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"La felicidad es un pájaro azul que una tarde se nos posó en la palma caliente de la mano, y nos dejó como la huella de un paraíso perdido que nunca nadie alcanzó y con el que todos, en algún momento, dormidos o en estado de vigilia, soñamos" 1. Introducción De esta manera tan gráfica introduce Esperanza Guisán su personal descripción de este inefable concepto tan profusamente empleado en la literatura. La autora ofrece como corolario de su Manifiesto Hedonista la conclusión de que es la felicidad lo que constituye el sentido de la vida, y que es precisamente su promoción lo que justifica todas las actuaciones humanas individuales y colectivas. Estas palabras evocan a las aportadas por Aristóteles cuando habla del " Sumo Bien" y la " Felicidad Suma" como el final, o más bien la finalidad, del camino en el transcurrir vital humano. El filósofo sostiene que la felicidad es el único valor final y suficiente en sí mismo. Final en tanto en cuanto todo lo demás no es más que un medio para alcanzarla, y suficiente porque, una vez conseguida, nada más es deseado. Esta propiedad de drive o impulsor fue, entre otras cosas, lo que motivó el que en 1973 se introdujera un término tan vago como éste en el Psychological Abstracts International. Posteriormente, debido a su carácter difuso y a sus connotaciones filosóficas, progresivamente ha ido dando paso en el vocabulario psicológico a los conceptos algo más operativos de "bien-estar personal" (well- being) o de "satisfacción con la vida" (Fierro, 2000). Incluso, algunos autores (Headey, Holmstron y Wearing, 1985) han complementado éstos con el antagónico "mal-estar" (ill-being), sobre los que proponen modelos explicativos de los factores que están en su base. Esta introducción tardía de la "felicidad" o el "bienestar subjetivo" como "asuntos" de interés de la psicología ha obedecido tanto a la inaprensibilidad del concepto, objeto del afanoso estudio de numerosos pensadores, como a la destacada orientación terapéutica de esta disciplina. Su pretensión restauradora ha hecho que se haya ocupado más del conocimiento de los estados psicológicos mórbidos, que del estudio de los factores que favorecen el desarrollo del bienestar personal y el

El Bienestar Subjetivo

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"La felicidad es un pájaro azul que una tarde se nos posó en la palma caliente de la mano, y nos dejó como la huella de un paraíso perdido 

que nunca nadie alcanzó y con el que todos, en algún momento, dormidos o en estado de vigilia, soñamos"

1. Introducción

    De esta manera tan gráfica introduce Esperanza Guisán su personal descripción de este inefable concepto tan profusamente empleado en la literatura. La autora ofrece como corolario de su Manifiesto Hedonista la conclusión de que es la felicidad lo que constituye el sentido de la vida, y que es precisamente su promoción lo que justifica todas las actuaciones humanas individuales y colectivas. Estas palabras evocan a las aportadas por Aristóteles cuando habla del " Sumo Bien" y la " Felicidad Suma" como el final, o más bien la finalidad, del camino en el transcurrir vital humano. El filósofo sostiene que la felicidad es el único valor final y suficiente en sí mismo. Final en tanto en cuanto todo lo demás no es más que un medio para alcanzarla, y suficiente porque, una vez conseguida, nada más es deseado. Esta propiedad de drive o impulsor fue, entre otras cosas, lo que motivó el que en 1973 se introdujera un término tan vago como éste en el Psychological Abstracts International. Posteriormente, debido a su carácter difuso y a sus connotaciones filosóficas, progresivamente ha ido dando paso en el vocabulario psicológico a los conceptos algo más operativos de "bien-estar personal" (well-being) o de "satisfacción con la vida" (Fierro, 2000). Incluso, algunos autores (Headey, Holmstron y Wearing, 1985) han complementado éstos con el antagónico "mal-estar" (ill-being), sobre los que proponen modelos explicativos de los factores que están en su base.

    Esta introducción tardía de la "felicidad" o el "bienestar subjetivo" como "asuntos" de interés de la psicología ha obedecido tanto a la inaprensibilidad del concepto, objeto del afanoso estudio de numerosos pensadores, como a la destacada orientación terapéutica de esta disciplina. Su pretensión restauradora ha hecho que se haya ocupado más del conocimiento de los estados psicológicos mórbidos, que del estudio de los factores que favorecen el desarrollo del bienestar personal y el mantenimiento de una vida deseable. No cabe duda de que a esta desconsideración -que, ni siquiera, abandono-, ha contribuido la orientación experimental de esta rama del conocimiento que, desde sus inicios, y bajo una perspectiva, en muchas ocasiones, excesivamente comportamental, excluyó de su foco de interés todos aquellos temas en los que, como en éste, el componente valorativo o subjetivo tuviera un peso tan relevante.

    Fieles a esta tradición positivista, una buena parte de los estudios iniciales en esta área de conocimiento se centraron en aspectos externos. En ellos se analizaban las condiciones de vida que favorecían el bienestar objetivo, conocido como " welfare" en el ámbito anglosajón. Así, inicialmente se

adoptó el término "nivel de vida" para hacer referencia a estas condiciones que, en un principio, se circunscribían a lo puramente económico. El concepto de nivel de vida tenía como marco de referencia el Estado de bienestar (Welfare State) y las políticas que a él se encaminaban. Esta orientación trajo consigo la introducción del término "calidad de vida", inicialmente cuantitativo y que, d sde la década de los setenta, ha dado lugar a numerosos estudios. Aún en la actualidad esta relación entre variables económicas y bienestar subjetivo es objeto de atención por parte de los investigadores (Fuentes y Rojas, 2001; Rogers y DeBoer, 2001).

    Reflejo de esta tendencia fue la creación en 1974 del Social Indicators Research, revista especializada en el estudio de la calidad de vida y del bienestar personal con una fuerte tradición economicista que, como su propio nombre indica, tuvo inicialmente una orientación fundamentalmente objetiva. En varios países se iniciaron encuestas periódicas de calidad de vida: por ejemplo, la Encuesta de Nivel de Vida en Suecia, la Encuesta Social General en los Estados Unidos o el semestral Eurobarómetro de la anteriormente denominada Unión Europea. Los resultados de tales actividades son presentados generalmente en informes de indicadores sociales periódicos, como los Informes Socioculturales cuatrimestrales en los Países Bajos. Este florecimiento de informes socioeconómicos es definido por Dudley Duncan como el "Movimiento de los indicadores sociales" (Duncan, 1969). Han sido y son numerosas las categorizaciones de indicadores objetivos de calidad de vida que han aparecido (Andrews y Withey, 1976; Bauer, 1966; Michalos, 1980; Smith, 1973). En ellas se incluyen áreas como: ingresos, salud, empleo, vivienda, condiciones del entorno, etc.

    La calidad de vida, de esta manera, ha sido identificada con el bienestar social y, debido a la equiparación de éste con el bienestar económico, no son pocos los que la han ligado con los indicadores socioeconómicos macrosociales desde la perspectiva de distribución política de los recursos o, como afirma Veenhoven (1994), desde la conocida como ingeniería social. En esta línea, Drewnowski la define en sus trabajos para el Desarrollo Social de las Naciones Unidas como: "el estado o grado de bienestar tal como existe y puede ser medido en un momento dado", reduciéndola a lo que él mismo denomina "bienestar medible", concepto necesariamente cuantitativo por definición. Paralelamente, durante las pasadas décadas, un gran número de investigadores se han dedicado a analizar los correlatos demográficos y las variables que se vinculaban con el bienestar humano. Esto ha dado lugar a estudios en los que se examinan las diferencias personales en esta variable atendiendo a factores también objetivos como sexo, edad, clase social, estado civil, salud, nivel de ingresos, etc. Una muestra de este enfoque es la conclusión aportada por Wilson (1967) en su famoso estudio sobre las variables y características personales vinculadas a la felicidad. Según este autor:

"La persona feliz se muestra como una persona joven, saludable, con una buena educación, bien remunerada, extravertida, optimista, libre de preocupaciones, religiosa, casada, con una alta autoestima, una gran moral del trabajo, aspiraciones modestas, perteneciente a cualquier sexo y con una inteligencia de amplio alcance" (p. 294).

    Según Veenhoven (1994), la "calidad de vida" denota dos significados. Por una parte la presencia de condiciones consideradas necesarias para una buena vida y, por otra, la práctica del vivir bien como tal.

    Esta segunda acepción abre la puerta a la consideración de factores dependientes en mayor medida de la actuación y percepción del propio sujeto sobre su vida que de las condiciones objetivas en las que se desarrolla ésta. En este mismo sentido, Lawton (1983) quiso hacer hincapié en la perspectiva psicológica de la calidad de vida, introduciendo el concepto de "buena vida" o "buen vivir", tres de cuyos cuatro componentes son de contenido fundamentalmente psicológico. 

    Según este autor, la competencia conductual hace referencia a una capacidad funcionar de salud adecuada, un buen comportamiento social, unas funciones mentales preservadas, etc. El bienestar psicológico, incluiría la congruencia entre los objetivos deseados y alcanzados en la vida, un buen estado de ánimo y un nivel afectivo óptimo. En cuanto a la calidad de vida percibida, consiste en la satisfacción de la persona consigo misma, con la familia y los amigos, con su trabajo, las actividades que realiza, el lugar donde vive, etc. Por último, dentro del medio ambiente objetivo se engloban

todas las características físicas del entorno donde se desarrolla la vida del sujeto.

    Se puede observar como, de un modo progresivo, al concepto de calidad de vida se le irán incorporando componentes más subjetivos. Este hecho es destacado por Casas (1991):

"En la esfera de los investigadores de los fenómenos sociales, a lo largo de la década de los sesenta, el concepto de calidad de vida se fue vinculando a una noción que incorpora medidas psicosociales de la realidad, medidas que inicialmente se denominaron "subjetivas": percepciones y evaluaciones sociales relacionadas con las condiciones de vida de las personas, y que pueden incluir aspectos tan delicados de medir como son los sentimientos de felicidad, satisfacción, etc." (p. 657).

    Esta diferenciación de la dimensión objetivo-subjetiva, trajo consigo la intensificación del nivel de análisis individual frente al social o estructural. Será esta acentuación de componentes internos la que permita el abordaje del bienestar humano en su dimensión subjetiva, estudiándolo desde el punto de vista de la propia persona. Como afirma Argyle (1993), el bienestar subjetivo representa la principal aportación de la psicología al estudio de la calidad de vida. Según él:

"Son varios los movimientos que han estado relacionados con la calidad de vida. Por ejemplo, los economistas del desarrollo miden la calidad de vida de los países en vías de desarrollo por su renta per cápita, porcentaje de empleados, longevidad y educación. La psicología puede añadir otra medida -el bienestar subjetivo. No es bueno hacer a las personas más ricas si no se las hace también más felices." (p. 5).

    Esta concepción justifica la introducción del bienestar subjetivo o personal (a lo largo del texto se empleará igualmente el término "bienestar personal" aludiendo a su dimensión subjetiva) como uno de los elementos relevantes en el estudio de la calidad de vida. Es desde esta perspectiva desde la que se plantea el presente trabajo teórico. En el que se ofrece inicialmente una ubicación conceptual del término y de sus dimensiones estructurales. Posteriormente se acomete la compleja tarea de tratar de compendiar las diferentes variables tenidas en cuenta en los numerosos estudios que han analizado los factores que afectan en mayor o menor medida al bienestar subjetivo. Por último, son expuestas una serie de concepciones teóricas y modelos desde los que se ha tratado de explicar la naturaleza de este concepto.

2. ¿Qué es el bienestar subjetivo y qué elementos lo componen?

    En opinión de Diener (1994), este área de estudio tiene tres elementos característicos, a saber: su carácter subjetivo, que descansa sobre la propia experiencia de la persona; su dimensión global, pues incluye una valoración o juicio de todos los aspectos de su vida; y la necesaria inclusión de medidas positivas, ya que su naturaleza va más allá de la mera ausencia de factores negativos.

    Las definiciones de bienestar subjetivo a menudo no aparecen explícitas en la literatura. Son muchos los autores que han tratado de definir la felicidad o el bienestar. Según Diener y Diener (1995) estas concepciones se pueden agrupar en torno a tres grandes categorías. La primera describe el bienestar como la valoración del individuo de su propia vida en términos positivos, esta agrupación es la relativa a la "satisfacción con la vida". Una segunda categoría, incide en la preponderancia de los sentimientos o afectos positivos sobre los negativos. Este punto de vista fue iniciado por Bradburn (1969) con el desarrollo de su Escala de Balance Afectivo. Para este autor la felicidad resulta del juicio global que la gente hace al comparar sus sentimientos positivos con los negativos. La definición de bienestar desde esta perspectiva está más cercana al uso cotidiano que se hace de este término, según éste, una persona es más feliz cuando en su vida predomina la experiencia afectiva positiva sobre la negativa. Frente a esto, la última de estas tres concepciones, más cercana a los planteamientos filosófico-religiosos, concibe la felicidad como una virtud o gracia. Las definiciones bajo esta última perspectiva se pueden considerar normativas, ya que no se contempla como un bienestar subjetivo sino más bien como la posesión de una cualidad deseable (Coan, 1977). En este sentido, cuando Aristóteles y los filósofos clásicos hablan de la eudaemonia, la consideran como un estado deseable al que sólo se puede aspirar llevando una vida virtuosa o deseable, calificada como tal desde un particular sistema de valores.

    Los científicos sociales han basado sus estudios principalmente en las dos primeras aproximaciones. Así, una gran parte se han ocupado de estudiar los aspectos que llevan a una persona a evaluar positivamente su existencia. En este sentido, Veenhoven (1984) define el bienestar subjetivo como el grado en que una persona juzga de un modo general o global su vida en términos positivos o, en otras palabras, en qué medida la persona está a gusto con la vida que lleva. Según Veenhoven, el individuo utiliza dos componentes en esta evaluación, sus pensamientos y sus afectos. El componente cognitivo, la satisfacción con la vida, representa la discrepancia percibida entre sus aspiraciones y sus logros, cuyo amplio rango evaluativo va desde la sensación de realización personal hasta la experiencia vital de fracaso o frustración. El elemento afectivo constituye el plano hedónico, es decir, el que contiene el agrado experimentado por la persona con sus sentimientos, emociones y estados de ánimo más frecuentes. Estos componentes en cierta medida están relacionados. Una persona que tenga experiencias emocionales placenteras es más probable que perciba su vida como

deseable y positiva. Así mismo, los sujetos que tienen un mayor bienestar subjetivo son aquellos en los que predominan esta valoración positiva de sus circunstancias y eventos vitales; mientras que los "infelices" serían los que valoran la mayor parte de estos acontecimientos como perjudiciales. En este sentido, la satisfacción con la vida y el componente afectivo del bienestar subjetivo tienden también a correlacionar porque ambos elementos se hallan influidos por la valoración que realiza el sujeto acerca de los sucesos, actividades y circunstancias en general en las que se desarrolla su vida. No obstante, necesariamente también han de diferir, ya que así como la satisfacción con la vida representa un resumen o valoración global de la vida como un todo, el balance afectivo depende más de las reacciones puntuales a eventos concretos que acontecen en el curso de la vida.

