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Kathleen McGowan
La Esperada LibroPrimero de la Triloga del
Linaje de la MagdalenaEste libro es una obra de ficcin.
Nombres, personajes, lugares ncidentes citados son productode la imaginacin del autor o son usado
ficticiamente.
Cualquier parecido con personas vivas muertas es slo coincidencia.
Copyright 2006 by McGowan Medianc.
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All Rights ReservedThis edition published b y arrangemen
with TOUCHSTONE
de la traduccin, 2006 by Eduardo GMurillo 2005 by Ediciones Urano, S.A.Aribau, 142, pral. - 08036 Barcelonawww.umbrieleditores.comISBN: 84-89367-12-4Depsito legal: M - 40.491 - 2006Fotocomposicin: Germn AlgarraImpreso por Mateu Cromo Arte
Grficas, S.A.Ctra. de Fuenlabrada, s/n - 28320 Madri
Impreso en Espaa -Printed in Spain
Este libro est dedicado aMara MagdalenaMi musa, mi antepasada
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Peter McGowanLa roca sobre la que erig mi vida
Mis padres, Donna y JoePor su amor incondicional y un
entica interesante
Y a nuestros prncipes del Grial
Patrick, Conor y ShanePor llenar nuestras vidas de amor, risa
e inspiracin constante
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A la Seora electa y a sushijos,
a los cuales amo en la verdad,
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y no slo yo, sino tambincuantos conocen la
verdad,
or amor de la verdad, que mora ennosotros
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y con nosotros est parasiempre.
II Epstola de Juan, 1-2
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Prlogo
Sur de la Galia, ao 72No le quedaba mucho tiempo.La anciana se ci el chal alrededor d
os hombros. Este ao el otoo haba llegad
con antelacin a las montaas rojas, y estabhelada hasta los huesos. Flexion los dedopoco a poco, sin forzarlos, con la esperanzde que las articulaciones artrticas s
desentumecieran. Sus manos no debafallarle ahora, cuando tanto estaba en juegoTena que acabar de escribir esta nocheTamar no tardara en llegar con las jarras,
odo deba estar preparado.Se permiti exhalar un largo y temblorosuspiro.Hace mucho tiempo que esto
cansada. Muchsimo tiempo.
Saba que esta postrera tarea sera l
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ltima que acometera en la tierra. Los ltimodas, concentrados en los recuerdos, habavaciado de vida su cuerpo marchito. L
pesaban sus viejos huesos, con la pena y ecansancio indecibles que acosan a quieneobreviven a sus seres queridos. Dios la hab
puesto a prueba muchas veces, sin piedad ncompasin.
Tan slo Tamar, su nica hija y ltimovstago, viva con ella. Tamar era subendicin, el destello de luz en las horas moscuras, cuando recuerdos ms aterradoreque las pesadillas se niegan a ser domeadosSu hija era ahora la nica otra supervivientdel Gran Momento, aunque slo era una nicuando todos haban asumido su papel en l
historia viviente. De todos modos, lconsolaba saber que quedaba alguien quecordaba y comprenda.
Los dems haban desaparecido. L
mayora estaban muertos, martirizados po
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hombres y mtodos demasiado brutales paroportarlos. Tal vez todava seguan con vid
algunos, diseminados a lo largo y ancho de
gran mapa de la tierra de Dios. Nunca labra. Haban transcurrido muchos aodesde que recibiera noticias de los otros, peroen cualquier caso, haba rezado por ellodesde el alba hasta el ocaso, en aquellos daen que los recuerdos eran ms acuciantesDeseaba con toda su alma y su corazn quhubieran encontrado la paz, sin padecer lagona de muchos millares de noches dnsomnio.
S, Tamar era su nico refugio eaquellos aos crepusculares. La nia erdemasiado pequea para recordar todos lo
detalles horrorosos del Tiempo de lOscuridad, pero lo bastante mayor parememorar la belleza y la gracia de aquello
elegidos por Dios para seguir su sant
endero. Al dedicar su vida al recuerdo de lo
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elegidos, Tamar se haba decantado por ucamino de servicio y amor. La singuladedicacin de la muchacha al consuelo de s
madre en las postrimeras de su trnsito poeste mundo haba sido extraordinaria.Abandonar a mi amada hija es la nic
dificultad que me resta por afrontar. Inclusoahora, cuando la muerte es inminente, nuedo soportarla.
Y sin embargoSe asom a la entrada de la caverna qu
haba constituido su hogar desde haca cascuatro dcadas. El cielo estaba despejadcuando alz su cara arrugada y contempl lbelleza de las estrellas. Nunca dejara dmaravillarla la creacin de Dios. En alg
ugar, ms all de aquellos astros, las almaque ms amaba en el mundo la esperaban. Lapoda sentir en aquel mismo momento, mcerca que nunca.
Poda sentirle al.
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- As sea -susurr al cielo nocturnoGirndose lentamente la anciana regres anterior de la cueva. Respir hondo, estudi e
osco pergamino y forz la vista bajo la luenue y humeante de una lmpara de aceite.Tom el clamo y continu escribiend
con trazos esmerados.
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Tantos aos han pasado, y no mresulta ms fcil escribir sobre Judascariote que en aquellos das oscuros. Norque albergue ningn resentimiento contra
l, sino por todo lo contrario.Contar la historia de Judas, y conf
hacerlo con equidad. Era un hombrntransigente en sus principios, y quiene
nos siguen han de saber esto: no loraicion (o nos traicion) por una bolsa dmonedas. La verdad es que Judas era el meal de los doce. Durante estos ao
ranscurridos he tenido muchos motivos parumirme en el dolor, pero creo que slo aUno lloro ms que a Judas.
Muchos querran que escribiera sobr
udas con agrias palabras, para condenarl
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or traidor, por estar ciego a la verdad. Perno puedo escribir nada de eso porque seramentiras antes de que mi clamo tocara l
gina. Bastantes mentiras se escribirobre nuestros tiempos, Dios me lo harevelado. Yo no escribir ms.
Pues cul es mi propsito, sino contaoda la verdad de lo acaecido entonces?
El Evangelio de Arques de MarMagdalena
El Libro de los Discpulos
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MarsellaSeptiembre de 1997Marsella era un buen lugar para morir,
o haba sido durante siglos. El legendari
puerto mediterrneo conservaba su reputacide guarida de piratas, contrabandistas asesinos, una fama disfrutada desde que loomanos arrebataron la ciudad a los griegos e
iempos antes de Cristo.A finales del siglo xx, los esfuerzos deGobierno francs por limpiar de delincuentea ciudad haban conseguido por fin que fuer
posible tomar una bullabesa sin temor a seasaltado. De todos modos, el crimen nmpresionaba a los marselleses. El asesinat
estaba arraigado en su historia y en s
gentica. Los curtidos pescadores ni siquier
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pestaeaban cuando sus redes atrapaban algmuy poco adecuado para preparar su famosopa.
Roger-Bernard Glis no era nativo dMarsella. Haba nacido y crecido en laestribaciones de los Pirineos, en uncomunidad que exista orgullosamente comun anacronismo viviente. El siglo xx no habhecho mella en su cultura, tan antigua quveneraba el poder del amor y la paz poencima de todos los dems asuntos terrenalesAun as, era un hombre de edad madura quien las cosas mundanas no le resultabaextraas. Al fin y al cabo, era el lder de supueblo, y si bien la comunidad gozaba de unprofunda paz espiritual, no dejaba de tene
enemigos.A Roger-Bernard le gustaba decir que l
uz ms poderosa atrae la oscuridad mmpenetrable.
Era alto y fornido, una figura imponent
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para los forasteros. Quienes desconocan ealante bondadoso de Glis podan confundirl
con alguien temible. Con el paso del tiempo s
mpuso la teora de que sus atacantes no leran desconocidos.Tendra que haberlo imaginado, tendr
que haber dado por sentado que no le dejaraportar un objeto de un valor tan incalculablcon absoluta libertad. Acaso no habamuerto casi un milln de sus antepasados poalvaguardar este precioso tesoro? Pero l
dispararon por la espalda y el proyectil perforu crneo antes incluso de que Gliospechara que el enemigo lo rondaba.
El examen forense de la bala no sirvi dnada a la polica, pues el ataque de lo
asesinos concluy con la desaparicin de unparte crucial de la anatoma del muertoTenan que ser varios, pues la estatura y pesde la vctima requiri el concurso de uno
cuantos hombres para hacerle lo que l
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hicieron a continuacin.Roger-Bernard tuvo la suerte de esta
muerto antes de que empezara el ritual. S
ahorr el regocijo de sus asesinos cuandpusieron manos a su espantosa obra. El jefde los sicarios enton su antiguo mantra dodio mientras ejecutaba su cometido.
- Neca eos omnes. Neca eos omnesSeparar una cabeza humana del tronco e
una tarea complicada y difcil. Exige fuerzadeterminacin y un instrumento muy afiladoLos asesinos de Roger-Bernard contaban coodos estos elementos, y los utilizaron con l
mxima eficacia.
El cadver haba pasado mucho tiemp
en el mar, maltratado por las olas mordisqueado por los hambrientos habitantede las profundidades. El lamentable estado decuerpo desalent tanto a los policas, qu
concedieron escasa importancia al dedo que l
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faltaba en una mano. Una autopsia, enterraddespus por la burocracia (y tal vez por algms), se limit a constatar que le haba
eccionado el dedo ndice de la mano derechaSeptiembre de 1997La Ciudad Vieja de Jerusaln bulla d
actividad frentica, como todos los viernes poa tarde. La historia impregnaba el aire sagrad
y enrarecido, mientras los fieles se dirigan os templos para preparar el sabbat. Lo
cristianos paseaban por la Va Dolorosa, un
erie de tortuosas calles adoquinadas quealaban el camino de la crucifixin. Fue aqu
donde un magullado y ensangrentadJesucristo, cargando una enorme cruz, s
encamin hacia su destino divino en lo alto deGlgota.
Aquella tarde de otoo, la escritornorteamericana Maureen Paschal no s
diferenciaba en nada de los dems peregrino
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que haban llegado desde todos los confines da tierra. La embriagadora brisa de septiembr
combinaba el aroma deshwarma con l
fragancia de los aceites exticos que llegabdesde los antiguos mercados. Maureen flotabnmersa en la sobrecarga sensoria
caracterstica de Israel, aferrando una gucomprada por Internet a una organizacicristiana. La gua detallaba el Va Crucis, juntcon planos y direcciones de las catorcestaciones del camino de Cristo.
