299

TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

  • Upload
    others

  • View
    9

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio
Page 2: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Índice PortadillaÍndiceDedicatoriaDespuésCapítulo 1Capítulo 2Capítulo 3Capítulo 4Capítulo 5Capítulo 6Capítulo 7Capítulo 8Capítulo 9Capítulo 10Capítulo 11

Page 3: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Capítulo 12DespuésPrincipioSobre la autoraLee la novelaCréditosGrupo Santillana

Page 4: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Para Alex, Susan, Amie, Kat y Jane…por viajar conmigo desde la bahía de

la Calavera hasta Endovier.

Page 5: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

DESPUÉS

Acurrucada en la esquina de un carro deprisioneros, Celaena Sardothien mirabacómo las luces y las sombrasjugueteaban en la superficie de madera.Los árboles, apenas teñidos de los tonossuaves de otoño, parecían observarla através del ventanuco enrejado.

Celaena apoyó la cabeza contra elcostado enmohecido del carro y se pusoa escuchar los crujidos de la madera, eltintineo de los grilletes que le ceñían las

Page 6: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

muñecas y los tobillos, el murmullo devoces, salpicado de risas, de losguardas que la escoltaban desde hacíados días.

No obstante, aunque era consciente dela presencia de los sonidos, lo oía todocomo a través de un grueso manto desilencio, una quietud que la aislaba detodo, hasta de sí misma. Sabía que teníahambre y sed, que el frío entumecía susdedos, pero las sensaciones no acababande abrirse paso hasta ella.

El carro se encalló en un surco y lasacudió con tanta fuerza que Celaena segolpeó la cabeza contra el costado delvehículo. Hasta el dolor le parecióajeno.

Los rayos de luz que se proyectaban

Page 7: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

en la pared de madera bailaban comonieve en el cielo.

Como ceniza.Ceniza de un mundo que había ardido

por completo, que se había hecho trizasa su alrededor. El sabor a ceniza deaquel mundo muerto se colaba por susagrietados labios, le empapaba la lenguaseca.

Prefería el silencio. Rodeada desilencio, no podía oír la pregunta másangustiosa de todas: ¿había sido ella laartífice de todo aquello?

El carro pasó bajo una arboledaparticularmente frondosa que bloqueó elpaso a la luz. En el lapso de un suspiro,el silencio desapareció el tiempo

Page 8: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

necesario para que aquella pregunta seabriera paso hasta la mente de Celaena,hasta su piel y sus huesos.

Y rodeada de oscuridad, recordó.

Page 9: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

CAPÍTULO 1ONCE DÍAS ANTES

Celaena Sardothien llevaba un añoentero esperando aquella noche. Sentadaen el pasillo de madera enclavado a unlado de la cúpula dorada del TeatroReal, se dejó llevar por la música quese elevaba por el anfiteatro. Con laspiernas colgando bajo la barandilla, seinclinó hacia delante y apoyó la mejillaen los brazos cruzados.

Los músicos formaban un semicírculo

Page 10: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

en el escenario. Inundaban el teatro deun sonido tan maravilloso que Celaenase olvidaba por momentos de respirar.Había presenciado aquel mismoconcierto cuatro veces a lo largo de losúltimos cuatro años, siempre encompañía de Arobynn. La ocasión habíaacabado por convertirse en una tradiciónanual, que ambos compartían cadaotoño.

Aun sabiendo que no era buena idea,dejó que su mirada se posara en el palcoprivado que Celaena, hasta el mespasado, había ocupado.

Arobynn Hamel estaba allí,acompañado de Lysandra. ¿A causa deldespecho o de la ceguera más absoluta?Él sabía muy bien cuánto significaba

Page 11: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

aquella velada para Celaena; eraconsciente de la ilusión con queaguardaba aquel acontecimiento año trasaño. Y cuando Celaena había rehusadoacompañarlo –no quería volver acompartir nada con él– Arobynn habíainvitado a Lysandra. Como si aquelconcierto fuera uno más de tantos.

Incluso a aquella distancia, desde elpasillo del techo, Celaena alcanzaba aver cómo el rey de los asesinos sosteníala mano de la joven cortesana con lapierna apoyada contra las faldas de suvestido rosa. Un mes después de queArobynn hubiera comprado la virginidadde Lysandra en una subasta, el rey de losasesinos seguía monopolizando el

Page 12: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

tiempo de la muchacha. No sería deextrañar que hiciera algún tipo de tratocon la señora de la cortesana paraconservarla a su lado hasta que secansara de ella.

Celaena no estaba segura decompadecer a Lysandra.

La asesina devolvió la atención alescenario. No sabía por qué había ido nipor qué le había dicho a Sam que estabaocupada y que no podría cenar con él enla taberna favorita de ambos.

Llevaba un mes sin ver a Arobynn nihablar con él. Pese a todo, aquella erasu sinfonía favorita, una música tanmaravillosa que había aprendido a tocaruna pequeña parte al piano para hacermás soportable la espera entre concierto

Page 13: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

y concierto.El tercer movimiento de la sinfonía

llegó a su fin y los aplausos resonaronatronadores en la rutilante cúpula. Laorquesta aguardó a que la ovación seextinguiera antes de iniciar el festivoallegro que precedía el final.

Allí arriba, como mínimo, no teníasque preocuparte por vestir de punta enblanco ni por fingir que te sentíascómoda entre la elegante concurrencia.Se había colado fácilmente por el tejadoy nadie había vuelto la vista hacia lafigura vestida de negro que espiabaentre las vigas, casi oculta por lasarañas de cristal que iluminaban la salacon luz tenue.

Page 14: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

En aquella plataforma, Celaena podíahacer lo que le viniese en gana. Apoyarla cabeza en los brazos, balancear laspiernas al ritmo de la música olevantarse y bailar si le apetecía. ¿Y quési jamás volvía a sentarse en aquelprecioso palco de asientos de terciopeloy balaustradas de madera pulida?

La música se desplegaba por elteatro, cada nota más brillante que laanterior.

Había sido Celaena la que habíaquerido abandonar a Arobynn. Habíacancelado sus propias deudas y las deSam, y se había mudado a otra casa.Había renunciado a ser la protegida deArobynn Hamel. Ella lo había decidido

Page 15: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

así. Y no lo lamentaba, no después deque Arobynn la hubiera traicionadovilmente. La había humillado, le habíamentido y había utilizado el malditodinero de Celaena para comprar lavirginidad de Lysandra, solo paraescupirle a la cara.

Aunque Celaena seguíaconsiderándose la asesina de Adarlan,parte de ella se preguntaba cuántotiempo le dejaría Arobynn conservar eltítulo antes de nombrar otro sucesor. Sinembargo, nadie podría remplazarla.Tanto si pertenecía al rey de losasesinos como si no, seguía siendo lamejor.

¿O no?Parpadeó al darse cuenta de que había

Page 16: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

dejado de oír la música. Deberíacambiar de sitio, sentarse en un lugardonde las lámparas de araña leimpidiesen ver a Arobynn y a Lysandra.Se levantó con la rabadilla dolorida deestar sentada en la dura madera.

Celaena dio un paso, los tablonescombados bajo sus botas negras, pero sedetuvo. Si bien todo era tal comorecordaba, una ejecución perfecta, lamúsica le parecía algo disonante. Sesabía la sinfonía de memoria y sinembargo tenía la sensación de oírla porprimera vez, como si el ritmo interno dela muchacha se hubiera desconectadodel resto del mundo.

Celaena volvió a echar un vistazo al

Page 17: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

palco que tan bien conocía; dondeArobynn pasaba ahora un brazo largo yelegante por el respaldo del asiento deLysandra. El antiguo asiento de Celaena,el más próximo al escenario.

A pesar de todo, había valido la pena.Era libre, Sam era libre y Arobynn…Había hecho lo posible por lastimarla,por destrozarla. Prescindir de aquelloslujos no le parecía un precio excesivo sia cambio se libraba de toda una vidasometida a él.

La música alcanzó el clímax, untorbellino de sonido que ella atravesó…no para dirigirse a un nuevo asiento sinopara caminar hacia la portezuela queconducía al tejado.

La orquesta rugió y Celaena notó cada

Page 18: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

nota en la piel como un latido de aire.Se cubrió la cabeza con la capucha ycruzó la puerta hacia la noche.

Eran casi las once cuando Celaena abrióla puerta de su piso y aspiró los oloresya familiares de su hogar. Había pasadogran parte de los meses anterioresamueblando el amplio domicilio –ocultoen el piso superior de un almacén de losarrabales– que compartía con Sam.

Él se había ofrecido una y otra vez apagarle la mitad de la vivienda, peroella no se daba por aludida. No porqueno quisiera el dinero de Sam –y en

Page 19: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

verdad no lo quería– sino más bienporque, por primera vez, vivía en unlugar que le pertenecía. Y aunque sentíagran afecto por su amigo, prefería dejarlas cosas como estaban.

Se internó en el piso y el gran salón ledio la bienvenida: a la izquierda, unareluciente mesa de roble, lo bastantegrande para arrimar ocho sillastapizadas a su alrededor; a la derecha,un gran sofá rojo, dos sillones y unamesa baja de cara al hogar.

La chimenea apagada no dejaba lugara dudas. Sam no estaba en casa.

Celaena habría podido dirigirse a lacocina contigua y devorar la mitad de latarta de moras que le había sobrado aSam a mediodía; habría podido quitarse

Page 20: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

las botas y sentarse delante del ventanalpara admirar las espectaculares vistasnocturnas de la ciudad. Podría haberhecho muchas cosas de no haber vistouna nota encima de la mesita de laentrada.

«He salido», decía la caligrafía deSam. «No me esperes levantada».

Celaena estrujó la nota. Sabía muybien adónde había ido su amigo… yexactamente por qué no quería que loesperara despierta.

Porque si dormía, no vería la sangre ylas magulladuras de Sam cuando entraratambaleándose.

Maldiciendo con rabia, Celaena tiróla nota arrugada al suelo, salió hecha

Page 21: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

una furia del piso y cerró de un portazo.

Si en aquella ciudad había un lugarfrecuentado por la escoria, eran losSótanos.

En una calle relativamente tranquilade los arrabales, Celaena mostró dineroa los matones que hacían guardia junto auna puerta de hierro y entró en aquelantro de placer. El calor y el tufo laazotaron de inmediato, pero ella se lasarregló para permanecer impasiblemientras bajaba al complejo de salassubterráneas. Echó un vistazo a lamultitud que se apiñaba en torno al foso

Page 22: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

principal y supo de inmediato a quiénestaban jaleando.

Bajó con elegancia los peldaños depiedra, con las manos cerca de lasespadas y las dagas enfundadas en elcinturón que le ceñía las caderas. Lagente por lo general optaba por acudiraún más armada que ella a los Sótanos,pero Celaena conocía lo bastante ellugar como para saber que las frecuentesamenazas de la clientela eran más unapose que un peligro real. Además, sabíacuidar de sí misma. A pesar de todo, sedejó la capucha echada de tal modo quelas sombras le ocultasen el rostro. Sermujer en un lugar como aquel tenía susinconvenientes… sobre todo porquemuchos hombres acudían a los Sótanos

Page 23: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

en busca de cierto tipo deentretenimiento en concreto.

Cuando llegó al fondo de las angostasescaleras, el tufo de los cuerpos sucios,la cerveza agria y cosas peores laalcanzó de pleno. Le revolvió elestómago y se alegró de no habercomido nada.

Avanzó entre la multitud que seapretujaba en torno al foso principalprocurando no mirar las cámarasexpuestas al otro lado, donde seencontraban las mujeres y niñas que nohabían tenido la fortuna de ser vendidas,como Lysandra, a un burdel de lujo. Aveces, cuando a Celaena le daba portorturarse, se preguntaba qué habría sido

Page 24: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

de ella si Arobynn no la hubiera acogidobajo su tutela. Y al mirar los ojos deaquellas chicas una triste versión de símisma le devolvería la mirada.

Prefería no mirar.Celaena se abrió paso entre los

hombres y mujeres que rodeaban el foso,atenta a las manos que se tendían haciaella ansiosas por arrebatarle el dinero…o una de sus exquisitas armas.

Se apoyó contra una columna demadera y miró el foso.

Sam se movía con tanta rapidez que elgigante con el que luchaba no teníaninguna posibilidad. Esquivaba todoslos golpes con facilidad, en parte porhabilidad innata, en parte gracias a losaños de entrenamiento en el castillo.

Page 25: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Ambos iban desnudos de cintura paraarriba, y el musculoso pecho de Sambrillaba con el sudor y la sangre, no lasuya sino la de su adversario. Las únicasheridas que exhibía su amigo eran ellabio partido y un cardenal en la mejilla.

El otro embistió con la intención dederribarlo a la arena, pero Sam se hizo aun lado y, cuando el gigante falló, lehundió el pie desnudo en la espalda. Elhombre cayó con un golpe sordo quevibró a través del mugriento fondo depiedra. La multitud prorrumpió en gritos.

Sam podría haber dejado inconscientea su contrincante en un abrir y cerrar deojos. Le podría haber partido el cuello ohaber puesto fin a la pelea de infinitas

Page 26: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

formas. Sin embargo, a juzgar por elbrillo de sus ojos, en parte satisfecho, enparte salvaje, prefería jugar con suadversario. Incluso sus propias heridasdebían de estar calculadas para que elcombate pareciese algo más igualado.

La gente no luchaba en los Sótanoscon la única intención de vencer a susoponentes; lo hacían sobre todo paraexhibirse. Viendo a aquella multitudloca de euforia, Celaena comprendióque Sam les estaba dando el espectáculode su vida. Y a tenor de la cantidad desangre que ensuciaba el cuerpo de suamigo, aquel combate era el último devarios bises.

Un gruñido se abrió paso hasta lagarganta de Celaena. En los Sótanos

Page 27: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

solo había una regla: nada de armas,únicamente los puños. A pesar de todo,uno podía acabar malherido.

El adversario de Sam se levantó, peroeste ya se había cansado de esperar.

El pobre infeliz no había tenidotiempo ni de alzar las manos cuandoSam le asestó una patada circular.Golpeó la cara del hombre con tantafuerza que el impacto resonó por encimade los gritos de la multitud.

Con la boca ensangrentada, el gigantese tambaleó a un lado. Sam volvió aatacar, un puñetazo al vientre. El hombrese dobló sobre sí mismo, un movimientoque Sam aprovechó para darle unrodillazo en la nariz. El otro levantó la

Page 28: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

cabeza y cayó hacia atrás…La multitud prorrumpió en vítores

cuando el puño de Sam, cubierto desangre y arena, se estrelló contra la caradel grandullón. Antes de que seprodujera el contacto, Celaena ya sabíaque el combate había terminado.

El gigante cayó a la arena y ya no selevantó.

Jadeando, Sam alzó los brazosensangrentados para saludar a lamuchedumbre.

A Celaena casi le estallan los oídoscuando el público rugió en respuesta.Apretó los dientes mientras el maestrode ceremonias saltaba al foso paraproclamar a Sam vencedor.

No era justo. Por más adversarios que

Page 29: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

se ofrecieran a luchar con él, todo aquelque se enfrentase a Sam estabacondenado a perder.

Celaena sintió tentaciones de saltar alfoso y desafiar a Sam ella misma.

Aquel sí sería un combate que losSótanos jamás olvidarían.

Se apretó los brazos con los dedos. Alo largo del mes transcurrido desde quehabía abandonado a Arobynn, no habíarecibido ni una sola oferta, y aunqueSam y ella seguían entrenando lo mejorque podían… Vaya, la tentación desaltar a aquel foso y dejarlos a todoscon la boca abierta era irresistible.Esbozó una sonrisa maliciosa. Sipensaban que Sam era bueno, ella sí que

Page 30: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

les daría motivos para gritar.En aquel momento Sam, todavía

celebrando su éxito, la divisó apoyadacontra la columna. No perdió la sonrisatriunfante, pero una sombra de inquietudasomó a sus ojos.

Celaena inclinó la cabeza hacia lasalida. El gesto le comunicó al chicocuanto necesitaba saber: si no queríaque ella bajase al foso y lo desafiara,Sam había acabado por esa noche. Sereunirían en la calle cuando él hubierarecogido sus ganancias.

Y entonces empezaría la verdaderapelea.

Page 31: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

–¿Cómo debo interpretar tu silencio?¿Tengo que respirar aliviado opreocuparme? –le preguntó Sammientras avanzaban a paso vivo porcalles secundarias de camino a casa.

Celaena esquivó un charco que tantopodía ser de agua como de orina.

–Estoy discurriendo alguna manera deempezar que no sea a gritos.

Sam bufó y ella apretó los dientes.Una bolsa llena de monedas tintineabaen la cintura del chico. Aunque llevabala capucha echada, Celaena alcanzaba averle el labio partido.

La asesina apretó los puños.–Me prometiste que no volverías a

los Sótanos.

Page 32: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Sam caminaba mirando fijamente antesí, siempre alerta, atento a la menorseñal de peligro.

–No te lo prometí. Dije que lopensaría.

–La gente muere en los Sótanos –lerecordó Celaena en un tono más alto delo que pretendía. Su voz resonó en lasparedes del callejón.

–Mueren los necios que acuden allí enbusca de gloria. No son asesinosentrenados.

–Aun así, hay accidentes. Alguienpodría introducir un arma a hurtadillas.

Él soltó una carcajada seca, repletade arrogancia masculina.

–¿Tan poco confías en mi habilidad?

Page 33: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Doblaron por otra calle, donde ungrupo de gente fumaba en pipa a la luzpálida de una taberna. Celaena esperó adejarlos atrás para decir:

–Es absurdo que te arriesgues porunas cuantas monedas.

–Necesitamos todo el dinero quepodamos reunir –repuso Sam con vozqueda.

Celaena se crispó.–Tenemos dinero.Algo de dinero, cuando menos, que

menguaba día a día.–No durará siempre. Si no

conseguimos algún contrato pronto, seacabará. A menos que cambies de estilode vida.

Page 34: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

–Cambiar de estilo de vida –bufóella.

No obstante, Sam tenía razón. Celaenapodía pasar sin comodidades, pero en lomás profundo de su corazón ansiaba ellujo: las ropas delicadas, las comidasdeliciosas y los muebles exquisitos. Nohabía valorado todo lo que el castillo leofrecía. Era verdad que Arobynnllevaba cuenta de los fondos que ella lepedía, pero jamás les había cobrado lacomida, los criados ni los carruajes. Encambio, ahora que dependía de símisma…

–Los Sótanos ofrecen dinero fácil –insistió Sam–. En dos horas me saco unabuena suma.

Page 35: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

–Los Sótanos son un antro infecto –leespetó ella–. Estamos por encima deeso. Podemos ganar dinero en otra parte.

Celaena no sabía dónde ni cómo, peroencontraría una fuente de ingresos mejorque los Sótanos.

Deteniéndose, Sam la cogió del brazoy la obligó a mirarlo.

–¿Y por qué no nos marchamos deRifthold? –aunque la capucha tapaba lasfacciones de Celaena, la asesina enarcólas cejas de todos modos–. ¿Qué nosretiene aquí?

Nada. Todo.Incapaz de responder, Celaena se zafó

de la mano de Sam y siguió andando.Era una idea absurda. Dejar Rifthold.

Page 36: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

¿Adónde irían? Menuda tontería.Llegaron al almacén y subieron

rápidamente los destartalados peldañosde madera que ascendían por la partetrasera hasta el segundo piso.

Sin pronunciar una palabra, Celaenase quitó la capa y las botas, encendióalgunas velas y se dirigió a la cocina aprepararse una rebanada de pan conmantequilla. También en silencio, Samse encaminó al baño para lavarse. Elagua corriente era un lujo por el que elanterior propietario había pagado unafortuna; y Celaena la había consideradomáxima prioridad a la hora de buscarcasa.

Las ventajas como el agua corrienteabundaban en la capital, pero

Page 37: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

escaseaban en el resto del reino. Si semarchaban de Rifthold, ¿de qué otrascosas tendrían que prescindir? Celaenaseguía meditando la cuestión cuandoSam entró en la cocina, ya sin restos desangre y arena. Su labio inferior aúnestaba hinchado y seguía exhibiendoaquel cardenal en la mejilla, por nomencionar las heridas en los nudillos,pero seguía de una pieza.

Sam se sentó en una silla de lapequeña cocina y cortó una rebanada depan. Comprar comida le ocupaba aCelaena más tiempo del que habíapensado y se estaba planteando contratarun ama de llaves, pero… eso costabadinero. Todo costaba dinero.

Page 38: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Sam dio un mordisco al pan, se sirvióun vaso de agua de la jofaina queCelaena había dejado sobre la mesa y searrellanó en la silla. Tras él, la ventanade la cocina revelaba el luminosodespliegue de la capital y el castillo decristal que despuntaba en lo altoprofusamente iluminado.

–¿No piensas volver a dirigirme lapalabra?

Celaena lo fulminó con la mirada.–Mudarse es caro. Si nos

marcháramos de Rifthold,necesitaríamos algo más de dinero paratener algo ahorrado por si noempezáramos a trabajar enseguida –Celaena lo meditó–. Con un contrato

Page 39: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

cada uno bastaría –calculó–. Tal vez yano sea la protegida de Arobynn, perosigo siendo la asesina de Adarlan y túeres… bueno, tú eres tú –él le lanzó unamirada torva y Celaena, a pesar de símisma, sonrió–. Un contrato más –repitió– y nos mudamos. Nos ayudarácon los gastos; nos proporcionará uncolchón.

–O también podríamos mandarlo todoal infierno y largarnos.

–No voy a renunciar a todo paramalvivir en un agujero. Si nos vamos, loharemos a mi modo.

Sam se cruzó de brazos.–No paras de decir «si esto» y «si lo

otro» pero… ¿qué otra cosa podemoshacer?

