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ANTROPOLOGIA UTERATURA TEATRO ARQUITEcnTRA HISTORIA ARTES PLÁSTICAS MO CA ABRIL-JUNrO, 1976 San uan de Puerto Rico

Revista del Instituto de Cultura

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Primera serie número 71, abril-junio de 1976.

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ANTROPOLOGIA

UTERATURA

TEATRO

ARQUITEcnTRA

HISTORIA

ARTES PLÁSTICAS

MO CA

ABRIL-JUNrO, 1976

San uan de Puerto Rico

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R E v 1 s T ADEL INSTITUTO

DE CULTURAPUERTORRIQUEÑA

JUNTA DE DIRECTORES

Enrique Laguerre. Presidente

Milton Rúa Carlos CondeCarlos Sanz Samuel R. QuiñonesAmelia G. de Paniagua Jesús María Sanromá

Director Ejecutivo: Luis M. Rodríguez Morales

Director de la Revista: Ricardo E. Alegría

Apartado 4184 SAN JUAN DE PUERTO RICO

AÑO XIX 1976 •ABRIL -JUNIO

SUMARIO

Núm.71

Samuel R. Quiñones (1904-1976)

Samuel R. QuiñonesporJosefina Rivera de Alvarez

Cultura y Políticapor Samuel R. Quiñones

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Filiación de Antonio S. Pedreirapor Samuel R. Quz'ñones '. . 7

Samuel R. Quiñones. síntesis de una vida esfor-zada .por Salvador Tió 10

Evaristo Ribera Chevremont (1896-1976)

Evaristo Ribera ChevremontporJosefina Rz'vera de Alvarez

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Poemas de Evaristo Rivera Chevremont 23

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El viejo San Juanpor Demetrio Ramos 34

Las costumbres de los Indios Caribes en la relacióndel Hermano Mathias du Puis

por Manuel Cárdenas 37

PUBLICACION DELINSTITUTO DE CULTURA PUERTORIQUEÑA

Director: Ricardo E. Alegría

Fotografías de Jorge Diana

Aparece trimestralmente

Suscripción anual $2.50Precio del ejemplar $0.75

[Application for second class mail privilege pending atSan Juan, P'. R.L

DEPÓSITO LEGAL: B. 3343 - 1959

IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE MANUEL PAREJA

BARCELONA - PRINTED IN SPAIN - IMPRESO EN ESPAÑA

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COLABORADORES

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Josefina Rivera de Alvárez nacio en Ma­yagüez y cursó estudios en la Universidadde Puerto Rico. En 1947 obtuvo el gradode maestra en artes de la Universidad deColumbia y en 1954 se recibió de doctoraen Filosofía y Letras de la UniversidadCentral de Madrid. Desde 1947 está ads­crita a la Facultad de la Universidad dePuerto Rico, en cuyo Recinto de Mayagüezdesempeña una cátedra de español. Esmiembro de la Academia Puertorriqueñade la Historia. En 1955 publicó el Diccio­nario de Literatura Puertorriqueña, obralaureada con un primer premio del Institu­to de Literatura Puertorriqueña y con elpremio "Club Cívico de Damas" del mismoaño, Historia de la LÜeratura Puertorri­queña (1969); Diccionario de la LÜeraturaPuertorriqueña Tomo 1 (1970); Dzúiona­n·o de la LÜeratura Puertorrz·queña TomoII; (1974).

Salvador Tió. Escritor puertorriqueño.Nació en San Germán. Se ha destacadocomo periodista y humanista. Es autor delos libros A fuego lento y Tirabuzones. Ac­tualmente es director de la Editorial de laUniversidad de Puerto Rico y Presidentede la Academia de la Lengua.

Demetrio Ramos. Destacado historiadorespañol. Autor de numerosos libros y artí­culos sobre la historia hispano-americana.Decano de la Facultad de Filosofía y Letrasde la Universidad de Valladolid.

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Manuel Cárdenas Ruiz es profesor delDepartamento de Ciencias Políticas de laFacultad de Ciencias Sociales de la Univer­sidad de Puerto Rico. Junto con EugenioFemández Méndez ha publicado diversosartículos de crítica de arte en revistas y pe­riódicos del país.

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In Memoriam

Samuel R. Quiñones(1904-1976)

EL 11 DE MARZO -PRECISAMENTE DIEZ DíAS DESPum;

de ocurrido el fallecimiento del poeta EvaristoRibera Chevremont- murió en San Juan otra des­tacada figura de las letras puertorriqueñas, el ilus­tre hombre público licenciado Samuel R. Quiñones.

Ensayista, periodista, abogado, político y orador,Samuel R. Quiñones nació en San Juan en el año1904. En 1926 terminó, en la Universidad de PuertoRico, sus "estudios de Derecho. Desde su juventudparticipó intensamente en la vida cultural y política,actividad que habría de llevarle a presidir institu­ciones y organismos de primera importancia, comuel Ateneo Puertorriqueño, la Academia Puertorrl-­queña de la Lengua, el Colegio de Abogados, laCámara de Representantes y el Senado de PuertoRico.

De su vasta obra intelectual, manifestada en en·sayos y artículos periodísticos, conferencias· y dis­cursos, recoge una parte -sus trabajos de criticaliteraria- el libro Temas y letras, publicado en

1941. En el año 1961 salió a la luz la edición, revi­sada y ampliada de su ensayo Nemesio R. Canales,el humorista de Puerto Rico, ya publicado antesen la indicada obra.

Entre los integrantes de la generación puerto­rriqueña del 30, según ha observado Mariana Roblesde Cardona, fue Quiñones quien mejor pudo con·jugar la difícil y doble función de hombre públicoy hombre de letras. Aspecto descollante de su per­sonalidad fue además su don oratorio, cuya per­fección formal se destacaba, de manera especial,en las improvisaciones.

Toda la obra de Samuel R. Quiñones reflejó losidearios d~ afirmación patria y comunión con lacultura hispánica, que constituyeron móvil de suactividad intelectual y política.

Con el fallecimiento de Samuel R. Quiñones yde Evaristo Ribera Chevremont pierde Puerto Ricodos verdaderos pilares de su personalidad' colectiva.

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P OETA, ENSAYISTA, PERIODISTA. CURSÓ LAS ENSEÑAN­zas primarias y secundarias en la Capital y en

Mayagüez. Durante su época estudiantil en la Es-cuela Superior Central llegó a dirigir la revistaPatria, en cuyas páginas se inicia en el cultivo detareas literarias y periodísticas. Pasa después al an­tiguo Instituto Politécnico de Puerto Rico, en SanGerrtlán, para dar comienzo allí a los estudios uni­versitarios en el campo de las Artes Liberales, loscuales finalizará luego en la Universidad de PuertoRico, donde seguirá además la carrera de Derecho,que tennina en 1926.

En el ambiente académico de Río Piedras seseñala Quiñones en los grupos de futuros profesio­nales que alientan inquietudes de literatos y perio­distas. Constituye así en 1925, junto a Vicente GéigelPalanca, Vicente Palés Matos, José Arnaldo Mey­ners, Antonio J. Colorado y otros jóvenes escritoresde fuera de la Universidad, como Emilio R. Delgado,en reunión que se efectúa en el Ateneo Puertorrique­ño, una fraternidad de literatos de la cual habríade salir el movimiento de vanguardia conocido porGrupo No o noísmo, empeñado en una renovacióndel pensamiento, esencia y valores de las letras. Ensu manifiesto, publicado el 17 de octubre de aquelaño en el diario El Imparcial (en cuyas páginas, porotra parte, se abría paso Quiñones como periodistabajo el estímulo de su director don José Pérez Losa­da), proclaman los noístas la incredulidad. la duda,la negación como puntos de partida de su filosofía,y se pronuncian, con oposición iconoclasta, "contrala literatura zonza, de gimoteos estériles; contrael verso afeminado; contra la prosa charlatana ymendaz; contra los pontífices del preceptismo...",y así también contra el sistema social vigente, elutilitarismo, la moral, la seriedad, los dogmas. El

* En Diccionario de Literatura Puertorriqueña. Institutode Cultura Puertorriqueña. T. l. San Juan, pp. 1275-1279.

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Samuel R. Quiñones·

Por JOSEFINA RIVERA DE ALVAREZ

mismo periódico de San Juan antes mencionadoda salida a varias composiciones poéticas de diver­sos autores noístas, entre los cuales firma Quiñonesla titulada "Poema de la inquietud absurda", reco­gidas después, en 1926, conjuntamente con el ma­nifiesto del Grupo No, en Athene.a, anuario de laclase graduanda de la Universidad, dirigido en supreparación por este joven escritor. Colaboró ade­más Quiñones como prosista y poeta, ya dedicadoal ejercicio de su profesión, en otras publicacionesextrauniversitarias que sirvieron de órganos de pro­paganda, en la Capital, al noísmo, a partir de 1926:Faro, Vértice, Hostos (de corta vida estas tres, edi­tadas y dirigidas por Emilio R. Delgado), Gráficode Puerto Rico (donde da a conocer en 1917 la quefue quizás en el tiempo la última composición líricadel noísmo: "Salutación noísta", dedicada al pugi­lista español Paulina Uzcudún, de visita por enton­ces en el país).

En 1929 une sus esfuerzos a los de Antonio S.Pedreira, Vicente Géigel Palanca y Alfredo ColladoMartell para fundar y dirigir el excelente mensuariotitulado ¡ndice, salido hasta 1931, orientado hacialos propósitos de renovar la estética literaria insu­lar, independientemente de "ismo" alguno, y demantener una actitud de atención a las corrientesculturales universales. Entre otras aportaciones desu pluma, publica en la revista nombrada el ensayoque titula "El humorismo en la obra de NemesioCanales". Posteriormente colabora también comoensayista y articulista en las páginas de los voceroscapitalinos Puerto Rico Ilustrado y El Mundo.

