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PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE EDUCACIÓN- MAESTRÍA EN EDUCACIÓN Cátedra de problemas educativos. Los modelos pedagógicos Pedagogía y formación del espíritu – Análisis desde Rafael Flórez Ochoa Profesor: Rafael Reyes Por. Germán Barahona - Camilo Blanco A. - Lilibeth Mellizo - Rafael Hernández - Oscar Sanabria Febrero 22 de 2011 Como abordar el proceso formativo de nuestros estudiantes desde la concepción pedagógica de Rafael Flórez Ochoa. No es fácil responder a esta pregunta dada la compleja postura axiológica, filosófica, psicológica y pedagógica del autor que estamos reflexionando, cuya escritura no es fácil de abordar ni de comprender. Nuestro intento se inicia identificando una perspectiva evolutiva e histórica, tanto del hombre como de la naturaleza y de un proceso eminentemente humano como es la pedagogía, donde la “formación” es, de alguna forma, una “concentración de las fuerzas vitales sobre el eje de la evolución - la universalidad, la autonomía y la inteligencia” (Flórez, 1994. P. 184), estas dos últimas asimilables a libertad y razón. Se entiende entonces, de acuerdo con Herder, citado por Flórez, a la formación como “proceso de humanización o de ascenso a la humanidad”, situación que sobrepasa el desarrollo de actitudes y

Rel. pedagogia y formacion por barahona, blanco, mellizo, hernandez, sanabria

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REL. PEDAGOGIA Y FORMACION POR BARAHONA, BLANCO, MELLIZO, HERNANDEZ, SANABRIA

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANAFACULTAD DE EDUCACIÓN- MAESTRÍA EN EDUCACIÓN

Cátedra de problemas educativos. Los modelos pedagógicos

Pedagogía y formación del espíritu – Análisis desde Rafael Flórez Ochoa

Profesor: Rafael Reyes

Por. Germán Barahona - Camilo Blanco A. - Lilibeth Mellizo - Rafael Hernández - Oscar Sanabria

Febrero 22 de 2011

Como abordar el proceso formativo de nuestros estudiantes desde la concepción pedagógica de

Rafael Flórez Ochoa. No es fácil responder a esta pregunta dada la compleja postura axiológica,

filosófica, psicológica y pedagógica del autor que estamos reflexionando, cuya escritura no es fácil de

abordar ni de comprender.

Nuestro intento se inicia identificando una perspectiva evolutiva e histórica, tanto del hombre

como de la naturaleza y de un proceso eminentemente humano como es la pedagogía, donde la

“formación” es, de alguna forma, una “concentración de las fuerzas vitales sobre el eje de la evolución -

la universalidad, la autonomía y la inteligencia” (Flórez, 1994. P. 184), estas dos últimas asimilables a

libertad y razón.

Se entiende entonces, de acuerdo con Herder, citado por Flórez, a la formación como “proceso

de humanización o de ascenso a la humanidad”, situación que sobrepasa el desarrollo de actitudes y

talentos propios del individuo y es, en realidad, un proceso interior en permanente desarrollo por el cual

“uno se apropia por entero y perdurablemente de aquello en lo cual y por lo cual uno se forma” .

Esto significa que, diferente a otros seres de la naturaleza, el hombre no está determinado sino

que, paradójicamente su “destino” existencial es formarse, trascendiendo de lo obvio e inmediato hacia

la generalización: a la “universalidad” que le permita “convertirse en un ser espiritual capaz de asumir

sus propios deseos, necesidades e intereses” utilizando el trabajo o la reflexión teórica; que a su vez le

exige abrirse al otro “con sentido general y comunitario, con tacto y sensibilidad artística, capacidad de

buen juicio y sentido común”.

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Esta postura de Flórez, eminentemente histórica y con el soporte teórico de Heidegger, es una

franca contraposición a las concepciones racionalistas de la modernidad. Y se relaciona con una

temporalidad, que en el sentido humano y pedagógico, implica la existencia de una tradición, a la cual el

docente y el alumno se aproximan cuando constituyen la relación y la comprensión pedagógicas.

En párrafos siguientes ahondaremos en el concepto de comprensión. Por ahora, estamos de

acuerdo en que la tradición que acabamos de mencionar permite mantener a la pedagogía con una

significación histórica (ausente en movimientos como la escuela nueva con su puerocentrismo), desde la

cual se mantengan posturas sobre las cuales se soporta la práctica pedagógica (por ejemplo las

relaciones de autoridad del maestro, el respeto de la relación docente-alumno) que obviamente,

tensionan el concepto de formación.