Page 40: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

De nuevo: nada. Todo.Ella inspiró profundamente.–¿Y cómo nos vamos a establecer en

otra ciudad sin el apoyo de Arobynn?Una expresión triunfante asomó a los

ojos de Sam. Ella procuró no mostrarseirritada. No había aceptado la idea deforma concluyente, pero el hecho de quedudara era un sí en cierta medida.

Antes de que Sam pudiera responder,Celaena prosiguió:

–Nos hemos criado aquí y sinembargo llevamos un mes sin recibirningún encargo. Arobynn siempre hasabido qué hacer en esos casos.

–Cuando le conviene –gruñó Sam–.Estoy seguro de que todo irá bien. No

Page 41: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

necesitamos su apoyo. Cuando nostraslademos, dejaremos también elgremio. No quiero pasarme el resto demi vida pagando cuotas, y no quierovolver a tener nada que ver con esecerdo conspirador.

–Sí, pero sabes que necesitamos subendición. Tenemos que… hacer laspaces con él. Y le necesitamos si noqueremos tener problemas con elgremio.

Celaena había estado a punto deatragantarse, pero lo había dicho.

Sam se levantó de un salto.–¿Acaso debo recordarte lo que nos

hizo? ¿Lo que te ha hecho? Sabesperfectamente que si nadie nos contrataes porque Arobynn va diciendo por ahí

Page 42: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

que no somos de fiar.–Exacto. Y eso no hará sino

empeorar. El gremio de los asesinos noscastigará por marcharnos yestablecernos por nuestra cuenta en otraparte sin la aprobación de Arobynn.

Era verdad. Aunque le habían pagadolas deudas a Arobynn, seguían siendomiembros de la cofradía y estabanobligados a pagar las cuotas cada año.Todos los asesinos del gremio se debíana Arobynn. Le obedecían. Más de unavez, Celaena y Sam habían tenido que ira buscar a miembros de la cofradía queactuaban por su cuenta, se negaban apagar las cuotas o quebrantaban algúnprincipio sagrado del gremio. Aquellos

Page 43: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

asesinos intentaban esconderse, peroantes o después los encontraban. Y lasconsecuencias no eran agradables.

Celaena y Sam habían proporcionadomucho dinero tanto a Arobynn como a lacofradía, además de aumentar lanotoriedad de los asesinos, de modo quesus decisiones y sus carreras habíansido supervisadas de cerca. Eranmiembros importantes del gremio. Aundespués de pagar sus deudas, no podíanmarcharse sin más. Con suerte, lespedirían que pagasen un finiquito. Enotro caso… bueno, la petición entrañabagran peligro.

–En fin –prosiguió Celaena–, a menosque quieras acabar degollado,necesitamos la aprobación de Arobynn

Page 44: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

para poder abandonar el gremio antes demarcharnos. Y puesto que pareces tanansioso por dejar la capital, iremos averle mañana mismo.

Sam se enfurruñó.–No pienso humillarme. No ante él.–Ni yo tampoco.Celaena caminó hacia la pila de la

cocina. Se apoyó a ambos lados delfregadero y miró por la ventana.Rifthold. ¿De verdad estaba dispuesta amarcharse? A veces la detestaba pero…era su ciudad. Dejarla atrás, empezar enotra ciudad de alguna parte delcontinente… ¿Sería capaz?

Unos pasos suaves hicieron crujir elsuelo de madera y un aliento cálido

Page 45: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

acarició el cuello de Celaena.Rodeándole la cintura con los brazosdesde atrás, Sam apoyó la barbilla en elhueco que formaban el hombro y elcuello de la muchacha, y contempló laciudad a su vez.

–Yo solo quiero estar contigo –murmuró–. Por mí, podemos ir acualquier parte. Eso es todo lo quequiero.

Celaena cerró los ojos e inclinó lacabeza contra la de Sam. Olía a jabón delavanda, el carísimo jabón de lavandaque él le había prometido no volver ausar. Seguramente ni siquiera sabía aqué jabón se refería. Tendría queempezar a esconder sus refinadosartículos de aseo y comprar algo más

Page 46: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

barato para él. De todos modos, Sam nonotaría la diferencia.

–Siento haber ido a los Sótanos –dijoSam contra la piel de Celaena, y le dioun beso detrás de la oreja.

Un estremecimiento recorrió lacolumna de la joven. Aunque llevabanun mes compartiendo dormitorio, aún nohabían cruzado el último umbral deintimidad. Ella tenía ganas –y sin dudaél también–, pero tantas cosas habíancambiado tan deprisa… Algo tantrascendente podía esperar un poco más.Sin embargo, eso no les impedíadivertirse juntos.

Sam le besó la oreja y luego lemordisqueó el lóbulo. A Celaena le dio

Page 47: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

un brinco el corazón.–No recurras a los besos para que

acepte tus disculpas –le espetó, aunquetorció la cabeza a un lado parafacilitarle el camino.

Él rio entre dientes y la asesina notóla caricia de su aliento en la piel.

–Tenía que intentarlo.–Si vuelves a ir a los Sótanos –lo

amenazó mientras él seguíamordisqueándole la oreja–, saltaré alfoso y te dejaré inconsciente.

Celaena notó la sonrisa de Sam en lapiel.

–Inténtalo –el chico volvió amorderle el lóbulo, no con tanta fuerzacomo para que le doliera, pero sí losuficiente como para hacerle saber que

Page 48: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

ya no la escuchaba.Ella se dio media vuelta y lo miró a

los ojos, tan oscuros y expresivos. Elresplandor de la ciudad iluminó elrostro de la muchacha.

–Y has usado mi jabón de lavanda.No vuelvas a hacerlo.

Pero los labios de Sam encontraronlos de ella, y Celaena dejó de hablardurante un buen rato.

A pesar de todo, mientras estaban allícon los cuerpos entrelazados, unapregunta se cernía sobre ellos, uninterrogante que no se atrevían aexpresar.

¿Los dejaría marchar ArobynnHamel?

Page 49: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

CAPÍTULO 2

Cuando Celaena y Sam entraron en elcastillo al día siguiente, se sintieroncomo si nada hubiera cambiado. Laasustadiza ama de llaves les dio labienvenida antes de escabullirse a todaprisa como de costumbre, y Wesley, ellacayo de Arobynn, hacía guardia junto ala puerta del estudio del rey de losasesinos en su postura habitual.

Se dirigieron a la puerta a paso vivo,y Celaena aprovechó cada movimiento,

Page 50: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

cada respiración, para asimilar hasta elúltimo detalle del entorno. Dos espadassujetas a la espalda de Wesley, una alcostado, dos dagas prendidas al cinturóny el brillo de una tercera en lapantorrilla; seguramente llevaba otramás escondida en la segunda bota.Wesley tenía la mirada viva, alerta; nirastro de cansancio o de enfermedad quela asesina pudiera aprovechar en casode lucha.

Sam, sin embargo, caminódirectamente hacia Wesley y, a pesar delo callado que había estado durante ellargo camino hacia allí, le tendió lamano y lo saludó.

–Me alegro de verte, Wesley.Wesley estrechó la mano de Sam y le

Page 51: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

dedicó una media sonrisa.–Te diría que tienes buen aspecto,

chico, pero ese cardenal no te sientanada bien.

El lacayo miró a Celaena, que levantóla barbilla y resopló.

–Tú estás más o menos igual –le dijoa la asesina, desafiándola con la mirada.

A Wesley nunca le había caído bienCelaena y no se molestaba endisimularlo. Como si hubiera sabido queArobynn y ella acabarían luchando enbandos contrarios, y que a él le tocaríaocupar la primera línea de defensa.

Celaena pasó junto a él.–Y tú pareces un zoquete, como

siempre –le espetó con dulzura mientras

Page 52: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

abría las puertas del estudio.Sam musitó una disculpa al mismo

tiempo que Celaena entraba en laestancia. Arobynn los estaba esperando.

El rey de los asesinos los contemplócon una sonrisa en el rostro. Sus manosdescansaban sobre el escritorio quetenía delante, los dedos unidos por lasyemas. Cuando Sam entró a su vez,Wesley cerró la puerta. La pareja deasesinos se sentó en silencio en las dossillas que descansaban ante el enormeescritorio de roble.

Un vistazo a la tez exangüe de Sam lebastó a Celaena para comprender queSam, igual que ella, pensaba en la últimavez que habían estado allí juntos.Aquella noche, Arobynn los había

Page 53: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

golpeado a ambos hasta lainconsciencia. Aquella noche, Sam sehabía pasado al otro bando; habíaamenazado con matar a Arobynn porlastimar a Celaena. Aquella noche, todohabía cambiado.

La sonrisa del rey de los asesinos seensanchó, un gesto elegante y calculadodisfrazado de benevolencia.

–Aunque me alegro infinitamente deveros a los dos en tan buena forma –manifestó–, me encantaría saber qué ostrae de vuelta a casa.

«A casa»; aquel ya no era el hogar deCelaena y Arobynn lo sabía. Habíaempleado la palabra de maneraintencionada.

Page 54: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Sam se puso alerta, pero Celaena seinclinó hacia delante. Habían acordadoque sería ella la encargada de llevar lavoz cantante, dado que Sam era máspropenso a perder los estribos enpresencia de Arobynn.

–Venimos a haceros una proposición–empezó a decir ella en tono firme.

Estar cara a cara con Arobynn,después de que la hubiera traicionadouna y otra vez, le revolvía el estómago.Justo antes de salir de aquel despachohacía un mes, Celaena había jurado quelo mataría si volvía a molestarla. YArobynn, para su sorpresa, la habíadejado en paz.

–¿Sí?

Page 55: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Arobynn se arrellanó en la silla.–Nos vamos de Rifthold –anunció ella

en tono frío y tranquilo–. Y querríamosdejar la cofradía también. De serposible, nos gustaría establecernos pornuestra cuenta en otra ciudad delcontinente. Nada que pueda perjudicaral gremio –añadió con suavidad–, soloun negocio privado que nos ayude allegar a fin de mes.

Tal vez necesitara la aprobación deArobynn, pero no pensaba arrastrarse.

Arobynn miró a Celaena y luego aSam. Arrugó aquellas cejas doradas aladvertir que el chico tenía el labiopartido.

–¿Una pelea de enamorados?

Page 56: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

–Un malentendido –repuso ella antesde que Sam pudiera replicar.

Como era de esperar, Arobynn senegaba a responder de inmediato. Samapretó el reposabrazos de madera de susilla.

–Ah –contestó Arobynn sin dejar desonreír. Tranquilo, distinguido y letal–.¿Y dónde vivís en estos momentos, si sepuede saber? En algún lugar bonito,espero. No me gustaría que mis dosmejores asesinos vivieran en la miseria.

Los obligaría a seguirle el juego deintercambiar banalidades hasta quejuzgara oportuno responder a lapregunta. Junto a Celaena, Sam asistía ala conversación cada vez más tenso. La

Page 57: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

asesina casi podía sentir la rabia que loembargaba al oír que Arobynn se referíaa ellos como «mis asesinos». Otraexpresión hiriente. Celaena reprimió supropia ira.

–Tenéis buen aspecto, Arobynn –comentó.

Si él se negaba a responder a suspreguntas, ella haría lo propio. Sobretodo si le preguntaba por su paraderoactual.

Arobynn agitó la mano con desdén yvolvió a retreparse en el asiento.

–El castillo está muy vacío sinvosotros dos.

Lo dijo con tal convencimiento –comosi se hubieran marchado solo parafastidiarlo– que Celaena se preguntó si

Page 58: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

hablaba en serio, si se las habíaingeniado para olvidar lo que le habíahecho a ella y cómo había tratado a Sam.

–Y ahora me decís que os queréismarchar de la capital y dejar elgremio…

La expresión de Arobynn erainescrutable. Celaena se esforzó porrespirar con normalidad, por evitar queel pulso se le acelerase. El rey de losasesinos seguía sin contestar a lapregunta.

Celaena levantó la barbilla.–Entonces, ¿el gremio no se opondrá

a nuestra marcha?Cada palabra en precario equilibrio

sobre el filo de una hoja.

Page 59: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Los ojos de Arobynn destellaron.–Sois libres para partir.Partir. No había dicho nada de dejar

la cofradía.Celaena abrió la boca para pedirle

que se explicar mejor pero entonces…–Responded de una maldita vez.Sam enseñó los dientes, la cara pálida

de rabia.El rey miró a Sam con una sonrisa tan

venenosa que la asesina tuvo quereprimir el impulso de coger una daga.

–Ya lo he hecho. Sois libres para iradonde queráis.

Celaena tenía apenas unos segundosantes de que Sam estallase, antes de quecomenzase una pelea que lo estropease

Page 60: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

todo. La sonrisa de Arobynn se amplió ySam dejó caer las manos a los costadoscomo quien no quiere la cosa; sus dedosrozaban las empuñaduras de la espada yla daga.

Mierda.–Estamos dispuestos a ofrecer cierta

cantidad a cambio de abandonar elgremio –interrumpió Celaena en unintento desesperado por evitar que lasangre llegara al río. Dioses del cielo,se moría por luchar, pero no allí, no conArobynn. Afortunadamente, tantoArobynn como Sam se volvieron amirarla cuando pronunció el importe–.Me parece una compensación más quesuficiente a cambio de gozar de lalibertad necesaria para establecernos en

Page 61: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

otra parte.Arobynn la miró un instante de más

antes de hacerle una contraoferta.Sam se puso en pie de un salto.–¿Os habéis vuelto loco?Celaena estaba demasiado

sorprendida para moverse siquiera. Québarbaridad… Arobynn, de algún modo,se había enterado de cuánto dinero lequedaba en el banco. Porque si lepagaba lo que pedía se quedaría sinblanca. Solo contarían con los escasosahorros de Sam y con lo que le diesenpor el piso, cuya venta se presentabacomplicada dada la ubicación y laextraña distribución.

La asesina intentó rebajar el precio,

Page 62: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

pero Arobynn se limitó a negar con lacabeza antes de clavar la mirada enSam.

–Sois mis mejores bazas –explicó conuna tranquilidad enloquecedora–.Vuestra marcha supondrá una enormepérdida para la cofradía, tanto enrespeto como en capital. Debo tenerloen cuenta. La oferta es generosa.

–Generosa –rezongó Sam.En cambio Celaena, con el estómago

encogido, levantó la barbilla. Por máscifras que le propusiera, saltaba a lavista que Arobynn tenía motivos parahaber escogido esa cantidad y no otra.No cambiaría de opinión. Acababa depropinarle una última bofetada, unapuñalada final con la intención de

Page 63: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

castigarla.–Acepto –declaró Celaena sonriendo

con desgana. Sam se volvió a mirarlasorprendido, pero ella mantuvo los ojosfijos en el rostro elegante de Arobynn–.Pediré que transfieran los fondos avuestra cuenta de inmediato. En cuantola transferencia sea efectiva, nosmarcharemos; y espero que ni vos ni elgremio volváis a molestarnos.¿Entendido?

Celaena se puso en pie. Tenía quealejarse de allí cuanto antes. Volver alcastillo había sido un gran error. Sinembargo, no dejaría que Arobynnsupiera que había ganado otro asalto. Semetió las manos en los bolsillos para

Page 64: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

ocultar el temblor que se habíaapoderado de ellas.

El rey de los asesinos sonrió, yCelaena comprendió que ya se habíadado cuenta.

–Entendido.

–No tenías derecho a aceptar esa oferta–bramó Sam con tal expresión de furiaque la genta que pasaba por la ampliaavenida de la ciudad prácticamente seapartaba a su paso–. No tenías derecho ahacer algo así sin consultármelo antes.¡Ni siquiera has regateado!

Celaena echó un vistazo a los

Page 65: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

escaparates. Le encantaba la zonacomercial de la capital, las aceraslimpias flanqueadas de árboles, laavenida principal que desembocaba enla escalinata de mármol del Teatro Real,la posibilidad de encontrar cualquiercosa, desde zapatos a perfumes, joyas odelicadas armas.

–Si le pagamos esa cantidad, notendremos más remedio que conseguirun contrato antes de marcharnos.

Si le pagamos. Celaena aclaró:–Se la voy a pagar.–Y un cuerno.–Es mi dinero y haré lo que quiera

con él.–Ya has pagado tu deuda y la mía. No

permitiré que le entregues ni una moneda

Page 66: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

más. Ya encontraremos el modo desaldar ese finiquito.

Pasaron junto a la entrada de un salónde té muy frecuentado, donde mujeresvestidas con elegancia charlaban alcálido sol de otoño.

–¿Cuál es el problema, que hayapedido tanto dinero o que sea yo quiense hace cargo del pago?

Sam se detuvo en seco, y aunque nisiquiera volvió la vista hacia el salón deté, las damas clavaron los ojos en él.Incluso en pleno arranque de furia, Samera hermoso. Y estaba demasiadoenfadado para darse cuenta de que aquelno era el lugar ideal para discutir.

Celaena lo cogió del brazo y tiró de

Page 67: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

él para obligarlo a avanzar. Notó quelos ojos de las damas se posaban enella. No pudo evitar sentir una pizca deorgullo al advertir cómo se fijaban en susaya azul marino con exquisitos ribetesdorados en puños y solapas, en lasajustadas calzas color marfil y en lasbotas altas hasta la rodilla,confeccionadas con un cuero suavecomo la mantequilla. Aunque la mayoríade las mujeres –sobre todo las muy ricaso de alta alcurnia– se inclinaban por losvestidos y los horribles corsés, lospantalones y las túnicas eran lo bastantecomunes como para que sus exquisitasprendas no pasasen desapercibidas entrelas mujeres que mataban el tiempo en lasterrazas de los salones de té.

Page 68: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

–El problema –replicó Sam entredientes– es que estoy harto de participaren esos juegos de poder, y prefierocortarle el cuello a pagarle esa suma.

–Entonces eres un necio. Si acabamosmal con él, nunca podremos instalarnosen ninguna parte; no si queremosdedicarnos a este oficio. Y aunquedecidiéramos ir por el buen camino, yojamás viviría tranquila pensando queArobynn o la cofradía iban a apareceren cualquier momento para reclamarnosel dinero. De modo que si tengo quedarle hasta el último céntimo de micuenta bancaria poder dormir por lasnoches, que así sea.

Llegaron a una gran intersección,

Page 69: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

situada en el centro del distritocomercial. El Teatro Real despuntabasobre las calles atestadas de caballos,carromatos y gente.

–¿Dónde está el límite? –preguntóSam con voz queda–. ¿En qué momentodiremos «hasta aquí he llegado»?

–Es la última vez.Él bufó con sorna.–Apuesto a que sí.Sam dobló por una de las avenidas…

en dirección contraria al piso deCelaena.

–¿Adónde vas?Su amigo la miró por encima del

hombro.–Necesito aclararme las ideas. Te

veo en casa.

Page 70: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Celaena lo vio cruzar la transitadaavenida y no apartó la vista hasta que elbullicio de la ciudad se lo tragó.

La asesina echó a andar también,adondequiera que la llevaran los pies.Pasó ante la escalinata del Teatro Real ysiguió caminando, casi sin ver lastiendas y los vendedores que dejabaatrás. La mañana progresaba hacia unprecioso día de otoño; el aire soplabafrío pero el sol calentaba.

En cierto sentido, Sam tenía razón.Pero ella lo había metido en aquel lío;había sido ella la causante de losucedido en la bahía de la Calavera. Yaunque él sostenía que llevaba añosenamorado de Celaena, si ella hubiera

Page 71: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

guardado las distancias a lo largo de losmeses pasados, Sam no se encontraríaen una situación tan complicada. Tal vezlo más inteligente habría sido romperleel corazón y dejar que se quedara conArobynn. Saber que la odiaba habríasido más sencillo que aquello. Sesentía… responsable de él. Y eso laaterrorizaba.

Sam le importaba más de lo que nadiele había importado nunca. Ahora quehabía arruinado el futuro que el asesinollevaba labrándose desde la infancia,Celaena habría dado todo su dinero contal de asegurarse de que, como mínimo,Sam era libre. Sin embargo, no podíaexplicarle que se lo pagaba todo porquese sentía culpable. A él no le habría

Page 72: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

sentado nada bien.Celaena se detuvo y descubrió que

había llegado al final de la anchaavenida. Al otro lado de la calle seerguían las puertas del castillo decristal. No se había dado cuenta de quehabía caminado tanto, ni de que se habíaperdido en sus pensamientos hasta talpunto. Por lo general evitaba acercarsetanto al castillo.

Los portones de hierro, vigilados díay noche, conducían a un largo caminoarbolado que serpenteaba hasta elinfame edificio. Echó la cabeza haciaatrás para contemplar las torres querozaban el cielo, los torreones quedestellaban al sol de media mañana. El

Page 73: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

edificio había sido erigido sobre elcastillo de piedra original y constituía elmáximo estandarte del imperio deAdarlan.

Celaena lo detestaba.Aun desde la calle, Celaena

alcanzaba a ver gente que pululaba porlos jardines del castillo; guardiasuniformados, damas ataviadas convoluminosos vestidos, sirvientes deuniforme. ¿Qué clase de vidas teníanaquellos que moraban a la sombra delrey?

Sus ojos se desplazaron a la torre depiedra más alta, de la que asomaba unpequeño balcón cubierto de hiedra. Quéfácil era imaginar que los moradores delcastillo carecían de cualquier

Page 74: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

preocupación en el mundo.Pese a todo, en el interior del

brillante edificio se tomaban decisionesa diario que alteraban el destino deErilea. Allí dentro se había prohibido lamagia y se había decretado la creaciónde campos de trabajo como Calaculla yEndovier. Allí dentro vivía el asesinoque se autoproclamaba rey, el hombre alque Celaena temía más que a nadie en elmundo. Si los Sótanos constituían elcorazón del inframundo de Rifthold, elcastillo de cristal era el alma delimperio de Adarlan.