    En un análisis más profundo del componente cognitivo, algunos autores (Cummins, 1996; Cummins, McCabe, Romeo y Gullone, 1994) han propuesto el uso de diferentes dominios a la hora de descomponer los juicios que las personas realizan sobre sus vidas. En este sentido, Cummins (1996), después de revisar veintisiete definiciones relativas a calidad de vida, estableció los siguientes dominios o áreas relevantes en este proceso de valoración: bienestar material, salud, productividad, intimidad, seguridad, comunidad y bienestar emocional. Uno de estos estudios es el realizado por Bharadwaj y Wilkening (1977), en el que se establece que la valoración o juicio sobre la satisfacción con la vida se haya determinada, por este orden, con la satisfacción experimentada con los siguientes dominios: familia (r = .50), condiciones de vida (r =.46), trabajo (r = .45), salud (r = .41), actividades de ocio (r=.41) e ingresos (r =.39). Así mismo, Diener y otros (1999) han diferenciado dentro del componente cognitivo entre una satisfacción con la vida en términos globales y con una serie de dominios de satisfacción concretos (Ver Tabla 1). Como posteriormente también se atenderá, Michalos (1985) en su Teoría de las Discrepancias Múltiples ha considerado igualmente la complejidad de este componente evaluativo. Este autor ha contemplado no ya dominios o áreas específicas sino diferentes referentes o puntos de comparación a la hora de estudiar el proceso que lleva a una persona a establecer un juicio entre sus aspiraciones y los logros alcanzados en la vida. Igualmente cabe hacer distinciones en cuanto a los diferentes afectos. Estas diferenciaciones van más allá de su cualidad positiva o negativa. Así queda reflejado en el Modelo Circumplejo de la Emoción (Kercher, 1992) que posteriormente se comentará. En él, la dimensión Desagradable-Agradable se ve acompañada de la relativa a la Alta-Baja activación del estado afectivo, lo que da lugar a cuatro categorías diferenciadas de afectos.

    Dejando a un lado tanto las concepciones más vinculadas a tradiciones filosóficas como análisis de estudios más moleculares, la revisión de los estudios sobre bienestar subjetivo muestra que hay un gran acuerdo en cuando a los elementos integrantes de la estructura del bienestar subjetivo.

La mayor parte de los autores coinciden en la consideración de estos tres componentes: satisfacción con la vida, afecto positivo y afecto negativo. Cabe considerar, por tanto, 

Tabla 1. Componentes del Bienestar Subjetivo. Fuente: Diener, Suh, Lucas y Smith (1999).

dos grandes dimensiones. La primera de ellas se identifica como el componente cognitivo, mientras que los dos restantes corresponden al polo emocional o afectivo. No faltan sin embargo autores relevantes, como es el caso de Ryff (1989, 1995), que opten por ampliar estas dimensiones, haciendo especial hincapié en la aceptación y crecimiento personal del individuo así como en la adaptación e integración en su ambiente social. Lo que da lugar a una estructura integrada por dimensiones como: autoaceptación, crecimiento personal, sentido/propósito en la vida, relaciones positivas con los otros, autonomía y control sobre el medio.

    Todo esto evidencia la dificultad de reducir un concepto tan complejo y multifacético como es éste. En un intento de concreción, si se atiende al consenso generado en torno a los dos grandes componentes mencionados, el bienestar subjetivo se podría definir como el resultado de la valoración global mediante la cual, a través de la atención de elementos de naturaleza afectiva y cognitiva, el sujeto repara tanto en su estado anímico presente como en la congruencia entre los logros alcanzados y sus expectativas sobre una serie de dominios o áreas vitales así como, en conjunto, sobre la satisfacción con su vida.

    En todo curso de conocimiento se hace necesario acompañar los procesos de síntesis o conceptualización con tareas de análisis o descomposición. Así, y a modo de símil arqueológico, una vez ahitada y delimitada el área de excavación, se precisa comenzar a profundizar a niveles cada vez más hondos, que nos ayuden a tener un conocimiento más detallado de lo que allí se halla asentado. Por este motivo, a continuación se hará referencia a las cuatro diferenciaciones o ejes que Chamberlain (1988) ha propuesto en su análisis de la estructura del bienestar subjetivo. Estas dimensiones permitirán conocer de un modo más fino las numerosas piezas que componen este complejo puzle. Los ejes sugeridos son los siguientes: afectivo-cognitivo; positivo-negativo; frecuencia-intensidad e interno-externo.

Bienestar subjetivo: midiendo satisfacción vital, felicidad y salud en población chilena de la Región Maule1

 

Emilio Moyano Díaz (*), Nadia Ramos Alvarado (**)

(*) Dr. en Psicología por la Université Catholique de Louvain, Bélgica. Facultad de Psicología, Universidad de Talca, Chile. (**) Mag. (c) Psicología Clínica. Facultad de Psicología, Universidad de Talca, Chile.

Correos electrónicos: emoyano@utalca. cl - nramos@utalca. cl

RESUMEN

El propósito en este trabajo es evaluar el bienestar subjetivo a través de sus componentes cognitivo (satisfacción general y por dominios) y afectivo (felicidad), y analizar su relación con variables sociodemográficas. Se evaluó a 927 personas, trabajadores y estudiantes, entre 17 y 77 años, por medio de tres instrumentos.

Los resultados muestran que en general las personas están satisfechas con su vida, siendo la familia la principal fuente de felicidad. Se encontró que las personas casadas se encuentran más felices y satisfechas que las solteras, y que las personas jóvenes presentan menor nivel de felicidad y satisfacción que las personas mayores. Respecto a la autoevaluación de salud general y física no se observan diferencias entre hombres y mujeres, sin embargo, las mujeres presentan una evaluación más negativa que los hombres respecto de su salud mental. Ni hombres ni mujeres dejarían de trabajar fuera de casa si pudieran hacerlo. Por último, se encontró una relación directa y significativa entre felicidad, autoevaluación de salud y satisfacción vital. Se discuten estos hallazgos respecto de los obtenidos internacionalmente.

Palabras claves: Bienestar subjetivo - Satisfacción vital y felicidad

ABSTRACT

The purpose in this study is to evaluate the subjective well-being through its cognitive components, measured as general satisfaction and its domains, and its affective components, measured as happiness, and analyze the relationship with sociodemographic variables. The sample was formed by 927 people, workers and students, between 17 and 77 years old, who answered three instruments.

Results indicate that the persons are satisfied with their life, being their family the principal source of happiness. Married people are happier and more satisfied than singles, and younger persons have lower level of happiness and satisfaction than older persons.

Regarding to self-perceived health, men and women did not differ in their perception on general or physical health, although women reported a more negative perception about their mental health than men.

Neither men nor women would stop working out of house if they could do it. Finally, a direct and significant relation was found between happiness, self-reported health and vital satisfaction, which is supported by other studies in the field.

Key words: Subjective well-being - Vital satisfaction and happiness

INTRODUCCIÓN

Los conceptos de calidad de vida (C. V. ), bienestar subjetivo (B. S. ), satisfacción vital (S. V. ) y felicidad, son característicos del enfoque teórico denominado psicología positiva (Diener, Suh, Lucas y Smith, 1999; Diener, 1994; Diener, 1998; Avia y Vásquez, 1998, Barrientos 2005). La calidad de vida es un concepto polisémico, habiendo sido definido en psicología de modos tan distintos como bienestar subjetivo, felicidad, satisfacción y, aunque éstos tienen distintos significados, en la mayoría de los estudios son utilizados de manera indiferenciada (Veenhoven, 1994; Palomar, 2004; García-Viniegras y González, 2000). No obstante esto, predominantemente se concibe la calidad de vida como un constructo multidimensional, que incluye componentes objetivos y subjetivos, relativos a diversos ámbitos de la vida (Cummins y Cahill, 2000). Una definición integradora de C. V. es la de Ardila (2003): ". . . un estado de satisfacción general, derivado de la realización de las potencialidades de la persona. Posee aspectos subjetivos y objetivos. Es una sensación subjetiva de bienestar físico, psicológico y social. Incluye como aspectos subjetivos la intimidad, la expresión emocional, la seguridad percibida, la productividad personal y la salud percibida. Como aspectos objetivos el bienestar material, las relaciones armónicas con el ambiente físico, social y con la comunidad, y salud objetivamente percibida".

Su dimensión objetiva refiere a disponibilidad de bienes y servicios para cada quién, mientras la subjetiva refiere a la valoración de aquello en relación a la propia vida. Algunos autores plantean que la C. V. incluye al bienestar como componente subjetivo del concepto (Liberalesso, 2002, García-Viniegras y González, 2000), el que a su vez estaría conformado por aspectos cognitivos y afectivos (Diener, 1994; Diener, Suh, Lucas y Smith, 1999). El componente cognitivo del bienestar sería la satisfacción vital, ya sea de manera global o por dominios específicos, y el componente afectivo refiere a la presencia de sentimiento positivos, lo que algunos autores denominan felicidad (Arita, 2005). En una dirección distinta

a la precedente, hay quienes postulan a la felicidad como concepto mayor, inclusivo del bienestar y la satisfacción (Cuadra y Florenzano, 2003).

A modo de ordenamiento de estos conceptos proponemos un modelo en la Figura 1 -cuya primera versión tuvo su origen en el trabajo preliminar de Moyano, Acevedo y Avendaño (2006)- en el que se especifica mediante asteriscos las variables que son objeto de evaluación empírica del presente estudio.

  

El concepto de satisfacción vital (última columna) como componente cognitivo del B. S. ha sido definido como la valoración positiva que la persona hace de su vida en general, o de aspectos particulares de ésta (familia, estudios, trabajo, salud, amigos, tiempo libre)(Diener, 1994; García, 2002; Diener, Suh, Lucas y Smith, 1999, García-Viniegras y González, 2000; Liberalesso, 2002), siendo los dominios de funcionamiento más cercanos e inmediatos a la vida personal de los individuos los que tendrían mayor influencia sobre el bienestar personal. Así, las personas evalúan su estado actual con las expectativas de futuro que tienen para sí mismas dónde la satisfacción es la discrepancia percibida entre sus aspiraciones y sus logros (García-Viniegras y González, 2000; Veenhoven, 1994). La satisfacción sería un estado psicológico resultante de la transacción entre el individuo (personalidad), y su entorno micro social (estado civil, familia, participación social, satisfacción laboral, apoyo social), y macro social (ingresos, cultura) (Díaz, 2001; García-Viniegras y González, 2000).

Existe evidencia empírica de que los aspectos cognitivos y afectivos del bienestar están relacionados (Diener, 1994; Michalos, 1986), donde el aspecto afectivo del bienestar subjetivo ha sido estudiado por la presencia o ausencia de afectos (positivos y negativos). Sin embargo, existen dificultades para evaluar esta relación dividiéndose las posiciones entre quienes sostienen que son componentes independientes de quienes afirman que son aspectos relacionados (ver Diener, 1994).

En lo que concierne al concepto de felicidad, se ha propuesto que se trata de un estado psicológico de tipo emocional y cognitivo de las personas, que se encuentra distribuido en las poblaciones de los países independientemente del nivel de desarrollo alcanzado por éstos. Así, tanto en países muy ricos como muy pobres se encuentra gente feliz y además,

al interior de ellos hay gente feliz independientemente de su nivel educacional e ingresos económicos (Argyle, 1992). Aunque de indiscutible valor per se, alentar la felicidad y bienestar en las personas es deseable también porque ambos estados están asociados a salud física y mental, a creatividad, y, muy principalmente, porque se tornan factores protectores de depresión y de suicidio, entre otros fenómenos psicopatológicos. Existe alguna evidencia proveniente de estudios longitudinales de más de 20 años en población europea finlandesa, que muestran que el nivel de felicidad es un muy significativo predictor del suicidio tanto para hombres como para mujeres (Koivumaa-Honkanar, Honkanar, Koskenvuo, y Kaprio, 2003).

Siguiendo la figura 1, en el presente estudio mediremos la satisfacción vital (general y por dominios), y la felicidad, y analizaremos su relación con la edad, el sexo, el estado civil y la ocupación en los dominios de la salud, el trabajo y la familia. A continuación se sintetiza alguna información respecto de estas variables en el orden siguiente: salud, trabajo, familia, satisfacción consigo mismo y satisfacción interpersonal, ocio, ingresos económicos.

La valoración personal de la propia salud es más importante que la salud per se (percepción experta) cuando se la relaciona con el bienestar (Arita, 2005; Diener, 1994; Argyle, 1993). La relación entre salud percibida y bienestar varía con la edad, las personas a medida que envejecen van ajustando sus metas según sus posibilidades (García, 2002; Liberalesso, 2002; Veenhoven, 1994). Así, el impacto de la salud depende de la percepción que tiene la persona de su situación particular, donde una mala salud podría influir negativamente en el bienestar si interfiere en la consecución de las metas personales (Diener et al., 1999). Por otro lado, diversos estudios indican que las personas felices o que presentan alto afecto positivo, reportan menos sintomatología en el ámbito de la salud física y mental, y mejor funcionamiento social (Lyubomirsky, King y Diener, 2005). Los estudios que vinculan la salud y el bienestar muestran que la relación entre estas variables no es directa, ya que las medidas objetivas de salud-enfermedad y el bienestar pueden estar mediadas por factores como la adaptación a la enfermedad, la comparación social que se realiza y la importancia que cada quien le da a su estado de salud (Diener et al., 1999; Avia y Vásquez, 1998; Barrientos, 2005).

La satisfacción con el trabajo se encuentra relacionada con el bienestar (Diener, 1994; Diener et al., 1999; Argyle, 2003; Barrientos, 2005) dónde, por cierto, quienes están cesantes son menos felices que los trabajadores activos y presentan más estrés y menos satisfacción (Diener et al., 1999). Los efectos dañinos de la cesantía se registran con más fuerza aún en sociedades con una alta tasa de empleo, dónde estar sin trabajo es considerado un fracaso personal (Argyle, 1999). Por otro lado, las personas que tienen trabajo y están más satisfechas respecto de su empleo son aquellas que desempeñan trabajos profesionales de su interés (Argyle, 1999, 2003). La satisfacción laboral se relaciona significativamente con la edad, de modo que las personas de mayor edad reportan menor satisfacción laboral (Sánchez y Quiroga, 1995). En mujeres de edad mediana, se reporta que su satisfacción se relaciona significativamente con la escolaridad, los sentimientos de soledad y la insatisfacción con el trabajo que realiza, así, el displacer con el trabajo aumenta considerablemente laposibilidad de evaluarse como insatisfecha (Díaz, Alonso y Bayarre, 2002). La satisfacción con el trabajo esta relacionada con la felicidad con correlaciones que van de 0, 3 a 0, 5 (Veenhoven et al., 1994), existiendo también evidencia de que la felicidad conduce a comportamientos que producen éxito en el trabajo, las relaciones sociales y la salud (Lyubomirsky, King y Diener, 2005). Por su parte Moyano Díaz, Castillo & Lizana (2006) midiendo bienestar subjetivo en trabajadores de comercio informal han reportado que aún en condiciones de precariedad los trabajadores pueden reportar satisfacción respecto de algunas características de su trabajo, valorando positivamente aspectos tales que la autonomía y libertad que son propios de aquel tipo de trabajo.

Respecto del ámbito familiar, Sánchez y Quiroga (1995) reportan que la relación entre satisfacción familiar y laboral se encuentra mediada por la edad, el sexo, y la existencia de hijos. Así, en las mujeres, en las parejas sin hijos, y en las personas menores de 37 años existe congruencia entre ambos aspectos -hay satisfacción o insatisfacción familiar y laboral-, pero entre los hombres, las parejas con hijos y las persones mayores de 38 años es más común la incongruencia (hay satisfacción en un ámbito y no en el otro). A medida que avanza el ciclo vital familiar, la satisfacción familiar y la laboral se hacen independientes. Se ha encontrado que los hombres perciben que el ámbito laboral invade el familiar, donde los problemas propios del trabajo y el exceso de tiempo consagrado a él son causantes de insatisfacción familiar. Las mujeres en cambio, perciben que la falta de apoyo y reconocimiento a su trabajo por parte de su pareja afectan su satisfacción laboral. El patrón de insatisfacción familiar para los hombres se relaciona con los hijos, el trabajo y las dificultades económicas, mientras que para las mujeres, se asocia a la insatisfacción con el cónyuge y las tareas domésticas (Quiroga y Sánchez, 1997).

