Prolegomenos a Toda Metafisica, Kant

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  • 8/13/2019 Prolegomenos a Toda Metafisica, Kant

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    Prolegmenos a toda metafsica del porvenir que haya de poder

    presentarse como una ciencia

    Immanuel Kant

    Prlogo del traductor

    El genio austero de Kant, para el cual el aplauso de lamultitud debe avergonzar tanto al filsofo comoenvanece al charlatn, sinti tambin alguna vez lanostalgia de la popularidad.

    Ya, inmediatamente despus de la aparicin de la

    Crtica de la Razn Pura, tena su autor elpresentimiento de que, esa obra fundamental de su vida,haba de lograr solamente acceso a un nmero muylimitado de espritus, y, en una carta dirigida a suadmirador, el Profesor de Knigsberg, Schultz, se quejadel tormento que le produce no ser entendido casi pornadie.

    La realidad super, sin embargo, las previsiones delgran filsofo.

    El mismo Moiss Mendelssohn, tan admirado porKant, haba dejado de leer la Crtica por imposibilidadde entenderla; el Profesor Schultz deca, en 1784, que laoscuridad e incomprensibilidad de la obra es de tal

    naturaleza que, en general, se la mira como un librosellado que nadie puede abrir, y que para la mayorparte del pblico sabio es tanto como si estuviese escritaen jeroglficos.

    Los crticos callaban ante el temor de arriesgarse enun trabajo que supona tantos esfuerzos por la prolijidaddel libro, por sus dimensiones y por la dificultad de lospensamientos en l contenidos.

    Se le honr, durante algn tiempo, con el silencio,dice con amargura su mismo autor, y cuando, en 1782,apareci la primera crtica en el Gttinguer Anzeigenvon gelehrten Sachen, este juicio, que produjo granimpresin en el mundo culto y pareci al mismo

    Hamann fundamental, justo y decoroso, provoc enKant la indignacin que el lector puede apreciar en laprimera de las cartas insertas en el apndice de estevolumen.

    Todo esto explica el hecho de que, desde pocodespus de la publicacin de la Crtica de la Razn Pura,acariciase Kant el proyecto de popularizar su contenidopor medio de un trabajo ms breve.

    En efecto, ya en una carta que dirigi a Marcos Herz,y que debe considerarse como posterior al 11 de Mayode 1781, hablaba de un plan que tena en elpensamiento segn el cual tambin poda adquirirpopularidad la Metafsica. De la existencia de este planse conservan varios testimonios, especialmente en lacorrespondencia de Hamann con Herder y con el editorHartknoch.

    Si constituyen o no los Prolegmenos la realizacinde este proyecto, es una cuestin muy debatida.

    La dificultad del problema nace, principalmente, dela ambigedad de las formas de expresin del fundadordel criticismo, cuyo espritu vacilante y contradictorio serevela hasta en los ms pequeos detalles.

    Por una parte, nos encontramos con que Kant nosdice, al principio de este libro, que no se ha escrito para

    principiantes, sino para futuros maestros; por otra, nosadvierte que, el mtodo empleado en l, a diferencia delempleado en la Crtica de la Razn Pura, es el mtodoanaltico que, segn afirma el mismo autor en su Lgica,es el ms adecuado para el fin de la popularidad.

    No entra en nuestras intenciones conducir al lector altravs del complicado laberinto de la discusin, sostenidaprincipalmente por Erdmann y por Arnoldt acerca delorigen de la obra cuya traduccin ofrecemos al pblicoespaol. El mismo Vorlnder, que ha tomado tambinparte en la controversia, la considera de poca monta parael avance de los estudios filosficos(1).

    Lo nico que podemos afirmar es que, la ndole

    misma del libro y el efecto que produjo en el pblico,ms que la opinin de Arnoldt, parece confirmar la deErdmann, segn el cual no es este trabajo una obra devulgarizacin, sino un mero resumen de la Crtica de laRazn Pura, redactado sobre un proyecto primitivo, enel cual introdujo su autor algunas modificaciones con elintento de contestar a las censuras del GttingerAnzeigen.

    Si, como opina Arnoldt, hubiese utilizado Kant, pararedactar los Prolegmenos, el plan de vulgarizacin quetraz poco despus de aparecer la Crtica de la RaznPura, habra que convenir en que sus esfuerzos no fueroncoronados por el xito.

    La queja fundada en la incomprensibilidad delsistema de Kant ha cambiado poco por ahora, escribeSchultz en 1784 y an aade: parece que no se huyemenos de los Prolegmenos que de la Crtica. Por suparte, un tal Lissius, que ley el libro y lo juzg, dice queKant debera haberle escrito en latn o en francs...,quiz (prosigue) hubiese tenido, de este modo, la,fortuna de hacerle ms inteligible y, para honra de losalemanes, lo habra dado as a conocer a los extranjeros,que no lo leern, tal como hoy est escrito, porque no lopueden entender.

    Tal es, en efecto, la dificultad de la interpretacin dellenguaje kantiano, que no hubiese yo tenido nunca el

    atrevimiento de publicar esta traduccin, si no hubiesecredo poder contar con el auxilio de algunascircunstancias favorables.

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    Es la primera de estas circunstancias la deconsiderarme en posesin de un cierto hbito de manejarlos conceptos propios de la filosofa crtica, merced al

    influjo recibido durante varios aos por parte de algunosmaestros espaoles, verdaderamente familiarizados con elpensamiento de Kant.

    Es otra de estas circunstancias la asistencia que en mitrabajo me ha prestado, con un desinters que slopuede encontrarse en los medios de superior cultura, miinteligente y noble amigo, el doctor Otto Buck, de laUniversidad de Marburgo.

    Para la estimacin del valor que esta traduccin de losProlegmenos pueda tener, la cooperacin del Dr. Buckdebe contarse como un factor decisivo.

    Otto Buck, uno de los discpulos predilectos delProfesor Cohen, es hoy una de las personas que conocen

    mejor en Alemania la literatura kantiana. Altamenteconsiderado, entre los filsofos de su pas, por sustrabajos originales, se halla hoy encargado de la direccinde importantes publicaciones cientficas y literarias, y esuno de los colaboradores de la nueva edicin de las obrasde Kant, que ha de reunir todas las ventajas de la edicinde la Academia, a ms de la de anticiparse a suterminacin.La cooperacin del Dr. Buck no se ha reducido a unaligera revisin de mi manuscrito, sino que ha consistidoen un anlisis concienzudo de cada uno de los prrafos,atento siempre a conservar con la ms estricta fidelidad,el pensamiento del autor, an en aquellos pasajes en que,

    yo crea lcitas ciertas libertades en obsequio a la purezade la forma castellana.

    Si, con esto, al lector superficial, es posible que leparezcan harto violentas algunas formas de expresinempleadas en esta obra, es indudable que, en cambio,habr de conseguirse una ventaja esencial en provechodel que tome en sus manos este libro con un fin deinvestigacin y de estudio. Aparte de que, en unatraduccin de esta ndole, ms que en otra alguna, debeel traductor ser un esclavo del texto original, sin que lesea permitida la arrogancia de pretenderembellecimientos de un escrito que tiene ya, en laprofundidad de la reflexin, la mayor de las bellezas.

    No pretendo, con esto, poner, las faltas que en mitrabajo haya podido cometer, al amparo de la autoridadajena.

    Lejos de eso, espero que, tanto mis maestros como losjvenes filsofos neokantianos espaoles, habrn deponer algn cuidado en la correccin de los errores enque yo haya podido incurrir y, si el favor del pblicohiciese necesaria una segunda edicin de este libro,conseguida desde un principio, como creo, la exactituden lo fundamental y, ms tarde, la rectificacin de lasfaltas posibles de detalle, los mismos filsofos kantianosespaoles podran contar con un texto capaz de suplir elestudio, siempre difcil, del original alemn o, por lo

    menos, de servir como clave segura de interpretacin deuna obra que tanta influencia ha ejercido en la creciente

    expansin del criticismo desde 1784, y que est reputadacomo uno de los mejores medios de introduccin en lafilosofa crtica(2).

    Pero el inters cientfico del estudio de las obras deKant, no es exclusivo de aquellos pensadores quecomulgan en los mismos principios de este gran maestro.

    Si el laudable inters por las cuestiones filosficas quemanifiesta una parte selecta de nuestra juventud es algoms que una inclinacin pasajera, es de presumir que,adems de las tendencias hasta hoy iniciadas, se inicien ydesarrollen otras nuevas y que, al lado de los que ponencondicionalmente en entredicho los textos de Metafsica,hasta tanto que recaiga un fallo definitivo acerca de laposibilidad de esta ciencia arrogante, aparezcan otros queden el fallo por pronunciado y que, tal vez ms influidospor los hbitos que engendran las prcticas cientficas,

    no sientan esas exigencias de totalidad, en el proceso delo condicionado a sus condiciones, que slo puede versatisfechas la razn en el conocimiento de las cosas en smismas, ni experimenten la necesidad de esa policadialctica a cuya falta atribuye Kant el origen delescepticismo.

    Es indudable que, a espritus as orientados, ni se lespuede pedir ni aconsejar que consuman su existencia enel estudio de un sistema filosfico que si, como todos losgrandes sistemas, brilla ms por la crtica que por laconstruccin, no establece una clara lnea divisoria entrela parte negativa y la constructiva, y agota las fuerzas msvigorosas de la inteligencia en el descubrimiento de

    eternas contradicciones.Pero, para estos mismos espritus nuevos, que de la

    juventud esperan la ciencia y la filosofa en Espaa, nopueden quedar las doctrinas del gran filsofo alemncomo encerradas en el misterio de una enseanzaesotrica, en un recinto vedado a las miradas de losprofanos, ni puede carecer de inters la ascensin a lasgrandes cumbres del pensamiento por los mismossenderos de la filosofa crtica, si bien, al terminar laascensin, puedan descubrir horizontes muy distintos delos que crey divisar el maestro.

    Tal vez ellos sean los mejor dispuestos para esclarecermultitud de problemas, tales como los relativos a los

    juicios sinttico a priori, a los conceptos de lmite ylimitacin, etc., que, si han sido profundamenteplanteados por el gran filsofo, no han alcanzado en suestudio, y quiz tampoco en estudio alguno posterior,esa admirable precisin y seguridad que todo lectorpuede apreciar en los pasajes que tratan de la exposicinde las antinomias de la razn pura.

    Muchos pasos se han dado, sin embargo, ya en estecamino de perfeccionamiento, y buena prueba de ello esel admirable estudio que, para eplogo de esta obra, hatenido la bondad de escribir el Profesor Cassirer, de laUniversidad de Berln, uno de los ms jvenes y msilustres representantes del neokantismo en Alemania.