Tenía la sensación de que la miraba,un enorme monstruo de cristal, piedra yhierro. Al contemplarlo, los problemas

Page 75: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

con Sam y Arobynn le parecíaninsignificantes, como un mosquito quezumba ante las fauces abiertas de un serdispuesto a devorar el mundo.

Sopló una ráfaga de viento helado quele despeinó la trenza. No deberíahaberse acercado tanto, aunque lasprobabilidades de llegar a ver al reyfueran prácticamente nulas. Pero lebastaba pensar en él para que un miedoatroz se apoderara de todo su ser.

Lo único que la consolaba era pensarque gran parte de los habitantes de losreinos que el rey había conquistadosentían lo mismo que ella. Habíainvadido Terrasen hacía nueve años, unacampaña rápida y brutal, tan sanguinariaque Celaena se mareaba solo de

Page 76: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

recordar algunas de las atrocidades queel rey había cometido para asegurar sureinado.

Con un estremecimiento, dio mediavuelta y se marchó a casa.

Sam no volvió hasta la hora de la cena.

Celaena estaba tendida en el sofá anteel hogar encendido, con un libro en lamano, cuando Sam entró en elapartamento. La capucha le ocultaba lasfacciones pero la empuñadura de laespada que llevaba sujeta a la espaldabrilló a la luz anaranjada de la estancia.Cuando Sam cerró la puerta, Celaena

Page 77: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

advirtió el brillo apagado de lasmanoplas que llevaba atadas a lasmuñecas; piel gruesa y bordada queocultaba dagas secretas. Se movía contal precisión y potencia contenida que laasesina parpadeó. A veces olvidaba queel joven con el que compartía viviendaera un asesino experto e implacable.

–He encontrado un cliente.Sam se retiró la capucha y se apoyó

contra la puerta con los brazos cruzadossobre el musculoso pecho.

Celaena cerró el libro que estabadevorando y lo dejó en el diván.

–¿Sí?Los ojos de Sam brillaban pero su

expresión era indescifrable.–Nos pagarán. Mucho. Y no quieren

Page 78: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

que el gremio se entere. También tecontratarán a ti.

–¿Y quién es el cliente?–No lo sé. El hombre con el que he

hablado se ocultaba tras el disfrazhabitual: capucha, ropa ordinaria. Talvez actuaba en nombre de otra persona.

–¿Y por qué no quieren acudir algremio?

Celaena se desplazó hastaacomodarse en el reposabrazos deldiván. La distancia que la separaba deSam le parecía demasiado grande,demasiado iluminada.

–Porque quieren que asesine a IoanJayne y a su mano derecha, RourkeFarran.

Page 79: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Celaena se lo quedó mirando.–Ioan Jayne.El señor del crimen más importante

de Rifthold.Sam asintió.A Celaena le zumbaban los oídos.–Es muy difícil llegar hasta él –

objetó–. Y Farran… ese hombre estáenfermo. Es un sádico.

Sam se irguió y se acercó a ella.–Dijiste que para irnos a vivir a otra

ciudad necesitábamos dinero. Y puestoque insistes en pagar al gremio, nobastarán unas monedas. De modo que, amenos que quieras empezar a robar,sugiero que aceptemos.

Celaena, todavía sentada en el brazo

Page 80: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

del sofá, echó la cabeza hacia atrás paramirar a Sam.

–Jayne es peligroso.–Bueno, pero nosotros somos los

mejores.Aunque Sam sonreía con indolencia,

la asesina advirtió que tenía loshombros crispados.

–Deberíamos buscar otro encargo.Seguro que podemos encontrar otracosa.

–No lo sabes. Y nadie nos va a pagartanto.

Pronunció una cifra, y Celaena enarcólas cejas. Si aceptaban, podrían vivirmucho tiempo con gran comodidad.Tendrían medios para trasladarse acualquier parte.

Page 81: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

–¿Seguro que no sabes quién es elcliente?

–¿Estás buscando excusas pararehusar?

–Solo quiero asegurarme de que nocorreremos peligro –replicó ella–.¿Sabes cuántas personas han intentadoliquidar a Jayne y a Farran? ¿Y sabescuántas de ellas siguen vivas?

Sam se pasó la mano por el pelo.–¿Quieres estar conmigo?–¿Qué?–¿Quieres estar conmigo?–Sí.En aquel momento, era lo único que

quería.Una sonrisa jugueteó en la comisura

Page 82: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

de los labios de Sam.–Pues aceptemos el encargo, y

tendremos dinero suficiente para atar loscabos sueltos de Rifthold e instalarnosen otra parte del continente. Si fuera pormí, me marcharía esta misma noche sinentregarles ni un céntimo a Arobynn y ala cofradía. Pero tienes razón: no quieropasar el resto de mi vida mirando porencima del hombro. Deberíamosempezar de cero. Eso es lo que quieroque hagamos.

A Celaena se le hizo un nudo en lagarganta y miró en dirección al fuego.Poniéndole un dedo bajo la barbilla,Sam la obligó a mirarlo.

–¿Me ayudarás a acabar con Jayne ycon Farran?

Page 83: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Era tan guapo. Tenía cuanto Celaenaquería, cuanto había ansiadoencontrar… ¿Cómo era posible que nose hubiera dado cuenta hasta hacía unosmeses? ¿Por qué lo había odiado durantetodo aquel tiempo?

–Lo pensaré –repuso ella con vozronca.

No hablaba por hablar. Realmentenecesitaba pensarlo. Sobre todo si losobjetivos eran tipos como Jayne yFarran.

La sonrisa de Sam se hizo másamplia. Se inclinó para besar a Celaenaen la sien.

–Mejor eso que nada.Las bocas de ambos se rozaron.

Page 84: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

–Perdona por lo que te he dicho antes.–¿Una disculpa de Celaena

Sardothien? –el reflejo de las llamasbailaba en los ojos de Sam–. ¿Estoysoñando?

La asesina se enfurruñó pero él labesó. Celaena le pasó los brazos por elcuello, abrió los labios para recibir laboca de Sam, que gimió cuando las doslenguas se encontraron. Las manos de lamuchacha se enredaron con la cinta queusaba Sam para sujetarse la espada a laespalda. Celaena se retiró el tiemposuficiente para que él desabrochara lahebilla que le cruzaba el pecho.

La espada repicó contra el suelo demadera. Sam volvió a mirarla a los ojos

Page 85: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

y aquel gesto bastó para que ella loatrajera otra vez hacia sí. Él la besó afondo, pausadamente, como si tuvierantoda una vida por delante para besarse.

A Celaena le gustó. Mucho.Sam le pasó un brazo por la espalda y

el otro por debajo de las rodillas y lacogió en brazos con un movimientoelegante y fluido. Aunque jamás se lohabría dicho, Celaena estuvo a punto dedesmayarse.

El chico la llevó al dormitorio y ladepositó en la cama con suavidad. Samse retiró solo el tiempo suficiente paraquitarse aquellas manoplas letales de lasmuñecas, y luego las botas, la capa, eljubón y la camisa. Celaena contempló lapiel dorada de su amigo, el pecho

Page 86: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

musculoso, las delgadas cicatrices querecorrían su torso. La joven tenía elpulso tan acelerado que apenas podíarespirar.

Sam era suyo. Aquella criaturamagnífica y poderosa era suya.

La boca de Sam volvió a buscar la deCelaena al mismo tiempo que laacomodaba en la cama. Abajo, cada vezmás abajo, las manos expertas del chicoexploraba cada palmo de su ser hastaque Celaena cayó de espaldas y él seapoyó en los antebrazos para sostenersesobre ella. Sam le besó el cuello yCelaena se arqueó hacia él mientras elchico le acariciaba el cuerpo al mismotiempo que le desabrochaba la túnica.

Page 87: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Ella no quería saber dónde habíaaprendido Sam a hacer aquellas cosas.Porque si alguna vez descubría elnombre de aquellas chicas…

Celaena perdió el aliento cuando élllegó al último botón y le quitó la túnica.Sam miró el cuerpo de la joven, con elaliento entrecortado. Habían llegado aúnmás lejos otras veces, pero Sam formulóuna pregunta con los ojos, uninterrogante que llevaba escrito en cadapalmo de su cuerpo.

–Esta noche no –susurró ella con lasmejillas ardiendo–. Aún no.

–No tengo prisa –repuso él mientrasse inclinaba para frotarle la nariz en elhombro.

–Es que… –dioses benditos, debería

Page 88: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

dejar de hablar. No tenía que darleexplicaciones y él no la presionaba,pero…–. Si voy a hacer esto, quierodisfrutar de cada paso del camino.

Sam comprendió a qué se refería aldecir «esto»: a la relación que habíaentre ellos, a ese vínculo que se estabacreando, tan irrompible e implacableque el mismo eje del mundo de Celaenase desplazaba hacia Sam. La idea laaterrorizaba más que ninguna otra cosa.

–Puedo esperar –repitió él con vozronca, y le besó la clavícula–. Tenemostodo el tiempo del mundo.

Tal vez tuviera razón. Y pasar todo eltiempo del mundo con Sam…

Era un tesoro cuyo precio estaba

Page 89: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

dispuesta a pagar.

Page 90: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

CAPÍTULO 3

El alba se coló en el dormitorio y loinundó de una luz dorada que tiñó elpelo de Sam de un tono bronce.

Apoyada en un codo, Celaena lomiraba dormir.

El cuerpo desnudo del chico aúnconservaba el bronceado del sol delverano; seguramente lo había adquiridoentrenando en uno de los patiosexteriores del castillo, o quizásholgazaneando a orillas del río Avery.

Page 91: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Cicatrices de varias medidas lesurcaban la espalda y los hombros,algunas finas y rectas, otras gruesas eirregulares. Toda una vida preparándosey luchando… El cuerpo de Sam era unmapa de sus aventuras, una prueba de loque significaba criarse con ArobynnHamel.

Celaena le pasó un dedo por lacolumna vertebral. No quería queninguna otra cicatriz marcase aquellapiel. Quería que aquella vida fuera suya.Él estaba por encima de todo aquello.Merecía algo mejor.

Cuando se fueran a vivir a otraciudad, tal vez pudieran dejar atrás lamuerte, el asesinato y cuanto rodeaba laprofesión. Quizás no enseguida pero

Page 92: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

algún día, en un futuro lejano tal vez…Le apartó el pelo de los ojos. Algún

día, renunciarían a las espadas, lasdagas y las flechas. Y la decisión dedejar atrás Rifthold, de abandonar lacofradía suponía un primer paso haciaaquel día, por mucho que tuvieran queseguir trabajando como asesinos durantealgunos años más.

Sam abrió los ojos. Al descubrir lamirada de Celaena le dedicó una sonrisasoñolienta.

Ella se sintió como si acabara derecibir un golpe en el vientre. Sí, algúndía dejaría de ser la asesina de Adarlanpor él, renunciaría a la fama y la fortuna.

Pasándole un brazo por la cintura,

Page 93: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Sam la atrajo hacia sí y se acurrucócontra ella. Le rozó el cuello con lanariz para aspirar su aroma.

–Liquidemos a Jayne y a Farran –accedió Celaena en voz baja.

Sam ronroneó una respuesta sinseparar los labios de su piel. Celaenacomprendió que solo estaba despierto amedias y que su mente se encontrabamuy lejos de Jayne y de Farran.

Le clavó las uñas en la espalda. Élgruñó enfadado pero no hizo nada pordespabilarse.

–Eliminaremos primero a Farran,para debilitar la cadena de mando. Seríademasiado arriesgado acabar con losdos a la vez; demasiadas cosas sepodrían torcer. Pero si atacamos

Page 94: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

primero a Farran, aunque pongamossobre aviso a los guardias de Jayne,reinará la confusión en la banda. Yentonces eliminaremos al propio Jayne.

Era un plan coherente. Le gustaba.Solo necesitaban unos cuantos días parainvestigar con qué tipo de defensas seprotegían Farran y cómo sortearlas.

Sam murmuró otra respuesta que sonóa algo así como: «Lo que tú digas, perovuelve a dormir».

Celaena puso los ojos en blanco ysonrió.

Después de desayunar, y cuando

Page 95: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Celaena hubo transferido una enormesuma de dinero a la cuenta de Arobynn(circunstancia que los dejó a ambosdeprimidos y casi en la miseria)dedicaron el día a recoger informaciónsobre Ioan Jayne. Como gran señor delcrimen de Rifthold, Jayne disfrutaba demuchísima protección. Sus esbirrosestaban por todas partes: huérfanosespía en las calles, prostitutas quetrabajaban en los Sótanos, posaderos,mercaderes e incluso algunos guardiasde la ciudad.

Todo el mundo sabía dónde estaba sucasa: era un edificio de tres plantas depiedra blanca en una de las calles másbonitas de Rifthold. El mero hecho depararse a mirarla podía despertar la

Page 96: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

desconfianza de alguno de los muchossecuaces de Jayne que merodeabandisfrazados por las calles.

Nadie entendía por qué Jayne vivía enaquella calle. Sus vecinos eranmercaderes ricos y nobles venidos amenos. ¿Sabían ellos quién vivía en lapuerta de al lado y qué fechorías secometían bajo el tejado de azulejoscolor esmeralda?

Tuvieron un golpe de buena suertemientras echaban un vistazo a su casa.Cualquier observador los habría tomadopor una pareja atractiva y elegante quedaba un paseo por la ciudad. Justocuando pasaban por allí, Farran, la manoderecha de Jayne, salió de la vivienda y

Page 97: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

se metió en el carruaje negro queaguardaba aparcado en el camino deentrada.

Celaena notó que el brazo de Sam secrispaba bajo su mano. El asesino siguiómirando al frente, sin atreverse adesviar la vista para que nadieadvirtiera su interés. Celaena, encambio, fingiendo que había descubiertoun desgarrón en su túnica verde bosque,se las ingenió para lanzar alguna queotra ojeada.

La asesina había oído hablar deFarran. Como todo el mundo. Si alguiencompetía en notoriedad con ella, era elsegundo al mando de Jayne.

Alto, de espaldas anchas y cerca de latreintena, Farran había sido abandonado

Page 98: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

al nacer en las calles de Rifthold. Habíaempezado a trabajar para Jayne comohuérfano espía, y con el transcurso delos años se había ido abriendo paso porlas filas de la corte criminal de Jayne,dejando a su paso toda una estela decadáveres. Nadie, al verlo ahora tanelegante con sus exquisitas ropas grisesy su pelo negro engominado, habríapensado que en otro tiempo había sidouna más de las despiadadas bestezuelasque deambulaban por los arrabales enmanadas salvajes.

Cuando bajó la escalinata paradirigirse al carruaje que le aguardaba enel camino privado, lo hizo a un pasoelegante y calculado; su cuerpo

Page 99: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

rezumaba potencia apenas contenida.Aun desde el otro lado de la calle,Celaena advirtió el brillo de sus ojososcuros, la sonrisa fija en sus pálidasfacciones. Un escalofrío le recorrió laespalda.

Celaena sabía que dejaba muchoscadáveres a su paso, y nunca de unapieza. A lo largo de todos aquellosaños, Farran había ido desarrollando ungusto por la tortura cada vez másrefinada. Su sadismo lo habíaconvertido en la mano derecha de Jayne,y había disuadido a sus rivales dedesafiarlo.

Farran se subió al carruaje. Se movíacon tanta suavidad que sus ropas hechasa medida apenas se desplazaban. El

Page 100: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

vehículo se puso en marcha y salió a lacalle. Celaena alzó la vista para verlopasar.

Y se encontró con los ojos de Farran,que la miraban directamente.

Sam fingió no darse cuenta. Celaena,por su parte, permaneció impertérrita,con la indiferencia que demostraríacualquier dama educada que no tuvierani idea de que la persona que la mirabacomo un gato que se relame ante un ratónera uno de los hombres más perversosdel imperio.

Farran le sonrió. El gesto no teníanada de humano.

Saltaba a la vista por qué el clientehabía ofrecido una recompensa por el

Page 101: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

valor de un reino a cambio de la cabezade Farran y Jayne.

Celaena inclinó la cabeza, una formarecatada de darse por aludida, y lasonrisa del criminal se ensanchó aúnmás mientras el carruaje se alejaba hastasumergirse en el tráfico de la ciudad.

Sam respiró aliviado.–Me alegro de que vayamos a

eliminarlo a él primero.Una parte retorcida y oscura de

Celaena habría querido lo contrario…De hecho habría dado algo porpresenciar cómo esa sonrisa felina sedesvanecía del rostro de Farran alenterarse de que Celaena Sardothienhabía matado a Jayne. Sin embargo, Samtenía razón. No habrían pegado ojo si

Page 102: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

hubieran eliminado primero a Jayne,sabiendo que Farran utilizaría todos losrecursos a su alcance para darles caza.

Despacio, fueron rodeando la casa deJayne por las calles adyacentes.

–Será más fácil pillarlo cuando vayade camino a alguna parte –cavilóCelaena, muy consciente de la cantidadde ojos que estaban puestos en ellos–.La casa está muy vigilada.

–Necesitaré un par de días paraprepararlo todo.

–¿Cómo que «necesitaré»?–Pensé que preferirías atribuirte el

mérito de haber acabado con Jayne. Yoliquidaré a Farran.

–¿Y por qué no trabajamos juntos?

Page 103: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

La sonrisa de Sam desapareció.–Porque quiero que te mantengas al

margen de esto tanto tiempo como seaposible.

–¿Solo porque estamos juntos vas aempezar a tratarme como a unablandengue?

–Yo no he dicho eso. Pero no puedesculparme por querer mantener a la chicaque amo lejos de un tipejo como Farran.Y antes de que empieces a recitarme lalista de todas las hazañas que hasllevado a cabo, deja que te diga que yasé a cuántas personas has matado y lobien que sabes cuidar de ti misma. Peroyo he encontrado este cliente y loharemos a mi manera.

Page 104: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

De no haber sido porque había ojosmirándolos en todas partes, Celaena lehabría golpeado.

–¿Cómo te atreves…?–Farran es un monstruo –replicó Sam

sin mirarla–. Tú misma lo has dicho. Yme niego a que puedas caer en susmanos si algo sale mal.

–Estaríamos más seguros sitrabajáramos juntos.

La mandíbula de Sam se crispó.–No hace falta que cuides de mí,

Celaena.–¿Lo haces por el dinero? ¿Porque te

incomoda que yo pague las cosas?–Lo hago porque soy el responsable

de este contrato, y porque no siempre

Page 105: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

vas a ser tú la que dicte las reglas.–Al menos deja que sea yo la

encargada de planificar losmovimientos.

Permitiría que Sam se encargara deFarran. Ella se conformaría con un papelsecundario en aquella misión. ¿Noacababa de prometer que renunciaría asu título algún día? Que se llevara él losaplausos.

–Nada de planificar movimientos –leespetó Sam–. Estarás en la otra punta dela ciudad, lejos de todo esto.

–Sabes que te estás portando como uncrío, ¿verdad?

–Estoy tan preparado como tú,Celaena.

La asesina podría haberlo presionado

Page 106: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

–haber insistido hasta obligarlo a ceder–pero advirtió una sombra de amarguraen los ojos del chico. Llevaba meses sinatisbarla, desde el viaje a la bahía de laCalavera, cuando habían dejado de serenemigos. Sam siempre se quedaba almargen y, cuando no, se encargaba detodas aquellas misiones que ella no sedignaba a aceptar. Celaena, en cambio,se llevaba todos los laureles. Lo cualera absurdo, en realidad, puesto queSam era tan brillante como ella.

Si acaso dar muerte a los demáspodía considerarse un talento.

Y si bien a ella le encantaba alardeary hacer ostentación de su título deasesina de Adarlan, su propia

Page 107: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

arrogancia le parecía a veces unacrueldad en presencia de Sam.

De modo que, aunque se quiso moriral decirlo y a pesar de que contradecíacuanto había aprendido, lo empujó conel hombro y aceptó.

–Vale. Tú te ocupas de Farran. Peroyo me encargo de Jayne. Y entonces loharemos a mi modo.

Celaena tenía su lección de bailesemanal con madame Florine, quetambién preparaba a los bailarines delTeatro Real. Dejó que Sam prosiguierala inspección a solas y se dirigió alestudio privado de la anciana.

Page 108: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Cuatro horas después, sudorosa,dolorida y totalmente agotada, Celaenarecorría la ciudad de vuelta a casa.Conocía a madame Florine desde queera una niña: la mujer enseñaba a todoslos asesinos de Arobynn las danzaspopulares más recientes. A Celaena, sinembargo, le gustaba hacer algunas clasesde más para adquirir la elegancia y laflexibilidad que otorgaban las danzasclásicas. Siempre había sospechado queno le caía bien a la seca profesora, pero,para su sorpresa, al enterarse de quehabía abandonado a Arobynn, madameFlorine se había negado a cobrarle lasclases.

Tendría que buscar otra profesora de

Page 109: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

baile cuando se marcharan de la ciudad.No solo eso, también un estudio con unpianista decente.

Y la nueva ciudad tendría que tenerbiblioteca también. Una bibliotecagrande y maravillosa. O una librería conun propietario entendido que la ayudaraa saciar su constante sed de libros.

Y una buena modista. Y perfumista. Yjoyero. Y pastelero.

Le pesaban los pies cuando subió arastras las escaleras de madera queconducían a su casa, en el ático delalmacén. La clase de baile la habíadejado para el arrastre. Madame Florineera una profesora exigente. No aceptabamuñecas flojas ni posturasdesmadejadas, ni de hecho nada salvo la

Page 110: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

máxima perfección. Eso sí, siemprehacía la vista gorda durante los últimosveinte minutos de clase, cuando Celaenale pedía al alumno de piano que tocarasus piezas favoritas para poder bailarcon salvaje abandono. Y ahora que laasesina no tenía piano, madame Florinele dejaba incluso quedarse un rato apracticar.

Celaena llegó al rellano del piso ymiró la puerta de color verde plateado.

