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DOMINGO 13 DE SEPTIEMBRE DE 2015 | www.eltribuno.com.ar | eltribuno @eltribuno PEREGRINOS DEL MILAGRO CRÓNICAS DE VIAJE El Tribuno acompañó los primeros días de las peregrinaciones más representativas del Milagro salteño. Un recorrido por Santa Victoria Oeste, Mina Patito, Molinos, Cafayate y Brealito.

Peregrinos Del Milagro

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El Tribuno acompañó los primeros días de las peregrinaciones más representativas del Milagro salteño. Un recorrido por Santa Victoria Oeste, Mina Patito, Molinos, Cafayate y Brealito.

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crónicas de viaje

el Tribuno acompañó los primeros días de las peregrinaciones más representativas del Milagro

salteño. Un recorrido por santa victoria Oeste, Mina Patito, Molinos, cafayate y Brealito.

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A l arribar el sábado 5, a las 19.20, a mina Martillo (4.020 msnm), el viento golpeaba los cristales de las ventanas de la camioneta de El Tri-buno, simulando los latidos

de un corazón susceptible. Pasadas las 20, en el comedor del campamento sirvieron sopa y carne con un acompañamiento de verduras. Mientras compartíamos esta trinidad casera tan evocadora, era propio de los huéspedes opinar que la comida estaba muy buena. Luego, cuando mil estrellas brillaban desde los de-siertos azules, dormíamos los seres humanos ocupando todo el espacio bajo techo disponi-ble: la enfermería, el comedor, la oficina y las habitaciones. Yacimos horizontales y mudos hasta que a las 4 sonó la primera bomba de estruendo. A las 4.30, Dante Bernacki impuso la señal de la cruz y echó gotas de agua bendita sobre los caminantes. El impulso inaugural era auspicioso para los 73 peregrinos. Todos vestían los chalecos reflectantes, los cascos y las soleras amarillas que usan a diario para el

trabajo, pero que habían sido consagrados en la misa de envío por el sacerdote. Entre la banda de música se encontraba Héctor Salva (30), hace 3 años operario de la compañía Santa Rita. Justo debajo de su sikus al cuello, se bamboleaba en un equilibrio precario la foto de una niña. Desde sus ojos asombrados nos contemplaba Julieta (5). Ella, sus otros hijos, Víctor (10) y Fátima (7), y su esposa Lorena (27) son a quienes Esteban deja en Campo Quijano durante sus ciclos de 21 días trabajados por 7 de descanso. Con su mejilla izquierda pronunciada por el acullico de coca, este minero nos contó que cumple turnos rotativos de 12 horas, de 5 a 17 o de 17 a 5. Él es chofer y entre sus compañeros hay operadores de retroexcavadoras, tractoristas y maquinistas. En dos plantas, la de Martillo y la de Patito, procesan ulexita. En invierno las temperaturas son extremadamente bajas y en verano el sol rasante abrasa la piel expuesta. Las ráfagas de viento impiadosas vienen y van. También las tormentas de nieve. No podemos dudar de que trabajar en la Puna es un acto de abnegación inspirado por la vehemencia

del amor. “Todos mis compañeros son padres de familia y a veces no se puede estar en una fecha importante con las personas queridas”, dijo Esteban. Luego confesó que al llegar a la Catedral se resguarda en medio de las filas de la peregrinación de la Puna: “La gente que nos ve pasar llora, y esto no tiene que ver con lo que uno siente”. Agregó que no va a la procesión porque lo desalientan los cordones que protegen a los patronos de Salta. El 13 de septiembre de 1692 se realizó la primera procesión. La for-mación se organizó conforme a los mandatos de una sociedad estratificada: los sacerdotes y religiosos iban con sogas al cuello y descalzos; los hombres, vestidos con ropas de penitencia; las mujeres habían arrojado cenizas sobre sus cuerpos y desnudado sus pies; los jóvenes, niños, indígenas y negros se daban azotes a cada paso, en señal de dolor y arrepentimiento. Tal vez con la práctica nunca se abandonó la rigidez. “Uno se pone a pensar en qué es la fe y uno no puede con sus palabras a veces decir, pero uno lo sabe y lo demuestra en el compañerismo y la ayuda a los hermanos”, definió, antes de tomar la ruta.

Desde el modesto campamento de mina Martillo, inmerso en el Salar del Hombre Muerto (Catamarca), se inicia la caminata minera. Ellos y quienes se suman en diversos parajes recorren en 9 días 380 kilómetros hasta llegar a la capital salteña.

Peregrinación de la Puna: un río caudaloso de gente baja a pura alegría por la Quebrada del Toro

Textos: María de los Ángeles Rojas - Fotos: Juan Barthe

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s.A. de los cobres/tolAr grAnde

SALTA

TolarGrande

S.A. delos Cobres

MinaMartilloSalida: 6 deseptiembre.Llegada: 14 deseptiembre.Distancia: 380 km.Días: 9

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1. En el Salar del Hombre Muerto la pena del cristianismo era más el recuerdo de una pena y el repiqueteo de tambores y redoblantes, y los soplidos de los sikus dejaban el ambiente en paz.

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1. Un minero revisa sus pies doloridos en busca de ampollas. 2. El baile del suri, característico de Tolar Grande. 3. Munidos de pasamontañas van los mineros. 4. El padre Dante, con su casco blan-co de “jefe” de minas, un presente de los operarios de Santa Rita. 5y 6. En las familias se forman nuevos peregrinos.

La misa en el campamento Sijes, pasados 50 km de la mina Patito, el 8 de septiembre a las 12, coincidió con el Día de la Natividad de la Virgen. En una modesta capilla con bancas de pino y suelo de cemento, los peregrinos escucharon el fragmento del evangelio de san Mateo en el que se narra la aparición de un ángel a san José en sueños. “No temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha engendrado en ella fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo”. Los mineros habían salido de Marti-llo con la imagen de la Virgen del Valle. Esa mujer revestida de sol, que es como el lucero del alba y en la que confían como intercesora ante Jesucristo. “Esa virgen tan hermosa/ en los cerros se quedó/ para guía del minero/ junto a ellos caminó”, reza el himno a esta advoca-ción mariana compuesto por los obreros de mina Patito. “Gracias al sí de la Virgen existe la misericordia”, los instruyó el padre Bernacki, vestido con atuendo sacerdotal. Por su parte san Agustín dijo que María había concebido primero al Verbo de Dios (a la palabra de Dios) en su fe y luego en la carne. Así los rezos de los

peregrinos obran como un zumbido musical e incitante que pone las piernas a andar. Antes de dar el saludo de la paz y previendo una circuns-tancia de escasa asepsis, el sacerdote expresó: “No me había mirado las uñas tan sucias de tierra. Pero acá no nos cuidemos en esos deta-lles porque estamos haciendo algo para Dios, y peor sería tener roñoso el corazón”. Luego, entre las intenciones, se destacó un pedido de salud para Sergio Villanueva y Carlos Amieva, el médico que esta vez no pudo salir al camino. También por que en “las familias mineras no falten nunca la paz, el pan y el trabajo por la intercesión de san José”. Con la devaluación del real, Brasil, el principal comprador de boratos argentinos, menguó sus importaciones y esto repercutió en la economía de las mineras. To-dos son conscientes de que una recesión leve implicará de 2 a 3 años de recuperación para la actividad. Además ya circularon rumores de cesación de contratos en otras empresas. Terminada la misa, los peregrinos almorzaron en Sijes. Entre quienes los recibieron estaba Reinaldo Copa (38), quien trabaja en Bórax