Uno de estos aspectos básicos referentes a la formación, podríamos concretarlo al mencionar

que está soportada en la trasmisión de un bagaje cultural de una generación a la siguiente (tal como lo

consideraba Durkheim), donde se comprendería el concepto de “tradición” de Flórez; y aceptaríamos,

efectivamente, que la enseñanza y la formación siempre son tradición; más aún, tradición clásica, donde

las posturas “clásicas” lo son porque han trascendido en el tiempo, porque de alguna forma no han

pretendido ser únicas, completas, exhaustivas o verdaderas frente a las demás. La formación entonces

se exige el no olvidar y, por el contrario, volver al “placer y sentido de actualidad de Herbart, Pestalozzi,

Froebel o Montessori” pues “ningún pedagogo pasa de moda”.

La formación por supuesto no tendría cabida en un escenario donde se desconociera el

presente, pero para Flórez el criterio principal no es tanto el avance cognitivo, como el mantener la

esencialidad histórica: lo que se busca es reconocer, desde la historicidad, lo que es más importante de

cada época o de cada modelo pedagógico como “ejemplaridad normativa y … calidad y plenitud

concentrada de la expresión cultural humana”; así, podemos mostrar al docente y al alumno la razón

por la cual estas épocas o modelos han podido sobrevivir, entre otras de sus cualidades por el “poder

vinculador de su validez que lo coloca al frente de toda reflexión histórica”. Ello no implica que

agotemos la pedagogía en lo clásico o lo tradicional , y de otra forma, apreciemos la realidad actual, de

manera que vivamos la pedagogía como una disciplina científica dinámica y en construcción.

Queremos mostrar ahora la relación que entiende Flórez entre la formación y comprensión;

resaltamos el término “comprensión” pues implica en sí mismo una historicidad, un pasado y un

presente, unas anticipaciones y unas previsiones que le son propias tanto al “horizonte del cognoscente

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y el horizonte de lo conocido …. que se interestructuran mutuamente”. Esta relación, que puede originar

mal entendidos o comprensiones inadecuadas, exige a quienes están en la comprensión pedagógica, el

mantenerse abiertos a la opinión de los otros, con actitud receptiva, permitiendo que “la otra opinión se

presente en su alteridad”.

No es el anterior párrafo un listado de frases inconexas con nuestra tarea de comprender la

formación, puesto que en ellas estamos reafirmando la postura del autor en cuanto a que la

comprensión implica el desplazamiento hacia la posición en la cual la otra persona ha generado su

propia opinión; y lo que se busca es “un acuerdo comunitario” sobre los contenidos, pero también sobre

los sentidos y los procesos. Obviamente este es un planteamiento con una clara perspectiva formativa

donde la relación con los otros, con los datos y con el conocimiento no están centrados en percepciones

espontáneas de algunos rasgos típicos (que, anticipando el comportamiento del otro buscan utilizarlo o

manipularlo a conveniencia); o a través de observaciones sistemáticas que buscar objetivizar el

comportamiento del otro (y al analizar sus regularidades intentar estandarizar, medir, cosificar y

manipular la personalidad del otro); o reconociendo al otro como persona mediante una reciprocidad

dialéctica y de mutuo reconocimiento (pero en la búsqueda de salir ganancioso en cada demanda que se

oponen como contraprestación, con clara intención de dominación).

Por el contrario, Flórez propone, como punto central de la comprensión de otro, una relación

donde las diferencias no sean obstáculo y ruta para eliminar al otro, sino para interpelarlo a manera de

pregunta comprensiva con la cual se le pueda conocer, dejarse hablar por él permitiéndole su alteridad,

sin menospreciar sus pretensiones; de manera que, como maestro se permita oír al alumno, que hable y

así aproximarse a su pretensión de verdad; entendiendo que exige al docente una apertura crítica

incluso de sus mismas concepciones.

Pero es esa concepción evolutiva, histórica, cultural, tradicional, crítica y comprensiva del ser del

alumno, mostrada y vivida por el maestro, la que permite la formación, pues es una franca apertura, a

la cual nos acogemos para formar a los alumnos ya que “…es mucho más ejemplarizante para la

verdadera formación de los estudiantes que la ingenua imposición de valores”; acompañada además de

la innegable “condición afectiva del conocimiento”, pues consideramos que apertura y empatía son ejes

centrales de la relación y comprensión pedagógicas, bases conceptuales sobre las que este texto ha

mostrado esta compleja perspectiva de la formación.

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REFERENCIA

Flórez, Rafael. (1994). “Pedagogía y formación del espíritu”. En Hacia una pedagogía del conocimiento.

McGraw-Hill, Santa fé de Bogotá.