- Quiere un rosario, seora? Madera deMonte de los Olivos.
- Quiere una visita guiada, seoraunca se perder. Yo le enseo todo.
Como la mayora de mujere
occidentales, se vio obligada a rechazar eacoso de los vendedores callejeros dJerusaln. Algunos eran inasequibles adesaliento en su esfuerzo por ofrece
mercancas o servicios. Otros slo se senta
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atrados por la menuda mujer de pelo rojo ez blanca, una combinacin nica y extic
en esta parte del mundo. Maureen rechazaba
us perseguidores con un educado pero firmNo, gracias. Luego interrumpa el contactvisual y se alejaba. Su primo Peter, un experten estudios sobre Oriente Prximo, la habaleccionado sobre la cultura de la CiudaVieja. Maureen era muy meticulosa, inclusen los detalles ms nfimos de su trabajo, haba estudiado con detenimiento la culturiempre en evolucin de Jerusaln. Hasta e
momento, el esfuerzo haba valido la pena, era capaz de mantener a raya las distraccionecon el fin de concentrarse en su investigacinAnotaba detalles y observaciones en su libret
Moleskine.Se qued conmovida al borde del llant
por la intensidad y belleza de la capillfranciscana de la Flagelacin, de ochociento
aos de antigedad, construida en el mism
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itio donde Jess haba recibido los azotesFue una reaccin emocional inesperadaporque Maureen no haba ido a Jerusal
como peregrina, sino para investigar, puenecesitaba documentarse para plasmar uescenario histrico verosmil en su prximobra. Mientras Maureen procurabcomprender mejor los acontecimientos deViernes Santo, abordaba esta investigacims con la cabeza que con el corazn.
Visit el convento de las Hermanas dSin, antes de desplazarse hasta la cercancapilla de la Condenacin, el legendario lugadonde Jess haba recibido la cruz despus dque Poncio Pilatos aprobara la sentencia dmuerte por crucifixin. Una vez ms, e
nesperado nudo que sinti en la garganta vinacompaado por una abrumadora sensacide dolor mientras recorra el edificioEsculturas en bajorrelieve de tamao natura
lustraban los acontecimientos de una terribl
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maana de dos mil aos atrs. Maureen sdetuvo, fascinada, junto a una grfica escende evocadora humanidad: un discpulo qu
ntentaba detener a Mara, la madre de Jesspara que no viera a su hijo cargando la cruzLas lgrimas se agolparon en sus ojos mientracontemplaba la imagen. Era la primera vez eu vida que pensaba en aquellas figura
histricas como gente real, seres humanos dcarne y hueso presos de una angustia canimaginable.
Maureen se sinti momentneamentmareada, y tuvo que apoyar una mano contras fras piedras de la pared para no caer. S
vio obligada a concentrarse de nuevo paromar ms notas sobre las imgenes y la
esculturas.Continu su camino, pero las laberntica
calles de la Ciudad Vieja eran engaosasncluso con un buen plano. Los puntos d
eferencia eran antiguos con frecuencia,
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acusaban el paso del tiempo, y quienes nconocan bien su emplazamiento solapasarlos por alto. Maureen maldijo en silenci
cuando comprendi que haba vuelto perderse. Se detuvo al abrigo de la entrada duna tienda para resguardarse de la luz del sodirecta. La intensidad del calor, pese a la levbrisa, desmenta lo avanzado de la estacinProtegi la gua del resplandor y pase la vista su alrededor, con la intencin de orientarse.
- La octava estacin de la cruz. Tienque estar por aqu -murmur en voz baja. Eugar interesaba en especial a Maureen, pueu obra se centraba en el papel de las mujere
en esta historia. Consult la gua y ley upasaje de los Evangelios relacionado con l
octava estacin.Un gran nmero de gente le segua
ncluyendo mujeres que geman y lloraban pol. Jess dijo: "No lloris por m, hijas d
Jerusaln. Llorad por vosotras y por vuestro
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hijos".Un golpe seco en el vidrio de la puert
que tena detrs la sobresalt. Alz la vista
maginando que vera el rostro de spropietario, airado porque bloqueaba lentrada al comercio, pero el rostro que lmiraba sonrea. Un palestino de edad maduravestido de manera inmaculada, abri la puertde una tienda de antigedades e invit Maureen a pasar con un ademn. Cuandhabl, lo hizo en un hermoso ingls, pese aacento.
- Entre, por favor. Bienvenida, me llamMahmoud. Se ha perdido?
Maureen agit la gua sin conviccin.- Busco la octava estacin. El plan
diceMahmoud desech la gua con un
carcajada.- S, s. La octava estacin. Jes
consuela a las mujeres de Jerusaln. Est a l
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vuelta de la esquina -indic-. Una cruz sobra pared de piedra la seala, pero hay qu
mirar con mucha atencin.
Mahmoud observ a Maureen codetenimiento antes de continuar.- Pasa lo mismo con todo en Jerusaln
Hay que mirar con mucha atencin pareconocer las cosas.
Maureen observaba sus gestos, satisfechde comprender sus indicaciones. Sonri, le dias gracias y se dispuso a marchar, pero s
detuvo al ver algo en una estantera cercanaLa tienda de Mahmoud era uno de loestablecimientos mejor surtidos de Jerusalny venda antigedades autnticas: lmparas daceite de los tiempos de Cristo, monedas co
a efigie de Poncio Pilatos. Un exquisitdestello colorido que atravesaba el vidrio dun escaparate atrajo a Maureen.
- Son joyas hechas de fragmentos d
cristal romano -explic Mahmoud, cuand
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Maureen se acerc al estante donde sexhiban joyas de oro y plata con cristaleengastados.
- Son bellsimas -observ Maureen, aiempo que admiraba un pendiente de plataPrismas de colores bailaron en la tiendcuando alz la joya a la luz, iluminando smaginacin de escritora.
- Me pregunto qu historia podracontarnos los cristales.
- Quin sabe lo que fueron en otriempo estos cristales? -Mahmoud se encogi
de hombros-. Eran parte de un frasco dperfume? De un tarro de especias? De uarrn para colocar rosas o lirios?
- Es asombroso pensar que hace dos m
aos formaban parte de un objeto cotidiano duna casa cualquiera. Fascinante.
Maureen dedic a la tienda y a scontenido una inspeccin ms detenida, y s
qued impresionada por la calidad de lo
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objetos y la belleza del muestrario. Extendi lmano para pasar el dedo con delicadeza sobruna lmpara de aceite de cermica.
- De veras tiene dos mil aos dantigedad?- Por supuesto. Algunos de mis objeto
on todava ms antiguos.Maureen mene la cabeza.- Este tipo de antigedades no debera
estar en un museo?Mahmoud lanz una estentrea
entusiasta carcajada.- Querida ma, todo Jerusaln es u
museo. No puede excavar en su jardn sidesenterrar algo de suma antigedad. Lmayora de los objetos ms valiosos van
parar a colecciones importantes. Pero nodos.
Maureen se acerc a una vitrina llena doyas antiguas de cobre, batido y oxidado. S
detuvo, su atencin concentrada en un anill
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que tena engastado un disco del tamao duna moneda pequea. Mahmoud sigui smirada, extrajo el anillo de la vitrina y se l
ofreci. Un rayo de sol que entraba por eescaparate cay sobre el anillo, ilumin edisco y revel un dibujo de nueve puntoalrededor de un crculo central.
- Una eleccin muy interesante -dijMahmoud. Su tono jovial haba cambiadoAhora estaba serio y concentrado, observaba a Maureen con atencin mientraella le interrogaba acerca del anillo.
- Cul es su antigedad?- No sabra decirle. Mis experto
afirmaron que era bizantino, tal vez de loiglos seis o siete, pero cabe la posibilidad d
que sea ms antiguo todava.Maureen mir con atencin el dibujo qu
componan los puntos.- Este dibujo me parece familiar
Tengo la sensacin de haberlo visto antes
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Sabe si simboliza algo?Mahmoud relaj su concentracin.- No puedo afirmar con seguridad lo qu
el artista quiso crear hace mil quinientos aospero me han dicho que era el anillo de ucosmlogo.
- Un cosmlogo?- Alguien que comprende la relacin entr
a Tierra y el cosmos. Lo que est arriba egual que lo que est abajo. Debo decir que, l
primera vez que lo vi, me record a loplanetas bailando alrededor del Sol.
Maureen cont los puntos en voz alta.- Siete, ocho, nueve. Pero en aquell
poca no saban que haba nueve planetas, nque el Sol era el centro del sistema solar. N
puede ser eso, verdad?- No podemos presumir de conocer l
que los antiguos saban. -Mahmoud se encogide hombros-. Prubeselo.
Maureen, que presinti de repente un
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argucia de vendedor, devolvi el anillo Mahmoud.
- Oh, no, gracias. Es muy bonito, per
lo era curiosidad. Me promet que hoy ngastara dinero.- Ningn problema -dijo Mahmoud
negndose a tomar el anillo-. Porque tampocest en venta.
- No?- No. Mucha gente me ha ofrecid
comprar este anillo. Yo me niego a venderloPor lo tanto, prubeselo sin condiciones. Slpor diversin.
Tal vez porque el hombre habecuperado su tono guasn y ella se sent
menos presionada, o debido a la atraccin de
dibujo inexplicado, Maureen desliz el anillde cobre en su dedo anular derecho. Encaj a perfeccin.
Mahmoud asinti, serio de nuevo,
usurr casi para s:
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- Como hecho a la medida.Maureen alz el anillo a la luz y l
examin en su mano.
- No puedo apartar mis ojos de l.- Es porque es para usted.Maureen levant la vista con suspicacia
Mahmoud era ms elegante que lovendedores callejeros, pero al fin y al cabo erun vendedor.
- No ha dicho que no estaba en venta?Empez a quitarse el anillo, a lo cual s
opuso con vehemencia el vendedor, que alzas manos en seal de protesta.
- No. Por favor.- De acuerdo, de acuerdo. Ahora e
cuando empieza el regateo, verdad? Cunt
vale?Mahmoud pareci muy ofendido antes d
contestar.- No me ha entendido bien. Me confiaro
el anillo hasta que encontrara la man
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adecuada. La mano para la que fue hechoAhora veo que es su mano. No puedvendrselo porque ya es suyo.