Argentina SA hace 18 años. Es supervisor de explotación de minas a cielo abierto y en Campo Quijano lo esperan cada 21 días su esposa María Villanueva (42) y sus gemelas de 5 años, Luna y Estrella. “Uno se siente aliviado y contento por poder recibirlos, aunque este año no podré salir a peregrinar”, sintetizó. Otro ausente con aviso es Mario Sangüeso (38). Su madre, Cirila Taritolay (63), peregrina por su salud. “Yo no me animaba a venir pero tenía a mi hijo trabajando en la mina Patito. Él empezó con su peregrina-ción de mineritos y una vez por alcanzarlo a él decidí peregrinar. Obvio que lo extraño y me trae muchos recuerdos”, relató. Él ahora trabaja

en La Veloz del Norte. “Ayer nos agarró el viento cuando veníamos desde el alto La Filomena. No se podía ni caminar; pero para el peregrino no hay frío, no hay viento, todo se lo ofrecemos al Señor a nuestro sacrificio”, definió Cirila. El 6 de septiembre en el campamento de Patricio Fabián (salar de Ratones, a 5.225 msnm), los caminantes habían dormido sentados a la in-temperie. “Nos relacionamos dándonos ánimos, ayudándonos unos a otros porque a veces uno tiene y el otro no tiene. Hay peregrinos que por falta de experiencia no llevaron ropa y como yo llevé les presté camperas y sacos”, contó Cirila. “Acá en las montañas se siente más la voz de Dios. Soy criada en el campo y hay veces que vos caminás y no tenés una moto, un colectivo, una bicicleta y vos decís: ‘Ay, Señor, tengo can-sancio’, y de repente aparece una camioneta o algo que te ha enviado el Señor y toma rumbo hacia tu ruta”, aseguró.

De nuevo con el poncho puesto, Dante Ber-nacki, al pasar, increpó cariñosamente al equi-po de El Tribuno: “Ajajá, ¿así que decidieron abandonarnos justo cuando cayó nieve?”.

“Los del campo sabemos escalar los cerros. Se hace en zig zag. Si no, se te corta la respiración”.

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1. Vientos de 80 kilómetros por hora azotaron a la comitiva en el alto La Filomena y la mina Patito. También los encontró la nieve. Los peregrinos, en un momento de descanso.

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1. Damiana Lusco (71) es la rezadora a la que Aldo Martínez (42), delegado de la comisión de Tolar Grande, llamó para que condujera un trayecto sin acompañamiento sacerdotal. Damiana encar-nó la mixtura cultural entre ritos católicos y andinos, imponiendo las manos como una chamana y dirigiendo los cánticos religiosos.

“¿Querés un té, monseñor?”. “Sí, gracias. ¿Có-mo estás? Te he traído un par de banderas, una salteña y otra argentina”. “A mí me da vergüenza cómo está la que tenemos, pero qué le vamos a hacer... Tiene que flamear no más”. María Dionisia Rodríguez (51), directora titular desde 2002 de la escuela Nº 4565 Padre Antonio Mallea, se disculpa con Dante Ber-nacki por la tela desgarrada y descolorida que pende del mástil y que se agita a capricho del viento puneño. Continúa: “Escuchaba desde mi cama las ráfagas de anoche y decía: ‘Por favor, santa Rosa, dejalos llegar. Tal vez por-que hoy ellos iban a pisar Santa Rosa, calmó el viento. Cuando esta mañana me desperté a las cuatro no había viento en superficie, y me dije: ‘Santa Rosa los está dejando entrar bien y no van a sufrir tanto’”. El sacerdote asiente y se arrellana en su silla, mientras sus manos reciben el calor de su fragante taza. Entre los cerros, lo divino domeña temporales que no quieren abrir paso a la aurora. Resulta com-prensible que al sacerdote lo haya cautivado “la gentecita esta”, y el diminutivo encierra un hondo cariño pastoril porque si hay alguien que

quiere oír es el pueblo de la Puna. “A lo mejor ellos ven al sacerdote una vez al año. En una de las paradas que hicimos (Lagunita de los Andes), en lo de la familia Tolaba, yo lo había atendido al hombrecito (Adrián, de 85 años) el año pasado y pensé que se iba a morir. Hoy lo vi que estaba con su muleta”, relata. Aquella vez el sacerdote no llevaba hostias consagradas y Adrián pedía tomar la comunión. No fuera a ser que dejara esta vida sin haber recibido el cuerpo de Cristo. Y no fue. “Para ellos la dimen-sión de lo divino y lo religioso ocupa el centro, como en la peregrinación. Que esta cantidad de gente se ponga en movimiento para caminar 380 kilómetros... Vos les preguntás para qué vienen y te dicen que a dar gracias. En la ciu-dad lo tenemos todo y estamos eternamente disconformes, y esta gente tiene muy poco y eso es su felicidad. Eso me ayudó a redimen-sionar el valor de las pequeñas cosas”, define Bernacki, a quien sus largos trancos le hicieron ganarle 2 kilómetros a la comitiva. “Este es mi ritmo y si no me adelanto después dicen que los llevo a las chapas”, apunta con una sonrisa condescendiente. Desde septiembre de 2000

Bernacki empezó a hacer training. Tantos as-censos y descensos al cerro San Bernardo, que queda cerca de la parroquia que dirige, Nuestra Señora del Tránsito, lo prepararon para las altas cumbres. En 2007 subió por primera vez a la Puna, a Tolar Grande, y en 2008, en coinciden-cia con sus bodas de plata sacerdotales, se le ocurrió acompañar a los mineros peregrinos como “un colao”. “Hasta el momento, gracias a Dios, nunca me hizo mal la altura. En enero subí al nevado de Acay y llegué bien y celebré la misa arriba, así que mientras se pueda... Los mineros realmente te cautivan, con sus ges-tos simples, sencillitos...”, dice el sacerdote. El recreo se termina porque las ráfagas traen los compases ternarios de redoblantes y bombos que anuncian la llegada inminente. “Ven con nosotros a caminar, santa María, ven...”. María Dionisia se deja ganar por las cuestiones prácti-cas y le explica al sacerdote que los peregrinos no se podrán bañar porque a la madrugada se volaron dos tanques de 800 litros cada uno... Según la directora desde 1907, cuando se creó la escuela, la población de Santa Rosa de los Pastos Grandes se mantiene en 270 personas que viven

de forma dispersa. Como cada familia tiene su hacienda cuidan del ganado (caprino, ovino y rebaño de llamas) en sus espacios de pastoreo. En época escolar se reúnen. De agosto hasta abril los niños cursan con régimen de verano. En mayo vuelven a migrar. Los alumnos son 98 entre nivel inicial, primario y el ciclo bási-co común. Les enseñan profesores itinerantes que reparten su labor entre el Salar de Pocitos, Olacapato, Santa Rosa y Tolar Grande. “Todo el pueblo se prepara para recibir a los peregrinos, cada uno suma su granito de arena en buscar la leña, en limpiar el horno, en preparar el pan... Así se distribuyen las actividades para recibirlos a ellos”, detalla. Esta maestra es salteña, pero a Pastos Grandes le viene dando 30 años. “Co-mo la capilla es chiquitita, haremos la misa en el salón para que los que vienen caminando tengan un asiento y puedan descansar un poco de ese trajín del calor y el viento, un viento con arena que te curte toda la cara y los labios se te resquebrajan”, detalla porque lo sintió en carne propia. Afuera los pastos amarillos se agitaban, mientras el viento los soplaba y tironeaba de sus raíces.