    Si, atrado por los sugestivos pensamientos que elprofesor berlins expone en su eplogo, quisiera alguien

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    estudiar ms ampliamente las doctrinas de este filsofo,puede encontrar una amplia exposicin de ellas en laobra del mismo autor titulada: Das Erkenntnisproblem

    in der Philosophie und Wissenschaft der neueren Zeit.En todo caso es de suponer que, los lectores de este

    libro, habrn de tomar alguna parte en el profundoreconocimiento que yo siento hacia el ilustre maestroque ha aadido con su estudio un nuevo inters a estaobra y ha ofrecido con ello un testimonio manifiesto dela favorable acogida que, los hombres de cienciaextranjeros, dispensan a nuestros esfuerzos por laelevacin de la cultura propia, aunque estos esfuerzossean de ndole tan modesta como el mo.

    Toledo 6 Diciembre 1911.

    Julin Besteiro

    Prefacio

    Estos Prolegmenos no son para uso de principiantes,sino para futuros maestros y, aun a stos, no les debenservir para la exposicin de una ciencia preexistente,sino, ante todo, para la invencin de la ciencia misma.

    Hay sabios, para los cuales la historia de la filosofa(tanto la vieja como la nueva) es su filosofa misma; paraellos no se han escrito estos Prolegmenos. Necesitanesperar hasta que hayan terminado su tarea los que se

    esfuerzan por coger agua de la fuente misma de la razny, entonces, les llega su turno y dan al mundo noticia delo sucedido. En cambio, segn su opinin, nada puededecirse que no haya sido ya dicho en otro tiempo, y estopuede, en efecto, valer como una infalible prediccinpara todo lo porvenir; porque, como el entendimientohumano, durante muchos siglos, ha fantaseado demuchos modos sobre infinitos objetos, no es difcil que,para cada cosa nueva, se pueda encontrar alguna otravieja que tenga con ella alguna semejanza.

    Mi intencin es convencer a todos los que encuentrande algn valor ocuparse en el estudio de la metafsica, deque es absolutamente necesario, antes de emprender su

    trabajo, que consideren como no sucedido todo lo queha pasado hasta aqu, y, ante todo, se formulen estapregunta: es posible algo semejante a la metafsica?

    Si es una ciencia, por qu no puede ser objeto, comolas otras ciencias, de una aprobacin permanente? Si noes ciencia, por qu hace incesantes alardes de tal ydetiene al entendimiento humano con esperanzas, sinunca extintas, jams satisfechas? Sea su ser o su no serlo que se pueda demostrar, es preciso llegar a unaconclusin segura acerca de la naturaleza de esta cienciaarrogante; porque, con respecto a ella, es imposible quepermanezcamos ms largo tiempo en la misma situacin.Parece casi digno de risa que, mientras todas las ciencias

    progresan incesantemente, la que se tiene por lasabidura misma, cuyo orculo todos los hombres

    consultan, d vueltas siempre en la misma direccin, sinpoder avanzar un paso. As, sus partidarios han perdidomucho, y no se ve que, los que se sienten bastante fuertes

    para brillar en otras ciencias, quieran arriesgar su gloriaen sta, donde cualquiera que, por lo dems, esignorante en todas las otras cosas, se atribuye un juiciodecisivo, porque, de hecho, en este campo no hay anpeso ni medida algunos para distinguir la profundidadde la charlatanera superficial.

    Pero, precisamente, no es algo inslito que, despusde mucho estudiar una ciencia, cuando se piensa conadmiracin lo mucho que se ha avanzado en ella, se leocurra a alguien preguntar si tal ciencia es posible, y, engeneral, cmo es posible. Pues la razn humana es tanconstructiva que, con frecuencia, despus de acabada latorre, la ha derribado de nuevo para ver si el cimiento

    mismo est bien fabricado. Nunca es demasiado tardepara hacerse racional y sabio; sin embargo, es tanto msdifcil poner el conocimiento en camino cuanto mstarde ste llega.

    Preguntar si una ciencia es posible, supone que se hadudado de su realidad. Pero tal duda ofende a todosaquellos cuyo patrimonio consiste slo, tal vez, en estajoya aparente; y de ah que siempre, el que manifiestaesta duda, pueda esperar slo resistencia en todas partes.Los unos, orgullosos de su vieja propiedad, yprecisamente por vieja considerada como legtima, consus compendios de metafsica en la mano, le mirarn condesprecio; otros, que no ven en parte alguna ms que lo

    idntico a lo que ya antes han visto en otra parte, no leentendern, y todo permanecer durante algn tiempocomo si no hubiese ocurrido lo que hace temer o esperarun prximo cambio.

    Empero, me atrevo a predicar que el lector de estosProlegmenos, si piensa por s mismo, no slo dudar desu ciencia hasta aqu existente, sino que, en lo sucesivo,quedar perfectamente convencido de que nadasemejante puede existir sin que sean cumplidas lasexigencias aqu formuladas, sobre las cuales descansa suposibilidad, y de que, all donde nunca se han cumplido,no puede existir metafsica alguna. Porque su demandano puede nunca faltar, pues el inters de la razn

    humana, en general, est con ella continuamenteenlazado, tendr que confesar que, necesariamente, ha deproducirse en ella una total reforma, o ms bien unnuevo nacimiento, segn un plan completamentedesconocido hasta ahora, aunque se oponga a ello, comoquiera que sea, algn tiempo.

    Desde los ensayos de Locke y de Leibniz, o, ms bien,desde el nacimiento de la metafsica, hasta donde llega suhistoria, no ha sucedido ningn acontecimiento que, enrelacin con la suerte de esta ciencia, haya podido serms decisivo que el ataque que le dirigi David Hume.No hizo luz alguna en esta forma del conocimiento, perohizo saltar una chispa con la cual, si hubiese encontrado

    una yesca a propsito, hubiese podido muy bien

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    encender un fuego cuyas brasas, sin duda, se habranconservado y acrecentado.

    Hume parta de una concepcin particular, pero

    slida, de la metafsica, a saber: la de la conexin de lacausa y el efecto (por consiguiente, tambin la de larelacin entre la fuerza y la accin, etc.), e invitaba a larazn, que pretenda haberla engendrado en su seno, adeclararle con qu derecho cree que pueda existir algo detal naturaleza que, una vez supuesto, haga necesariosuponer otra cosa; pues esto es lo sobreentendido en lanocin de causa. Prueba Hume, de un modo irrefutable,que es completamente imposible para la razn pensar, apriori y con nociones puras, una conexin, puesto queesto supone necesidad; pues no es, en modo alguno,concebible que, porque algo exista, deba alguna cosaexistir tambin necesariamente, ni tampoco cmo la

    nocin de un enlace puede producirse a priori. De aquconcluye que la razn se engaa completamente en eseconcepto, que aunque le tiene falsamente por su propiohijo, no es otra cosa que un bastardo de la fantasa, lacual, fecundada por la experiencia, ha comprendido talesrepresentaciones bajo las leyes de la asociacin y hasustituido una necesidad subjetiva, esto es, unacostumbre que de ah nace, por una necesidad objetivaque nace del conocimiento. De aqu concluye que larazn no tiene capacidad alguna para concebir talrelacin y para concebirla slo en general, porque suspretendidos conocimientos, subsistentes a priori, noseran otra cosa que experiencias comunes falsamente

    impresas; lo cual es tanto como decir: no hay metafsicaalguna ni puede tampoco haberla(3).

    Ms, por precipitadas e injustas que sus conclusionesfueran, estaban, al menos, fundadas en la investigacin, yesa investigacin era bien digna de que se hubieranreunido las buenas cabezas de su tiempo para resolver eltema en el sentido que l expuso, ms felizmente, si esposible, de lo cual hubiese podido brotar pronto unareforma total de la ciencia.

    Slo que, la suerte, siempre desfavorable, de lametafsica, quiso que Hume no fuera entendido pornadie. No se puede considerar, sin sentir cierta pena,cuan plenamente sus adversarios Reid, Oswald, Beattie

    y, por ltimo, tambin Priestley, dejaron a un lado elpunto fundamental de su trabajo y, mientras suponanconcedido lo que l precisamente dudaba, y ponan, porel contrario, en duda, con vehemencia, y muchas vecescon gran inmodestia, aquello de lo cual jams se le habaocurrido dudar, desatendieron su advertencia para elperfeccionamiento, de tal modo, que todo permanecien el antiguo estado como si nada hubiese ocurrido. Lacuestin no era si la nocin de causa es justa, til eindispensable en relacin a todo el conocimientonatural, pues esto jams se le haba ocurrido dudarlo aHume, sino si ha sido concebida por la razn a priori y,en cierto modo, como una verdad interior independiente

    de toda experiencia, y, de aqu, tiene tambin unaaplicacin ms extensa no limitada solamente a los

    objetos de la experiencia; sobre esto esperaba Hume unaexplicacin. Se trataba del origen de la nocin, no delcarcter indispensable de la misma en el uso; si aqul

    hubiera sido reconocido, se hubiera resuelto por smisma la cuestin de las condiciones de su uso y de lasesferas en las cuales puede ser vlido.

    Los adversarios del clebre escritor, para realizar sutrabajo, hubieran debido penetrar muy profundamenteen la naturaleza de la razn en cuanto tiene simplementepor objetos pensamientos puros; pero esto era para ellosmolesto. De ah que inventaran un medio ms cmodopara presumir sin fundamento alguno, a saber: laapelacin al sentido comn humano. En efecto, es ungran don de los cielos poseer un entendimiento humanorecto (o, como se ha dicho recientemente, simple). Perola prueba debe consistir en hechos, en reflexiones y

    razonamientos sobre lo que se dice y piensa, no enaquello a lo cual, cuando no se sabe alegar nadainteligente para su justificacin, se apela como a unorculo. Apelar al sentido comn humano, precisamentecuando el conocimiento y la ciencia descienden alabismo, y no antes, es una de las ms sutiles invencionesde los nuevos tiempos, en los cules, el insustancialcharlatn compite confiadamente con las ms profundascabezas y puede mantenerse en contra de ellas. Pero, entanto que contemos con un pequeo resto deinteligencia, nos guardaremos bien de echar mano deeste auxilio. Y, mirada a la luz, esta aplicacin no es otracosa que un recurso al juicio de la multitud; una ovacin

    alcanzada por esto enrojece al filsofo, mientras elingenio popular triunfa y se envanece. Pero yo debapensar que Hume poda presumir de un entendimientosano, tanto como Beattie, y, adems, de lo que steciertamente no posea, a saber: de una razn crtica, lacual contiene al sentido comn, a fin de que no seextrave en especulaciones demasiado elevadas, o, si setrata simplemente de esto, de que no se incline a nodecidir nada, porque no encuentra justificacin de susprincipios, pues solamente as se conservar como unentendimiento sano. El escoplo y el martillo puedenservir muy bien para trabajar un trozo de madera deconstruccin; pero para grabar se necesita un buril. As,

    son tambin utilizables el sano entendimiento y elespeculativo, pero cada uno a su modo: aqul, si se tratade juicios, que encuentran su inmediata aplicacin en laexperiencia, y ste, donde se debe juzgar en generalacerca de nociones puras, por ejemplo, en la metafsica,donde el que, frecuentemente, per antiphrasin, se llama as mismo entendimiento sano, no tiene que dardictamen alguno.