Se marcharía de Rifthold. Si con ellose libraba de Arobynn, tendría fuerzaspara dejar atrás todo aquello que amaba.Otras ciudades del continente contabantambién con bibliotecas, librerías ybuenos sastres. Quizás no todo fuera tan

Page 111: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

maravilloso como en Rifthold y tal vezlos corazones de aquellas ciudades nolatiesen al adorable ritmo de la capital,pero… por Sam, lo haría.

Con un suspiro, Celaena abrió lapuerta y entró en el piso.

Arobynn Hamel la esperaba sentadoen el diván.

–Hola, querida –la saludó, y sonrió.

Page 112: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

CAPÍTULO 4

A solas en la cocina, Celaena se sirvióuna taza de té intentando reprimir eltemblor de sus manos. ¿Cómo habíaencontrado Arobynn la vivienda?Seguramente les había sacado lainformación a los criados que la habíanayudado a llevar las cosas. Encontrarleen su casa, descubrir que había allanadosu hogar… Qué horror. ¿Cuánto tiempollevaba allí? ¿Habría estado revisandolas pertenencias de Celaena?

Page 113: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Preparó otra taza de té para Arobynn.Con las tazas y los platos en la mano, sedirigió al salón. El rey de los asesinosestaba sentado con las piernas cruzadasy un brazo echado sobre el respaldo delsofá, como si se sintiera en su propiacasa.

Sin decir nada, Celaena le tendió unataza de té y se sentó en un sillón. Lachimenea estaba apagada y durante eldía había hecho tanto calor que Samhabía dejado abierta una de las ventanasdel salón. Una brisa salobre procedentedel río Avery se coló en el apartamentohaciendo ondear las cortinas deterciopelo escarlata y revolviéndole elpelo a Celaena. También echaría de

Page 114: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

menos aquel olor.Arobynn dio un sorbo al té y se quedó

mirando el líquido ambarino de la taza.–¿A quién debo agradecer un gusto

tan exquisito en lo que a tés se refiere?–A mí. Pero ya lo sabéis.–Humm. –Arobynn dio otro sorbo–.

Sí, sí que lo sé –los ojos grises delasesino atraparon la luz de la tarde yadquirieron un tono azogue–. Lo que nosé es por qué a Sam y a ti os parecebuena idea eliminar a Ioan Jayne y aRourke Farran.

Lo sabía, naturalmente.–No es de vuestra incumbencia.

Nuestro cliente quería actuar al margendel gremio, y ahora que he transferido eldinero a vuestra cuenta Sam y yo ya no

Page 115: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

formamos parte de ella.–Ioan Jayne –repitió Arobynn, como

si no acabara de recordar quién era–.Ioan Jayne. ¿Te has vuelto loca?

Ella crispó la mandíbula.–No veo por qué tendría que confiar

en vuestro consejo.–Ni siquiera a mí se me ocurriría

liquidar a Jayne –los ojos de Arobynnardían–. Y te lo dice alguien que hadedicado años y años de su vida adiscurrir maneras de llevarlo a la tumba.

–No pienso dejarme manipular porvos –Celaena dejó el té sobre la mesabaja y se levantó–. Fuera de mi casa.

Arobynn se la quedó mirando como siCelaena fuera una niña obstinada.

Page 116: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

–Hay buenas razones para que Jaynesea considerado el indiscutible señordel crimen de Rifthold. Y Farran es sumano derecha por motivos igual depoderosos. Tal vez seas brillante,Celaena, pero no eres invencible.

La asesina se cruzó de brazos.–A lo mejor estáis intentando

disuadirme porque, si lo matara,significaría que soy mejor que vos.

Arobynn se puso en pie de repente yla miró desde arriba.

–Estoy intentando disuadirte, niñaestúpida y desagradecida, porque Jayney Farran son letales. ¡Si un cliente meofreciera el mismísimo castillo decristal a cambio de sus cabezas,

Page 117: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

rechazaría la oferta!Celaena hinchó las aletas de la nariz.–Después de todo lo que me habéis

hecho, ¿cómo esperáis que crea ni unapalabra de lo que decís?

La asesina hizo ademán de ir a cogerla daga que llevaba sujeta a la cinto.Arobynn no apartó la vista del rostro deCelaena, pero había advertido elademán; estaba pendiente de cada unode los gestos de Celaena y no le hacíafalta mirar para percibirlos.

–¡Fuera de mi casa! –gritó ella.Arobynn sonrió a medias y miró a su

alrededor con atención calculada.–Dime una cosa, Celaena. ¿Confías en

Sam?–¿Qué se supone que significa eso?

Page 118: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Como quien no quiere la cosa,Arobynn se metió las manos en losbolsillos de la túnica dorada quellevaba.

–¿Le has contado la verdad sobre tuprocedencia? Tengo el presentimientode que le gustaría conocerla. Quizásantes de que te entregue la vida.

Intentando respirar con normalidad,Celaena volvió a señalar la puerta.

–Marchaos.Arobynn se encogió de hombros, hizo

un gesto con la mano como desdeñandola pregunta que acababa de formular y sedirigió hacia la puerta. La asesinaobservaba cada uno de los movimientosdel hombre, contemplaba cada paso que

Page 119: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

daba, la posición de su espalda, dóndeponía la vista. Arobynn posó la mano enel pomo de latón, pero se volvió amirarla. Tenía los ojos brillantes,aquellos ojos que la perseguiríandurante el resto de su vida.

–Da igual lo que haya hecho. Tequiero, Celaena.

La palabra la golpeó como unapedrada en la cabeza. Nunca le habíadicho algo así antes. Nunca.

Se hizo un largo silencio.La nuez de Arobynn se movió cuando

el hombre tragó saliva.–Hago esas cosas porque estoy

asustado… y porque no sé expresar loque siento –lo dijo en voz tan baja queCelaena apenas lo oyó–. Hice todo

Page 120: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

aquello porque me enfurecía quehubieras escogido a Sam.

¿Quién estaba hablando? ¿El rey delos asesinos, el padre o el enamoradoque nunca se había atrevido adeclararse?

La máscara de la que Arobynn nuncase desprendía desapareció y la heridaque ella le había infligido centelleó enaquellos espléndidos ojos.

–Quédate conmigo –susurró el rey delos asesinos–. Quédate en Rifthold.

Celaena tragó saliva, y descubrió quele costaba mucho.

–Me voy.–No –insistió él con suavidad–. No te

vayas.

Page 121: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

«No.»Eso era lo que Celaena había dicho la

noche que la había azotado, justo antesde que le asestara el primer golpe,cuando había creído que iba a lastimar aSam y no a ella. Y entonces habíarecibido tal paliza que había caídoinconsciente. Arobynn también habíagolpeado a Sam.

«No lo hagas.»Y eso le había dicho también Ansel a

Celaena en el desierto, cuando laasesina de Adarlan le había hundido lapunta de la espada en la piel de la nuca,sumida en un dolor tan intenso por latraición de Ansel que Celaena habíaestado a punto de matar a la que había

Page 122: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

considerado su amiga. Sin embargo,aquella traición palidecía encomparación con la de Arobynn cuandola había engañado para que asesinara aDoneval, un hombre que podría haberliberado a incontables esclavos.

Arobynn utilizaba las palabras comocadenas para volver a someterla. A lolargo de los años había tenido infinitasoportunidades de decirle que la amaba;sabía cuánto ansiaba Celaena oírlepronunciar aquellas palabras. Sinembargo, solo las había dicho cuandopodía emplearlas como arma. Y ahoraque ella tenía a Sam, quien le declarabasu amor a diario sin esperar nada acambio, que la amaba por razones queella no alcanzaba a comprender…

Page 123: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Celaena inclinó la cabeza a un lado,advirtiéndole con aquel único gesto deque seguía dispuesta a atacarlo.

–Fuera de mi casa.Arobynn se limitó a mirarla una

última vez, asintió despacio y semarchó.

Como casi todas las noches, el CisneNegro estaba abarrotado. Compartiendouna mesa con Sam en mitad del bullicio,Celaena miraba con desgana el estofadode ternera que tenía delante. Tampoco leapetecía hablar, aunque Sam habíacompartido con ella toda la información

Page 124: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

que había logrado reunir sobre Farran yJayne. La asesina no había mencionadola visita sorpresa de Arobynn.

Allí cerca, un grupo de jovencitascomentaba entre risillas que el príncipeheredero se disponía a pasar lasvacaciones en la costa de Soria, queojalá él y sus deslumbrantes amigos lashubieran invitado y que si esto y que silo otro, hasta que Celaena empezó aconsiderar la idea de arrojarles lacuchara.

Sin embargo, la violencia no estababien vista en la taberna del Cisne Negro.La clientela acudía a disfrutar de buenacomida, buena música y buenacompañía. Las peleas, los negociosturbios y desde luego las prostitutas

Page 125: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

brillaban por su ausencia. Tal vez poreso Sam y ella acudían a cenar casi adiario. Les ayudaba a sentirse algo másnormales.

Otro sitio que echaría de menos.Cuando volvieron a casa después de

cenar, Celaena tuvo la extraña sensaciónde que el apartamento se habíaconvertido en un lugar inhóspito ahoraque Arobynn lo había allanado. Laasesina se dirigió directamente aldormitorio y encendió unas cuantasvelas. Estaba deseando que aquellajornada terminara. Liquidarían a Jayne ya Farran, y luego se marcharían.

Sam se asomó.–Nunca te había visto tan callada –le

Page 126: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

dijo.Ella se miró en el espejo del tocador.

La cicatriz de la herida que le habíahecho Ansel en la mejilla ya se habíaborrado, y la del cuello prontodesaparecería también.

–Estoy cansada –se excusó.Celaena no mentía. Empezó a

desabrocharse la túnica y advirtió quesus manos se movían con torpeza. ¿Poreso la había visitado Arobynn? ¿Porquesabía que su visita la iba a alterar?Celaena se irguió y se enfureció al darsecuenta de hasta qué punto deseaba hacerañicos el espejo que tenía delante.

–¿Te ha pasado algo hoy?Celaena se desabrochó el último

botón de la túnica, pero no se quitó la

Page 127: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

prenda. Giró la cabeza hacia Sam y lomiró de arriba abajo. ¿Se lo podríacontar todo algún día?

–Háblame –insistió él. Sus ojoscastaños solo reflejaban preocupación.Ni motivos ocultos ni estrategias decontrol.

–Cuéntame tu mayor secreto –le pidióCelaena con suavidad.

Sam entornó los ojos algo extrañado,pero abandonó el umbral de todosmodos y se sentó al borde de la cama.Celaena le acarició el pelo, cuyas puntasrebeldes se desordenaron.

Al cabo de un momento, Samrespondió.

–El único secreto que he guardado

Page 128: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

toda la vida es el amor que siento por ti–el chico esbozó una leve sonrisa–. Soloese, y pensé que me lo llevaría conmigoa la tumba.

Los ojos de Sam desprendían tantaluz… Celaena creyó que se le pararía elcorazón ante tanta hermosura.

La asesina caminó hacia él, le posóuna mano en la mejilla y le acarició elpelo con la otra. Él giró la cabeza parabesarle la palma, como si la sangreinvisible que ensuciaba las manos deCelaena no le importase. Los ojos deSam buscaron los de ella.

–¿Y cuál es el tuyo?De repente, la habitación había

encogido y el aire parecía viciado.Celaena cerró los ojos. Le costó un

Page 129: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

minuto y más valor del que hubieracreído, pero por fin respondió. Siemprehabía estado ahí, susurrando en sueños,detrás de cada respiración; un pesooscuro del que no podía escapar.

–En el fondo –dijo–, soy una cobarde.Él enarcó las cejas.–Soy una cobarde –repitió Celaena– y

estoy asustada. Tengo miedo todo eltiempo. Siempre.

Él le apartó la mano y le besó la puntade los dedos.

–Yo también estoy asustado –murmuró contra la piel de la chica–.¿Quieres que te cuente algo absurdo?Cuando estoy muerto de miedo, me digoa mí mismo: «Me llamo Sam Cortland…

Page 130: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

y no tengo miedo». Llevo añoshaciéndolo.

Esa vez fue Celaena quien arqueó lascejas.

–¿Y funciona?Sam se rio, sin separar los labios de

los dedos de Celaena.–A veces sí y a veces no. Pero

normalmente me hace sentir mejor hastacierto punto. Como mínimo, me ayuda ano tomarme tan en serio.

Ella no hablaba exactamente de esetipo de miedo, pero…

–Me gusta –reconoció.Sam entrelazó los dedos con los de su

amiga y la hizo sentarse en su regazo.–A mí me gustas tú –murmuró, y

Celaena le dejó besarla hasta que

Page 131: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

consiguió olvidarse de aquel pesooscuro con el que siempre tendría quecargar.

Page 132: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

CAPÍTULO 5

Rourke Farran era un hombre muyocupado. A la mañana siguiente, antesdel alba, Celaena y Sam aguardaban auna manzana de distancia de la casa deJayne, ambos ataviados con prendasdiscretas y capas con capuchas lobastante grandes como para ocultarbuena parte de sus facciones sin suscitarsospechas. Farran se puso en marchaantes de la salida del sol. Siguieron sucarruaje por la ciudad y se fijaron en

Page 133: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

cada una de las paradas que hacía. Eraincreíble que encontrara tiempo siquierapara dar rienda suelta a su sadismo,porque los asuntos de Jayne le ocupabancasi todo el día.

Acudía a todas partes en el carruajenegro, una prueba más de su arrogancia,pues esa costumbre hacía de él unblanco fácil. A diferencia de Doneval,que siempre llevaba escolta, Farranparecía prescindir de los guardias apropósito, como si desafiara acualquiera a enfrentarse a él.

Lo siguieron al banco, a las cantinas ytabernas que Jayne poseía, a losburdeles, a los puestos del mercadonegro escondidos en ruinosos callejonesy, por fin, otra vez al banco. Entre una

Page 134: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

cosa y otra, pasaba con frecuencia porcasa de Jayne. Y luego sorprendió aCelaena al entrar en una librería; nopara amenazar al dueño ni para cobrarimpuestos, sino para comprar libros.

La asesina se sintió horrorizada.Sobre todo cuando, a pesar de laprotestas de Sam, Celaena se coló en elinterior mientras el dueño estaba en latrastienda y echó una ojeada al cuadernode pedidos que había detrás delmostrador. Farran no había compradolibros sobre torturas ni muerte ni nadaperverso. Ah, no. Eran novelas deaventuras. Novelas que ella había leídocon gusto. La idea de que Farran lasleyera también le parecía, de algún

Page 135: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

modo, una violación.El día fue transcurriendo y apenas

averiguaron nada aparte de latranquilidad con la que el criminalviajaba de un lado a otro. A Sam no lecostaría nada liquidarlo al día siguientepor la noche.

El sol ya mudaba en los tonosdorados de última hora de la tardecuando Farran se detuvo ante la discretapuerta de hierro que conducía a losSótanos.

Al otro extremo de la calle, Celaena ySam lo miraban mientras fingíanlimpiarse excrementos de las botas enuna espita pública.

–Parece ser que Jayne es elpropietario de los Sótanos –comentó

Page 136: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Sam con voz queda, al amparo delmurmulló del agua.

Celaena lo fulminó con la mirada; olo habría hecho, si la capucha no se lohubiera impedido.

–¿Y por qué te crees que me molestatanto que luches allí? Si alguna vez temetieses en un lío con las gentes de losSótanos o los molestases siquiera, elpropio Farran se encargaría decastigarte, siendo quien eres.

Sam resopló.–No le tengo miedo.Celaena puso los ojos en blanco.–Aunque no me esperaba que

acudiera en persona. Hay aquídemasiada mugre incluso para él.

Page 137: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

–¿Echamos un vistazo?La calle estaba tranquila. Los Sótanos

cobraban vida por la noche, perodurante el día casi nadie solía visitar elcallejón salvo los borrachos de turno yla media docena de guardias quesiempre vigilaba las puertas.

Era arriesgado entrar en los Sótanosdetrás de Farran, supuso Celaena,pero… Si de verdad el hombrerivalizaba con ella en notoriedad, seríainteresante hacerse una idea de quién eraen realidad antes de que Sam pusiera fina su vida.

–Vamos –decidió Celaena.

Page 138: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Mostraron la plata a los centinelasapostados a la puerta, se la arrojaron alos guardias del interior y entraron. Losmatones no hicieron preguntas, ytampoco les pidieron que entregaran lasarmas ni que se retiraran las capuchas.La clientela exigía discreción cuandoacudía a disfrutar de los oscurosplaceres de los Sótanos.

Desde lo alto de la escalera quedescendía al otro lado de la puerta deentrada, Celaena enseguida divisó aFarran sentado a una de las mesasrayadas y quemadas del centro de lasala. Charlaba con Helmson, el tipo quehacía las veces de maestro deceremonias durante las peleas. Algunos

Page 139: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

comensales se apiñaban en otras mesas,aunque habían dejado un anillo librealrededor de Farran. Al fondo de lacámara, los fosos estaban oscuros y ensilencio, aunque algunos esclavoslimpiaban la sangre y las inmundiciasantes de que comenzasen las veladasnocturnas.

Celaena procuró no mirar demasiadolos grilletes y los cuerpos quebrados delos esclavos. No habría sabido decir dedónde procedían. Quizás fueranprisioneros de guerra, tal vez rehenesarrancados de otros reinos. Se preguntóqué sería mejor, si trabajar allí comoesclavo o acabar preso en un campo detrabajo como Endovier. Ambas

Page 140: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

posibilidades se le antojaban versionesparecidas de un infierno en vida.

En comparación con la afluencianocturna, los Sótanos estabanprácticamente desiertos. Incluso lasprostitutas que ocupaban las salasabiertas que flanqueaban los lados de lacaverna descansaban mientras podían.Muchas de las chicas dormíanamontonadas en estrechos jergones,apenas resguardadas de la vista públicapor las raídas cortinas que pretendíanofrecerles cierta sensación deprivacidad.

Celaena habría querido quemar aquellugar hasta reducirlo a cenizas. Ydespués le haría saber a todo el mundoque la asesina de Adarlan no toleraba

Page 141: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

esa clase de antros. A lo mejor sedecidía a hacerlo, cuando hubieranacabado con Farran y con Jayne. Unúltimo homenaje de Celaena Sardothien;una última oportunidad de que larecordasen para siempre antes demarcharse.

Cuando llegaron al fondo de lasescaleras y echaron a andar hacia labarra oculta entre las sombras del fondo,Sam se pegó a ella. Tras el mostrador,un hombre menudo fingía limpiar lasuperficie de madera sin perder de vistaa Farran.

–Dos cervezas –gruñó Sam.Celaena arrojó una moneda de plata a

la barra y el camarero les prestó

Page 142: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

atención al instante. La asesina habíapagado de más, pero las manos delgadasy sarnosas del hombre escamotearon lamoneda de plata en un suspiro.

Había gente suficiente como para queCelaena y Sam pasaran desapercibidos.Casi todos eran borrachos que nuncasalían de allí o personas que al parecerpreferían comer en aquel ambientesórdido. Celaena y Sam fingieronbeberse las cervezas –tirando el líquidoal suelo cuando nadie miraba– mientrasobservaban a Farran.

Entre Farran y el achaparrado maestrode ceremonias, sobre la mesa, había uncofre que debía de contener, dedujoCelaena, las ganancias de la nocheanterior. Farran observaba a Helmson

Page 143: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

con intensidad felina, sin hacer caso delcofre. Prácticamente era una invitación.

–¿Crees que se enfadará mucho si lerobo el cofre? –caviló Celaena.

–Ni se te ocurra.La asesina hizo chasquear la lengua

con desdén.–Aguafiestas.Fuera lo que fuese lo que discutían

Farran y Helmson, no tardaron mucho enterminar. En vez de dirigirse hacia lasescaleras, Farran echó a andar hacia elrefugio de las chicas. Mientras pasabaante las pequeñas cámaras de piedra,todas las muchachas se erguíanasustadas. Despertaban rápidamente alas que dormían, de modo que cuando

Page 144: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Farran iba pasando por los nichos,cualquier rastro de sueño habíadesaparecido ya de sus rostros. Lasmiró, las inspeccionó, hizo comentariosal hombre que caminaba tras él.Helmson asentía, hacía reverencias yespetaba órdenes a las chicas.

El terror de las muchachas saltaba lavista, incluso desde el otro extremo dela sala.

Tanto Celaena como Sam hicieron loposible por disimular la rabia que losembargaba. Farran cruzó el foso einspeccionó a las chicas del otro lado.Para entonces, todas las chicas loestaban esperando. Cuando el criminalhubo terminado, miró por encima delhombro y asintió en dirección a

Page 145: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Helmson.Este respiró aliviado, pero luego

palideció y se largó de allí mientrasFarran hacia chasquear los dedos endirección a uno de los centinelasapostados ante una pequeña puerta. Estase abrió de inmediato y un hombreencadenado, sucio y musculoso, fuearrastrado al exterior por otro guardia.El preso ya parecía medio muerto, peroen cuanto vio a Farran empezó asuplicar mientras se retorcía entre losbrazos del centinela.

Las palabras no se oían bien a aquelladistancia, pero Celaena distinguió losuficiente de la encendida súplica delhombre como para captar lo

Page 146: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

fundamental: era un luchador de losSótanos, le debía a Jayne más dinero delque podría pagar jamás y habíaintentado escabullirse sin hacer frente asu deuda.

Aunque el prisionero prometiópagarlo todo con intereses, Farran selimitó a sonreír y dejó que el hombreparloteara hasta que por fin, tembloroso,se detuvo a respirar. Entonces Farranseñaló con la barbilla una puerta mediooculta tras una cortina raída y sonriócuando el guardia arrastró hacia allí alpobre desgraciado. Cuando la puerta seabrió, Celaena alcanzó a atisbar unaescalera que se perdía en lasprofundidades.