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1. Peregrinos de Tolar Grande portaban imágenes del Divino Niño, la Virgen del Valle y el Señor del Milagro. Transitaron el Salar de Pocitos, Olacapato, Tocomar, alto Chorrillos y mina La Poma.

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1. En el empalme de las rutas nacional 51 y provincial 129, los peregrinos que partieron de mina Martillo y de Tolar Grande intercambian urnas con imágenes. Juntos llegarán a San Antonio de los Cobres.

El abra del Gallo (4.630 msnm) es de esos pai-sajes que se imponen. Un inexplicable destello de imaginación lanzó esos relámpagos que lo rajaron y lo dejaron imperfecto y mutilado, pero constelado de poesía. Sin embargo, po-co de esa belleza aprecian Lucía (39) y Aníbal Soriano (11), madre e hijo, que se sumaron a la peregrinación al pie de esta abertura ancha y despejada. Se arrebujaban en sus camperas infladas, mientras ráfagas de viento los hacían aterir hasta los huesos. Lucía contó que son de San Antonio de los Cobres. Ella era empleada gastronómica y está desempleada. Tiene dos hijas más: Marisol (20), que vive en Cachi, y Mariela (16). Es el cuarto año que peregrina y el primero acompañada de su hijo. “Me ha-blaron de la comisión del Señor y la Virgen del Milagro de San Antonio de los Cobres para cocinar y allá voy”, dijo. El viento soplaba de quién sabe qué lado del horizonte, levantando la nieve reciente de las huellas mineras por las que transitaron los caminantes. “Vine por devoción a la Virgen, para que nos guíe por el buen camino y me ayude en la salud de mis

hijos y mi papá. Nunca hice promesa, pero me emocionan mucho los peregrinos que caminan más que nosotros”, concluyó. Esta diferencia que marca entre un “público” y otro en la pe-regrinación de la Puna no es menor. El minero Gustavo Martínez (29) estaba en el abra con sus hijos Diego (11), Marianela (8), Alex (6) y Ramiro (3), y su esposa Luisa Burgos (29). El matrimonio es de Cobres, pero hace dos años vive en Salta. “Estas contingencias las vivimos a diario arriba en la mina y estamos medio acostumbrados al viento, la nevada, el calor y, por ello, no es tan difícil llevar a cabo es-to”, aclaró a El Tribuno. Caminando por esos parajes junto a los mineros, toda la aspereza del presente parecía alisada, el cuerpo estaba guardado en una vitrina impenetrable a cual-quier dolor y la mente podía emprender serena la meditación que concedían los momentos. “La gente que no está aclimatada sufre, pero bueno. Los acompañamos para que suban a la traffic. Muchas veces quieren experimentar, pero no se puede. Lo ideal es que se suban a un vehículo para poder seguir. Nosotros siempre

estamos dispuestos a ayudar porque el Milagro es una fiesta muy grande del pueblo de Salta y el Milagro es todo”, definió Gustavo con una sabiduría impropia de sus cortos años.

En el empalme de las rutas nacional 51 y la provincial 129 esperaban por los mineros los caminantes de Tolar Grande, salar de Pocitos y Olacapato. Aldo Martínez (42) secretario de Gobierno municipal de Tolar Grande, presidía un contingente de 56 personas. Había entre ellos 9 mineros, pero la mayoría eran empleados de administración pública. En Los Colorados, a 45 km de Tolar Grande, les tocó montar un campamento a la intemperie. “Los que habían traído sus carpas durmieron allí, otros en ca-miones. Por suerte ese día nos acompañó el tiempo. El segundo día en Salar de Pocitos nos atendieron muy bien en la escuela. A la salida de allí nos agarró la nieve. Justo encontramos una casilla de Vialidad y nos refugiamos ahí”, relató Aldo. Debe de haber sido difícil en su rol de conductor capear los temporales. Aldo llegará a la Catedral a pie por primera vez. Tres años peregrinó en bicicleta, pero dejó “porque

muy poco se rezaba y se concentraban en llegar nomás”. Para suplir esta carencia llamó a Da-miana Lusco (71), una rezadora de San Antonio de los Cobres. “Siempre he peregrinado, pero a mula y no como ahora caminando. Y esas son las ideas que me han quedado a mí y gracias a Dios puedo ponerme al frente de cualquier comunidad con la gracia del Señor que me está mirando”, manifestó Damiana. Luego dijo que vio escaso fervor religioso entre los pocos adolescentes peregrinos. “Los he visto muy desanimados. Cuando veníamos rezando los misterios ellos ya no rezan”, señaló. Cerca no más, Jénnifer López (13) era toda sonrisas, mientras degustaba una naranja. Sin intención de desmentir a Damiana, no pudimos dejar de notarla. Esta niña nos dijo que su intención era pedir por la salud de su hermano Neymar (3). “Yo con esa fe salí de mi casa y más ahora que somos todos amigos, todos hermanos”, contó en su frescura y nos cacheteamos unas lágrimas de emoción. Entonces la fe existe porque la vida no basta. Jénnifer y el resto llegarán a la Catedral el 14 de septiembre a las 15.

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1. Peregrinos de las minas Martillo y Patito se unen con los viajeros de Olacapato, Luracatao y Tolar Grande en la intersección de las rutas provincial 129 y nacional 51. Juntos bajarán a S. A.de los Cobres.

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“ Mi padrastro era muy malo y me mezquinaba la comida. Si no me daban tenía que comer tierrita”, recuerda entre lágrimas Crisanta Zubelza, de 54 años, y se seca con

la manga de su camisa. Tiene un prendedor de gancho en el pullover y dos agujas clavadas en la cinta del sombrero, listas para arreglar alguna prenda que se deshilache en el cami-no. “Si algo se rompe, ahí nomás lo yapamos”, explica. Es una de las 50 personas que el 1º de septiembre emprendieron la marcha para desandar los más de 500 kilómetros y 13 días de marcha que separan Santa Victoria Oes-te, de la Catedral de Salta, hogar del Señor y la Virgen del Milagro. “Yo quiero pedirles a nuestros patronos que ningún chico tenga que pasar por lo que yo he pasado”, agrega Crisanta, peregrina del Milagro salteño, en la procesión de fe más larga de la Argentina. Faltan pocas horas para emprender la marcha y hay que ajustar los últimos detalles para que no falte nada en el camino que atraviesa la cordillera oriental, a 4.300 metros sobre el nivel del mar.