    Confieso con franqueza que la indicacin de DavidHume fue sencillamente la que, muchos aos antes,interrumpi mi adormecimiento dogmtico y dio a misinvestigaciones en el campo de la filosofa especulativauna direccin completamente distinta. Estaba yo muy

    lejos de prestarle odos en relacin con sus conclusiones,las cuales se deducan sencillamente porque no se

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    represent su tema en su totalidad, sino que se fijsolamente en una parte del mismo, la cual, sin tener enconsideracin el todo, ninguna informacin puede

    ofrecer. Si se empieza por un pensamiento fundado,aunque no desarrollado, el cual nos pone en relacin conotros, se puede esperar llegar ms all por medio de lareflexin continuada, como le ocurri al perspicazescritor, al cual hay que agradecer la primera chispa deesta luz.

    Yo inquir, pues, primeramente, si la objecin deHume no puede presentarse en general, y prontoencontr: que la nocin del enlace de causa y efecto, noes, ni con mucho, la nica por medio de la cual elentendimiento concibe a priori los enlaces de las cosas,sino que la metafsica toda consiste en eso. Trat deasegurarme de su nmero, y por haber logrado esto

    segn mi deseo, o saber, por un principio nico llegu ala deduccin de que, estas nociones, de las cuales estabayo ahora seguro, no se derivaban de la experiencia, comoHume haba recelado, sino que brotan de la razn pura.Esta deduccin, que pareca imposible a mi sagazantecesor, la cual a nadie fuera de l se le hubieraocurrido, aunque todos se hayan servido confiadamentede la nocin sin preguntar sobre qu fundaba su validezobjetiva, esta deduccin, digo yo, era la ms difcil quejams pudo ser emprendida por la metafsica; y lo peorera que toda la metafsica, existente dondequiera, nopoda prestarme para esto el menor auxilio, porqueaquella deduccin debe, ante todo, decidir la posibilidad

    de una metafsica. Por no haber limitado el problema deHume slo a su caso, y por haber logrado extenderle atoda la capacidad de la razn pura, pude yo progresarms seguramente, aunque siempre con lentitud, paradeterminar al fin, completamente y segn principiosgenerales, la esfera total de la razn pura en sus lmites,as como en su contenido, lo cual era lo que necesitaba lametafsica para desarrollar un sistema segn un planseguro.

    Pero temo que, al desarrollo del problema de Hume,en su mayor extensin (es decir, a la Crtica de la raznpura), le puede suceder lo que le sucedi al problemamismo cuando fue expuesto. Se le juzgar mal por no

    entenderle; no se le entender, por hojear, s, el libro,pero no meditar con gusto sobre l, y no se querr tomaresta molestia, porque la obra es seca, oscura, contradicetodas las habituales nociones y, adems, es prolija. Ahorabien: yo confieso cuan inesperado es para m or quejarsede un filsofo por falta de popularidad, amenidad ycomodidad, cuando se trata de la existencia del mismoalabado conocimiento, indispensable para la humanidad,el cual no puede ser tratado de otro modo que segn lasms estrictas reglas de una exactitud escolar, despus delo cual es cierto que, con el tiempo, se sigue lapopularidad, pero jams se puede hacer de ella elprincipio. Solamente es justa la queja que se refiere a

    cierta oscuridad que brota de la prolijidad del plan, porlo cual no se puede abarcar bien con la vista el punto

    capital, que importa mucho a la investigacin; y esto loremediar yo con los presentes Prolegmenos.

    La obra, que explica la pura facultad racional en su

    contenido y en sus lmites, se constituye siempre,adems, como la base a la cual se refieren, slo comopreliminares, estos Prolegmenos, pues aquella crticadebe, como ciencia, mantenerse sistemtica y completahasta en sus ms pequeas partes, antes que se piense enhacer aparecer la metafsica o en concebir sobre ella unaesperanza lejana.

    Se est desde hace tiempo acostumbrado a vernuevamente engalanados los viejos y gastadosconocimientos, cuando se les separa de sus precedentesenlaces, adaptndoles una vestidura sistemtica segn elpropio corte deseado, pero bajo un nuevo ttulo; y, deantemano, no esperarn otra cosa de aquella crtica la

    mayor parte de los lectores. Solamente estosProlegmenos le inclinarn a comprender que se trata deuna nueva ciencia, en la cual a nadie se le haba ocurridopensar antes, cuya misma mera idea era desconocida, ypara la cual nada poda ser til sino la simple indicacinque poda ofrecer la duda de Hume, el cual, igualmente,no adivin la ciencia formal, tambin posible, sino que,para poner en seguridad su nave, la hizo fondear en lacosta (del escepticismo) donde poda estacionarse ypudrirse, en vez de lo cual a m me importa darle unpiloto que, provisto de los seguros principios del arte deltimonel, los cuales estn sacados del conocimiento delglobo, con un mapa completo del mar y un comps,

    pueda dirigir seguramente el barco adonde le parezcabien.

    Para una ciencia nueva, que est completamenteaislada y es nica en su gnero, proceder con el prejuiciode que se le pueda juzgar con ayuda de sus pretendidosconocimientos, ya antes adquiridos, aunque stos seanprecisamente aquellos cuya realidad debe ser, deantemano, por completo puesta en duda, no produceotro resultado que el creer ver por todas partes lo que leera a uno ya antes conocido, porque quizs suenen lasexperiencias de un modo semejante; solamente que ledebe parecer a uno todo extraordinariamentedesfigurado, absurdo y como una jerga, porque no se

    toma por base el pensamiento del autor, sino siempresolamente su propia manera de pensar, convertida ennaturaleza tras larga costumbre. Pero, en tanto que estfundada en la ciencia misma y no en la exposicin, laprolijidad de la obra, la inevitable sequedad y laminuciosidad escolstica, son cualidades que pueden,ciertamente, ser muy ventajosas a la cosa misma, pero,para el libro mismo, se hacen completamentedesaprovechables.

    No es dable a cualquiera escribir tan sutilmente, y, almismo tiempo, sin embargo, de modo tan atractivocomo a David Hume, o tan fundamentalmente y, poreso, de un modo tan elegante como a Moiss

    Mendelssohn. Slo hubiese podido dar popularidad a miexposicin (cosa que me halagaba), si nicamente me

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    hubiese importado trazar un plan y encarecer a otro sudesarrollo, y no hubiese yo llevado en el corazn el deseodel bien de la ciencia en la cual me hube ocupado

    durante tanto tiempo; pues, por lo dems, se necesitamucha perseverancia, y aun no poca abnegacin, paraposponer el atractivo de una pronta aceptacin favorablea la perspectiva de una aprobacin tarda, aunque msduradera.

    Hacer planes es muchas veces una exuberante yjactanciosa ocupacin del espritu, por la cual se da unoa s mismo una apariencia de genio creador, mientras sepostula lo que no se puede hacer efectivo, se censura loque no se puede hacer mejor y se propone aquellomismo que no se sabe dnde se puede encontrar, aunqueslo para un buen plan de una crtica general de la raznsera necesario ya algo ms, que se puede adivinar, si no

    ha de ser ste, como de costumbre, una meradeclamacin de devotos deseos. Pero la razn pura esuna esfera tan aislada y, en s misma, tan enlazada portodas partes, que no se puede poner la mano en ningunade ellas sin tocar todas las dems, y nada se puedeefectuar sin haber determinado previamente la posicinde cada una y su influjo sobre las otras; pues nohabiendo nada fuera de ella misma que pueda corregirinteriormente nuestro juicio, la validez y utilidad de cadaparte dependen de la relacin en que est en la razn conrespecto a las otras, y porque, como en la estructura deun cuerpo organizado, el fin de cada miembro puedesolamente ser deducido de la nocin completa del todo.

    De aqu que se pueda decir, de una crtica tal, que nuncapuede ser segura si no est completamente acabada hastaen los ms pequeos elementos de la crtica de la raznpura, y que, de la esfera de esta facultad, se debedeterminar o decidir todo o nada.

    Pero aunque pueda ser ininteligible, incierto e intilel sencillo plan que preceda a la crtica de la razn pura,por el contrario, es muy til si la sigue. Pues, por estemedio, se pone uno en situacin de abarcar el todo, deprobar, parte por parte, los puntos capitales queimportan a la ciencia y, muchas veces, de ordenar laexposicin mejor de lo que estaba la primeracomposicin de la obra.

    Cabe, pues, un tal plan despus de acabada la obra, lacual ahora puede ser expuesta segn el mtodo analtico,mientras que la obra misma debi ser redactadaabsolutamente segn el mtodo sinttico, a fin de ponerante los ojos la ciencia con todas sus articulaciones,como el organismo de una completa y especial facultadde conocer en sus relaciones naturales. El que encuentrenuevamente oscuro este plan que yo pongo ante todametafsica del porvenir, como prolegmeno, debe pensarque no es precisamente necesario que todos estudienmetafsica, que hay muchos talentos, los cuales lograncompletamente su objeto en ciencias fundamentales ymuy profundas que se aproximan ms a la intuicin,

    pero que no pueden lograrlo en investigaciones acerca deconceptos puramente abstractos, y que, en tal caso, sus

    dotes espirituales deben ser empleadas en otro objeto;pero debe tambin pensar que, el que trata de juzgar lametafsica y, an ms de escribirla, debe satisfacer

    completamente los postulados que aqu han sidoestablecidos, ya pueda suceder de modo que acepte unasolucin o que la refute fundamentalmente y la sustituyapor otra (pues rechazarla no puede), y que, al fin, la tanponderada oscuridad (una mscara habitual de suindolencia y miopa) tambin puede tener su utilidad;porque todos los que, con respecto a las otras ciencias,guardan un prudente silencio, hablan magistralmente delas cuestiones de la metafsica y deciden osadamenteporque su ignorancia no contrasta aqu distintamentecon la ciencia de otro, sino con los principios crticos, delos cuales se pueden tambin gloriar.

    Ignavum, fucos, pecus a paersephius arcent. Virgilio,

    Gergicas.

    Recuerdo previo acerca de la caracterstica de

    todo conocimiento metafsico

    1

    De las fuentes de la Metafsica.Si se quiere uno representar un conocimiento comociencia, debe, ante todo, poder determinar exactamentelo diferenciado, lo que en ella no es comn a alguna otra

    y constituye su peculiaridad; de lo contrario, los lmitesde todas las ciencias se entremezclan, y ninguna puedeser tratada fundamentalmente segn su naturaleza.

    Esta particularidad puede, pues, depender de ladiferencia de los objetos, o de las fuentes delconocimiento, o del modo de conocer, o de algo, o deltodo de estas partes juntamente; a eso se refiere, antetodo, la idea de la ciencia posible y de su territorio.

    Principalmente, por lo que a las fuentes de unconocimiento metafsico se refiere, est ya implcito ensu concepto que no pueden ser empricas. Los principiosde stas (a los cuales corresponden, no solamente susaxiomas, sino tambin sus conceptos fundamentales)

    jams deben ser tomados de la experiencia, pues debenser conocimientos, no fsicos, sino metafsicos; esto es, dems all de la experiencia. As, pues, no tendrn por baseni la experiencia externa que constituye la fuente de lafsica propiamente dicha, ni la interna, que es elfundamento de la psicologa emprica. Es, pues, unconocimiento a priori, o del entendimiento puro, o de larazn pura.