Con motivo de celebrarse en San Juan, en 1933,Jos III Juegos Florales Hispano-Antillanos, se de­signa mantenedor de Jos mismos al licenciado Qui­ñones, distinción esta que habia sido conferida ori­ginalmente, en 1913, a don José de Diego. Al siguien­te año se le cuenta entre los miembros fundadoresde la Academia Puertorriqueña de la Historia, y

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asimismo se le exalta a la presidencia del AteneoPuertorriqueño, puesto que desempeñará hasta 1937.Bajo su gestión administrativa inicia dicha casa decultura, en 1935, la publicación de la revista AteneoPuertorriqueño, puesta' bajo su dirección, y en cu­yas páginas además habrá de colaborar como ensa­yista. Tras la muerte del periodista hisVano-puerto­rriqueño don Sebastián Dalmáu Canet, asume en1931 la tarea de dirigir el diario político La Demo­cracia, decano de la prensa insular, fundado en 1890por don Luis Muñoz Rivera. Un año después se lenombra vicepresidente del nuevo Partido PopularDemocrático, que organiza don Luis Muñoz Marin,y cuando esta colectividad escala el poder en 1940,Quiñones se sienta como legislador en la Cámarade Representantes de Puerto Rico, cuerpo que lle­gará a presidir más adelante. Cinco años más tardepasa al Senado insular como vicepresidente de dichacámara alta, y en 1949 sustituye en la presidenciade la misma a don Luis Muñoz Marin, cargo quedesde entonces ha desempeñado hata el presente.Por otra parte, es también presidente del Colegiode Abogados de Puerto Rico durante el bienio de1943-1945 y dirige por entonces La Gaceta Forense,vocero de asuntos jurídicos. En representación dePuerto Rico asiste en 1952 al I Congreso de Acade­mias de la Lengua Española, celebrado en México,D. F., en cuya ocasión se acuerda fundar la Acade­mia Puertorriqueña de la Lengua Española, hecharealidad tres años después, cuando se exalta a sudirección a Quiñones. Representa igualmente a laIsla en el Congreso de Prensa que tiene lugar enQuito, República del Ecuador.

Laureado como escritor en varios certámenesliterarios celebrados en el país, reúne en 1941 suobra hasta entonces dispersa en revistas y perió­dicos -trabajos diversos sobre Manuel Zeno Gan­día, Simón Bolívar, Antonio S. Pedreira, EnriqueJosé Varona, Nemesio R. Canales, Alfredo ColladoMartell, Julia de Burgos y otros escritos de temaliterario y artistico- en el libro titulado Temas yletras, que premia luego el Instituto de LiteraturaPuertorriqueña. La obra de literato realizada enfechas posteriores se hace eco a la par de sus inquie­tudes de intelectual y de político y estadista. Sus­critos por su firma sale de las prensas, en folletosy libros, entre 1944 y 1963, una serie de discursosy ensayos, entre los cuales cabe destacar por surelación más directa con las letras los tituladosManuel Zeno Gandía y la novela en Puerto Rico(1955) -reimpresión aparte, con ocasión de cele­brarse el centenario del natalicio del referido no­velista, de un trabajo publicado origi\lalmente veinteaños antes en la revista Ateneo Puertorriqueño y lue·go recogido en el volumen Te-:las y letras (1941)­y Nemesio R. Canales, el humorista de Puerto Rico(1961) -libro en el que se vacía ampliado unensayo salido' en 1929 en la revista Indice.

En el año de 1963 efectúa el licenciado Quiñones,junto a su esposa una vuelta alrededor del mundo, ydesde los distintos puntos de escala en su itinerariopor Europa y el Oriente comunica al público lectorsus impresiones de viajero, a través de una seriede artículos, "Postales de una vuelta al mundo",.que publica en el periódico El Mundo, de San Juan.En igual periódico publica en 1965, bajo el títulocomún de .. La mirada en el tiempo", otra seriede artículos sobre temas culturales diversos: "Unconcepto de la cultura", "Educación: forja de hom­bres", "De historia legislativa", etc.

La obra literaria diversa que despliega Samuel R.Quiñones desde mediados de los años veinte lovincula a las ansias de revisionismo, voluntad deafirmación terrígena y aspiraciones de fortaleci­miento del medio intelectual insular que ha decaracterizar al núcleo de jóvenes escritores puerto­rriqueños -aparte de él, Pedreira, Tomás Blanco,Belaval, Géigel Palanca, los hermanos Perea, Colo­rado, Benitez, Muñoz Marin y otros- que consti­tuirán la llamada generación del treinta y tendránen sus manos la misión de trazar los rumbos orien­tadores para -el desarrollo de la vida y cultura de lostiempos modernos en Puerto Rico. Entre todoslos integrantes de dicha generación (pudiendo apre­ciarse hoy día, al cabo de los años, el derrc;>teroque ha seguido el desenvolvimiento de su quehacervario), y según ha observado Mariana Robles deCardona, es en Quiñones en quien mejor se encuen­tra conjugada la doble función de hombre públicoy hombre de letras. En el registro de sus logroscomo intelectual, profesional y ciudadano se reúnenlos más altos honores al llamársele, en distintosmomentos de su vida, a ocupar puestos de la másalta jerarquía y significación en la Isla: presidentedel Ateneo Puertorriqueño y director de la AcademiaPuertorriqueña de la Lengua Española, presidentedel Colegio de Abogados de Puerto Rico, presidentesucesivamente de ambas cámaras legislativas delpaís.

La poesía naísta que cultiva este autor para losaños finales de sus estudios universitarios y prime­ros tiempos de su ejercicio profesional "':"'represen­tada por composiciones sueltas como las tituladas"Poema de la inquietud absurda", "Motivo del mi­rar intenso", "Salutación noísta", etc.- evidenciala operación en su numen lírico de los influjosrenovadores vanguardistas que, procedentes de losambientes europeos de la primera postguerra mun­dial, hacen eco en las prédicas y hechos de variosmovimientos literarios puertorriqueños de efímeravida, entre ellos el noísmo. Rompen dichos poemascon los esquemas tradicionales de métrica, rima yritmo, y revolucionan asimismo los usos del léxicoy de la imagen, recursos todos que en ellos se ma­nifiestan con caracteres de expresión novedosa yconcisa, que comunica a la vez efectos de aspereza

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y armonía, revistiéndose la poesía de vehemencias ysinceridades juveniles. En su contenido alternanla emoción ante la belleza y cierta inquietud refle­xiva de alcances metafísicos. Las tareas posterioresde Quiñones abogado, periodista, ensayista y polí­tico ahogan definitivamente en él al poeta para darpaso en el cultivo literario a la manifestación exclu­siva del prosista.

En la labor ensayística y periodística del literatoque nos ocupa se,.señala como adecuado continentede su decir un manejo prosístico de fácil fluir,limpio y elegante en sus trazos, tan ágil en la po­lémica periodística como documentado en el ensa­yismo crítico -según hace notar Mariana Robles-,reflejo en sus líneas generales de la oratoria deiguales características que ya encomia en 1926 enel joven intelectual el escri~or don Juan B. Ruyke,en el artículo que dedica a Quiñones como partede su serie de trabajos luego recogida en el libroTriunfadores (1926, 1927). Desde el punto de vistadel fondo de ideas que late en sus escritos definetambién a la obra literaria de Quiñones, tal comose ha señalado antes, un decidido sentimiento deafirmación patria e identificación cultural hispáni­ca, que lo lleva, con particular devoción y a tonocon las orientaciones fundamentales de su genera­ción, a honrar y juzgar los valores de la· esenciacultural puertorriqueña y sus proyecciones y rela­ciones respecto del mundo de nuestra lengua, tra­zando con ello amplios caminos de recta orienta­ción. Su espíritu crítico, apoyado en un amplísimocaudal de cultura que abarca conocimientos segu·ros en diversos campos -la historia, el arte, lasbellas letras, la jurisprudencia, la ciencia política,etc.-, muestra dotes de fina agudeza perceptiva yequilibrado sentido enjuiciador.

Entre los trabajos en prosa de Quiñones se des­tacan sus ensayos respectivos sobre la novelfsticade Ma~uel Zeno Gandía y sobre el ensayismo yarticulismo de Nemesio R. Canales, en los que sepropone, fiel a su declarado concepto de que lacritica es .. ante todo, obra de deslinde", definir yaclarar con aspiraciones exhaustivas los términosdentro de los cuales enmarcan el mérito literarioy los alcances generales de índole histórico-socio­cultural presentes en el quehacer escrito de ambosautores puertorriqueños. Logran así estas figurasde nuestras letras, en la pluma de Quiñones, fieles

", y valiosas exégesis de sus obras, de permanente uti­lidad para una mejor comprensión del fenómenoliterario insular. Otros escritores del país tienentambién en este autor un crítico de cumplido ca-

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libre: Jesús María Lago, Francisco Mariano Quiño­nes, Antonio S. Pedreira, Alfredo Collado Martell,Julia de Burgos, Manuel Corchado, Eugenio Astol,etcétera. Su entusiasmo por los valores de la cultu­ra hispánica extrainsular encuentra expresión entrabajos como los que dedica al elogio del Liberta­dor Simón Bolívar, al gran maestro cubano y ex­celso antillano Enrique José Varona, educador dela misma cepa espiritual a la cual pertenece nues­tro Rostos; al tema literario español de Don Juan.Las raices culturales del mundo de Occidente lemerecen detenida .atención en el ensayo que titula.. Emoción del reconocimiento en la literatura grie­ga". En "Cultura y polftica" intenta un casamientode los idearios respectivos que impulsan sus mi­siones de hombre de letras y de hombre de Estado,enfocando ambas' vertientes de su pensamiento a laluz de la realidad puertorriqueña, para concluir queentre nosotros "la cultura y la política deben iden­tificarse en coincidentes y propósitos y ejercer enconcordante eficiencia su acción", ya que ambasexpresiones destacan en el medio isleño "la mismacolindancia ante el fundamental problema de nues­tra integración social: el problema de la tierrapuertorriqueña".

BIBLIOGRAFIA DEL AUTOR

Temas y letras [Ensayos]. San Juan de P. R., 1941;2.- ed., San Juan de P. R., 1942; 3.- ed., San Juan deP. R., 195~. Instalación del señor Juez Presidente delTribunal Supremo [Discurso]. San Juan, P. R., 1944.Constitución y convenio para Puerto Rico. Discurso enel foro público auspiciado por el Ateneo Puertorrique­ño, sobre la Ley de Constitución para Puerto Rico. SanJuan, P. R., 1951. Libertad de prensa, ética parlamen­taria, ética periodística [Discurso]. San Juan, P. R.,1951. Puerto Rico y las Américas ante la Declaraciónde Independencia de Estados Unidos [Discurso]. SanJuan, P. R., 1954. Polémica con motivo de la fundaciónde la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española.San Juan, P. R., 1955. Manuel Zeno Gandia y la novelaen Puerto Rico [Ensayo]. México, D. F., 1955. Las Na­ciones Unidas y el Estado Libre Asociado de PuertoRico. Discurso en los actos conmemorativos del décimoaniversario de las Naciones Unidas. [San Juan, P. R.,1956]. Un jibaro en la Academia de la Lengua. Contes­tación de Don Samuel R Quiñones al .discurso delacadémico señor Fonfrias, en ocasión de su ingreso enla Academia Puertorriqueña de la Lengua. [San Juan,P. R., 1958]. América ante el reto comunista [Discurso].San Juan, P. R., 1960. Nemesio R. Canales, el humoristade Puerto Rico [Ensayo]. San Juan, P. R., 1961. Nuevoclima profesional para los nuevos abogad.,os [Discurso].[S.an Juan, P. R., 1963].