Maureen mir el anillo, y despus Mahmoud, perpleja.- No lo entiendo.En el rostro de Mahmoud se dibuj un
onrisa sabia y el hombre avanz hacia lpuerta de la tienda.
- No, pero un da lo har. De momentoconserve el anillo. Un regalo.
- No puedo- Puede y lo har. Ha de hacerlo. De l
contrario, habr fracasado. No querr cargacon ese peso en su conciencia, por supuesto.
Maureen mene la cabeza
desconcertada, mientras le segua hasta lpuerta, donde se detuvo.
- La verdad es que no s qu decir, ncmo darle las gracias.
- No hace falta, no hace falta. Pero ahor
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debe irse. Los misterios de Jerusaln la estesperando.
Mahmoud le abri la puerta a Maureen
quien volvi a darle las gracias.- Adis, Magdalena -susurr cuando ellali. Maureen se detuvo y se volvi al punto
- Perdone, qu ha dicho?Mahmoud volvi a exhibir su sonris
abia y enigmtica.- He dicho, adis, madonna.Salud a Maureen con la mano, y sta l
devolvi el gesto y sali al ardiente sol dOriente Prximo.
Maureen regres a la Va Dolorosadonde encontr la octava estacin justo dond
Mahmoud le haba indicado. Pero estabnquieta y era incapaz de concentrarse, puee senta extraa despus de su encuentro co
el comerciante. Cuando continu su camino
volvi a sentirse aturdida, hasta el punto de l
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desorientacin. Era su primer da en Jerusalny deba ser efecto deljet lag. El vuelo desdLos ngeles haba sido largo y fatigoso, y n
haba dormido mucho la noche anterior. Lque sucedi a continuacin, si fucombinacin del calor, el agotamiento y ehambre, o algo ms inexplicable, Maureeams lo haba experimentado.
Encontr un banco de piedra y se par descansar. Se balance cuando sufri otroleada inesperada de vrtigo, en el momenten que el sol implacable proyectaba udestello cegador, y se sinti transportada otra dimensin.
De forma abrupta se encontr en medide una turba. A su alrededor reinaba el caos
La gente gritaba y se empujaba. Maureeconservaba la lucidez suficiente para reparaen que las figuras hormigueantes iban vestidacon ropas toscas de fabricacin casera. Lo
que iban calzados llevaban una burda versi
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de las sandalias modernas. Se fij cuandalguien la pis. Casi todos eran hombresbarbudos y hoscos. El sol omnipresente de l
arde caa sobre ellos. Los rostros airados afligidos que la rodeaban estaban cubiertos dudor y suciedad. Se encontraba al borde d
un angosto camino, y la multitud que tendelante empez a propinar empellones. Sestaba abriendo una brecha natural, y upequeo grupo avanzaba poco a poco por lenda. Daba la impresin de que la turbamulta segua. Cuando la masa se acerc ms
Maureen vio a la mujer por primera vez.Una isla inmvil y solitaria en el centr
del caos. Era una de las pocas mujeres de lmuchedumbre, pero no era eso lo que l
diferenciaba sino su porte, majestuoso comel de una reina pese a la costra de tierra qucubra sus manos y pies. Llevaba recogidparte de su lustrosa cabellera pelirroja bajo u
velo prpura que ocultaba la mitad inferior d
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u cara. Maureen supo al instante que deblegar hasta ella, que necesitaba establece
contacto, tocarla, hablar con ella. Pero l
multitud se lo impeda, y ella se mova comen un sueo, a cmara lenta.Mientras luchaba por abrirse paso hast
donde estaba la mujer, su dolorosa belleza lmpresion. Era menuda, de rasgos exquisito
y delicados. Pero fueron sus ojos lo qucontinuaron hechizando a Maureen muchdespus de que la visin se desvaneciera. Loojos de la mujer, enormes y brillantes a causde las lgrimas sin derramar, ocupaban unugar del espectro entre el mbar y el verdalvia. Tenan un extraordinario color avellan
claro que reflejaba infinita sabidura
nsoportable tristeza: una combinacin quparta el corazn. La mirada desgarradora da mujer se pos en Maureen durante un brev
e interminable momento, y aquellos ojo
nverosmiles transmitieron una splica d
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absoluta y total desesperacin.Tienes que ayudarme.Maureen saba que la splica iba dirigid
a ella. Estaba extasiada, petrificada, con lmirada clavada en los ojos de la mujer. Emomento se rompi cuando la desconocidbaj la vista para mirar a la nia que tiraba du mano con insistencia.
Los ojos de la pequea eran como los du madre. Detrs de ella se ergua un chico
mayor y de ojos ms oscuros, pero no cabduda de que tambin era hijo de la mujerMaureen supo en aquel inexplicable instantque era la nica persona capaz de ayudar aquella extraa reina sufriente y a sus hijos. Aiempo que adquira esa certeza, una oleada d
ntensa confusin, y rayana en el dolor, lembarg.
Entonces, la multitud se puso emovimiento de nuevo, y envolvi a Mauree
en un mar de sudor y desesperacin.
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Maureen parpade y cerr los ojos cofuerza durante unos segundos. Mene lcabeza enrgicamente para ayudarse a enfocaa vista, sin saber muy bien al principio dnd
estaba. Una mirada a sus tejanos, la mochilde microfibra y las zapatillas Nike lconvencieron de que continuaba en el siglo xxA su alrededor continuaba el bullicio de lCiudad Vieja, pero la gente iba vestida al estilcontemporneo y los sonidos eran diferenteRadio Jordn emita una cancin pop (er
osing My Religion, de rem?) desde unienda de enfrente. Un chico palestinamborileaba sobre el mostrador. Le dedic
una sonrisa sin perder el ritmo.
Maureen se levant del banco e intentdesprenderse de la visin, si haba sido eso
o estaba segura, ni tampoco poda permitirsel lujo de seguir pensando en ello. Tena e
iempo limitado en Jerusaln, y dos mil ao
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de lugares que ver. Apel a su disciplina dperiodista y a toda una vida de reprimir loentimientos, archiv la visin para llevar
cabo un anlisis posterior, y se oblig a seguiandando.Se mezcl con un grupo de turista
britnicos cuando doblaron una esquinaconducidos por un gua que llevaba alzacuellde sacerdote anglicano. El hombre anunci os peregrinos que se estaban acercando augar ms sagrado de la cristiandad, la baslic
del Santo Sepulcro.Gracias a sus investigaciones, Mauree
aba que las restantes estaciones del VCrucis se hallaban dentro del veneradedificio. La baslica, que abarcaba varia
manzanas, ocupaba el lugar de la crucifixidesde que la emperatriz Elena haba juradproteger este terreno sagrado en el siglo ivElena, quien tambin fue la madre de
emperador romano Constantino, fu
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canonizada con posterioridad por suesfuerzos.
Maureen se acerc a las enormes puerta
de entrada con parsimonia y cierta vacilacinCuando pis el umbral, cay en la cuenta dque haca muchos aos que no entraba en unglesia, pero tampoco arda en deseos d
cambiar dicha situacin. Se record cofirmeza que la investigacin que la hablevado a Israel era de ndole erudita antes qu
espiritual. Mientras no perdiera de vista estdetalle, podra hacerlo. Podra atravesaaquellas puertas.
Pese a su reticencia, aquel colosal templposea algo carismtico, algo que provocabemor reverencial. Cuando entr, oy la
palabras del sacerdote britnico:- Dentro de estos muros, vern el luga
donde el Seor hizo el sacrificio definitivoDonde le despojaron de su ropa, donde l
clavaron en la cruz. Entrarn en la tumb
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agrada donde depositaron su cuerpoHermanos y hermanas en Cristo, en cuantentren en este lugar, sus vidas nunca volver
a ser como antes.El penetrante e inconfundible olor
ncienso envolvi a Maureen en cuanto entrPeregrinos de todos los rincones de lcristiandad colmaban la gigantesca baslicaPas ante un grupo de sacerdotes coptocongregados en reverente discusin, y vio quun sacerdote ortodoxo griego encenda un
vela en una de las capillas pequeas. Un cormasculino cantaba en un dialecto oriental, uonido extico para los odos occidentales. E
himno se alzaba desde algn lugar secreto d
a iglesia.Maureen estaba asimilando las vistas
onidos del lugar, extraviada en la sobrecargensorial. No vio al hombrecillo nervudo qu
e situ a su lado hasta que le dio un
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palmadita en el hombro, lo cual hizo que sobresaltara.
- Lo siento, seorita. Lo siento, seorit
Mo-ri.Hablaba ingls, pero al contrario que eenigmtico Mahmoud, su acento era mumarcado. Su dominio del idioma de Maureeera rudimentario, en el mejor de los casos, como resultado ella no entendi al principique la estaba llamando por su nombre. Repitiu cantinela.
- Mo-ri. Su nombre. Es Mo-ri, no?Maureen estaba intrigada, mientra
ntentaba dilucidar si el hombrecillo la establamando efectivamente por el nombre, y eal caso, cmo lo saba. Llevaba en Jerusal
menos de veinticuatro horas, y nadie, salvo eecepcionista del hotel Rey David, saba s
nombre. Pero el hombre estaba impaciente, volvi a la carga.
- Mo-ri. Usted es Mo-ri. Escritora
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Usted escribe, no? Mo-ri?Maureen asinti poco a poco y contest.- S. Me llamo Maureen, pero cmo l
abe?El hombrecillo hizo caso omiso de lpregunta, agarr su mano y tir de ella.
- No hay tiempo, no hay tiempo. Vengaosotros esperarla mucho tiempo. Venga
venga.Para ser un hombre tan pequeo (m
que Maureen, y ella era muy menuda), smova con mucha celeridad. Sus cortapiernas le impulsaron a travs del vientre de lbaslica, al otro lado de la cola de peregrinoque esperaban para entrar en el SantSepulcro. Sigui andando hasta que llegaron
un pequeo altar situado en la parte posteriodel edificio, donde se detuvo de repente. Lzona estaba dominada por una escultura ebronce de tamao natural de una mujer, qu
extenda los brazos hacia un hombre e
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posicin suplicante.- Capilla de Mara Magdalena
Magdalena. Usted venir por ella, no? No?
Maureen asinti con cautela, mientramiraba la escultura y bajaba la vista hacia lplaca, que rezaba:
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EN ESTE LUGAR,
MARA MAGDALENA FUE LAPRIMERA
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EN VER AL SEORRESUCITADO
Ley en voz alta la cita de otra placa quhaba debajo del bronce.