    En eso no se diferenciar, pues, de la puramatemtica; se deber, pues, llamar conocimientofilosfico puro; con respecto al significado de estaexpresin, me remito a la Crtica de la razn pura, (pg.712 y sig.), donde ha sido clara y suficientemente

    expuesta la diferencia entre estos dos modos de usar larazn. Y nada ms he de decir con respecto a las fuentesdel conocimiento metafsico.

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    2

    Del modo de reconocer que puede solamentellamarse metafsica

    a) De la diferencia entre juicios sintticos y analticosen general.

    El conocimiento metafsico debe solamente contenerjuicios a priori, como exige la naturaleza de sus fuentes.Pero, entre los juicios, cualquiera que sea su origen o laforma lgica que adopten, hay, sin embargo, unadiferencia segn su contenido, gracias al cual, o sonsimplemente explicativos y con respecto al contenidonada aaden, o son amplificativos y aumentan elconocimiento dado; los primeros podrn llamarse juiciosanalticos; los segundos, juicios sintticos.

    Los juicios analticos no dicen en el predicado otracosa que lo que en la nocin del sujeto era yaverdaderamente pensado, aunque no tan claro y conigual conciencia. Si yo digo: todos los cuerpos sonextensos, no he ampliado absolutamente nada miconcepto de cuerpo, sino que lo he resuelto, porque laextensin de aquel concepto estaba ya antes del juiciorealmente pensada, aunque no declarada expresamente;el juicio es, pues, analtico. Por el contrario, la frase:algunos cuerpos son pesados, contiene algo en elpredicado que no estaba realmente pensado en elconcepto general de cuerpo; aumenta, pues, miconocimiento, porque aade algo a mi concepto y debe

    llamarse, por esto, un juicio sinttico.b) El principio comn de todos los juicios analticoses el principio de contradiccin.

    Todos los juicios analticos se basan completamenteen el principio de contradiccin, y son, por naturaleza,conocimientos a priori, sean o no sean empricos losconceptos que le sirvan de materia. Pues, porque elpredicado de un juicio analtico afirmativo ya estabapensado previamente en el concepto del sujeto, es por loque no puede ser negado de l sin contradiccin:igualmente ser su contrario necesariamente negado delsujeto en un juicio analtico, pero negativo, y tambinsegn el principio de contradiccin. As ocurre,

    sencillamente, con las frases: todo cuerpo es extenso yningn cuerpo es inextenso (simple).Por esto mismo son tambin las frases analticas

    juicios a priori, aunque sus conceptos sean empricos,por ejemplo: el oro es un metal amarillo; pues, parahaber esto, no necesito experiencia alguna ms amplia,exterior a mi concepto de oro, el cual supone que estecuerpo sea amarillo y metal; pues en esto consiste miconcepto, y no necesito hacer otra cosa que analizarlo sinbuscar cosa alguna fuera del mismo.

    c) Los juicios sintticos necesitan de otro principioque el de contradiccin.

    Hay juicios sintticos a posteriori, cuyo origen es

    emprico; pero los hay tambin que son ciertamente apriori y que brotan del puro entendimiento y de larazn. Pero ambos coinciden en esto: que de ninguna

    manera pueden brotar del principio del anlisis, a saber,del principio de contradiccin; exigen, pues, unprincipio completamente distinto, si bien es verdad que

    cualquiera que ste sea, debe derivarse de cada axioma,segn el principio de contradiccin; pues nada puedecontradecir a este principio, aunque no todo pueda serde l deducido. Ante todo, quiero clasificar los juiciossintticos.

    1) Los juicios de la experiencia son siempresintticos. Sera absurdo fundar en la experiencia unjuicio analtico, puesto que no me es lcito salir de misconceptos para formar el juicio, y, por tanto, para estono tengo necesidad de ningn testimonio de laexperiencia. Que un cuerpo es extenso, es unaproposicin que subsiste a priori, no es juicio alguno deexperiencia. Pues antes de recurrir a la experiencia tengo

    ya todas las condiciones para mi juicio en el concepto,del cual solamente, segn el principio de identidad,puedo extraer el predicado, y por eso, al mismo tiempo,puedo adquirir conciencia de la necesidad del juicio quela experiencia jams me hubiera enseado.

    2) Los juicios matemticos son todos sintticos. Estaproposicin parece haber escapado, hasta ahora, a todaslas observaciones de los analizadores de la razn humana,y ser an precisamente opuesta a todas sus suposiciones,aunque sea inequvocamente cierta y muy importantepara despus. Pues por haber encontrado que lasconclusiones de los matemticos todas siguen elprincipio de contradiccin, en lo cual se equivocaron

    mucho, ya que una proposicin sinttica puede,ciertamente, ser reconocida segn el principio decontradiccin, pero solamente en tanto que se suponeotra proposicin sinttica de la cual puede derivarse,pero nunca en s misma.

    Ante todo, debe notarse que las proposicionesmatemticas propiamente dichas son siempre juicios apriori y no empricos, porque traen consigo necesidad, lacual no puede ser tomada de la experiencia. Si no se mequiere conceder esto, entonces yo limito mi afirmacin ala matemtica pura, en cuya nocin est ya comprendidoque no contiene conocimientos empricos, sino purosconocimientos a priori.

    Se debi, primeramente, pensar que la proposicin 7+ 5 = 12 es una proposicin puramente analtica, la cualse deriva del concepto de una suma de 7 y 5, segn elprincipio de contradiccin. Slo si se la considera ms decerca, se encuentra que el concepto de la suma de 7 y 5no contiene nada ms que la reunin de los dos nmerosen uno slo, por lo cual no se piensa, en modo alguno,cul es el nmero particular que rene los dos. Elconcepto de 12 no es, en modo alguno, pensadosencillamente porque yo piense la reunin de 7 y 5, y,por largo tiempo que analice el concepto de una sumaposible, no encontrar en ella el concepto 12. Se debepasar ms all de este concepto, tomando por ayuda la

    intuicin que corresponde a uno de los dos; por ejemplo,los cinco dedos, o (como Segner en su Aritmtica)(4)

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    cinco puntos y as sucesivamente, tomando por ayuda yaadiendo las unidades del nmero cinco dado en laintuicin al concepto de siete. Se ampla, pues,

    verdaderamente su concepto por esta proposicin 7 + 5= 12, y se aade al primer concepto uno nuevo, el cual,en modo alguno, estaba concebido en aqul; esto es, laproposicin aritmtica es siempre sinttica, lo cual seapreciar ms claramente si se toman nmeros algomayores; de donde resulta manifiesto que, por muchasvueltas que demos a nuestro concepto, sin valernos de laintuicin, mediante la pura descomposicin de nuestroconcepto, jams podremos encontrar la suma.

    Del mismo modo, no es analtico axioma alguno de lageometra. Que la lnea recta es la ms corta entre dospuntos, es un juicio sinttico, pues el concepto de rectanada contiene relativo a la magnitud, sino solamente una

    cualidad. El concepto de la ms corta, es, por completo,un concepto aadido, y no puede obtenerse pordescomposicin alguna del concepto de lnea recta.Aqu, pues, debe ser tomada como ayuda la intuicin,por medio de la cual, es solamente posible la sntesis.

    Algunos otros axiomas que suponen los gemetras,son, ciertamente, analticos y estn fundados en elprincipio de contradiccin; pero sirven solamente comoproposiciones idnticas, de cadena del mtodo, y nocomo principios; por ejemplo: a = a, el todo es igual a smismo, o (a + b) > a; esto es, el todo es mayor que laparte. Y, sin embargo, stas mismas, aunque se siganinmediatamente de puras nociones, son admitidas en la

    matemtica solamente, porque pueden ser representadasen la intuicin. Lo que nos hace aqu comnmente creerque el predicado de tales juicios apodcticos est ya dadoen nuestra nocin, y que el juicio es, pues, analtico, essencillamente la ambigedad de la expresin. Es decir,que debemos aadir mentalmente un cierto predicado aun concepto dado, y esta necesidad existe ya en elconcepto. Pero la cuestin no es qu debemos aadirmentalmente al concepto dado, sino qu pensamos de len efecto, aunque de un modo oscuro, y de aqu queparezca que el predicado est dado juntamente conaquellos conceptos de un modo necesario, en verdad,pero no inmediatamente, sino por medio de una

    intuicin, la cual debe ser aadida.Lo esencial y caracterstico del puro conocimientomatemtico con respecto a todos los otros conocimientosa priori, es que, en absoluto, no debe proceder de losconceptos, sino siempre mediante la construccin destos. Pues dado que, en sus proposiciones, sta debepasar sobre la nocin hasta lo que contiene la intuicincorrespondiente a ella, no pueden ni deben jams susproposiciones brotar de la descomposicin del concepto,esto es, nacer analticamente, y de ah que sean todassintticas.

    No puedo menos de notar el perjuicio que haacarreado a la filosofa el olvido de esta observacin que,

    por lo dems, parece ligera e insignificante. ComoHume sintiera una digna vocacin filosfica a tender su

    mirada sobre todo el campo del puro conocimiento apriori, en el cual el entendimiento humano presume detan grandes posesiones, seccion inconsideradamente

    toda una regin, y, en verdad, precisamente la msimportante de l, a saber, la matemtica pura, en lapresuncin de que, su naturaleza y, por decirlo as, suconstitucin, se fundan en un principio completamentedistinto, a saber, solamente en el principio decontradiccin, y aunque no haya hecho la divisin de lasproposiciones tan formalmente y de un modo tangeneral o nominativo como yo lo he hecho aqu, esjustamente como si hubiera dicho: la matemtica puracontiene meras proposiciones analticas; pero lametafsica contiene proposiciones sintticas a priori.Ahora bien, en esto se engaaba por completo, y eseerror tuvo, decididamente, fatales consecuencias para su

    concepcin total. Pues si no le hubiese sucedido esto,hubiera ampliado su pregunta acerca del origen denuestros juicios sintticos ms all de su conceptometafsico de causalidad, y la hubiese extendido tambina la posibilidad de la matemtica a priori, pues a sta ladebi igualmente considerar como sinttica. Peroentonces no hubiese podido, en modo alguno, fundarsus proposiciones metafsicas en la mera experiencia,porque, de lo contrario, hubiese tenido que someterigualmente a la experiencia los axiomas de la puramatemtica, para hacer lo cual era demasiado perspicaz.La buena compaa en la cual hubiese llegado entonces aestar la metafsica, la hubiese asegurado contra el peligro

    de una despreciativa ofensa, puesto que los golpes quefueran destinados a la ltima hubiesen debido alcanzar ala primera; lo cual, sin embargo, no era su opinin nipoda serlo; y as se habra sumido el perspicaz escritoren profundas meditaciones, las cuales hubieran podidollegar a ser parecidas a las que ahora acabamos de hacer,pero que hubieran ganado infinitamente por suinimitablemente hermosa expresin.