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No nos apartemos exclamando:• ¡Bah! ¡Política!. Es cuestión máselevada.

HENRl BARBUSSE

GRATO AL l:OMENTARIO, POR SUS INDUCCIONES H U­

manas, es el síntoma que en esta hora puerto­rriqueña afirma la cordial disposición de solidaridadcon que la casa de nuestra cultura se acerca atres hombres que intervienen en la politica.

La pregunta sale sola: ¿Cultura y politica hande ser necesariamente inconciliables manifestacio­nes de la actividad social? ¿Por qué, si es en ambascomún objetivo el mejoramiento humano, han deser irreductibles a coordinada acción, y han de tenerexpresión en zonas tan distintas que casi sugierendiscordancia?

A poco que la cuestión se fije en términos dejusticia, la respuesta libera de responsabilidad a lacultura y exonera de falta a la política. La culpaes de los politicos de oficio que han echo caer endescrédito la política, rebajándola de su alta dig­nidad de expresión de conciencia social para redu­cirla a ese sórdido forcejeo de disputadores depuestos públicos y a esa engañosa destreza de ur­dir juegos de astucia en las emboscadas electora­les, que le roban al sufragio su eficacia constructiva.

Postular la tesis de que la cultura y la políticadeben identificarse en coincidentes propósitos yejercer en concordante eficiencia su acción social,es, posiblemente, situarse con criterio insular ante

* Nota de los Editores: Párrafos de un discurso pro­nunciado en el homenaje del Ateneo Puertorriqueño a tresde sus directores exaltados a cargos representativos ennuestro Gobierno: Vicente Géigel Polanco, electo Senadory d.esignado Uder de la mayorla parlamentaria en el SenadoInsular- Manuel Garda Cabrera, designado síndico de nues­tra Universidad, y el autor de este libro, electo Presidentede la Cámara de Representantes de Puerto Rico. Publicadoen Temas y Letras. Biblioteca de Autores Puertorriqueños.San Juan, 1955.

Cultura y Politi.ca*

Por SAMUEL R. QUIÑONES

una cuestión de universales proporciones. Tal vezen otros paises la tesis no corresponda a necesida­des ambientales, ni siquiera levante un problemade constitución colectiva. En Puerto Rico si. Por­que entre nosotros, cultura y politica destacan lamisma colindancia ante el fundamental problemade nuestra integración social: el problema de latierra puertorriqueña.

Cultura es convicción de ser. Y no puede afir­mar esa convicción de ser un pueblo desarraigadode su suelo, arrancado de los cimientos de su tierra.Cultura es la permanente actitud espiritual de unpueblo consagrada y garantizada y afianzada por lavital subsistencia del colectivo existir. Y sólo cabeesa vital subsistencia del colectivo existir cuandoun pueblo se siente dueño de su propia tierra,cuando a su tierra lo vinculan lazos más nobles quelos de la servidumbre de la gleba, cuando la tierraes la bendita tierra de Dios que se abre en surcosde vida para bien de todos los seres y no la maldi­ta tierra de explotación que se abre en surcos demiseria para los olvidados de la fortuna. Un millónde campesinos desposeídos de sus predios, proleta­rizados por la concentración agraria que acaparael suelo productor, depauperados por el absentis­mo que agota nuestras fuentes de riqueza, ha creadoen Puerto Rico la inquietud -sombras sobre elpresente y perpleja irresolución ante el futuro- deun pueblo que se siente extraño en la tierra propia.Ante esa inquietud, cultura y politica han de coor­dinar parejos propósitos funcionales.

Parece aquí oportuno señalar una peculiar cir­cunstancia de nuestra política que depara sugerentecampo de reflexiones al dar la justa medida de laorientación que ha de imprimir a sus proyeccionesla cultura en el esfuerzo por cimentar la puerto­rriqueñidad cabal y constructiva. Los movimientosde masa humana que en las épocas cambiantes dela historia modifican la estructuración social vin-

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culan su origen casi invariablemente en los centrosurbanos. Con frecuencia de regla fija las ciudadeshan dado arranque y definición a todo colectivoempuje de reforma social. Las muchedumbres deRoma humillan a los césares obligándolos a alimen­tarlas a costa de las provincias. Las muchedumbresde Constantinopla presionan a los sultanes a sacri­ficarles los visires indeseables. Las muchedumbresde París marcan con la toma de la Bastilla el brotede la revolución francesa. Las muchedumbres deSan Petersburgo derrocan a los zares. De las ciu­dades de América surge el grito libertario que emanocipa el Continente. En Puerto Rico, el primigenioesfuerzo del pueblo hacia su propia rehabilitación,la inicial sacudida colectiva de reivindicador em·peño cívico, no se manifiestan en la ciudad: tienensu arranque en el campo. Las muchedumbres denuestra zona rural han hecho lo que en otros paí­ses ha sido inidativa de las muchedumbres de loscentros urbanos.

Aletargados por borrosas inquietudes que nadieacudía a concretar en positiva acción, los campesi­nos puertorriqueños despertaron al fecundo ejerci­cio de los derechos ciudadanos y comprendieron lasreservas de energía que latían bajo la apagada iner­cia de su vida, cuando hasta ellos llegó la políticacon esa actitud de cultura -vital aleccionamientociudadano, ancha comprensión espiritual, limpiosentido de la realidad- que convierten en concien­cia social viva y activa al más miserable pedazo dehumanidad. Un pueblo de crisis espiritual sólo pue­de recobrar el sentido de su destino cuando aprendeese conocerse a sí mismo que sólo la cultura puedeenseñarle.

La política ha de tener dos finalidades para quesu gestión culmine en plenitud de logro. Una inme­diata: constituir gobierno. Otra mediata, pero de nomenor alcance: integrar la conciencia social. Lebasta poner en movimiento el mecanismo oficialpara cumplir por sí sola la primera. Pero necesitael concurso de la cultura para realizar la segunda.

Buscarle a un pueblo sus potencialidades, seña­larle sus posibilidades, marcarle el cauce propicioa sus reacciones específicas, todo eso es obra de lacultura. Sólo será fructuosa la políti.:a que utilizaesa obra al ejercer su ministerio de integrar laconciencia social. Política que actúa sin ese concur­so de la cultura servirá para entusiasmar muche·

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dumbres, pero no logrará cimentar pueblos. Servirápara formar gobierno, pero no logrará fundamentarciudadanía.

Porque tiene la virtud de coordinar voluntadesdispersas y de frotarse con las multitudes y dellegar hasta la raíz del pueblo, la política puedeutilizar el coeficiente de valor social que hace de lacultura esencial factor directivo de la actividadcolectiva. Precisa para ello que cuaje en concor­dante expresión la obra de los hombres que piensany sienten. Si el pensar y el sentir de los hombresque piensan y sienten se manifiestan en disgregadadispersión, no pasan de ser la materia prima dela cultura. Para los efectos sociales cultura es, enverdad, el producto acabado en que esa materiaprima -emoción del artista o idea del pensador­se transforma, al elaborarse en el espíritu del pue­blo, en substancia de personalidad social.

Lleguemos en llamamiento cordial hasta los in­telectuales que, creyentes todavía en la torre demarfil, se abroquelan en hermético individualismode capilla cerrada a la cal y canto, y desdeñan elproyectarse hacia su tiempo. La actuación de esosintelectuales lleva ciertamente un mensaje de emo­ción al espíritu, en las obras de belleza, o unmensaje de meditación al pensamiento, en lasobras de idea. Pero le despierta inquietudes alpueblo, si": canalizárselas. Le suscita preoc,:upacio­nes, sin orientárselas. Un pueblo que alienta enbusca de su propia expresión invita a esos intelec­tuales a romper el alvéolo de su aislamiento, aasomarse a su época, a enriquecerlo de normas congenerosidad directora, a dársele en enseñanza edi­ficadora.

Carente de contenido humano es la cultura queno se expande, que no fecunda, que se repliega ensí misma a impulsos de un sórdido egoísmo, queno encuentra reacciones de provecho en la acciónsocial. ¡Llegue la cultura hasta el pueblo aunquepara ello le sea preciso andar por los caminos dela política!

Urge modificar, para atemperarla al tiempo nue­vo, la clásica definición de la democracia. La demo­cracia no es meramente el gobierno del pueblo, porel pueblo ,y para el pueblo. Es -ahondándole a laconciencia social en su raíz humana- el gobiernodel pueblo que quiere pensar, por el pueblo quesabe pensar y para el pueblo que obliga a los líde­res a pensar.

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GUERRAS Y PERIODOS DE NUESTRALITERATURA

BUSCÁNDOLE A LA PERSONALIDAD DE ANTONIÓ S. PE­dreira emplazamiento justo dentro de nuestra

evolución ideológica, he llegado hasta un tema quehubiera sido grato afrontar al empeño clasificadordel ausente cuya presencia aquí evoco. Me acercaréa ese tema no más que para rozar sus posibilida­des, para proponerlo tan sólo en apuntación quedejaré a raíz de tentativa. Plantearlo será única­mente el simbólico acto de dominio con' que elpionero afirma posesión clavando una bandera enla tierra nueva.

He aquí el tema:Ni aun a los pueblos de más violenta tradición

guerrera sería posible trazarle su desenvolvimientoliterario señalando una guerra como jalón de arran­que de cada etapa, o como hito marcador del co­mienzo de cada período. Paradójicamente, la histo­ria de la literatura puertorriqueña -con todo yhaber sido nuestra vida de blanca paz- no podráescribirse sin comenzar cada capítulo con el funda­mentador antecedente de una guerra.

En telarañado rincón de olvido quedaron entrenosotros tempranamente enmohecidas las armascon que la nación madre fatigó los siglos. Blandurasde hamaca y tibiezas de trópico han algodonadonuestra vida sin pólvora. Sin embargo, las cuatroépocas de nuestro desenvolvimiento ideológico tie­nen vinculado su inicial impulso en guerras quenosotros no libramos.