- Mujer, por qu lloras? A quinandas buscando?Maureen no tuvo mucho tiempo par
meditar sobre la pregunta, porque e
hombrecillo ya estaba tirando de ella otra vezcaminando a toda prisa con su paso peculiahasta otro rincn ms oscuro de la baslica.
- Venga, venga.Doblaron una esquina y se detuviero
delante de un cuadro, el retrato envejecido duna mujer. El tiempo, el incienso y los siglode residuos aceitosos de velas haban obradu efecto en la pintura, por lo cual Mauree
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uvo que acercarse ms para examinarla. Ehombrecillo habl con voz muy seria.
- Cuadro muy antiguo. Griego
Entiende? Griego. El ms importante duestra Seora. Necesita que usted cuente shistoria. Por eso vino aqu, Mo-ri. La hemoesperado mucho tiempo.Ella ha esperado. Austed. No?
Maureen contempl con cautela lpintura, el antiguo retrato de una mujer qulevaba una capa roja. Se volvi hacia e
hombrecillo, muy intrigada ahora por sabeadnde la estaba conduciendo todo esto. Perya no estaba, se haba desvanecido con tantapidez como haba aparecido.
- Espere!
El grito de Maureen reson en la enormglesia, pero no obtuvo respuesta. Devolvi s
atencin al cuadro.Cuando se acerc ms al retrato, observ
que la mujer llevaba en la mano derecha u
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anillo que tena engastado un disco redondo dcobre, con un dibujo que plasmaba nuevcrculos rodeando una esfera central.
Maureen levant la mano derecha, en lque llevaba su nuevo anillo, para compararlcon el del cuadro.
Los anillos eran idnticos.
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Mucho se dir y escribir en loiempos venideros acerca de Simn, eescador de Hombres. De cmo Easa y y
misma le llambamos la roca, Pedro
mientras los otros le llamaban Cefas, en sengua verncula. Y si la historia es justa
dir que amaba a Easa con pasin y lealtain parangn.
Y mucho se ha dicho ya, segn me hacontado, sobre mi relacin con Simn Pedrostn los que nos llamaban adversarios
enemigos. Preferan creer que Pedro me
despreciaba, y que pugnbamos por atraer latencin de Easa en cada momento. Tambinestn los que acusaban a Pedro de odiar as mujeres, una acusacin que no se pued
aplicar a ningn seguidor de Easa. Spas
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que ningn hombre que sigui a Easmenospreci a una mujer o subestim sapel en el plan de Dios. Cualquier hombr
que acte as y afirme que Easa es smaestro, miente.Estas acusaciones contra Pedro so
alsas. Los que fueron testigos de las crticaque Pedro verti sobre m no conocennuestra historia, ni el motivo de suarrebatos. Pero yo lo entiendo y no luzgar, jams. Esto es, por encima de todoo que Easa me ense, y confo en quambin lo enseara a los dems: nuzguis.
El Evangelio de Arques de Mar
MagdalenaEl Libro de los Discpulos
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Los ngelesOctubre de 2004- Basta ya de difamaciones: Mar
Antonieta nunca dijo Que coma
cruasanes, Lucrecia Borgia jams envenena nadie, y Mara Estuardo no era una ramerasesina. Al enmendar estos yerros, damos eprimer paso para devolver a las mujeres a
ugar de la historia que les corresponde cohonor, un lugar mancillado por generacionede historiadores con motivaciones polticanconfesables.
Maureen hizo una pausa cuando el grupde estudiantes adultos manifest saprobacin entre cuchicheos. Dirigirse a unclase nueva era como la noche de estreno e
un teatro. El xito de su actuacin inicia
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determinaba el impacto a largo plazo de todu trabajo.
- Durante las prximas semanas
examinaremos las vidas de algunas de lamujeres con peor fama de la historia y leyenda. Mujeres que han dejado una huellndeleble en la evolucin del pensamiento y lociedad modernos. Mujeres que han sido ma
comprendidas y peor descritas por aquellondividuos que han establecido la historia de
mundo occidental al confiar sus opiniones apapel.
Estaba lanzada y no quera interrumpir sexposicin para contestar preguntas tapronto, pero un estudiante haba alzado lmano desde la primera fila en cuanto hab
empezado a hablar. Pareca muy inquietopero por lo dems su apariencia era de lo mnormal. Amigo o rival? Admirador fundamentalista? Siempre exista ese riesgo
Maureen le cedi la palabra, pues saba que l
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distraera hasta que no le complaciera.- Considera que su visin de la histori
es feminista?
Eso era todo? Maureen se relaj upoco mientras contestaba la pregunta.- Considero que es una visin sincera d
a historia. Mi nico objetivo es llegar al fondde la verdad.
An no haba conseguido escapar.- Bien A m me parece muy
antimasculina.- En absoluto. Me encantan los hombres
Creo que toda mujer debera tener uno.Maureen hizo una pausa para dejar qu
as mujeres presentes rieran.- Estoy bromeando. Mi objetivo e
devolver el equilibrio a las cosas, a base dobservar la historia con ojos modernosUsted vive del mismo modo que lo haca lgente hace mil seiscientos aos? No. En ta
caso, por qu las leyes, creencias
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nterpretaciones histricas dictadas en loalbores de la Edad Media deberan gobernanuestra forma de vivir en el siglo veintiuno
Es absurdo.- Por eso estoy aqu -replic eestudiante-, para descubrir de qu va todesto.
- Bien, le aplaudo por estar aqu y slo lpido que mantenga la mente abierta. Dhecho, quiero que todos ustedes dejen lo questn haciendo, levanten la mano derecha presten el siguiente juramento.
El grupo de estudiantes nocturnocuchiche de nuevo, y todos intercambiaromiradas, sonrieron y se encogieron dhombros, como para decidir si hablaba e
erio. Su profesora, escritora de grandes xitode ventas y respetada periodista, se erguante ellos con la mano derecha levantada una expresin expectante en su rostro.
- nimo -les aguijone-. Levanten l
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mano y repitan conmigo.La clase se mantuvo a la expectativa.- Juro solemnemente, como estudiante d
historia concienzudo -Maureen hizo unpausa, mientras los estudiantes la coreaban-no olvidar jams que todas las palabraconfiadas al papel han sido escritas por serehumanos.
Otra pausa para observar la reaccin dos estudiantes.
- Y como todos los seres humanos estngobernados por sus sentimientos, opiniones filiaciones polticas y religiosas, toda la historie compone tanto de opiniones como d
hechos, y en muchos casos ha sido falsificaddebido a las ambiciones personales
ntenciones secretas del autor.Juro solemnemente mantener mi ment
abierta mientras asista a esta clase. Repitaconmigo nuestro grito de batalla: La histori
no es lo que sucedi. La historia es lo que s
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escribi.Levant un libro de tapa dura del atr
que tena delante y lo mostr a la clase.
- Todo el mundo ha comprado uejemplar de este libro?Cabeceos generalizados
manifestaciones afirmativas contestaron a spregunta. El libro que sostena en altMaureen era su propia y controvertida obr
istoria de Ella. Una defensa de las heronams odiadas de la historia. Era el motivo dque llenara aulas nocturnas y salas dconferencias cada vez que daba clase.
- Esta noche, empezaremos hablando das mujeres del Antiguo Testamento
antepasadas femeninas de la tradici
udeocristiana. La semana que vienepasaremos al Nuevo Testamento, dedicaremos la mayor parte de la clase a unola mujer: Mara Magdalena. Analizaremo
as diferentes fuentes y referencias sobre s
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vida, tanto en su condicin de mujer como ddiscpula de Cristo. Hagan el favor de leer locaptulos correspondientes para preparar l
discusin de la semana entrante.Tambin habr una conferencia dnuestro invitado especial, el doctor PeteHealy, a quienes algunos de ustedes tal veconozcan por nuestro programa de extensiuniversitaria de Humanidades. Para los quan no hayan tenido la suerte de asistir a unde las clases del buen doctor, es tambin epadre Healy, erudito jesuita y experto de famnternacional en estudios bblicos.
El insistente estudiante de la primera filvolvi a levantar la mano, y no esper a quMaureen le concediera la palabra.
- No estn emparentados usted y edoctor Healy?
Maureen asinti.- El doctor Healy es mi primo.
Nos explicar el punto de vista de l
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glesia sobre la relacin de Mara Magdalencon Cristo, y nos ilustrar sobre la evolucide las opiniones a lo largo de dos mil aos
continu Maureen, ansiosa por retomar el hily terminar a tiempo-. Ser una buena veladade modo que procuren no perdrsela.
Pero esta noche, empezaremos con unde nuestras madres ancestrales. Lo primerque conocemos de Betsab es que estpurificndose de su suciedad"
Maureen abandon a toda prisa el aula
manifestando sus disculpas y jurando que lemana siguiente se quedara despus de l
clase. En circunstancias normales, habrpermanecido media hora ms, como mnimo
en el aula, hablando con el grupo quenevitablemente, no se mova de su sitio aerminar la sesin. Le gustaban mucho esoatos con sus estudiantes, tal vez ms inclus
que las propias conferencias, pues los que s
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quedaban eran sus almas gemelas. Eran loestudiantes que la animaban a seguienseando. No necesitaba, desde luego, l
miseria que le pagaban por las clasesMaureen daba clases porque le encantaban econtacto y el estmulo de compartir sus teoracon otros, gente entusiasta y de mentalidaabierta.