Sin apenas prestar atención a los

Page 147: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

clientes, que miraban disimuladamentedesde las mesas, Farran hizo pasar alprisionero y al centinela antes de cerrarla puerta. Lo que Jayne entendía porjusticia, fuera lo que fuese, estaba apunto de hacerse allí dentro.

Como era de esperar, cinco minutosdespués un grito resonó por los Sótanos.

Más parecía un chillido animal quehumano. Celaena había oído otras vecesgritos como aquel. En el castillo habíapresenciado torturas suficientes comopara saber que cuando la gente gritabaasí el sufrimiento no había hecho másque empezar. Hacia el final, cuando eldolor era insoportable, las cuerdasvocales de las víctimas estaban tan

Page 148: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

dañadas que los gritos se convertían engemidos estrangulados y entrecortados.

Celaena apretó los dientes con tantafuerza que su mandíbula se resintió. Elcamarero hizo un gesto brusco a losjuglares que descansaban en un rincón,quienes procedieron a interpretar unacanción para ocultar el ruido. Sinembargo, los gritos aún llegaban hasta ellocal. Celaena había oído hablar deFarran lo suficiente como para intuir queno mataría al hombre enseguida. No, éldisfrutaba infligiendo dolor.

–Hora de irse –anunció Celaena aladvertir la fuerza con que Sam aferrabasu taza.

–No podemos…–Sí que podemos –lo cortó ella–.

Page 149: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Créeme, a mí también me gustaría ponerfin a esto. Pero este lugar es una trampamortal, y no tengo ningunas ganas deencontrar la muerte aquí abajo, en estepreciso instante –Sam seguía mirandofijamente la puerta cerrada–. Cuandollegue el momento –añadió posando unamano en su brazo–, le harás pagar por loque ha hecho.

Sam se volvió a mirarla. Aunque lacapucha le ocultaba las facciones, elasesino llevaba la rabia escrita en todoel cuerpo.

–Pagará por todo –gruñó Sam.En aquel momento, Celaena se dio

cuenta de que varias chicas lloraban;algunas con violencia, otras con la

Page 150: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

mirada perdida en el vacío. Sí, Farranya había estado allí y había empleadoaquella misma habitación para hacer eltrabajo sucio de Jayne… y recordar depaso a todo el mundo que nadie seinterponía en el camino del señor delcrimen. ¿Cuántos horrores habíanpresenciado aquellas chicas o, cuandomenos, habían escuchado?

Los gritos aún reverberaban en lossótanos cuando se marcharon.

Celaena pretendía ir a casa, pero Saminsistió en que se dirigieran a un parquepúblico que se extendía en un barrio de

Page 151: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

lujo a orillas del río Avery. Tras pasearun rato por los caminos de grava, elasesino se dejó caer en un banco convistas al agua. Sam se quitó la capucha yse frotó la cara con las grandes manos.

–Nosotros no somos así –susurróentre los dedos.

Celaena se lo quedó mirando y luegose sentó a su lado. Sabía muy bien a quése refería. Había estado pensandoexactamente lo mismo de camino haciaallí. Los asesinos estaban entrenadospara matar, mutilar y torturar; Celaenasabía cómo despellejar a un hombre sinquitarle la vida. Sabía cómo mantener aalguien despierto y consciente a lo largode varias horas de tormento, cómoinfligir el máximo dolor sin que la

Page 152: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

víctima sangrara siquiera.En ese sentido, Arobynn había

actuado también con muchísimainteligencia. Había llevado al castillo agente de la peor calaña –violadores,asesinos, criminales sin escrúpulos quemasacraban inocentes– y había obligadoa Celaena a leer toda la información quehabía podido reunir acerca de ellos. Laforzaba a conocer los detalles másescabrosos, hasta que la rabia no ladejaba pensar con claridad, hasta queestaba ansiosa por hacerlos sufrir.Había modelado su ira para convertirlaen un arma letal. Y ella se lo habíapermitido.

Antes del viaje a la bahía de la

Page 153: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Calavera, Celaena siempre habíaobedecido a Arobynn sin cuestionarlo.Ella fingía que conservaba cierto códigomoral, se mentía diciéndose que, puestoque no disfrutaba con lo que hacía, susactos no eran tan reprobables pero…bajaba igualmente a los sótanos delcastillo y veía la sangre fluir hacia eldesagüe del suelo inclinado.

–No es posible que seamos así –siguió diciendo Sam.

Celaena le apartó las manos de lacara.

–No somos como Farran. Sabemoshacerlo, pero no disfrutamos con ello.Esa es la diferencia.

Con la mirada perdida, Samcontemplaba la corriente suave del

Page 154: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Avery, que se abría paso hacia el marcercano.

–Jamás nos negamos cuando Arobynnnos ordenó hacer cosas así.

–No teníamos elección. Pero ahora sí.Cuando se marcharan de Rifthold, no

volverían a hacer ese tipo de cosas.Vivirían según sus propios códigosmorales.

Sam la miró con una expresión tanhorrorizada y lúgubre que Celaena sequiso morir.

–Pero esa parte siempre estaba ahí.Una parte de mí mismo que disfrutabacuando alguien de verdad lo merecía.

–Sí –musitó ella–. Sí, esa partesiempre estaba ahí. Sin embargo, había

Page 155: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

un límite, Sam, y nunca lo cruzamos. Nohay límites para alguien como Farran.

No eran como Farran… Sam no eracomo Farran. Celaena lo sabía porinstinto. Sam nunca sería como Farran.Y tampoco sería nunca como ellamisma. En ocasiones Celaena sepreguntaba si Sam sabía hasta dóndepodía llegar ella.

El chico se inclinó hacia Celaena yapoyó la cabeza en su hombro.

–¿Crees que cuando muramos losdioses nos castigarán por las cosas quehemos hecho?

Ella se quedó mirando la otra orilladel río, donde la gente había erigidocasuchas y muelles.

–Cuando muramos –repuso Celaena–,

Page 156: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

los dioses ni siquiera sabrán qué hacercon nosotros.

Sam la miró con una chispa de risa enlos ojos.

Ella le sonrió y, por un brevísimoinstante, el mundo recuperó la cordura.

La daga gemía mientras Celaena laafilaba; la reverberación del arma lerecorría las manos. Sentado a su lado,en el suelo del salón, Sam escudriñabaun mapa de la ciudad, resiguiendoalgunas calles con el dedo. El fuego delhogar arrojaba sombras parpadeantes asu alrededor y caldeaba el ambiente en

Page 157: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

aquella noche gélida.Habían regresado a los Sótanos a

tiempo de ver cómo Farran volvía amontar en su carruaje. Se habían pasadoel resto de la noche acechándolo; másviajes al banco y a sus otros negocios,más paradas en casa de Jayne. Celaenahabía dedicado un par de horas a seguira Jayne por su cuenta, para echar otrovistazo a su casa y ver adónde iba elseñor del crimen. A lo largo de aquellasdos horas no se produjo ningúnacontecimiento digno de mención. Jayneno salió del edifico y Celaenaaprovechó para localizar a sus espías enlas calles.

Si Sam planeaba liquidar a Farran aldía siguiente por la noche, tendría que

Page 158: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

hacerlo al principio de su recorrido,antes de que empezara a hacer recados,propios o por cuenta de Jayne. Tras todoun día de actividad, Farran estaríaagotado y bajaría la guardia. Nocomprendería lo que estaba pasandohasta que viera su propia sangrederramada.

Sam llevaría puesto el traje especialque el maestro Tinkerer de Melisandehabía mandado confeccionar para él, unaprenda que hacía las veces de armadura.Las mangas incluían vainas para ocultarlas dagas, las botas estaban diseñadaspara saltar y, gracias a Celaena, el trajecontaba con un parche de impenetrableseda de araña en la zona del corazón.

Page 159: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Celaena también tenía su propio traje,naturalmente, aunque ahora que lacaravana de Melisande había vuelto acasa casi nunca se lo ponía. Nadie, entodo Rifthold poseía los conocimientosnecesarios para reparar aquellos trajessi acaso llegaban a romperse. Noobstante, una ocasión tan importantecomo el asesinato de Farran merecía elriesgo. Además de las defensas deltraje, Sam iría armado con las espadas ylas dagas que Celaena estaba afilando.La asesina probó la hoja en la palma desu mano y esbozó una sonrisa torva alnotar la quemazón en la piel.

–Tan afilada como para cortar el aire–sentenció.

Page 160: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Enfundó la daga y la dejó en el suelo,a su lado.

–Bueno –dijo Sam sin separar losojos del mapa–. Esperemos que no tengaque acercarme tanto como para usarla.

Si todo discurría según el plan, Samúnicamente dispararía cuatro flechas:dos para el conductor del carruaje y ellacayo, una para Farran… y una máspara asegurarse de que el criminalestaba muerto.

Celaena cogió otra daga y procedió aafilarla también. Señaló el mapa con ungesto de la barbilla.

–¿Alguna ruta de escape?–Tengo pensadas doce –repuso Sam y

se las enseñó. Tomando la casa de Jayne

Page 161: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

como punto de partida, Sam habíamarcado varias calles en direccionesdiversas desde las que podría dispararlas flechas, todas las cuales ofrecíanrutas de escape que Sam debería tomarpara ponerse a salvo lo antes posible.

–Recuérdame otra vez por qué no teacompaño.

La daga que Celaena tenía en lasmanos emitió un largo silbido.

–Porque estarás aquí haciendo lasmaletas.

–¿Haciendo las maletas?La asesina silenció la hoja.Sam devolvió la atención al mapa.

Luego dijo, con mucha cautela:–He reservado dos pasajes en un

barco que se dirige al continente

Page 162: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

meridional. Zarpa dentro de cinco días.–El continente meridional.Sam asintió, todavía pendiente del

mapa.–Si vamos a dejar Rifthold, será

mejor que nos alejemos de estecontinente también.

–No fue eso lo que acordamos.Decidimos trasladarnos a otra ciudad deeste continente. ¿Y si hay otra cofradíade asesinos en el continente sur?

–Les pediremos que nos acepten.–No pienso arrastrarme ante una

patética cofradía de aspirantes aasesinos.

Sam alzó la vista.–¿Cuál es el problema, tu orgullo o la

Page 163: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

distancia?–¡Las dos cosas! –Celaena tiró la

daga y la piedra de afilar a laalfombra–. Estaba dispuesta a mudarmea un lugar como Banjali, Bellhaven oAnielle. No a otro continente; ¡un lugardel que no sé casi nada! Eso no formabaparte del plan.

El asesino se apoyó en las manos paraincorporarse.

–¿Por qué no reconoces que lo que teduele es separarte de Arobynn?

–No sabes lo que dices.–Claro que lo sé. Porque si zarpamos

rumbo al continente meridional, nuncanos encontrará. Y creo que la idea no teacaba de gustar.

–Mi relación con Arobynn está…

Page 164: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

–¿Está qué? ¿Acabada? ¿Por eso nome has contado que ayer te hizo unavisita?

A Celaena le dio un vuelco elcorazón.

Sam siguió hablando.–Hoy, mientras vigilabas a Jayne, me

ha abordado en la calle y parecíasorprendido de que no me hubierashablado de su visita. También me hadicho que te preguntara qué pasó enrealidad antes de que te encontraramedio muerta a orillas de aquel ríocuando eras niña –el chico se inclinóhacia delante, con una mano apoyada enel suelo, para acercar la cara a la deCelaena–. ¿Y sabes qué le he dicho? –

Page 165: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Celaena notó el aliento cálido de Sam enel rostro–. Que me daba igual. Pero élno ha parado de acosarme, de buscar lamanera de socavar mi confianza en ti.Por eso, cuando se ha marchado, he idodirectamente a los muelles y hereservado plaza en el primer barco quenos pudiera transportar bien lejos deeste maldito continente. Lejos de él,porque aunque ya no pertenezcamos a lacofradía, nunca nos dejará en paz.

Ella tragó saliva.–¿Eso te ha dicho? ¿Te ha hablado

de… mi tierra natal?Sam debió de percibir algo parecido

a miedo en los ojos de Celaena, porquede repente negó con la cabeza y hundiólos hombros.

Page 166: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

–Celaena, cuando estés preparadapara contarme la verdad, lo harás. Y seacual sea, cuando llegue ese día mesentiré honrado de que confíes en mí lobastante para hacerlo. Entretanto, no meconcierne, ni tampoco a Arobynn. No leconcierne a nadie más que a ti.

Celaena apoyó la frente contra la deSam, y la crispación del chico –eincluso la suya propia– cedió.

–¿Y quién te dice que no es un errorque nos traslademos al continentemeridional?

–Si es un error, nos marcharemos aotra parte. Iremos de un lado a otro hastaencontrar el lugar donde debemos estar.

La asesina cerró los ojos e inspiró

Page 167: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

hondo para tranquilizarse.–¿Te reirás si te digo que tengo

miedo?–No –repuso él con suavidad–.

Nunca.–A lo mejor debería poner en práctica

tu truco –la asesina volvió a inspirar–.Me llamo Celaena Sardothien y no tengomiedo.

Entonces Sam se rio, un cosquilleocontra la boca de ella.

–Tendrás que decirlo con un pocomás de convicción.

Celaena abrió los ojos y se topó conla mirada de su amigo. Reflejaba unamezcla de orgullo, asombro y un afectotan evidente que la muchacha se atrevióa imaginar aquella tierra lejana donde

Page 168: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

encontrarían un hogar, a vislumbrar loque les deparaba el futuro, a entreveruna chispa de esperanza, una promesa defelicidad que nunca se había atrevido aanhelar. Y si bien el continentemeridional implicaba un rotundo cambiode planes… Sam tenía razón. Uncontinente nuevo para un nuevocomienzo.

–Te quiero –dijo Sam.Celaena lo rodeó con los brazos y lo

estrechó contra sí para aspirar su aroma.Se limitó a contestar:

–Odio hacer el equipaje.

Page 169: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

CAPÍTULO 6

A la noche siguiente, el reloj parecíahaberse detenido a las nueve en punto.Tenía que ser así; ni en sueños un minutopodía durar tanto tiempo.

Celaena llevaba dos horas intentandoleer… sin conseguirlo. Ni siquiera unanovela romántica absolutamentepecaminosa había conseguido despertarsu interés. Como tampoco hacer unsolitario a las cartas ni buscarinformación en el atlas sobre el

Page 170: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

continente sur ni comerse todas lasgolosinas que escondía en la cocina, asalvo de Sam. Supuestamente, deberíaestar organizando las pertenencias queiba a llevarse consigo. Cuando se habíaquejado del enorme trabajo que lesupondría, Sam se había impacientadotanto que había sacado todos los baúlesvacíos que guardaban en el armario. Yluego había declarado que no pensabaviajar con docenas y docenas dezapatos, y que mejor se los hacía enviarcuando estuvieran instalados. Dicho eso,se había marchado a matar a Farran.

Celaena no sabía por qué le costabatanto decidirse a empacar. Aquellamisma mañana había contactado con elabogado. El hombre le había dicho que

Page 171: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

le costaría un poco vender el piso, peroCelaena se alegraba de no tener quehacer los trámites en persona y leaseguró que contactaría con él en cuantohubiera encontrado un nuevo hogar.

Un nuevo hogar.Celaena suspiró y las manecillas del

reloj se desplazaron. Había transcurridoun minuto.

Naturalmente, puesto que los horariosde Farran eran imprevisibles, tal vezSam tuviese que esperar unas cuantashoras a que saliese de casa. O a lomejor ya había hecho el trabajo y habíacreído oportuno pasar un ratoescondido, para que nadie lo siguiesehasta allí.

Page 172: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Celaena miró la daga que descansabaa su lado, en el sofá, y luego pasó lamirada por la habitación por centésimavez aquella noche, asegurándose de quetodas las armas ocultas estuvieran en sulugar.

Los baúles aguardaban vacíos junto ala ventana.

Debería empezar a hacer el equipaje.En cuanto hubiera liquidado a Jayne lanoche del día siguiente, Sam y ellatendrían que estar listos para dejar laciudad. Pues si bien quería que el mundosupiera que Celaena Sardothien era laautora del asesinato, les convendríaalejarse de Rifthold cuanto antes.

Lo cual no implicaba una huida.

Page 173: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Las manecillas del reloj volvieron adesplazarse. Otro minuto.

Gimiendo, Celaena se levantó y sedirigió a la estantería que forraba lapared. Empezó a sacar los libros y aamontonarlos en el baúl que tenía más amano. De momento, tendría que dejarallí los muebles y casi todos los zapatos,pero ni en sueños se iba a trasladar alcontinente meridional sin sus libros.

El reloj dio las once y Celaena seinternó en las calles pertrechada con eltraje que el maestro Tinkerer habíaencargado para ella y todas las armas

Page 174: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

que había podido sujetarse al cuerpo.Sam ya debería estar de vuelta. Y

aunque faltaba una hora para que, segúnlo acordado, saliese en su busca si nohabía regresado, Celaena no pensabasentarse a esperar ni un minuto más. ¿Ysi tenía problemas?

Echó a correr por los callejones,rumbo a la mansión de Jayne.

Reinaba el silencio en los arrabales,pero no más de lo que era habitual. Lasprostitutas, los huérfanos descalzos y lagente que sencillamente intentabaganarse unas monedas honradamente lamiraban pasar, poco más que unasombra en la oscuridad. Celaenaprestaba atención por si oía algún retazode conversación que sugiriese la muerte

Page 175: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

de Farran, pero nada de interés llegó asus oídos.

La asesina dejó de correr y empezó aavanzar a grandes zancadas. Sus pasosapenas resonaban contra los adoquinesmientras se acercaba al barrio alto en elque vivía Jayne. Varias parejas de buenaposición volvían andando a casa, quizádel teatro, pero nada alteraba la paz dellugar. Por otro lado, si Farran había sidoasesinado, Jayne intentaría esconder lanoticia el máximo tiempo posible.

Inspeccionó el vecindario a fondo ybuscó en todos los lugares en los queSam se podía ocultar. Ni una gota desangre, ni un signo de lucha. Incluso searriesgó a cruzar la calle hasta la casa

Page 176: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

de Jayne. La mansión, bien iluminada,ofrecía una estampa casi animadamientras que los centinelas hacíanguardia en sus puestos con aire aburrido.

A lo mejor Sam había descubierto queFarran no saldría de casa aquella noche.Tal vez Celaena se hubiese cruzado consu amigo sin darse cuenta. A Sam no leharía ninguna gracia descubrir queCelaena había salido a buscarlo, peroseguro que él habría hecho lo mismo ensu lugar.

Suspirando, Celaena se apresuró avolver al piso.

Page 177: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

CAPÍTULO 7

Sam no estaba en casa.El reloj de la repisa de la chimenea

marcaba la una de la mañana.Celaena se quedó de pie ante las

brasas del hogar y miró el reloj,preguntándose si funcionaría mal.

Sin embargo, podía oír el tictac, ycuando miró su reloj de bolsillocomprobó que también marcaba la una.Luego la una y dos minutos. Luego la unay cinco…

Page 178: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Añadió unos cuantos troncos al hogary se desprendió de las espadas y lasdagas pero se dejó el traje puesto. Por siacaso.

No tenía ni idea de cuándo habíaempezado a pasearse delante del fuego;se dio cuenta cuando el reloj dio las dosy se sorprendió a sí misma mirando lahora.

Sam llegaría en cualquier momento.En cualquier momento.

Celaena despertó al oír las campanadasdel reloj. Se había acurrucado en elsofá… y se había quedado dormida sin

Page 179: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

darse cuenta.Las cuatro.Celaena volvería a salir dentro de un

instante. Quizás Sam había buscadorefugio en el castillo. Era pocoprobable, pero… seguramente no habíaescondrijo más seguro para alguien queacababa de matar a Rourke Farran.

Celaena cerró los ojos.La claridad del alba la cegaba. Con

los ojos irritados, la asesina cruzó losarrabales a paso vivo, luego los barriosaltos, buscando algún rastro de Sam encada uno de los adoquines, de losnichos, de los tejados.

A continuación se dirigió al río.Celaena no se atrevía ni a respirar

mientras recorría arriba y abajo la

Page 180: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

margen que bordeaba los barrios bajos,buscándolo. Buscando alguna señal deFarran o… o…

O.No se atrevía a terminar ese

pensamiento, aunque las náuseas leretorcían las tripas mientrasinspeccionaba la orilla, los muelles ylos desagües.

Seguro que la estaba esperando encasa. Luego la reñiría, se reiría de ella yla besaría. Y aquella misma noche,Celaena liquidaría a Jayne, y zarparíande aquel mismo río hasta llegar al mar.Y se marcharían.

La estaba esperando en casa.Estaba en casa.

Page 181: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

En casa.

Mediodía.

Imposible pero cierto. Le había dadocuerda al reloj de bolsillo, que jamáshabía fallado en todos aquellos años.

Cada uno de los pasos que laconducían escaleras arriba le parecíaligero y pesado a un tiempo. Ligero ypesado. La sensación cambiaba concada latido de su corazón. Pasaría porcasa solo el tiempo necesario paraaveriguar si Sam había vuelto.

Un silencio ensordecedor se cerníasobre ella, una ola encrespada que

Page 182: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Celaena llevaba horas intentando dejaratrás. Sabía que cuando el silencio laalcanzase al fin, todo habría cambiado.

En lo alto de las escaleras, mirófijamente la puerta.

Estaba abierta y la habían dejadoentornada.

Celaena emitió un sonidoestrangulado y corrió los últimos pasos,casi sin darse cuenta de que abría lapuerta e irrumpía en el piso. Le gritaría.Y lo besaría. Y luego volvería a gritarleun poco más. Mucho más. ¿Cómo seatrevía a ponerla tan…?

Arobynn Hamel la esperaba sentadoen el sofá.

Celaena se detuvo en seco.El rey de los asesinos se levantó

Page 183: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

despacio. Ella leyó la expresión de susojos y supo lo que le iba a decir antes deque abriera la boca para susurrar:

–Lo siento.El silencio la alcanzó.