Santa Victoria Oeste es un pueblo de veredas angostas y calles en pendiente. Está incrusta-do en los cerros, que hacen de marco natural de la población, de unas 6.000 personas. Las reuniones duraron hasta tarde la noche del 31 de agosto. La lista arrojó una cifra récord de 50 peregrinos. “Cuando empezamos en 2001 arrancamos cuatro nomás”, recuerda don Hila-rión Peloc, que con su mujer Trinidad Ángelo organizan la peregrinación al Señor y la Virgen del Milagro. “Desde Nazareno habían salido el año anterior y eso no allanó un poco el cami-no. Pero estábamos muy mal preparados. Me puse una mochila como de 20 kilos y cuando subí la primer cuesta, acasito nomás, me di cuenta que así no llegaba a ningún lado. Ahora aprendimos y mejoramos, pero esas veces ni avisábamos y en los puestos del cerro no sa-bían quiénes eran esas personas que llegaban como piqueteros. Nos miraban como locos”, se ríe mientras recuerda que al principio costó conseguir cobijo en cada una de las 13 jornadas. “Ahora ya está todo organizado y nos reciben que es un lujo, cosa que nos llena el corazón”,

cuenta Hilarión.Lucía Arias, clase 61, acomoda la carga el 1º

por la mañana, en su casa de Santa Victoria, arriba del correo viejo. Ahí viven 3 de sus 10 hijos. Ella tiene puesto en Santa Cruz, a unas tres horas en vehículo desde el pueblo. Allá dejó su majadita de ovejas, a cargo de su hermano, que se quedará de pastor para que Lucía pueda caminar hacia el Milagro. “Cuando pastoreo en los cerros me siento sola. Ya he tenido un accidente que me ha dejado con miedo. Me desbarranqué y ahora me cuesta mucho el ce-rro. Quiero acercarme a Dios y pedir por mis hijos”, explica Lucía, que cobra la pensión de siete hijos.

Unas cuadras más abajo adornan con todos los honores a los santos que irán en la procesión. Las imágenes del Señor, Santa Victoria y la Virgen de Chaguaya están siendo prolijamente presentadas en la casa de Hilarión y Trinidad. Cerca de las 14 parten hasta la iglesia del pueblo, custodiada por Santiago Apóstol, para bendecir la marcha y formalizar las promesas. El padre Pedro de la Cruz acababa de bautizar a la hija de

Después de desandar 500 kilómetros durante 13 días, unos 50 peregrinos llegan hoy con sus promesas y plegarias al altar de la Catedral Salteña, donde verán cara a cara a los patronos de Salta: el Señor y la Virgen del Milagro. Sacrificio, humildad y emoción.

Surcando el perfil de los cerros: la peregrinación más larga de la Argentina que inspira a una provincia

TexTo Robustiano Pinedo - FoTos Javier Corbalán

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SANTA VICTORIA OESTE

Santa VictoriaOeste

Salida: 1º deseptiembre.Llegada: 13 deseptiembre.Distancia: 500 Km.Días: 13

SALTA

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1. El primero de septiembre, a las 15.24, sonaron las campanas de la iglesia de Santa Victoria Oeste para anunciar la partida de los peregrinos.

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1. Crisanta Subelza “convida” a la “Pacha” en la apacheta de la laguna de Santa Cruz del Aguilar, el 3 de septiembre, cerca de las 7 de la mañana.

Emiliana Abán y Alberto Tejerina cuando entraron las imágenes anunciadas por un aplauso cerrado. Mujeres y hombres se sacaban el sombrero e inclinaban la cabeza. “Recordemos en este ca-minar, que todos los días caminamos hacia el cielo”, dijo el joven cura llegado de Guanajuato, México y miembro de la compañía salteña Dis-cípulos de Jesús.

El sol estaba fuerte pasadas las 15, cuando la campana del pequeño templo empezó a resonar en el valle del silencio anunciando la partida. Las imágenes avanzaban por la plaza custodiadas por banderas papales y argentinas. El estandarte color poncho salteño se abre paso entre petar-dos de tres tiros y anuncia: “Peregrinos de Santa Victoria Oeste 2015”. Será una jornada corta, de poco más de tres horas de caminata hasta Acoyte, para ir aflojando los músculos e ir preparando el espíritu para las jornadas largas de 14 horas de caminata. Es que la procesión es además una carrera contra el tiempo y la caravana no pue-de sufrir imprevistos si quiere alcanzar el altar mayor según lo programado. Axel Andrés David Garzón cumplió 16 años en febrero. Todos los conocen como “Monchito”. Es su segundo año con los peregrinos. Como el año pasado, tuvo que hacer un esfuerzo grande para llegar sin faltas en la escuela a la fecha de la partida. Además tuvo que mantener un buen promedio en todas las materias para que sus profesores lo dejaran peregrinar durante 13 días. Antes de entrar a la escuela de Acoyte golpea con más fuerza el bombo que encabeza la caravana, marcando el ritmo de la tropa que camina. “Cuando salí el año pasado algunos me decían que era cerquita, que no era tan lejos. Macanas. Es bien lejos y encima es una cuesta bastante parada ¿ve? Yo confiado pensaba que iba a ser fácil, pero había sido muy complicado. Es lejos, muy lejos. Pero de todas maneras yo creo que ha sido muy lindo, porque íbamos cantando, rezando y hablando entre nosotros. Así me hice muchos amigos nue-vos, porque antes de la peregrinación del año pasado, yo casi que no hablaba. Era muy tímido y hablaba bien poquito, pero ahora ya no me cuesta tanto”, dice Monchito, que camina con unos auriculares colgados del cuello. “Me gusta la música electrónica y el reggaetón, pero ahora vamos cantando con la procesión. Pero un sueño que tengo, es ser disc jockey algún día”, agregó.

Padrinos del almaA las 18.30 entró la caravana en el pueblo histó-rico de Acoyte, fundado en 1620. Fueron más de tres horas, un puente colgante, alguna subida y un buen trecho de marcha faldeando los cerros que custodian el paso del río. Son tres cuadras de historia viva. Veredas empedradas, pendientes y casas viejas de adobe con patios internos y puertas pintadas de turquesa. El director de la escuela, “Tití” Rivadeo, recibe a los peregrinos a campanazo limpio. Los chicos de la escuela ya

los habían cruzado unas cuadras antes agitando los banderines celestes y blancos para dar un impulso emocional en el último tramo del día.

Ahí cerca, pero en febrero de 1818, el “intrépido” Bonifacio Ruiz de los Llanos, con 20 gauchos de Martín Miguel de Güemes, arremetió contra una columna de 200 realistas y rindió a esas fuerzas de la corona a pura lanza, sable y coraje. En estos pagos no se olvidan de esa gesta y de las 20 mujeres salteñas decapitadas, que en esos cerros dejaron su vida por la libertad americana.

En Acoyte esperaba la familia Pardo, llegada desde Runsiman, provincia de Santa Fe, muy cerca de Venado Tuerto. Gracias a su ayuda los peregrinos, escuelas y parajes de la zona recibieron 18 mil kilos de ayuda, entre ropa y mercadería. Rita y Jorge se abrazan fuerte. Años atrás, su hija María Belén disfrutaba como nadie de poder ayudar a la gente de Santa Victoria Oeste, hasta que una enfermedad se la llevó. En su honor, el proyecto se bautizó “Belén, Camino Solidario”, como rezan los carteles en las escuelas de San Felipe, Acoyte y Punco Vizcana. No es una pe-regrinación más para la familia. Para Jorge es el primer año en el cerro, después de esa pérdida irremplazable. “Empezamos esta tarea hace 22 años hasta que por el dolor tuvimos que dejar de venir por un año. Pensábamos que no íbamos a poder seguir, pero la fe nos trajo de nuevo”, cuenta Rita. “Sentíamos que Belén nos pedía que sigamos haciendo lo que habíamos empe-zado”, resumió.

