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Notas para una caracterización del capitalismo a fines del siglo XX (Primera parte) François Chesnais Presentación Acerca del estado actual del capitalismo En este trabajo se prolonga el análisis que Chesnais ha venido desarrollando recientemente acerca de la realidad del capitalismo en este fin de siglo. Dicha elaboración ya se había plasmado en su libro La mondialisation du capital (Paris, Editions Syros, 1994), cuyo título alude a uno de los fenómenos claves de la situación económica contemporánea. La mundialización del capital, según lo expresado por Chesnais en aquella obra, deriva en mayor medida del fortalecimiento alcanzado por el capital privado en los últimos treinta años que del progreso tecnológico. En esta nueva fase económica, el robustecimiento del capital industrial y el debilitamiento del movimiento obrero operan, al mismo tiempo, como causa y efecto de las políticas de liberalización, privatización, desregulamiento y desmantelamiento del "Estado de Bienestar", que se vienen implementando desde comienzos de la década de los 80 en todo el mundo (y que la Argentina está experimentando en la última época). Este proceso halla su complemento en el creciente predominio y concentración del capital-dinero y de los mercados financieros, lo que socava la autonomía de las economías nacionales y de los Estados para diseñar políticas propias. En este escrito, el autor no solo amplía algunos de los problemas esbozados en su obra anterior, sino que también busca explicitar los fundamentos teóricos de su reconstrucción analítica del capitalismo finisecular, apoyándose en un balance crítico de algunos de los estudios de Marx, Lenin y Trotsky. Asimismo, se intenta demostrar aquí que la mundialización del capital provoca necesariamente un acrecentamiento del ataque contra las condiciones de vida de las masas en todo el planeta. Con este artículo, Chesnais ha buscado -tal como lo expresa claramente en unas líneas preliminares al mismo- la apertura de un debate teórico marxista acerca del estado actual del capitalismo; precisamente, si el autor ha escogido la palabra "Notas" para encabezarlo es para reforzar este carácter exploratorio de su estudio, que invita a la discusión y a la crítica colectiva. Es con este mismo sentido que nosotros lo traducimos, conscientes de que la actualización del programa de la revolución socialista no puede ya prescindir de un abordaje tanto audaz como serio, científico y de elaboración colectiva, sobre las características presentes del 1

Notas Para Una Caracterización Del Capitalismo a Fines Del Siglo XX

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Page 1: Notas Para Una Caracterización Del Capitalismo a Fines Del Siglo XX

Notas para una caracterización del capitalismo a fines del siglo XX (Primera parte)

François Chesnais

Presentación

Acerca del estado actual del capitalismo

En este trabajo se prolonga el análisis que Chesnais ha venido desarrollando recientemente acerca de la realidad del capitalismo en este fin de siglo. Dicha elaboración ya se había plasmado en su libro La mondialisation du capital (Paris, Editions Syros, 1994), cuyo título alude a uno de los fenómenos claves de la situación económica contemporánea. La mundialización del capital, según lo expresado por Chesnais en aquella obra, deriva en mayor medida del fortalecimiento alcanzado por el capital privado en los últimos treinta años que del progreso tecnológico. En esta nueva fase económica, el robustecimiento del capital industrial y el debilitamiento del movimiento obrero operan, al mismo tiempo, como causa y efecto de las políticas de liberalización, privatización, desregulamiento y desmantelamiento del "Estado de Bienestar", que se vienen implementando desde comienzos de la década de los 80 en todo el mundo (y que la Argentina está experimentando en la última época). Este proceso halla su complemento en el creciente predominio y concentración del capital-dinero y de los mercados financieros, lo que socava la autonomía de las economías nacionales y de los Estados para diseñar políticas propias. En este escrito, el autor no solo amplía algunos de los problemas esbozados en su obra anterior, sino que también busca explicitar los fundamentos teóricos de su reconstrucción analítica del capitalismo finisecular, apoyándose en un balance crítico de algunos de los estudios de Marx, Lenin y Trotsky. Asimismo, se intenta demostrar aquí que la mundialización del capital provoca necesariamente un acrecentamiento del ataque contra las condiciones de vida de las masas en todo el planeta. Con este artículo, Chesnais ha buscado -tal como lo expresa claramente en unas líneas preliminares al mismo- la apertura de un debate teórico marxista acerca del estado actual del capitalismo; precisamente, si el autor ha escogido la palabra "Notas" para encabezarlo es para reforzar este carácter exploratorio de su estudio, que invita a la discusión y a la crítica colectiva. Es con este mismo sentido que nosotros lo traducimos, conscientes de que la actualización del programa de la revolución socialista no puede ya prescindir de un abordaje tanto audaz como serio, científico y de elaboración colectiva, sobre las características presentes del sistema capitalista mundial. Carré Rouge se sitúa en esta misma orientación estratégica y metodológica. Como advierte Chesnais en su primer número: "En esta etapa, la tarea principal que esta revista se fijó es ayudar a reconstituir las condiciones de un debate político y teórico sobre algunas cuestiones fundamentales a fin de arribar a una 'comprensión común de los acontecimientos'". Ubicada en el campo del marxismo revolucionario, esta publicación comenzó a editarse en Francia muy recientemente, siendo un punto de encuentro para un grupo de intelectuales marxistas, muchos de ellos provenientes del movimiento trotskista.

Hernán Camarero

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En 1938, Trotsky escribía: "la catástrofe que se viene llena de angustia a las más profundas masas de la humanidad". Hoy este sentimiento no reposa de la misma manera que en 1938 bajo el miedo de la guerra, pues ésta no toca a todos los pueblos con la misma intensidad. La angustia que está compartida por las más amplias masas, prácticamente por todas partes en el mundo, reposa sobre la constatación hecha por la clase obrera, la juventud y las masas oprimidas de la degradación acelerada de sus condiciones de existencia: retorno y permanencia de la desocupación, precariedad de las condiciones elementales de existencia, destrucción de la protección social, retorno del hambre o, incluso allá donde no hay hambre, enfermedades crecientes, retorno de la decadencia tanto individual como social, soberbia de las clases poseedoras y de una sociedad que expone con desparpajo de nuevo la riqueza de unos ante los ojos de todos a los que les falta. Estas manifestaciones múltiples de una degradación cualitativa de una situación que había parecido durante algunas décadas mejorarse, expresan que un período histórico está definitivamente clausurado, aquél donde, sobre la base de las relaciones políticas entre las clases establecida a partir del fin de la Segunda Guerra imperialista mundial, los dirigentes y cuadros de las organizaciones obreras, partidos y sindicatos, pudieron destilar en la clase obrera la ilusión mortal de que el capitalismo había sido finalmente "domesticado", "civilizado", que él daría siempre "tela para cortar" para algunos y, para otros, que él admitía la "coexistencia pacífica" y que no había, pues, ninguna necesidad urgente de plantear el combate por destruirlo como sistema mundial. La expresión "mundialización del capital" expresa, a falta muy ciertamente de un término mejor, el hecho de que estamos en un contexto nuevo de libertad casi total del capital para desplegarse y valorizarse sin tener que continuar sufriendo las trabas y limitaciones que él había sido forzado de aceptar, particularmente en Europa, después de 1945. Este capitalismo "liberado" de las trabas que lo entorpecían durante 40 a 50 años no es de ninguna manera un capitalismo "renovado". Simplemente reencontró la capacidad de expresar brutalmente los intereses de clase sobre los cuales está fundado. La expresión "agonía del capitalismo" es tan actual ahora como lo era en 1938; pero ella implica, ahora todavía más claramente que entonces, la idea de que la agonía del capital puede convertirse en sinónimo de la agonía de la sociedad humana como tal, si ésta se encontrara en la incapacidad histórica prolongada de superar un sistema que ha dado desde hace mucho tiempo todo lo que podía dar de positivo.

A propósito del término "imperialismo"

La "mundialización del capital" no se comprende más que como segmento de una fase más larga en la evolución del modo de producción capitalista. Los rasgos principales de esta fase han sido resumidos, en su configuración del comienzo del siglo, de forma sintética por Lenin en su obra de 1916. "Monopolios, oligarquía, tendencias a la dominación en lugar de tendencias a la libertad, explotación de un número creciente de naciones pequeñas o débiles por un puñado de naciones ricas o poderosas": todos estos rasgos se han exacerbado todavía más de lo que eran hace 80 años. Ellos traducen la manera por la cual se ha perseguido, para utilizar los términos de Trotsky, "la evolución del capitalismo [...] por una extensión sistemática de su base, [...] cada capitalismo nacional se dirige hacia las reservas del

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'mercado exterior', es decir de la economía mundial, [...] para luchar contra sus propias contradicciones interiores." Sin embargo, la expresión "mundialización del capital" traduce las dificultades que puede haber al emplear, sin rodeos o discusión, un término al cual Lenin daba el sentido preciso de "capitalismo de transición". ¿Cuál es la naturaleza de estas dificultades? Ellas se refieren esencialmente a las calificaciones: "estadio superior del capitalismo", período de "transición del régimen capitalista a un orden económico y social superior", "capitalismo agonizante", que son centrales en la manera en la cual Lenin redactó varios capítulos. Recordemos cómo Lenin se expresa en el último capitulo de "El imperialismo, estadio superior..." El escribe particularmente: "De todo lo que ha sido dicho sobre la naturaleza económica del imperialismo, se desprende que debemos caracterizarlo como un capitalismo de transición, o con más exactitud, como capitalismo agonizante". Más adelante, añade la frase más conocida, donde después de describir con la ayuda de un autor alemán las operaciones mundiales de aprovisionamiento, producción y comercialización de un gran grupo, escribe: "Es evidente que estamos en presencia de una socialización de la producción, y no ante un simple ‘entrelazamiento’, que las relaciones económicas privadas y de la propiedad privada constituyen una envoltura que ya no corresponde a su contenido, que debe necesariamente descomponerse si se aplaza artificialmente su supresión (si, en el peor de los casos, la curación del absceso oportunista se prolonga demasiado), pero que será inevitablemente suprimida". En la época en que Lenin estima que el imperialismo puede ser definido como "el estadio superior del capitalismo" y donde él utiliza la expresión "capitalismo de transición", la perspectiva estratégica de una transición hacia el socialismo no es, en su inspiración y su método, ni utopista ni "blanquista". Dicha expresión reposa (lo cual es una prolongación del pensamiento estratégico ya expuesto en el Manifiesto del Partido Comunista) sobre la hipótesis totalmente realista, en 1916, de que existía una conjunción en un momento donde el carácter insoportable de los sufrimientos suscitados por el modo de producción capitalista lanza a las masas a la acción (en particular en el momento de la transformación de la guerra imperialista en guerra civil), entre dos procesos: a) Las fuerzas productivas y el proceso de socialización de la producción en el marco del capitalismo habían alcanzado un nivel suficiente para que la puesta en práctica del programa obrero y las bases de la sociedad socialista pudieran tener lugar inmediatamente. Esto resultaba tanto del nivel de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas, strictu sensu, como de la transformación de las relaciones sociales en el sentido amplio de una socialización, así como de una internacionalización de la producción (la "socialización de la producción" y "los cambios en las relaciones sociales de producción" de los que habla Lenin). b) La existencia de una clase obrera muy importante en número, fuertemente concentrada, derivada de la concentración misma de la producción capitalista y, sobre todo, organizada en las condiciones que Trotsky describió algunos años más tarde en un pasaje conocido de Y ahora donde dice: "Durante varias décadas, en el interior de la democracia burguesa, sirviéndose de ella y luchando contra ella, los obreros edificaron sus fortificaciones, sus bases, sus recintos de democracia proletaria: sindicatos, partidos, clubes de educación, organizaciones deportivas, cooperativas, [...] bases de apoyo de la democracia obrera en el interior del Estado burgués [...] de las cuales el proletariado tiene necesidad para la vía revolucionaria." Es la conjunción entre estos dos factores la que abría la "vía directa" de la revolución, "la solución más económica" para garantizar el porvenir de la humanidad. Debemos guardar luto por ella. La conjunción conoció un comienzo de materialización en las condiciones particulares expuestas en las tesis de La revolución permanente. Ella