Aceler el paso, con los taconeepiqueteando sobre las aceras de las avenida
flanqueadas de rboles del campus norte. Nquera que Peter se le escapara, esta nochno. Maureen maldijo su adiccin a la modapues habra necesitado unos zapatos mcmodos para correr y llegar a su despachantes de que l se marchara. Como siempre
ba vestida de manera impecable, ya que eran meticulosa en su vestimenta como eodos los dems detalles de su vida. El traje d
diseo de corte perfecto se adaptaba d
maravilla a su menuda figura, y el colo
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bosque destacaba sus ojos verdes. Un par dzapatos Manolo Blahnik bastante osadoprestaban un toque actual a su, por lo dems
ndumentaria conservadora, y un poco ms destatura a su metro cincuenta. La causa de sfrustracin en aquel momento eraprecisamente, el par de Manolos. Por unstante, pens en sacrselos dando u
puntapi.No te vayas, por favor. Qudate ah
nvoc a Peter mentalmente mientras corraSiempre haban estado conectados de unforma extraa, incluso de nios, y confi eque pudiera captar hasta qu punto necesitabhablar con l. Maureen haba intentadlamarle antes por vas ms convencionales
pero sin xito. Peter odiaba los telfonomviles y nunca llevaba uno encima, pese que ella se lo haba suplicado numerosas vecea lo largo de los aos, y para colmo, l cas
iempre se negaba a descolgar la extensin d
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u despacho si estaba inmerso en el trabajo.Se quit los incmodos zapatos de tac
y los meti en su bolso de piel antes de echa
a correr por el ltimo tramo que faltaba parlegar a su destino. Maureen contuvo lespiracin cuando dobl la esquina, alz l
vista hacia las ventanas de la segunda planta cont desde la izquierda. Exhal un suspiro dalivio cuando vio luz en la cuarta ventanaPeter an no se haba marchado.
Maureen subi los escalones coparsimonia, dndose tiempo para recuperar ealiento. Gir por el pasillo de la izquierda y sdetuvo cuando lleg a la cuarta puerta de lderecha. Peter estaba examinando umanuscrito amarillento con una lupa. Ms qu
verla, la presinti en la puerta, y cuandevant la vista, una sonrisa de bienvenidlumin su rostro.
- Maureen! Qu maravillosa sorpresa
o esperaba verte esta noche.
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- Hola, Pete -contest ella con idnticafecto, y se acerc al escritorio para darle uabrazo-. Me alegro de encontrarte. Ten
miedo de que te hubieras marchado, porqunecesitaba verte con desesperacin.Peter enarc una ceja y medit un larg
momento antes de contestar.- Ya sabes que, en circunstancia
normales, me habra ido hace horas. Me senmpulsado a quedarme a trabajar hasta tarde
por algn motivo que no llegu a comprendedel todo hasta ahora.
El padre Healy se encogi de hombrocon una leve sonrisa de complicidad. Maureee la devolvi. Nunca haba sido capaz de da
una explicacin lgica a la relacin qu
ostena con su primo mayor, pero desde eda en que haba llegado a Irlanda, cuando erpequea, haban sido tan ntimos comgemelos, y compartan una misterios
habilidad de comunicarse sin palabras.
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Maureen introdujo la mano en el bolso ac una bolsa de plstico azul, de la
utilizadas por tiendas de importacin de tod
el mundo. Contena una pequea cajectangular, que entreg al sacerdote.- Ah, Lyon's Gold Label. Excelent
eleccin. An no puedo soportar el tnorteamericano.
Maureen hizo una mueca y se encogi dhombros para indicar su desagradcompartido.
- Agua de cinaga.- Bien, creo que la tetera est llena, d
modo que la enchufar y nos tomaremos unaza en el acto.
Maureen sonri cuando vio a Pete
evantarse de la estropeada butaca de cueroque tanto le haba costado obtener de luniversidad. Despus de aceptar su cargo en eDepartamento de extensin universitaria d
Humanidades, haban concedido al estimad
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doctor Peter Healy un despacho con ventany muebles modernos, que incluan uescritorio y una butaca nuevos y mu
funcionales. Peter odiaba los mueblefuncionales, pero todava ms los modernosUtilizando su encanto irlands como unfuerza irresistible, logr que el personaadministrativo, por lo general impasible, sanzara a una actividad frentica. Era clavad
al actor irlands Gabriel Byrne, un parecidque siempre consegua seducir a las mujerescon alzacuello o sin l. Haban registradtanos y aulas que ya no se utilizaban, hast
encontrar justo lo que l quera: una butaca dcuero de respaldo alto, desgastada comodsima, y un escritorio de mader
envejecida que, al menos, pareca unantigedad. Los complementos modernos dedespacho los eligi l: la mininevera deincn, detrs del escritorio, una peque
etera elctrica para hervir agua y el telfono
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al que no sola hacer ningn caso.Maureen se sinti ms relajada mientra
e miraba, muy a gusto en presencia de u
pariente ntimo, inmerso en el arteranquilizador y tan irlands, de preparar el tPeter volvi a su escritorio y se inclin
hacia la mininevera situada detrs de Extrajo un tetrabrikpequeo de leche y ldej al lado de la caja de azcar rosa y blancque descansaba encima del frigorfico.
- En algn lugar hay una cucharaEspera Ya la tengo.
La tetera elctrica empez a silbarndicando que el agua estaba hirviendo.
- Yo har los honores -dijo Maureen.Se levant, tom la caja de t y abri e
plstico que la envolva con una umanicurada. Sac dos bolsas redondas y lantrodujo en sendas tazas diferente
manchadas de t. Desde el punto de vista d
Maureen, los tpicos acerca de los irlandese
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y el whisky estaban muy exagerados: a lo quverdaderamente eran adictos los irlandeses era este brebaje.
Maureen termin los preparativos, tendiuna taza humeante a su primo y se sent en lilla que haba delante del escritorio. Con saza en la mano, bebi en silencio u
momento, sintiendo la mirada bondadosa dPeter clavada en ella. Ahora que haba corridpara verle, no saba por dnde empezar. Fuel sacerdote quien rompi por fin el silencio.
- Ella ha vuelto, verdad? -pregunt evoz baja.
Maureen exhal un suspiro de alivio. Eaquellos momentos en que se senta al bordde la locura, Peter siempre estaba a su lado
primo, sacerdote, amigo.- S-contest, con una dificultad par
expresarse que raras veces experimentaba-Ella ha vuelto.
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Peter se remova en la cama, incapaz ddormir. La conversacin con Maureen lhaba afectado ms de lo que haba dejad
raslucir. Estaba preocupado por ella, compariente ms cercano y como consejerespiritual. Siempre haba estado seguro de quos sueos de su prima volveran
presentarse, y esperaba con temor esmomento.
Cuando Maureen regres por primervez de Tierra Santa, haba tenido sueoecurrentes sobre la mujer majestuosa de l
capa roja, la mujer que haba visto eJerusaln. Sus sueos siempre eran igualeestaba rodeada por la turba de la VDolorosa. A veces, un sueo poda contene
variaciones sin importancia o algn detalladicional, pero todos sus sueos siemprransmitan una intensa sensacin d
desesperacin. Era esta intensidad la qu
preocupaba a Peter, la autenticidad de la
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descripciones de Maureen. Era intangible, algdesencadenado por la propia Tierra Santa, unensacin que l haba vivido cuand
estudiaba en Jerusaln: la sensacin de estamuy cerca de lo antiguo y de lo divino.Despus de regresar de Tierra Santa
Maureen pas muchas horas hablando poelfono con Peter, quien en aquel entonce
estaba dando clases en Irlanda. Sndependiente primo, tan seguro de s mismo
estaba empezando a cuestionarse la cordurde su prima, y la intensidad y frecuencia dos sueos le preocupaban. Solicit el traslad
a Loyola, sabiendo que se lo concederan dnmediato, y subi a un avin con rumbo
Los ngeles para estar ms cerca de su prima
Cuatro aos despus, luchaba con supensamientos y su conciencia, sin saber cuera la mejor forma de ayudar a MaureenPeter era el ltimo vnculo que ella se permit
con su antiguo pasado catlico. Slo confiab
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en l por ser miembro de la familia, y porquera la nica persona de su vida que nunca lhaba fallado.
Peter se sent en el borde de la cama cedi a la certidumbre de que el sueo lesquivara esa noche, al tiempo que procurabno pensar en el paquete de Marlboro quguardaba en el cajn de la mesita de nocheHaba intentado erradicar aquella malcostumbre. De hecho, era uno de los motivode que hubiera preferido vivir solo en uapartamento, y no en una residencia paresuitas. Pero la tensin era excesiva y s
entreg al pecado. Encendi un cigarrillo, diuna profunda calada y reflexion sobre loproblemas que afrontaba Maureen.
Su vivaracha y menuda primnorteamericana siempre haba tenido algespecial. Cuando lleg por primera vez rlanda con su madre, era una nia de siet
aos, asustada y solitaria, con un marcad
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acento sureo. Ocho aos mayor que ellaPeter la tom bajo su proteccin y la presenta los nios del pueblo, adems de poner u
ojo morado a todos los que se atrevieron burlarse de la recin llegada por su extraacento.
Pero Maureen no tard en adaptarse a sentorno. Se recuper con rapidez de loraumas de su pasado en Luisiana, a medid
que las nieblas de Irlanda la envolvan pardarle la bienvenida. Encontr refugio en ecampo, adonde Peter y sus hermanas llevaban a dar largos paseos, para ensearle l
belleza del ro y advertirla sobre los peligrode los pantanos. Pasaba los largos das dverano recogiendo las moras silvestres qu
crecan en la granja de la familia, y jugando ftbol hasta que el sol se pona. Con eiempo, los chicos de la localidad la aceptaron
cuando se sinti ms cmoda con su entorn
y dej que su verdadera personalida
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emergiera.Peter se haba preguntado a menud
obre la definicin de la palabra carisma
cuando se utilizaba en el contexto sobrenaturade los primeros tiempos de la Iglesia: carismadon o poder conferido por la divinidad. Tavez poda aplicarse a Maureen ms literal profundamente de lo que ninguno de ellohaba soado. Guardaba un diario de suconversaciones con ella, lo haba hecho desdu primera llamada de larga distancia, en e
cual consignaba sus opiniones sobre eignificado de los sueos. Y cada da rezab
para recibir orientacin. Si Maureen haba sidelegida por Dios para llevar a cabo algunarea relacionada con la poca de la Pasin
que cada vez vea ms en sus sueosnecesitara la mxima orientacin de sCreador. Y de su Iglesia.
Chteau des Pommes Bleues
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El LanguedocOctubre de 2004- Marie de Negre elegir el moment
oportuno para la llegada de la Esperada. Lque nace del cordero pascual cuando el da a noche son iguales, la que es hija de lesurreccin. La portadora del Sangral recibira llave tras presenciar el Da Negro de l
Calavera. Se convertir en la nueva Pastora nos mostrar el Camino.