Page 184: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

CAPÍTULO 8

Su cuerpo se movió solo, avanzódirectamente hacia la chimenea antes deque Celaena comprendiese lo que sedisponía a hacer.

–Al parecer, pensaban que aún vivíaen el castillo –explicó Arobynn, sinabandonar aquel tono de voz quedo yhorrible–. Nos lo dejaron comoadvertencia.

Ella se cogió a la repisa y agarró elreloj.

Page 185: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

–Celaena –musitó Arobynn.La asesina tiró el reloj con tanta

fuerza que el objeto se estrelló contra lapared del otro lado.

Los fragmentos aterrizaron sobre lamesa auxiliar que descansaba contra lapared. Rompieron los platos decorativosallí expuestos y escamparon el juego deté que ella misma se había comprado.

–Celaena –volvió a decir Arobynn.Ella se quedó mirando el reloj hecho

trizas, los platos rotos y el juego de tévolcado. Aquel silencio no tenía fin. Yanunca habría un final, solo aquelprincipio.

–Quiero ver el cuerpo.Las palabras procedían de una boca

Page 186: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

que ya no estaba segura de que leperteneciera.

–No –repuso Arobynn con suavidad.Celaena giró la cabeza hacia él,

enseñando los dientes.–Quiero ver el cuerpo.Los ojos plateados de Arobynn la

miraban abiertos de par en par cuandonegó con la cabeza.

–No, no quieres.La asesina tenía que empezar a

moverse, empezar a andar en dirección acualquier parte, mientras aún siguiera enpie. Porque si llegaba a sentarse…

Se dirigió a la puerta. Bajó losescalones.

Las calles seguían siendo las mismas,el cielo estaba despejado, la brisa

Page 187: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

salobre del Avery aún la despeinaba.Tenía que seguir andando. Quizás…Quizás se hubiesen equivocado decuerpo. Tal vez Arobynn hubieracometido un error. A lo mejor estabamintiendo.

Sabía que el rey la seguía, a pocospasos por detrás, mientras Celaenarecorría la ciudad. También sabía queWesley se les uniría en algún momento,siempre cuidando de Arobynn, siemprealerta. El silencio entraba y salía de susoídos. A veces cesaba el tiemponecesario para que Celaena oyera elrelincho de un caballo, el grito de untranseúnte, la risa de unos niños. Otras,ninguno de los ruidos que poblaban la

Page 188: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

capital se abría paso hasta ella.Habían cometido un error.No miró a los asesinos que vigilaban

la entrada al castillo, ni al ama de llavesque le abrió los portalones del edificio,ni a los asesinos que pululaban por elvestíbulo y la miraban con una expresiónentre furiosa y apenada.

Redujo el paso lo suficiente para queArobynn, seguido de Wesely, laadelantara, la guiara durante el resto delcamino.

El silencio se retiró y lospensamientos la inundaron. Habíancometido un error. Y cuando averiguaradónde lo habían encerrado –dónde loescondían– no pararía hasta encontrarlo.Y luego los degollaría a todos.

Page 189: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Arobynn la condujo a la escalera depiedra oculta al fondo del vestíbulo. Laescalera que conducía a los sótanos, alas mazmorras y a las cámaras secretasdel consejo.

El roce de las botas contra la piedra.Arobynn delante de ella. Weisley enúltimo lugar.

Abajo, cada vez más abajo, y luegopor un pasaje estrecho y oscuro. Hastala puerta situada al fondo de la entradade las mazmorras. Conocía esa puerta.Conocía la habitación que había detrás.La cámara mortuoria donde reposabanlos asesinos muertos hasta que… No,tenía que ser un error.

Arobynn sacó un llavero en forma de

Page 190: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

anilla y descorrió la cerradura pero sedetuvo antes de abrir la puerta.

–Por favor, Celaena, es mejor que noentres.

La asesina lo apartó a codazos ypenetró en la cámara.

La estancia cuadrada era pequeña ysolo dos antorchas brillaban en elinterior. Suficientes para iluminar…

Iluminar…Cada paso que daba la acercaba al

cuerpo tendido sobre la mesa. Celaenano sabía qué mirar primero.

Si los dedos retorcidos, lasquemaduras y los cortes cuidadosos yprofundos en la carne o la cara, aquelrostro que tan bien conocía, aunque sehubieran esforzado al máximo en dejarlo

Page 191: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

irreconocible.El mundo dio vueltas a su alrededor,

pero Celaena consiguió recorrer lospasos que la separaban de la mesa ymirar el cuerpo desnudo y mutilado queella…

Que ella…Farran se había explayado. Y aunque

el cadáver tenía la cara destrozada, aúnse apreciaba el alcance del dolor, de ladesesperación que había experimentado.

Celaena estaba soñando, o tal vezestuviese por fin en el infierno porqueella no podía existir en un mundo dondealgo así podía suceder, en un mundodonde ella se había pasado toda lanoche caminando como una idiota

Page 192: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

mientras Farran lo torturaba, learrancaba los ojos y…

La asesina vomitó en el suelo.Oyó unos pasos y notó las manos de

Arobynn en los hombros, en la cintura,intentando alejarla de allí.

Estaba muerto.Sam estaba muerto.

No lo dejaría allí, en aquella cámarafría y oscura.

Celaena se zafó del abrazo deArobynn. Sin pronunciar palabra, sedesató la capa y la tendió sobre Sampara cubrir todos aquellos daños que tan

Page 193: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

cuidadosamente le habían infligido. Sesubió a la mesa de madera y se tendió asu lado con una mano sobre su cintura,para abrazarlo.

El cuerpo aún olía un poco a Sam. Yal jabón barato que lo obligaba a usar,porque era demasiado egoísta comopara compartir con él su jabón delavanda.

Celaena enterró la cara en aquelhombro frío y rígido. Él desprendía unolor extraño y almizclado; un olor tanajeno a él que la asesina estuvo a puntode volver a vomitar. Lo tenía adheridoal cabello castaño dorado, a los labiosrotos y azulados.

No lo dejaría solo.Oyó unos pasos en dirección a la

Page 194: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

puerta; luego el crujido de la hoja alcerrarse cuando Arobynn salió.

Celaena cerró los ojos. No lo dejaríasolo.

No lo dejaría solo.

Page 195: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

CAPÍTULO 9

Celaena despertó en la cama que un díale había pertenecido pero que ya nosentía suya. En el mundo faltaba algo,algo esencial. Su conciencia abandonódespacio las profundidades del sueño ytardó un buen rato en recordar qué habíacambiado.

Podría haberse dicho que acababa dedespertar en su propia cama del castillo,siendo todavía la protegida de Arobynny la rival de Sam, decidida a ser la

Page 196: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

asesina de Adarlan por siempre jamás.Hasta se lo podría haber creído de nohaber sido porque echaba en falta granparte de sus adoradas pertenencias, queahora estaban en su piso de la ciudad.

Sam se había ido.La realidad se abrió de par en par y

se la tragó.Celaena no se movió de la cama.

Sabía que las horas pasaban porque laluz iba cambiando en la pared deldormitorio. Sabía que el mundo seguíasu curso, indiferente a la muerte de unjoven, ignorante incluso de que hubiera

Page 197: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

existido y respirado, de que la hubieraamado. Odió al mundo por seguirgirando. Tal vez si Celaena no selevantaba nunca, no tendría que girarcon él.

El recuerdo del rostro de Samempezaba a perder nitidez. ¿Sus ojoseran de un castaño dorado osencillamente marrones? No seacordaba. Y ya nunca podríaaveriguarlo.

Jamás volvería a ver su mediasonrisa. Nunca volvería a oír su risa, niesa manera particular que tenía depronunciar el nombre de Celaena comosi significara algo especial, mucho másde lo que el título de asesina de Adarlanllegaría a representar jamás.

Page 198: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Celaena no quería vivir en un mundodonde él no existía. De modo que sequedó mirando cómo la luz sedesplazaba y cambiaba, y dejó que elmundo continuara sin ella.

Alguien hablaba al otro lado de lahabitación. Tres voces graves, dehombre. El murmullo arrancó del sueñoa Celaena, que despertó en unahabitación a oscuras, iluminada por lasluces de la ciudad que brillaban al otrolado de la ventana.

–Jayne y Farran esperarán quetomemos represalias –observó un

Page 199: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

hombre. Era Harding, uno de losasesinos más brillantes de Arobynn yuno de los grandes rivales de Celaena.

–Los guardias estarán preparados –apuntó otro; Tern, un asesino mayor.

–En ese caso, que un grupo seencargue de los guardias. Mientras esténdistraídos, los demás iremos a por Jayney Farran.

Aquella última voz pertenecía aArobynn. Celaena recordaba a duraspenas que la habían sacado en brazos deaquella habitación oscura que olía amuerte –hacía varias horas o variosaños– y la habían metido en la cama.

Las voces de Tern y Harding llegaronamortiguadas hasta Celaena. LuegoArobynn anunció:

Page 200: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

–Atacaremos esta noche. Farran viveen la casa, y si lo sincronizamos todobien, los mataremos a los dos mientrasduermen.

–No podremos llegar al segundo pisosencillamente subiendo las escaleras –explicó Harding–. Incluso la fachadaestá vigilada. Si no podemos subir pordelante, podemos entrar por una ventanatrasera saltando desde el tejado de lacasa vecina.

–Un salto así podría ser fatal –objetóTern.

–Ya basta –intervino Arobynn–. Yapensaré cómo entrar cuando lleguemos.Quiero que nos pongamos en marcha amedianoche. Y decid a todos que

Page 201: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

mantengan la boca cerrada. Si Farranpudo tenderle una trampa a Sam, no cabeduda de que alguien se fue de la lengua.No digáis adónde vais ni siquiera a loscriados.

Un gruñido de asentimiento y laspisadas de Tern y Harding, que sealejaban.

Celaena mantuvo los ojos cerrados ysiguió respirando con regularidadcuando oyó que alguien giraba el pomode la puerta de su cuarto. Reconoció elpaso firme del rey de los asesinos, queavanzaba hacia su cama. Notó el aromade Arobynn. Plantado ante su cama leacarició el pelo, luego la mejilla.

Los pasos se alejaron y la puerta secerró… con llave. Celaena abrió los

Page 202: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

ojos. El reflejo de las luces de la ciudadle proporcionó luz suficiente paracomprobar que habían cambiado elcerrojo de la habitación desde supartida. Ahora solo se podía cerrardesde fuera.

Arobynn la había encerrado.¿Para evitar que los siguiera? ¿Para

impedir que hiciera pagar a Farran cadapalmo de piel torturada, cada gota dedolor infligido?

Farran era un maestro de la tortura, yhabía pasado toda la noche con Sam.

Celaena se sentó y la cabeza le diovueltas. No recordaba cuándo habíacomido por última vez. La comida podíaesperar. Todo podía esperar.

Page 203: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Porque dentro de tres horas, Arobynny sus asesinos saldrían a buscarvenganza. Arrebatarían a Celaena elderecho de desquitarse. La satisfacciónde degollar a Farran, a Jayne y acualquiera que se interpusiera en sucamino. Y no iba a permitirlo.

Caminó a hurtadillas hacia la puerta ycomprobó que estaba cerrada. Arobynnla conocía muy bien. Sabía que antes odespués Celaena se arrancaría aquellamanta de puro dolor.

Aunque forzara la cerradura, habríacomo mínimo un asesino vigilando lapuerta. Tendría que salir por la ventana.

La ventana no estaba cerrada conllave, pero la habitación se encontraba

Page 204: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

en un segundo piso y la caída erainmensa. Mientras dormía, alguien lehabía quitado el traje y le había puestoun camisón. Revisó el armario en buscadel traje –las botas estaban diseñadaspara saltar– pero solo encontró dostúnicas negras, pantalones a juego y unasbotas ordinarias. Tendría queconformarse con eso. No en vano era laasesina de Adarlan.

No se veían armas por allí, y nollevaba ninguna consigo. Ahora bien, elhecho de haber ocupado aquellahabitación durante tantos años tenía susventajas. En el más completo silencio,apartó los tablones sueltos del suelo,bajo los cuales, hacía mucho tiempo,había escondido un juego de cuatro

Page 205: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

dagas. Se enfundó dos en el cinturón y seguardó las otras dos en las botas. Luegobuscó las espadas gemelas que habíaocultado en la estructura de la camacuando tenía catorce años. Ni las dagasni la espada poseían valor suficientecomo para llevarlas consigo cuando sehabía trasladado. Pero bastarían.

Cuando terminó de sujetarse lasarmas a la espalda, se trenzó la melenay, tras ajustarse la capa, se echó lacapucha sobre la cabeza.

Primero mataría a Jayne. Luegoarrastraría a Farran a un lugar dondepudiera vengarse a conciencia, duranteel tiempo que le pareciera conveniente.A lo largo de varios días, tal vez.

Page 206: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Cuando considerara la deuda saldada,cuando Farran hubiera perdido hasta laúltima gota de sangre en la más puraagonía, colocaría a Sam al amparo de latierra para que se fuera al otro mundosabiendo que había sido vengado.

Celaena abrió la ventana y escudriñóel exterior. Las piedras húmedas derocío brillaban a la luz de las farolas ylos centinelas parecían concentrados enlas calles que rodeaban el castillo.

Bien.Aquellas muertes le pertenecían, ella

era la dueña de aquel desagravio. Nadiemás.

Un fuego negro le ardía en lasentrañas y le recorría las venas mientrasse encaramaba al alféizar y se deslizaba

Page 207: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

al exterior.Sus dedos buscaron algún punto de

agarre en las grandes piedras blancas y,sin perder de vista a los guardias quecustodiaban la puerta del recinto,descendió por la pared del castillo.Nadie reparó en ella, nadie miró en sudirección. Reinaba el silencio en elcastillo, la calma antes de la tormentaque se quebraría en cuanto Arobynn ysus asesinos iniciaran la caza.

Aterrizó con suavidad, apenas unsusurro del cuero de las botas contra losadoquines brillantes. Los guardiasestaban tan pendientes de la calle que nose fijarían en ella cuando saltase la vallapor la zona de los establos de la parte

Page 208: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

trasera.Deslizarse por el recinto sin ser vista

le resultó tan fácil como escabullirse desu habitación, y ya había alcanzado lassombras de los establos cuando unamano la agarró.

Alguien la empujó contra laconstrucción de madera. El golpe aúnresonaba cuando Celaena sacó una daga.

El rostro de Wesley, desencajado derabia, se encaró con ella en laoscuridad.

–¿Dónde diablos te crees que vas? –jadeó sin soltarle los hombros, pese aque ella le apretaba la daga contra unlado del cuello.

–Apártate –gruñó Celaena, casi sinreconocer su propia voz–. Arobynn no

Page 209: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

me puede dejar encerrada.–No hablo de Arobynn. Utiliza la

cabeza y piensa, Celaena.Una ínfima parte de ella, esa que la

había abandonado desde que había rotoaquel reloj, se dio cuenta de que era laprimera vez que Wesley la llamaba porsu nombre.

–Apártate –repitió Celaena, e hincócon más fuerza la hoja de la espada en lagarganta expuesta.

–Sé que quieres vengarte –resollóél–. Y yo también. De lo que le hanhecho a Sam. Sé que…

Celaena hizo girar la hoja, lo justopara obligarlo a retroceder si no queríaque le hiciera un profundo tajo en la

Page 210: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

garganta.–¿No lo entiendes? –le suplicó él. Le

brillaban los ojos en la oscuridad–.Todo esto solo es una…

Sin embargo, el fuego rugió en elinterior de Celaena y la asesina girósobre sí misma con un movimiento queel maestro mudo le había enseñado elverano pasado. La mirada de Wesley sedesenfocó cuando Celaena le estampó laempuñadura de la espada en la cabeza.Se derrumbó como un fardo.

Antes siquiera de que Wesley hubieratocado el suelo, la asesina ya corríahacia la verja. Instantes después, saltó yse internó en las calles de la ciudad.

Page 211: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Celaena era fuego y oscuridad, erapolvo, sangre y sombra.

Volaba por las calles, cada paso másrápido que el anterior mientras aquelfuego oscuro consumía sus pensamientosy sus sentimientos sin dejar nada allísalvo la rabia y su presa.

Enfiló por callejones y saltó muros.Los degollaría a todos.Cada vez más deprisa, corría hacia

aquella hermosa casa situada en unacalle tranquila, hacia los dos hombresque habían destrozado su mundo pedazoa pedazo, golpe a golpe y hueso a hueso.

Le bastaba con llegar hasta Jayne y

Page 212: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Farran; todo lo demás era secundario.Arobynn había dicho que ambos estaríandurmiendo. De modo que Celaena debíaburlar a los centinelas de la verja, luegoa los de la puerta y a los del primerpiso… por no mencionar los guardiasque sin duda estarían apostados junto alas puertas de los dormitorios.

No obstante, había un modo mássencillo de evitarlos. Un modo queimpediría que los guardias de la puertaprincipal alertasen a Farran y a Jayne.Harding había mencionado algo de unaventana del segundo piso por la que tepodías colar. Y Harding era un buensaltimbanqui, pero ella lo superaba.

Cuando apenas la separaban unascalles de distancia de la vivienda, trepó

Page 213: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

por la pared de una casa hasta el tejadoy echó a correr otra vez para tomarimpulso antes de salvar el hueco queseparaba las dos construcciones.

A lo largo de los días pasados, habíapasado por delante de la casa de Jaynelas veces suficientes como para saberque estaba flanqueada por callejones deunos cinco metros de ancho.

Saltó otra abertura entre tejados.Pensándolo bien, Celaena sabía que

había una ventana en el segundo pisocon vistas a uno de aquellos pasajes; yle importaba un comino adónde fuera aparar aquella ventana siempre y cuandole permitiese entrar antes de que losguardias del primer piso advirtiesen su

Page 214: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

presencia.La techumbre verde esmeralda de la

casa de Jayne relumbraba, y Celaena sedetuvo en seco en el tejado de la casavecina. Una porción amplia y plana detejas la separaba del callejón que debíasalvar. Si apuntaba bien y corría con lasuficiente rapidez, podría saltar y cruzaraquella abertura del otro lado. Laventana estaba abierta pero las cortinasechadas le impedían atisbar el interior.

A pesar de la rabia que la cegaba,años de entrenamiento la incitaron ainspeccionar los tejados vecinos deforma casi instintiva. ¿Debía achacar ala arrogancia o a la estupidez de Jaynela ausencia de centinelas en los tejadosvecinos? Ni siquiera los vigilantes de la

Page 215: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

calle habían alzado la vista.Celaena se desató la capa y la dejó

caer tras ella. Cualquier estorbo podíaser fatal, y no tenía la menor intenciónde morir antes de que Jayne y Farranhubieran pagado.

El tejado al que estaba encaramadaCelaena tenía una altura de tres pisos ymiraba a la ventana del segundo pisoque se abría al otro lado del callejón.Calculó la distancia y la velocidad, y seaseguró de que las espadas que llevabacruzadas a la espalda estuvieran biensujetas. La ventana era grande, pero noquería que las armas se trabaran con elmarco. Retrocedió tanto como pudo paracoger carrerilla.

Page 216: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

En algún lugar de aquella segundaplanta, dormían Jayne y Farran. Y enalgún lugar de aquella casa, habíandestruido a Sam.

Después de matarlos, quizás Celaenaderribaría aquella mansión piedra apiedra.

A lo mejor derribaba la ciudadentera.

Celaena sonrió. La idea le gustó.Inspiró profundamente y echó a

correr.El tejado medía unos veinte metros;

veinte metros la separaban del salto queo bien la llevaría al otro lado de laventana abierta o bien la estrellaría en elcallejón que separaba ambas

Page 217: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

edificaciones.Corrió hacia el borde.Quince metros.No había lugar a error, no cabían el

miedo ni la tristeza ni nada más queaquella rabia cegadora y un cálculo fríoy terrible.

Diez metros.Voló recta como una flecha. Cada

movimiento de sus miembros laacercaba un poco más.

Cinco.Dos.El callejón de debajo se acercaba a

cada paso. El hueco parecía mucho másgrande de lo que había supuesto.

Uno.Sin embargo, ni por un momento

Page 218: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

consideró la idea de detenerse.Celaena llegó al borde del tejado y

saltó.

Page 219: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

CAPÍTULO 10

El beso frío del aire nocturno en la cara,el brillo de las calles mojadas bajo lasfarolas, el resplandor de la luna en lascortinas negras al otro lado de laventana mientras ella volaba hacia allí,con las manos ya en las dagas…

Pegó la barbilla al pecho, preparadapara el impacto. Cruzó las cortinas,arrancándolas de su sujeción, y rodó alllegar al suelo para amortiguar el golpe.

Justo en el centro de una sala de

Page 220: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

reuniones abarrotada de gente. En ellapso de un suspiro, se hizo unacomposición del lugar: en una sala másbien pequeña, Jayne, Farran y otroshombres se reunían en torno a una mesa,y una docena de guardias, con los ojosclavados en ella, formaban una murallahumana que la separaba de su presa.

Las cortinas eran tan gruesas que lehabían impedido ver la luz al otro lado.Desde fuera, el interior parecía oscuro ydesierto. Un truco.

Le daba igual. Acabaría con todos.Antes de ponerse en pie siquiera, lanzólas dos dagas que llevaba en las botas.Los gritos de agonía de los guardiasarrancaron una sonrisa malévola a loslabios de Celaena.

Page 221: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Las dos espadas ya silbaban en lasmanos de la asesina cuando el guardiamás cercano se abalanzó contra ella.

El hombre murió al instante, con unaespada alojada entre las costillas,directamente en el corazón. Cada uno delos objetos –y cada una de las personas–que se interponía entre ella y Farran eraun obstáculo o un arma, un escudo o unatrampa.