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permitió que "la cadena imperialista se rompiera en su eslabón más débil", en Rusia. Pero la subordinación traidora de la socialdemocracia alemana a su burguesía permitió a ésta impedir que dicha cadena se rompiera en su punto más estratégico. Eso condujo al aislamiento de la revolución de octubre y creó las condiciones de las cuales surgió el estalinismo en forma directa. El absceso oportunista no solamente continuó en el tiempo, sino que se convirtió en una agresión contra la revolución y en dominación totalitaria de las masas en base a una forma inédita de inversión de las relaciones de clase surgidas de la primera revolución proletaria. La envoltura no ha cesado de pudrir, y este pudrimiento, luego de haber sido frenado durante dos o tres décadas, se ha acelerado de nuevo. La transición no podrá más hacerse en las condiciones en las que era posible a comienzos de este siglo. Los ámbitos de la democracia proletaria han sido debilitados o destruidos, y deben para reconstruirse. La clase obrera está todavía en tren de digerir todo lo que ha vivido como vacilación, traición o dominación burocrática totalitaria por parte de las direcciones surgidas de sus filas o que se adjudicaban su representación. Por otra parte, los problemas mundiales que el capitalismo dejará como herencia serán infinitamente más serios de los que hubieran sido en el caso de una transición hecha a partir de la revolución europea hace 70 o 75 años. "La humanidad -escribió Marx- no se plantea nunca más que los problemas que puede resolver, pues al mirar más de cerca, se verá siempre que el problema mismo no surge más que allí donde las condiciones materiales para resolverlo existen ya o al menos están en vía de llegar." Ahora bien, lo que la humanidad conoció en el siglo XX es el mantenimiento del capitalismo aun después de haberse planteado la cuestión de la desaparición de éste, como cuestión a resolver de manera inmediata, y después de que "las condiciones materiales de existencia" del socialismo "hayan nacido en su seno". Lenin presintió esta posibilidad, pero él todavía podía añadir en 1916 que ella "será necesariamente eliminada". Trotsky, en 1938, se vio obligado a decir, de modo infinitamente más "pesimista", que "...las premisas objetivas de la revolución proletaria no están sólo maduras sino que han comenzado a pudrirse...". En cuanto a nosotros, es a partir de las ruinas del estalinismo que debemos recomenzar. Pero, para que se reconstituyan las condiciones, necesariamente diferentes de las del pasado, donde la transición aparecerá de nuevo como posibilidad concreta, hay que proseguir también, actualizándola, con la caracterización del capitalismo y su crítica tan completa como sea posible. "Fenómeno en pleno desarrollo", como dijo Lenin, el imperialismo lo es sobre todo por el grado de parasitismo que él ha mostrado capaz de generar. Este es el punto desde el cual hay que emprender hoy la continuación de "la crítica del imperialismo".

La mundialización del capital: Un grado de internacionalización cualitativamente acrecentado

La "poderosa realidad independiente" no debe ser interpretada solamente en referencia a la esfera del intercambio ("la división internacional del trabajo"). Lo mismo que para la noción de "mercado mundial" de Marx, ella debe ser comprendida como englobando el movimiento del capital en sus tres componentes: capital comercial, capital productivo de valor y de plusvalía y capital-dinero centralizado y concentrado (llamado también capital financiero). Lenin hacía ya la constatación de que "la exportación de capitales, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia particular", como uno de los cinco rasgos fundamentales que definían la fase del imperialismo. Ese proceso se ha

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acrecentado sin cesar. El movimiento del capital productivo de valor y de plusvalía se ha internacionalizado y deslocalizado todavía más, lo mismo que la esfera de los mercados financieros donde el capital-dinero concentrado se mueve. En ese sentido, un universitario como H. Bourguinat defiende una manera de abordar el análisis que es infinitamente más "marxista" que la de muchos que se reclaman como tales. Poniendo los jalones del método a seguir para la investigación en economía financiera internacional, él escribe: "No hay que ir solamente de lo particular (los mercados financieros nacionales) a lo general (el mercado mundial) sino tratar también de analizar éste, desde el principio, como una red que tiene sus propias leyes, sus precios directores, sus determinaciones, sus actores [...]" sin descuidar por ello el rol que juega "el 'hecho nacional', que sigue existiendo, en tanto el mercado financiero mundial está jerarquizado y estructurado" (subrayado en el original).

La mundialización del capital como marco de la ofensiva contra las masas

En tanto que segmento particular de una fase más larga en la evolución del modo de producción capitalista, el período actual implica ciertas características tanto de la política (o más precisamente del cambio de las relaciones políticas entre las clases, como también en el interior de las principales clases), así como del movimiento interno de la acumulación capitalista tomada como tal. La noción de "relaciones políticas entre las principales clases" no fue nunca el objeto de los desarrollos teóricos que merece. Ella traduce el hecho de que la existencia de la propiedad privada de los medios de producción y del Estado burgués son compatibles con situaciones muy variadas en cuanto a la modalidad de participación de los partidos obreros en el ejercicio del poder al nivel del Estado, a la libertad de maniobra que dispone la burguesía y a las condiciones en las cuales tiene lugar la distribución del excedente social entre salarios (directos y diferidos) y ganancia. Inmediatamente después de la Segunda Guerra imperialista mundial, en la época donde la crisis revolucionaria del fin de la guerra fue contenida gracias al estalinismo, la burguesía extremadamente debilitada en todo el mundo, salvo en los Estados Unidos, tuvo que hacer concesiones muy importantes en todos los planos. Incluso la burguesía norteamericana, para tratar de superar la crisis y luego ganar la guerra imperialista, había sido forzada a ofrecer a la clase obrera el "New Deal". Estas concesiones tomaron forma en instituciones (la seguridad social, por ejemplo) y en estatutos. En muchos países, luego de haber sido algo disminuidos, estos derechos y posiciones habían sido luego de nuevo momentáneamente consolidados y extendidos como resultado de una lucha de clases que abarcó un conjunto de países entre 1968-69 (Francia, Checoslovaquia, Italia) y 1975 (caída de Saigón y revolución en Portugal). A partir de 1978, la burguesía mundial, conducida por sus componentes norteamericano y británico, emprendió, con cierto éxito, una modificación internacional en su beneficio y, por consiguiente, en el marco de prácticamente cada país, las relaciones políticas entre las clases. La burguesía mundial comenzó entonces a desmantelar las instituciones y estatutos que habían materializado el estado anterior de las relaciones. Las políticas de liberalización, desregulamiento y privatización que los Estados capitalistas adoptaron en uno y otro país desde el arribo al poder de los gobiernos de Thatcher en 1979 y de Reagan en 1980, restituyeron al capital una libertad para desplazarse a su antojo y moverse sobre el plano internacional de un país o continente a otro, como no había conocido desde 1914. En Francia, la puesta en práctica de estas políticas comenzó a partir de 1983, con la Unión de la Izquierda, bajo el impulso de gobiernos y ministros socialistas,

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primero Delors, luego Fabius, Bérégovoy y Rocard. El retorno al gobierno del RPR y de la UDF ha consolidado y ampliado el trabajo emprendido antes que ellos y que el gobierno Juppé ha querido impulsar más lejos. Es en los dominios de la moneda y de las finanzas, por un lado, y del empleo y de las condiciones contractuales del trabajo, por el otro, que las políticas de liberalización y desregulamiento han sido llevadas más lejos y de la manera más homogénea de un país capitalista a otro. Las prioridades dictadas por el capital son las del capital implicado en la extracción de la plusvalía en la producción de mercancía y de servicios, pero sobre todo de modo todavía más fuerte, desde hace quince años, las de un capital extremadamente centralizado que conserva la forma dinero y que pretende fructificar como tal en el interior mismo de la esfera financiera. El poder, sino la existencia misma de este capital-dinero, son defendidos por las instituciones financieras internacionales y los Estados más poderosos del globo, cualquiera sea su costo. Los 55 mil millones de dólares adelantados al comienzo del año por instituciones que ofician de "prestadores en último recurso" para evitar que una bancarrota del Estado mexicano ponga en marcha un proceso en cadena de desvalorización de la confianza en el plan mundial, lo han recordado una vez más. No es seguro que estas instituciones alcancen tal resultado indefinidamente. Pues las operaciones del capital-dinero incluyen un componente cada vez más importante de capital ficticio, cuya dimensión anuncia, tarde o temprano, el desencadenamiento de una gran crisis. La reaparición, en primer plano, del capital rentista fue acompañada con el retorno de la explotación bajo las formas más abiertas. El capitalismo implicado en la producción y el comercio concentrado utilizó la libertad que recobró al desplegarse y moverse a su gusto de un país o continente a otro, para comenzar a reimponer a la clase obrera de los países capitalistas avanzados las condiciones de explotación que no han dejado jamás de ser las de la mayor parte de los países bajo dominación imperialista. Ayudadas por la política seguida por los sindicatos, que consiste, en nombre de los "imperativos de la competitividad", en seguir cada vez más de cerca a cada burguesía, las empresas han podido utilizar su nueva libertad de acción para transformar las tecnologías contemporáneas en armas de guerra contra la clase obrera. El modelo anglo-americano, centrado en la desregulación y la "flexibilidad" de los contratos salariales, ha ganado terreno y ha servido para reconstituir un inmenso ejército industrial de reserva. Cada paso adelante en la introducción de la automatización contemporánea, fundado sobre los microprocesadores, ha sido la ocasión para destruir las formas anteriores de las relaciones contractuales tanto como los medios inventados por los obreros, sobre la base de técnicas de producción estabilizadas, para resistir a la explotación en el lugar de trabajo.

La economía mundial como unidad diferenciada y jerarquizada

El análisis de la economía mundial exige la reapropiación de las herramientas analíticas propias para aprehender lo que es una totalidad sistémica que comprende relaciones de diferenciación y de jerarquización. Es el concepto mismo de capital el que debe ser pensado como una unidad diferenciada y jerarquizada. El capital productivo (o capital implicado en la industria en el amplio sentido), el capital comercial (o capital implicado en el negocio y la gran distribución concentrada) y el capital-dinero deben ser abordados como "elementos de una totalidad, diferenciaciones en el interior de una unidad" (Marx, Postface a la Contribution a la critique de l'economie politique). De la diferenciación entre las tres

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formas pueden brotar contradicciones innegables. Pero, a pesar de lo profundas que ellas puedan parecer, están circunscriptas por el hecho de que el capital en todas sus formas reposa sobre la propiedad privada (lo que marca los límites de todo enfrentamiento económico o político entre los representantes de las diferentes fracciones) y hoy por el hecho de que las tres formas, incluso la forma del capital "productivo", están marcadas por un sello rentista extremadamente fuerte. La misma observación se impone para las relaciones entre Estados. El carácter de unidad diferenciada y jerarquizada vale para la economía mundial, entendida como relaciones de rivalidad, de dominación y de dependencia política entre Estados. La mundialización del capital y la pretensión del capital rentista de dominar el movimiento del capital en su totalidad no borra la existencia de los Estados nacionales sobre los cuales la tarea de defensa de la propiedad privada descansa más que nunca. Pero esos procesos acentúan los factores de jerarquización entre países, al mismo tiempo que redibujan la configuración. El abismo que divide los países participantes (aunque más no sea marginalmente) en la dominación económica y política del capital-dinero rentista y los que sufren esta dominación aumentó todavía más. Pero la mundialización y el triunfo actual del rentista fueron también acompañadas por modificaciones en las relaciones de clase entendidas esta vez como relaciones internas a las burguesías imperialistas. Los Estados Unidos acentuaron su peso no solamente por el desmoronamiento de la URSS y de los aparatos estalinistas, cuyas fracciones se comprometieron desde entonces en diversas modalidades, la mayoría de las veces mafiosas, de conversión al capitalismo, sino sobre todo en razón de una posición en el plano del capital financiero que es bien superior a la que ellos guardan en el plano industrial. El hecho de que Estados Unidos sea la fuente principal del parasitismo financiero que gangrena el capitalismo mundial no le impide imponer su hegemonía con todos los medios a su disposición. Los conflictos entre burguesías son, por definición, conflictos que se colocan sobre el terreno de un apego común al régimen de la propiedad privada. Es por eso que su forma, a la vez la más consumada y la más corriente, fue siempre militar. Hoy, como ninguna burguesía puede confrontarlo militarmente y como ninguna va a cuestionarlo en el plano del sistema de propiedad de los medios de producción, Estados Unidos disfruta de una situación sin precedentes históricos. La rivalidad entre modos de organización del capitalismo (capitalismo "renano", "nipón" y "anglo-sajón") no puede ir muy lejos y Estados Unidos, paso a paso, impone a los otros exactamente las reglas del juego que le convienen y que son calcadas de las necesidades del capital rentista del cual ellos son el corazón. Sin embargo, Estados Unidos no escapa al hecho de que "el mercado mundial domina, en nuestra época, todos los mercados nacionales" y que él contiene, más que cualquier otro gran país, la anarquía inherente al modo de producción capitalista, que alcanza su paroxismo en el dominio financiero. El día en que la crisis financiera estalle, su deuda pública será casi seguramente el epicentro.