De las luchas emancipadoras de las colonias su­damericanas nació, a contragolpe, nuestra literatu­ra. Despertamos a la activa cultura cuando de Tierra

* Del libro Temas y Letras. Biblioteca de Autores Puer­torriqueños. San Juan. 1955.

Filiaci6n deAntonio S. Pedreira*

Por SAMUEL R. QUIÑONES

Firme -roja en el bautizo de la libertad- trajerona Puerto Rico los realistas en fuga nuevas energíasque agitaron en el adormecido ambiente colonialla primera provechosa sacudida. Porque fué rea­lista y español aquel primigenio esfuerzo de actua­ción cultural, español fué ei espíritu de nuestroscomienzos literarios, a diferencia de los demás pue­blos indoamericanos, para los cuales fuera Franciamás que España modelo y proveedora cultural.Esta es la etapa del calco servil, de la imitación adechado fijo, de la espa,ñolidad encinta de crioIlismo.

En )a guerra civil norteamericana tiene origenel segundo período de nuestra literatura. La encen­dida propaganda abolicionista que de contrabandotraían los barcos que acudían a nuestros -puertosen solicitud de miel y azúcar, la gesta de Lincolnapreciada a distancia, el clamoreo de la casa divi­dida contra sí misma, fueron generosa simiente deennoblecidos ideales que germinó. en el espíritude nuestros escritores, estremecido de vehemenciaspolémicas al eco lejano de los cañones abolicionis­tas. Acercándose al negro puertorriqueño aprendie­ron nuestros escritores a acercat"se a Puerto Rico.La emoción de luchar por la libertad del esclavoles prendió la emoción de luchar por la libertadde la conciencia colectiva. En el camino de nues­tro pensamiento hacia su propia expresión, tuvomás influencia la oración de Gettysburg que el jura­mento en el Monte Sacro. Fué más eficaz la suavevoz admonitoJ;ia del leñador de blandos ojos azulesque la ruda palabra de combate del libertador dede negros ojos llameantes. Esta segunda es la épocadel aprendizaje de autonomía intelectual, del pen­samiento en busca de autóctona expresión, de laidea ajena cuajando en substancia de la propiapersonalidad.

La guerra hispanoamericana nos dejó de espaldasa un pasado que creíamos perder y frente a unfuturo que dudábamos ganar. Nuestro pueblo se

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sintió de súbito arrancado de sus cimientos, des­arraigado de su heredad intelectual, en perplejainseguridad, en anhelante incertidumbre. El virajeen redondo sesgó bruscamente el curso del pensa­miento puertorriqueño, y así se abre la terceraépoca de nuestra historia literaria en desigual forocejeo con influencias descaracterizadoras de nuestroauténtico perfil histórico. Esta es la etapa de lainquietud colectiva a la procura de una certidum·bre, del ansia de salvarnos de la disolución totalmediante el aprovechamiento de los valores de sub·sistencia que alimentan en las potencialidades delpasado.

La guerra mundial marca el cuarto y actualperíodo de la literatura puertorriqueña. La grandestructora fué, también para Puerto Rico, la grancreadora. El afán de supervivencia, el empeño desubsistir como pueblo cobra definitiva concreción,se actualiza en substanciales logros bajo la influen­cia de la postguerra cuya fundamental orientaciónempujó a todos los pueblos del mundo hacia un re·gionalismo ,cultural de puertas cerradas, de barrerasalzadas contra extranjeras penetraciones intelec·tuales.

En esta cuarta época de nuestra literatura seinserta la filiación de Antonio S. Pedreira, cuyoespíritu se saturo, en sus iniciaciones, del sentidode la postguerra. Frecuentador de los libros y revis­tas del momento, conocedor a su hora de la noticiacultural, le llegó, vibrante todavía, recién salidade los pechos jóvenes de los hombres de su genera­ción, la voz unánime que en todos los pueblos con­vocaba a la alta realización de alzar sobre los pro­pios valores una vida propia.

AUTOGNOSIS SOCIAL

Aquella voz le mostró a Pedreira el dolorosoespectáculo de su pueblo ignorante de sí mismo,por los puertorriqueños más querido que conocido,y por los extraños más criticado que estudiado.Pensó, con los escolásticos, que nada se quiere sinhaberlo antes conocido. Y desde entonces gravitósobre su responsabilidad la preocupación de quePuerto Rico se conociera a sí mismo. Principió porel principio, y escribió Un ensayo sobre los nom­bres de Puerto Rico. Empezó por escocerle la cu­riosidad de cómo en verdad nos llamamos.

Aquella preocupación, amorosamente cultivadaen metodizadas investigaciones históricas, culminóen su obra central, Insularismo, en la que el pensa­miento explorador cala hondo en la sociología indí·gena y llega, como quiere la filosofía bergsoniana,"al fondo vibrante, activo y vivo de la realidad."

Insulari.smo es' a manera de un viático espiri­tual para Puerto Rico. Hace el arqueo de un pueblo,como elldearium, de Ganivet, como Siete Ensayos

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sobre lá realidad Peruana, de Mariátegui, comoSobre la Inquietud Cubana, de Marinello. En Insu­larismo, Pedreira ensayó la respuesta a una pregun­ta que, no formulada todavía en la abarcadora sig­nificación de sus implicaciones por ninguno de nues­tros escritores, se había insinuado, sin embargo, encasi todos como turbio asomo de una preocupaciónque resultaba más cómodo apartar con cautelosatimidez: ¿Cómo somos los puertorriqueños? Cuatrosiglos había vivido Puerto Rico sin que se le hubieracontestado a plenitud esta pregunta, sin qtie siquie­ra se le hubiera planteado la necesidad de ese cono­cerse a sí mismo que auspicia en todo pueblo lacertidumbre directora.

O totalmente monopolizada su atención por elmúltiple espectáculo del mundo externo, o recelo­samente arrinconado en el temor de conocer suslimitaciones, cuatro siglos había vivido nuestro pue­blo ajeno a lo que determina la substancia de supersonalidad, desconocedor de aquellas modalida­des de su carácter en que vinculan definición y ori·gen de sus gestiones vitales. Pedreira le enseñóa Puerto Rico, en Insularismo la conveniencia devolver hacia adentro la mirada que proyecta decontinuo hacia afuera; la conveniencia de interro­garse, de introspeccionarse, de estudiarse en plande fijar sus limitaciones acaso superables una vezconocidas; de buscarse a sí mismo con ánimo dedescubrir sus posibilidades en germen de insospe­chados aprovechamientos. Pedreira le enseñó a Puer·to Rico, sin tropicalismo palabrero, sin susurrosc1arolunados, en sobrio lenguaje rico de doctrina,que sólo cuando actúe a conciencia de lo que es,podrán dar cauce propicio a sus actos un rectosentido de propósito y capacidad normativa a suvida una certera orientación consciente.

MAESTRO

Enseñar he dicho, y la palabra cobra acentode integral caracterización cuando de Pedreira sehabla. Porque Pedreira era, primordialmente, maes­tro. Aunque ramificó su actividad hacia diversassolicitaciones del pensamiento, siempre concurríanlas líneas de su espíritu hacia un centro de conver­gencia ideal: la disciplina pedagógica. La cátedra,el libro, el artículo, la conferencia, no eran, en él,sino diferentes formas de actualizar un mismo, in­variable interés, de dar margen de acción a unmismo, invariable afecto: el profesorado. Si inten­táramos una emersoniana clasificación de nuestroshombres representativos, Pedreira sería el maestro.Porque exaltó la dedicación magistral a apostoladoinspirador, a fervorosidad misionera, a aptitudorientadora. En él, el temperamento tenía cabal edu­cación a la función. Sabía que educar es moldearalmas, y que para moldear almas es necesario saber

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primero cómo están hechas, y entrar en ellas conesa virtud de comprender que es virtud de amar.Por eso su amplia comprensión veía al estudiante,no a través de los secos tratados de pedagogía, comoun muñeco de resortes, mecanizados, o como mani·quí de tiesas simetrías, o como robot de yertas reac­ciones unifonnes, sino que lo veía y lo concebía ytrataba como ser humano irreductible a patrónfijo, superior a curvas de arbitraria mensura mental,como ser humano diverso, cambiante, real, hombre·hombre, mujer-mujer, espíritu vivo en carne viva.

Justo tenía Pedreira el sentido de 10 que en Puer·to Rico ha de ser un maestro de literatura. Sabíaque en Puerto Rico el maestro de literatura esministro de muy alto ministerio, y que por eso,además de señalarle al estudiante las eternas reali­zaciones literarias, además de agudizarle la sensi·bilidad para el pleno disfrute del verso bello y dela prosa fuerte, es su función velar por que elidioma, al conservarse como puro oro de espíritu,cumpla su destino supremo de vinculamos a nues­tros orígenes, de fundamentar la puertorriqueñidadconstructiva, de conjurar la desintegración de nues·tras potencialidades históricas.

* * *

Keyserling habló bellamente de esa mejor com­prensión que se manifiesta casi siempre después

de la muerte de un grande hombre. A la luz de lamuerte -que no es sombra- se alumbran con másclaros resplandores los logros de una vida. En suvalor integral, en los plenos alcances de su obra,en el fecundo vigor de su personalidad, en la gene·rosa promesa de sus posibilidades incolmadas, en surica actuación que la muerte tronchó casi a flor dearranque, en la abarcadora vastedad de su obratotal, vemos hoy a Antonio S. Pedreira y la admira­ción se nos llena de respeto. Vemos dije, y el con·cepto de visión no es espiritual, sino físico casi.Porque todavía está aquí, como en sus noches deAteneo, como en sus días de cátedra: ancha la fren­te, blando el ademán, limpio el porte, penetrante lamirada, la palabra despaciosa, como para en lasjunturas de los silencios mejor buscar el matiz pre­ciso. Todavía está aquí para apartarnos de nuestrapropensión a caminar a horcajadas sobre ajenasculturas, para damos el consejo de Unamuno a sushermanos de Ja casta vasca, de la fuerte casta queculmina en Iñigo Yáñez de Oñaz, del solar de Loyo­la, fundador de la milicia de Cristo: .. Aprended,hermanos míos de sangre, a pelear apeados. Apea­dos de la mula briosa y terca que os lleva a pasode andadura, por los caminos de ella, no por losvuestros y míos, no por los de vuestro espíritu...Apeaos de esa mula que no nació ahí ni ahí p~sta

y vamos todos a la conquista del reino del es­píritu.....