    3) Los juicios metafsicos propiamente dichos son ensu totalidad, sintticos. Se debe distinguir los juicioscorrespondientes a la metafsica, de los juiciosmetafsicos propiamente dichos. Entre aqullos haymuchos analticos, pero constituyen slo el medio para

    los juicios metafsicos, a los cuales se adaptacompletamente el fin de esta ciencia, y que son todossintticos. Pues si los conceptos pertenecen a lametafsica, por ejemplo, el concepto de sustancia, astambin pertenecen necesariamente a la metafsica losjuicios que brotan de la mera descomposicin de losmismos, por ejemplo, sustancia es aquello que existesolamente como sujeto, etc., y por medio de variosjuicios analticos semejantes tratamos de acercarnos a ladefinicin del concepto. Pero, porque el anlisis de unpuro concepto del entendimiento (tal como se encuentraen la metafsica), no procede de otro modo que ladescomposicin de cualquier otro, y tambin un

    concepto emprico que no pertenece a la metafsica (porejemplo: el aire es un fluido elstico, cuya elasticidad no

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    puede ser destruida por ningn grado de fro conocido),el concepto es, pues, en efecto, propiamente metafsico,pero no lo es el juicio; pues esta ciencia tiene algo

    especial y caracterstico en la formacin de susconocimientos a priori, lo cual debe ser distinguido de loque tiene en comn con todos los otros conocimientosdel entendimiento; as, v. gr., la proposicin: todo lo queen la cosa es sustancia es permanente, es una proposicinsinttica y propiamente metafsica.

    Si, primeramente, se han reunido, segn ciertosprincipios, los conceptos a priori, los cuales constituyenla materia y los medios de construccin de la metafsica,la descomposicin de estos conceptos es de gran valor;as, pues, sta puede exponerse separadamente de todaslas proposiciones sintticas que constituyen la metafsica,como una parte especial (por decirlo as, como la

    philosophia definitiva), que contiene solamenteproposiciones analticas pertenecientes a la metafsica.Pues, de hecho, aquellos anlisis no tienen en ningunaotra parte una utilidad tan considerable como en lametafsica: esto es, en relacin a las proposicionessintticas, las cuales, primeramente, deben ser formadasde aquellas nociones analizadas.

    La conclusin de este prrafo es, pues: la metafsica seocupa propiamente en proposiciones sintticas a priori, ystas constituyen solamente su fin, para lo cual necesitaciertamente muchos anlisis de sus conceptos, esto es,muchos juicios analticos, pero donde el mtodo no esotro que en cualquier otra forma del conocimiento, en el

    cual se trata de poner, sencillamente, en claro susconceptos por medio del anlisis. Solamente laproduccin del conocimiento a priori, as segn laintuicin como segn las nociones, finalmente, tambin,la produccin de proposiciones sintticas a priori y,ciertamente, en el conocimiento filosfico, forma elcontenido esencial de la metafsica.

    3

    Nota acerca de la divisin general de los juicios enanalticos y sintticos.

    Esta divisin, en lo que respecta a la crtica delentendimiento humano, es indispensable y merece poresto ser, en ella, clsica; por lo dems, yo no s que tengaalguna utilidad en cualquier otra parte. Y en esto,encuentro tambin la causa por la cual los filsofosdogmticos, que buscaban, sobre todo, las fuentes de losjuicios metafsicos siempre en la metafsica misma y nofuera de ella, en las puras leyes de la razn, descuidaronesta divisin, que parece ofrecerse por s misma, y deque, como el clebre Wolff o el perspicaz Baumgarten,que sigui sus huellas, hayan podido buscar la prueba delprincipio de razn suficiente, que manifiestamente essinttica, en el principio de contradiccin. Por el

    contrario, en los Ensayos sobre el entendimientohumano, de Locke, encuentro ya indicada esta divisin.Pues en el libro 4, parte 3, prrafo 2 y siguientes,

    despus de haber hablado ya de los varios enlaces de lasrepresentaciones en los juicios y de las fuentes de stos,poniendo la una en la identidad o contradiccin (juicios

    analticos), y la otra en la existencia de lasrepresentaciones en un sujeto (juicios sintticos),confiesa, en el prrafo 10, que nuestro conocimiento (apriori) de la ltima es muy estrecho y casi nulo.Solamente que, lo que dijo de este modo conocer, es tanpoco preciso y est tan poco sujeto a las reglas, que nodebe admirarnos que nadie, ni el mismo Hume, hayaencontrado en esto ocasin de hacer observaciones sobreproposiciones de este gnero. Pues tales principiosgenerales, y, sin embargo, determinados, no se aprendenfcilmente de otros que han sido presentados slo de unmodo oscuro. Se debe llegar a esto, primero, por propiareflexin; despus, se los encuentra tambin en otra

    parte, donde ciertamente, al principio, no hubieran sidoencontrados, porque los mismos autores no supieronque, en el fondo de sus propias observaciones, existe talidea. Los que no piensan nunca por s mismos, poseen,empero, la sagacidad de buscar todo lo que les muestraen lo que ya ha sido dicho, y en lo cual, no obstante,nadie pudo verlo antes.

    Pregunta general de los Prolegmenos

    Es, en general, posible la metafsica?

    4Si fuese real la metafsica, que pretende ser ciencia, si sepudiera decir: aqu est la metafsica, no necesitis msque estudiarla, y os convenceris irresistible einvariablemente de su verdad, sera, pues, la preguntainnecesaria, y quedara otra, que correspondera msbien al examen de nuestra sagacidad que a la prueba dela existencia de la cosa misma, a saber: cmo es posible lametafsica, y cmo deber proceder la razn para llegar aella. Ahora bien, en este caso, la razn humana no hasido tan feliz. No se puede presentar un solo libro, comose puede presentar un libro de Euclides, y decir: sta es la

    metafsica, aqu tenis el objeto ms noble de estaciencia, el conocimiento de un ser ms alto y de unmundo futuro, probados por el principio de la raznpura. Pues se nos puede, en efecto, mostrar muchasproposiciones, las cuales son ciertas apodcticamente ynunca sern contradichas; pero stas son todas analticasy conciernen ms a los materiales y a los medios deconstruccin de la metafsica que a la ampliacin delconocimiento, la cual, pues, debe ser, en ella, nuestropropio designio. Pero si mostris tambin proposicionessintticas (por ejemplo, el principio de razn suficiente),las cuales jams habis probado por la mera razn, portanto, a priori, como era vuestro deber, pero que os son

    gustosamente concedidas, entonces, si queris serviros deellas para vuestro principal objeto, incurrs en tan

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    impropias e inseguras afirmaciones que, con ellas, hacontradicho para siempre una metafsica a la otra, ya seacon relacin a las afirmaciones mismas o a sus pruebas, y

    por esto, ha destruido ella misma su aspiracin a laaprobacin duradera. Adems, sin duda, los intentos defundar tal ciencia, han sido la causa primera delescepticismo tan pronto nacido, modo de pensar, en elcual, la razn acta tan violentamente sobre s mismaque jams hubiera podido nacer de otro modo que porcompleta desesperacin de aquietarse respecto a susprincipales intenciones. Pues mucho antes de que seempezase a interrogar metdicamente a la Naturaleza, seinterrog simplemente a la razn aislada, la cual estabaejercitada ya, en cierto modo, por la experiencia comn;porque la razn est siempre presente ante nosotros, perolas leyes de la Naturaleza deben ser comnmente

    investigadas con trabajo; y esta metafsica, nad en lasuperficie como la espuma, pero de tal modo que,cuando se disipaba la que haba sido recogida, semostraba inmediatamente otra en la superficie, la cualrecogan siempre algunos celosamente, mientras otros envez de buscar en la profundidad la causa de estaapariencia, se crean sabios porque se rean de los vanosesfuerzos de los primeros.

    As, pues, disgustados del dogmatismo, que no nosensea nada, e igualmente del escepticismo que, en todaspartes, nada nos promete, ni aun el descanso en unaignorancia lcita; invitados por la importancia delconocimiento, del cual necesitamos, y desconfiando, tras

    larga experiencia, con relacin a cada uno de los quecreemos poseer, o de los que se nos ofrecen con el ttulode la razn pura, nos resta solamente una preguntacrtica, segn cuya contestacin podemos organizarnuestra conducta futura: Es, en general, posible lametafsica? Pero esta pregunta no debe ser respondidapor objeciones escpticas contra ciertas afirmaciones deuna metafsica verdadera (pues por ahora no admitimosninguna), sino por el concepto, slo an problemtico,de una ciencia tal.

    En la crtica de la razn pura he llegado yo, depropsito, a esa pregunta sintticamente; esto es, que heinvestigado en la razn pura misma y he tratado de

    determinar, en esta fuente misma, los elementos, ascomo tambin las leyes de su puro empleo segnprincipios. Este trabajo es difcil y exige un lectordecidido, para pensar constantemente en un sistema queno pone como base nada dado fuera de la razn misma,y, por tanto, que trata de desarrollar el conocimientodesde sus grmenes originarios sin apoyarse en factumalguno. Los prolegmenos deben, por el contrario, serejercicios previos; deben ms bien mostrar lo que se debehacer para traer una ciencia a la realidad, como seaposible, que exponer la ciencia misma. Deben, pues,apoyarse en algo que se conozca ya como cierto, desde locual se pueda proceder con confianza y subir a la fuente,

    la cual no se conoce todava, y cuyo descubrimiento, nosolamente nos explicara lo que desesemos, sino que,

    igualmente, nos manifestara un contenido de muchosconocimientos que, todos ellos, brotan de la mismafuente. Los procedimientos metdicos de los

    prolegmenos, particularmente aquellos que debenpreparar para una metafsica del porvenir, sern, pues,analticos.

    Pero sucede, por fortuna, que, aunque por elmomento no podemos aceptar que la metafsica seaverdadera como ciencia, podemos, sin embargo, decircon seguridad que existen, verdaderamente, ciertos purosconocimientos sintticos a priori, a saber: la puramatemtica y la pura ciencia natural; pues ambascontienen proposiciones las cuales, en parte, son decerteza apodctica por la mera razn, en parte, por launanimidad general de la experiencia y, no obstante, songeneralmente reconocidas como independientes de la

    experiencia. Tenemos, pues, por lo menos, algunosindiscutibles conocimientos sintticos a priori, y nodebemos preguntar si son posibles (puesto que sonreales), sino solamente cmo son posibles, para poderdeducir, tambin, del principio de la posibilidad de losconocimientos dados, la posibilidad de todos los dems.

    Pregunta general

    Cmo es posible el conocimiento de la

    razn pura?

    5Ya hemos visto la gran diferencia que existe entre losjuicios analticos y los sintticos. La posibilidad de lasproposiciones analticas poda comprenderse muyfcilmente, pues se funda nicamente en el principio decontradiccin. La posibilidad de las proposicionessintticas a posteriori, es decir, aquellas que han sidosacadas de la experiencia, no necesita tampocoexplicacin alguna especial, pues la experiencia mismano es otra cosa que una continua reunin (sntesis) depercepciones. No nos quedan, pues, ms que lasproposiciones sintticas a priori, cuya posibilidad debeser buscada o investigada, porque se refieren a otroprincipio que el principio de contradiccin.