Mundialización y fetichismo de las relaciones sociales

El recurso -en lo sucesivo casi permanente de los periodistas y políticos- de la "globalización de la economía" para designar la fuente de todos los problemas, les sirve para justificar, en nombre de obligaciones externas inexorables, la necesidad para los asalariados y la juventud de "adaptarse" a las exigencias del capital y aceptar todas las políticas retrógradas y destructivas de relaciones sociales y de existencias humanas puestas

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en práctica por los gobiernos. Pero, más allá de este uso apologético, el término devino sinónimo de una fuga hacia adelante en relación con los procesos y mecanismos sobre los cuales políticos, empresarios y banqueros reconocen que tienen cada vez menos control. El retorno con fuerza de la noción de "mercado" tiene la misma significación contradictoria. Su uso revela hasta qué punto la economía mundial globalizada abrió la vía a una expansión casi ilimitada del "fetichismo de la mercancía". Hoy a un grado más elevado que nunca, lo que algunos anuncian o denuncian bajo el nombre de "economía virtual" se relaciona con el análisis hecho por Marx de mecanismos al término de los cuales "el carácter social de la actividad y del producto, así como la participación del individuo en la producción, son extraños y reificados frente al individuo. Las relaciones que ellos mantienen son, de hecho, una subordinación a relaciones que existen independientemente de ellos y surgen del choque entre los individuos indiferentes los unos de los otros. El intercambio universal de actividades y de productos, que devino la condición de vida y la relación mutua de todos los individuos particulares, se presenta a ellos como una cosa extraña e independiente" (Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política I). El carácter fetiche de las relaciones capitalistas se multiplica con el resurgimiento, en una escala sin precedentes históricos, de las operaciones del capital, que conserva la forma dinero y se valoriza por punciones sobre los ingresos formados en la producción de valor y de plusvalía, pero sin salir de la esfera financiera. No está bien citar demasiado, pero aún es más absurdo parafrasear análisis que fueron el producto de un solo autor, o casi -incluso- de aquellos que analizaron el capitalismo bajo el ángulo de la crítica de la economía política y para combatir a la burguesía. En el capítulo XXIV del libro III de El Capital, Marx extiende la teoría del fetichismo al capital portador de interés o capital de préstamo, "la forma más alienada de la relación capitalista". (OJO: REVISAR CITA) En tanto que el interés es apenas una parte de la ganancia, es decir, de la plusvalía que el capitalista activo arranca al obrero, el interés se presenta ahora como el fruto propiamente dicho del capital, como la cosa primera; la ganancia, en cambio, que entonces adopta la forma de ganancia empresaria, aparece como un simple accesorio y aditivo que se agrega durante el proceso de reproducción. En este caso la forma fetichista del capital y la representación del fetiche capitalista llegan a su culminación. D-D' representa la forma vacía de contenido del capital, la inversión y la materialización de las relaciones de producción elevadas a la máxima potencia: la forma productora de interés, la forma simple del capital, en la cual éste es la condición previa de su propio proceso de reproducción. Es la capacidad del dinero o de la mercancía de hacer fructificar su propio valor, con independencia de la reproducción: "es la mistificación capitalista en su forma más brutal." "Es entonces en el capital productor de interés que se destaca con claridad ese fetiche mecánico: valor que se valoriza por sí mismo, dinero que engendra dinero. En esa forma, ya no ostenta las marcas de su origen". En el momento en que Marx escribía estas líneas, las operaciones del capital-dinero eran todavía de un monto muy débil. Ellas estaban sobre todo subordinadas al movimiento del capital industrial y no pretendían regir la actividad social completamente como hoy.

La curva de la producción capitalista al corazón del sistema mundial

La modificación de las relaciones políticas entre las clases en favor de la burguesía no anuncia un nuevo auge del capitalismo. La hipertrofia de la esfera financiera que se ha

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formado a partir de los años 70 no se comprende fuera de las contradicciones y de los impasses acumulados por la economía capitalista mundial al fin de la fase precedente. La figura 1, trazada por la Brookings Institution de Washington y reproducida en un trabajo de W. Cline cuyo título es revelador de las inquietudes de una parte de los funcionarios americanos: Los riesgos del estancamiento en los años 90, muestra bien cuál ha sido la curva de la producción capitalista desde hace 30 años, desde que el impulso dado por la reconstrucción de los estragos de la Segunda Guerra Mundial se han reabsorbido; la curva se inclina hacia la base, y es mucho antes de la severa recesión de 1974-75. En el curso de la década de los 90, la curva se ha estabilizado alrededor del 2% prolongando y confirmando la tendencia más larga. Ciertos institutos de investigación tienen la hipótesis de que ella va a caer todavía más. Es esta curva la que aclara, junto con los rasgos de la fracción dominante que vimos, la reflexión sobre el porvenir que el capitalismo puede ofrecer a la humanidad, ahora que el hundimiento del estalinismo lo ha dejado solo en carrera. En este fin del siglo XX, el análisis de la situación de la economía y de la sociedad mundiales debe ser abordado simultáneamente bajo dos ángulos. Por un lado, ella está marcada por la ofensiva generalizada del capital y de los Estados capitalistas contra la clase obrera, la juventud y las masas oprimidas. Por el otro, se constata la multiplicación de las manifestaciones no solamente del impasse de la economía capitalista en general, sino también de contradicciones propias al funcionamiento actual de la economía capitalista mundial y que son síntomas de una crisis económica mayor. El epicentro de estas contradicciones es el sector

La caracterización del capitalismoa fines del siglo XX

Claude Serfati y François Chesnais

En Herramienta N° 1 publicamos el artículo de Françoise Chesnais "Notas para una caracterización del capitalismo a fines del siglo XX.- Primera parte". La demorada

"segunda parte" se transformó en algo más, en la medida que representa un intercambio vivo de opiniones en diálogo con las observaciones formuladas por Claude Serfati. Los artículos que acá presentamos fueron publicados en el número 3 de la revista marxista

revolucionaria Carré Rouge (octubre-diciembre de 1996), de cuya redacción es miembro Chesnais. Allí se presentaba esta sección con palabras que desde Herramienta hacemos

nuestras: "Esta discusión fraternal ejemplifica nuestra concepción del debate. Carré Rouge es una revista militante. Por tanto, los problemas teóricos están naturalmente en el centro de nuestro combate. Pero sólo la reflexión colectiva, alimentada con artículos como

estos, permitirá avanzar en su clarificación".

La traducción del francés fue hecha por Marita López y revisada por Aldo Andrés Romero.

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Consideracionessobre el artículo deFrançoise Chesnais

Claude Serfati*

Estas notas buscan participar en la reflexión sobre las características del capitalismo contemporáneo abierta por el artículo de Françoise Chesnais.

1. La ausencia de una verdadera recuperación sostenida de la acumulación de capital, no solamente a escala mundial sino también en los países capitalistas dominantes, indica que la crisis económica no ha terminado, a más de 20 años de su aparición. Períodos de depresión largos como este no son nuevos: testimonian al fin y al cabo los límites del modo de producción basado en la propiedad privada de los medios de producción y las relaciones capital/trabajo. Pero la historia también muestra que ninguna crisis es "fatal" para el capitalismo; éste necesita "simplemente" encontrar los medios de hacer pagar la factura. Esta factura -a través de la destrucción considerable de capital y fuerzas productivas y un aumento considerable de la tasa de explotación de la clase obrera- es la que permite al capital ponerse en movimiento en condiciones de valorización satisfactorias. Los límites del capitalismo que se manifestaron en la crisis de 1870, fueron expandidos por un período de conquista imperialista, pillaje de los recursos naturales y superexplotación de los pueblos coloniales. Ni la guerra de 1914-1918, que testimonió nuevamente los límites del capitalismo, ni la crisis de 1929 permitieron una nueva fase de acumulación sostenida. Después de 1945, una nueva fase de acumulación larga fue posible por la conjunción de la destrucción colosal de fuerzas productivas en la Segunda Guerra Mundial y por una tasa de explotación de la fuerza de trabajo adecuada a las necesidades del capital. Pero este período de fuerte crecimiento durante una veintena de años, esencialmente concentrado en los países capitalistas dominantes, integró también factores que hoy son serios obstáculos para una sostenida recuperación de la acumulación. Antes de abordar el punto, este preámbulo recuerda cosas muy evidentes para señalar que, desde una perspectiva marxista, la "salida" de las grandes crisis sigue siendo la destrucción masiva de capital y el restablecimiento de relaciones de explotación que produzcan suficiente carburante (plusvalía) para alimentar en forma sostenida el motor de la acumulación. Por esto me parece excesivo negar como lo hace Françoise Chesnais "la hipótesis de que vuelva a ser rentable (para el capital) explotar a los trabajadores que ya no explota más, o que jamás ha explotado".

2. La crisis del capitalismo que toma una forma espectacular desde 1971/1973 sólo pudo sorprender -por fuera de los defensores espontáneos del sistema- a quienes aunque hablaran de Marx pensaban que éste sistema había superado sus contradicciones fundamentales y su problema esencial era poder colocar la masa creciente de mercancías volcadas a los mercados por los aumentos de productividad logrados con los métodos de producción fordistas. Pero lejos de ser una crisis de "realización" o de colocación de la

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"sobreproducción", la irrupción de la crisis a comienzos de 1970 testimonió la degradación de las condiciones de rentabilidad del capital. El costo global de la fuerza de trabajo, que incluye además de los costos ligados al pago de salarios directos, los costos socializados de formación, de salud y de jubilación (considerablemente ampliados luego de la Segunda Guerra Mundial), pronto se revelaron exorbitantes para el capital. De igual manera, los gastos militares y la burocracia del Estado, cada vez más necesarios para la reproducción de las relaciones sociales en una fase imperialista (orden, seguridad, represión, etc.) y el crecimiento generalmente desmesurado de los gastos de comercialización, de publicidad, etc. en el seno de los grandes grupos industriales -que en parte son llamadas pomposamente "actividades de investigación y desarrollo", han pesado sobre la tasa de ganancia y amplificado su caída. Por último, hoy se ve que el tipo de acumulación de las décadas de posguerra degradó en proporciones inauditas el medio ambiente y dilapidó desvergonzadamente los recursos naturales confirmando con un vigor inquietante que "el primer parásito de la naturaleza es el hombre" (Marx).