El análisis de la condición civil de las personas mostró en estudios iniciales que hombres y mujeres no difieren en sus niveles de felicidad (Argyle, 1992), aunque no era posible identificar cuáles eran las fuentes dela misma y si ellas son distintas o no según género. Por otro lado, el estado civil (variable relacionada con otra que es el estilo de vida) si ha mostrado diferencias, así, se ha observado que las personas solas -solteras y viudas, entre otras- son menos felices que las casadas, y que la satisfacción con la vida va en aumento conforme aumenta la edad (Argyle, 1992). Si bien las personas casadas son más felices que las solteras, este resultado no es muy fuerte y su dirección causal aún se encuentra en estudio dónde, además, la calidad de la relación matrimonial es un indicador importante de la satisfacción (Diener, 1994; Diener et al., 1999; Avia y Vásquez, 1998, Barrientos, 2005, García, 2002). En relación al estado civil y género, algunos estudios indican que las mujeres casadas reportan estados de satisfacción más elevados que los hombres casados (Diener, 1994; García, 2002).

La satisfacción con uno mismo ha sido relacionada con la autoestima y las expectativas de control. La autoestima estaría relacionada con el bienestar de manera bidireccional de modo que cuando la valoración con la vida es negativa la autoestima decrece (DeNeve y Cooper, 1998; Diener, 1998; Diener, 1994; García, 2002). Sin embargo, la autoestima estaría mediada por la cultura, correlacionando altamente con felicidad en culturas individualistas, y no así en culturas colectivistas (Diener y Diener, 1995; Barrientos 2005). Respecto de las expectativas de control Erez, Johnson y Judge (1995) sugieren que la elevación de éstas podrían repercutir negativamente sobre el bienestar. Houston, McKee y Wilson (2000), realizaron una intervención para aumentar la percepción de eficacia en adultos mayores que vivían solos, encontrando que efectivamente el bienestar subjetivo aumentóal incrementarse aquella. Esto es consistente con lo reportado por Arita (2005) quien plantea que el bienestar se encuentra relacionado positivamente con logros en la vida. Una controversia más general es la relativa a si la satisfacción vital está determinada por rasgos de personalidad (del tipo extroversión u otros), que harían quela persona tuviera una aproximación positiva hacia cada uno de los ámbitos de su vida en que le corresponde desenvolverse (teoría de arriba hacia abajo) ó, a la inversa, que la satisfacción vital es alcanzada como resultado de evaluaciones positivas de cada uno de los ambientes específicos de pertenencia y funcionamiento (Sousa y Lyubomirsky, 2001). De los cinco factores propios de la teoría de personalidad homónima (McCrae y Costa, 1991) la extroversión y el neuroticismo han resultado predictores de felicidad consistentes, la primera correlacionando positiva y el segundo negativamente con felicidad (Argyle, 1992; Cheng y Furnham, 2001).

Muy vinculada a la satisfacción con uno mismo surge la satisfacción con los demás o satisfacción interpersonal, la que parece relacionada con el bienestar, aún cuando los parámetros para evaluarla han sido disímiles (tipo, cantidad, intimidad, de contacto social,

etc. Diener, 1994). Antiguos reportes empíricos en este dominio, indican la existencia de una relación positiva entre bienestar y satisfacción con los amigos (Campbell et al., 1976; Diener, 1994), de modo que el descenso del contacto social disminuye el bienestar e, inversamente, al incrementarse el contacto, aquel mejora (Grancy, 1975; Fordyce, 1983, ambos en Argyle 1992). Adicionalmente, un tipo particular de satisfacción interpersonal proviene de la vida amorosa, el cual es un predictor de la satisfacción vital (Emmons, Larsen, Levine y Diener, 1983). Estudios en que se examina cuánto contribuye tener amigos (y su número) a la felicidad -controlado el factor personalidad- dan cuenta de un 58% de la varianza en felicidad, donde la calidad de la amistad predice felicidad por encima y más allá de la influencia del número de amigos y de la personalidad(Demir y Weitekamp, 2006).

Otros de los factores que han sido propuestos y que sin duda son relevantes también para intentar dar cuenta del bienestar son el ocio y el nivel socioeconómico (diferencialmente estudiados, el segundo más que el primero) a los que nos referiremos brevemente a continuación.

El ocio para algunas personas suele ser más importante que el trabajo, pero, lamentablemente, muchos no logran administrarlo adecuadamente, siendo un espacio insatisfactorio y de baja calidad (Argyle, 1993; 1999). Una encuesta realizada a personas pertenecientes a distintos grupos de ocio indica que las personas con mayor satisfacción son aquellas pertenecientes a grupos de baile, mientras que las actividades que reportan mayor integración de clases sociales, contribuyendo a la auto-imagen y a la autoestima, son los grupos de deportes, asistencia a la iglesia y clases nocturnas (Argyle, 1993). Las personas prefieren el ejercicio y las actividades que se practican en grupo, siendo estas últimas las que hacen más felices a los extrovertidos (clubes, equipos, fiestas) y donde las actividades agradables con los amigos permiten predecir un aumento del bienestar (ver Argyle, 1999). Por su parte Csikszentmihalyi ha mostrado que actividades de ocio exigentes y desafiantes, pueden proporcionar altos niveles de satisfacción cuando implican una absorción profunda en la tarea (Argyle, 1993; 1999). Sin embargo, la actividad de ocio mas popular es ver TV, lo que no requiere de ningún tipo de habilidad o implicación importantes y que reporta un bajo nivel de satisfacción (Argyle, 1994; 1999). Cuando a ella se asocia simultáneamente comer, probablemente sea una de las actividades de ocio menos saludable y menos socialmente gratificante en el largo plazo, siendo una conducta muy difícil de modificar.

Finalmente, se ha registrado una correlación positiva entre ingresos económicos y bienestar, sin embargo, comparaciones entre países muestran que esta relación es así para los países pobres, pero no para los países ricos, donde la correlación es casi nula (Veenhoven, 1994; Diener, 1994; Diener et al., 1999; García, 2002; Avia y Vásquez, 1998, Barrientos, 2005). Diener (1994), por su parte, sugiere que la relación entre ingreso y bienestar tendría efectos relevantes en situaciones de extrema pobreza y el bienestar podría ser afectado por factores como status y poder (los cuales al no aumentar en la misma medida que el ingreso harían que la relación no fuese lineal); por otro lado, el efecto del ingreso dependería de la comparación social, entendiendo que éste (ingreso) podría traer consecuencias positivas y negativas. En este sentido, parece ser que las personas se adaptan a su nivel económico, por lo que una pérdida de estatus puede producir infelicidad (Diener et al., 1999; Avia y Váquez, 1998, Barrientos, 2005). Más importante que la cantidad de dinero es la satisfacción con el ingreso (Avia y Váquez, 1998; Argyle, 1999). Los resultados acerca del análisis de la pobreza y el bienestar sugieren por un lado, la existencia de una relación positiva entre ambos constructos, es decir, a medida que la población empobrece, el bienestar disminuye y, por otro, que esta relación es limitada ya que la varianza del bienestar no se explica directamente por variables económicas, sino por variables psicológicas y sociales (Palomar, Lanzagorta y Hernández, 2004; Layard, 2003). Para quien ya es rico un poco más de dinero no hace diferencia en su felicidad, mientras que para quien es pobre sí hace diferencia un poco más de dinero. Así, traspasar dinero de un rico a un pobre mejora la felicidad de éste último sin afectar prácticamente la del primero,

de modo que el promedio general de felicidad de un país puede entonces aumentar si se disminuye la desigualdad (Layard, 2005:52).

Dado que el bienestar está, probablemente, determinado por un gran número de factores que se combinan e intervienen en distintos niveles (Diener, 1994), es poco probable que un conjunto reducido de variables puedan explicar su variabilidad. Sin embargo, debido a la disparidad de resultados encontrados en el análisis de las variables en culturas anglosajonas, el insuficiente reporte de estudios sobre el tema en cultura latinoamericana, y una clara ausencia de estudios empíricos sobre el tema en nuestro país, resulta relevante medir cómo estas variables se encuentran relacionadas. Se hace aquí una exploración del B. S., operacionalizado en sus dos componentes, el cognitivo, como satisfacción vital (global y por dominios), y el afectivo, como felicidad, comparando el nivel de B. S., la S. V. y de felicidadalcanzado según sexo y estado civil. También es evaluada la salud subjetivamente percibida respecto de éstas mismas variables (controlando la variable ocupación) y las fuentes de felicidad atribuidas por la muestra.

Las hipótesis que se someten a verificación aquí se deducen de la literatura revisada y establecen relaciones y diferencias de género respecto de felicidad, satisfacción en personas de diferente estado civil, edad, y diferentes dominios, también en auto-evaluación de salud. Así, se espera que hombres y mujeres no difieran en su nivel de felicidad, pero que las mujeres casadas reporten ser más felices que los hombres casados y también que otras mujeres solteras. También, se espera que las mujeres presenten mayor satisfacción vital que los hombres, sin embargo, respecto de la salud, no se espera diferencias de su estado de salud general ni física aunque sí de su salud mental con una autoevaluación más negativa de parte de las mujeres que los hombres. Respecto de la felicidad y dominios de funcionamiento seespera que la felicidad de los hombres provenga principalmente de su trabajo, mientras que la de la mujer provenga de su familia. En esta misma línea, se hipotetiza que las mujeres serían más proclives a dejar de trabajar fuera de la casa si pudieran (entendiendo que las mujeres que permanecen en casa igual trabajan). Finalmente y de acuerdo al sustento teórico, se espera encontrar que a mayor nivel de felicidad mejor salud de las personas.

MÉTODO

Muestra: elegida por conveniencia o accidental, extraída en la región del Maule, Chile, compuesta por 927 participantes de 17 a 77 años, pertenecientes a 6 distintas ocupaciones: profesores de educación general básica y media, empleados municipales, empleados de comercio o particulares, trabajadores agrícolas, funcionarios de consultorios públicos de salud, estudiantes universitarios. El 43, 6% corresponde a hombres, el 49, 7 % son casados, 43, 9 solteros y el 6, 3% viudos o separados.

Instrumentos. Se utiliza tres instrumentos: i)Escala de Felicidad Subjetiva (EFS) (Lyubomirsky, 1999), ii) Escala de Satisfacción con la Vida (ESV) (Diener, Emmons, Larsen, & Griffin, 1985), iii) Índice de calidad de vida relativo a la salud (ICVRS, de Hennessy et al. 1994). Adicionalmente, se agregaron y administraron 4 reactivos tipo likert para evaluar creencias acerca de cuatro fuentes de felicidad: la familia, el trabajo, el ocio y los amigos.

Procedimiento. Estudiantes avanzados de psicología fueron entrenados para contactar los componentes de la muestra en sus lugares de trabajo o estudio, y aplicar el conjunto de los instrumentos. Se realizó consentimiento informado, asegurando la confidencialidad de los datos a través del anonimato. La aplicación de los instrumentos se desarrolló a lo largo de un mes de trabajo en terreno. Los datos fueron vaciados en una matriz de análisis SPSS para su correspondiente procesamiento.

RESULTADOS

Se reporta en primer lugar resultados relativos a la confiabilidad y estructura factorial de cada instrumento utilizado, seguido de una síntesis de los estadígrafos descriptivos relativos a las variables que cada uno mide. Posteriormente, se mostrarán los resultados atingentes a las hipótesis planteadas.

Para la escala de satisfacción vital (ESV) la consistencia interna medida mediante coeficiente alfa de Cronbach es de 0, 87 mientras que para la de felicidad subjetiva es de 0. 79. Aplicaciones con diseño test-retest a la submuestra de 133 estudiantes universitarios (de psicología y fonoaudiología) con intervalo de 10 semanas, arroja valores de 0. 83, 0. 77 y 0. 66, para el EVS, EFS, y ICVRS, respectivamente. Análisis factoriales exploratorios conducen a soluciones unidimensionales para cada escala, explicativos del 65% y 61, 08% de la varianza respectivamente para la ESV y la EFS. A su vez, la correlación entre éstas es de 0. 67.

En lo concerniente a felicidad, satisfacción vital y autoevaluación de salud la Tabla 1 consigna los resultados descriptivos para el conjunto de la muestra.

Tabla 1

Estadígrafos descriptivos para tres instrumentos: ESV, EFS, ICVRS, (N = 927).

 EFS** ESV*

 ICVRS***

 Nivel de Felicida

d (4 a 28)

Nivel de Satisfacció

n Vital (5 a 35)

Autoevaluación salud**** 

(1 a 5)

Días de salud física

afectada

Días de salud

mental afectad

a

Días que estuvoenfermo(

a)

Media 21. 32 25. 26 3. 24 4. 35 4. 97 1. 97Mediana

22. 00 26. 00 3. 00 2. 00 2. 00 0. 00

Moda 22. 00 29. 00 3. 00 0. 00 0. 00 0. 00D. Tipica

3. 69 5. 58 0. 87 6. 35 7. 07 4. 56

*5 = insatisfacción (máxima), 35 = satisfacción (máxima).

**4 = infelicidad (máxima), 28 = felicidad (máxima).

***Los valores de las 4 columnas de "Días" corresponden a los últimos 30.

****1= mala, 2 = regular, 3 = buena, 4 = muy buena, 5 = excelente.

Globalmente, se observa que las personas de la muestra están más bien felices y satisfechas con sus vidas (21 sobre 28 y 25 sobre 35 respectivamente), reportando una salud un poco más que 'buena', y con casi dos días enfermos el último mes. Cuando se les pregunta cuáles son las fuentes de felicidad, responden convergente e independientemente de sus ocupaciones, que la familia es su primera fuente de felicidad, seguida por el trabajo, el ocio y finalmente los amigos. Una excepción a esto es cuando se introduce la variable edad dónde los jóvenes ubican como primera fuente de felicidad a sus amigos.

El análisis de tipo comparativo y correlativo de las escalas utilizadas y de otras variables para la verificación de las hipótesis en estudio es realizado mediante un análisis de varianza con comparaciones múltiples de Games Howell y en otros casos, mediante prueba t para muestras independientes y Anova.

Respecto de la felicidad subjetiva (EFS), no existe diferencias degénero (t = 1. 90; gl = 925; p = 0. 06), confirmándose lo esperado en la hipótesis propuesta. Sin embargo, respecto del estado civil se encontró diferencias(f (1, 923) = 3. 8, p = 0. 01), donde las personas casadas se reportan más felices al obtener puntajes en promedio superiores a las personas solteras (M = 21. 70; DE = 3. 72, vs. M = 20. 94;DE = 3. 68; p = 0. 02) y no existiendo diferencias al comparar a los casados con los viudos (p = 0. 99), separados o divorciados (p = 0. 116). No se encontró diferencias entre hombres casados (M = 21. 6, DE= 3. 68) y mujeres casadas (M = 21. 8, DE = 3. 76; p= 0. 54), ni entre éstas y las mujeres solteras (M = 21. 29, DE = 3. 56). Respecto de la edad, se observa que el menor nivel de felicidad subjetiva se encuentra en el tramo 1 a 25 años (M = 20. 22, DE = 3. 963) lo que resulta en diferencias (f (3, 92) = 5. 472, p = 0. 00) respecto de los tramos de 26 a 40 años (M = 21. 40, DE = 3. 42, p = 0. 01) y 41 a 56 años (M = 21. 70, DE = 3. 61, p = 0. 00), los cuales a su vez no registran diferencias entre sí.

