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HISTORIA Y MEMORIA (3) Manuel Eduardo Andrade Palma [email protected] Condición sine qua non ha sido la utilización de la historia por parte de la hegemonía del poder vigente, para sus protervos fines políticos; lo que ha garantizado los abusos desvirtuadores de la memoria y por ende de la historia. En nuestra patria, lo han esgrimido liberales o conservadores, izquierdas o derechas, cobijados por sus iconografías mediáticas y mantenimiento del estatus quo colonial. Los “dueños del poder” han establecido la irracionalidad de los “héroes patrios”, como simbología de dominación de los unos sobre los otros, desterrando de por sí, el accionar del llano pueblo, con todos sus componentes y estratos. Domesticando de esta manera la mente y perseverando en la colonización del pensamiento de la mayoría, proveyendo como resultado la mediatización de la memoria ecuatorial. Desde 1492 en que los españoles iniciaron su proceso colonizador en este continente mal llamado América y desde 1534, donde se dan las primeras incursiones por conquistar estas tierras equinocciales, que más tarde asumiría la territorialidad de un país de línea imaginaria, se impuso a punta de incruenta espada y veleidosa cruz, la sumisión y sometimiento de una estirpe ancestral, dueña de una identidad y desarrollo propio. Nos desarraigaron e impusieron como normativa de conducta la “otredad”, en la que hemos convividos hasta el hoy; entre la silente resistencia y la asunción de lo colonial. Se nos ha desdibujado nuestro proyecto identitario, de fortalecer, justipreciar, inquirir y trascender nuestra otra realidad, al margen de los espacios de poder; es decir, salir de la imposición y volar con la libertad fortalecida de la otra historia e identidad nacional que nos han vedado. “El cuento de la patria”, del que nos habla Benjamín Carrión, reafirma la historia elitista y sesgada que hemos asumido los “hombres equinocciales”, obligados a consumir relatos historiográficos escritos por y para la consecución de los protervos intereses de las elites, desdeñando el rol de los verdaderos protagonistas de la historia, representándonos en una territorialidad plana, sin conflictos étnicos, ni de clases sociales, donde los actores sociales, no existen, no tienen

Historia y memoria

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HISTORIA Y MEMORIA (3)

Manuel Eduardo Andrade [email protected]

Condición sine qua non ha sido la utilización de la historia por parte de la hegemonía del poder vigente, para sus protervos fines políticos; lo que ha garantizado los abusos desvirtuadores de la memoria y por ende de la historia. En nuestra patria, lo han esgrimido liberales o conservadores, izquierdas o derechas, cobijados por sus iconografías mediáticas y mantenimiento del estatus quo colonial.

Los “dueños del poder” han establecido la irracionalidad de los “héroes patrios”, como simbología de dominación de los unos sobre los otros, desterrando de por sí, el accionar del llano pueblo, con todos sus componentes y estratos. Domesticando de esta manera la mente y perseverando en la colonización del pensamiento de la mayoría, proveyendo como resultado la mediatización de la memoria ecuatorial.

Desde 1492 en que los españoles iniciaron su proceso colonizador en este continente mal llamado América y desde 1534, donde se dan las primeras incursiones por conquistar estas tierras equinocciales, que más tarde asumiría la territorialidad de un país de línea imaginaria, se impuso a punta de incruenta espada y veleidosa cruz, la sumisión y sometimiento de una estirpe ancestral, dueña de una identidad y desarrollo propio. Nos desarraigaron e impusieron como normativa de conducta la “otredad”, en la que hemos convividos hasta el hoy; entre la silente resistencia y la asunción de lo colonial. Se nos ha desdibujado nuestro proyecto identitario, de fortalecer, justipreciar, inquirir y trascender nuestra otra realidad, al margen de los espacios de poder; es decir, salir de la imposición y volar con la libertad fortalecida de la otra historia e identidad nacional que nos han vedado.

“El cuento de la patria”, del que nos habla Benjamín Carrión, reafirma la historia elitista y sesgada que hemos asumido los “hombres equinocciales”, obligados a consumir relatos historiográficos escritos por y para la consecución de los protervos intereses de las elites, desdeñando el rol de los verdaderos protagonistas de la historia, representándonos en una territorialidad plana, sin conflictos étnicos, ni de clases sociales, donde los actores sociales, no existen, no tienen sueños, son simples objetos de una sociedad que los excluye e invisibiliza. Todo paz, todo armonía. En la linealidad de la historia se han gestado procesos desde lo aborigen, colonial, independentista, republicano, laico y el presente por venir; pero, la estigmatización de los estratos de poder continúa manteniéndose con sus iconografías mediáticas-religiosas y cultos laicos de heroicidad individualizada. El poder hegemónico esgrime su discurso patriotero de conformidad al grupo representante de tal o cual región, donde se exhorta el sentir local-regional, profundizando la centralización del estado, en dos polos de desarrollo, menoscabando y socavando, la relativa integridad identitaria de otras regiones y localidades de este país en construcción, cimentado por todos y para todos, desde todos sus sueños geográficos y humanos; bajo una unidad territorial, social, jurídica y política, con identidad regional definida, pluricultural, multiétnica, diversa geográficamente e integradora; por lo que persistimos en deliberar la versión hegemónica de la historia académica elitista.

Continuara…