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Samue) R. Quiñones,sintesis de una vida esforzada·

Por SALVADOR TIÓ

..

... ÚN A LA HORA EN OUE NO CHOCA EL DITIRAMBO

a me precio de ser justo y de no ser excesivo.El horror a la exhuberancia tropical que hincha lapalabra y amontona el adjetivo sin rigor poda mispalabras oasta el hueso y me hace parecer seco yescueto hasta cuando debiera ser más tierno y ex­presivo. Medir las palabras es pedido que el hom­bre le hace al hombre y cada hombre debe hacersea sí mismo, y hoy mido mis palabras porque 10piden a un tiempo la solemnidad de la ocasión queremata el primer siglo de vida de esta noble casaindefectiblemente incrustada en nuestra historia ylos tres hombres que hoy honra el Ateneo de Puer­to Rico al otorgar simultáneamente, por primeravez en 100 años, su gran premio de honor a tresfiguras que merecen la más alta distinción por sunoble y levantada participación en nuestros queha­ceres colectivos.

Me corresponde hoy el honor, por decisión delPresidente y de su Junta Directiva, de escribir ellaudo de este premio, de este merecido reconoci­miento que por unanimidad otorga la Instituciónen el año de su Centenario a Samuel R. Quiñones.

He dicho laudo y debo explicarlo. Al nacer todosentramos en un concurso. Llama la patria a todossus hijos a la obra de hacerla, de rehacerla, derecrearla. Y día por día cada cual hace lo suyo.Andando el tiempo la patria se encarga de premiara los que más hicieron por definirla, por defender·la, por levantarla. Uno de esos hombres ha sido ysigue siendo Samuel R. Quiñones.

Hay un eslabonamiento de las palabras con elpensamiento, y es por la lengua y por las ideas que

* Discurso pronunciado por Don Salv~dor Tió Montesde Oca en ocasión de otorgarse el PremIo de Honor delAteneo de Puerto Rico en el año de su Centenario a DonSamuel R. Quiñones.

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las generaciones se suceden la una a la otra y manotienen mientras fluyen la continuidad que permitea un pueblo identificarse consigo mismo.

.No hay generación que pueda despegarse abrup­tamente de la anterior sin traicionarse. Hasta cuan·do muestra con 'mayor desnudez su protesta lohace con la generación anterior, o las anteriores,como punto de referencia. Es el proceso dialécticoen desarrollo; los opuestos en busca de su síntesis.

Pero quiero señalar como proemio a lo que ven­go a decir esta noche que no toda síntesis es su­perior a la tesis y la antítesis que la generan. Dela cópula del hombre y la mujer, lo mismo puedesurgir el genio que el monstruo. El progreso no esinevitable como pareció creer ingenuamente el si­glo XlX. Y a veces se da el salto atrás y el hombrevuelve a caer en la barbarie.

Cualquier generación puertorriqueña que sólodeje tras de sí caminos y piedras no habrá dejadode su paso sino cosas destinadas al polvo. Cualquiergeneración que deje más estadísticas que versos yeleve valor del número sobre el valor de la palabra,habrá dejado en déficit el estado de situación desu historia. Limitamos a hacer números es amarrarel destino al ideal de un salario o de un jornal másalto. Un pueblo necesita intérpretes de su ser, de surazón existencial. Y en este quehacer desde su ini­ciación en las letras ha puesto alma, vida y corazónSamuel R. Quiñones.

y claro que la política tiene el deber de admi­nistrar los negocios públicos. Todos tenemos algúnnegocio que atender. ,

Pero un negocio puede cambiarse o perderse. Loque no podemos hacer es cambiar o perder nuestroser, nuestra autenticidad, sin traicionamos. Y ta­dos colectivamente podemos decir 10 mismo, por­que todos, colectivamente, somos la patria y nohay que confundirla con una factoría.

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Uno de los hombres que ha cargado sobre loshombros la responsabilidad de conservarle al que­hacer político, a veces tan feroz y tan primitivo,altura y forma y decoro en el decir y en el hacer,y de defender en esta frontera, encrucijada de tan­tas confusiones, nuestro sagrado derecho a la con­tinuidad, ha sido Samuel R. Quiñones.

. PRESENCIA DE SAMUEL R. QUI~ONES

Mi primer recuerdo de Samuel R. Quiñones estáenvuelto en una aureola de tristeza y dramatismo.Año de 1925. Un telefonema urgente de San Juana San Germán anuncia a mi padre, Don SalvadorTió Malaret, la muerte inminente de mi primo Ger­mán Malaret Tió. Era alto, delgado, fino de expre­sión y de espíritu y Jerramaba una simpatía conta­giosa. Mis padres .10 podían menos que traermeconsigo y en med a hora estábamos en camino. Alllegar a San Jl' Jn ya Germán Malaret había fa­llecido.

Enamoradc de las frases lapidarias, solía repetircon frecuencia unas palabras que se convirtieronen profecía: "Moriré joven, porque soy un amadode los Dioses."

Se recibía de abogado en la memorable clasede 1926. Y las circunstancias trágicas de aquellamuerte prematura y trágica en aquel Puerto Ricoque parecía hecho para la resignación y la paz, es­tremeció la conciencia del país, sacudió la Univer­sidad hasta sus cimientos y produjo una demostra­ción de duelo como n~nca había visto antes ycomo pocas habría de ver en el futuro.

En aquel cementerio se apiñaba una multituden la que se reflejaba el más auténtico sentimientode pesadumbre. Allí estaban las personalidades másconocidas de Puerto Rico; sus familiares, sus maes­tros, sus condiscípulos, y varias de las figuras demayor relieve en el mundo de la política y delmundo intelectual hicieron uso de la palabra. Y alfinal, el último.entre ellos, se adelantó un hombrejoven, delgado, de pequeña estatura, de mirada in­teligente, de gesto firme y ademán resuelto, y allíse escuchó, con emoción y recogimiento que mi pa­labra no puede traducir, una de las más elocuentesy dramáticas oraciones fúnebres que se hayan oídojamás en Puerto Rico.

Era casi un niño el que hablaba. No se le nota­ban sus veinte años, pero sí, en su palabra, losveinte siglos de cultura depositados en la lenguamadre, portadora de ]a fertilidad del espíritu, quedejó fluir con tan emocionada elocuencia. No semovía una hoja mientras el orador fue desgranan­do, dentro de los cánones más estrictos de la Retó­rica, la vida que allí terminaba; los sueños que sevenían abajo en aquel trágico final; las imprecacio­nes y los apóstrofes a la muerte que había conver-

tido de un golpe cruel, inesperado, la esperanza entragedia irreparable. Un sordo murmullo de apro­bación acogió el final de aquella oración estreme-cedora. -

Me encontraba cerca de un grupo de aquellosmuchachos, condiscípulos de Germán, de aquellaclase que había de destacarse con los años en tandiversas fases de nuestros quehaceres colectivos:Rafael Buscaglia, Vicente Géigel Palanca, EmilioBelaval. Un viejo de aspecto noble y austero se in­clinó hacia el grupo y con la emoción todavía re­tratada en el rostro preguntó: "¿Quién es ese hom­bre?" Samuel R. Quiñones. Contestaba la preguntacon orgullo Emilio S. Belaval.

A esa misma edad, casi un siglo antes, en 1837,sobre la tumba de aquel inolvidable Fígaro, quemurió, como luego se ha dicho, "del mal de Espa­ña", se dio también a conocer con su oración fú­nebre en verso que lo lanzó a la fama, Don JoséZorrilla, autor del Don Juan Tenorio, la más per­durable de las obras teatrales del Romanticismo es­pañol.

Pues así, desde ese primer gran momento desu aparición pública, Samuel R. Quiñones ha im­puesto su presencia en Puerto Rico: en las letras,en las empresas de mayor interés cívico y sobretodo en las luchas políticas que en los últimos cua­renta años han transformado a Puerto Rico arran­cándolo de la miseria sin sacrificarle la libertad.

y he citado este primer encuentro con SamuelR. Quiñones porque entrando en los años inquietosde la adolescencia, fue éste mi primer encuentrocon el poder incontrastable de la lengua como ins­trumento de comunicación y de cultura. Y desdeahí se inició, cosa que nunca le había dicho, miprofundo respeto a la palabra. Aprovecho este mo­mento para agradecérselo.

La cultura es el resultado de una interminableconversación del hombre consigo mismo y con sussemejantes, en su tiempo, y de los hombres decada siglo con los siglos que le precedieron.

En unos pueblos más que en otros, y en cadapueblo, unas generaciones más que otras, recogen,conservan y trasladan a sus semejantes los frutosdel pensamiento anterior, y le suman su originali­dad y su voluntad creadora. A esa generación queliterariamente podríamos llamar del treinta, peroque cuaja políticamente en la llamada generacióndel cuarenta, le correspondió la tarea de reanudara Puerto Rico con su historia y de incorporarle al­gunas de las corrientes literarias de nuestro mundo.

A esa generación que Evaristo Ribera Chevre­mont califica de "entusiasta del verbo y de la ac·ción", pertenecen hombres y nombres inseparablesdel movimiento que empezaría a sacudir violenta·mente la conciencia puertorriqueña.

Con el regreso a Puerto Rico en 1932 de LuisMuñoz Marin, algunos de los integrantes se mano

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tienen en su quehacer puramente intelectual. Enotros puede más la llamada a la acción política.En estos pueblos nuestros todavía a medio hacer,acosados por incertidumbres y opresiones sin cuen­to, muchas de las cabezas mejor dotadas tienen quearrumbar la pluma para empuñar la espada o elarado.

Así Bolívar, así Sarmiento, y así entre nosotrosJosé de Diego, Luis Muñoz Rivera, y otro gran lí­der, poeta también, Luis Muñoz Marín. Junto a élse fueron, con pérdida para nuestra literatura yganancia para nuestra política, dos de los destaca­dos puertorriqueños de esa generación que honra­mos esta noche en la celebración del Centenariodel Ateneo: Vicente Géigel Palanca y Samuel R.Quiñones.

BIOGRAFIA MINIMA

No es posible cerrar estas palabras sin hacer unrecuento, injusto por la brevedad que impone elreloj, de Samuel R. Quiñones. Apenas ingresa enaquella pequeña Universidad de Puerto Rico de losaños 20 funda la primera Federación de Estudian­tes. En ese movimiento de juventud se manifiestanlos primeros atisbos de rebeldía de la primera ge­neración puertorriqueña que nace después del cam­bio de soberanía. ¿Quién la preside? Samuel R.Quiñones.