En lo relativo al tipo de ocupación y, en términos generales, los profesores básicos y medios de escuelas municipales, particulares, y particulares subvencionadas así como los empleados de salud muestran puntajes promedio superiores y significativos en la Escala de Felicidad Subjetiva, por encima de los empleados públicos y municipales, trabajadores particulares, y estudiantes universitarios (p<0. 05).

Respecto de la satisfacción vital (ESV), las mujeres aparecen más felices al obtener puntajes mayores que los hombres (M = 25. 60, DE = 5. 63 vs. M = 24. 82, DE = 5. 49 ; t (925) = -2. 13, p = 0. 03), indicativos de un mayor nivel de satisfacción en sus vidas, lo que corrobora la hipótesis propuesta y, al igual que en el análisis de la escala de felicidad, el estado civil hace variar la evaluación que hacen los participantes. Así, las personas casadas obtienen puntajes en promedio significativamente superioresque las personas solteras en satisfacción vital (M = 25. 87, DE = 5. 39 vs. M = 24. 61, DE = 5. 76, p = 0. 005), no existiendo diferencias respecto de las demás condiciones civiles (viudo, separado o divorciado; p>0. 05). La interacción entre sexo y estado civil, indica que las mujeres casadas no presentan diferencias significativas respecto de sus pares solteras en su nivel de satisfacción vital (M = 24. 82, DE= 5. 49 vs. M = 24. 75, DE = 5. 95, p = 0. 12).

Respecto a la variable satisfacción vital y edad, se observa que el subgrupo de 1 a 25 años, es el que registra el nivel significativamente más bajo de satisfacción vital en comparación con los otros 3 tramos de edad (p < 0. 05), los cuales no presentan diferencias entre sí (p > 0. 05).

De manera general, la relación entre ocupación y satisfacción vital muestra que los profesores básicos y medios de escuelas municipales y particulares subvencionadas obtienen puntajes en promedio superiores (y significativos) a los de empleados públicos y municipales, empleados de comercio, trabajadores agrícolas, particulares, y estudiantes universitarios (p < 0. 05).

En lo que concierne a género y salud autoevaluada, globalmenteno se observa diferencias (t =-0. 69; gl = 925;p = 0. 49), tampoco respecto de la salud física específicamente (f (1, 924) = 1. 03; p = 0. 31), aunque sí -y en la dirección de la hipótesis formulada referida a salud mental-, donde se registra que las mujeres se declaran más días afectadas mentalmente en el mes que los hombres (M = 5. 50, DE = 7. 48 vs. M = 4. 28; DE = 6. 45; p = 0. 01).

El estado civil no produce diferencias entre los grupos en cuando a la salud autoevaluada (f (3, 923) = 0. 26; p = 0. 85). Respecto a la variable edad, se observan diferencias entre los grupos (f (3, 922) = 4. 462; p = 0. 00); los jóvenes hasta 25 años (M = 3. 41; DE = 0. 80) quienes reportan una auto-evaluación de salud más positiva respecto a los de 41 a 56 años (M = 3. 02; DE = 1. 02;p = 0. 02) y a los de 57 a 77 años (M = 3. 24; DE = 0. 87; p = 0. 03); los otros tramos de edad no registran diferencias entre sí.

Respecto de la salud según grupos ocupacionales, se observa que los profesores básicos y medios de escuelas y liceos particulares muestran puntajes promedio superiores y significativos en salud por sobre aquellos de los profesores básicos y medios de escuelas y liceos municipales, empleados públicos y municipales, empleados de comercio y trabajadores agrícolas (p<0. 05). De los 7 grupos ocupacionales, este último grupo laboral es el que reporta la peor auto-evaluación de salud en toda la muestra (p<0. 05).

Respecto de las creencias relativas a las fuentes de felicidad para esta muestra, tanto hombres como mujeres, con independencia de su grupo ocupacional y de su edad, asignan a la familia primeramente y al trabajo secundariamente, ser las principales fuentes de felicidad para las personas, lo que refuta la hipótesis de resultados diferenciales según género. Una excepción a ello corresponde al subgrupo de estudiantes universitarios -los más jóvenes de la muestra-, quienes consignan a los amigos (M = 4. 6; DE= 1. 38) como la segunda fuente de felicidad después de la familia (M = 5. 89; DE = 1. 05).

Tabla 2

Promedio y Desviación Estándar de la evaluación de hombres y mujeres, respecto a cuatro fuentes de felicidad.

   Trabajo Familia Amigos Ocio

Hombre Promedio 4. 59* 6. 10 2. 53 4. 10 

Desviación 1. 74 1. 27 1. 69 1. 52

Mujer Promedio 4. 34 6. 24 2. 15 4. 25 

Desviación 1. 73 1. 15 1. 53 1. 60

Total Promedio 4. 45 6. 18 2. 34 4. 18 

Desviación 1. 73 1. 20 1. 57 1. 61

* 1= totalmente en desacuerdo, 4= ni en desacuerdo ni en acuerdo, hasta 7 = totalmente de acuerdo (que esa es la principal fuente de felicidad).

Respecto de si las mujeres más que los hombres están proclives a dejar de trabajar fuera de la casa si pudieran, se encontró que no hay diferencias entre ellos ya que ni hombres ni mujeres (M = 3. 57, DE = 2. 045; M = 3. 12, DE = 1. 98 respectivamente) dejarían su trabajo si pudieran hacerlo (p=0. 001).

Finalmente, al evaluar la relación entre el nivel de felicidad y la auto-evaluación de salud, se encontró una relación en la dirección esperada la que, aunque débil, es positiva y significativa. Además, se encontró una relación moderada positiva entre el nivel de felicidad y la satisfacción vital.

Tabla 3

Correlaciones para Felicidad, Auto-evaluación en salud y Satisfacción Vital

  Auto-evaluación de salud

Satisfacción Vital

Escala de Felicidad 0. 23 (**) 0. 43 (**)Auto-evaluación de salud

 0. 21 (**)

(**)La correlación es significativa al nivel 0. 01 (bilateral)

Resulta interesante corroborar que la correlación entre felicidad y satisfacción vital es alta y significativa pero, a la vez, que se trata de dos conceptos que aunque no completamente independientes son, sin embargo, distinguibles o distintos.

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

Los resultados obtenidos confirman la mayoría de las hipótesis planteadas en el estudio, siendo en gran parte convergentes con lo reportado porla literatura internacional relativa al tema.

Respecto de la felicidad, y como se esperaba, no se encontró diferencias significativas por género, concordante a lo reportado por Diener et al. (1999). Al respecto estos autores

sugieren que las mujeres vivenciarían con mayor intensidad y en el mismo momento, tanto emociones positivas como negativas lo que de algún modo produciría un equilibrio entre ambos afectos, obteniendo puntajes similares a los hombres (Diener et al., 1999).

Sin embargo, en lo que respecta a felicidad el estado civil sí introduce diferencias ya que las personas casadas obtienen puntajes en promedio superiores a las personas solteras lo que también es consistente con lo reportado por otros estudios (Barrientos, 2005; Diener et al., 1999; Diener, 1994), en los que se sugiere que el matrimonio actuaría como un factor protector, a través del apoyo social, constituyéndose en un soporte emocional e instrumental. Respecto a la interacción entre género y estado civil, no se encontraron diferencias significativas entre los hombres casados y las mujeres casadas, ni entre éstas y las mujeres solteras, rechazándose la hipótesis propuesta de que mujeres casadas serían más felices que los hombres. Si bien este resultado no es concordante con lo reportado por otros autores (ver Diener et al, 1999), no es del todo disonante con el modelo, ya que en general, las variables demográficas en su conjunto, solo explican un bajo porcentaje de la variabilidad del constructo (Diener et al., 1999).

Respecto de la edad, se observa que aunque todos los participantes aparecen con un nivel de felicidad aceptable, los que están significativamente menos felices son los más jóvenes -de 17 a 25 años-lo que resulta en diferencias significativas respecto a los tramos de 26 a 40 años y 41 a 56 años los cuales no registran diferencias entre sí. Este resultado es concordante con que los adultos-jóvenes evalúan más negativamente su calidad de vida (Liberalesso, 2002), lo que aparentemente podría deberse a que poseen altas expectativas respecto a sus metas de futuro y recursos. Aparentemente la juventud estudiantil evaluada disfruta menos el presente que las personas pertenecientes a los tramos superiores de edad. Esto es congruente con aquella visión tradicional que describe la adolescencia como una etapa conflictuada en la vida de las personas, con angustia por el futuro, y con las ambivalencias propias de adolescentes que son considerados y tratados indistintamente como jóvenes o niños y como adultos dependiendo de las circunstancias de que se trate. También este resultado es concordante con los análisis de las actuales estadísticas de suicidio (máxima infelicidad), ya que éste fenómeno ha ido cambiando su perfil epidemiológico a lo largo del siglo XX y hasta ahora, de una prevalencia cada vez mayor en grupos (de hombres) más jóvenes (Moyano Díaz y Barría, 2006). Además, durante esta etapa vital, parece ser que tanto el afecto positivo como el negativo son experimentados de forma más intensa (Diener, 1994) y, de acuerdo a las teorías finalistas del bienestar (la felicidad se logra cuando algún objetivo es alcanzado), esta disminución de la satisfacción en los jóvenes podría deberse a que en ellos sus metas se encuentran en vías de desarrollo, es decir, las recompensas asociadas a su obtención no tienen lugar aún, siendo de mediano o largo plazo.

Respecto de la satisfacción vital (ESV) y corroborando la hipótesis propuesta, las mujeres aparecen más satisfechas que los hombres, y, según estado civil, las personas casadas obtienen puntajes en promedio significativamente superiores que las personas solteras. Este resultado es particularmente interesante, ya que si bien respecto de la felicidad las personas no se diferencian (componente afectivo del bienestar) si lo hacen respecto de lasatisfacción vital (componente cognitivo del bienestar). Es decir, las personas perciben globalmente su vida de modo positivo, pero cuando deben realizar la valoración en relación a ciertos parámetros un poco másacotados aparecen diferencias, particularmente según sexo y estado civil. Esto va en apoyo a que se trata de dos conceptos distintos, felicidad por un lado y satisfacción vital por otro, de modo que el tratamiento de estos dos conceptos debiera ser siempre distinto.

Donde no hay diferencias respecto a los aspectos cognitivo y afectivo del bienestar, es que la condición de "casado" frente a la de "soltero" está asociada amayor felicidad y de

satisfacción vital a la vez, lo que es corroborado también al evaluar las fuentes de felicidad, siendo la principal la familia, para los distintos grupos ocupacionales.

La interacción entre sexo y estado civil, indica que las mujeres casadas no presentan diferencias significativas con los hombres casados ni con sus pares solteras en la Escala de Satisfacción Vital.

En lo que concierne a género y salud auto-evaluada no se observa diferencias significativas salvo en lo referido a la salud mental, dónde las mujeres se declaran más días mentalmente afectadas que los hombres cada mes, como fuéhipotetizado. Es importante indicar que los estudios actuales indican que la prevalencia global de trastornos mentales no difiere entre hombres y mujeres, pero posee características distintas: los trastornos ansiosos y depresivos son más frecuentes en las mujeres, y los trastornos relacionados con el abuso de sustancias psicoactivas o de personalidad antisocial son más frecuentes en hombres (OMS, 2001), situación que se constata también en nuestro país (MINSAL, 2002).

A pesar de que las mujeres presentan más sentimientos negativos o de malestar, parece ser que también vivencian más intensamente la alegría o las emociones positivas (ver Barrientos, 2005; Diener, 1994) por lo que se produciría un 'equilibrio' entre estados afectivos negativos y positivos y, de ese modo, la inexistencia de diferencias respecto a su evaluación de su felicidad o de su salud general. Así, las mujeres parecen tener un potencial de goce y de sufrimiento mayor que los hombres. La diferencia registrada respecto de lo que seríasu (peor) salud mental podría deberse a que las mujeres han sido socializadas para prestar más atención a sus estados emocionales o internos y, por ende, están más concientes y quizás más dispuestas a experimentar y expresar sus emociones negativas que los hombres, quienes parecen haber sido educados más bien en la 'negación' ó, quizá al menos, en el no quejarse u ocultar ese tipo de cosas.

El estado civil no produce diferencias significativas entre los grupos en cuando a la salud autoevaluada. Respecto a la variable edad, los jóvenes de 1 a 25 años reportan una auto-evaluación de salud más positiva respecto a los de 41 a 56 añosy a los de 57 a 77 años, los otros tramos de edad no registran diferencias entre sí. Esta condición es consistente con lo reportado por la literatura (Dienner, 1994; García, 2002) y con los informes de salud tanto nacionales como internacionales (OMS, 2001; MINSAL, 2002).

En lo relativo al tipo de ocupación, en términos generales, los profesores básicos y medios de escuelas municipales, particulares y particulares subvencionados así como los empleados de salud aparecen más felices y satisfechos que los empleados públicos y municipales, trabajadores particulares, y estudiantes universitarios. Tal vez esto pueda deberse al tipo de actividad que se realiza, donde la significación de la tarea es más evidente en los del primer grupo de ocupaciones -profesores y personal de salud-, mientras que en los otros grupos ocupacionales la relación entre la actividad realizada y su efecto no es tan directa (Argyle, 1999). De acuerdo a estos resultados, se puede deducir que los profesores y el personal de salud tienen un bienestar más alto que los otros grupos ocupacionales, ya que tanto la evaluación cognitiva (S. V. ) y afectiva (felicidad) son altas.

De los 7 grupos ocupacionales, los trabajadores agrícolas son lo que reportan la peor condición de salud para toda la muestra, lo que podría estar relacionado con el nivel de ingresos y con condiciones laborales más duras y eventualmente más inestables, más que por el desempeño laboral mismo.

Los estudiantes universitarios -los más jóvenes de la muestra-, constituyen el único grupo laboral que no evalúa el trabajo como la segunda fuente de felicidad, la que sustituyen por 'los amigos'. Esto resulta razonable dada su condición de ´no trabajadores´ aún y, también,

por la etapa de construcción de identidad en que se encuentran donde los pares-amigos-juegan un rol central produciéndose un esperable distanciamiento de la familia.

La relación entre las variables de satisfacción, felicidad y autoevaluación de salud (como un componente de la satisfacción) estarían dando cuenta del bienestar subjetivo, como constructo general que aglutina los elementos cognitivos y afectivos, tal como plantea la teoría. En nuestro estudio se estableció una relación significativa- entre auto-evaluación de salud y satisfacción, de 0. 21, y entre auto-evaluación de salud y felicidad de 0. 23.

 

REFERENCIAS

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Artículo recibido el 6 de julio de 2007. Aceptado por el Comité Editorial el 10 de septiembre de 2007.

1 Trabajo que forma parte del proyecto "La felicidad en la familia, el trabajo y las relaciones sociales" (VAC-DIAT N°600369), y del Programa de Investigación "Calidad de vida y ambientes saludables" (DPI, Universidad de Talca, 2007).