Lord Brenger Sinclair paseaba de uado a otro de su biblioteca. Las llamas de un
enorme chimenea de piedra arrojaban una ludorada sobre una coleccin ancestral de libroy manuscritos de valor incalculable. Unbandera rada colgaba dentro de una vitrin
protectora que abarcaba todo la longitud deenorme hogar. Blanca en otro tiempo, la telamarillenta estaba adornada con flores de lidoradas desteidas. El nombre compuest
hesus-Maria estaba bordado en el bucarn
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pero slo era visible para los pocos que tenaa oportunidad de acercarse a esta peculiaeliquia.
Sinclair recit la profeca en voz alta y dmemoria. Su leve acento escocs destacabas erres de la frase. Brenger haba aprendidas palabras de pequeo, sentado sobre laodillas de su abuelo. Entonces no comprend
el significado del mensaje. Era un simple juegde memorizacin que practicaba con eanciano cuando pasaba los veranos en lnmensa propiedad francesa de su familia.
Dej de deambular y se par ante urbol genealgico pintado desde el suelo hastel techo en la amplia pared del fondo. Era uenorme mural que mostraba la historia de lo
extravagantes antepasados de Brenger.Esta rama de la familia Sinclair era un
de las ms antiguas de Europa. De apellidoriginal Saint Clair, fue expulsada de
continente y encontr refugio en Escocia en e
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iglo xiii, donde el apellido fue adaptado angls y adopt la forma actual. Lo
antepasados de Brenger se hallaban entre lo
personajes ms ilustres de la historia inglesancluyendo a Jacobo i de Inglaterra y smadre, tristemente clebre, Mara Estuardo.
La influyente e inteligente familia Sinclaiconsigui sobrevivir a las guerras civiles y os conflictos polticos intestinos de Escociaomando partido por ambos bandos de l
Corona durante toda la tumultuosa historia depas. Capitanes de la industria en el siglo xx, eabuelo de Brenger haba forjado una de lamayores fortunas de Europa gracias a lcreacin de una compaa petrolera en el madel Norte. Multimillonario y par ingls en l
Cmara de los Lores, Alistair Sinclair poseodo cuanto un hombre poda desear, peregua siendo un ser insatisfecho e inquietoiempre en busca de algo que su fortuna n
poda comprar.
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El abuelo Alistair se obsesion coFrancia, y compr un enorme castillo a laafueras de la poblacin de Arques, en l
misteriosa y escarpada regin del sudoestconocida como el Languedoc. Llam a snuevo hogar Chteau des Pommes Bleuespor razones slo conocidas por unos cuantoniciados.
El Languedoc, una tierra montaosampregnada de misticismo era rica en leyendaocales, que hablaban de tesoros enterrados
caballeros misteriosos, que se remontaban cientos, incluso miles de aos. La fascinacide Alistair Sinclair por el folclore deLanguedoc creci cada vez ms, y comproda la tierra que pudo en la regin, al tiemp
que se pona a buscar cada vez con mayoafn el tesoro que crea enterrado en la zonaEl botn que buscaba tena poco que ver cooro o riquezas, algo que Alistair ya posea e
abundancia. Era algo ms valioso para l, par
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u familia y para el mundo. Cada vez pasabmenos tiempo en Escocia a medida que ibenvejeciendo. Slo era feliz cuando s
encontraba en las agrestes montaas rojas deLanguedoc. Alistair insista en que su nieto seuniera con l los veranos, y al final instil s
misma pasin por la mtica regin (de hechou obsesin) en el joven Brenger.
Brenger Sinclair, un hombre ycuarentn, dej de deambular por la grabiblioteca, y esta vez se detuvo ante un retratde su abuelo: un caballero de faccioneafiladas y angulosas, rizado pelo oscuro y ojopenetrantes. Era como mirarse en un espejo.
- Se parece mucho a l, monsieur. Cadda ms, y en muchos aspectos.
Sinclair se volvi para contestar a sigiloso criado, Roland. Pese a ser un hombr
gigantesco, se desplazaba con un sigilextraordinario, y a menudo daba la impresi
de que se materializaba de la nada.
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- Eso es bueno? -pregunt Brenger corona.
- Por supuesto. Monsieur Alistair era un
hombre excelente, muy querido por la gentde los pueblos. Y por mi padre, y tambin pom.
Sinclair asinti con una leve sonrisaRoland siempre deca eso. El gigante francera un hijo del Languedoc. Su padre procedde una familia local que hunda sus races eel terruo legendario, y haba sido mayordomde Alistair. Roland se educ en ladependencias del castillo y comprenda a lfamilia Sinclair y sus excntricas obsesionesCuando su padre falleci de repente, Roland lustituy como encargado del Chteau de
Pommes Bleues. Era una de las pocapersonas del mundo en quien BrengeSinclair confiaba.
- Si me permite decrselo, estbamo
rabajando en el vestbulo y le omos, Jean
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Claude y yo. Le omos pronunciar las palabrade la profeca. -Mir a Sinclair con curiosidad
Pasa algo?
Sinclair atraves la sala en direccin aenorme escritorio de caoba que dominaba lpared del fondo.
- No, Roland. No pasa nada. De hechocreo que todo va a ir a mejor por fin.
Levant un libro de tapa dura qudescansaba sobre el escritorio y le ense lportada a su criado. Era un ensayo modernocon un ttulo que rezaba:Historia de Ella. Eubttulo era;En defensa de las heronas m
odiadas de la historia.Roland mir el libro, perplejo.- No entiendo.
- No, no, dale la vuelta. Mira esto. Mrala ella.
Roland dio la vuelta al libro y vio la fotde contraportada de la autora, cuyo nombr
apareca debajo del retrato: Maureen Paschal.
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La escritora era una atractiva pelirroja dunos treinta aos. Haba posado para lfotografa con las manos apoyadas en la silla
delante de ella. Sinclair pidi a Roland que sfijara en ellas. Pequeo pero visible, en ededo anular de la mano derecha luca eantiguo anillo de cobre de Jerusaln, con edibujo planetario.
Roland levant la vista del libroobresaltado.
- Sacre bleu!- Ya lo creo -replic Sinclair-. Aunque ta
vez sera ms apropiado decir:sacre rouge!Una presencia en la entrada interrumpi
os dos hombres. Jean-Claude de la Motte, umiembro de confianza del crculo ntimo d
Pommes Bleues, dirigi una miradnterrogativa a sus camaradas.
- Qu ha pasado?Sinclair indic con un ademn a Jea
Claude que entrara.
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- Todava nada, pero a ver qu opinas desto.
Roland entreg el libro a Jean Claude
eal el anillo que llevaba la autora en lcontraportada.Jean Claude extrajo las gafas de leer de
bolsillo y examin la foto un momento.- L'Attendue? La Esperada? -susurr.Sinclair lanz una risita.- S, amigos mos. Despus de tanto
aos, creo que al final hemos encontrado nuestra Pastora.
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Conozco a Pedro desde que tengo usde razn, porque su padre y el mo eranamigos, y era ntimo de mi hermano. Eemplo de Cafarnam estaba cerca de la cas
del padre de Simn Pedro, un lugar al qubamos con frecuencia cuando ramoequeos. Recuerdo que jugaba junto a l
orilla de la playa. Yo era ms pequea qu
os chicos y sola jugar sola, pero el sonidde sus carcajadas cuando peleaban entre ses algo que todava recuerdo.
Pedro era siempre el ms serio de lo
chicos, pero su hermano Andrs era movial.No obstante, ambos tenan sentido dehumor cuando eran pequeos. Pedro y
ndrs lo perdieron por completo despus d
a partida de Easa, y tenan poca pacienci
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con los que se aferraban a l como medio dobrevivir.
Pedro se pareca mucho a mi hermano
en el sentido de que se tom muy en serio suresponsabilidades familiares cuando lleg aa edad adulta, y traslad ese sentido de l
responsabilidad a las enseanzas deCamino. Posea una energa y una firmezque no tenan parangn entre los maestros
or eso confiaban tanto en l. No obstanteor ms que Easa le ense, Pedro luchab
contra su propia naturaleza con unerocidad que nadie sospechaba. Creo qu
renunci a ms cosas que los dems pareguir el Camino. Se someti a mayore
exigencias, a ms cambios interiores. Pedro
er incomprendido, y hay quienes sienteanimadversin hacia l. Pero yo no.
Amaba a Pedro y confiaba en l. Inclusdej en sus manos a mi hijo mayor.
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El Evangelio de Arques de MarMagdalena
El Libro de los Discpulos
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McLean, VirginiaMarzo de 2005McLean, Virginia, es un lugar eclctico
una extraa mezcla de centro de decisione
polticas y zona residencial. Situado junto una ronda de circunvalacin, se halla a cortdistancia, pasado el cuartel general de la CIAde Tyson's Corner, uno de los centro
comerciales ms grandes y prestigiosos dEstados Unidos. McLean no es famoso comcentro espiritual. Al menos, para casi nadie.
Maureen Paschal no estaba preocupad
en absoluto por temas sagrados cuando enfilcon su Ford Taurus alquilado el largo caminde entrada del McLean Ritz Carlton. Lagenda de la maana del da siguiente era mu
apretada: levantarse temprano para desayuna
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con la Liga del Este de Mujeres Escritorasras lo cual tena una presentacin y firma dibros en una gigantesca librera de Tyson'
Corner.Eso dejara a Maureen casi todo ebado por la tarde libre. Perfecto. Ira
explorar, como haca siempre que iba a unciudad nueva. Daba igual lo pequea o ruraque fuera la poblacin. Si Maureen nunchaba estado en ella, se senta fascinada por lperspectiva. Jams dejaba de descubrir la joyde la corona, un rasgo especial de cada ciudaque visitaba, el detalle que la converta en algnico en su recuerdo. Maana descubrira ede McLean.
En la recepcin del hotel todo fue sobr
uedas. Su editora se haba encargado degistrarla, y Maureen slo tuvo que firmar ecoger su llave. Subi en el ascensor a s
bonita habitacin, donde satisfizo su necesida
de orden deshaciendo la maleta de inmediato
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con el fin de alisar a continuacin las arrugade su ropa.
A Maureen le encantaban los hoteles d
ujo. Imaginaba que a todo el mundo le pasabgual, pero era como una nia cuando salojaba en uno. Inspeccionaba codetenimiento todos los servicios nstalaciones, se fijaba en el contenido de
minibar, comprobaba la calidad del suntuosalbornoz colgado detrs de la puerta del cuartde bao, y sonrea al ver el telfono supletorial lado del inodoro.