    Pero no debemos, primeramente, buscar aqu laposibilidad de tales proposiciones, es decir, preguntar sison posibles. Pues hay bastantes de aqullas que estndadas realmente y, en verdad, con indiscutible certeza y,porque el mtodo que ahora seguimos debe ser analtico,partiremos de esto: que tales conocimientos sintticos,pero de la razn pura, son reales; pero entonces, sinembargo, debemos buscar la base de esta posibilidad ypreguntar cmo son posibles estos conocimientos, a finde que, desde el principio de su posibilidad, seamoscapaces de determinar las condiciones de su uso, suextensin y sus lmites. La cuestin precisa, de la cualdependen todas, expresada con precisin, es, pues:

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    Cmo son posibles los juicios sintticos a priori?

    Para satisfaccin de la popularidad, he expuesto antes

    esta cuestin de un modo algo distinto, es decir, comouna cuestin acerca del conocimiento de la razn pura,lo cual, esta vez, poda hacerlo sin peligro para el examendeseado, porque, si aqu nos referimos solamente a lametafsica y sus fuentes, se recordar siempre, empero,despus de las advertencias hechas anteriormente, que, sihablamos aqu del conocimiento de la razn pura, nuncanos referimos a la analtica, sino simplemente a lasinttica(5).

    De la solucin de este tema depende, pues,completamente, la persistencia o el ocaso de lametafsica, y, por tanto, su existencia. Cualquiera puede,aun con tan gran conviccin, exponer sus afirmaciones

    acerca de la misma, y acumular, hasta la sofocacin,consecuencias sobre consecuencias; pero si, primero, noha podido responder suficientemente a aquella pregunta,yo tengo el derecho de decir: todo eso es vana einfundada filosofa y sabidura falsa. T hablas por bocade la razn pura, y te atreves, por decirlo as, a crearconocimientos a priori, no solamente descomponiendoconceptos dados, sino fingiendo nuevas conexiones, lascuales no ataen al principio de contradiccin, y lascuales as, pues, crees concebir de un modocompletamente independiente de toda experiencia;cmo llegas a este extremo, y cmo quieres justificartede tales pretensiones? No puede serte permitido apelar a

    las aprobaciones de la razn comn humana, pues sta esun testigo cuya autoridad slo se refiere al rumorpblico.

    Quodcunque ostendis mihi sic, incredulus odi

    Horacio(6)Pero esta respuesta es tan indispensable como difcil

    de contestar; y si la causa principal por la cual no se hatratado de contestarla desde hace ya tiempo est en queno se ha comprendido que tal cosa pudiera ser puesta encuestin, existe tambin otra causa segunda, a saber: que

    una contestacin apropiada a tal pregunta exige unareflexin ms largamente sostenida, ms profunda y msfatigosa que la ms minuciosa obra de metafsica que,desde el momento de su aparicin, promete lainmortalidad al autor. Adems, todo lector perspicaz, simedita cuidadosamente acerca de este problema, segnsus propias exigencias, debe, en un principio, asustarlopor sus dificultades, considerarle como insoluble ytenerle por absolutamente imposible, si no existiesenrealmente tales conocimientos sintticos a priori; lo cualocurri en realidad a David Hume, si bien no serepresent la cuestin, ni mucho menos, con lageneralidad con que aqu se ha planteado y debe

    plantearse, si la respuesta ha de ser decisiva para toda lametafsica. Pues, cmo es posible, deca el perspicaz

    autor, que si me es dado un concepto, me pueda elevarsobre l, y pueda enlazar con l otro que no est en lcontenido, y de tal manera como si ste perteneciera

    necesariamente a aqul? Solamente la experiencia puedeponer en nuestras manos tales enlaces (as conclua l deaquella dificultad que tena por imposibilidad) y todaaquella supuesta necesidad, o, lo que es lo mismo, elsupuesto conocimiento a priori, no es ms que una largacostumbre de encontrar algo verdadero y, por esto, deconsiderar como objetiva la necesidad subjetiva.

    Si el lector se queja de las molestias y el esfuerzo quele ocasionase con la realizacin de este trabajo, debesolamente hacer el intento de resolverlo l mismo de unmodo ms cmodo. Quiz se mantendr entonces adictoal que ha tomado sobre s un trabajo de tan profundainvestigacin, y ms bien expresar alguna admiracin

    sobre la facilidad que, segn la naturaleza de la cosa, hapodido dar a la solucin; tambin ha costado largos aosde trabajo resolver este problema en toda su generalidad(respecto del entendimiento en el sentido que losmatemticos aceptan esta palabra, suficiente para todoslos casos), y poderlo presentar tambin, en fin, en formaanaltica, como el lector puede encontrarlo aqu.

    Todos los metafsicos habrn de suspender, segneso, solemne y regularmente, su actividad, hasta tantoque hayan contestado suficientemente a la pregunta:Cmo son posibles los conocimientos sintticos apriori? Pues, en esta respuesta, estn dadas solamente lascredenciales que deben presentar si han de ofrecernos

    algo en nombre de la razn pura; pero, a falta de stas,no pueden esperar otra cosa que ver rechazados susofrecimientos, sin ms amplia investigacin, por laspersonas sensatas que ya han sido tan frecuentementeengaadas.

    Si, por el contrario, quisiesen ejecutar su obra, nocomo ciencia, sino como un arte de conviccionessaludables y ms acomodadas al entendimiento generalhumano, entonces no se les puede, en justicia, prohibirla prctica de su oficio. Emplearn, entonces, el lenguajemodesto de una creencia racional, confesarn que no leses permitido conjeturar, mucho menos saber, algo de loque est sobre las fronteras de toda experiencia posible,

    sino solamente suponer algo (no para usos especulativos,pues a esto deben renunciar, sino simplementeprcticos), que es posible y hasta indispensable para ladireccin del entendimiento y de la voluntad en la vida.As solamente podrn ser llamados hombres tiles ysabios, y tanto ms cuanto ms renuncien al nombre demetafsicos; pues stos pretenden ser filsofosespeculativos y, dado que, cuando se trata de juicios apriori, no se les puede hacer depender de la verosimilitudsuperficial (pues lo que se supone como reconocido apriori ha de ser, por lo mismo, declarado comonecesario), no les puede ser permitido jugar consuposiciones, sino que sus afirmaciones deben ser

    ciencia, o no ser nada. Se puede decir que toda lafilosofa trascendental, que precede necesariamente a

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    toda metafsica, no es otra cosa que la pura solucincompleta de la pregunta planteada aqu previamente,sino que con desarrollo y orden sistemtico y, por tanto,

    que, hasta ahora, no ha existido filosofa trascendentalalguna. Pues lo que lleva el nombre de tal espropiamente una parte de la metafsica; pero aquellaciencia debe decidir, ante todo la posibilidad de laltima; debe, pues, preceder a toda metafsica. No debecausar admiracin que sea necesaria, slo para respondercompletamente a una cuestin nica, una ciencia enteradespojada del auxilio de todas las obras, por tanto,completamente nueva en s, si la solucin de tal cuestinimplica esfuerzo y dificultad y hasta una ciertaoscuridad.

    En tanto que ahora procedemos a esa solucin, yprocedemos segn el mtodo analtico, en el cual

    presuponemos que tales conocimientos de la razn purason reales, podemos solamente apelar a dos ciencias delconocimiento terico (tal como aqu nos referimos a l),a saber: la matemtica pura y la ciencia natural pura;pues solamente stas pueden presentarnos en la intuicinlos objetos, por consiguiente, si acaso en ellas sepresentase un conocimiento a priori, mostrar la verdad oarmona de los mismos con el objeto in concreto, esdecir, su realidad, de la cual entonces se podra procederpor el camino analtico al fundamento de su posibilidad.Esto aligera mucho el trabajo, en el cual lasconsideraciones generales no estn solamente enlazadas alos hechos, sino que hasta proceden de ellos, mientras

    que, en el procedimiento sinttico, tienen que serdeducidas de conceptos completamente in abstracto.

    Pero, para ascender desde este puro conocimiento apriori, real e igualmente fundado, a un conocimientoposible que buscamos, a saber: a una metafsica comociencia, necesitamos esto: que lo que la ocasiona y esten el fondo de ella como conocimiento a priori, dado deun modo natural, aunque, por lo que respecta a suverdad, no exento de sospecha, y cuyo tratamiento, sininvestigacin crtica alguna de su posibilidad,generalmente es denominado ya metafsica, en brevespalabras, las disposiciones naturales para tal ciencia, seancomprendidas bajo nuestra cuestin capital, y as, el gran

    problema fundamental, subdividido en otros cuatroproblemas, ser sucesivamente contestado:l Cmo es posible la matemtica pura?2 Cmo es posible la ciencia natural pura?3 Cmo es, en general, posible la metafsica?4 Cmo es posible la metafsica en cuanto ciencia?Se ve que, aunque la solucin de este problema debe

    expresar fundamentalmente el contenido esencial de lacrtica, no obstante tiene an algo peculiar, lo cualtambin es, por s solo, digno de consideracin, a saber:el buscar en la razn misma las fuentes de las cienciasdadas y, por medio de esto, medir e investigar, por laaccin misma, la facultad de reconocer algo a priori; con

    lo cual, pues, estas ciencias mismas ganan, ya que no encuanto a su contenido, en cuanto concierne a su justo

    uso, y al hacer luz en una pregunta acerca de los orgenescomunes, dan ocasin para esclarecer ms su propianaturaleza.

    De la principal cuestin trascendental

    Primera parte

    Cmo es posible la matemtica pura?

    6Aqu tenemos, pues, un conocimiento grande y probado,que es ya de admirable extensin y promete, para el

    porvenir, una ampliacin ilimitada que trae consigo unacerteza completamente apodctica, esto es, una necesidadabsoluta que no se refiere, pues, a base alguna deexperiencia, que es, por consiguiente, un producto purode la razn, a ms de lo cual es totalmente sinttico.Cmo es posible, pues, a la razn humana, producir talconocimiento completamente a priori? Esta facultad,que no se funda en la experiencia ni puede fundarse enella, no presupondr, acaso, algn principio deconocimiento a priori, que est profundamente oculto,pero que se pueda manifestar por su accin, si seinvestigan diligentemente sus primeros principios.