Dicho de otra manera, durante las tres décadas de posguerra la fuerte acumulación del capital no solamente se traduce por las ganancias de productividad (permitidas primero por la baja del costo de la fuerza de trabajo y luego por las transformaciones en la organización de producción y la utilización de nuevas tecnologías en el seno de las empresas, es decir a nivel de las "condiciones inmediatas de producción"). También se perfiló un tipo de crecimiento que provocó un aumento en los costos de reproducción del capital a escala social. La aceleración de la "socialización de las fuerzas productivas" de la que habla F.Ch. permite ciertamente favorecer la extracción de la plusvalía relativa, pero sobre la base de las actuales relaciones sociales de producción también encierra elevados costos burocráticos que van mucho más allá de lo que Marx llamaba "derroche de las fuerzas productivas". Hay pues en el desarrollo de las tecnologías (la ciencia transformándose en una fuerza productiva directa, según la expresión de Marx) y la socialización de las fuerzas productivas un proceso contradictorio de desvalorización de la fuerza de trabajo -del que la desocupación es parte- y un aumento de las actividades improductivas desde el punto de vista del capital, (es decir, no productivas de plusvalía). El aumento de las actividades parasitarias (íntimamente ligadas al tipo de acumulación y de reproducción de las relaciones sociales en los últimos cinco decenios) se nutre de la plusvalía creada y provoca entonces un retroceso de la acumulación del capital (o le pone serios límites). Las herramientas conceptuales y empíricas de las organizaciones de estadística y contabilidad nacional no permiten verificar fácilmente este hecho, ya que para ellas toda actividad es inmediatamente productiva, aún las que atentan en definitiva contra la producción de valores (y por lo tanto de plusvalía).

3. La larga fase de depresión en la que está el capitalismo hunde sus raíces en las muy particulares condiciones de crecimiento del período 1945-1973. Por supuesto, las soluciones encaradas por los burgueses no consisten en eliminar los gastos parasitarios, con los que se benefician en tanto "personifican" el capital, porque representan ingresos para sus agentes, sino que apoyados por los gobiernos lanzan ofensivas contra el nivel de vida de las masas que juzgan exorbitante.

Aumentar la explotación de la clase obrera naturalmente hace disminuir su demanda de los bienes de consumo; y esa baja de la demanda acentúa la brecha con la oferta. Sin embargo,

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este desequilibrio oferta/demanda no es la causa, sino la consecuencia de un sistema fundado en la búsqueda incesante de plusvalía. La afirmación de que estaríamos en una fase de "tal crecimiento de la masa de plusvalía que se traduce en una plétora de capital" me parece altamente discutible. Si hay exceso de capital, no es en relación con un determinado estado dado de la demanda, sino en relación con los niveles de plusvalía y de ganancias que podría obtener. Estos niveles son juzgados muy bajos por el capital, por varias razones: porque hasta el momento las resistencias obreras en los países capitalistas desarrollados han impedido que el capital volviera a imponer niveles de remuneración de la fuerza de trabajo suficientemente bajos; y por las inmensas extracciones de valor provocados por el tipo de acumulación del capitalismo contemporáneo.

Sin embargo, pese a las ofensivas llevadas a cabo sistemáticamente en todos los países capitalistas dominantes para hacer bajar drásticamente el costo de la fuerza de trabajo, la ausencia de una recuperación sostenida de la acumulación significa que las mismas no fueron suficientes. Basta constatar a qué nivel la crisis de 1929 y la Segunda Guerra Mundial debieron reducir el nivel de vida de la clase obrera a fin de permitir una fase de expansión, para darse cuenta del largo camino que resta cubrir, desde el punto de vista del capital.

Por otro lado, al mismo tiempo que lograban ese objetivo, la crisis y la guerra también destruyeron masivamente capital productivo y dinero. Hoy tal exigencia está lejos de lograrse, pese a las considerables reestructuraciones industriales de los años 80. En cuanto al capital-dinero, su desarrollo desmesurado (y en parte ficticio, gracias a las "innovaciones financieras") traduce muy claramente su supremacía. Es una de las principales características del capitalismo contemporáneo.

4. La hipertrofia y la supremacía del capital financiero en un período de debilidad de la acumulación del capital productivo constituyen un hecho muy particular comparado con las fases anteriores donde la desvalorización masiva del capital-dinero de préstamo constituyó una de las condiciones para la recuperación de la acumulación. Antes de continuar, es necesario recordar que el capital no es una cosa (por ejemplo, una máquina) sino una relación social basada en la producción de plusvalía. Ser propietario de capital, es estar en condiciones de reclamar derecho sobre la plusvalía producida. La tendencia "rentista" del capitalismo es inherente al sistema, ya que "el capitalista tiene una doble existencia: jurídica, y económica" (Marx). Contra Proudhon, Marx explicó que el reflujo del capital dinero hacia su punto de partida es una característica propia de todo capital que se valoriza (y en primer lugar del invertido en la producción) y no una especificidad del capital-dinero de préstamo.

Todo capitalista es, pues, un rentista "en potencia". Lenin ha insistido en esta tendencia "rentística" del capital. Su actual predominio nos remite nuevamente a las condiciones particulares del crecimiento de posguerra, con la utilización del dólar como base del sistema financiero y monetario internacional. El imperialismo norteamericano, gracias a este sistema tenía desde el comienzo de los 1960 diseñado el perfil del capital rentista (hacer financiar su déficit por sus competidores, adquirir activos productivos en todo el planeta emitiendo dólares, etc.). La desvalorización masiva del capital-dinero (el "desinfle" de la burbuja financiera) chocaría directamente con la deuda pública norteamericana que

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constituye su corazón, y minaría las relaciones socioeconómicas del país que hoy sostiene el orden en las relaciones económicas y sobre todo sociales a escala mundial.

La supremacía actual del capital-dinero se apoya en la constitución de redes organizadas (bancos, instituciones financieras, grupos multinacionales) abusivamente llamadas "mercados financieros internacionales". Supervisados y en algunos casos apoyados por los gobiernos de los países capitalistas desarrollados, imponen su extracción sobre el valor creado a igual título que las actividades parasitarias, y representa una causa de la débil acumulación del capital productivo. Pero su desarrollo autónomo e hipertrofiado es también un producto de la debilidad de la acumulación resultante de las insuficientes condiciones de rentabilidad del capital. Esta exigiría una ofensiva contra las condiciones de vida y de trabajo en los países en los que la mano de obra tiene un costo elevado (los países capitalistas desarrollados) para la que aún no están maduras las condiciones políticas y sociales. La Guerra del Golfo permitió aterrorizar a los pueblos en vías de desarrollo, y se intenta convencerlos de que no hay más salida que la aceptación del actual "orden mundial". La inmensidad de los presupuestos militares y la carrera tras las tecnologías de destrucción en los países dominantes se explican de esta manera. Alimentan fuerzas militaristas totalmente volcadas contra los pueblos de los países del Tercer Mundo que no aceptan su suerte. La movilización de la población en los países desarrollados bajo la bandera de la civilización occidental contra pueblos juzgados "peligrosos" podría, como en el pasado, servir para lograr la "unión sagrada" y permitir acallar, al menos momentáneamente, las dificultades e impases del capitalismo.

* Claude Serfati, es un marxista revolucionario y economista francés. Recientemente contribuyó a la preparación del libro La mondialisatión financiere: genese, cout et enjeux, Syros, París 1996.

Elementosde respuesta a las notas

de Claude Serfati

Françoise Chesnais

Estoy de acuerdo con mucho de las cosas que Claude Serfati escribe, por eso me concentraré en los puntos donde marca sus desacuerdos conmigo, y en los aspectos de su enfoque que me parecen cuestionables.

En lo esencial, la aproximación de C.S. está formulada desde el comienzo del texto:

Períodos de depresión largos como éste no son nuevos, testimonian al fin y al cabo los límites del modo de producción basado en la propiedad privada de los medios de producción y las relaciones capital/trabajo. Pero la historia también muestra que ninguna

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crisis es "fatal" para el capitalismo; éste necesita "simplemente" encontrar los medios de hacer pagar la factura. Esta factura -a través de la destrucción considerable de capital y fuerzas productivas y un aumento considerable de la tasa de explotación de la clase obrera- es la que permite al capital ponerse en movimiento en condiciones de valorización satisfactorias.

Estas líneas presiden sus críticas. La central es haber defendido la hipótesis de que el ejército industrial de reserva que se ha reconstituido a gran escala en los países capitalistas situados en el corazón de las relaciones imperialistas mundiales podría tener una permanencia inédita en la historia del capitalismo, anunciando así el comienzo de un fase realmente nueva en la historia de la lucha de clases.

Como conclusión de su punto 1, C.S. piensa que es "excesivo negar" -como yo hiciera- "la hipótesis de que vuelva a ser rentable (para el capital) explotar a los trabajadores que ya no explota más, o que jamás ha explotado"

C.S. es escéptico frente a la hipótesis de que habríamos entrado en un período marcado por la reconstitución de un ejército industrial de reserva inmenso, algunos de cuyos componentes (especialmente la parte de los jóvenes que jamás han encontrado trabajo) serían reducidos por el capital al status de desocupados vitalicios y a la pauperización. Según su propia interpretación, la ausencia de "recuperación sostenida de la acumulación" se debería al hecho de que "los niveles (de plusvalía y de ganancia que podría sacar) son juzgados muy bajos por el capital, por varias razones: porque hasta el momento las resistencias obreras en los países capitalistas desarrollados han impedido que el capital volviera a imponer niveles de remuneración de la fuerza de trabajo suficientemente bajos; y por las inmensas extracciones de valor provocados por el tipo de acumulación del capitalismo contemporáneo". Su argumento reposa en el "costo excesivo" (para el capital) del precio de la fuerza de trabajo, y en el monto de las extracciones sobre el valor realizado en detrimento de la ganancia industrial que contribuyen a determinar su nivel insuficiente. Pero creo que no fuerzo la lectura considerando que para C.S. es el primer factor el que prima. Según él hay "ausencia de recuperación sostenida de la acumulación" principalmente porque "pese a las ofensivas sistemáticamente llevadas a cabo en todos los países capitalistas dominantes para hacer bajar drásticamente el costo de la fuerza de trabajo" estas "no fueron suficientes".

«"Recuperación sostenida de la acumulación" o agonía irreversible que arrastra a la humanidad a la barbarie?

El desacuerdo se concentra en la expresión "recuperación sostenida de la acumulación". El título del primer artículo (Notas para una caracterización del capitalismo a fines del siglo XX, Herramienta N› 1), expresa la naturaleza de mis interrogantes. La expresión elegida por C.S. se ajusta a su hipótesis inicial, que estaríamos en una fase de depresión larga entendida como un período prolongado y penoso de recuperación de las condiciones de rentabilidad del capital, tras una crisis de primera magnitud. Una depresión, aun muy profunda y larga, es por definición transitoria, y debe terminar tarde o temprano en lo que los economistas universitarios denominan "salida de la crisis". La expresión "recuperación sostenida de la acumulación" tiene un sentido en cierto modo parecido. En cambio, lo que

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subyacía en mi artículo es justamente la idea de que después de más de 20 años de crisis -si se toma como punto de partida el año 1974- es obligatorio preguntarse si esta crisis no se ha transformado con los años en algo más -o en algo diferente- que una depresión de larga o muy larga duración.

Habríamos salido del período en que eran adecuados los términos de depresión o estanflación largos, para entrar en algo cada vez más parecido a una nueva fase "crónica" de la interminable agonía del capitalismo, portadora de múltiples formas de barbarie y de regresión económica, política, social y cultural, cuyas expresiones infinitas constituyen la esencia de la información que la prensa nos brinda cotidianamente. Como lo indica el artículo del Financial Times que se comenta en el Anexo 1, esta situación puede también desembocar prácticamente en cualquier momento en un gran crack financiero, preludio de una crisis de amplitud superior a todo lo conocido desde hace 20 años.