Celaena giró sobre sí misma pararecibir al siguiente guardia y su sonrisase volvió fiera al atisbar a Jayne y aFarran al otro lado de la habitación,sentados a la mesa de cara a ella. Farranle sonreía y tenía los ojos brillantes,pero Jayne, de pie, la miraba

Page 222: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

boquiabierto.Celaena hundió una de sus espadas en

el pecho de un guardia para poder cogerla tercera daga.

Jayne seguía con la boca abiertacuando se la hundió en el cuello.

Caos absoluto. La puerta se abrió depar en par y más centinelas seprecipitaron a la sala mientras Celaenaretiraba la segunda espada del pecho delguardia muerto. No podían habertranscurrido ni diez segundos desde quela asesina había entrado de un salto porla ventana abierta. ¿Acaso la estabanesperando?

Dos guardias cargaron contra ellacortando el aire con las espadas. Lasarmas gemelas de Celaena centellaron y

Page 223: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

la sangre manó a chorros.La sala no era muy grande. Solo seis

metros la separaban de Farran, que lamiraba con salvaje deleite.

Cayeron tres guardias más.Alguien le arrojó una daga a la

asesina, y ella la desvió con la hoja dela espada con tan buena fortuna que ladaga alcanzó a otro guardia en la pierna.Involuntario pero providencial.

Otros dos guardias cayeron.Solo unos cuantos la separaban de la

mesa. Farran ni siquiera se habíadignado a mirar el cadáver de Jayne,que yacía exánime a su lado.

Entraron más guardias procedentesdel interior de la casa, pero estos se

Page 224: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

habían cubierto el rostro con unasextrañas máscaras que llevaban ojos decristal y una especie de tela de malla enla parte de la boca…

Fue entonces cuando Celaena notó elhumo. La puerta se cerró y, mientrasdestripaba a otro guardia más, Celaenase volvió hacia Farran a tiempo de vercómo se ponía una máscara.

La asesina conocía aquel humo; aquelolor. Lo había notado en el cadáver deSam. Almizclado, extraño.

Alguien cerró la ventana para impedirel paso al aire fresco. El humo invadíala sala, lo emborronaba todo.

Le escocían los ojos, pero Celaenadejó caer una espada para coger laúltima daga, aquella que reservaba para

Page 225: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

el cráneo de Farran.El mundo se torció a un lado.No.Celaena no supo si lo había dicho o

sencillamente lo había pensado, pero lapalabra reverberó en la oscuridad que ladevoraba.

Otro guardia enmascarado se abriópaso hasta ella y la asesina se irguió lojusto para hundirle una hoja en elcostado. La sangre le empapó la mano,pero ella no soltó la espada. Con la dagaen la otra mano, echó el brazo haciaatrás y apuntó a la cabeza de Farran.

Por desgracia el humo invadía cadauno de sus poros, de sus músculos, desus respiraciones. Mientras trazaba un

Page 226: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

arco con el brazo, un estremecimiento lerecorrió el cuerpo al mismo tiempo quela visión se le distorsionaba.

Celaena se inclinó y la daga se lecayó. Consiguió de todos modos eludiral guardia que la atacaba, que se llevóconsigo dos centímetros de trenza. Lamelena de la asesina se liberó como unaola dorada mientras ella, torcida,empezaba a caer muy, muy despacio.Farran la miraba sonriendo…

Un guardia le hundió el puño en elvientre y la dejó sin resuello. Celaenaretrocedió, y otro puño duro como elgranito le golpeó la cara. Y la espalda,las costillas, la mandíbula. Tantosgolpes que el dolor no daba abasto, y laasesina seguía cayendo envuelta en todo

Page 227: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

aquel humo…Sabían que Celaena iba a ir. La

ventana abierta como invitándola aentrar, el humo y las máscaras, todoformaba parte de un plan. Y ella habíacaído de cabeza en la trampa.

Aún no había llegado al suelo cuandola oscuridad la cubrió.

–Que nadie la toque –dijo una vozsofisticada y aburrida–. Hay quemantenerla con vida.

Varias manos le arrancaban las armasde las manos y la sentaban contra lapared. El aire fresco entraba en lahabitación, pero Celaena apenas lonotaba en la adormilada piel del rostro.

No sentía nada. No podía moverse.

Page 228: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Estaba paralizada.Consiguió abrir los ojos y se encontró

cara a cara con Farran, que estabaacuclillado delante de ella mirándolacon aquella sonrisa felina. El humo ya sehabía despejado y la máscara de Farranyacía olvidada tras él.

–Hola, Celaena –ronroneó.Alguien la había traicionado. Arobynn

no. Odiaba demasiado a Jayne y aFarran. Si alguien la había vendido,tenía que haber sido algún desgraciadode la cofradía, alguien que sebeneficiara de su muerte. No podíahaber sido Arobynn.

Farran vestía prendas inmaculadas enun tono gris oscuro.

–Hace años que quería conocerte,

Page 229: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

¿sabes? –le dijo en un tono alegre apesar de la sangre y los cuerpos que losrodeaban–. Para ser sincero –continuómientras se comía a Celaena con losojos de un modo nauseabundo–, estoydecepcionado. Has caído a cuatro patasen nuestra pequeña trampa. Ni siquierate has parado a pensar, ¿verdad? –Farran sonrió–. No hay que subestimarel poder del amor. ¿O era el de lavenganza?

Los dedos de Celaena no laobedecían. Incluso parpadear le costabaun esfuerzo.

–No te preocupes… El efecto de lagloriella ya empieza a remitir, aunquetampoco podrás moverte gran cosa.

Page 230: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Dentro de unas seis horas debería haberdesaparecido del todo. Al menos, esetiempo tardó en abandonar a tu amigocuando lo capturé. Se trata de unaherramienta particularmente eficaz paramantener a raya a las personas sinnecesidad de usar grilletes. Hace que elproceso sea mucho más… agradable,aunque no puedas gritar gran cosa.

Dioses del cielo. Gloriella… elmismo veneno que Ansel había usadocon el maestro mudo. Por lo visto, lohabían mezclado con incienso. Farrandebía de haber capturado a Sam antes dellevarlo a la casa y obligarlo a aspirarel humo para… Se disponía a torturarlaa ella también. Celaena podía soportarcierto grado de tortura, pero teniendo en

Page 231: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

cuenta lo que le había hecho a Sam, sepreguntó cuánto tiempo tardaría envenirse abajo. La imagen del cuerporoto de Sam le vino a la mente. De habersido dueña de sus movimientos, habríadesgarrado la garganta de Farran con losdientes.

Su única esperanza radicaba en elhecho de que Arobynn y los demásllegarían pronto, y si bien uno de ellosla había traicionado, cuando Arobynn lodescubriese… cuando viese lo queFarran se proponía hacer… Mantendríaa Farran con vida para que Celaenapudiera destriparlo cuando serecuperase. Y ella se tomaría todo eltiempo del mundo.

Page 232: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Farran le apartó el pelo de los ojos yse lo recogió detrás de las orejas.Celaena destrozaría aquella manotambién. Igual que Farran habíaaplastado las dos manos de Sam huesopor hueso. Detrás de aquel hombreindeseable, los guardias empezaban aretirar los cuerpos. Nadie tocó elcadáver de Jayne, que seguíadesparramado sobre la mesa.

–¿Sabes? –murmuró Farran–, eresmuy hermosa –el hombre le acarició lamejilla con un dedo, luego la mandíbula.La rabia de Celaena se convirtió en algovivo que se debatía en su interior,pugnando por un solo instante delibertad–. Ya entiendo por qué Arobynn

Page 233: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

ha cuidado de ti como de una mascotatodos estos años –el dedo se deslizó porel cuello–. ¿Cuántos años tienes?

La asesina sabía que Farran noesperaba respuesta. Los ojos del hombrebuscaron los de Celaena, una miradaoscura y voraz.

Celaena no pensaba suplicar. Si iba amorir como Sam, lo haría con dignidad.Con la rabia aún viva en su interior. Ytal vez… tal vez tuviese ocasión deponerle las manos encima.

–Casi estoy tentado de conservarte enmi poder –confesó. Le pasó el pulgarpor la boca–. En vez de entregarte, tellevaría abajo y, si sobrevivías… –negócon la cabeza–. Pero eso no forma partedel trato, ¿verdad?

Page 234: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Las palabras pugnaban por salir de laboca de Celaena, pero la lengua no semovía. Ni siquiera podía abrir la boca.

–Te mueres por saber cuál es el trato,¿a que sí? A ver si lo recuerdo…Matamos a Sam Cortland –recitóFarran–. Tú te vuelves loca, te plantasaquí y te cargas a Jayne –señaló con labarbilla el gran bulto caído sobre lamesa– y yo ocupo el lugar de Jayne –ahora las manos del hombre le recorríanel cuello en una caricia sensual queprometía una agonía sin límite. Con cadasegundo que pasaba, el adormecimientoremitía una pizca, pero Celaena noposeía aún ningún control sobre sucuerpo–. Es una pena que tenga que

Page 235: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

echarte la culpa de la muerte de Jayne.Y que entregarte al rey en bandeja deplata sea tan ventajoso para mí.

Al rey. No iba a torturarla ni amatarla sino a entregarla al rey comosoborno para que el soberano hiciera lavista gorda a los asuntos de Farran.Celaena habría soportado torturas,habría aguantado la violación queprácticamente se leía en los ojos deFarran, pero si la entregaba al rey… Laasesina ahuyentó el pensamiento,decidida a no seguir aquel hilo.

Tenía que escapar de allí.Farran debió de advertir el pánico

que asomaba a sus ojos porque sonrió yle cerró la mano en la garganta. Las uñaslargas se le clavaron en la piel.

Page 236: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

–No tengas miedo, Celaena –lesusurró al oído mientras le hundía aúnmás las uñas–. Si el rey te deja con vida,estaré en deuda eterna contigo. Al fin yal cabo, te debo mi corona.

Celaena tenía una palabra en loslabios, pero por más que se esforzase noconseguía pronunciarla.

¿Quién?¿Quién la había traicionado tan

vilmente? Podía entender que algunos laodiasen, pero a Sam… Todo el mundoadoraba a Sam, incluido Wesley.

Wesley. Había intentado advertirla:«Todo esto solo es una…» Y laexpresión de su cara no reflejabairritación sino piedad, piedad y rabia,

Page 237: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

que no iba dirigida contra ella sinocontra un tercero. ¿Había enviadoArobynn a Wesley para que laadvirtiese? Harding, el asesino quehabía hablado de la ventana, siemprehabía querido hacerse con el puesto deprotegido de Arobynn. Y prácticamentele había explicado a Celaena por dóndeentrar en la casa y cómo hacerlo. Teníaque ser él. Tal vez Wesley lo hubieradeducido justo cuando Celaena sedisponía a salir del castillo. Porque laotra alternativa… No, no podíaconsiderarla siquiera.

Farran se echó hacia atrás y le soltóel cuello.

–Me encantaría jugar contigo, pero hejurado no hacerte daño –inclinó la

Page 238: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

cabeza a un lado y contempló las heridasque había sufrido Celaena–. No creo quepase nada por unas cuantas magulladurasy un labio partido –se sacó un reloj delbolsillo–. Lástima, ya son las once ytanto tú como yo tenemos obligacionesque atender.

Las once. Arobynn ni siquiera teníaprevisto salir del castillo hasta pasadauna hora. Y si había sido Harding quienla había traicionado, este haría loposible por demorar aún más la partida.Una vez que Celaena estuviera en lasmazmorras de palacio, ¿quéposibilidades tenía Arobynn derescatarla? Y cuando la gloriellacediera, ¿qué posibilidades tenía ella de

Page 239: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

fugarse?Los ojos de Farran, que seguían

clavados en ella, brillaban de goce. Yentonces, sin previo aviso, el brazo delhombre azotó el aire.

Celaena oyó el sonido de unabofetada antes de notar el escozor en lamejilla y la boca. Apenas sintió eldolor. Dio gracias de que la droga aúnhiciera efecto, sobre todo cuando notó elfuerte sabor metálico en la boca.

Farran se incorporó con elegancia.–Eso por derramar sangre en la

alfombra.A pesar de tener la cabeza torcida y

de la sangre que le bajaba por lagarganta, Celaena se las ingenió parafulminarlo con la mirada. Farran se

Page 240: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

atusó la túnica gris y se inclinó paraechar la cabeza de Celaena haciadelante.

–Me habría encantado destrozarte –ledijo Farran, y se dirigió a la puerta. Leshizo señas a tres hombres altos y bienvestidos al pasar. No eran unos guardiasmás. Celaena los había visto antes. Enalguna parte, en algún momento que nolograba recordar…

Uno de ellos se acercó sonriendocomo si la muchacha no estuviera allítirada rodeada de sangre. Celaenaalcanzó a atisbar la empuñaduraredondeada de la espada antes de que elhierro le golpease la cabeza y todo sevolviera negro.

Page 241: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

CAPÍTULO 11

Celaena despertó con una horriblejaqueca.

Sin abrir los ojos, dejó que sussentidos se acostumbraran al entornoantes de anunciar al mundo que estabadespierta. No sabía dónde estaba, peroera un lugar silencioso, húmedo y fríoque olía a moho y a basura.

Antes de levantar siquiera lospárpados comprendió tres cosas.

La primera, que había estado

Page 242: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

inconsciente como mínimo seis horas,pues podía mover los dedos de lasmanos y los pies. Aquellos movimientosle bastaron para saber que la habíandesarmado.

La segunda, que si después de seishoras Arobynn y los demás no la habíanencontrado, o bien se encontraba en lasmazmorras reales, al otro lado de laciudad, o bien en alguna celda de lossótanos de la mansión de Jayne,esperando un transporte.

La tercera, que Sam seguía muerto, yque incluso su propia rabia había tenidosu papel en una traición tan retorcida ydespiadada que Celaena apenasempezaba a vislumbrarla.

Sam seguía muerto. Y ella estaba en

Page 243: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

un sótano de mala muerte.Celaena abrió los ojos. En efecto,

estaba en un sótano, tirada sobre uncamastro de heno y encadenada a lapared. También tenía los pies sujetos alsuelo, y las cadenas medían lo justo paraque, si necesitaba aliviarse, pudierallegar al mugriento cubo del rincón.

Jamás en toda su vida había estado enuna situación tan degradante.

Después de orinar, echó un vistazo ala celda. No había ventanas, y entre lapuerta de hierro y la pared no cabíanada salvo una rendija de luz. No oíanada, ni procedente del exterior ni delotro lado de las paredes. Podría haberestado en cualquier parte, debajo de la

Page 244: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

casa de Jayne, en las mazmorras depalacio o en una cárcel cualquiera de laciudad.

Tenía la boca seca, la lenguahinchada. Habría dado cualquier cosapor un trago de agua para quitarse elsabor de la sangre. También le dolía elestómago de hambre, y la jaqueca leatravesaba el cráneo como flechas deluz.

La habían traicionado; Harding oalguien como él, que se beneficiaría desu desaparición. Y Arobynn seguía sinrescatarla.

La encontraría, antes o después. Teníaque hacerlo.

Tiró de las cadenas para comprobarsu resistencia y examinó los anclajes de

Page 245: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

la pared y el suelo. Inspeccionó loseslabones y los cerrojos. No podríaforzarlos. Luego palpó las piedrasbuscando trozos sueltos o quizá todo unbloque que pudiera usar como arma perono había nada. También le habíanquitado las horquillas del pelo,arrebatándole así la posibilidad deforzar los cerrojos. Los botones de sutúnica negra eran demasiado pequeños ydelicados como para ser de utilidad.

Quizás si entraba un guardia Celaenapodría inducirlo a acercarse losuficiente como para usar las cadenascontra él; estrangularlo o dejarloinconsciente, tal vez utilizarlo de rehénpara que la liberasen.

Page 246: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Quizás…La puerta se abrió con un chirrido y

un hombre se quedó plantado en elumbral. Detrás había otros tres.

El hombre lucía una túnica oscura conribetes dorados. Si le sorprendióencontrarla despierta, no lo demostró.

Guardias reales.Entonces, estaba en las mazmorras de

palacio.El guardia dejó en el suelo los

alimentos que le había traído y empujóla bandeja hacia ella. Agua, pan y untrozo de queso.

–La cena –dijo sin pisar siquiera lacelda.

Tanto él como sus compañeros

Page 247: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

conocían los peligros de acercarsedemasiado.

Celaena echó un vistazo a la bandeja.La cena. ¿Cuánto tiempo llevaba allíabajo? ¿Había pasado un día casientero… y Arobynn no había ido abuscarla? Debía de haberse cruzado conWesley en los establos, y este le habríacontado lo que se proponía Celaena.Tenía que saber que ella estaba allí.

El guardia la estaba mirando, yCelaena alzó la vista hacia él.

–La mazmorra es inexpugnable –ledijo– y esas cadenas están fabricadascon acero de Adarlan.

Celaena clavó los ojos en él. Era unhombre de mediana edad, quizás de unoscuarenta años. No llevaba armas; otra

Page 248: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

medida de precaución. Por lo general,los guardias reales se alistaban jóvenesy se quedaban allí hasta que erandemasiado viejos para empuñar unaespada. De modo que aquel hombretenía en su haber varios años deentrenamiento intensivo. Estabademasiado oscuro para ver a los otrostres guardias, pero Celaena sabía que nohabrían confiado su vigilancia acualquiera.

Aun si el guardia había usado aquelcomentario para evitar que la asesina loatacara, seguramente decía la verdad.Nadie salía de las mazmorras reales ynadie podía entrar.

Si después de un día entero Arobynn

Page 249: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

aún no se había abierto paso hasta ella,era obvio que Celaena tampoco podríasalir. Y si la persona que la habíatraicionado había sido capaz de engañarno solo a ella sino también a Sam y aArobynn, aquel conspirador seaseguraría de que el rey de los asesinosignorase su paradero.

Estando Sam muerto, el exteriortampoco le ofrecía nada por lo quevaliese la pena luchar. No si la asesinade Adarlan estaba acabada y su mundocon ella. La chica que se habíaenfrentado al señor de los piratas y atoda su isla, la muchacha que habíarobado unos caballos Asterión y habíagalopado por la playa del desierto Rojo,la joven que se había sentado en su

Page 250: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

propio tejado a mirar la salida del solsobre el Avery, la asesina que tenía todala vida por delante… aquella mujerhabía desaparecido.

No quedaba nada de ella. Y Arobynnno llegaba.

Había fracasado.Lo que era peor, le había fallado a

Sam. Ni siquiera había matado alhombre que había puesto fin a la vidadel chico de un modo tan miserable.

El guardia cambió de postura yCelaena comprendió que llevaba unbuen rato mirándolo.

–La comida está limpia –latranquilizó el hombre antes deretroceder para cerrar la puerta.

Page 251: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Celaena bebió el agua y comió tantopan con queso como su estómago pudosoportar. No habría sabido decir si lacomida no sabía a nada o si habíaperdido el sentido del gusto. Losbocados le sabían a ceniza.

Cuando acabó de comer, dio unpuntapié a la bandeja en dirección a lapuerta. Podría haberla usado como armao también como cebo para atraer a losguardias hacia ella, pero ¿para qué?

Ella no iba a escapar y Sam estabamuerto.

Celaena apoyó la cabeza en aquellapared húmeda y fría. Nunca podríaasegurarse de que Sam yacía en la tierra.Hasta en eso le había fallado.

Page 252: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Cuando el horrible silencio volvió areclamarla, Celaena lo recibió con losbrazos abiertos.

A los guardias les gustaba hablar. Sobreacontecimientos deportivos, sobremujeres, sobre las maniobras de losejércitos de Adarlan. Sobre ella,principalmente.

A veces, algunos retazos deconversación se colaban a través de lamuralla de silencio y mantenían suatención un instante antes de queCelaena volviera a deslizarse a aquelmar infinito.

Page 253: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

–Al capitán no le va a hacer ningunagracia perderse el juicio.

–Aún le pasa poco por andar por ahíde parranda con el príncipe.

Risas.–He oído que va a volver a Rifthold

de inmediato.–¿Y para qué? El juicio se celebra

mañana. Ni siquiera llegará a tiempo depresenciar la ejecución.

–¿Crees que de verdad es Celaena

Page 254: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Sardothien?–No parece mayor que mi hija.–Mejor no decírselo a nadie. El rey

dijo que nos desollaría vivos si se nosescapaba una sola palabra.

–Cuesta creer que sea ella. ¿Has vistola lista de víctimas? No se acaba nunca.

–Yo creo que necesitaban un chivoexpiatorio para cargarle la muerte deJayne. Seguramente cogieron a estapobre chica para hacerla pasar por ella.

Risotadas.–Al rey le trae sin cuidado, ¿verdad?

Y si se empeña en guardar silencio, quese fastidie, aunque sea inocente.

–Yo no creo que sea CelaenaSardothien.

Page 255: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

–He oído decir que tanto el juicio comola ejecución serán privados, porque elrey no quiere que nadie sepa quién es enrealidad.

–El rey se las pinta solo para negar atodo el mundo la posibilidad de mirar.

–Me pregunto si la colgarán o ladecapitarán.

Page 256: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

CAPÍTULO 12

El mundo se convirtió en una serie deimágenes aisladas. Mazmorras, henopodrido, piedras frías contra la mejilla,conversaciones de los guardias, pan conqueso, agua. De repente, entraron dos delos guardias. La apuntaban con sendasballestas, las manos prestas para cogerlas espadas en caso de ser necesario.Sin que Celaena supiera cómo, habíantranscurrido dos días. Le arrojaron untrapo y un cubo de agua. Tenía que

Page 257: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

lavarse para el juicio, le dijeron. Laasesina obedeció. Ni siquiera seretorció cuando le cambiaron losgrilletes de las manos y los pies paraque pudiera caminar. La llevaron por unpasillo oscuro y frío en el que resonabangemidos distantes y luego la obligaron asubir unas escaleras. La luz del sol secoló por los barrotes de un ventanuco –dura, cegadora– cuando siguieronsubiendo. Por fin llegaron a una sala depiedra y madera pulida.