En todo quehacer en que ha participado en me­dio siglo de vida plena de esfuerzos y de trabajocreador, Samuel R. Quiñones ha tenido siempreuna participación dirigente. Fue Director de Athe­neJa, Anuario de la Universidad de Puerto Rico en1926. y Athenea ese año dedica su número a treshombres que habían dedicado su vida a predicarla unidad hispanoamericana, a exaltar los valoresde nuestra cultura americana y a afirmar los idea­les de justicia social: Manuel Ugarte, José Vascon­celos y Alfredo L. Palacios, el líder y escritor so­cialista argentino. Sirven estos tres hombres paraexplicar la emoción colectiva de la juventud deaquel momento que había de traducirse más tardeen fecunda obra de justicia social.

Apenas sale de las aulas, es Director y editoria­lista del Diario La Democracia, el diario que habíafundado Luis Muñoz Rivera y que fue baluarte delas ideas liberales y de los propósitos de afirmaciónpuertorriqueña desde el siglo XIX. Desde allí defien­de denonadamente a Puerto Rico de los embates dela torpe política colonial que nos mantuvo en laangustia y el estancamiento por más de cuarentaaños.

A los 30 años fue elegido Presidente del AteneoPuertorriqueño y ocupó ese cargo de 1934 a 1937.y a los 34 años, en 1941, vicepresidente del PartidoPopular Democrático.

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Ya poseedor del título de abogado, pasa a for­mar parte del bufete de Luis L10réns Torres y seconvierte en uno de los civilistas más destacadosdel país. a pesar de que, tengo la sospecha. de queen ese bufete se haCÍa más poesía que Derecho.

Participa en las pugnas por la renovación delPartido Unionista que había pasado a llamarse Li­beral cuando Antonio R. Barceló rompió la Alianzay levanta nuevamente con ese nombre aquel granpartido que se llamó Reformista con José JuliánAcosta, Autonomista con Baldorioty, Unionista conMuñoz Rivera y habría de venirse a llamar Popularcon Luis Muñoz Marín.

Al producirse en Naranjales la expulsión deLuis Muñoz Marín, participa activamente en lostrabajos de organización política y en 1940 fueelecto representante por acumulación y poco des­pués Presidente de la Cámara de Representantes.

En las elecciones de 1944. es electo Senador ypasa ocupar la vicepresidencia del Senado. Al serelecto Luis Muñoz Marín Gobernador de PuertoRico. Samuel R. Quiñones pasa a la Presidencia delSenado por unanimidad: el único hombre en nues­tra historia que ha presidido ambos cuerpos legis­lativos. Y ocupa ese cargo hasta el año 1968. Lleva,pues, en este año del Centenario del Ateneo, casi50 años de incesante labor literaria y política. Unavida entera al servicio de su pueblo.

Pero no se circunscribe la labor de Samuel R.Quiñones a la indispensable pero ingrata, fructífe­ra pero agotadora, labor política. Es también Pre·sidente del Colegio de Abogados, el más antiguoColegio de Abogados de América. Ocupa tambiéndesde hace varios años la Presidencia de la Acade­mia Puertorriqueña de la Lengua y fue designadorecientemente por un año miembro de la ComisiónPermanente de la Real Academia Española en Ma­drid.

No le resta mucho tiempo a un. hombre quetiene que dividir su tiempo entre su profesión, lapolítica y otras actividades cívicas para la obra decreación literaria que fue su original vocación. Ysin embargo, Samuel R. Quiñones ha producidodiscursos y conferencias de impecable factura yen­sayos literarios como los que recoge en su obrapremiada por el Intituto de Literatura, «Artes yLetras», en las que exhalta y analiza la obra defiguras como Nemesio Canales, el más Puertorri­queño de nuestros humoristas de ayer y la obrade Zeno Gandia, que produce a comienzos de siglovarias novelas que no fueron superadas en su épocapor ninguna novela Hispanoamericana.

En 1933 es el mantenedor de los Juegos FloralesHispano-Antillanos, distinción que en 1913 habíasido conferida a aquel estremecedor poeta y oradorque fue José Diego.

.Son innumerables los diplomas y medallas dehonor que ha recibido del país y del extranjero, y

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t:ntre ellos el más alto galardón cuando el SenadoFrancés le otorga la Medalla de Honor de Francia.

Cuando los hombres nos agrupamos y al hacerlobuscamos para dirigir reiteradamente a una per­sona, extraordinarias cualidades ha de reunir paramerecer tan reiterado asenso de sus congéneres. Yes que Samuel R. Quiñones tenía la cultura, la vo­cación de trabajo, la capacidad expresiva para decirlo que era oportuno en el momento oportuno; parahacer lo que había que hacer cuando había quehacerlo, y hacerlo bien.

No hay juventud donde no hay protesta. Y enesa juventud que se revuelve en la década del veintefue Samuel R. Quiñones uno de los adelantados.y adelantando es en el lenguaje de nuestra historiael que se adelanta, el que abre brecha, y lucha, yfunda y establece.

Ha explicado Vicente Géigel Palanca en un lú­cido ensayo sobre los ismos en la década del veinte,los rasgos de estas tendencias renovadoras que ani­maron a los hombres de esa generación. Y pasanen revista el pancalismo de Llórens Torres, el van·guardismo de Rivera Chevremont, el diepalismode Diego Padró y Luis Palés Matos; el euforismo deVicente Palés y Tomás Batista; el atalayismode Graciany Miranda, Margenat, González Albertiy Soto Vélez; y el noismo, que agrupa a GéigelPalanca, Vicente Palés Matos, Emilio Delgado, JoséArnaldo Meyners, Enrique Lerbold, Antonio J. Colo­rado y Samuel R. Quiñones; y más tarde suma aPaniagua Picaza, Sierra Berdecía, Paniagua Serra·cante, Rosa Nieves y Juan Antonio Corretjer.

Truena este grupo en su manifiesto del ¡no!contra la literatura sonza, contra el verso afemi­nado, contra la canalla literaria inescrupulosa yvenal, contra el espantoso sistema social que atrofialas iniciativas, contra la moral puritana, contra laseriedad, contra las dogmas.

Todo ismo es un pretenciosismo. Y casi siemprees más lo que se escribe sobre cómo se debe es­cribir, que lo que se escribe como se proclama quedebiera escribirse. Pero cada ismo trae consigo ape­tencias renovadoras, voluntad de diferenciación,ambición de crear.

Empieza un ismo por repudiar lo anterior. Esuna revuelta. Y al mismo tiempo declara la pre­tensión de crear nuevas formas definitivas. La so­berbia de la juventud no tiene límites. Pero final·mente, los que crecen, los que maduran, acaban porcomprender que no se puede inventar y aprendersimultáneamente una lengua nueva y nuevas fór­mulas expresivas sin caer en balbuceos con fre­cuencia ininteligibles. Y andando el tiempo losmiembros de cada grupo encuentran su propia de­finición y se dispersan. Había sido la promesa ma­yor que la realización. ¿Qué quedó de aquello? Que­dó la voluntad creadora, la confianza en la propiainventiva. Y el propósito de trasladar esa fuerza

vital a otras iniciativas. En ese "ismo" se destacatambién, como otros tantos quehaceres en los quepuso con las manos su espíritu, Samuel R. Qui.ñones.

Se nos estaba fijando el hábito de la acquies­cencia. Nos enseñaron a decir que no. Y esa pala.bra fue como una piedra lanzada sobre las aguasmansas de nuestra resignación colectiva.

El grupo del no era heterogéneo y desigual,pleno de apetencias renovadoras, iconoclasta y casiácrata, nervioso, errático y contradictorio. Pero losaños pasan. Y con los :mas, algunos se qu~dan anoquilosados, enquistados en sus modos y maneris­mas originales. Otros, se esfuman sin pena ni glo­ria. Otros maduran y cuajan.

No tardaron en madurar los hombres de esageneración. Y el 23 de abril de 1929 -aniversariode Miguel de Cervantes-, Antonio S. Pedreira, Co­llado Martell y Samuel R. Quiñones fundan el gru_po y sale el primer número de la Revista Indice.

y dice así en su primer número."Indice renunciará a ser rara en el menos amo

bicioso deseo de ser provechosa... Vivirá su vidaal margen de los ismos constituidos, colindantecon todos, sin asociarse a ninguno."

y anuncia su triple propósito: "señalamiento deorientaciones, medida de valores, registro de la ac­tividad, cultura de ayer y dé hoy". Ha llegado lamadurez. Y en ese triple propósito Samuel R. Qui­ñones entronca con la noble tradición del Ateneo;cien años de tribuna libre, abierta a la discusióndel arte y la ciencia y la política, y que tambiénha sabido decir que 110 a todo lo que haya sidointento de meter la noble institución en la camisade fuerza de doctrinas destructoras de la libertady de la dignidad del hombre.

No hay juventud sin protesta. Pero no hay queconfundir la protesta siempre noble cuando se lan­za contra lo feo, lo innoble y lo injusto con laprotesta estéril capaz de' destruir vesánicamente sinpoder ni imaginación para ofrecer un proyecto via­ble de porvenir colectivo.

La obra literaria de algunos de los hombres dela generación de Samuel R. Quiñones es valiosapero no es voluminosa. Y no lo es porque no pudoserlo. Muchos de los que formaron en esa genera·ción tuvieron que emplear la mayor parte de lavida que podían haber dedicado al verso, al teatro,a la novela o al ensayo, a la tarea dura e ingratade la política. Pero sin esa política redentora quese inicia en el cuarenta Puerto Rico podría estara estas horas cantando todavía las plañideras es­trofas del Lamento Borincano.

En ese quehacer indispensable y noble, SamuelR. Quiñones no solamente puso la mayor parte desu vida esforzada, sino que llevó a la política deco­ro y nobleza; el respeto a la lengua y a nuestracontinuidad histórica, y la preocupación por la H-

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bertad y por la identidad que puso en su sangredesde su adolescencia su convivencia con el mundodel pensamiento y de las letras, su hondo respetoa los valores de nuestra cultura y su dedicación alos quehaceres más apremiantes de esta isla nues­tra, de esta porción de humanidad rodeada deangustia por todas partes.

En los últimos 50 años no ha habido actividadcultural, cívica o política en la que no haya estadopresente -nombre, hombre y palabra- SamuelR. Quiñones.

Ha cumplido hasta el día de hoy su misión conhonor, que ha sfdo de honra para sí y de provechode todos.