"Para la burguesía no hay crisis sin salida"

Volvamos al primer parágrafo del texto de C.S.: "la historia también muestra que ninguna crisis es 'fatal' para el capitalismo; éste necesita 'simplemente' encontrar los medios de hacer pagar la factura". La fórmula se parece a la de Lenin, pero de hecho es muy diferente. Sin haber buscado la cita exacta, creo recordar que Lenin decía que "para la burguesía no hay crisis sin salida". El tipo de crisis al que Lenin se refería es la crisis de dominación política de la burguesía (en la que la crisis económica puede ser un componente, pero que nunca puede reducirse a este aspecto). Lo que está en juego para la burguesía en tal caso no es relanzar la acumulación, sino salvaguardar su poder, único garante de su capacidad para defender la propiedad privada de los medios de producción y sus privilegios de clase.

Como lo mostró la política del New Deal en los años 30, este objetivo puede pasar por concesiones importantes a la clase obrera incluso cuando se trata de una burguesía con una trayectoria histórica como la de los EE.UU.

Todo indica que en varios países -empezando por Francia- nos encaminamos hacia ese tipo de crisis, conformada por enfrentamientos brutales de tipo "clásico" entre los asalariados y la juventud con el aparato policial del Estado, y desgarramientos profundos en el seno de las organizaciones empresariales, los partidos políticos, la Magistratura y la alta jerarquía de la función pública. Porque en el seno de estas instancias que organizan a la burguesía francesa como clase existen hoy sectores totalmente adheridos a las posiciones del capital financiero conducido por los anglosajones, pero hay asimismo otros sectores que tienen serias dudas no sólo en cuanto al resultado de los enfrentamientos con los asalariados y la juventud, sino también en lo que ellos podrían ganar aplicando todas las medidas de desregulación y privatización que se le exigen al capital francés y que el gobierno de Chirac-Juppé buscan imponer. Estos sectores piensan que se ha ido demasiado lejos en las concesiones y aún capitulaciones a las exigencias del imperialismo norteamericano, del capital financiero que se valoriza exclusivamente bajo la forma de dinero, y de sus diversas agencias europeas.

Opinan que hay que soltar lastre, incluso con aumentos de los salarios; evitar los enfrentamientos y establecer un espacio de reflexión sobre las opciones y lo que puedan

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ganar... o perder en caso de que elijan satisfacer el largo catálogo de exigencias sin precedentes presentado por la Comisión Europea de Bruselas, pero que realmente vienen de Wall Street, de los grandes fondos de pensión privados y de las sociedades colectivas de colocación financieras anglosajonas que hacen y son "los mercados" (ver sobre esto el gráfico 1).

Con la generalización de situaciones "a la francesa", los sectores de las burguesías nacionales más o menos encolumnados detrás de la burguesía financiera norteamericana (lo que se puede designar con el término difuso de "burguesía mundial"), sacarán a relucir toda la energía, la astucia y en el momento dado todo el salvajismo necesario para conservar cueste lo que cueste su poder, su privilegio y su modo de vida. No es posible predecir el desenlace de estos combates por venir, con epicentro en países capitalistas industriales centrales más que los de industrialización tardía, como Argentina y México. Pero de producirse la victoria de la "burguesía mundial", de ningún modo estaría garantizada la "recuperación sostenida de la acumulación". El nivel de parasitismo alcanzado por el modo de producción basado en la propiedad privada así como el grado de dominación financiera y política por sus componentes puramente rentistas, son tan elevados como para que el mantenimiento en el poder de la burguesía tenga como único resultado acelerar el curso de la humanidad hacia una regresión colosal de la civilización en todos los planos. La "factura" de la cual habla Claude incluiría por definición la multiplicación y la intensificación de los ataques contra el "costo excesivo" del trabajo. Pero estos ya no bastarían para garantizar "la recuperación sostenida de la acumulación".

Los rasgos de la crisis y el papel del Estado

Para examinar las dos series de factores que según C.S. hacen que los niveles (de plusvalía y de ganancias) sean "juzgados demasiado bajos por el capital" debemos referirnos a un contexto histórico más amplio que ambos caracterizamos de manera semejante, partiendo de un postulado común en relación a las crisis. En el caso del capitalismo, estamos ante un sistema en constante evolución, en el que esta evolución afecta la forma de los grandes acontecimientos -en primer lugar, las crisis- así como las categorías teóricas que permiten analizarlos. Hay que partir de esto para tratar de comprender los rasgos particulares de la crisis abierta hace más de 20 años. Paul Mattick ha citado un largo comentario insertado por Engels en su edición del Volumen III de El Capital, advirtiendo que una serie de factores habían modificado la periodicidad de las crisis, las condiciones de su desencadenamiento y ciertos aspectos de su desarrollo desde que Marx escribiera -vale decir, a mediados de los años 80 del siglo pasado-. Mattick comenta: "lo que viene a decirnos que también la periodicidad de las crisis tiene una historia y que depende de circunstancias históricas. Aunque la crisis encuentra su razón última en el capitalismo en si mismo, cada crisis particular se distingue de la precedente, precisamente a causa de las transformaciones permanentes que a escala mundial afectan las relaciones de mercado y la estructura del capital". Tanto para C.S. como para mí es evidente que cambia no solamente la periodicidad, sino también las formas (abiertas, o contenidas y larvadas) y la duración de las crisis. Además, estamos de acuerdo en que a los factores enumerados por Mattick, hay que agregar otros: en primer lugar el papel jugado desde la época de Roosvelt por el Estado Norteamericano y luego de 1945 por el Estado de otros países capitalistas, cundo nació "la intervención del Estado" en la economía, paralelamente con todas las instituciones que

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materializaron las relaciones políticas entre las clases de una fase en la que la revolución sólo pudo ser contenida con la ayuda del estalinismo.

El rol del estado (y en primer lugar en los países que más se vanaglorian de su "liberalismo") permite comprender porqué la economía mundial, a pesar de la curva descendente de fondo y haber atravesado desde 1974-75 por lo menos tres momentos en que estuvieron reunidas todos las condiciones necesarias para el desencadenamiento de un crack financiero y desmoronamiento de la producción y comercio a una escala comparable con la de 1929, sólo experimentó recesiones más o menos serias. Para comprender las características asumidas por la crisis nunca debe subestimarse el papel que juegan los gastos públicos. Incluso en los EE.UU. donde predominan los gastos militares, y el gasto público sigue siendo menor que en otros lugares, el 25% del Producto Bruto Interno es controlado por el Estado Federal mientras que en l929, el porcentaje sólo era del 3%. En particular, no se debe subestimar la capacidad de los estados capitalistas para inyectar masivamente liquides monetaria cada vez que es necesario salvar de la bancarrota una parte del sistema financiero. En el curso de los últimos 10 años, el Estado Norteamericano y en "Federal Reseve Bank" ("Fed") que se ocupa de la supervisión del sistema financiero, intervinieron varias veces a escala masiva, frenar una desvalorización masiva del capital ficticio (en el caso de la intervención en Wall Street en octubre de 1987), para salvar de la bancarrota a una institución financiera importante (las Cajas de ahorro privadas en 1989-91) o incluso otro Estado dependiente cuya inminente quiebra podía tener efectos en cadena sobre el sistema del conjunto financiero (México en 1982 y sobre todo en 1994-95). La crisis ha sido contenida, pese a que los elementos constitutivos de la misma están reunidos desde hace 25 años. Aunque tal vez pueda transformarse algún día en una crisis una gigantesca crisis abierta, por ahora toma la forma de un proceso rampante, larvado, constituido simultáneamente por despidos cada vez más masivos, precarización del trabajo y tasas de inversión muy bajas. Pero la crisis abierta fue contenida al precio de la consolidación estructural de numerosas formas de parasitismo que acompañan lo que C.S. llama "el tipo de acumulación del capitalismo contemporáneo" del que da importantes ejemplos. En particular, el crecimiento muy rápido de las formas de capital ficticio que permite al capital puramente rentista beneficiarse con extracciones gigantescas del valor creado, porque no se produce la desvalorización de los activos ficticios (y todo se prepara para que no se produzca).

Las extracciones parasitarias de valor

C.S. hace una lista impresionante de las extracciones de valor provocadas por diversos aspectos parasitarios del capitalismo. Hay que integrarla en el análisis. Cualquiera sea la importancia que se quiera atribuir al efecto de la reducción del costo de trabajo en un relanzamiento de la acumulación, estas extracciones contribuyen a dibujar el cuadro en el que cada una de las diferentes burguesías tratar de regular sus relaciones con la clase obrera y la juventud. La enumeración hecha da la medida de las tareas "hercúleas" que supone sanear la situación para que la "recuperación de la acumulación" se haga realidad (más allá de la hipótesis del desencadenamiento de una nueva guerra interimperialista mundial, que menciona pero para la cual no hay condiciones hoy). Señala en especial cuatro extracciones que son otros tantos problemas gigantescos que enfrentan diversas fracciones de la burguesía en cuanto a la manera de "reglamentar": 1) los gastos ligados de manera directa a

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las actividades parasitarias exigidas por la defensa de las relaciones de propiedad capitalista ("gastos militares y de la burocracia del Estado, cada vez más necesarios para la reproducción de las relaciones sociales en una fase imperialista, como orden, seguridad, represión, etc."). 2) Los "gastos de comercialización y de publicidad en el seno de los grandes grupos industriales", cuyo crecimiento es paralelo a la elevación de los costos burocráticos, que van mucho más allá de lo que Marx llamaba "despilfarro de las fuerzas productivas". 3) las consecuencias del "tipo de acumulación de las décadas de posguerra que ha degradado en proporciones inauditas el medio ambiente y ha pillado sin vergüenza los recursos naturales confirmando con un vigor inquietante que "el primer parásito de la naturaleza es el hombre" (Marx)". 4) Para finalizar y de manera particularmente pesada "la hipertrofia y la supremacía del capital financiero" junto con las muy fuertes "extracciones sobre el valor creado", que supone.

Si estas múltiples extracciones parasitarias son una de las agujas que empujan a las burguesías a multiplicar sus ofensivas contra la clase obrera y la juventud, su cantidad, así como el poderío los grupos económicos y políticos específicos (los lobbies) que se asocian con ellas son tales que su existencia pesa sobre las condiciones en las que estas burguesías deben tratar de llevar a buen puerto tales ofensivas. Los múltiples problemas a los que burgueses se deben abocar empeñosamente relativos a las relaciones entre distintas fracciones del capital -entre los diferentes componentes nacionales del imperialismo (USA, Japón, Alemania, y otros países europeos), entre el capital que produce el valor y el capital puramente rentista, entre fracciones representadas en el corazón del aparato del Estado en cada país- no les dejan las manos libres para golpear a la clase obrera y a la juventud como les haría falta. Ya esta es una gran razón cuestionar la corrección de aferrarse a la perspectiva de "recuperación de la acumulación", incluso lejana.