Celaena agradeció la superficie lisade la silla de madera. Aún le dolía lacabeza y las zonas donde los hombres deFarran la habían golpeado.

La sala era grande, pero tenía pocosmuebles. A ella la habían empujado a

Page 258: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

una silla situada en medio de la estancia,a buena distancia de la enorme mesa delfondo, tras la cual aguardaban docehombres sentados de cara a ella.

A Celaena le daba igual quiénesfueran o lo que hicieran allí. Sinembargo, notaba sus ojos puestos enella. La sala al completo –los hombressentados a la mesa y las docenas deguardias– la estaba mirando.

Ahorcada o decapitada. Se le hizo unnudo en la garganta.

No tenía sentido tratar de escapar. Yano.

Lo merecía. Por más razones de lasque era capaz de enumerar. No deberíahaberse dejado convencer por Sam

Page 259: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

cuando insistió en liquidar a Farran élsolo. Ella tenía la culpa de todo losucedido desde el día que había llegadoa la bahía de la Calavera y habíadecidido tomar sus propias decisiones.

Una pequeña puerta se abrió al fondode la sala y los hombres sentados a lamesa se levantaron.

Unas grandes botas avanzaron a pasovivo. Los guardias se irguieron ysaludaron.

El rey de Adarlan había entrado en lasala.

Celaena no pensaba mirarlo. Quehiciera lo que quisiera con ella. Si lomiraba a los ojos, aquella mínimatranquilidad que la asesina lograbaaparentar se haría trizas. Mejor no sentir

Page 260: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

nada que encogerse ante él, ante elcarnicero que tanta destrucción habíacausado en Erilea. Mejor irse a la tumbaaturdida y adormilada que suplicando.

La asesina oyó que arrastraban lasilla del centro de la mesa. Los hombresque rodeaban al rey aguardaron a que elmonarca se sentara para hacer lo propio.

A continuación, silencio.El suelo de madera brillaba tanto que

Celaena veía el reflejo del candelabrode hierro que pendía en lo alto de lasala.

Una risa grave, como hueso contraroca. Aun sin mirarlo, advertía suenorme envergadura; proyectabasombras a su alrededor.

Page 261: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

–Hasta ahora, no había dado crédito alos rumores –empezó a decir el rey–,pero parece ser que los guardias nomentían acerca de tu edad.

Celaena sintió un leve impulso detaparse los oídos, de cerrar el paso a loque la espantosa voz despertaba en elfondo de su mente.

–¿Cuántos años tienes?La asesina no respondió. Sam estaba

muerto. Nada de lo que hiciera –niluchar, ni siquiera montar en cólera–cambiaría aquello.

–¿Te ha dejado muda Rourke Farran osolo estás siendo obstinada?

Farran, mirándola con lascivia,sonreía con tanta crueldad que Celaena

Page 262: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

se sintió impotente ante él.–Muy bien, pues –declaró el rey. Se

oyó un ruido de papeles, el único sonidoen la quietud sepulcral de la sala–.¿Niegas ser Celaena Sardothien? Si nohablas, interpretaremos tu silencio comoun asentimiento, niña.

Ella no abrió la boca.–En ese caso, proceded a leer los

cargos, concejal Rensel.Una voz masculina carraspeó.–Celaena Sardothien, se te acusa de

las muertes de las siguientes personas…El concejal empezó a leer la lista de

todas las víctimas de Celaena. Lahistoria brutal de una chica que ya noexistía. Arobynn siempre se habíaencargado de hacer público su trabajo.

Page 263: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Se aseguraba de que corriera la voz porcanales secretos cada vez que una nuevavíctima sucumbía a manos de CelaenaSardothien. Y ahora, precisamenteaquello que le había valido el título deasesina de Adarlan sería su condena.Cuando hubo terminado, el hombre dijo:

–¿Niegas alguno de los cargos?Celaena apenas si respiraba.–Niña –le advirtió el concejal con

cierta estridencia–, interpretaremos tusilencio como una admisión. ¿Loentiendes?

Ella no se molestó en asentir. Detodos modos, todo había terminado.

–En ese caso, el caso está visto parasentencia –gruñó el rey.

Page 264: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Se oyó un murmullo, más ruido depapel y una tos. El reflejo del sueloparpadeó. Los guardias estabanpendientes de ella, con las espadas enristre.

Unos pasos avanzaron de repentehacia Celaena desde la mesa del fondo,y la asesina oyó un ruido como deespadas que se alzaban. Reconoció laspisadas antes incluso de que el reyllegara hasta ella.

–Mírame.Ella no levantó los ojos de las botas

del rey.–Mírame.Qué importaba. Él había causado ya

tanta destrucción en Erilea… Había

Page 265: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

destruido partes de ella misma sinsaberlo siquiera.

–Mírame.Celaena levantó la cabeza y miró al

rey de Adarlan.Palideció. Aquellos ojos negros

parecían dispuestos a devorar el mundo.Las facciones del rey eran duras,curtidas. Una espada le colgaba delcinto; el arma cuyo nombre todo elmundo conocía. Lucía una túnicaexquisita y una capa de pieles. Nollevaba corona.

La asesina quería marcharse. Teníaque salir de aquella habitación, alejarsede él.

Aléjate.–¿Algún último deseo antes de que

Page 266: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

dicte sentencia? –preguntó el rey deAdarlan, cuyos ojos seguían abrasandocualquier defensa que ella pudierainterponer.

Celaena aún podía oler el humo quehabía asfixiado hasta el último palmo deErilea nueve años atrás, aún notaba elhedor de la carne quemada y oía losinútiles gritos mientras el rey y susejércitos sofocaban hasta el último brotede resistencia, cualquier vestigio demagia. Daba igual lo que le hubieraenseñado Arobynn; Celaena llevabaimpresos en la sangre los recuerdos deaquellas últimas semanas previas a lacaída definitiva de Terrasen. De modoque se limitó a mirarlo.

Page 267: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Al ver que la acusada no respondía,el rey se dio media vuelta y volvió a lamesa.

Celaena tenía que marcharse. Parasiempre. Un fuego absurdo ardió en suinterior y la convirtió –solo por uninstante– en la chica que fuera una vez.

–Tengo uno –dijo con la voz roncapor falta de uso.

El rey se detuvo y la miró por encimadel hombro.

Ella esbozó una sonrisa perversa ysalvaje.

–Que sea rápido.Era un desafío, no una súplica. El

consejo del rey y los guardias serevolvieron inquietos. Se oyeron

Page 268: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

murmullos.El rey entornó los ojos una pizca y,

cuando sonrió, Celaena pensó que nohabía visto jamás un gesto tan espantoso.

–¿Sí? –preguntó a la vez que sevolvía del todo hacia ella.

Aquel estúpido fuego se apagó.–Si lo que deseas es una muerte

rápida, Celaena Sardothien, no te daréese gusto. No hasta que hayas sufridocuanto mereces.

El mundo hacía equilibrios en el filode un cuchillo, a punto de resbalar haciaun lado.

–Celaena Sardothien, te condeno alequivalente a nueve vidas de trabajosforzados en las minas de sal deEndovier.

Page 269: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Celaena sintió que se le helaba lasangre. Los concejales se miraron entresí. Saltaba a la vista que aquellaposibilidad no entraba en sus planes.

–Serás enviada allí con órdenes deque te mantengan con vida el máximotiempo posible; de ese modo tendrásocasión de disfrutar de una agonía a tumedida.

Endovier.El rey se dio media vuelta.Endovier.Se oyó un revoloteo, y el rey ladró la

orden de que se la llevaran en el primercarro que saliese de la ciudad. Deinmediato varias manos la prendieron yotras tantas ballestas la apuntaron

Page 270: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

mientras la sacaban de la sala medio arastras.

Endovier.La encerraron en las mazmorras

durante varios minutos u horas, un díaentero quizás. Luego acudieron abuscarla otros guardias, que lacondujeron escaleras arriba hasta la luzcegadora del sol.

Endovier.Nuevos grilletes, cerrados a

martillazos. El tenebroso interior de uncarro de prisioneros. El chirrido devarios cerrojos, la sacudida de loscaballos que echaban a andar, loscascos de los muchos caballos querodeaban el carro.

A través del ventanuco de la puerta,

Page 271: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Celaena vio la ciudad, las calles que tanbien conocía, los transeúntes queechaban un vistazo al carro deprisioneros y a la escolta montada, sinpararse a pensar quién podía viajar en elinterior. La cúpula dorada del TeatroReal a lo lejos, el aroma salobre de labrisa del río Avery, los tejados coloresmeralda y las piedras blancas de losedificios.

Todo iba quedando atrás, tandeprisa…

Pasaron junto al castillo de losasesinos, donde Celaena se habíaentrenado, había sangrado y habíaperdido tantas cosas; el lugar dondeyacía el cuerpo de Sam, esperando a que

Page 272: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

ella lo enterrara.Celaena había jugado y había

perdido.Llegaron a los altos muros de

alabastro de la ciudad, a las puertasabiertas de par en par para ceder el pasoal gran grupo.

Mientras dejaba atrás la capital,Celaena Sardothien se dejó caer en unrincón del carro y ya no se levantó.

Encaramados a uno de los tejados coloresmeralda de Rifthold, Rourke Farran yArobynn Hamel miraban cómo el carrode prisioneros era escoltado al exterior

Page 273: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

de la ciudad. Una brisa gélida se levantódesde el Avery y les revolvió elcabello.

–A Endovier pues –musitó Farran,aún con los ojos negros fijos en elcarro–. Un sorprendente giro de losacontecimientos. Pensaba que teníaispensado salvarla de la decapitación enel último momento.

El rey de los asesinos guardósilencio.

–¿No vais a perseguir el carro?–Salta a la vista que no –repuso

Arobynn mirando de reojo al nuevoseñor del crimen de Rifthold.

En aquel mismo tejado se habíanencontrado por primera vez Farran y elrey de los asesinos. Farran estaba

Page 274: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

espiando a una de las amantes de Jaynemientras que Arobynn… Bueno, Farranno había llegado a saber qué hacíaArobynn merodeando por los tejados deRifthold en mitad de la noche.

–Vuestros hombres y vos podríaisliberarla en un abrir y cerrar de ojos –siguió diciendo Rourke–. Atacar uncarro de prisioneros es una maniobramucho más segura que la que teníaisplaneada. Sin embargo, reconozcoque… la idea de que la envíen aEndovier me parece mucho mássugerente.

–Si quisiera conocer vuestra opinión,Farran, os la habría pedido.

El otro sonrió con languidez.

Page 275: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

–A partir de ahora deberíais medirvuestras palabras cuando os dirijáis amí.

–Y vos deberíais tener en cuentaquién os ha facilitado la corona.

Farran rio por lo bajo. Se hizo unlargo silencio.

–Si queríais que sufriese, deberíaishaberla dejado a mi cuidado. Os habríasuplicado que la rescataseis en cuestiónde minutos. Habría sido una experienciaexquisita.

Arobynn negó con la cabeza.–Fuera cual fuese la cloaca en la que

os criasteis, Farran, debió de ser uninfierno incomparable.

Farran escudriñó a su nuevo aliado

Page 276: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

con ojos chispeantes.–No tenéis ni idea –otro momento de

silencio y añadió–: ¿Por qué lohicisteis?

La atención de Arobynn volvió alcarro, apenas un punto en las colinasonduladas que se erguían sobre Rifthold.

–Porque no me gusta compartir mispertenencias –respondió sencillamente.

Page 277: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

DESPUÉS

Celaena llevaba dos días en el carro,viendo cómo la luz se desplazaba ybailaba en las paredes. Solo se alejabadel rincón el tiempo necesario paraaliviarse o para coger la comida que learrojaban.

Había creído que podía amar a Sam yno pagar un precio a cambio. «Todotiene un precio», le había dicho elmercader de seda de araña allá en eldesierto Rojo. Cuánta razón tenía.

Page 278: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Los rayos del sol volvieron a filtrarseen el vehículo, inundándolo de luz tenue.El viaje a las minas de sal de Endovierduraba dos semanas, y cada kilómetrolos alejaba más y más en direcciónnorte, hacia un clima más frío.

Cuando Celaena se quedaba dormida,un sueño inquieto en el que laspesadillas y la realidad se alternaban y aveces se confundían, a menudo ladespertaban los escalofríos querecorrían su cuerpo. Los guardias no leofrecieron protección alguna contra elhelor.

Dos semanas en aquel carro oscuro yapestoso, con las luces y las sombraspor toda compañía, y el silencio que la

Page 279: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

envolvía. Dos semanas, y luegoEndovier.

Separó la cabeza del lateral del carro.El miedo creciente hacia titilar el

silencio.Nadie sobrevivía a Endovier. Casi

ningún prisionero aguantaba más de unmes. Era un campo de exterminio.

El temblor se apoderó de sus dedosentumecidos. Recogió las piernas contrael pecho y apoyó la cabeza en lasrodillas.

Las luces y las sombras seguíanjugando en la pared.

Page 280: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Unos susurros nerviosos, el crujido deunos pasos sobre la hierba seca, la luzde la luna brillando a través delventanuco.

Celaena no sabía por qué se habíadespertado ni cómo había llegado a laminúscula ventana enrejada con laspiernas agarrotadas y temblorosas porfalta de uso.

Los guardias se habían reunido alborde del claro en el que habíanacampado para pasar la noche y mirabanen dirección a la espesura. Se habíaninternado en el bosque Oakwald enalgún momento del primer día. A partirde ese instante no encontrarían nadasalvo árboles y más árboles a lo largo

Page 281: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

de su travesía hacia el norte.La luna iluminaba la niebla que se

arremolinaba en el frondoso territorio ylos árboles proyectaban largas sombrascomo espectros al acecho.

Y allí –plantado entre una maraña deespinos– había un ciervo blanco.

Celaena se quedó sin aliento.Se aferró a los barrotes del ventanuco

mientras la criatura los miraba. Losenormes cuernos parecían brillar a la luzde la luna como una corona hecha demarfil.

–Dioses del cielo –susurró uno de losguardias.

La gran cabeza del ciervo se volvióligeramente; hacia el carro, hacia elventanuco.

Page 282: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

El señor del norte.«Para que las gentes de Terrasen

encuentren siempre el camino a casa», lehabía dicho Celaena a Ansel en ciertaocasión, mientras ambas yacían bajo unmanto de estrellas y reseguían laconstelación del ciervo. «Para quepuedan mirar al cielo, estén donde estén,y sepan que Terrasen sigue ahí.»

Nubecillas de aire cálido brotabandel hocico del ciervo y se enroscaban enel aire gélido.

Celaena inclinó la cabeza sin separarlos ojos del animal. La constelaciónjamás había dejado de mirarla a lo largode todos aquellos años.

«Para que las gentes de Terrasen

Page 283: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

encuentren siempre el camino a casa…»Una grieta en el silencio; un espacio

que se ensanchaba más y más mientraslos ojos insondables del ciervopermanecían fijos en ella.

El destello de un mundo destruidomucho tiempo atrás, de un reino enruinas. El ciervo no debería estar ahí, noen pleno Adarlan ni tan lejos de suhogar. ¿Cómo había conseguido burlar alos cazadores que, hacía nueve años,habían recorrido el bosque de acá paraallá cuando el rey había ordenado quetodos los ciervos sagrados de Terrasenfueran sacrificados?

Y sin embargo allí estaba, como unaalmenara a la luz de la luna.

Allí estaba.

Page 284: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Y ella también.Celaena notó el calor de las lágrimas

antes de darse cuenta de que estaballorando.

Luego oyó el inconfundible gemido delos arcos al tensarse.

El ciervo, el señor del norte, laalmenara, no se movió.

–¡Corre!El grito ronco surgió de la garganta de

la asesina e hizo trizas el silencio.El ciervo seguía mirándola.Celaena golpeó el costado del carro.–¡Corre, maldita sea!Entonces el animal se dio media

vuelta y echó a correr como un rayo deluz blanca que zigzaguease entre los

Page 285: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

árboles.El tañido de las cuerdas, el silbido de

las flechas… Todos los guardiasfallaron el disparo.

Los hombres maldijeron y el carro seagitó cuando uno de ellos lo golpeófrustrado. Celaena se alejó de la ventanay retrocedió más y más hasta que chocócon el fondo y cayó de rodillas.

El silencio había desaparecido. En suausencia, Celaena notó el latido deltormento que le recorría las piernas, eldolor de las heridas que los hombres deFarran le habían infligido, el escozor delas muñecas y los tobillos en carne viva,allá donde los grilletes los ceñían. Ypercibió un vacío infinito en el espacioque Sam solía ocupar.

Page 286: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

La llevaban a Endovier; iba aconvertirse en una esclava de las minasde sal.

El miedo, atroz y helado, se abatiósobre ella.

Page 287: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

PRINCIPIO

Celaena Sardothien supo que se estabaacercando a las minas de sal cuando,dos semanas más tarde, los árboles deOakland cedieron el paso a un terrenogris e irregular, y divisó escabrosasmontañas contra el cielo. Llevabatendida en el suelo desde el alba y yahabía vomitado una vez. No conseguíareunir las fuerzas necesarias paralevantarse.

Sonidos a lo lejos… Gritos y el

Page 288: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

chasquido casi inaudible del látigo.Endovier.No estaba preparada.La luz se hizo más intensa cuando

dejaron los árboles atrás. Se alegraba deque Sam no estuviera allí para verla enaquel estado.

Celaena emitió un sollozo tan violentoque tuvo que apretarse el puño contra laboca para evitar que la oyeran.

Jamás estaría lista, ni para Endovierni para la vida sin Sam.

Una brisa se coló en el vagón yrefrescó los hedores de las dos semanaspasadas. Celaena dejó de temblardurante el lapso de un suspiro. Conocíaaquella brisa.

Conocía el helor que transportaba, el

Page 289: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

aroma a pino y a nieve, conocía lasmontañas de donde procedía. Una brisadel norte, un viento de Terrasen.

Tenía que levantarse.Pinos, nieve y veranos dorados y

lánguidos… Una ciudad de luz y músicaa la sombra de las montañas Staghorn.Tenía que levantarse o estaría acabadaantes siquiera de entrar en Endovier.

El carro aminoró la marcha mientrasrebotaba contra el tosco terreno. Unlátigo chasqueó.

–Me llamo Celaena Sardothien… –susurró mirando al suelo, pero loslabios le temblaban tanto que no pudocontinuar.

En alguna parte, alguien empezó a

Page 290: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

gritar. Por el cambio de luz, supo que seestaban acercando a lo que debía de seruna inmensa muralla.

–Me llamo Celaena Sardothien… –volvió a empezar. Resolló entrerespiraciones entrecortadas.

La brisa mudó en viento. Celaenacerró los ojos y dejó que el aire sellevara las cenizas de aquel mundomuerto; de aquella chica extinguida. Yluego no quedó nada salvo algo nuevo,algo incandescente, recién forjado.

Celaena abrió los ojos.Entraría en Endovier. Iría al infierno.

Y no se derrumbaría.Apoyó las palmas de las manos en el

suelo y colocó los pies debajo delcuerpo.

Page 291: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Seguía respirando. Había sobrevividoa la muerte de Sam y se había librado deser ejecutada por el rey. Sobreviviría aaquello.

Celaena se levantó, se volvió hacia laventana y miró directamente elgigantesco muro de piedra que se erguíajusto ante ellos.

Se guardaría a Sam en el corazón, unaluz brillante que sacaría cada vez quelas tinieblas la invadieran. Entoncesrecordaría cómo era sentirse amada,cuando el mundo no albergaba nada másque una gran posibilidad. No importabalo que le hicieran, jamás le podríanarrebatar aquello.

No se rendiría.

Page 292: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Y algún día… Algún día, aunque lecostara el último aliento, averiguaríaquién la había traicionado. A ella. Y aSam. Celaena se enjugó las lágrimasmientras el carro se internaba en lasombra del túnel que cruzaba la muralla.Latigazos, gritos y el repicar de lascadenas. Celaena se puso alerta mientrasempezaba a asimilar todos los detalles.

Irguió los hombros. Enderezó laespalda.

–Me llamo Celaena Sardothien –susurró– y no tengo miedo.

El carro cruzó el muro y se detuvo.Celaena levantó la cabeza.Descorrieron los cerrojos y la puerta

se abrió. Una luz gris inundó aquel

Page 293: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

espacio cerrado. Los guardias laprendieron, meras sombras contra elresplandor. Celaena dejó que lacogieran, que la sacaran del carro.

No tengo miedo.Celaena Sardothien levantó la

barbilla y se internó en las minas de salde Endovier.

Page 294: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Sobre la autora Sarah J. Maas conquistó a miles delectores la primera vez que compartiócon el público Trono de cristal enFictionPress, cuando solo tenía 16 años.Tras recibir más de 200 críticaspositivas y contar con más de 4.000 fansen Facebook, por fin llega la novela enpapel. Un libro que, antes de salir,cuenta ya con miles de seguidores.

Page 295: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

Si quieres saber más sobreCelaena Sardothien,

la asesina de Endovier, note pierdas:

Page 296: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio
Page 297: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

El reino ha convocado a unaasesina.

Dos hombres la aman.Todo el reino la teme.

Pero solo ella puede salvarse a símisma.

El Reino de Endovier ha perdido su

esplendor sometidopor un rey que gobierna desde su trono de

cristal.La única esperanza del reino recae en una

joven asesina

Page 298: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio

que ha sido llamada a palacio. Pero laintención de

la joven no es matar; la asesina más duradel reino

ha acudido para conquistar su libertad.

Te presentamos a CelaenaSardothien.

Bella. Letal. Destinada a lagrandeza.

Page 299: TRONO DE CRISTAL. Micronovela 4. La asesina en el imperio