El “refuerzo” que juntan para los comedores de las escuelas que apadrinan, alcanza para dar comida el año redondo. “Todo es posible gracias a las empresas que nos apoyan y creen en lo que hacemos”, contó por su parte su hija Valeria. “Mamá nos da fuerza, porque nosotros flaqueamos, porque Belén vino la primera vez, hace 22 años, en 1994. Era odontóloga y se perdía por los cerros revisando a los chicos”, agregó Valeria que junto a su hermano Martín remarcó: “Los peregrinos son los que nos inspiran, por-que después de lo que pasó, nos costaba mucho creer. Nos conmueve y moviliza ver el sacrificio que hacen. El amor que nos brindan es mucho más que todo lo que podemos traer. Todos los años nos vamos llenos, con mucho más de lo que traemos”.

Segundo díaEl cielo amaneció tapado, pero el sol fue cobran-do fuerza y cuando asomó por los cerros, no quedaron vestigios de una sola nube. Un aire fresco alegraba la marcha que arrancó a las 9, río arriba y siguiendo la playa. La caravana se veía como una hilera de hormigas en contraste con la inmensidad del paisaje. El padre Pedro de la Cruz cantaba desde el megáfono: “Le pediría a las montañas: muévanse, muévanse, muévanse”. Piedra a piedra, las patas se hunden un poco en la arena pesada y avanzan.

“Cuando salí el año pasado algunos me decían que era cerquita, que no era tan lejos. Macanas”.

“Sentíamos que Belén nos pedía que sigamos haciendo lo que habíamos empezado hace 22 años”.

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1. Los 50 peregrinos durante la primera jornada de caminata, entre Santa Victoria Oeste y el pueblo de Acoyte, que esconde en sus calles la historia de la batalla que lleva su nombre. Ahí, Bonifacio Ruiz de los Llanos rindió a 200 realistas con 20 gauchos.

La mayoría de los hombres prefiere para ca-minar las tradicionales ushutas, hechas con gomas de auto. Las mujeres eligen también el mismo calzado que usan para pastorear: unas sandalias de cuero con hebilla. El naranja fuego todavía marca el perfil de unos cerros pinta-rrajeados de luz.

Serán 12 horas de marcha. Para cruzar el río Acoyte hay que sacarse los zapatos y mojar las patas en el agua helada de altura. “Chuy”, dicen los primeros y cruzan de a saltitos. Nicolás Ca-lisaya, de 69 años, lleva en andas al Señor del Milagro. Durante toda la jornada irá encabezando la caravana muy cerca del estandarte que lleva Monchito, como le dicen a Axel Andrés David Garzón. El oficial de la Policía de Salta, Abel Samana, ya hizo varias peregrinaciones, como la de Mina Patito, que pasa por San Antonio de los Cobres y baja por la quebrada del Toro. “Esto no se compara nada. No imaginé que iba a ser tan duro”, asegura entrecortado por la puna.

A las 11 apareció a lo lejos el diminuto caserío de Punco Vizcana, como una mancha blanca sobre la falda de un cerro. No se distinguen todavía los ranchitos y los corrales de pirca. Cada tanto

se ve una majadita con su pastor custodiando de cerca. Según el profesor Omar Díaz, marido de la directora Marta Beatriz Villanueva, Punco Vizcana significa “puertas abiertas” en quechua y su existencia está documentada desde 1715. Así recibieron a los peregrinos los 18 alumnos de hasta 15 años. Todos de un blanco impecable se armaron de banderitas argentinas y zam-poñas para musicalizar el mediodía. Sonaron los cohetes del ordenanza Esperanzo Tolaba a las 12.06. La cocinera Alejandra Rodríguez, que lleva 22 años en la escuela, se emocionó. Genoveva Vilte, de unos 70 años, fue de las primeras en llegar ayudada con un bastón y con sus característicos anteojos, que lleva atados con un cordón. El perro peregrino, bautizado Conti o Chiquito no se guarda el entusiasmo y ladra como adivinando que está cerca el primer descanso.

Punco era una posta intermedia entre Acoyte y Lizoite, puestos de engorde de mulas para las minas de Potosí. En 1978 vivían ahí 60 fa-milias y hoy son apenas 18. Castillo, Gaspar, Casasola, Ochóa, Cavana, Rodríguez y Tolaba, son algunos de los apellidos en Punco, a 2.604

metros de altura sobre el nivel del mar. Juan Carlos Urzagasti, de 37 años, es albañil de Trigo Huaico. Llega dolorido apoyado en un bastón improvisado. Tuvo un accidente moviendo pie-dras grandes para arreglar la escuela de San Felipe. El enfermero de Punco lo inyecta con analgésico para que pueda continuar, porque el peregrino se niega a abandonar la marcha. Dice que el Señor y la Virgen le darán las fuerzas necesarias. “Voy a llegar”, asegura y le faltan todavía 11 días.

No se trata solo de llegar, sino de hacerlo a tiempo. La marcha requiere de precisión militar para no demorar la llegada al altar mayor, pre-vista para el día 13. Cualquier tardanza puede

poner en riesgo ese compromiso. Los rezagados saben que no pueden retrasar a toda la pere-grinación y redoblan los esfuerzos. Son las tres de la tarde. La playa del río empieza a hacerse más empinada y angosta. Se ven las sombras naturales de algunos molles y queñuas, madera que usan para hacer los arados que surcan la tierra con ayuda de mulas o bueyes, “por ser dura, pero liviana”.

Cerca de las 18, la caravana asomará por Hor-nillos, donde viven 8 familias. La ex escuela nacional Nº 41 tiene 29 alumnos, a 2.975 metros de altura. La directora, Norma Susana Casimiro, pide que le arreglen el freezer, que se rompió hace dos años. Los alumnos armaron un cartel en el que piden también mejoras edilicias. Tras los temblores de 2011 el edificio se fue rajando. Máximo Benítez, de 30 años, estaba esperando la peregrinación con su mujer Ana y sus hijos Juan Carlos y Alexander. Se preocupa por el puesto sanitario y la capilla, que quedó muy cerca del río con las últimas crecidas. “Soy po-bre, campesino. Por los cuatro hijos cobramos $1.600 y no alcanza. Necesito una manguera de 500 metros”, afirma.

“Los rezagados saben que no pueden retrasar a toda la peregrinación y redoblan los esfuerzos”.

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1. Segundo día de caminata. Adela Calisaya cruza las aguas heladas del río Acoyte, camino a Hornillos.

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1. Hilarión Peloc es, junto a su mujer Trinidad, uno de los organizadores. 2. Los peregrinos cerca de San Francisco. 3. Alejandra Rodríguez, cocinera en la escuela de Punco Vizcana. 4. Alumnos de Punco Vizcana con las zampoñas. 5. Amanecer en la laguna de Santa Cruz del Aguilar. 6. Cruzando el río Acoyte.