    7Encontramos que todos los conocimientos

    matemticos tienen esta propiedad: que deben presentarsus conceptos de antemano en la intuicin y,ciertamente, a priori; por lo tanto, en una intuicin tal,que no es emprica, sino intuicin pura, sin cuyo mediono puede dar ni un solo paso; por esto, sus juicios sonsiempre intuitivos, mientras que la filosofa se debeconformar con juicios discursivos de meros conceptos yaclarar su enseanza apodctica por medio de laintuicin, pero nunca derivarlos de ella. Estaobservacin, con respecto a la naturaleza de lamatemtica, nos conduce ya a la primera y superiorcondicin de su posibilidad, a saber: debe haber en sufondo alguna intuicin en la cual pueda presentar todossus conceptos in concreto, y, sin embargo, a priori, o,como se dice, construirlos. Si podemos descubrir estaintuicin pura y su posibilidad, esto esclarecer cmoson posibles proposiciones sintticas a priori en lamatemtica pura y, por esto, tambin, cmo es posibleesta ciencia misma; pues as como la intuicin empricahace posible, sin dificultad, que el concepto que nosformamos de un objeto de la intuicin se amplesintticamente en la experiencia por nuevos predicadosque ofrece la intuicin misma, as puede hacerlo tambinla intuicin pura, solamente con esta diferencia: que, enltimo caso, los juicios sintticos habrn de ser a priori,ciertos y apodcticos; pero, en el primero, solamente a

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    posteriori y empricamente ciertos, porque la experienciacontiene solamente lo dado en la intuicin empricacontingente, pero la matemtica lo que est dado en la

    intuicin necesaria pura, por lo cual, como intuicin apriori, est indisolublemente ligada a los conceptos antesde toda experiencia o toda percepcin individual.

    8Slo que la dificultad parece que, en este momento,

    ms bien crece que disminuye. Pues ahora se presenta lacuestin: cmo es posible contemplar algo a priori? Laintuicin es una representacin, en tanto que puededepender de la presencia inmediata del objeto. Segnesto, parece imposible intuir originariamente a priori,porque, entonces, la intuicin debera verificarse sin la

    presencia previa o actual de un objeto al cual serelacionara, y, as, no podra ser intuicin. Los conceptosson, en verdad, de tal naturaleza, que algunos de ellos,especialmente los que, en general, contienen slo elpensamiento de un objeto, pueden ser realizadoscompletamente a priori, sin que nos encontremos en unarelacin inmediata con los objetos; por ejemplo: elconcepto de magnitud, de causa, etc. Pero, aun stos,necesitan, para alcanzar sentido y significacin, un ciertouso in concreto, esto es, aplicacin a alguna intuicin,por medio de la cual sea ofrecido a los mismos algnobjeto. Pero, cmo puede la intuicin de los objetospreceder a los objetos mismos?

    9Si fuese preciso que nuestra intuicin fuese de tal modoque representase cosas tal como son en s mismas, noexistira intuicin alguna a priori, sino que todas seranempricas. Pues lo que est contenido en el objetomismo puede saberlo solamente si est presente ante miy me es dado. Sin duda es tambin, entonces,incomprensible cmo, la intuicin de una cosa presente,debe drmela a conocer tal como en s es, puesto que suspropiedades no pueden transportarse a mi capacidad derepresentacin; aunque se me conceda la posibilidad deesto, no pueden efectuarse a priori semejantes

    intuiciones, esto es, antes de que se me hayarepresentado el objeto, pues sin esto no se puedeconcebir ninguna base de la relacin de mirepresentacin con l, exceptuando el caso de que seapoye en la inspiracin. Solamente de un modo esposible que mi intuicin preceda a la realidad del objetoy se efecte como conocimiento a priori, a saber: si nocontiene otra cosa que la forma de la sensibilidad queprecede en mi sujeto a toda impresin real por medio dela cual soy afectado por el objeto. Que los objetos de lossentidos slo pueden ser contemplados segn esta formade la sensibilidad, puedo yo saberlo a priori. De aqu sesigue: que proposiciones que se refieran meramente a

    esta forma de la intuicin sensible habrn de ser posiblesy vlidas acerca de objetos de los sentidos, e igualmente a

    la inversa, que las intuiciones que son posibles a priorino pueden nunca concernir a otra cosa que a objetos denuestros sentidos.

    10As, es solamente por medio de la forma de la intuicinsensible como podemos contemplar cosas a priori, por locual, pues, tambin reconocemos slo los objetos talcomo a nosotros (a nuestros sentidos) pueden aparecer,no como puedan ser en s; y esta suposicin escompletamente necesaria si se concede como posible laexistencia de proposiciones sintticas a priori, o, en casode que se las encuentre realmente, si se ha decomprender y determinar previamente su posibilidad.

    Ahora bien, tiempo y espacio son las intuiciones queestablece la matemtica pura como base de todos losconocimientos y juicios, los cuales se presentanigualmente como apodcticos y necesarios, pues lamatemtica debe presentar todos sus conceptos, primero,en la intuicin, y la matemtica pura en la intuicinpura; esto es, construirlos, sin lo cual (porque no puedeproceder analticamente, es decir, por descomposicin delos conceptos, sino slo sintticamente) le es imposibledar un paso en tanto que le falta la intuicin pura, en lacual solamente puede estar dada la materia de los juiciossintticos a priori. La geometra toma por base laintuicin pura del espacio. La aritmtica misma haceefectivo su concepto de nmero por la adicin sucesivade la unidad en el tiempo; pero, particularmente, lamecnica pura puede hacer efectivo su concepto demovimiento slo por medio de la representacin detiempo. Pero ambas representaciones son meramenteintuiciones; pues si se prescinde de la intuicin empricadel cuerpo y de su cambio (movimiento), de todo loemprico, esto es, lo que pertenece a la sensibilidad,subsisten todava tiempo y espacio, que son, pues,intuiciones puras que existen a priori en el fondo deaqulla, y por esto ellas mismas no pueden ser omitidas,pero que, precisamente por ser puras intuiciones a priori,prueban que son meras formas de nuestra sensibilidad,que deben preceder a toda intuicin emprica, esto es, ala observacin de los objetos reales, y segn los cuales,los objetos, pueden ser reconocidos a priori, pero, sinduda, solamente tal como nos aparecen.

    11El problema de la presente seccin est, pues, resuelto.La matemtica pura es solamente posible comoconocimiento sinttico a priori, porque no se refiere aotro como puro objeto de los sentidos, en el fondo decuya intuicin emprica existe una intuicin pura (deespacio y de tiempo) y, ciertamente, a priori, y puedeexistir porque, sta, no es otra cosa que la forma pura de

    la sensibilidad, la cual precede a la aparicin real de losobjetos, as como, ante todo, la hace, de hecho, posible.

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    Pues esta facultad de intuir a priori no concierne a lamateria del fenmeno, esto es, a lo dado en su sensacin,ya que esto constituye lo emprico, sino solamente a la

    forma de la misma, al espacio y al tiempo. Si se quisiesedudar lo ms mnimo de que ambas no sondeterminaciones pendientes de cosa alguna en s, sinosolamente de sus relaciones con la sensibilidad,necesitara yo saber cmo cabe encontrar posible que sesepa a priori, y, por tanto, antes de todo conocimientode la cosa, esto es, antes de que ella misma sea dada, dequ naturaleza pueden ser las intuiciones, lo cual se sabecon el tiempo y el espacio. Por esto es perfectamentecomprensible tan pronto como ambos son tomados noms que como condiciones formales de nuestrasensibilidad, pero, los objetos, meramente comoapariencias, pues entonces podemos representarnos la

    forma del fenmeno, esto es, la intuicin pura, sin duda,por nosotros mismos, esto es, a priori.

    12A fin de aadir algo para aclaracin y confirmacin,

    debemos solamente considerar el proceder ordinaria eindispensablemente necesario del gemetra. Todas laspruebas de la igualdad general de dos figuras dadas (talesque la una, en todas sus partes, pueda ser colocada en ellugar ocupado por la otra), vienen a reducirse asuperponerlas; lo cual, manifiestamente, no es otra cosaque una proposicin sinttica relativa a la intuicininmediata; y esta intuicin debe ser dada puramente y apriori, pues, en otro caso, aquella proposicin no podraser tenida por apodcticamente cierta, sino que tendrasolamente certeza emprica. Habra que decir: se apreciasiempre as y esto vale solamente hasta el punto al cual seha extendido nuestra observacin. Que todo el espacio(que no es, el mismo, un lmite de otro espacio) tienetres dimensiones, y que, en absoluto, no puede el espaciotener ms, ser construido sobre el juicio de que sobreun punto no pueden trazarse ms que tres lneas enngulo recto; pero esta proposicin no puede, en modoalguno, ser probada por conceptos, sino que se funda,inmediatamente, en la intuicin, y en la intuicin pura apriori, porque es apodcticamente cierta; que se puedapostular que una lnea puede ser prolongada hasta elinfinito (in indefinitum) o que una serie de cambios (porejemplo, espacios recorridos por medio del movimiento)deba proseguir infinitamente, presupone, pues, unarepresentacin del espacio y del tiempo, que slo puededepender de la intuicin, tanto que ella no est en smisma, en modo alguno, limitada: pues de conceptos nopodra ser desprendida. As, pues, en la base de lamatemtica, existen, verdaderamente, intuiciones puras apriori, las cuales hacen posibles sus proposicionessintticas y apodcticas; y por esto explica nuestradeduccin trascendental de los conceptos de espacio ytiempo, igualmente, la posibilidad de una matemticapura que puede ser ciertamente admitida, pero, en modoalguno, comprobada, sin una deduccin tal y sin que

    aceptemos que, todo lo que puede ser dado a nuestrossentidos (a los externos en el espacio, a los internos en eltiempo) ser por nosotros contemplado tal como nos

    parece, no tal como en s es.

    13Aquellos que todava no pueden libertarse del

    concepto de que el espacio y el tiempo son propiedadesreales que dependen de las cosas en s mismas, puedenejercitar su ingenio en la siguiente paradoja y, si hanintentado en vano su solucin, al menos, en algnmomento libre de prejuicios, presumir que, quiz, elrebajamiento del espacio y del tiempo a puras formas denuestra intuicin sensible, puede tener fundamento.

    Si dos cosas en todas las partes, una por una, que en

    ambas encontramos (en todas sus propiedadespertenecientes al tamao y la cualidad), soncompletamente iguales, debe seguirse que la una entodos los casos y relaciones puede ser puesta en el lugarde la otra, sin que este cambio haya de ocasionar lamenor diferencia cognoscible. De hecho ocurre estotambin con las figuras iguales en geometra; slomuestran tal diversidad, abstraccin hecha de la plenacorrespondencia interna, en las relaciones exteriores,diferentes figuras esfricas que no pueden, en modoalguno, ser puestas la una en el lugar de la otra; porejemplo, los tringulos esfricos de ambos hemisferios,que tienen por base comn un arco del ecuador, puedenser completamente iguales en consideracin a los ladosas como a los ngulos, de modo que, en ninguno deellos, si es completamente descrito, aislada ysimultneamente, no est contenido lo que no est dadoal mismo tiempo, en la descripcin del otro, y, sinembargo, no puede el uno ser colocado en el lugar delotro (esto es, en el hemisferio opuesto); y, en esto, existeotra diversidad interna de los dos tringulos que ningnentendimiento puede aceptar como tal y que slo semanifiesta por las relaciones exteriores en el espacio. Yodeseo solamente citar los casos ms corrientes quepueden ser tomados de la vida comn.

