Escobar. La palabra sanguinfl designa a una hematites roja, óxido férrico natural, y designa también, por su empleo en el reino pictórico, al lápiz rojo oscu­ro fabricado con esa sustancia. De­signa también a un dibujo realizado con este tipo de lápiz. La coinciden­cia quiso que estuviera yo leyendo e l libro Escritos de un salvaje, donde hallé una mención y me pregunté por qué el azar me concede estas san­guinas lingüísticas en vez de premiar mis números de la lotería2 .

La división de Sanguinas es tri­partita: 1. En las calles, 2. La casa

R ESEÑAS

de l amor y 3· De la inocencia . Herrera Gómez procede a una se­miología de las calles y logra esce­nas que su pa labra recrea con preci­sión. M uclwclw en la p escaderfa es casi un cuadro tlamenco: ·'Mientras atiende a los clientes, 1 sopla apar­tando los cadejos de pe lo 1 que se deslizan en su cara, 1 la festiva mu­chacha de la pescadería''. Poemas para volver a leer y anudar cabos sue ltos: los andenes de l transporte son plataformas hacia el vacío inte­rior. Los "desmesurados zapatos" del primer poema (El también como to­dos) se atan con los "vacilantes taco­nes sonoros" de Travestido. La calle no es lo que fue algún día. Las viejas de En esos buenos tiempos se lamen­tan con razón, '' incómodas con e l rwnbo 1 que ha tomado ese rincón de la ciudad, 1 en el que viven hace tan­tos años". U no hace lo que puede para sobrevivir: los gestos que ahora podrían parecer aristocráticos son la consecuencia de la peligrosidad del vecindario, pues a ello se redujeron los simples gestos de cortesía. En un ambiente de falta de respeto y pre­dominio de la crue ldad, el simple dar las gracias se transforma de pronto en una oferta magnánima. Éste es el contexto que H errera Gómez recrea en esta parte inicial, en algunos ca­sos con la complicidad de Borges y no siempre con la palabra exacta3. Sin entrar en la órbita del poe ta de Fer­vor de Buenos A ires, hay poemas en que se evita el peligro de una visión (por ingenua) realista. Uno de e llos es En una curva del camino:

Nos detuvimos en una curva del camino en donde hacía una semana los hablan matado.

Unos hombres hoscos estaban allí. En el piso habla unas cruces

[blancas} con las fechas y los nombres.

Nos conmovió la escena, pues p ensamos en el pequeño

[túmulo que allí se erigía.

8 0 Ll lf CUL T Ú RI\L ' 818 L IOGRAf'I C O . VOL. ~0, NlhL 64. ~OOJ

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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

RESEÑAS

Pero no era así.

Luego supimos que eran los asesinos que habéan vuelto, para arrancar las cruces y

[romperlas, poniendo odio sobre odio.

En los pocos casos (pero son) en que los poemas no cuajan (La casa del amor es uno de ellos) o se queman a la salida del horno (por lo general en los versos finales o debido a algu­na verruga en el medio) la causa es siempre un comentario moralista: "¡Ah! Triste realidad de la carne" (Evidencia); "¡Ah! fragilidad de la vida 1 apoyada en la levedad de lo fortuito" (Poema de aniversario). O también el exceso de pasión, de bra­sas eróticas: "pensando que las lla­mas malignas que la abrasaban, la habían vencido ya par a siempre" (La casa del amor); "Pero a mis la­bios abrasados 1 Tu cuerpo es un temp lo encendido" (Tu cuerpo); "cuando vuelves del sol 1 resplan­deces 1 y me abrasas todo 1 como a la polilla 1 la luz que la consume" (Bikini). Cuando el poeta responde a los estrictos límites de lo que 'ha de ocultar, las analogías funcionan por sí solas:

La pobre gansa clueca, a la que han escamoteado los huevos, incuba ahora una botella vacía. Hay que ver con qué ahínco defiende su nido al acercarnos,

con qué delicado movimiento su pico la hace girar bajo el plumaje

{esponjado, con qué ojos de desvarío se

[aquieta en su paciencia inútil.

Como esas tristes mujeres que en los patios de los

[sanatorios, bajo el tibio sol de la mañ.ana, llenan de cuidados y de mimos a sus gimientes criaturas, también hechas de ovillos. [La gansa clueca]

Ojalá Fernando Herrera Gómez se anime a reunir los muchos poemas que tiene, publicados e inéditos, y los lectores los leamos en un volumen cuidado, a la altura de la intensidad que trasmiten. La suya es labor de paciencia, labor recompensada más allá del atentado editorial.

EDGAR O ' HARA Universidad de Washington

(Seattle)

1. Más detalles. En la "Historia del con­curso" (hipotética página nueve). en el casillero de 1975, junto al nombre de Jaime Manrique Ardila leemos: "Más información". Sí, alguien se olvidó de quitar esta frase misteriosa. En la hipo­tética página once, con tipo grande y en el medio, leemos: Índice. Volteamos la página y, sorpresa de las sorpresas, hallamos sólo humo, viento, sombra, nada.

O O l. 1! T ( r.; (.' U L TU K A t ' 1 b 1 U 1. 1 O ti tt ,(. F 1 (. O , V O t. . -1 t) , N Ú M • 6 4 , l O O ~\

f'O E S!A

2. Dice Gauguin : " ... se componía exclusi­vamente de dibujos-croquis. a 1<1piz ne­gro. a la sangui na". Cf. l:.scrilus de un salvaje (traducción de Margarita La­torre), Barcelona. Barra! Editores, Li­bros de bolsiiJo. 1974. pág. 235

3· Dos botone~: ·'Vuelve. 1 ama como é l. te digo. 1 esfos árboles resignados 1 a la muerta geometría" (Depósiro de made­ras Apome); ''Qué austera la circuns­tancia de la muerte 1 en el cementerio judío" ( En el cemenrerio judío). En otros casos. pienso en El albur. se jun­tan muy adecuadamente Prévert , el Max Aub de una antología soñada más que apócrifa y Luis Rogelio Nogueras: bastan una mirla en una rama, una mu­chacha en un banco del parque y un muchacho que pasa y todo se altera y trastrueca: "Adiós dulce amor posible 1 Adiós pájara vida". Excelente sincre­tismo poético.

Esa tentación, esa condena

La mañana del tiempo Víctor Gaviria (prólogo de William Ospina) Hombre Nuevo Editores, Mede llín, 2003, 66 págs.

Este nuevo libro de poemas de Víctor Gaviria lleva un prólogo de William Ospina. Y tres libros más que tengo conmigo de esta misma editorial de MedeJlín también tienen prólogos del mismo ensayista L. Esta coincidencía me recuerda una histo­ria de hace muchísimos años. En Lima tenía yo unos amigos de cole­gio de una familia numerosa (como las de antes): cinco varones y dos mujeres, seguiditos. Siendo estos jó­venes muy simpáticos y entregados a varios deportes y actividades artís­ticas, uno ya puede imagina rse esa casa siempre llena de numerosos tránsfugas y allegados de todas las edades que se quedaban a almorzar y cenar (como en los viejos tiempos ele comienzos ele los ai'ios se tenta: más agua a la sopa y listo, una doce­na más de panes cal ientes a las cin­co de la tarde y listo) y algunos has­ta preguntábamos si había ce rveza en e l menú. Familia harto gene rosa.