Queda el tramo más pesado y apenas una hora de luz hasta Campo La Paz, donde pasarán la noche. La caminata atraviesa un gran derrumbe o “volcán”, como le dicen. “Acá estalló el cerro en marzo de 2009 y sepultó a un abuelito y su nieta”, señala el profesor de agronomía, Roberto Alcides. Se trataba de Marcos Tejerina, de 70 años, y su nieta, Vanesa Tolaba, de tan solo diez años de edad, que quedaron sepultados por el alud de barro y piedras. La lengua de barro todavía se ve patente, como una prueba latente del poder de destrucción que puede alcanzar la naturaleza en estos pagos, entre Hornillos y Campo La Paz. Se siente un esca-lofrío respetuoso. Los paisanos se persignan y sueltan unos rezos por el abuelo y su nieta, que todavía están 40 metros bajo tierra.

Para la gente del lugar, el tramo Horni-llos-Campo La Paz, es de dos horas. Pero para el oficial Samana, el comerciante de celulares salteño Carlos Pérez, de 41 años, y para el equipo de El Tribuno, la recorrida durará cuatro horas y media. El policía victoreño Primitivo Peloc, la pastora Lucía Subelza y la empanadera Adela

Calisaya llevaron a salvo a los rezagados, que entre linternas se hicieron paso por las finas sendas hasta Campo la Paz, a eso de las 22.30. Al llegar todos quieren ir a rezar a la capilla. Samana y Pérez se apretujan en un abrazo con las victoreñas Adela y Lucía.

Tercer díaCampo La Paz es un pequeño paraíso. Todavía es de noche a las cinco de la mañana, pero ya se escucha el murmullo de los rezos y las bombas de estruendo anunciando la partida de los peregrinos. No hay tiempo que perder si quieren llegar de día a Pabellón, arriba de los 4.000 metros. El primer rayo de sol los al-canzará recién en la laguna de Santa Cruz del Aguilar y la laguna tiene su leyenda.

En 1866 el caudillo catamarqueño Felipe Va-rela se levantó en armas contra el gobierno de Bartolomé Mitre. “Varela baja de la cordillera frente a Salta con mil guerrilleros: esquiva a Navarro que ha corrido a cerrarle el paso, y al galope va a Salta donde espera proveerse de armas y alimentos”, dice la crónica. “Felipe

Varela viene/ por los cerros de Tacuil/ el valle lo espera y tiene/ un corazón y un fusil. / Se acerca la montonera/ que a Salta quiere tomar;/ no sabe que en los senderos/ valientes solo ha de hallar”, dice la zamba inmortal, “La Felipe Varela”, de José Ríos y Juan José Botelli.

La huella de Varela sigue viva a pesar de los años. En el departamento de Molinos, por las fincas Hualfín y Tacuil, todavía hablan del te-mor por la montonera. Los viejos cuentan que la gente salió a esconder sus pertenencias a los cerros y las leyendas hablan de nombres ilustres que años más tarde dieron con esos tapados, haciendo grandes fortunas. En Santa

Victoria Oeste, dicen que Varela y su montonera fueron repelidos por los habitantes locales, que ya tenían noticias del saqueo a Salta. “Una hora escasa han ocupado la ciudad y los estragos y saqueos rayan en los límites de lo imposible”, relataba el entonces gobernador de Salta.

Con los bolsillos llenos fue a caer Varela en las tierras de Santa Victoria Oeste, antiguo pago del marqués de Yavi. La puna y la pericia de los locales deben haber pesado en el ánimo del caudillo rebelde, que según la leyenda tuvo que desprenderse de bártulos para escapar con éxito, por esos cerros y quebradas inmensas. Y así llega la historia hasta nuestros días.

Al tucumano Daniel Varela, marido de la directora de Hornillos, lo saludan diciendo: “¿Qué has hecho con el oro Varelita?”. Él se ríe. “Es que dice la leyenda que para escaparse de los locales,

Varela abandonó parte de su botín en esas lagunas de altura. Algunos, años atrás, intenta-ron cavar una acequia para desagotar el espejo de agua”, contó Daniel, que acompañó a El Tribuno en el trayecto Hornillos-Campo La Paz.

“Se persignan y sueltan unos rezos por el abuelo y su nieta, que todavía están 40 metros bajo tierra”.

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1. Los chicos de la escuela 4268 de Santa Cruz del Aguilar, a 3.800 metros de altura, hacen una ronda en el recreo tras el paso de los peregrinos, bajo la atenta mirada del director Eduardo Omar Flores, que tiene a cargo a 21 chicos en jornada completa.

En la laguna no habían dado todavía las 7.30, cuando los peregrinos convidaron a la tierra con coca, licores y cigarros. El sol tiñe de naranja una cuesta puntiaguda y escarpada.

La caravana retoma la marcha. Ya se ven manadas de llamas y en el abra los moja una salpicada de agua nieve. El murmullo se apaga con una ráfaga de viento y los caminantes se van haciendo diminutos en la inmensidad del paisaje. Esa es la imagen de otra leyenda, la leyenda viva de los peregrinos del milagro salteño, que comenzó también con una ca-minata, allá por el 1592. Pasaron 424 años desde aquella peregrinación de 600 millas, desde el puerto del Callao, en Perú, hasta la Catedral salteña. El historiador Bernardo Frías remonta El Milagro a la mismísima fundación de Salta, cuando el conquistador Hernando de Lerma y el obispo dominico Francisco Victo-ria trazaron la nueva ciudad, el domingo de pascuas de 1582.

La relación entre los fundadores no era la mejor. “Frailes y caballeros se disputaban la gloria entonces de quienes más cosechaban las espigas de la inmortalidad; los unos con-

virtiendo bárbaros a la civilización cristiana, los otros tragando reinos en su marcha”, relata Frías. El obispo tuvo que dejar Salta, pero an-tes prometió enviar “un Cristo para la Matriz” y una imagen de la Virgen del Rosario para los dominicanos de Córdoba. Justo 100 años después del descubrimiento de América, apa-recieron flotando en las aguas del Callao dos cajones de madera.

La noticia llegó al virrey de Lima, Andrés Hurtado de Mendoza, que tras una breve ins-pección determinó que era necesario llevar las imágenes en procesión hasta su destino. Se hicieron en Lima fiestas solemnes para des-pedir a las imágenes trasladadas a Salta en procesión. No quedaron registros de cuantos brazos y cuantos días fueron necesarios para cruzar media América, pero según Frías, si quedó registrado que a su llegada a Salta, “el cajón de su pertenencia, no recibió el tributo que tuvo en tierras del Perú” y las imágenes quedaron olvidadas en un rincón de la Cate-dral salteña. Tuvieron que pasar exactamente otros 100 años “para que la luz del día volviera a besar su corona de espinas”, cuando en el

fulgor de los temblores un fraile escuchó en el templo: “No cesarán los terremotos hasta que no saquéis por las calles a ese Cristo que tenés olvidado”.

La caravana se pierde en el infinitoPeregrinando llegaron los patronos a Salta y en peregrinación iban a su encuentro los 50 fieles de Santa Victoria Oeste, que llegarán hoy a la capital salteña. A 324 años de ese terremoto, la leyenda del Milagro continúa surcando los cerros y llenando de esperanza los corazones.