La naturaleza del capital portador a interés y sus pretensiones

Con C.S. hemos trabajado sobre el capital-dinero a interés así como sobre el capital financiero, en el sentido en que Hilferding utilizara el término originalmente. Partimos de las mismas premisas. Sin embargo, su texto trasluce cierta reserva sobre la importancia que atribuyo a las extracciones específicas con las que el capital de interés se beneficia. (Sería interesante que en otro artículo desarrolle más sus argumentos). Hace cuatro planteos metodológicos justos, pero no comprendo exactamente qué alcance que les da. Escribe: "la tendencia rentista del capital es pues inherente al sistema, ya que "el capitalista tiene una doble existencia: jurídica y económica" (Marx). Contra Proudhon, Marx explica que el reflujo del capital dinero hacia su punto de partida es una característica de todo capital que se valoriza (y en primer lugar del invertido en la producción) y no solamente una especificidad del capital-dinero de préstamo. Todo capitalista es por lo tanto un rentista "en potencia" ". Evidentemente, estoy de acuerdo. Una de las expresiones más importantes de los rasgos rentistas del capital en general es la existencia de los grandes grupos industriales con la multiplicidad de los modos de valorización que su gran tamaño y su internacionalización les abren. Este aspecto "clásico" ha recuperado plena actualidad y experimenta una expansión igual o superior a la de los anteriores períodos del imperialismo. Los rasgos rentistas aparecen en las formas de apropiación del valor a las que esos grupos se libran paralelamente a la apropiación de la plusvalía en sus propios sitios de producción. Se manifiestan también de manera cada vez más fuerte en la intensa actividad

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que desde hace 10 a 15 años desarrollan los grupos industriales en los mercados financieros. Pero me parece que sería erróneo minimizar las consecuencias económicas, sociales y políticas que tiene la dimensión alcanzada por la esa fracción precisa del capital mundial que se valoriza bajo la forma de capital a interés.

Creo que se está ante un cambio de cantidad en calidad. Ese capital otorga préstamos a las empresas y sobre todo a los Estados, que ya no son hoy solamente los de los países dependientes situados en el Tercer Mundo, sino y sobre todo los mismos Estados imperialistas. En el momento en que preparaba el Libro III de El Capital Marx anotaba lo siguiente:

La acumulación del capital de la deuda pública no significa otra cosa que el desarrollo de una clase de acreedores del Estado, que están autorizados a llevarse para ellos ciertas sumas sobre el monto de los impuestos. En estos hechos que muestran que aún una acumulación de deudas llega a presentarse como acumulación de capital, se mide qué grado de perfección alcanza la desnaturalización de las cosas que se produce en el sistema de crédito. Las deudas establecidas por el capital prestado al comienzo y gastado desde largo tiempo, estas copias en papel, imágenes de un capital destruido, ofician de capital para sus poseedores, en la medida en que son mercaderías vendibles, y pueden entonces ser reconvertidas en capital.

Hoy esta clase de "acreedores del Estado" se ha desarrollado a un punto que Marx de ninguna manera pudo imaginar. Y se diversificó muchísimo. Incluye desde los aportes a los fondos de pensión privados (la categoría más importante de los "pequeños ahorristas" contemporáneos) hasta los grandes grupos de bancos, así como a los grupos industriales que retienen liquidez, es decir, capital que no encuentran rentable invertir en la producción. En fin, como lo muestra el gráfico 1, la clase de "acreedores del Estado" está dominada y comandada sobre todo por los "recién llegados" a la escena del capitalismo mundial, que son los gestores de los grandes fondos de pensión y de las sociedades colectivas de colocaciones (los Mutual Funds).

Los asalariados soportan el peso esencial de la deuda pública

Esas diversas categorías de acreedores que algunos autores denuncian como "dictaduras" logran transferir a su favor una fracción elevada del valor y de la plusvalía. Es recolectada por la vía de impuestos directos, indirectos y contribuciones "especiales" y canalizada hacia el sector financiero por la fracción de los "déficit públicos" destinada al "servicio de la deuda" (Ver el gráfico 3, sobre la composición de los déficit de los Estados europeos). Esta fracción se calcula (como los gastos militares de otras épocas) en porcentaje del presupuesto -en este caso la transferencia en favor de los acreedores alcanza o pasa el 20% en la mayoría de los países con USA a la cabeza- o en porcentaje del Producto Bruto Interno, que es una aproximación del valor creado y realizado -y en este caso la transferencia se sitúa entre el 2% y el 5% del PBI, según el país. El poderío político y social de estos "acreedores del Estado", especialmente el de los grandes Fondos, así como la naturaleza de sus colocaciones preferidas (los títulos de la deuda pública están a la cabeza, seguidos por la especulación con acciones) se oponen, por supuesto, a la acumulación

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industrial. Pero esta gigantesca transferencia se opera a costas de los asalariados y lo que queda de los artesanos y agricultores independientes.

Los capitales que son transferidos hacia el sector financiero son el fundamento del proceso de formación de múltiples "derivativos" (además de las acciones). Pero las burbujas especulativas que se desarrollan sobre tal o cual producto o compartimiento del mercado suponen que previamente se produzcan extracciones y transferencias reales de valor y de plusvalía, y que continuarán efectuándose con tanta regularidad como sea posible. Esta es la preocupación principal de los "mercados", léase los grandes operadores financieros: La condición es la existencia de tasas de interés positivas reales, así como la capacidad y la voluntad de las entidades endeudadas -en primer lugar los Estados y las entidades públicas regionales o municipales- de "honrar sus compromisos". Garantizar la existencia de tasas reales positivas aplicando políticas colocadas bajo el signo de la lucha contra la inflación (decretada apenas el índice de precios gana medio punto dos meses seguidos) se ha transformado en el objetivo político prioritario de la mayoría de los gobiernos más importantes, de manera que aún en la situación de crisis contenida que vivimos la coyuntura mundial ha adquirido una tonalidad congénitamente deflacionista.

Aunque goce de operaciones derivadas del capital ficticio, el capital de interés vive con transferencias de valor y de plusvalía muy concretas. Cuando los capitalistas deben ceder al capital prestamista una fracción de sus ganancias, buscan hacerle soportar esta carga a sus asalariados bajo la forma de congelamiento o baja de salarios.

En el caso de la deuda pública, el proceso es más claro, todavía. Como los periodistas más honestos lo señalaron, la "quita" a las ganancias con impuestos directos anunciada por Juppé con mucha propaganda, cae sobre los salarios y las ganancias de los campesinos y artesanos, que soportan la fracción más fuerte de los impuestos directos e indirectos. Pasado un umbral que no es el de los pequeños ahorristas, las ganancias del capital-dinero escapan al impuesto casi completamente. Y los impuestos a la ganancia de las empresas y los grandes ingresos han bajado de año en año... ªPara "incentivar la inversión"!

Los fondos privados de pensión, un capital parasitario y opresor construido en base al aporte forzado de los asalariados

Finalmente, en los países anglosajones y Japón el capital montó desde hace 40 años, el instrumento de succión de los salarios que tanta envidia da a la burguesía financiera francesa. Me refiero, por supuesto, a las múltiples modalidades de los fondos privados de pensión .Los aportes para la vejez (y frecuentemente para la salud) que los obreros, empleados y funcionarios norteamericanos, ingleses y japoneses -por citar solamente los países más avanzados- son obligados por contrato a dejar en los fondos de pensión, nacen como una fracción de los salarios. Pero la naturaleza de este dinero se modifica desde que penetra en la esfera financiera. Centralizados en los grandes fondos, esos salarios pasan a ser los componentes centrales del capital financiero, a cuyo lado los más grandes bancos son apenas enanos. Bajo la conducción de gestores casi anónimos, no son más que masas de capital buscando la rentabilidad máxima de la manera más parasitaria y más opresiva. La adhesión obligatoria de los asalariados a los sistemas de jubilación privada los somete doblemente a este nuevo avatar del capital financiero. Aunque no haya fraude abierto,

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como en el caso de Maxwell, la capitalización de su ahorro forzado coloca el nivel y la existencia de sus jubilaciones bajo la dependencia de la "salud" de los mercados bursátiles (ver el Anexo 1). Pero los asalariados sufren el "talón de hierro" del capital financiero concentrado en los grandes fondos también como patronos. Como experimentaron los asalariados de tantos grupos industriales en los EE.UU. y ahora en Europa, la entrada de los fondos de pensión en el capital y el directorio de un grupo es inmediatamente seguida de carradas de despidos y de austeridad salarial. Así, desde lejos y de la manera más fetichista se "valoriza" este capital.

Es necesario distinguir grados en el nivel que el aspecto rentista del capital ha alcanzado. Aunque fuera constitutivo o "genérico" nunca había alcanzado los niveles actuales. Debemos tratar de comprender todas las consecuencias que puede tener la presencia en el corazón mismo del sistema capitalista y no solamente en las palancas del aparato del Estado cuyo carácter parasitario conocemos hace mucho, de estas capas financieras que dirigen la acumulación consagrándose a la "no-actividad" o la "lotería" de títulos.

Siempre en su punto 4, C.S. escribe que "el desarrollo autónomo e hipertrofiado del capital en forma de dinero, no es solamente "una causa de la débil acumulación del capital productivo", sino que es también un producto "de la debilidad de la acumulación que resulta de insuficientes condiciones insuficientes de rentabilidad del capital. Esto exigiría una ofensiva contra las condiciones de vida y de trabajo en los países en los que la mano de obra tiene un costo elevado (es decir, en los países capitalistas desarrollados) para la cual todavía no están maduras las condiciones políticas y sociales".

Esto merece dos observaciones. En el origen de la hipertrofia del capital prestamista no está solamente "la debilidad de la acumulación" sino también, y al menos en igual medida, todo lo que C.S. describe largamente en la segunda parte de su parágrafo anterior. El apoyo irrestricto a los mercados financieros aportado por el Estado norteamericano, "la Fed" y las instituciones especializadas de política financiera internas e internacionales (FMI) es la explicación esencial de que la hipertrofia financiera haya podido alcanzar desde hace 20 años dimensiones sin precedentes históricos, sin que se desembocara en un crack de primera magnitud. No tenemos interés en "condimentar" la explicación. Si el desarrollo autónomo e hipertrofiado del capital con forma de dinero hubiera sido simplemente la consecuencia de la debilidad de la acumulación, no hubiera tenido ni la amplitud ni la duración conocidos.

«Qué pasa con la tasa de ganancia?

La segunda observación es que con esto C.S. introduce el hilo de Ariadna de su propia tesis, vale decir, que el elevado costo de la fuerza de trabajo es aún "exorbitante para el capital" (punto 2). Pero la hipótesis que comencé a defender en mi artículo anterior y que voy ahora a formular más claramente, es que en el curso de los últimos quince o 20 años hubo un aumento considerable de la tasa de explotación, cuyos efectos se suman al proceso de desvalorización del precio de la fuerza de trabajo que viene desde antes. Si el aumento de la tasa de explotación no llevó a una recuperación de la acumulación, no es porque las ofensivas llevadas a cabo sistemáticamente en todos los países capitalistas "no fueron todavía suficientes". Se debe a razones completamente distintas. Unas, derivan de los

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efectos del aumento en la potencia del capital-dinero de interés sobre las opciones de los grupos industriales. Las otras, tienen que ver con un aforismo de Marx cuyo valor permanece intacto: "La verdadera barrera de la producción capitalista es el capital en sí mismo".

Para apreciar la tasa de ganancia de los grupos industriales sólo se dispone de estadísticas establecidas según categorías que no son las de teoría marxista. Pero como reflejo deformado de aquéllas y sobre todo como indicadores de tendencia, se las puede utilizar. Y estas cifras muestran que hubo un restablecimiento de la rentabilidad global de los grupos, que incluye los resultados de sus colocaciones financieras y operaciones especulativas en los mercados financieros. La masa de valor engendrada por el alza de la tasa de explotación (o tasa de plusvalía) no sirvió para la inversión, por la sencilla razón de que alimentó al capital rentista alojado en el sector financiero. El restablecimiento de los niveles de ganancia de los grandes grupos industriales de los seis países capitalistas principales, que comienza desde 1981 y prosigue más allá de la fecha en que se termina el gráfico 4 (comparación de las curvas de tasas de ganancia y tasas de crecimiento en los países del G5), reposa simultáneamente en el alza de las tasas de plusvalía cuyos mecanismos estudiamos más adelante y en el proceso llamado "financiarización".