CONSIDERACIONES TEORICAS SOBRE EL BIENESTAR Y LA SALUD

 

*Lic. Carmen Regina Victoria García-Viniegras Investigadora Titular. Profesora Asistente. Especialista en Psicología de la Salud, Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana. [email protected] Teléfonos: 53-5064 832-4991

**Lic. Vivian López González Master en Psicología de la Salud. Investigadora Agregada. Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas. Teléfono: 830-5213.

 

 

RESUMEN BIBLIOGRAFIA

RESUMEN

Se realiza una revisión sobre la categoría bienestar psicológico, las ramas del saber humano que lo han abordado y las diferentes posiciones teóricas con que lo han hecho los autores desde la perspectiva de la Psicología, en particular, la Psicología de la Salud y otras ciencias sociales. También se brinda la relación del concepto bienestar con el de la salud humana, considerada en el sentido más amplio y, especialmente, con un enfoque promocional y preventivo. Se analizan las definiciones de bienestar que aparecen en la literatura y se critica su limitación a la dimensión de la satisfacción, es decir, a los componentes cognitivo-valorativos de ellas. Se mencionan algunas propuestas metodológicas referidas en la literatura para la evaluación del bienestar. Se propone un concepto integrador del bienestar psicológico, donde se incluyen los aspectos cognitivos y los afectivos, en las diferentes áreas de la vida humana. El disfrute del bienestar es una tendencia de cualquier especie animal. El evitar los estímulos nocivos y la búsqueda de situaciones o estímulos capaces de satisfacer necesidades y proporcionar placer, es un hecho constatado en todas las especies animales. En el ser humano, la capacidad de reflejar y transformar la realidad incorpora una nueva cualidad a la búsqueda y disfrute del bienestar, en la cual, los elementos sociales constituyen importantes mediadores, así como importantes y diversos medios de expresión.

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Desde tiempos ancestrales, muchos pensadores y filósofos se han interesado en estudiar y escribir acerca del “vivir bien y sentirse bien”. Es conocida la importancia que otorgan las filosofías orientales a la paz y el bienestar subjetivo. Pensadores chinos inspirados en Confucio, describían la buena calidad de vida a partir de una sociedad ordenada, en la cual los individuos podían ejercer correctamente sus funciones y cumplir con sus responsabilidades. Sin embargo, a nuestro entender, el tratamiento del tema desde una perspectiva científica sólo podría ser observado al desarrollarse la Psicología como ciencia. El desarrollo de las Ciencias Sociales y Humanísticas ha imprimido un estilo a la forma de concebir y estudiar el bienestar humano. Al hablar de bienestar humano, incluimos indicadores objetivos y subjetivos. Desde el punto de vista objetivo, el bienestar humano colinda con categorías de corte sociológico, como son: condiciones de vida, modo de vida, desarrollo económico y nivel de vida. El bienestar, desde el punto de vista subjetivo, incluye la vivencia subjetiva, individual, no sólo de “estar” bien (que sería lo objetivo), sino de “sentirse bien”. A la Psicología como ciencia, le corresponde el estudio del bienestar subjetivo, en tanto resultado de lo psicológico individual y, por eso, en lo adelante, hablaremos de bienestar psicológico. Debido a la fuerte relación entre la salud y el bienestar, que analizaremos en detalle más adelante, podemos afirmar que, es la Psicología de la Salud la rama de la Psicología responsable del estudio del bienestar psicológico. A ella ha de corresponder su definición conceptual, la elaboración de metódicas para su evaluación, la identificación de sus determinantes, el análisis de sus consecuencias y el establecimiento de bases de trabajo intervencionista que permitan su promoción. Por el contrario, la Psicología Clínica tradicional se ha ocupado más de problemas relacionados con la patología, la enfermedad y los desajustes, que de aquello que tiene que ver con el malestar.1, 2   La mayor parte de los textos y revistas especializadas interesadas por la Salud Mental contienen sólo trabajos referidos a desórdenes mentales o problemas de adaptación social. 3 El concepto de salud, tal como ha sido elaborado en las últimas décadas, ha contribuido al creciente auge y desarrollo de los estudios acerca del bienestar subjetivo. En la búsqueda del aspecto positivo de la salud, esta categoría se hace necesaria, junto con otras, para abordar el factor psicológico influyente

en el proceso salud enfermedad. El estado actual de conocimientos en esta área no permite claridad en el concepto, ni mucho menos una precisión y homogeneidad en su evaluación. Sin embargo, desde diferentes posiciones se ha demostrado una asociación entre los niveles de bienestar y la salud. Este interés en el aspecto positivo de la salud se expresa en el énfasis puesto en los aspectos promocionales de la salud, que va más allá de los aspectos curativos que sólo tienen en cuenta al hombre enfermo. La Psicología de la Salud actualmente se inspira en estos postulados, diferenciándose así de la Psicología Clínica tradicional. Existe una estrecha interrelación entre el bienestar subjetivo y la salud. El bienestar es componente de la salud, tal y como refiere la conocida definición de la Organización Mundial de la Salud, 4 expresándose en conductas a favor del mantenimiento de la salud física y mental e influye, a través de vías psicofisiológicas, en el funcionamiento de los sistemas y órganos. El bienestar subjetivo es parte de la salud en su sentido más general y se manifiesta en todas las áreas de la actividad humana. 5 A pesar de estas irrebatibles verdades, aún no existe un consenso acerca de qué es, en definitiva, el bienestar, cuáles son sus componentes y cuáles sus determinantes, cómo las personas construyen su bienestar personal y mucho menos acerca de cómo abordar su medición y posibilitar el estudio de su relación con los niveles de salud y el riesgo a enfermar. 

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 La investigación del bienestar subjetivo ha sido abordada por los investigadores de manera difusa y poco clara, manejándose indistintamente conceptos tales como bienestar subjetivo, bienestar psicológico, salud mental y felicidad. 6 No existe un concepto acabado y sus definiciones contemplan múltiples aspectos, tanto en sus determinantes y mediadores como en sus áreas de manifestación. Veenhoven 1 define al bienestar como el grado en que un individuo juzga globalmente su vida en términos favorables. Andrews y Withey 7 tienen en cuenta los aspectos cognitivos y los afectivos (afecto positivo y negativo). Campbell, Converse y Rodgers 8 aluden a la satisfacción vital como una dimensión cognitiva, resultante de la valoración de la discrepancia entre las aspiraciones y los logros alcanzados. Para los autores mencionados la satisfacción implica un juicio cognitivo y la felicidad, una experiencia afectiva positiva o negativa. Una concepción más integradora la ofrece Diener 9 al considerar que el bienestar psicológico posee componentes estables y cambiantes al mismo tiempo. El bienestar es estable a largo plazo, pero experimenta variaciones circunstanciales en función de los afectos predominantes. También este autor destaca el hecho interesante de que no sólo el nivel de bienestar es influenciado por los eventos externos del ambiente, sino también la apreciación de los eventos se modifica en función del afecto negativo y positivo predominante. Diener, Suh y Oishi 10 indican la forma en la que una persona evalúa su vida, incluyendo como componentes la satisfacción personal. El componente cognitivo, a los efectos de la investigación científica, parece más relevante, dada su relativa estabilidad en el tiempo. El componente afectivo es mucho más lábil, momentáneo y cambiante. La mayoría de los instrumentos de evaluación del bienestar que aparecen en la literatura son, de hecho, escalas de satisfacción. Podríamos caracterizar la satisfacción y la felicidad como indicadores de un buen funcionamiento mental y de la persona como un todo, si tenemos en cuenta que la salud es una y que las diferencias entre salud física y salud mental son totalmente

arbitrarias. Taylor y Brown 11 enfatizan la importancia de las “ilusiones positivas” como criterio de salud mental, pero si consideramos la salud como una categoría integral podemos considerar que el bienestar psicológico es la expresión psicológica de ella. Así como el estado natural biológico del organismo es la salud, en el área psicológica esa disposición la constituye el bienestar psicológico. También para Sánchez Cánova, 12 el bienestar psicológico es sinónimo de salud mental. Aunque existe una fuerte relación entre el bienestar psicológico y la salud mental, estos términos no pueden ser igualados. El primero comprende un amplio rango, que va desde la infelicidad hasta la felicidad, incluyendo los niveles ligeros y moderados de ambos extremos, por lo que no se limita a los estados clínicamente indeseados o negativos. El bienestar se define a través de la experiencia interna del sujeto y no a partir de criterios externos, como es el caso de la salud mental. El bienestar subjetivo es sólo un componente importante de la salud mental. Esta última comprende además otros aspectos, tales como: control del medio ambiente, crecimiento personal, propósitos, entre otros. Así, por ejemplo, una persona mentirosa y con delirio de grandeza puede ser feliz y estar satisfecha con su vida y no por ello podemos decir que posea salud mental. Mientras que algunos individuos funcionan bien en muchos aspectos de su vida a pesar de no ser felices. No obstante, aún no se ha podido determinar cuál es el nivel óptimo de bienestar para la salud mental. Algunos autores han considerado el bienestar subjetivo como expresión de la afectividad y destacan la importancia del equilibrio entre los afectos positivos y los negativos, o del predominio de los positivos. 13 En algunos casos, destacan también la importancia de la expresión funcional de esos afectos. 14 Otros como Warr, identifican el bienestar subjetivo como estados emocionales de diferente cualidad. Este autor considera que cualquier afecto es la resultante de la combinación de dos ejes, como son, activación y placer. 15 Muchos autores consideran la dimensión cognitivo-valorativa como la esencia del bienestar, especialmente, cuando de elaborar instrumentos de evaluación se trata, por lo que abundan en la literatura instrumentos para la evaluación del bienestar que no son más que escalas de satisfacción, como ya habíamos señalado. Por su parte, Diener y colaboradores 16 brindan una concepción más integradora del bienestar subjetivo, considerándolo como la evaluación que hacen las personas de su vida, que incluyen tanto juicios cognitivos como reacciones afectivas (estados de ánimo y emociones), donde lo afectivo y lo cognitivo se encuentran en estrecha interrelación. Plantean los siguientes componentes del bienestar subjetivo: afectividad placentera, afectividad displacentera reducida, satisfacción con la vida y en diferentes áreas de la vida como, por ejemplo, el trabajo y la recreación. Así, los individuos que están satisfechos con su vida tienen, en general, un buen ajuste, y están libres de psicopatología. 

Estos autores han realizado varios estudios que demuestran la relativa independencia de los afectos positivos y los negativos, señalando que un alto nivel de bienestar se corresponde con un predominio de los primeros. En general, es aceptado que las dimensiones del afecto positivo y negativo son independientes y responden a las disposiciones de Neuroticismo y Extroversión. 17, 18 Otros, como Ying, identifican el bienestar con la presencia de altos niveles de satisfacción con la vida y con el afecto positivo, mientras que el afecto negativo se relaciona, según ellos, con el distrés, o sea, el malestar.19 Autores cubanos ocupados del estudio del bienestar y la calidad de vida en la tercera edad, consideran también la íntima relación de lo afectivo y lo cognitivo y por eso lo definen como la valoración subjetiva que expresa la satisfacción de las personas y su grado de complacencia con aspectos específicos o globales de su vida, donde predominan los estados de ánimo positivos. 20 Kozma y Stones 21 defienden la medición del bienestar mediante sus diferentes componentes, o sea, la satisfacción por áreas, más que mediante una medición única del bienestar subjetivo; mientras Bradburn propone una valoración global. El incremento en los últimos años de las investigaciones sobre el bienestar ha conducido, sin embargo, a la identificación de sus componentes o dimensiones. La mayoría de los investigadores coinciden en que el bienestar psicológico es multidimensional. Argyle, por su parte, 22 asume que existe un factor general de satisfacción, el cual puede ser subdividido en campos específicos: trabajo, salud y realización personal. Al mismo tiempo, afirma que en el bienestar psicológico deben ser considerados tres aspectos: satisfacción en las diferentes áreas, alegría y angustia, que, a su vez, comprende la ansiedad y la depresión. Para Lawton 23 el bienestar psicológico comprende cuatro dimensiones: a) satisfacción con la vida (congruencia entre lo aspirado y lo logrado, b) afecto negativo (ansiedad, depresión), c) afecto positivo y d) felicidad, que consiste en el resultado del conjunto de afectos negativos y positivos; Mientras que para Diener el bienestar comprende tanto juicios valorativo-cognitivos, como reacciones afectivas. La satisfacción con la vida se refiere a un proceso de juicio cognitivo basado en una comparación con un modelo que cada individuo establece para sí y que puede ser diferente para cada una de las esferas de la vida. Es necesario evaluar la satisfacción a partir del juicio global sobre la vida y no sólo como punto de partida de un área en específico. Esto, sin embargo, no niega que se reconozca la importancia de evaluar además la satisfacción en áreas particulares. El bienestar es una categoría a la cual se imprime un sello muy personal. Lo que es para un hombre o una mujer el bienestar es construido por ellos mismos y los científicos sólo podemos alcanzar a desarrollar modelos generales para su estudio y evaluación. Se trata de una vivencia personal, irrepetible, surgida en el marco de la vida social y de la historia personal. De aquí podemos deducir: lo que las personas entendemos por bienestar, lo que nos produce satisfacción y disfrute, varía de una

sociedad a otra, de una época a otra, de una etapa del desarrollo social a otra y de un momento de la vida personal a otro. Para nosotros, el bienestar psicológico es una categoría que expresa el sentir positivo y el pensar constructivo del ser humano acerca de sí, que se define por su naturaleza subjetiva vivencial, aunque se relaciona con aspectos particulares del funcionamiento físico, psíquico y social. 24 El bienestar posee elementos reactivos, transitorios, vinculados a la esfera emocional, pero el bienestar psicológico trasciende la reacción emocional inmediata, el estado de ánimo como tal. Posee también elementos estables que son expresión de lo cognitivo, de lo valorativo. Ambos aspectos están estrechamente vinculados entre sí y muy influenciados por la personalidad como sistema de interacciones complejas, y por las circunstancias medioambientales, especialmente, las más estables. Según nuestro criterio, el alto bienestar estará determinado por una afectividad placentera elevada y una afectividad displacentera baja. El bienestar es una experiencia humana vinculada al presente, también con proyección al futuro, pues se produce justamente por el logro de bienes. Es en este sentido que el bienestar surge del balance entre las expectativas (proyección de futuro) y los logros (valoración del presente), lo que muchos autores llaman satisfacción, en las áreas de mayor interés para el ser humano y que son: trabajo, familia, salud, condiciones materiales de vida, relaciones interpersonales, y relaciones sexuales y afectivas con la pareja. Esa satisfacción con la vida surge como punto de partida de una transacción entre el individuo y su entorno micro y macrosocial, donde se incluyen las condiciones objetivas materiales y sociales, que brindan al Hombre determinadas oportunidades para la realización personal. El bienestar se construye por el individuo en estrecha vinculación con su entorno macro y micro social. Se ha demostrado la asociación del nivel de bienestar con ciertas variables sociodemográficas, tales como: el estado marital, ingresos económicos, edad y etapa del ciclo vital. 25 Sin embargo, Costa, Mc. Crae y Zonderman 26 verificaron, en un estudio longitudinal, que aquellas personas que cambiaban de estado civil, residencia o empleo, comparadas con las que mantenían estas condiciones estables, no mostraban cambios importantes en su nivel de bienestar psicológico. Estos eventos podían alterar momentáneamente su nivel de bienestar, pero al poco tiempo volvían a la línea de base. No obstante, las personas no son igualmente felices en mejores o en peores condiciones. Cierto nivel de desarrollo socio-económico está lógicamente relacionado con el bienestar psicológico, pues se ha demostrado que el bienestar psicológico promedio es superior en los países que tienen mejores condiciones de vida .27 Ryff 28, 29 ofrece una propuesta interesante al vincular las teorías del desarrollo humano óptimo, el funcionamiento mental positivo y las teorías del ciclo vital. Para la autora, el bienestar tiene variaciones importantes según la edad, el sexo y la cultura. En estudios realizados en muestras de población estadounidense, el bienestar está