Juraba que nunca se cansara de aquellocaprichos. Tal vez todos los aos destrecheces, comiendo Top Ramen, Pop Tarty bocadillos de mantequilla de cacahuete
mientras su investigacin devoraba lo ququedaba de sus ahorros, haban servido dalgo. La ayudaban a apreciar las cosas mhermosas que la vida empezaba a ofrecerle.
Pase la vista alrededor de la espacios
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habitacin y experiment una breve punzadde pesar. Pese a su xito reciente, no tena nadie con quien compartir sus logros. Estab
ola, siempre lo haba estado, y quiz siempro estaraMaureen reprimi la autocompasin cas
al instante, y pens en la distraccin quapartara su mente de tales pensamientoalgunas de las tiendas ms fascinantes dEstados Unidos la estaban esperando a lvuelta de la esquina. Recogi su bolsocomprob que llevaba todas las tarjetas dcrdito y sali a celebrar la cultura de Tyson'Corner.
La Liga del Este de Mujeres Escritoras s
euna para desayunar en una sala dconferencias del McLean Ritz CarltonMaureen llevaba su uniforme pblico: trajclsico de diseo, tacones altos y una pizca d
Chanel Nmero 5. Lleg a la sala a las nuev
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en punto, declin la comida que le ofrecieroy pidi una taza de Irish Breakfast TeaComer antes de una sesin de preguntas
espuestas nunca era una buena idea. Lcausaba nuseas.Maureen estaba menos nerviosa que d
costumbre aquella maana, porque lmoderadora del evento era una aliada, unmujer encantadora llamada Jenna Rosenbergcon quien haba estado en contacto variaemanas preparando la sesin. Primero y antodo, Jenna era una admiradora de la obra d
Maureen, y era capaz de citarla extensamenteSlo eso ya conquist a Maureen. Adems, eencuentro se celebraba en un entorno ntimocompuesto por mesas pequeas muy juntas
de forma que Maureen no necesitabmicrfono.
La propia Jenna dio inicio al acto, couna pregunta obvia pero importante.
- Cul fue la inspiracin de su libro?
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Maureen dej la taza de t en el platillo contest.
- En una ocasin, le que los primero
extos histricos ingleses fueron traducidos poun grupo de monjes que estaban convencidode que las mujeres no tenan alma. Crean quel origen de todo mal eran ellas. Estos monjefueron los primeros en alterar las leyendas deey Arturo y la imagen que tenemos d
Camelot. Ginebra se convirti en una adlterntrigante antes que en una poderosa rein
guerrera. El hada Morgana se transform en lhermana malvada de Arturo, que le engapara cometer incesto, en lugar de en la ldeespiritual de toda una nacin, cosa que era eas versiones primitivas de la leyenda.
Esa interpretacin me sorprendi, y mcondujo a plantearme la pregunta: se habraescrito otros retratos de mujeres importantede la historia desde un punto de vista ta
parcial? Es evidente que esta perspectiv
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abraza toda la historia. Empec a pensar en lanumerosas mujeres a las que se la habraaplicado, y se fue el punto de partida de m
nvestigacin.Jenna abri un turno de preguntasDespus de alguna discusin sobre literaturfeminista y la problemtica de la paridad en emundo editorial, la siguiente pregunta lformul una mujer joven que llevaba unpequea cruz de oro sobre su blusa de seda.
- Para alguien educado en un entornradicional, el captulo de su libro sobre Mar
Magdalena resulta muy revelador. Ustepresenta a una mujer diferente de la prostitutarrepentida, la mujer cada. Pero an no estoegura de poder creerlo.
Maureen asinti.- Hasta el Vaticano ha admitido qu
Mara Magdalena no era una prostituta, y quya no debera explicarse esa mentira concret
en las clases de religin. Han pasado ms d
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reinta aos desde que la Santa Sede proclamde forma oficial que Mara no era la mujecada del Evangelio de san Lucas, y que e
papa Gregorio Magno haba inventado lhistoria para lograr sus propsitos particulareen la Edad Media. No obstante, dos mileniode opinin pblica son difciles de erradicarQue el Vaticano admitiera su error en ldcada de 1960 no ha resultado ms eficaque una retractacin sepultada en la ltimpgina de un peridico. En esencia, MarMagdalena se convierte en la madrina de lamujeres incomprendidas, la primera mujer dmportancia capital que ha sido difamada po
completo de manera intencionada, calumniada, por los historiadores. Era un
ntima seguidora de Cristo; era, por derechpropio, una ms de sus apstoles. Nobstante, ha sido casi borrada de loevangelios.
Jenna intervino, muy entusiasmada por e
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ema.- Pero ahora se especula mucho con qu
Mara Magdalena tal vez sostuvo relacione
ntimas con Cristo.La mujer de la pequea cruz de oro, lque haba intervenido antes, vacil, perJenna continu.
- No toca ninguno de estos temas en sibro, y me gustara saber qu opina de estaeoras.
- No los toco porque creo que no existepruebas suficientes para avalar dichaafirmaciones. Slo son fantasas. Los telogoe muestran de acuerdo sobre ello. Com
periodista que se enorgullece de serlo, no mentira cmoda dando por ciertas esta
especulaciones y publicndolas con mi firmaSin embargo, podra llegar hasta el punto ddecir que existen documentos autentificadoque insinan una posible relacin ntima entr
Jess y Mara Magdalena. En un evangeli
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descubierto en Egipto en 1945 est escrito qula compaera del Salvador es MarMagdalena. La amaba ms que a todos lo
discpulos, y sola besarla en la boca.Por supuesto, estos evangelios han sidcuestionados por las autoridades eclesisticasy puede que sean la versin del siglo uno de
ational Enquirer
*, por lo que sabemos. Creo que sobreste tema es importante andar con cautela, dmodo que escrib slo sobre aquello de lo questaba segura. Y estoy segura de que MarMagdalena no era una prostituta y de que eruna seguidora importante de Jess. Tal vefue incluso la ms importante, pues es l
primera persona a la que el Seor resucitadbendice con su aparicin. Ms all de eso, ndeseo especular sobre el papel que tuvo en svida. Sera una irresponsabilidad.
Maureen contest a la pregunt
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guardndose las espaldas, como de costumbrepero siempre haba pensado que quiz la cadde la Magdalena se produjo porque estab
demasiado cerca del Maestro, y por lo tantnspir celos en los discpulos varones, qums tarde intentaron desacreditarla. San Pedra despreciaba sin disimulos y la regaaba eos Evangelios Gnsticos, basados en aquello
documentos del siglo ii que fuerodescubiertos en Egipto. Adems, daba lmpresin de que los ltimos escritos de sa
Pablo eliminaban metdicamente todeferencia a la importancia de la mujer en l
vida de Cristo.Como resultado, Maureen hab
dedicado bastante tiempo a destripar la teor
paulina. Pablo, el perseguidor transformado eapstol, haba moldeado el pensamientcristiano con sus observaciones, pese a ladistancias filosficas que mediaban entre l
Jess, y los seguidores elegidos y la familia de
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Salvador. No tena conocimiento de primermano de las enseanzas de Cristo. Ermprobable que un discpulo tan misgino
manipulador inmortalizara a Mara Magdalencomo la ms devota sierva de Cristo.Maureen estaba decidida a vengar
Mara, pues la consideraba el arquetipo de lmujer vilipendiada de la historia, la madre das incomprendidas. Su historia se repeta, e
esencia cuando no en la forma, en las vidas dotras mujeres que haba optado por defendeenHistoria de Ella. Pero para Maureen ermprescindible que los captulos acerca de l
Magdalena fueran lo ms fieles posible a leora acadmica. Cualquier insinuacin d
hiptesis improbables, estilo nueva era
otras carentes de base, sobre la relacin dMara con Jess, invalidara el resto de snvestigacin y daara su credibilidad. Er
demasiado cautelosa en su vida y en s
rabajo para correr ese riesgo. Pese a lo que l
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dictaba su instinto, Maureen haba rechazadodas las teoras alternativas sobre Mar
Magdalena, y se haba ceido a los datos m
ndiscutibles.Poco despus de tomar esta decisin, loueos la haban acuciado de una forma m
perentoria.
Tena la mano derecha entumecida, y suostro corra el peligro inminente de agrietars
debido a la sonrisa permanente, pero Maureecontinuaba trabajando. Su presencia en l
ibrera deba prolongarse durante dos horasncluido un descanso de veinte minutos. S
haba adentrado en la tercera hora sidescanso que valiera, y estaba decidida
continuar firmando hasta dejar satisfecho altimo cliente. Maureen nunca decepcionaba un lector en potencia. No despreciaba apblico comprador que haba convertido s
ueo en realidad.
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Se senta satisfecha por el gran nmerde hombres que haban hecho cola. El temcentral de su libro deba atraer a un pblic
predominantemente femenino, pero confiaben haberlo escrito de una forma que atrajera cualquier persona de mente abierta y provistde sentido comn. Si bien su objetivo principahaba sido vengar los agravios padecidos pomujeres poderosas a manos de lohistoriadores, el tiempo y la investigacihaban desvelado que los motivos de plasmaa historia de una manera tan selectiva s
deban al clima religioso y poltico. El sexo erun factor secundario.
Lo haba explicado durante una recientaparicin en televisin, cuando cit a Mar
Antonieta como, quizs, el ejemplo mpreclaro de esa teora politicosocial, porquos ensayos predominantes sobre laevolucin Francesa haban sido escrito
or revolucionarios. Si bien la atormentad
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eina era acusada de los excesos de lmonarqua francesa, en realidad no habenido nada que ver con la creacin de tale
radiciones. De hecho, Mara Antonieta habheredado las prcticas de la aristocracifrancesa cuando lleg de Austria comprometida del joven delfn, el futuro Luis xvAunque era hija de la gran Mara Teresa, lemperatriz austraca no se haba regodeado eos excesos y los vicios. En todo caso, er
muy adusta y frugal para una mujer de sposicin, y haba educado a sus numerosahijas, incluida la pequea Antonieta, de unmanera muy estricta. La joven dauphine svio forzada, para sobrevivir, a adaptarse a lacostumbres francesas lo antes posible.