Los grupos industriales son, en esencia, una forma de capital financiero (denominada "con predominio industrial"). Su grado de financiarización se ha acrecentado de manera cualitativa en el curso de los últimos 20 años, de manera que se han beneficiado plenamente con el ascenso del parasitismo financiero. Un grupo industrial tiene muchos e importantes motivos para no inmovilizar sus capitales en la producción bajo la forma de una acumulación de capital auténtico: pueden colocar sus capitales como títulos públicos, a tasas a menudo superiores y siempre menos riesgosas que las inversiones productivas; pueden especular en los mercados de cambio y de los "derivativos" evitando el riesgo de grandes pérdidas en caso de error, y alzándose a menudo con ganancias financieras colosales; y está compelido a mantener fondos líquidos para retomar los grandes paquetes de sus propias acciones, en caso de que necesiten combatir las O.P.A. "hostiles".

Los factores que determinan la tasa de plusvalía

Los argumentos de C.S. referidos a los "niveles de plusvalía y de ganancia" necesarios para que el capital se oriente hacia una recuperación sostenida de la acumulación reposan casi exclusivamente sobre el costo de la fuerza de trabajo, que incluye además de los costos ligados al salario directo, los costos sociales de formación, de salud y de jubilación. Sin embargo, el precio de compra y venta de la fuerza de trabajo no es el único factor que interviene en la determinación de la tasa de plusvalía. Esta también depende de la duración del uso de la fuerza de trabajo por el capitalista así como de la intensidad de este uso, es decir la organización del trabajo en el taller o la oficina, los métodos tayloristas o toyotistas, la vigilancia y la eliminación de los tiempos muertos. El valor de cambio de la fuerza de trabajo sufre, por otra parte, un proceso de desvalorización cuya amplitud compensa y probablemente supera las alzas en los precios de compra y de venta de la fuerza de trabajo (el costo del trabajo) traducido por el nivel de los salarios (directo e indirecto).

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La duración del trabajo (por día, por semana o por año, la duración de las vacaciones pagas) así como los límites que circunscriben (o ya no circunscriben más, como en Gran Bretaña) la libertad de utilizar como se quiera la fuerza de trabajo (trabajo nocturno, condiciones de trabajo de las mujeres y los niños, continuidad o flexibilidad de esta utilización) ha tenido una doble incidencia sobre la tasa de plusvalía. La duración del trabajo y las condiciones de su "utilización" representan frenos para la apropiación de la plusvalía absoluta. Durante 30 años también tuvieron un efecto sobre los niveles de los salarios a través de la reducción del ejército industrial de reserva. Lo que puede decirse sobre el componente "moral e histórico" en la determinación de los salarios, vale también palabra por palabra para las condiciones en las que la fuerza de trabajo es explotada en los empleos. Se comprende el encarnizamiento con que la patronal se opone a la reducción de la duración de la jornada de trabajo (las treinta y cinco horas sin pérdida de los salarios) y procura el desmantelamiento de la legalización del trabajo: los patrones desean voltear lo que para ellos representan frenos a la apropiación de plusvalía absoluta.

El precio de compra y de venta de la fuerza de trabajo está determinado por el precio de las mercancías (como bienes o servicios) que son necesarias para la reconstitución -cotidiana, semanal o anual- de la fuerza de trabajo y su reproducción de generación en generación. Ni la definición de estas "necesidades elementales: alimento, vestimenta, calefacción, habitación, etc.", ni la composición del conjunto de mercaderías que las materializa son fijadas de una vez y para siempre (por esto Marx está en total desacuerdo con todas las versiones de "la ley de hierro" del salario). Estas condiciones varían de un período al otro, y en un mismo período, de un país a otro. "Los orígenes de la clase asalariada en cada país, el medio histórico donde se ha formado continúan mucho tiempo ejerciendo la más grande influencia sobre los hábitos, las exigencias, y, por supuesto, las necesidades. La fuerza de trabajo encierra, entonces, desde el punto de vista de su valor, un elemento histórico y moral, que la distingue de las otras mercaderías". La expresión "continúan largo tiempo" puede ser cambiada reforzando lo que Marx escribió. Se podría decir "más que nunca", porque en este elemento moral e histórico se cristalizan en los distintos países los efectos de las relaciones de fuerza entre las clases, tanto políticas, como económicas, cuando las mismas fueron momentáneamente favorables a la clase obrera y a los asalariados. Son los momentos en los que frente al ascenso revolucionario de la clase obrera (la huelga general de 1936, los "maquis" armados y los comités de fábrica que se forman en el momento de la Liberación, prestos a desbordar el Partido Comunista Francés) o a su radicalización, la patronal y el Estado se han visto obligados a retroceder y satisfacer las reivindicaciones, materializadas en instituciones. Es éste el elemento que ha acentuado, más que atenuado las diferencias en el nivel de los salarios y las condiciones de existencia de las clases obreras de los diferentes países.

De allí proviene, por ejemplo, el hecho de que en términos de protección contra la enfermedad, de jubilación, etc., el precio de venta de la fuerza de trabajo de los obreros norteamericanos haya caído, en particular desde los años 60, a niveles bastante inferiores que los de los países europeos. Lo mismo vale para la duración del trabajo: semana más larga y vacaciones pagas mucho más cortas.

Por estas razones el terreno de los salarios directos e indirectos continua siendo el lugar donde la clase obrera puede todavía defenderse mejor. El nivel de los salarios no resulta

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solamente del "estado del mercado de trabajo" en un momento dado de la coyuntura, aunque la dimensión del ejército industrial de reserva pesa cada día más. En cada país, es el resultado de la historia de las relaciones económicas y políticas entre la clase obrera y la burguesía en un largo período. Incorporan el resultado de las luchas de clases anteriores cristalizadas en conjuntos de leyes (por ejemplo, los códigos de trabajo) y de instituciones (como la Seguridad Social o los sistemas de jubilación) que contribuyen a dar a los costos del trabajo ese nivel y sobre todo esa rigidez, contra la que los gobiernos capitalistas han centrado sus ataques desde el comienzo de los 70, sin que todavía hayan alcanzado en la mayoría de los países los objetivos que se habían fijado.

Por el contrario, los asalariados tienen medios mucho menos eficaces de defenderse en otros planos que determinan el nivel de la tasa de plusvalía.

Tendencias profundas del imperialismo y realidad de las relaciones políticas mundiales (Herramienta nro. 23, invierno 2003)

François Chesnais

La agresión de los Estados Unidos contra Irak para derribar el régimen, ocupar el país y establecer en él un proconsulado militar debe analizarse de manera simultánea y contradictoria sobre dos planos. La invasión traduce tendencias muy profundas de la sociedad burguesa en la época del imperialismo, animadas por la presencia en el poder de un clan imperialista preciso. No obstante, la agresión puso al descubierto la fragilidad política del dispositivo. Desencadenó procesos a los que los Estados Unidos respondió siempre con la fuerza, lo que puede desembocar en una verdadera política de fuga hacia adelante.

Primera dimensión, las tendencias profundas del imperialismo. La fase inmediata de la preparación política de la agresión contra Irak comenzó con la publicación, el 17 de septiembre de 2002, de un documento en el que el gobierno de Bush se arroga el derecho de librar guerras preventivas cada vez que considere que la seguridad nacional y los intereses de los Estados Unidos se encuentran amenazados. Habría "amenaza" tan pronto como ciertos "principios" (es decir, "la democracia, la libertad de mercado, el libre intercambio") son puestos en cuestión dondequiera que sea. El financista George Soros habla de un "fundamentalismo del mercado" que pretende arrogarse la fuerza militar como fuente de legitimación: "Ningún imperio puede reposar exclusivamente sobre la fuerza militar. Ahora bien, esta idea es la que anima hoy al gobierno norteamericano. Sharon también cree en ella y los resultados están a la vista. La idea de que la fuerza funda el derecho es irreconciliable con la idea de una sociedad abierta"[1]. La afirmación de la concepción de que "la fuerza

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funda el derecho", retomada en los discursos de G. W. Bush, no es nueva. Fue aplicada de manera pragmática y sin ser teorizada por Gran Bretaña en al apogeo de su imperio, antes de ser proclamada por Hitler, para quien "el derecho es aquello que es bueno para el pueblo alemán"[2]. No se trata de establecer una analogía directa, sino de recordar, siguiendo a Hannah Arendt, que el elemento en germen en la sociedad burguesa desde su nacimiento, vale decir "la necesidad para el proceso ilimitado de la acumulación del capital" de encontrar "la estructura política de un ‘poder ilimitado’, tan ilimitado que pueda proteger la creciente propiedad privada acrecentando sin interrupción su fuerza"[3], encuentra su pleno desarrollo en la época del imperialismo. "La superproducción de capital y la aparición de dinero ‘superfluo’ como resultado de un ahorro que ya no encuentra inversión productiva dentro de las fronteras nacionales"[4] ve nacer formas políticas nuevas, uno de cuyos componentes es la formación de un cuerpo de "funcionarios de la violencia [que] no pueden pensar más que en los términos de una política del poder" y de producción y reproducción de un poder ilimitado "como un fin en sí"[5]. Los Estados Unidos se convirtieron en el principal campo de este proceso. Con la mutación por etapas del complejo militar-industrial en un "complejo militar y de seguridad"[6] y el recurso cada vez mayor a la tecnología, el Pentágono y los generales norteamericanos fueron acentuando cada vez más los rasgos de "funcionarios de la violencia". Y se acercaron también al centro del poder. En conjunción con los grupos industriales armamentistas, los grupos petroleros y la red de los "think tanks" financiados por las fundaciones donde se refugian los "neoconservadores", forman un bloque de intereses para quien la reproducción del poder, de ellos mismos y el del Estado norteamericano cuyo corazón constituyen, se convirtió en "un fin en sí". La particularidad del gobierno de Bush es la de ser el primer gobierno en el que este bloque tiene tantos ministros, viceministros y consejeros especiales. Estos están lejos de tener el pragmatismo asociado generalmente a Estados para los cuales las finanzas, el comercio y la tranquilidad de los negocios son cruciales. Movida por la convicción de tener una misión divina y solventada en los cálculos de sus programas de computadora, esta nueva generación de "funcionarios de la violencia" cree poder dar forma a la realidad según sus representaciones y sus necesidades. Jean-Claude Casanova, alumno de Raymond Aron poco proclive a lo catastrófico, advierte a sus amigos norteamericanos que la ocupación militar directa de Medio Oriente posiblemente sea "generosa en sus intenciones, pero [...] podría generar catástrofes"; y agrega que "sería en todo caso difícil de conducir, como toda política imperial, por una democracia"[7].

Segunda dimensión: la manera en que las relaciones políticas traban los proyectos del gobierno de Bush y la reacción de éste. La agresión contra Irak fue preparada hasta en sus menores detalles por personas que estaban convencidas (y algunas aún lo están) de tener un dominio casi completo tanto de los procesos militares como políticos. No obstante, chocaron con una serie de resistencias que no habían previsto o que estaban persuadidos de poder barrer fácilmente. Las primeras llegaron desde el gobierno alemán, de Jacques Chirac y de los aparatos burócratico-capitalistas ruso y chino. Impidieron que los Estados Unidos tuvieran mayoría en el Consejo de Seguridad, e incluso México y Chile para no mencionar a Paquistán, se negaron a apoyar la agresión. De este modo, solo el Reino Unido acompañó militarmente a los Estados Unidos. De los Estados de cierto peso, solo recibieron el apoyo político, bastante tibio, de Japón. En plena guerra, este último país anuncia en voa alta el lanzamiento de dos satélites de observación militar, una manera de declarar que cabe a las potencias regionales de Asia regular problemas como los de Corea del Norte.