No subió a la tribuna, como otros, para deni·grarla. Subió a la tribuna para enaltecerla. Y enlos embates de la lucha política conservó frente

. a la adversidad, la entereza; frente a la envidia,la nobleza; frente a los peligros, el sosiego; cua·lidades de: hidalgo. .. Y sosiego -como dice GarcíaValdecasas- sólo puede haberlo donde hay unagran energía en potencia. Es capaz de sosiego elmar porque es capaz de tempestades."

Empecé estas palabras recordando mi primerencuentro con Samuel R. Quiñones. Mi recuerdomás reciente fue hace apenas cuatro meses en Mé­xico, cincuenta años después. Acompañado de otraextraordinaria personalidad de nuestros días, elDr. Rafael Arrillaga Torréns, acudió a la celebra­ción del Primer Centenario de la Academia Mexica­na de la Lengua. Y a pesar de la dolencia que leaquejaba, y haciendo un supremo esfuerzo, adonde

quiera que le correspondió participar en las fun­ciones oficiales fijó la atención y se ganó el respetode los presentes. Una vez más el nombre y el pres­tigio d.e Puerto Rico estuvo en buenas manos.

De vuelta al hotel hablábamos de las sombrasque se ciernen sobre el mundo, de la tormenta queamenaza desencadenarse sobre el hombre,antes delaño dos mil. Y después de un silencio se me ocu­rrió decir: "Bueno, yo no lo veré. Yo transo pordiez años."

y Samuel, con la mesura y la serenidad queme recordaron la fortaleza y el temple de los cla­ros varones de ayer, me respondió; "Yo transopor seis meses." Y seguimos hablando como si sólohubiésemos interrumpido la lectura de un versode Fray Luis.*

Este es el hombre que honramos hoy. Ha sidoportador de las virtudes ancestrales, de lo mejorde las raíces hispánicas de nuestro ser que señalaen su obra Valdecasas: "El empuje creador, laalegría de la acción, la disposición al heroísmo, eldesprecio a la muerte:'

Llama la patria a todos sus hijos a la obra dehacerla, de rehacerla, de recrearla. Por lo que hahecho por definirla, por defenderla, por levantarla,el Ateneo de Puerto Rico se honra otorgando aSamuel R. Quiñones su Gran Premio de Honor enel Año de su Centenario.

* A los 6 meses exactos de esta conversación se produceel deceso del Ledo. Samuel Ro Quiñones, el 11 de marzode 1976.

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In Memoriam

Evaristo Ribera Chevremont(1896-1976)

EL 1.0 DE MARZO FALLECIÓ EN SAN JUAN -DONDE

había nacido, en' el año 1896- uno de nuestrosmás grandes poetas nacionales, y, entre ellos, casiseguramente, el de más alta y ancha proyecciónuniversal: Evaristo Ribera Chevremont.

Su trayectoria como ensayista y como poeta-iniciada en 1914 y sólo interrumpida con su muer­te- constituyó hermoso testimonio de fidelidad aldon intelectual, fecundidad creadora y versatilidadtemática que, no obstante, jamás le hizo desviarseun ápice de su íntimo y esencial clasicismo.

Maestro en el difícil arte del soneto, dejó en elgénero verdaderos logros, tales como los que -en­tre otros más conocidos- componen su libro Elsemblante.

Su acendrado puertorriqueñismo giró en la ór­bita de una exaltada devoción a los grandes valo­res de la civilización latina y de la tradición espa­ñola e hispanoamericana, devoción que ayudó anutrir una larga estancia en España, en los años

. de su juventud, y, posteriormente, una breve visitaa la patria del Libertador.

En el año 1960, el Instituto de Cultura Puerto­rriqueña le otorgó el Premio Nacional por sus apor­taciones a la cultura puertorriqueña.

Imposible resultaría enumerar los innumerablestrabajos, en verso y prosa, que publicó en la prensadel país y difícil dar la nómina de los libros depoesía que dio a la luz. Entre éstos mencionaremosDesfile romdntico (1914), Los almendros del Paseode Covfldonga (1928), Anclas de oro (1945), Crea­ción (1951), La llama pensativa (1955), Inefable ori­lla (1961), Punto final (1963), El semblante (1964),Río volcado (1968), El caos de los sueños (1974) yEl canto de mi tierra (1971).

Póstumamente aparecieron sus obras El librode las apologías (1976) y Jinetes de la inmortalidad(dedicado a Bolívar y a Sucre), esta última publi­cada en 1977 por el Instituto de Cultura Puerto­rriqueña.

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P OETA, PERIODISTA, ENSAYISTA, NOVELISTA. CuRSóen la Capital estudios primarios y secundarios

en varios planteles públicos y privados -la Escue­la Lincoln, el Colegio Moczó, el Centro Iberoame­ricano que dirigía don Felipe Janer-. A los quinceaños termina su instrucción formal y comienza atrabajar, primero en una fábrica y luego en diver­sas empresas comerciales de San Juan. En plan deromántica aventura de adolescencia pasa a la Re­pública Dominicana en una barca francesa, y enel vecino país se ocupa durante un año en las másdisímiles tareas, entre éstas las labores de trabaja­dor en un ingenio azucarero. A su regreso a PuertoRico continúa por medio de la lectura intensa elenriquecimiento de su espíritu y sensibilidad. Seentrega ahora con mayor disciplina y entusiasmoa dicho proceso autodidáctico, auxiliado por lavieja colección de libros del Ateneo Puertorriqueñoy en particular por la de la recién abierta Biblio­teca Insular de Puerto Rico, luego Biblioteca Car­negie. Alentado por su padre, don Cesáreo Riberade Souto, gallego establecido en la Isla -dondecasara con la madre del futuro poeta, puertorri·queña de ascendencia francesa y mallorquina-,. yescritor aficionado que había publicado versos ycuentos en La Ilustración Puertorriqueña, da a laestampa sus primeros poemas, hacia 1913, en la re­vista capitalina El Carnaval. El veterano periodistadon Mariano Abril, la firma más autorizada porentonces en el terreno de la crítica literaria insular,saluda entusiasmado al novel autor, de diecisieteaños de edad, en un artículo que publica en LaDemocracia bajo el título de "Un poeta joven", yen el cual declara que la media docena de sonetosque conoce firmados por Ribera Chevremont "sonsuficientes para consagrar a un poeta", composi-

* Diccionario de Literatura Puertorriqueña. Instituto deCultura Puertorriqueña. T. I. San Juan, pp. 1316-1327.

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Evaristo Ribera Chevremont*

Por JOSEFINA RIVERA DE ALVAREZ

ciones en las que "aparece el pensamiento envueltoen imágenes vivas" -agrega-, revelando u un espíoritu moderno que rinde, sin embargo, culto a lamétrica clásica". También firma como prosista, enlas páginas de la Revista de las Antillas -fundadapor Luis Lloréns Torres para dar impulso a larenovación del ambiente literario del país a la luzde las normas del modernismo-, trabajos literarioscomo los titulados "San Juan, la ciudad de lasaguas" (1913), "San Juan en mi ensueño" (1914).Publica a los dieciocho años su primer poemario,Desfile romántico (1914), elogiado por críticos comoMiguel Guerra Mondragón, quien ve en tales ver­sos "destellos de una luz temprana que son heral­dos de radiantes rayos de so~", y el gran poetaJosé de Diego, quien dice que por dichas composi·ciones se revela Ribera "capaz de producir los másvariados y bellos tipos de la poesía eterna". Porestos años, ya comenzadas las hostilidades de ]aprimera guerra mundial, emprende una aventuraperiodistico-literaria al sacar a la luz, a principiosde 1916, bajo su dirección, el vocero que titulaBarba Azul, eco de sentimientos germanófilos, yel cual circula durante varios meses. Figura asimis­mo como redactor, entre 1917 y 1918, de la revistaNosotros, órgano de la Federación de Dependientesde Comercio, y colabora además con el semanarioPuerto Rico Ilustrado, publicando en este últimoversos y trabajos varios en prosa: de 1917, "Lossoldados puertorriqueños", "Los divinos... : Fran­cisco Oller"; de 1918, "Nuestros pueblos", "Nues­tras prosistas", "Disquisiciones literarias: Inter­view con el señor José de Diego".

En 1918, Evaristo Ribera Chevremont y José S.Alegria publican en colaboración una Antología depoetas jóvenes de Puerto Rico. De igual año, y encolaboración con Luis Muñoz Marin y Antonio Colly Vidal, es también el libro Madre haraposa, sub­titulado Páginas rojas, colección de cuatro cuentos

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que prologa Gustavo Fort, y entre cuyas narracio­nes, una -El verdugo-- es obra conjunta de lostres jóvenes escritores, y otra -La pobre Ana­IJeva la firma de Ribera. A fines de aquel mismoaño de 1918, don José Pérez Losada nombra al li­terato que nos ocupa redactor del diario vespertinoEl Imparcial, acabado de fundar. En las columnasde este vocero se señalará Ribera Chevremont comoautor de una serie de artículos que tituló .. Españaen la conciencia de América", reveladores de ungran amor hacia la Madre Patria y de admiraciónpor su magna obra civilizadora realizada en el Nue­vo Mundo. Para aquella época, veinte años despuésde haberse operado en la Isla el cambio de sobe­ranía, los citados trabajos periodísticos se haceneco de una recia voluntad puertorriqueña de afir­mación hispánica que reacciona contra los intentosoficiales de norteamericanización cultural del país.La Casa de España en Puerto Rico beca entonces anuestro joven periodista, y marcha éste a la Penín­sula en 1919 para beber en la fuente misma lasesencias de lo hispano.