San Francisco es un pequeño caserío junto al camino que va a Nazareno. Grandes rebaños de llamas ven pasar la hilera de peregrinos. Se escucha el crujir de las piedras que se desmo-ronan. Cuatro personas trabajan con barretas en una cantera de laja. Walter Barboza, el pro-fesor de la escuela 4536 “Facundo de Zuviría”, cuenta que desde hace tres años “la zona se está poblando mucho”, a raíz de la explotación de la cantera. “Es laja muy buena y venían de todas partes, por eso tuvieron que hacer una cooperativa, para que el trabajo quede en manos de la gente del lugar. Acá llegan tres camiones

por semana a buscar laja”, contó Barboza, que tiene 36 alumnos a su cargo.

Antes de llegar a San Francisco, en el lími-te con Jujuy, Abel Samana comprende que su marcha puede retrasar la caravana hasta Pabellón, donde harán noche. Todavía debía enfrentar dos jornadas a puro cerro, antes de llegar a Iturbe, ya a orillas de la ruta 9, en la Quebrada de Humauaca. Por eso, Carlos Pérez tomó su promesa y la llevó hasta Iturbe, donde el oficial volvió a retomar la peregrinación.

“Yo seguiría, pero el cerro me hace retasar a Lucía y Adela que son unas santas, porque me andan esperando. Acá se siente un amor incondicional y todos sabemos que es Dios el que nos está ayudando a llegar”, cuenta, mien-tras se pierde a lo lejos la caravana.

El Milagro avanza entre montañas y no se detendrá hasta llegar a Salta. El trayecto se vuelve empinado y punoso. No se trata de no caer, sino de levantarse. Con el cansancio, la mente empieza a dibujar excusas para dar con la rendición del caminante. El tema es no pa-rar, no escuchar la cabeza, sino al corazón. El Señor y la Virgen hacen el resto.

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“ Cuando les digo que las prendan, las prenden... Apaguénlas, falta un peregrinito”, decía el cura minutos antes de que comenzara la ben-dición, el lunes 7 de septiembre a las 22. Atrás, siete misachicos bien

adornados descansaban en los brazos de fieles de las fincas de Hualfín, Colomé y Tacuil, que habían comenzado a caminar a la madrugada.

Las flores alrededor de las imágenes no eran de papel pintado, como las de antes, sino de plástico. “Para el día de la procesión, los claveles son de verdad”, apuntaba una señora. Dentro de la Municipalidad se acumulaban los bolsos, colchones, conservadoras y comida para los peregrinos. Combis, camiones y camionetas serán el soporte para los caminantes de los Valles Calchaquíes.

Bautista Rueda, de 6 años, llegará la primera noche solo hasta el puente, a la entrada del pueblo. Al día siguiente su mamá lo busca-rá de la escuela y viajarán juntos a Salta para encontrar a la comitiva. Lautaro Burgos, de 11 años, que cursa el séptimo grado, caminará

por segundo año hasta Salta. Matías Burgos, de la misma edad, aseguró que quiere vivir la experiencia y que en algún lado “tendrá” que cansarse. “Peregrino es el que camina por una razón; mi razón es ver qué se siente peregri-nar”, explicó.

“Quiero llegar a la Catedral”, afirmó José Baltazar Cruz Chocobar, de 9 años. “Me han contado de Dios, de rezar, de no decir malas palabras”, explicó. Fabricio y Alexandro, de 12 años, que viajan por segunda y tercera vez cada uno, aseguraron que lo que más quieren es llegar a Salta y conocer la Catedral “otra vez”.

No eran todos lugareños los que esperaban ansiosos la largada.

“Yo tengo una chiquita con síndrome de Down. Vengo a pedir que se mantenga con salud, y por la familia”, contó Ricardo Enri-que Quispe, de 49 años, que viaja desde Salta capital para acompañar a los peregrinos por segunda vez. Su hijita también sufre ceguera y espera una mejoría para ella. “Cuando nos vamos acercando a la capital, la gente sale de sus casas. Los ves llorar a ellos y te emocionás.

Ni hablar cuando vamos llegando a la Catedral, que empiezan a sonar las campanas. Lo más lindo es llegar y agradecer a Dios. Para mí el milagro es todos los días ver a mi familia, a mis hijas, a mi papá, a mi mamá, ir al trabajo y, por supuesto, tener trabajo”, expresó. Desde la Municipalidad hacia la iglesia de Molinos, solo se oía el murmullo de los pies. Sabían que estos pasos eran solo los primeros. Con la Hacienda de Isasmendi, el último gobernador realista en América, iluminada como telón de fondo, las cabezas se recortaban claramente. El sacer-dote con acento español rezaba y animaba a los fieles a un “alegre y firme peregrinar”. La invocación a María y el pum-pum-pum de un bombo fueron el incentivo para que los seis peregrinitos encendieran la luz y comenzaran este camino, que terminaría seis días después a los pies del Señor y la Virgen del Milagro. Como la Pachamama no podía quedarse afuera, algunos ya soltaron su ofrenda.

Una bandada de loros barranqueros despi-dió a los peregrinos hasta el puente. Después, solo quedó para guiarlos la luz de las estrellas.

Seis peregrinitos de Molinos encabezaron la procesión. Llevaban linternas y, atrás, 250 personas los seguían caminando bajo las estrellas. A los fieles les esperaba un viaje de seis días hasta la Catedral.

Las luces del Milagro bajan desde los Valles Calchaquíes para alumbrar de esperanza a la capital

Texto: Bernardita Ponce Mora - Fotos: Javier Corbalán

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molinos

MolinosMM

SALTA

Salida: 7 de septiembreLlegada: 12 de septiembreDistancia: 190 kmDías: 6

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1. Los niños de Molinos iluminaron el camino de los peregrinos y prepararon sus corazones para llegar a la meta: la Catedral de Salta.

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V ecinos y amigos de distintas agrupaciones gauchas de Cafayate se reunieron en el puente y de allí salieron al encuentro de los patronos de Salta. Eran las 6.15 del jueves

10 de septiembre, cuando la arboleda de álamos se pintó de naranja. Tranquilos y sin apuro, avanzaron por la ruta y descendieron al río Santa María, para ir más cómodos. La tarde anterior habían trabajado en los corrales para dejar bien herrados todos los animales. Estaba todo organizado. Cada jinete contaba con dos caballos. Mientras unos marchaban, otros 19 esperaban en las postas para alternar a media jornada. Había gran variedad de jinetes: chicos desde los 4 años y hombres de hasta 56.

Edgar Peiró tiene 51 años. Desde hace 12 realiza la peregrinación y cada vez lo acom-paña más gente: el primer año eran 6 y ahora son 18. “Creo que es algo que quedó para la historia. Si el día de mañana yo no puedo, me gustaría que lo siguieran haciendo mis hijos, mis amigos”, explicó el presidente del fortín

Nuestra Señora del Rosario. Contó que una vez operaron a su padre por una enfermedad muy seria. “Le pedí al Señor y a la Virgen que saliera todo bien y yo les prometí que vendría a caballo de Cafayate hasta Salta. Cumplí mi promesa y salió todo bien”, aseguró.

Matías Martínez era el más pequeño de todos los peregrinos, con solo 4 años. Tan chiquito que casi se perdía debajo del poncho y del sombrero. Sabe andar a caballo desde los 3 y, como quería acompañar a su papá, a este solo le quedó acep-tarlo y ver hasta dónde llegaba. Rover Martínez peregrinó por primera vez hace 12 años, cuando tenía 14. “Lo hago por fe a la Virgen y pido que nos mantenga bien de salud. Por la promesa todos los años voy a caballo o acompañando a los peregrinos”, explicó. Ahora tiene 26 años. Lleva un sombrero de cuero negro para taparse del sol, que ya está fuerte, a eso de las 11.