compuesto por seis dimensiones bien diferenciadas: 1) apreciación positiva de sí mismo; 2) capacidad para manejar de forma efectiva el medio y la vida; 3) alta calidad de los vínculos personales; 4) creencia de que la vida tiene propósito y significado; 5) sentimiento de que se va creciendo y desarrollándose a lo largo de la vida y 6) sentido de autodeterminación. En esa línea de orientación que hace énfasis en el funcionamiento mental óptimo, se encuentran los trabajos de Antonovsky, 30 relacionados con el sentido de coherencia. Esta categoría se refiere a una orientación global que expresa si una persona tiene recursos suficientes disponibles para afrontar las demandas del medio, percibir los desafíos que lo movilizan y lo orientan positivamente hacia la vida, comprender la información del medio de manera coherente y responder de manera adecuada. Llámese o no de este modo, esta orientación global de la personalidad es lo que se intenta alcanzar en todo proceso psicoterapéutico, ya que el bienestar, resultado de la psicoterapia, muchas veces, consiste en otorgar mayor significado a la vida en función del principio de realidad, es decir, lograr el desarrollo de cierto sentido de coherencia. 31 Mucho se pudiera hablar sobre los elementos determinantes o mediadores del bienestar, donde ocuparían u lugar importantísimo las variables de personalidad. En las ultimas dos décadas los investigadores se han volcado al estudio de variables de personalidad, como elementos mediadores del bienestar. Teóricos como Costa y Mc. Crae 17 han encontrado que las dimensiones de extroversión están relacionadas con el afecto positivo y, por ende, con la satisfacción, y que la dimensión neuroticismo se relaciona con el afecto negativo y la insatisfacción. Estos autores interpretan que las personas mantienen un nivel estable de satisfacción a lo largo de sus vidas, resultado de la interacción de las dimensiones de personalidad latentes. Desde el punto de vista de los afectos, el bienestar psicológico incluye afectos positivos y afectos negativos, no como un eje bipolar, sino como dos dimensiones diferentes. La independencia entre los dos tipos de afectos constituye uno de los hallazgos más importantes de Bradburn. 32 Los estudios realizados por este autor arrojaron que existe una baja correlación inversa entre ellos, se relacionan de modo distinto con otras variables y predicen de forma diferente el bienestar autorreportado. Sin embargo, la mayoría de los teóricos de las emociones asumen que los sentimientos opuestos no son independientes, sino que constituyen una dimensión única, de carácter bipolar, cuyos factores están altamente correlacionados. Diener hace compatibles estas dos posiciones al corroborar, a través de varios estudios, que la relación entre los afectos positivos y negativos dependen del período de tiempo que se considere. Así, estos estados varían inversamente sólo en períodos de tiempo cortos, ya que es improbable que ocurran dos emociones opuestas suficientemente fuertes de manera mutua, aunque no excluye que el afecto contrario se exprese después. Además, esta relación se refiere a la frecuencia de ocurrencia y no a la intensidad de los mismos, de forma tal que aquellas personas que sienten

fuertemente un tipo de emoción pueden experimentar más intensamente niveles del afecto contrario. La correlación inversa, sin embargo, decrece a través del tiempo. Esto quiere decir que, en el nivel medio de afectos que la persona experimenta a más largo plazo (posiblemente más relativo al rasgo) pueden ser independientes los afectos placenteros y displacenteros. Estos supuestos implican que el bienestar no es el polo opuesto del distrés. Para que la persona diga que tiene un alto nivel de bienestar ha de estar satisfecha con su vida, sentir afectos positivos con frecuencia y sólo infrecuentes experiencias emocionales displacenteras. 10 Es decir, para que la persona tenga un alto nivel de bienestar no es suficiente conque se perciba satisfecha con su vida y tenga bajos niveles de afectos displacenteros, sino que, además, es preciso que sienta afectos positivos. Se plantea que la respuesta afectiva es de corta duración e inmediata, mientras que la cognitiva es más mediata y a largo plazo. Se relacionan de manera distinta con otras variables. La evaluación cognitiva refleja valores y metas conscientes, mientras que la reacción afectiva puede reflejar motivos inconscientes. Todo ello sugiere que la evaluación separada de estos aspectos ofrece una información complementaria y merece ser estudiada minuciosamente. La relativa independencia entre estos componentes se manifiesta también en que no todas las personas construyen los juicios sobre sus vidas de igual forma. Por ejemplo, en las culturas individualistas se elaboran los juicios, con respecto a la satisfacción con la vida, basados predominantemente en sus experiencias emocionales recientes. Mientras que en las culturas colectivistas los establecen basados, tanto en las emociones como en el valor culturalmente percibido sobre la satisfacción con la vida. 33 El componente afectivo tiene un carácter más transitorio y el componente cognitivo, más estable. No obstante ambos están bajo la influencia de factores, tanto transitorios como estables. Es más conveniente hablar en términos de que se expresa más en un sentido que en otro, en lugar de afirmar que tiene referentes temporales distintos. Sin embargo, aún cuando los afectos son un componente del bienestar más circunstancial, comparados con las cogniciones, los investigadores del bienestar muestran más interés por la estabilidad relativa de los afectos que por las emociones fluctuantes. Incluso, pese a que se reconocen los componentes del bienestar, generalmente, se estudian sus aspectos más estables y se reconocen como los de mayor peso. A pesar de la conocida influencia de lo cognitivo y lo afectivo en la psiquis humana, poco se conoce de la relación que se establece entre las dimensiones afectivas y cognitivas del bienestar subjetivo y la contribución que cada una hace al mismo, ya que la independencia que existe entre éstas sólo constituye una táctica, válida para su medición, con vistas a obtener una información complementaria,. Pero, consideramos que no se puede obtener una evaluación real del bienestar si no se tienen en cuenta ambos componentes al mismo tiempo.

 En cuanto a los procedimientos de evaluación del bienestar en la literatura revisada, aparecen con frecuencia varios tipos de instrumentos empleados que evalúan la satisfacción, principalmente, aplicados en determinados tipos de enfermos. La mayoría de ellos se refieren sólo a la satisfacción con la vida tales como: el Life Satisfaction Questionnaire (LSQ), el French Subjective Quality of Life Profile Questionnaire (SQLP), el Subjective Quality of Life Profile, el Functional Living Index-Cancer (FLIC), el Quality of Life Questionnaire Core module (QLQ-C30), el Life Satisfaction Questionnaire (LSQ-32), el Philadelphia Geriatric Center Morale Scale (PGCMS), el Five Dimensional Life Satisfaction Index, el Visual Analogue Scale (VAS), el Side Effects and Life Satisfaction (SEALS) scale, el Life Satisfaction Index A (LSIA), el Bigot's Life Satisfaction Index. 34–41 Por su parte, los afectos, que nosotros incorporamos a nuestro concepto de bienestar, son considerados por Lucas y Diener. Ellos han destacado que la satisfacción con la vida es algo diferente y discriminable de los afectos positivos y negativos, y que también se trata de diferentes tipos de afectos, debiendo tenerse en cuenta todos estos elementos al evaluar el bienestar subjetivo. 42 Breda, en Francia 43 construye un índice de bienestar partiendo de una amplia revisión de la literatura y de datos posibles a obtener mediante un cuestionario. Incluye como áreas del bienestar las siguientes: vivienda, estado de salud, participación social y sociabilidad. El índice establecido ofrece una medida sintética, por la cual las personas pueden ser clasificadas de acuerdo con una medición general de su situación en diversas áreas de la vida. De modo complementario al desarrollo y aplicación de este índice objetivo, este autor propone explorar la experiencia subjetiva con diversas emociones. 

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  CONCLUSIONES

La literatura revisada nos demuestra una gran diversidad e incongruencias teóricas en relación con el concepto de bienestar psicológico. Esto también se expresa en una diversidad metodológica en cuanto a técnicas de evaluación, que contempla enfoques en un área general o en varias y enfoques que incluyen sólo la satisfacción en relación con un proceso de enfermedad. Proponemos una definición de bienestar que abarque los aspectos cognitivos y los afectivos del bienestar psicológico y que oriente la búsqueda de alternativas de evaluación, donde ambos componentes sean tenidos en cuenta.

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El bienestar subjetivo. Actualidad y perspectivas

Guillermo Díaz Llanes 1

Resumen

Se realizó una revisión de los trabajos sobre bienestar subjetivo publicados en el mundo en los últimos años y se analizaron críticamente los resultados obtenidos tomando en consideración algunos de los fundamentos epistemológicos que les sirvieron de sustento. La enorme vigencia de los estudios sobre bienestar subjetivo en la actualidad pone de manifiesto la creciente conciencia de los investigadores acerca de la importancia del estudio de los factores que tributan a la salud desde una perspectiva positiva. La comprensión de la compleja madeja de interacciones que determinan el bienestar subjetivo en los niveles macrosocial, microsocial e individual, resulta requisito indispensable para la instrumentación de intervenciones en el nivel primario de atención y así elevar dicho indicador, tan ligado a la salud.

DeCS: BIENESTAR DE LA POBLACION; BIENESTAR FAMILIAR; EMOCIONES; SATISFACCION PERSONAL; FELICIDAD; CALIDAD DE VIDA; TEORIA GENERAL DE SISTEMAS.

La concepción según la cual, la responsabilidad por las mejorías en la salud de las poblaciones, descansa en la utilización de potentes fármacos e intervenciones quirúrgicas novedosas, realizadas por el personal altamente calificado, ha cedido espacio en los últimos años a los abordajes centrados en el logro de una salud integral, que hace énfasis en el refuerzo de evaluaciones positivas del entorno por parte del sujeto, que le permitan una activa participación con una alta cuota de bienestar subjetivo. Esta tarea tiene en el nivel primario de atención, un marco idóneo para su consecución.

La idea del bienestar subjetivo o felicidad ha intrigado a los pensadores a través de milenios, sin embargo, su investigación sistemática, data solo de unas 3 décadas. Puede definirse como la evaluación que las personas hacen de sus vidas, e incluye una dimensión cognitiva (que se refiere a la satisfacción con la vida en su totalidad o por áreas específicas como la matrimonial, laboral, etc.), y otra afectiva (relacionada con la frecuencia e intensidad de emociones positivas y negativas),1 que mediante una compleja interacción generan en el individuo percepciones que abarcan un espectro de vivencias que transita desde la agonía hasta el éxtasis.

Se dice que un sujeto posee un alto bienestar subjetivo si expresa satisfacción con su vida y frecuentes emociones positivas, y sólo infrecuentemente, emociones negativas. Si por el contrario, el individuo expresa insatisfacción con su vida y experimenta pocas emociones positivas y frecuentes negativas, su bienestar subjetivo se considera bajo.

El estudio del bienestar subjetivo ha sido objeto de creciente interés en los medios académicos e investigativos. Su enorme vigencia no puede ser pensada como un resultado del azar, más bien es la consecuencia de la continua ampliación que ha venido experimentando el concepto de calidad de vida, expresada en 2 vertientes fundamentales.

La primera se refiere a la conciencia adquirida de la responsabilidad común ante los hechos ambientales y ecológicos, que de alguna manera se conecta con una concepción del hombre como elemento indisolublemente ligado en una red de interdependencias con dichas instancias; aspecto que le confiere al concepto su valor planetario, social, comunitario y colectivo.

La segunda, en cambio, surge de la preocupación por los aspectos cualitativos y cotidianos de la vida, que el desarrollo económico y tecnológico sin más no puede garantizar, y que guarda relación con un creciente sentimiento de frustración derivado, principalmente en el mundo desarrollado, del sometimiento del hombre por la tecnología y el mercado. Ello le otorga al concepto un rostro más humano, atento a los pequeños detalles y a los aspectos más individuales de la existencia, como son el dolor y la felicidad.

Por tal motivo el concepto de calidad de vida, que en un primer momento estuvo circunscrito al desarrollo a niveles macro, con un carácter meramente económico, posteriormente privilegió la implementación de programas sociales, y con ello la necesidad de trabajar con indicadores de esta naturaleza.2 Sin embargo, los indicadores macroeconómicos como el producto nacional bruto y los indicadores sociales como la esperanza de vida al nacer, la escolarización y la tasa de mortalidad infantil entre otros muchos, expresan unos datos y unos hechos vinculados al bienestar social de una población, pero no reflejan necesariamente el grado de satisfacción y felicidad de que dicha población puede gozar.

Fue precisamente la constatación de la relativa independencia entre las percepciones de bienestar, con relación a las condiciones objetivas de vida,3 la que condujo a pensar que los indicadores materiales y objetivos pueden ser elementos necesarios, pero no suficientes, para dar cuenta del bienestar subjetivo de los pueblos y los individuos. De ahí que la calidad de vida objetiva deba pasar necesariamente por el espacio vital de las aspiraciones, de las expectativas, de las referencias vividas y conocidas, de las necesidades, y en último término, de los valores de los sujetos para, sólo a través de dicho espacio, convertirse en bienestar subjetivo.

Basados en el paradigma cognitivista de que más que a la realidad objetiva, el hombre reacciona a la percepción que de ella tiene, comienzan a proliferar estudios que inquieren directamente en el sujeto acerca de su bienestar, y toman en consideración las expectativas, las necesidades, los reclamos de los seres humanos en sus experiencias personales y su actividad cotidiana como elementos fundamentales que intervienen en la dinámica de los contextos en que interactúan. No obstante la aceptación de estos presupuestos, las ciencias sociales, impregnadas de una fuerte influencia positivista, han venido estudiando este complejo constructo, mediante métodos y técnicas que fueron diseñados para la investigación de objetos con un menor grado de complejidad, como es el caso de algunos procesos en las ciencias naturales.

El grado creciente de complejidad que suponen en el estudio del bienestar subjetivo los procesos conscientes, los de intencionalidad, elección y autodeterminación, los procesos creadores, los de autorrealización, además de toda la gama de las actividades y los sentimientos humanos, hacen inoperantes las técnicas diseñadas para revelar relaciones lineales entre las variables en estudio.

El hecho de que el bienestar subjetivo es un resultado que emana de relaciones sistémicas, requiere del uso de un pensamiento dialéctico, debido a que la compleja interacción dinámica entre todos sus elementos, da lugar a una nueva realidad que no puede ser reducida a la aditividad de sus partes componentes ni se puede deducir de las premisas anteriores, propiedad inherente a todo sistema.4

De ello se desprende que la ortodoxa relación causa-efecto en una sola dirección, da paso a interacciones de un grado tal de complejidad, que la actividad de una parte es a la vez causa y efecto de posición, estructura y función de cada uno de los otros constituyentes.5 Sin embargo, estas técnicas capaces de brindar soluciones en campos en que los procesos transcurren mediante relaciones lineales unidireccionales, pueden ser útiles en la identificación de los componentes del bienestar subjetivo en un primer momento, siempre que sus resultados sean entendidos sólo como un punto de partida para el abordaje cualitativo de sus interacciones. Tampoco deben generalizarse dichos resultados a contextos en los que la dinámica de las relaciones sea diferente.