    Qu puede ser ms semejante a mi mano o a mioreja y ms igual en todas sus partes que su imagen en elespejo? Y, sin embargo, yo no puedo colocar la manoque se ve en el espejo en el lugar del original; pues si stees una mano derecha, aquella es, en el espejo, unaizquierda, y la imagen de la oreja derecha es unaizquierda tambin, que jams puede ocupar el lugar de laprimera. Ahora bien, aqu no existe diferencia internaalguna concebible por cualquier entendimiento, y, noobstante, las diferencias son internas, como ensean lossentidos; pues la mano izquierda, prescindiendo de todaigualdad y semejanza por ambas partes, no puede serencerrada dentro de los mismos lmites que la derecha(no pueden ser congruentes); el guante de una mano nopuede ser usado en la otra. Cul es, pues, la solucin?Estos objetos no son, tal vez, representaciones de lascosas tales como en s mismas son y como las reconocera

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    el entendimiento puro, sino que son intuicionessensibles, esto es, fenmenos, cuya posibilidad se fundaen las relaciones de ciertas cosas, en s desconocidas, con

    algo distinto, a saber: nuestra sensibilidad. En sta, elespacio es la forma de la intuicin externa, y ladeterminacin interior de cada espacio se efectasolamente por la determinacin de las relaciones externascon el espacio todo, del cual aqul es una parte (con lasrelaciones con los sentidos internos), esto es, la parte essolamente posible por el todo, lo cual, en cosas en smismas, como objetos del entendimiento puro, jamsocurre, pero s cuando se trata de puros fenmenos. Poresto, tampoco podemos hacer inteligible, por conceptoalguno nico, la diferencia entre cosas semejantes eiguales, pero, sin embargo, incongruentes (por ejemplo,caracoles enlazados en sentido contrario), sino solamente

    por relaciones como la de la mano derecha a la izquierda,que proceden inmediatamente de la intuicin.Primeraobservacin

    La matemtica pura, y, especialmente, la purageometra, puede tener realidad objetiva con lacondicin de que solamente concierne a objetos de lossentidos, con respecto a los cuales subsiste el principio deque, nuestra representacin sensible, en ningn modo, esuna representacin de las cosas en s mismas, sinosolamente una representacin de ellas tal como nosaparecen. De aqu se sigue que, las proposiciones de lageometra, no son determinaciones de un puro ente denuestra fantasa creadora, que, por tanto, no podran ser

    referidas con seguridad a objetos reales, sino que valen deun modo necesario para el espacio, y, por esto, tambinpara todo lo que puede encontrarse en el espacio, porqueel espacio no es otra cosa que la forma de todas lasapariencias externas, bajo la cual slo pueden sernosdados los objetos de los sentidos. La sensibilidad, cuyaforma constituye el fundamento de la geometra, esaquello sobre lo cual se cimenta la posibilidad de losfenmenos exteriores; stos, pues, no pueden contenerjams algo distinto de lo que la geometra les prescribe.Una cosa completamente distinta sera si los sentidoshubieran de representarse los objetos tales y como son ens mismos. Pues, en este caso, de la representacin del

    espacio, que el gemetra establece a priori con todas laspropiedades de la misma, no se seguira an, en modoalguno, que todo esto, incluso lo que de ello se deduce,hubiera de estar as precisamente dado en la Naturaleza.Se tendra el espacio de los gemetras por purainvencin y no se le prestara validez objetiva alguna,porque no se comprende cmo habran de concordarnecesariamente las cosas con la imagen que, por nosotrosmismos, y de antemano, nos formamos de ellas. Pero siesta imagen, o an ms, esta intuicin formal, es lapropiedad esencial de nuestra sensibilidad, no serepresenta cosas en s mismas, sino solamente susfenmenos, es muy fcil comprender e igualmente

    probar de un modo irrefutable, que todo objeto exteriorde nuestro mundo de los sentidos debe concordar

    necesariamente, con toda exactitud, con lasproposiciones de la geometra, porque la sensibilidad,por su forma de intuicin externa (el espacio), de la cual

    se ocupa el gemetra, hace, ante todo, ella misma,posibles aquellos objetos como puros fenmenos.Siempre ser un caso digno de notarse en la historia de lafilosofa, que ha habido un tiempo en el cual los mismosmatemticos, que tambin eran filsofos, empezaron adudar, no ciertamente de la exactitud de susproposiciones geomtricas, en cuanto conciernenpuramente al espacio, sino de la validez objetiva y delempleo de estos mismos conceptos y de todas lasaplicaciones geomtricas de los mismos a la Naturaleza;pues tropezaban con la dificultad de que, una lnea, en laNaturaleza, debe estar constituida por puntos fsicos; porconsiguiente, el espacio verdadero, en el objeto, por

    partes simples, aunque el espacio, que el gemetra tieneen el pensamiento, no puede, en modo alguno, consistiren esto. No reconocan que este espacio del pensamientohace posible el espacio fsico, esto es, la extensin de lamateria misma; que sta no es, en modo alguno, unacreacin de la cosa en s, sino slo una forma de nuestropoder de representacin sensible; que todo objeto en elespacio es puro fenmeno, es decir, no es cosa en smisma, sino representacin de nuestra intuicin sensibleque encontramos en nosotros a priori, y que contiene larazn de la posibilidad de todos los fenmenos externos(segn su forma); que sta debe concordar de un modonecesario y el ms preciso con las proposiciones del

    gemetra, las cuales no obtiene ste de concepto algunoinventado, sino de los fundamentos subjetivos de todofenmeno externo, a saber: de la sensibilidad misma. Deeste modo, y de ningn otro, puede el gemetraasegurarse frente a los embrollos de una metafsicasuperficial contra la indudable realidad objetiva de susproposiciones, por sorprendentes que aqullos le puedanparecer porque no se ha remontado hasta la fuente de susconceptos.Segunda observacin

    Todo lo que nos haya de ser dado como objeto, espreciso que nos sea dado en la intuicin. Pero todasnuestras intuiciones se producen solamente, por mediode los sentidos; el entendimiento no contempla, sino que

    refleja solamente. Ahora bien: puesto que los sentidos,segn acabamos de probar, nunca, y en parte algunasingular, nos dan a conocer las cosas en s mismas, sinosolamente sus fenmenos, pero stos son purasrepresentaciones de la sensibilidad, todos los cuerposjuntos en el espacio, dentro del cual se encuentran, nodeben tampoco ser tenidos por otra cosa que por merasrepresentaciones en nosotros, y no deben existir en partealguna ms que en nuestro pensamiento. No es ste,pues, el idealismo manifiesto?

    El idealismo consiste en la afirmacin de que no hayotros seres que seres pensantes; las otras cosas quecreemos observar en la intuicin, sern solamente

    representaciones de seres pensantes, a los cuales, dehecho, fuera de ellos, no corresponde objeto alguno

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    existente. En contra de esto, yo digo: nos son dadascosas, como objetos de nuestra sensibilidad, existentesfuera de nosotros; pero de lo que puedan ser en s, nada

    sabemos, sino que conocemos slo sus fenmenos, estoes, las representaciones que producen en nosotros entanto que afectan nuestros sentidos. Segn esto,confieso, ciertamente, que fuera de nosotros hay cuerpos,esto es, cosas, las cuales conocemos por medio de lasrepresentaciones que nos proporciona su influjo sobrenuestra sensibilidad, aunque, con respecto a lo quepuedan ser en s, nos son completamente desconocidas, ya las cuales damos la denominacin de cuerpo, cuyapalabra, pues, significa meramente la apariencia deobjetos para nosotros desconocidos, pero no menosverdaderos. Se puede llamar a esto idealismo? Esprecisamente lo contrario.

    Que, sin perjuicio de la existencia real de las cosasexteriores, se pueda decir, de multitud de sus predicados,que no pertenecen a estas cosas en s mismas, sinosolamente a sus apariencias, y que no tienen existenciapropia alguna fuera de nuestra representacin, es algoque, ya mucho antes de los tiempos de Locke, peroprincipalmente despus de ste, se ha aceptado yconfesado generalmente. A estos predicados pertenecenel calor, el color, el gusto, etctera. Pero si yo, aparte deestas cualidades, an cuento entre los meros fenmenos,por razones de importancia, las cualidades restantes delos cuerpos que se llaman primarias: la extensin, ellugar, y, sobre todo, el espacio, con todo lo de l

    dependiente (impenetrabilidad o materialidad, forma,etctera), contra esto no se puede alegar el menorfundamento de inadmisibilidad; y del mismo modo que,el que sostiene que el color no es una propiedad quedependa del objeto mismo, sino slo de la modificacindel sentido de la vista, no puede ser, por esto, llamadoun idealista, del mismo modo mi doctrina no puedellamarse idealista sencillamente, porque yo encuentroque, an ms, todas las propiedades que completan laintuicin de un cuerpo, pertenecen meramente a sufenmeno; pues la existencia de la cosa que aparece no esde este modo suprimida, como en el verdaderoidealismo, sino que se indica solamente que, por medio

    de los sentidos, no podemos, en modo alguno, conocerlo que esta existencia de las cosas, sea en s misma.Quisiera saber cmo deberan ser hechas mis

    afirmaciones a fin de que no contuvieran una tesisidealista. Sin duda, debera yo decir, no slo que larepresentacin del espacio es completamente conforme alas relaciones que nuestra sensibilidad tiene con elobjeto, pues esto lo he dicho, sino que es completamentesemejante al objeto, afirmacin a la cual no puedoatribuir sentido alguno, as como tampoco a la de que lasensacin de rojo tiene una semejanza con la propiedaddel cinabrio, que despierta en m esa sensacin.Terceraobservacin

    Despus de esto, se puede rechazar ahora unaobjecin fcil de prever, pero til, a saber: que por la

    idealidad del espacio y del tiempo, todo el mundo de lossentidos se cambiara en pura apariencia. Segn esto, sehabra destruido primeramente toda apreciacin

    filosfica de la naturaleza del conocimiento sensible,porque se hace consistir la sensibilidad solamente en unarepresentacin embrollada, por la cual, sin embargo,reconoceramos siempre las cosas como son, pero sintener la capacidad de traer todo a clara conciencia en esarepresentacin nuestra; en contra, hemos probado que lasensibilidad no se funda en esa distincin lgica de laclaridad y la oscuridad, sino en la distincin gentica delorigen del conocimiento mismo, pues el conocimientosensible no representa, en modo alguno, las cosas comoson, sino solamente el modo como afectan a nuestrossentidos, y as, que por ellas, solamente son dados areflexin al entendimiento los fenmenos, no las causas

    mismas. Despus de esta rectificacin necesaria, naceuna objecin que brota de una interpretacin falsaimperdonable y casi premeditada, como si mi doctrinaconvirtiese todas las cosas del mundo de los sentidos enpura apariencia.

    Si nos es dado el fenmeno, todava somos libres dejuzgar por l la cosa como queramos. Aqul, es decir, elfenmeno, se funda en los sentidos, pero este juicio sefunda en el entendimiento, y lo que se pregunta essolamente si, en esta determinacin del objeto, puedehaber verdad o no. Pero la diferencia entre verdad yensueo no se decide por la cualidad de lasrepresentaciones que se refieren a los objetos, pues ellas

    son en ambos iguales, sino por el enlace de las mismassegn las reglas, que determinan la conexin de lasrepresentaciones en el concepto de