El palacio de Versalles, el granmonumento a la extravagancia francesa, habido construido dcadas antes de que Mar
Antonieta naciera, pero se convirti en u
monumento esencial a su codicia legendaria
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La famosa rplica a Los campesinos smueren de hambre. No tienen pan parcomer fue, en realidad, pronunciada por un
cortesana real, una mujer muerta antes de qua joven austraca llegara a Francia. Siembargo, hasta nuestros das, Que comacruasanes se reconoce como el grito dguerra de la revolucin. Con esa nica cita, eReinado del Terror, y todo el derramamientode sangre y la violencia instigados desde lBastilla, quedaron justificados.
Y Mara Antonieta, de trgico destinonunca pronunci la maldita frase.
Maureen senta una extraordinaricompasin por la desdichada reina de FranciaOdiada por ser extranjera desde el primer d
de su llegada, Mara Antonieta fue vctima dun racismo empecinado y cruel. Result muconveniente para la etnocntrica noblezfrancesa del siglo xviii atribuir todas y cad
una de las circunstancias polticas y sociale
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negativas a la reina nacida en AustriaMaureen se haba quedado estupefacta poesta actitud mayoritaria durante su visita
Francia. Los guas tursticos de Versalleodava hablaban de la reina decapitada con npoco rencor, sin hacer caso de las pruebahistricas que exoneraban a Mara Antonietde muchas odiosas acusaciones. Y todo estopese al hecho de que la pobre mujer habido brutalmente guillotinada doscientos ao
atrs.La primera visita a Versalles haba hecho
crecer el deseo de investigar de MaureenHaba ledo numerosos libros, desde ladescripciones ms acadmicas de la Francidel siglo xviii, hasta complejas novela
histricas centradas en la reina. La imageglobal variaba, aunque no demasiado, de lcaricatura aceptada: era superficianmoderada, poco inteligente. Mauree
echazaba este retrato. Por qu no hablaba
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de Mara Antonieta como mujer, una mujeafligida que lloraba la muerte de su hijpequea, y que ms tarde tambin perdi a s
adorado hijo? Por otra parte, estaba Mara lesposa, vendida como un objeto en eproverbial tablero de ajedrez poltico, unmuchacha de catorce aos desposada con uextranjero en un pas extrao, rechazada marde por la familia de ste, y despus por subditos.
Por fin, Mara el chivo expiatorio, unmujer que esperaba en cautividad mientras lgente a la que ms amaba era exterminada eu nombre. La amiga ms ntima de Mara, l
princesa Lamballe, fue despedazaditeralmente por la turba, partes de su cuerpo
diversas extremidades clavadas en estacas paseadas ante la ventana de la celda de Mara
Maureen haba tomado la decisin dplasmar un retrato compasivo, pero realist
por completo, de una de las monarcas m
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despreciadas de la historia. El resultado erpoderoso, una de las secciones deHistoria d
l l a que ms atencin y debates hab
merecido.Pero pese a la controversia suscitada poMara Antonieta, su favorita siempre habido Mara Magdalena.
De esta atraccin sobrenatural por MarMagdalena estaba hablando ahora Maureecon la vivaracha rubia que tena delante.
- Saba usted que McLean estconsiderado un lugar sagrado para loeguidores de Mara Magdalena? -pregunt depente la mujer.
Maureen abri la boca atnita, y despua cerr de nuevo, sin lograr articular ningun
palabra.- No, no saba nada de eso -alcanz
esponder. Haba aparecido de nuevo, esvibracin elctrica que recorra su cuerpo cad
vez que algo extrao asomaba en el horizonte
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Sinti que volva de nuevo, incluso bajo lauces fluorescentes de un centro comercia
norteamericano. Maureen recobr l
compostura y respir hondo-. Bien, me rindoEn qu sentido est relacionado McLean coMara Magdalena?
La mujer entreg una tarjeta a Maureen.- No s si tendr tiempo mientras est e
McLean, pero si araa algn minuto, haga efavor de venir a verme.
La tarjeta era de la librera La LuSagrada, propietaria, Rachel Martel.
- No tiene nada que ver con esto, poupuesto -dijo la mujer que, supuso Maureen
deba ser Rachel, indicando la enorme librerapero creo que tengo algunos libros que ta
vez le interesen. Escritos por gente de aqu publicados por su cuenta. Versan sobre Mara
uestra Mara.Maureen trag saliva una vez ms
comprob que la mujer era Rachel Martel
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pregunt cmo se llegaba a La Luz Sagrada.Oy una discreta tosecita a su izquierda
evant la vista y vio que el director de l
ibrera le haca seas de que la cola debeguir movindose. Maureen le fulmin con lmirada antes de volverse hacia Rachel.
- Estar esta tarde, por casualidad? Es enico rato libre de que dispongo.
- Desde luego. Estoy a unos cuantominutos, siguiendo la carretera principaMcLean no es tan grande, y soy fcil dencontrar. Llame antes por si necesita que loriente. Gracias por el autgrafo, y esperverla despus.
Mientras Maureen segua con la mirada a mujer, alz los ojos hacia el director de l
ienda.- Creo que, despus de todo, voy
necesitar un descanso -dijo con voz dulce.
Pars (Arrondissement I)
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Caveau des MousquetairesMarzo de 2005El stano de piedra del viejo edificio er
conocido como el Caveau des Mousquetairedesde tiempo inmemorial. Su proximidad aLouvre en los das en que el gran museo habido residencia de los reyes de Francia l
conceda importancia estratgica, algo que nera menos cierto en los tiempos modernos. Eescondite llevaba el nombre de los hroenmortalizados por Alexandre Dumas en s
obra ms celebrada. El escritor haba basados personajes de los espadachines de s
novela en hombres reales, encargados de unmisin verdadera. Esta estancia era uno de lougares de encuentro secretos de la guardia de
ey, despus de que el malvado cardenaRichelieu les obligara a ocultarse. En realidadno era al rey de Francia a quien lomosqueteros haban jurado proteger, sino a l
eina. Ana de Austria era la hija de un linaj
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mucho ms antiguo y regio que el de smarido.
Dumas se revolvera en su tumba s
upiera que este sitio sagrado haba cado emanos enemigas. Esta noche, la cueva era eugar de encuentro de otra hermandad secreta
La organizacin usurpadora no slo era mquinientos aos ms antigua que lomosqueteros, sino que tambin se opona a smisin con un juramento de sangre.
Iluminadas por dos docenas de velas, laombras bailaban sobre las paredes evelaban la presencia de un grupo d
hombres embozados. Se hallaban de pialrededor de una maltrecha mesa rectangularos rostros atrapados en un juego de luces
ombras. Si bien sus facciones no sdistinguan en la semipenumbra, el peculiaemblema de su gremio era visible en todoellos: un cordn rojo sangre ceido alrededo
del cuello.
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Las voces quedas revelaban una variedade acentos: ingls britnico y norteamericanofrancs e italiano. Todos guardaron silenci
cuando el lder ocup su lugar en la cabecerde la mesa. Ante l, una pulida calaverhumana brillaba a la luz de las velasdepositada sobre una bandeja de oro cofiligranas. A un lado de la calavera haba uncliz, adornado con espirales doradas a juegcon las filigranas de la bandeja. Al otro lado da calavera, un crucifijo de madera tallado
mano yaca sobre la mesa, con la figura dCristo cabeza abajo.
El lder toc la calavera con reverencia, uego alz el cliz de oro lleno de un espesquido rojo. Habl en ingls con acento d
Oxford.- La sangre del Maestro de Justicia.Bebi poco a poco antes de pasar el cli
al hermano de la izquierda. El hombre l
acept con un cabeceo, repiti la misma fras
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en francs y tom un sorbo. Cada miembro da hermandad repiti el rito, hablando en sdioma nativo, hasta que el cliz regres a l
cabecera de la mesa.El lder deposit la copa encima de lmesa ante l. A continuacin, alz la bandejy bes el hueso de la frente de la calavera coeverencia. Al igual que haba hecho con e
cliz, pas la calavera a la izquierda, y cadmiembro de la hermandad repiti el acto. Estparte del ritual se llev a cabo en absolutilencio, como si fuera demasiado sagrad
para que las palabras lo profanaran.La calavera complet el crculo de fiele
y termin en manos del lder. ste alz lbandeja en el aire antes de devolverla a l
mesa con un ademn ostentoso y las palabras- El primero. El nico.El lder hizo una pausa, y despu
evant el crucifijo de madera. Le dio la vuelt
para que la imagen crucificada quedara d
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cara a l, la levant hasta la altura de los ojoy escupi con ferocidad en el rostro dJesucristo.
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Sara Tamar viene a menudo y lee mimemorias mientras yo escribo. Me hrecordado que todava no he hablado d
edro y de lo que se conoce como s
negacin.Hay algunos que le juzgaron con dureza
le llamaron Pedro en Gallicantu (Pedroen Negacin), lo cual es injusto. Quiene
uzgan tan a la ligera ignoran que Pedro simit a cumplir los deseos de Easa. Me hadicho que algunos seguidores actualeafirman que Pedro hizo realidad un
rofeca de Easa, que ste dijo a Pedro: Mnegars, y Pedro contest: No, no lhar.
sa es la verdad. Easa orden a Pedro
que le negara. No fue una profeca. Fue un
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orden. Easa saba que, si suceda lo peornecesitara que Pedro, de entre todos suamados discpulos, saliera indemne
Mediante la determinacin de Pedro, laenseanzas continuaran propagndose a largo y ancho del mundo, tal como Eas
haba soado. Por eso Easa le dijo Mnegars, pero Pedro, en su tormentocontest: No, no puedo.
Pero Easa insisti: Tienes qunegarme, para que te pongas a salvo y as laenseanzas del Camino no se pierdan.
sa es la verdad de la negacin dedro. Nunca fue una negacin, pue
cumpli las rdenes de su maestro. De esoestoy segura, porque yo estaba presente y fu
estigo.
El Evangelio de Arques de MarMagdalena
El Libro de los Discpulos
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McLean, VirginiaMarzo de 2005A Maureen se le haba acelerado el puls
de una manera anormal mientras conduca po
a carretera principal que atravesaba McLeano estaba preparada para la extraa invitaci
de Rachel Martel, pero al mismo tiempo senta muy entusiasmada. Siempre haba sid
as. La suya era una vida plagada dacontecimientos extraos y a menudntensos, extraordinarias coincidencias que l
afectaban para siempre. Sera otro d
aquellos sucesos sobrenaturales? Senta unespecial curiosidad por cualquier revelacielacionada con Mara. Curiosidad? No er
una palabra lo bastante contundente
Obsesin? sa era ms precisa.
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