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Las resistencias políticas en el Consejo de Seguridad e incluso en la OTAN, lejos de hacer reflexionar a Bush y su gente, los endurecieron. Se encerraron en una opción única, que es lo opuesto a una acción política controlada. No hay dudas sobre su victoria militar en Irak, pero en el plano político puede transformarse más tarde en derrota. Bush y Blair ya daban por seguro que serían recibidos como "liberadores", especialmente en Bassora. Pensaban que los chiítas olvidarían las traiciones de 1991 y se sublevarían. La resistencia más política que militar en Irak, así como el rechazo de Turquía a someterse a sus planes, mostraron que las relaciones políticas eran diferentes de lo que pensaban. Fracturamientos políticos se anuncian en Jordania y en Paquistán, tal vez en Egipto. La desintegración de la sociedad irakí, la llegada de "opositores" en furgones del ejército británico-norteamericano, los vínculos estrechos del clan Bush con el Israel de Sharon y la extrema derecha sionista, son otros tantos factores que anuncian nuevas reacciones fundadas en la fuerza pura y no en la política. Sharon, en particular, cree tener las manos libres.

Relaciones económicas predadoras

El contexto inmediato de la agresión a Irak es el de la quiebra bursátil rampante que anuncia una crisis económica mundial muy seria, así como el de los escándalos financieros cercanos al clan Bush (Enron, etcétera), que atentan contra el funcionamiento mismo de los mercados de acciones. Por más importante que sea, este contexto debe ser ampliado. La política que la administración de Bush impulsa hasta el paroxismo es la de un Estado que gobierna un país cada vez más dependiente del resto del mundo, de una economía que estableció con la casi totalidad del globo relaciones de extracción y/o de predación parasitarias. Los peligros que los Estados Unidos hacen correr al mundo tienen que ver con el hecho de que la existencia cotidiana de los norteamericanos depende de tales relaciones, de manera que ellas pueden ser presentadas a la "mayoría silenciosa" como algo a defender a toda costa.

El ya casi olvidado milagro de la "Nueva economía" se basó en el desarrollo continuo de déficits o de desequilibrios estrechamente interconectados: una "tasa de ahorro interior negativa", expresión contable de gastos superiores al ingreso corriente, permitida por un endeudamiento privado muy alto, producto de una política de crédito fácil para los bancos, las empresas y los hogares, así como también por un déficit cada vez más elevado de la cuenta exterior corriente de capital (la que registra las transacciones financieras internacionales); acompañados finalmente por un déficit de la balanza exterior corriente, que se creció año tras año hasta alcanzar niveles que ningún país industrial conoció durante un período tan largo. Un quinto elemento se agregó a esto: desde 2001, el déficit presupuestario federal explotó nuevamente bajo el efecto conjunto de la suba de los gastos militares, de la política fiscal de Bush y de la recesión. Para asegurar la colocación de bonos del tesoro y la liquidez de los mercados de acciones en Wall Street y en Nasdac, los Estados Unidos necesitan de una afluencia cotidiana exterior de 2 mil millones de dólares. La dependencia es también energética. Desde hace un decenio, las reservas petroleras de los Estados Unidos se agotan. Su existencia fue un formidable recurso competitivo, pero fundó a la vez un bloque de intereses económico financieros basados en el petróleo y el automóvil, instalado desde hace mucho tiempo en el corazón del imperialismo norteamericano. Afirmando como justiticativo del torpedeo al acuerdo mínimo de Kyoto sobre el efecto invernadero el carácter intangible del modo de existencia material de los

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norteamericanos y del automóvil privado como fundamento constitutivo central de "su modo de vida", G. W. Bush se convirtió mucho antes del 11 de septiembre en el portavoz de estos intereses. Su defensa de este American way of life expresa una voluntad consciente de reproducción de una determinada forma de dominación social a nivel mundial. La polarización de la riqueza en las manos de una pequeña, verdaderamente muy pequeña porción de la humanidad, muy concentrada incluso en los países capitalistas avanzados, no se limita a los Estados Unidos y al Reino Unido. Pero en estos países donde el capital rentista bursátil es más poderoso socialmente, es donde estas relaciones son defendidas sistemáticamente como "naturales" e inmutables.

Verdaderos desacuerdos sobre la "gobernabilidad mundial"

El gobierno alemán, Jacques Chirac, así como los aparatos ruso y chino, rehusaron seguir o incluso avalar a los Estados Unidos por diversas razones. Están los propios intereses económicos y políticos, así como la comprensión de las amenazas potenciales para ellos mismos, en la medida en que la agresión sirve como advertencia. En el caso de Rusia y en esta etapa también de China, se trata sobre todo de mejorar las condiciones de las negociaciones en curso o futuras. No está entre las posibilidades de la primera, ni entre las prioridades de la última, ir mucho más lejos en la tensión con los Estados Unidos. En el caso de los alemanes (el gobierno de Schröder, pero también la mayoría de la Democracia cristiana) y de Jacques Chirac, existe la convicción de que el estado de las relaciones políticas impide, en Medio Oriente en particular, el retorno a formas de dominación coloniales (el "mandato"), supone políticas más adecuadas al estado real de las relaciones políticas y exige, por último, una verdadera concertación. En esta apreciación está presente el peso de las relaciones políticas internas y la herencia de la historia. No existe solamente la defensa de intereses imperialistas "nacionales", sino un verdadero desacuerdo de método. Como conflicto interimperialista, el "conflicto Oeste-Oeste" no puede ir muy lejos. Las distancias abismales en las relaciones de fuerza tecnológicas y militares son en sí mismas suficientes para impedirlo; también lo es el comùn interés en defender la dominación mundial de los países capitalistas avanzados. Sin embargo, Schröder y Chirac no están aislados. Después de ocho días de guerra, en Bruselas, frente al Secretario de Estado de Comercio adjunto, los dirigentes industriales europeos expresaron las mismas posiciones. Dado el alto grado de entrelazamiento de los capitales entre ambos lados del Atlántico, expresaban también los temores de una parte de sus homólogos. En los Estados Unidos, las fracciones imperialistas poco favorables a la política del clan Bush expresaron escepticismo e incluso su hostilidad a la política en Medio Oriente. El apuro del clan Bush para repartir los contratos de "reconstrucción" entre sus fieles traduce la obligación de asegurarse todos los apoyos políticos mientras todavía sea posible.

No se trata, entonces, de contradicciones interimperialistas "clásicas", sino de fisuras en el dispositivo de dominación mundial. Schröder y Chirac querrían hacer comprender a Bush que este dispositivo no puede ser asegurado por políticas dictadas solo por los intereses de su facción, ni siquiera del capital rentista concentrado en Nueva York y en la City de Londres. Su posición es una de las facetas de la crisis de orientación más general en las esferas dirigentes del sistema imperialista. No terminará con la victoria militar. Nuevos sobresaltos en Medio Oriente y en Asia, como en el "frente económico" en los Estados Unidos, la relanzarán. Esta crisis no puede resolverse sino con un cambio de gobierno en

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los Estados Unidos, lo cual a menos que ocurran hechos dramáticos imprevisibles, no puede ocurrir antes de enero de 2005. Incluso en tal caso dejará huellas profundas.

Por una Europa que sea punto de apoyo de la lucha antiimperialista mundial

Las fisuras en el dispositivo de dominación mundial son brechas que los asalariados organizados pueden explotar en muchos países, tanto en Europa como en América Latina, y a través de ellas puede precipitarse el movimiento de masas de los explotados en Medio Oriente, en Magreb y en Asia. Las divisiones del campo imperialista, incluso temporarias, son en sí un llamado a la acción de los asalariados y de los explotados. La guerra ya removilizó sectores de la juventud. Las movilizaciones y los reagrupamientos efectuados en el marco de la anti o alter globalización, especialmente el Foro social de Florencia de noviembre de 2002, lo anunciaban. El trabajo político realizado en este terreno enriqueció la lucha contra la guerra. En los Estados Unidos, decenas de miles de militantes y de ciudadanos activos se reconciliaron con la acción política, estableciendo un vínculo entre la agresión contra Irak y los profundos ataques a las libertades políticas y a los derechos individuales del "Acta Patriótica" votada por el Congreso luego del 11 de septiembre. Aún son una ínfima minoría en un país donde sus habitantes viven en el desconocimiento y el temor del resto del mundo. Componente esencial, "determinante en última instancia" de la lucha contra el imperialismo, su crecimiento depende en gran medida de la amplitud y del programa político de las movilizaciones en otros lugares.

En Europa, la movilización contra la guerra fue muy desigual entre un país y otro, pero fue común a todos. El papel de los partidos "obreros" tradicionales fue débil o muy débil. Con algunas excepciones, la movilización no puede ser atribuida al trabajo de las organizaciones de extrema izquierda. Las manifestaciones fueron producto de ciudadanos "comunes", ayudados por militantes que muchas veces no eran miembros de un partido. El grado desigual de movilización traduce diversos fenómenos que adquieren configuraciones propias a cada país. Así sea de manera inconsciente, el recuerdo colectivo del fascismo pesó en Italia y en España; en Grecia, el de la ocupación imperialista de 1944-1948. Un factor importante es el grado de ruptura de asalariados y jóvenes con el sistema parlamentario oligárquico, uno de cuyos elementos es el estado de sus relaciones con los partidos socialdemócratas y ex estalinistas que ejercen o ejercieron el poder en "alternancia" con los partidos burgueses clásicos. Esto se aplica a Italia, a España y en parte al Reino Unido. ¿Cómo explicar la débil movilización en Francia? Por una parte, como una herencia del voto a Chirac del 5 mayo de 2002, así como también porque la ideología de la "República" y el soberanismo, insufiente o nulamente combatido por la extrema izquierda, retardaron la extirpación del virus del colonialismo en los medios obreros que fueron lejos por otro lado en la ruptura con la Quinta República. En los países del Este, luego de un cierto retraso, se vio también una fuerte toma de conciencia de la naturaleza y de los riesgos de la agresión contra Irak.

Incluso los observadores más obtusos señalaron que si los gobiernos europeos mostraron profundas divergencias, una parte generalmente significativa de asalariados y sobre todo amplios sectores de la juventud expresaron un mismo rechazo a la guerra. Los Estados Unidos dieron un golpe tal vez definitivo a "la Europa política". El desafío es saber si los asalariados y la juventud podrán construirla en vez de las burguesías. Esto supone transferir

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lo adquirido en el combate antiguerra al terreno propio de la lucha entre capital y trabajo. Más que nunca, las instancias de la Unión Europea, especialmente la Comisión, aparecerán como los instrumentos de la globalización imperialista, los interlocutores permanentes (casi los agentes) de los Estados Unidos. Habría que saber ayudar a los asalariados y a la juventud a orientar su indignación y dirigir su cólera contra estas instancias. Esta  centralización sería entonces el trampolín para la elaboración del programa de una verdadera Europa de los trabajadores, punto de apoyo para la lucha antiimperialista en todo el mundo. Pero la primera condición de todo esto es la completa independencia política del combate, lo que supone luchar contra el reformismo, especialmente en sus nuevas versiones, y la ruptura con aquellos que son correa de transmisión de las posiciones de la burguesía "ilustrada" entre los asalariados y en la juventud.

Publicado en las revistas Carré rouge N° 25 y  A l’encontre N° 12, mayo de 2003. Traducción de Silvia N. Labado.

* Economista, miembro del comité de redacción de la revista Carré Rouge y del consejo científico de ATTAC. Colaborador de Herramienta.

[1] Le Figaro, 13 de marzo de 2003.

[2] Ver Arendt, Hannah, L’Impérialisme¸ cap. 5, Paris, Points Politique, 1982, pp. 251 y 286.

[3] Ibíd., cap. 1, p. 43.

[4] Ibíd., cap. 1, p. 29.

[5] Ibíd., cap.1, pp. 32-33.

[6] Para las etapas de esta mutación, ver Serfati, Claude, La mondialisation armée, le déséquilibre de la terreur, Textuel, La Discorde, 2001, así como también las notas que publicó en 2002 y 2003 y que fueron incluidas en las páginas de Internet, de ATTAC y de à l’encontre.

[7] Le Monde, 22 de marzo de 2003, p. 18.

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