Fernando Camacho es el más grande de la comitiva, con 56 años. “Voy por mi fe hacia la Virgen y acompañando al fortín Nuestra Señora del Rosario”, contó. Es el quinto año que hace la cabalgata y para lograrlo tuvo que acomodar

sus horarios en la Policía de la Provincia, donde trabaja y está casi por jubilarse.

Carla Suárez tiene 13 años y es la segunda vez que va hacia la Catedral de Salta “por devoción y por fe”. “El peregrino es una persona que camina. Nosotros vamos andando a caballo. Lo más lindo es que compartimos todo con los compañeros”, agregó. Felipa Petrona es su hermana, de tan solo 9 años y peregrina por primera vez. “Yo le preguntaba a Carla y ella me contaba que había río y todas esas cosas”, comentó, timidona, la más pequeña. “La Reina y la Maira -otras de sus hermanas más grandes- se han ido a pata con los peregrinos que han salido el día anterior. Los dos más chiquitos se han quedado al cuidado de mi mamá”, explicó Felipa. Las dos niñas van con su papá, René, de 43 años. “Yo quiero que vayan porque vamos a pedir salud y a trajinar a caballo. Es para andar con los amigos y para que se hagan más gauchitas, como nos gusta a nosotros”, argu-mentó René, que trabaja haciendo changas, siempre con su potro.

Manuel Díaz, de 45 años, es el presidente

del fortín San Santiago La Florida. “Hace seis años que estoy viniendo para tener más salud, mejor vida y estabilidad en el trabajo. Lo que más me gusta es la cabalgata y cumplir las pro-mesas”, dijo el gaucho. San Santiago Apóstol es el patrono de los caballos y cada 25 de julio lo festejan. El fortín se creó en 1987 y en la actualidad ya lo integran 45 personas. “Casi todos los que venimos somos familia”, contó.

A trote firme llegaron a la posta para disfrutar de un buen almuerzo. En las horas de peregri-nación los promeseros no se han privado de una petaca Tres Plumas y unas botellas espumosas de gaseosa y vino fresquito.

El domingo, si todo sale bien, cerca de las 9, el río Arenales los verá desensillar para refrescarse y dejar descansar a los animales. Mientras tanto, los jinetes irán humildes a la Catedral “pa’ rendir honores a los santos patronos”. Volverán luego a buscarlos para la hora del almuerzo. Después de la comilona, un camión los llevará de nuevo hasta esas tierras coloradas. Para el año retomarán la senda con renovadas promesas.

El río Santa María se sorprendió cuando 19 caballos comenzaron a andar sobre sus aguas, pero los recibió con gusto al ver la fe que portaban. Mujeres, niños y hombres de todas las edades se lanzaron al encuentro de los santos patronos.

Trajinar de herraduras: entre ríos y tierra colorada, los gauchos dicen presente en el Milagro salteño

Texto: Bernardita Ponce Mora - Fotos: Javier Corbalán

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1. La tropa avanzó por la ruta nacional 68 para cumplir su promesa y esperar la bendición del Señor y la Virgen del Milagro.

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E n casa de doña Celedonia Báez se cocinan las mejores ideas. Con sus 78 años abre las puertas a quien quiera ser convidado con mate cocido y bollo. Du-rante la tarde del lunes 7 de

septiembre, se sentían las risas, los cuchillos y el olor a la leña quemada mientras se prepa-raban las empanadas para degustar después de la misa, al atardecer.

La encargada de la cocina es María “Panchi” Coronel, de 59 años. Aunque vive en Salta capital tiene una parte de su corazón en Brealito. Hace 11 años que peregrina y asegura que lo más importante de su tarea, además de preparar la comida, es el modo de atender a los caminantes. Daniel Gaspar es su compañero en la cocina desde hace tres años: “Siempre está conmigo, es muy churo, voluntoso y bueno”, aseguró.

La Panchi camina unas horas junto a los pe-regrinos y luego se adelanta para recibirlos con algo caliente y aliviador. “Yo no sé si ellos esta-rán contentos conmigo y la comida que hago, pero nunca me reclamaron”, confesó, aunque

todos los comensales aseguraron que se come muy bien. Empanadas, milanesas, churrasco, guiso, asadito, algunos de los platos fuertes.

Dos, cuatro, seis, ocho personas se reunieron en torno a una mesa para picar la carne, pelar las papas y cortarlas en cubitos. La Panchi hace unos años le hizo una promesa a la Virgencita de las Mercedes, que es “muy milagrosa”, según dice. “Yo no tenía dónde vivir. En la ciudad al-quilaba siempre. Entonces me hice una promesa para una casita o un terreno y ella me cumplió. Por eso yo vengo como agradecimiento a mi Virgencita, a mi Madre”, relató la cocinera.

Varios meses antes del Milagro, los organi-zadores arman rifas, piden donaciones y, ade-más, cada peregrino colabora. “Hay mucha fe y ganas de hacerlo, no vamos solo por caminar”, relató Sergio Báez, uno de los coordinadores y el único hijo de Celedonia. “Rezamos, can-tamos, adoramos y comemos en el momento libre”, aseguró.

El martes a las 6 partieron junto a los peregri-nos de Luracatao, que habían llegado el lunes a la tardecita. “Aprovechamos temprano para

evitar el calor y el viento de esta época. Tene-mos esta cultura de nuestros Santos Patronos y para nosotros no hay nada más milagroso”, explicó Virginio Cruz, de 64 años, quien pe-regrina hace 12 y no siente el cansancio. Entre el ruido de ollas y vasos, Lidia Suárez nació en Brealito hace 46 años. Vive en la ciudad pero vuelve para las fiestas. “Vengo 2 o 3 días antes para ayudar con la comida, y después ya me pongo lista para caminar”, contó. Siempre le pide a la Virgen de la Merced, al Señor y a la Virgen del Milagro. “Yo no me olvido de mi pueblito. Celedonia nos espera allá y cuando nosotros dentramos a la Catedral, ahí dentra ella. Cuando llego, siento una emoción muy fuerte y no puedo detener mis lágrimas”, dijo.

Los peregrinos llegarán hoy a las 10. Después de misa, tendrán almuerzo para 300 personas. “Mi señora hace 28 kilos de torta”, comentó orgulloso Sergio. El 16, la Virgen de las Mer-cedes volverá a la capilla de Brealito. Entre el río, la laguna y los cerros descansará hasta las próximas fiestas patronales, los primeros días de octubre.

Los lugareños del paraje entre Seclantás y Molinos se equiparon para la procesión con buenos ingredientes: carne, verdura, fruta y mucha fe. Los cocineros se destacaron por su doble esfuerzo en el camino.

En las manos de la Panchi Coronel se preparan manjares para los peregrinos de Brealito

Texto: Bernardita Ponce Mora - Fotos: Javier Corbalán

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BrealitoB

SALTA

Salida: 8 de septiembreLlegada: 13 de septiembreDistancia: 188 kmDías: 6

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1. Los promesantes de Brealito caminaron largas horas bajo el sol en la Recta del Tin Tin y atravesaron el parque nacional Los Cardones.

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