El presente trabajo persigue el análisis crítico de algunos de los más recientes resultados de las investigaciones sobre el tema, basadas fundamentalmente en diseños cuantitativos que, al haber sido construidos para el abordaje de objetos pertenecientes a las ciencias naturales, pierden efectividad al utilizarse en objetos de mucho mayor nivel de complejidad, como resulta ser el caso precisamente del bienestar subjetivo.

La determinación macrosocial del bienestar subjetivo

El tratamiento científico de cualquier hecho social no puede prescindir del estudio del factor económico, dada su condición de determinante, en última instancia, en cualquier formación económico social.6 Un indicador que se deriva directamente del desarrollo económico es, por ejemplo, el de los ingresos y, en lo que a este se refiere, las investigaciones realizadas hasta ahora muestran resultados poco esperados.

En primer lugar, los reportes del bienestar subjetivo son más altos en los países ricos, mientras que los cambios en los ingresos, ya sea al nivel individual, como en el macrosocial, tanto en sentido negativo como positivo, parecen tener poca influencia en dichos reportes.7 Estudios realizados en Japón, Estados unidos y Francia revelan que a pesar del incremento en el ingreso experimentado por dichos países en los últimos 20 años, los reportes de bienestar subjetivo se han mantenido inalterables. Por otra parte, en la población norteamericana dichos reportes fueron estables en personas que habían incrementado sus ingresos y en personas que por el contrario, los habían disminuido.7 En tal sentido, las investigaciones realizadas en ganadores de la lotería, al mostrar solo un incremento temporal de bienestar subjetivo relativamente corto (aproximadamente 3 semanas), brinda un importante soporte, según sus autores, a la hipótesis acerca de la poca correlación entre los ingresos y el bienestar subjetivo de las personas.8

Esta aparente contradicción puede ser el resultado de un error metodológico muy común en la investigación de corte positivista, que resulta de la descontextualización de una variable, que solo adquiere sentido en el sistema de relaciones en que se encuentra imbricada, para estudiarla aisladamente o en un sistema de relaciones artificial, en donde se controlan una serie de variables, que a juicio del investigador, son confusas, pero que

en la realidad juegan su papel en el fenómeno investigado. De manera que si los ingresos, tanto al nivel estatal, comunitario o individual son abstraídos para establecer su relación con los reportes de bienestar subjetivo, los resultados no pueden reflejar su verdadera participación en este último.

Los resultados de carácter más holístico en cuanto a bienestar subjetivo provienen de recientes estudios trans-culturales,7 que muestran diferencias significativas en cuanto a los reportes ofrecidos en las diversas culturas. Según estos autores, las mayores diferencias emanan de lo que llaman culturas individualistas y colectivistas. Las primeras son aquellas que enfatizan el papel de lo individual como elemento decisivo para el éxito, ellas refuerzan la autonomía y los motivos individuales; por el contrario, en las colectivistas, el grupo es considerado más importante que la individualidad, por lo que privilegian la armonía y el funcionamiento grupal en detrimento de las emociones y motivos individuales. De acuerdo con Diener, las naciones individualistas ofrecen muy altos reportes de bienestar subjetivo en general. También sus tasas de divorcio y suicidio resultan particularmente altas.7

Parece ser, según estos autores, que en dichas naciones, las atribuciones acerca de los eventos que le ocurren a los individuos, tienen un carácter interno, es decir, atribuyen a sí mismos los resultados de sus acciones, de manera que los efectos de los acontecimientos se amplifican, tanto si son negativos como positivos. Este resultado podría ser explicado además por el insuficiente apoyo social que durante los períodos difíciles se aprecia en este tipo de cultura. En resumen, según estos hallazgos, en los países individualistas, el mayor número de los sujetos reporta niveles más cercanos a ambos extremos de la curva.

Por su parte, en los países colectivistas, al darle prioridad al grupo, generalmente existe una estructura social más segura que probablemente produzca, tanto, una menor cantidad de personas muy felices, como menos sentimientos de depresión y soledad; luego, los valores tenderán a agruparse hacia el centro de la curva.

Mediante estos razonamientos los autores pretenden explicar la coexistencia de tasas que expresan aparente contradicción. Sin embargo, a pesar de que estos factores pueden tener cierto peso en la explicación, queda claro que no pasan de ser especulaciones a partir de los resultados encontrados. Mucho más convincentes podrían resultar otros diseños que permitiesen la identificación de todas las variables que intervienen, así como la explicación dinámica de su entramado de relaciones.

Otras investigaciones mostraron diferencias significativas entre las naciones en términos de cómo las normas vigentes de las distintas culturas, manejan la experiencia emocional.8 Por ejemplo, se encontró que en los países en que se valida socialmente el experimentar emociones positivas, los reportes de este tipo de vivencias fueron significativamente superiores; sin embargo, el no encontrar relaciones con un adecuado nivel de significación para las emociones negativas, llama a la cautela en cuanto a la interpretación de dichos datos (Suh E, Diener E. Subjetive well-being: Issues for cross-cultural research. En: Zoh MH. Proceedings of the Korean Psychologic Association Symposium on Quality of Life. Seval, Korea, pags 22-49, 1995.).

La determinación microsocial del bienestar subjetivo

Los conocimientos que en la actualidad se tienen con relación al papel del micromedio en la determinación del bienestar subjetivo se limitan al reconocimiento de una serie de variables que inhiben relaciones de significación estadística con dicho constructo. Una de las variables que con más consistencia predicen el bienestar subjetivo en este nivel, según dichos estudios, es el status marital. Las personas casadas o unidas consensualmente de ambos sexos reportan mayores niveles de felicidad que aquellas que nunca han estado casadas o unidas, las divorciadas, las viudas o las separadas.9 Resulta obvio que la vida en pareja, cuando está provista de una adecuada comunicación, provee a los miembros de interacciones sociales significativas y de un nivel de apoyo material, emocional, económico, instrumental o de información, que generalmente modula positivamente su relación con el medio.10

Por otra parte, los efectos deletéreos de las relaciones matrimoniales conflictivas no sólo se evidencian en los reportes de bienestar subjetivo de los miembros de la pareja, sino en los de los niños provenientes de dichos hogares. Algunos autores han hallado diferencias significativas en cuanto a los niveles de satisfacción con la vida reportados por personas que fueron educadas en hogares con conflictos y los que crecieron en familias con relaciones adecuadas.11

La constatación en diversas culturas de inferiores niveles de satisfacción con la vida en adultos que provienen de hogares problemáticos, comparados con los que muestran los que se educaron sin este tipo de dificultades, contribuyó al desarrollo de hipótesis concernientes a la posible relación entre el funcionamiento familiar y el bienestar subjetivo. Las posibilidades que ofrezca el micromedio para la satisfacción de las necesidades de las personas, es otra de las variables relevantes en su estudio.

Según Canton, los éxitos académicos y la intimidad constituyen poderosos satisfactores en estudiantes universitarios. La participación social, por su parte, resulta un fuerte predictor de bienestar entre las personas jubiladas, mientras que la satisfacción con el trabajo lo es entre los que se encuentran en edad laboral.12 En estos resultados se pone de manifiesto el importante papel que juegan en los reportes de bienestar de los sujetos, las instituciones que se enmarcan en el micromedio del individuo como puede ser la familia, la escuela, los centros laborales y aquellas que agrupan a algunos ciudadanos como las logias, los círculos de abuelos, por mencionar solo algunas.

La variable apoyo social adquiere su mayor relevancia en este nivel de determinación. El papel de la pareja, la familia, los grupos de referencia y pertenencia del sujeto, generalmente constituyen poderosas fuentes de apoyo emocional, informativo e instrumental para las personas.10 Investigaciones realizadas en la Facultad de Salud Pública dan cuenta de la importancia de esta variable en los reportes de satisfacción de los individuos en diversos municipios del país, al constituir su ausencia, un factor de riesgo de insatisfacción en el grupo de mujeres de edad mediana.13

El nivel de determinación individual del bienestar subjetivo

Los datos empíricos de que se dispone en la actualidad con relación a la poca capacidad explicativa que tienen las variables demográficas en los reportes de bienestar de los individuos, han conducido a que los científicos dedicados al estudio del bienestar subjetivo, centren su atención en los

procesos de adaptación, y por ende, en los mecanismos personológicos encargados de su regulación. En apoyo a los estudios que relacionan la personalidad con el bienestar subjetivo están los resultados que muestran estabilidad en los reportes, con independencia de la cantidad y calidad de los eventos vitales experimentados.14

Los investigadores dedicados a investigar sobre el bienestar subjetivo parten de la premisa de la determinación biológica de los rasgos de personalidad, de ahí que una buena parte de los estudios se refieran al temperamento. Este, en su condición de componente de la personalidad con una mayor carga genética, tiene un poderoso efecto en el bienestar subjetivo. Estudios llevados a efecto en la adultez con gemelos monocigóticos separados al nacer, comparados con dicigóticos criados juntos, han revelado la fuerte base genética que poseen los afectos positivos y negativos. Posterior apoyo a estos datos se ha encontrado en estudios que obtuvieron medidas de reactividad emocional en niños de edad temprana, como fuertes predictoras de posteriores respuestas de miedo.15 Importantes diferencias en cuanto a la reactividad emocional han sido observadas en niños de 2 días de nacidos. Kagan y otros identificaron 2 grupos de niños, uno con estilos de evitación de eventos nuevos (niños inhibidos), y otro con un estilo dirigido al enfrentamiento a dichos eventos (niños desinhibidos).15 Esos datos han dado lugar a hipótesis que relacionan esos estilos emocionales con la diferencial excitabilidad de la amígdala y sus proyecciones en el sistema motor, el cíngulo, el córtex frontal, el hipotálamo y el sistema nervioso autónomo.16

Así, factores genéticos pueden conducir a diferencias en la reactividad de los centros emocionales del cerebro, los cuales predisponen a las personas a experimentar diferentes grados de emociones placenteras y displacenteras. Obviamente este enfoque imprime un carácter fatalista en cuanto a la determinación del bienestar subjetivo, al conceder una importancia de segundo orden al medio social en que se desenvuelve el sujeto. Ello podría ser el resultado de los sesgos metodológicos ya señalados.

En cuanto a los vínculos personalidad/bienestar subjetivo, los investigadores han examinado la relación de este constructo con 137 rasgos,17 entre los cuales, la mayor atención teórica se ha concedido a la extraversión y el neuroticismo. En general, los estudios han mostrado una relación de significación entre la extraversión y los afectos positivos; por otra parte, el neuroticismo se relaciona con los afectos negativos.

Muchos de los estudios que se han interesado por la relación personalidad-bienestar subjetivo, han asumido los supuestos teóricos de Eysenck, que considera que la personalidad puede ser resumida en 3 dimensiones fundamentales: extraversión, neuroticismo y psicoticismo.17

Los individuos que obtienen altos puntajes en extraversión se caracterizan por ser sociables, asertivos, vivaces y propensos a la búsqueda de sensaciones; los que poseen altos niveles de neuroticismo, son ansiosos, deprimidos, emocionales y con baja autoestima; mientras que los puntajes altos en psicoticismo evidencian agresividad, conducta antisocial, egocentrismo y creatividad.

Para Eysenck los rasgos de extraversión e introvesión tienen su base en las diferencias en cuanto a la excitación. Los extravertidos son individuos crónicamente subexcitados, mientras que los introvertidos se caracterizan por la constante sobreexcitación. El óptimo grado de excitación para ambos

individuos es aproximadamente igual, y la conducta persigue la compensación, de modo que los extravertidos buscan situaciones excitantes para incrementar su excitación, mientras que los introvertidos las evitan para inhibirla.18

Sin embargo, la relación personalidad-bienestar subjetivo no puede ser examinada abstrayendo subsistemas de la primera, como es el caso de la extraversión y la introversión, para establecer sus relaciones con el constructo en estudio. Ello contradice los principios básicos de la Teoría General de Sistemas, que postula la comprensión del todo, y nunca el estudio de una variable o subsistema de forma aislada, por carecer de relevancia su papel fuera del sistema a que pertenece.5 Luego, el bienestar reportado por el sujeto no está solamente determinado por la posesión de determinado rasgo, sino por el resultado de las complejas relaciones que se dan al nivel personológico como un todo, en cuya base interactúa un considerable número de variables.

Conclusiones

Un examen pormenorizado de los diseños empleados para el estudio del bienestar subjetivo, muestra la orientación positivista que en los mismos subyace.

La tendencia a la descomposición del objeto, para establecer la asociación entre diversas variables (que a juicio del investigador son relevantes) y el constructo, ofrece, como en el caso que nos ocupa, una comprensión distorsionada de los verdaderos determinantes del bienestar subjetivo. Este es el resultado de la actividad sistémica de diversos objetos sinergéticos, como son el macromedio, con sus subsistemas económico, jurídico, sociodemográfico; también el micromedio, que comprende subsistemas tales como la familia, la institución escolar, laboral, de salud, de recreación, de cultura, los grupos de referencia y el individual, que regula a través de la personalidad, las influencias de la biología y los sistemas antes mencionados.

Estos problemas de índole teórico-metodológico, son en gran medida, los responsables de los resultados contradictorios apreciados a lo largo de este trabajo, y que se atribuyen a deficiencias particulares de cada estudio.

Summary

A review of the papers on subjective well-being published in the world during the last years was made. The results obtained were critically analyzed taking into account the epistemological foundations that served as a sustenance. The fact that the studies about subjective well-being are still in force shows the increasing awareness of the investigators about the importance of studying those factors influencing positively on health. The understanding of the complex skein of interactions determining the subjective well-being at the macrosocial, microsocial and individual levels is an indispensable requirement for the implementation of interventions at the primary health care level and for elevating this indicator so closely related to health.

Subject headings: POPULATION WELL-BEING; FAMILY WELL-BEING; EMOTIONS; PERSONAL SATISFACTION; HAPPINESS; QUALITY OF LIFE; SYSTEMS THEORY.

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Recibido: 24 de septiembre de 2001. Aprobado: 6 de julio de 2001.

Lic. Guillermo Díaz Llanes. Calle Línea esquina I, Vedado, municipio Plaza de la Revolución, Ciudad de La Habana, Cuba.

La categoría bienestar psicológico. Su relación con otras categorías sociales

Carmen R. Victoria García-Viniegras 1 e Idarmis González Benítez 2

RESUMEN

Desde los tiempos más remotos los pensadores, poetas y científicos han intentado reflexionar y postular principios de diversa índole acerca del bienestar o felicidad del ser humano, constituyendo en la actualidad un tema de estudio importante para la psicología y en general para las ciencias sociales. Numerosos esfuerzos se han dirigido hacia el establecimiento de los componentes del bienestar, creándose para ellos distintos modelos para su estudio desde las perspectivas de muy variadas disciplinas. El bienestar colinda con una serie de otras categorías psico-sociológicas y sociológicas, siendo su delimitación conceptual y metodológica uno de los retos más grandes que tienen ante sí estas ciencias. El presente trabajo pretende realizar un análisis de la categoría bienestar desde un ángulo psicológico, estableciendo puntos de contacto con otras categorías sociales, tales como: desarrollo económico, nivel de vida, condiciones materiales de vida, modo de vida y estilo de vida.

Descriptores DeCS: BIENESTAR SOCIAL; SALUD MENTAL; FELICIDAD; CALIDAD DE VIDA; ESTILO DE VIDA; SATISFACCION PERSONAL.

El estudio del bienestar humano es sin duda, un tema complejo y sobre el cual los científicos sociales no logran un consenso. La falta de acuerdo en su delimitación conceptual se debe, entre otras razones, a la complejidad de su estudio, determinada en mucho por su carácter temporal, su naturaleza plurideterminada, donde intervienen factores objetivos y subjetivos. En torno al bienestar humano existe una diversidad de enfoques, lo que no ha permitido aún, llegar a un consenso en cuanto a su conceptualización y medición. Uno de los componentes fundamentales del bienestar es la satisfacción personal con la vida. Esa satisfacción surge a punto de partida de una transacción entre el individuo y su entorno micro y macrosocial, con sus elementos actuales e históricos, donde se incluyen las condiciones objetivas materiales y sociales, que brindan al hombre determinadas oportunidades para la realización personal.

Estudiar el bienestar resulta vital, pues a nivel social toca puntos tan neurálgicos como la movilización de las masas para el cambio social y la responsabilidad común ante hechos ambientales y ecológicos. A nivel individual, toma en cuenta aspectos cualitativos y cotidianos del hombre vinculados a su felicidad que categorías sociales tales como el desarrollo económico no pueden por sí solas explicar.

Por otra parte, el desarrollo evidenciado por el concepto de salud en las últimas décadas y la realización de innumerables investigaciones clínico-epidemiológicas han demostrado el vínculo de la salud con un conjunto de factores que trascienden lo biológico. Muchas de estas categorías

psicosociales han contribuido de una forma u otra al creciente auge y desarrollo de los estudios acerca del bienestar subjetivo. En la búsqueda del aspecto positivo de la salud, dicha categoría se hace necesaria, junto con otras, para abordar los factores psicológicos y sociales influyentes en el proceso salud-enfermedad.

El bienestar subjetivo es parte de la salud en su sentido más general y se manifiesta en todas las esferas de la actividad humana. Es de todos conocido que cuando un individuo se siente bien es más productivo, sociable y creativo, posee una proyección de futuro positiva, infunde felicidad y la felicidad implica capacidad de amar, trabajar, relacionarse socialmente y controlar el medio.1 Está demostrada la asociación entre algunos estados emocionales y respuestas de enfrentamiento al estrés de un tipo u otro.2

Todo esto explica por sí solo la relación del bienestar psicológico con los niveles de salud.

La investigación del bienestar subjetivo, sin embargo, ha sido abordada por los investigadores de manera difusa y poco clara, manejándose indistintamente conceptos tales como bienestar subjetivo, bienestar psicológico, salud mental y felicidad. Además, tampoco está claramente definida su vinculación con otras categorías de corte sociológico y sociopsicológico, tales como calidad de vida, desarrollo económico y nivel de vida, condiciones de vida, modo de vida y estilo de vida.

DESARROLLO

El bienestar subjetivo es parte integrante de la calidad de vida que tiene un carácter temporal y plurideterminado. Algunos autores defienden la medición del bienestar mediante sus diferentes componentes, o sea, la satisfacción por áreas más que mediante una medición única del bienestar subjetivo, mientras que otros proponen una valoración global.3

Otros autores han considerado el bienestar subjetivo como expresión de la afectividad.4 Para Lawton, el bienestar es visto como una valoración cognitiva, como la evaluación de la congruencia entre las metas deseadas y las obtenidas en la vida,5 mientras que Diener y otros6 brindan una concepción más integradora del bienestar subjetivo considerándolo como la evaluación que hacen las personas de su vida, que incluye tanto juicios cognitivos como reacciones afectivas (estados de ánimo y emociones).

El término bienestar lleva implícita la experiencia personal, y por tanto hablar de bienestar subjetivo puede considerarse una redundancia. Existe una íntima relación de lo afectivo y lo cognitivo por lo que el bienestar es definido por la mayoría de los autores como la valoración subjetiva que expresa la satisfacción de las personas y su grado de complacencia con aspectos específicos o globales de su vida, en los que predominan los estados de ánimo positivos.

El bienestar subjetivo enfatiza un carácter vivencial en su sentido más amplio, aunque resulta imprescindible esclarecer su vínculo con otras categorías de carácter más social. El término bienestar psicológico ha sido utilizado como sinónimo de bienestar subjetivo; de hecho ambos términos están estrechamente relacionados. El bienestar psicológico puede ser considerado como la parte del bienestar que compone el nivel psicológico, siendo el bienestar general o bienestar subjetivo el que está compuesto por

otras influencias, como por ejemplo la satisfacción de necesidades fisiológicas.

El bienestar psicológico trasciende la reacción emocional inmediata, el estado de ánimo como tal. La controversia entre los aspectos estables y transitorios del bienestar ha caracterizado su abordaje por los diferentes autores. Aunque hay una fuerte evidencia a favor de la existencia tanto de aspectos estables como de aspectos transitorios del bienestar subjetivo, los aspectos estables parecen tener efectos significativamente más fuertes que los aspectos transitorios.

El bienestar psicológico es un constructo que expresa el sentir positivo y el pensar constructivo del ser humano acerca de sí mismo, que se define por su naturaleza subjetiva vivencial y que se relaciona estrechamente con aspectos particulares del funcionamiento físico, psíquico y social. El bienestar posee elementos reactivos, transitorios, vinculados a la esfera emocional, y elementos estables que son expresión de lo cognitivo, de lo valorativo; ambos estrechamente vinculados entre sí y muy influidos por la personalidad como sistema de interacciones complejas, y por las circunstancias medioambientales, especialmente las más estables.

Las diferencias sociodemográficas, no sólo pueden producir diferentes niveles de bienestar y de salud7 (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo Humano. New York. Informe 1994), sino también diferentes formas de encontrar el bienestar psicológico. Puede esperarse que las causas del bienestar difieran según el ciclo vital, las condiciones de vida, el nivel educacional, la ocupación o el grupo social.

El bienestar es una experiencia humana vinculada al presente, pero también con proyección al futuro, pues se produce justamente por el logro de bienes. Es en este sentido que el bienestar surge del balance entre las expectativas (proyección de futuro) y los logros (valoración del presente), lo que muchos autores llaman satisfacción, en las áreas de mayor interés para el ser humano y que son el trabajo, la familia, la salud, las condiciones materiales de vida, las relaciones interpersonales, y las relaciones sexuales y afectivas con la pareja. Esa satisfacción con la vida surge a punto de partida de una transacción entre el individuo y su entorno micro y macrosocial, donde se incluyen las condiciones objetivas materiales y sociales, que brindan al hombre determinadas oportunidades para la realización personal.

Las condiciones materiales de vida, por constituir las condiciones reales en que los hombres producen y reproducen su existencia social e individual, aporta elementos decisivos al bienestar humano, sin embargo, ellas constituyen sólo un aspecto en su naturaleza plurideterminada. Las condiciones de vida no son más que aquellas condiciones materiales, espirituales y de actividad en las que transcurre la vida de las personas. Entre las condiciones de vida están la disponibilidad de fuentes de trabajo, condiciones de vivienda, servicios de atención médica, disponibilidad de alimentos, existencia de centros culturales y deportivos, saneamiento ambiental, transporte, comunicaciones, etcétera.

Las condiciones de vida, como es obvio, tienen en su base el desarrollo económico alcanzado por una sociedad en un tiempo y lugar determinados. El desarrollo económico se encuentra fuertemente relacionado con el concepto de nivel de vida cuyos indicadores giran básicamente alrededor de los ingresos y el consumo. Esto forma parte de los componentes de la calidad de vida y el bienestar humano, pero no siempre el alto nivel de vida

y de desarrollo se traducen en iguales índices de calidad de vida, pues ella pueda verse deteriorada por el aumento de las desigualdades sociales, la producción ilimitada y el consumismo, etc. Asimismo, no siempre implican un sistema más democrático y participativo por solo mencionar 2 aspectos importantes que deben tomarse en cuenta en el análisis de la calidad de vida.

El nivel de vida es el grado en que se satisfacen las necesidades humanas expresadas a través de un conjunto de indicadores cuantitativos; son aquellas características cuantitativas del consumo de los grupos.

El desarrollo de los indicadores ha evolucionado desde la vertiente de las condiciones de vida, hasta la experienciación (percepción, interpretación, valoración) de estas situaciones y condiciones, desde los indicadores materiales y objetivos hasta los indicadores de satisfacción a través de medidas psicosociales subjetivas, elaborándose cada día más el concepto de calidad de vida que desarrollaremos más adelante.

Por otra parte, el modo de vida, es una categoría también estrechamente relacionada con la calidad de vida y el bienestar. Este es ante todo un concepto sociológico que se conceptualiza como la expresión integrada de la influencia socioeconómica en el conjunto de formas de la actividad vital, en la vida cotidiana de los individuos, grupos y clases sociales. Él sintetiza en la actividad vital del hombre lo biológico y lo social.8 El modo de vida caracteriza las principales propiedades existentes en una determinada sociedad.9

Cada sociedad, en cada momento histórico, tiene un modo de vida correspondiente. Por ello, el modo de vida se manifiesta de forma específica en cada pueblo o nación. El carácter común de la economía, el territorio, la lengua, la cultura, las tradiciones y las costumbres hace que el modo de vida tenga un carácter nacional. El modo de vida significa el modo por el que los miembros de la sociedad utilizan y desarrollan las condiciones de vida, y a su vez estas condiciones de vida lo modifican. Es necesario tener en cuenta la actitud subjetiva del hombre hacia su modo de vida, porque la satisfacción o la insatisfacción son los inspiradores más importantes de su modificación.

El modo de vida está también determinado por las cualidades biológicas, psicológicas y sociales de cada persona en particular, las que determinan un estilo de vida específico para cada individuo. Ese estilo de vida refleja el comportamiento del sujeto en su contexto social y su especificidad psicológica en la realización de su actividad vital. Tiene un carácter activo y está regulado por la personalidad, y representa el conjunto de conductas del individuo en su medio social, cultural y económico.

El estilo de vida abarca los hábitos y la realización personal en todas las esferas de la vida del hombre, el área laboral, la cultura material (manera de vestir, útiles domésticos), higiene personal, cultura sanitaria, actividad cultural y sociopolítica, así como las relaciones sociales y sexualidad.

La situación de salud de una población está estrechamente vinculada al modo de vida de la sociedad como un todo, a las condiciones de vida de la sociedad en cuestión y al estilo de vida personal de los individuos que integran esa sociedad.

Para ganar claridad en el análisis de estas categorías hay que partir de un presupuesto teórico importante: el hecho de que todas ellas se encuentran determinadas por las formas de organización socioeconómicas que caracterizan un sistema dado, lo que no impide que cada una de ellas tenga sus particularidades.

A diferencia de otras categorías existentes en el campo de las ciencias sociales, cuyos orígenes pueden remontarse a principios de siglo e incluso en el siglo pasado, el término calidad de vida surge hace poco más de 2 décadas, aunque como concepción puede situarse desde la antigüedad, vinculada a conceptos tales como bienestar, salud, felicidad, entre otros. La calidad de vida se ha definido como un equivalente de bienestar en el ámbito social, de estado de salud en el terreno médico, llamada también calidad de vida de salud y de satisfacción vital en el campo psicológico.

En los modelos planteados para la evaluación de la calidad de vida prevalecen 2 tendencias fundamentales:

La primera está centrada en variables objetivas externas al sujeto, correspondiéndose con un enfoque sociológico y económico, que ha tratado de medir la calidad de vida utilizando preferiblemente la metodología de los indicadores de corte sociodemográfico. Dentro de estos estudios se encuentran los realizados por J Breilh,10EF Futratt-Kloep,11 así como los de diversos organismos internacionales como las Naciones Unidas, en su Programa para el Desarrollo (PNUD).

Entre los factores objetivos se encuentran entre los más recurridos los relacionados con la salud, tales como esperanza de vida, mortalidad infantil, nutrición, servicios de salud entre otros; los educacionales donde se toma en consideración el índice de alfabetismo y el acceso a los servicios educacionales. También en algunos de estos trabajos se destaca el valor de los ingresos per cápita, el producto nacional bruto, el índice de delincuencia, etcétera.

La segunda tendencia, considera a la calidad de vida como una dimensión subjetiva determinada por la valoración que hace el sujeto de su propia vida, concepción a partir de la cual se han realizado innumerables esfuerzos en la elaboración de metodologías e instrumentos que permitan la apreciación subjetiva y el nivel de satisfacción global o parcial en áreas importantes de la vida del sujeto.

Algunos de sus autores como García Riaño llegan a plantear que algunos indicadores objetivos como son el ingreso y el consumo de bienes y servicios, no son más que medidas parcializadas de la calidad de vida.12 Según este autor, lo más importante en la calidad de vida es la percepción que el sujeto tiene de su realidad exterior. Si bien las medidas subjetivas de la calidad de vida podrían resultar peligrosas, no es menos cierto que también puede resultarlo el simple uso de los indicadores sociales y las medidas objetivas. Ambos enfoques parcializados son negativos.

La definición que adoptamos con relación a la calidad de vida es la siguiente:

El resultado de la compleja interacción entre factores objetivos y subjetivos; los primeros constituyen las condiciones externas (económicas, sociopolíticas, culturales, ambientales, etc.), que facilitan o entorpecen el pleno desarrollo del hombre, de su

personalidad. Los factores subjetivos están determinados en última instancia por la valoración que el sujeto hace de su propia vida en función del nivel de satisfacción que alcanza en las esferas o dominios más importantes de su vida.

Los factores objetivos que forman parte de la calidad de vida están determinados, sin lugar a dudas por el modo, las relaciones de producción y las formas de organización de una sociedad dada, y por los patrones de trabajo y consumo que caracterizan a los distintos grupos sociales, en un período histórico determinado.

En cuanto a los factores subjetivos, resulta determinante el grado de satisfacción-insatisfacción que el sujeto alcanza en su vida, el cual está determinado por el nivel de correspondencia entre las aspiraciones y expectativas trazadas y los logros, que en relación con ellas, va obteniendo a lo largo de su existencia. Para nosotros esto no es más que el bienestar psicológico, aunque en el bienestar psicológico consideramos también la vida afectiva, o como pudiéramos decir el componente afectivo del bienestar.

Existe una interacción entre lo social y lo psicológico, donde lo social influye en lo psicológico a través del sentido que tenga para el sujeto, y lo psicológico influye en lo social de acuerdo con la postura que el individuo asume.10 Esto es un presupuesto teórico básico para la conceptualización, estudio y evaluación de la calidad de vida y su dimensión subjetiva que identificamos con el bienestar.

Los niveles de satisfacción que el hombre alcanza, no solo dependen de las condicionantes externas, sino también de las internas, es decir de su autovaloración y la jerarquía motivacional. En la estructura del área subjetiva de la calidad de vida tenemos, pues, como núcleo central, una dimensión psicológica la cual expresa el nivel de correspondencia entre las aspiraciones y expectativas trazadas por el sujeto y los logros que ha alcanzado o puede alcanzar a corto o mediano plazo.

CONCLUSIONES

En el abordaje de la calidad de vida, los indicadores de corte objetivo resultan necesarios, pero requieren de un complemento indispensable: el distinguir cómo se expresan estos valores sociales en el individuo y cuán importantes resultan para él.

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Recibido: 15 de noviembre de 1999. Aprobado: 29 de noviembre de 1999. Lic. Carmen R. Victoria García-Viniegras. Calle San José No. 20715 e/3ra y San Antonio, reparto Carolina, municipio San Miguel del Padrón, Ciudad de La Habana, Cuba.

1 Especialista en Psicología de la Salud. Investigadora Titular. Facultad de Ciencias Médicas "Miguel Enríquez". 2 Especialista en Psicología de la Salud. Profesora Asistente. Facultad de Ciencias Médicas "Calixto García".