La estancia de cinco años de Ribera Chevremontpor tierras españolas resultó de gran valor para suauténtico conocimiento del espíritu de su raza ypara el desarroIJo de sus futuras actitudes líricas... Decidí -dice el poeta y periodista- que mi paseopor España no fuera cosa camelera de entrevistasen periódicos, visitas a señores importantes y de­más rigorismos vacuos de la rutina, sino de inten­sas andanzas por el corazón apasionado y trágicode aquel gran pueblo." Entra por Cádiz, y en surecorrido de las tierras de Andalucía se detieneemocionado en Sevilla, Córdoba, Granada. En Ma­drid lo recibe Luis Díaz-Caneja, antiguo compañerode redacción en El Imparcial y último director delBoletín Mercantil de Puerto Rico. Invitado por doshermanas de Gregario Martínez Sierra, escuchó enel monasterio de El Escorial un curso de místicaque explicaban los padres agustinos. Viajó másadelante por las provincias de Castilla la Vieja, yvisita en Avila y Alba de Tormes escenarios de lasantidad teresiana, y conoce en Soria al poeta An­tonio Machado. Otra vez en Madrid, ofrece en elAteneo dos lecturas de sus versos, ambas comenta­das elogiosamente en la prensa, en artículos de li­teratos diversos de aquella capital que le profesanamistad y estimación artística e intelectual: Ga­hriel Alomar, José María Salaverría, Andrés Gon­zález Blanco. En la primera de estas ocasiones daa conocer su segundo poemario, El templo de losalabastros (1919), salido en Madrid, y en la segunda,lee versos de un nuevo cuaderno lírico, La copa deBebe (1922), también impreso en la capital espa­ñola, en limitada edición, fuera de comercio, deunos cien ejemplares. El segundo de estos librósya se hace eco, discretamente, de los aires de re­novación que por entonces siembran los ultraístas

en el ambiente literario matritense, en algunas decuyas reuniones y veladas fue espectador el poetapuertorriqueño. Se presenta además en el Ateneopara dictar una conferencia que sintetizaba el con­tenido de sus artículos periodísticos de Puerto Ricosobre el tema "España en la conciencia de Améri­ca", y la cual le merece un interesante comentariode Ramiro de Maeztu en editorial de El Sol, deMadrid. Siendo luego este mismo escritor presi­dente de la sección de Literatura del Ateneo, seelige a Ribera Chevremont segundo secretario dedicho grupo. Por otra parte, asiste también nues­tro compatriota, en calidad de oyente, a las clasesque dictaba en su cátedra de la Facultad de Filo­sofía y Letras el gran filósofo y literato José Ortegay Gasset. A la par con las varias actividades quedespliega por España, su producción lírica, inago­table, se enriquece entre los años de 1921 y 1924con cinco nuevos poemarios -El hondero lanzó lapiedra, Vitrales góticos, Yo sé de uno que tiene unacanción, Velas negras, Tú, mar, y yo y ella-, todosaún inéditos, excepto el que se menciona en últimotérmino, que ve la luz, tardíamente, en 1946.

A su regreso a Puerto Rico en 1924 prevalecíaun estado general de estancamiento en nuestra lí­rica, no obstante los esfuerzos esporádicos de algu­nos poetas jóvenes por superar las normas delmodernismo insular, ya en decadencia cuando Ri­bera Chevremont había salido del país en 1919.En 19¡1 y 1923 respectivamente, se habían manifes­tado los alientos fugaces y de poco alcance de dosescuelas de vanguardia, el diepalismo y el euforis­mo. En los comienzos de aquel año de 1924, variospoetas, algunos de los cuales habían figurado en lasfilas de los intentos renovadores mencionados, sa­caron a la luz en la Capital el periodiquillo nom­brado Los Seis, por el número de sus fundadores, yel cual, declarando la guerra a la literatura previa,aspiraba a propulsar en nuestro ambiente los háli­tos rejuvenecedores e iconoclastas de la poesía dela primera postguerra. Por su parte, y mantenién­dose alejado de grupos y escuelas, se dio RiberaChevremont a la tarea de divulgar en Puerto Rico,por medio de sus poemas y artículos en prosaaparecidos en las revistas y periódicos de San Juan,los postulados de la nueva estética vanguardista. Suempleo del título general de "Girándulas", aplicadoa la serie de poemas iniciales de su pluma conque ilustra las nuevas ideas artístico-literarias, mo­tiva la denominación humorística de ..girandulis­mo", que da a la prédica de las mismas el poeta yperiodista Antonio Coll Vidal, en carta que dirige aJosé Pérez Losada y saca a la luz El Imparciala principios de octubre de 1925, nombre éste quecontinúa manejando modernamente el profesorRosa-Nieves historiador de las letras insulares parareferirse a la personal posición vanguardista deRibera Chevremont durante estos años. En Puerto

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Rico Ilustrado inició Ribera la publicación de losversos que integran varios de sus poemarios inédi­tos antes aludidos. También en la misma revista-véanse tales artículos como los que titula "Pro­sas minúsculas: ta música y el idioma castellano"(1925), "El oscurantismo en nuestra literatura"(192Tj- Y en una sección permanente que aparecióa partir de 19¡7 en el periódico La Democracia bajoel título de "Página de vanguardia", sostuvo activacampaña de divulgación y propaganda de las nuevasideas poéticas, comentando la obra de autores ex­tranjeros y dando acogida a la que de vez en cuan­do producían los jóvenes del país. A partir de no­viembre de 1926, de otro lado, impulsa la salidadel vocero sabatino Poliedro, "revista literaria mo­derna" que dirige inicialmente y luego deja en ma­nos de Luis Antonio Miranda.

Abogaba Ribera Chevremont en sus campañasvanguardistas por la superación de las viejas mane­ras de hacer en la lírica, suplantando el verso mé­trico con el verso rítmico, eliminando lo anecdó­tico y favoreciendo el uso de la imagen indirecta enlugar. de la directa. "Matemos -escribía- el cisney el ruiseñor. Yo proclamo el imperio de la rana,esa joya de porcelana verde prendida al seno oscurode los charcos. Matemos la elocuencia, el tono ma­yor, lo grave, lo teatral". Su labor de orientación "delucha exterior", según palabras de Concha Meléndez,surte efecto y adquiere resonancia con la apariciónen el medio poético puertorriqueño de las escuelasvanguardistas del noísmo (1925) y del atalayismo(1928), cuyas génesis es justo atribuir en parte alinflujo innovador que esparció Rivera en la Isla.Sin embargo, como señala Laguerre, más preocu­pado nuestro poeta por los ternas metafísicos quepor las escuelas literarias, pronto deja de ser guía,y, con su matrimonio, en 1929, da comienzo a unaépoca de quietud y de análisis. Para fines de ladécada de los veinte e inicios de la que sigue daa las prensas cuatro nuevos cuadernos líricos: Losalmendros del Paseo de Covadonga (1928), libro queatesora recuerdos de la infancia, escrito a solicituddel Departamento de Instrucción Pública; La horadel orífice (1929), Tierra y sombra (1930), el último,desahogo elegíaco ante el fallecimiento de su her­mana Mercedes, a cuya vera había encontrado loscalores hogareños perdidos antes con las muertesrespectivas de la madre y la abuela.

Después de 1930, durante la mayor parte de dichadécada, el poeta se autoimpone un largo períodode "silencio, de recogimiento, de estudio y segura­mente de encrucijada en su camino de creador deformas bellas" según expresión de la señorita Me­léndez. En ocho años no publica ningún otro libroy apenas da a conocer algunos versos en la prensaperiódica isleña. Rompe este semimutismo en 1938con la salida de su próximo poemario, Color, librolaureado por el Instituto de Literatura Puertorrique-

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ña, inspirado en el paisaje de la tierra natal, y elcual marca el principio del arte seguro de plenamadurez del poeta superador de las indecisiones yextremos, de las explotaciones y tanteos de su épocamoza. El propio poeta da la clave de este su artedefinitivo en una conferencia que lee en 1941 en unseminario de poesía puertorriqueña que dirige enla Universidad de ·Puerto Rico la doctora Meléndez,luego publicada bajo el título de El sentimiento dela naturaleza en "Color" (1943). En este ultimo añoda también a la estampa un nuevo tomo de versos,Tonos y formas, considerado entonces como sumejor obra, libro premiado igualmente por el Ins­tituto de Literatura Puertorriqueña, así como elpróximo volumen que produce su pluma de poeta,Anclas de oro (1945). A estos poemarios siguen ensucesión Barro (1945), el hasta entonces inédito Tú,mar, y yo y ella (1946), libro de mediados de los añosveinte; Verbo (1947), y el volumen antológico Crea­ción (1951), que recoge los mejores versos de sulabor total hasta aquel año. La producción líricade este autor hasta la salida de Tonos y formas(1943) es objeto por entonces del primer estudiocompleto que merece el gran poeta puertorrique­ño, realizado por Concha Meléndez en el libro quetitula La inquietud sosegada: Poética de EvaristoRibera Chevremont (1946). La Universidad de Puer­to Rico lo honra y se honra extendiéndole nombra­miento de conferenciante adscrito a la Facultad deHumanidades. Por .otra parte, entre la publicaciónde Verbo y Creación se da a conocer Ribera comonovelista con el relato El niño de arcilla (1950), defondo autobiográfico.

Durante la década siguiente el poeta realiza otrostres viajes a España: en 1953, 1956 Y 1958, y esrecibido con afecto y admiración en todas partes:en el Centro Gallego, en el Círculo de Bellas Ar­tes, en la cátedra de Literatura Hispanoamericana,que regenta el doctor Luis Morales Oliver, en laFacultad de Filosofía y Letras de la Universidadde Madrid, en el Instituto de Cultura Hispánica,casa que patrocina en 1954 la edición de un con­junto selecto de toda la obra del poeta insular hastael año de 1950: Antología ppética (1924-1950) y Lallama pensativa (sonetos inéditos). En 1955 publicaRibera en San Juan, en nueva edición completa, lasegunda parte de la anterior antología: La llamapensativa; Los sonetos de Dios, del Amor y de laMuerte. Dos años después sale de prensas la anto­logía general que dedica la Universidad de PuertoRico a la obra poética de Ribera Chevremont en­marcada entre los años de 1914 a 1950, selección yestudio preliminar a cargo de Federico de Onís.El Instituto de Cultura Puertorriqueña tambiénhonra al ilustre poeta con la publicación, en 1960,de un cuaderno que recoge versos suyos, publica­dos e inéditos, ilustrado por el artista J. A. TorresMartinó.

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La obra lírica de este autor realizada durantelos últimos años queda reunida en los libros Ine­fable orilla (1961), cuarto de sus tomos que merecelauros del Instituto de Literatura Puertorriqueña;Memorial de arena (1962); dos cuadernos tambiénpremiados por el Instituto de Literatura Puertorri­queña: Punto final (poemas del Sueño y de laMuerte) (1963) y El Semblante (1964); y Principiode canto (1965). En 1966, además, ve la luz públicauna Nueva antología de E. Ribera Chevremont, lacual incluye poemas de sus libros salidos hasta1965, la selección hecha por Concha Meléndez, se­guida en 1967 por otra Antología poética (;1929­1965) que publica el Departamento de InstrucciónPública, con introducción, selección y notas por Ma­ría Teresa Babín y Jaime Luis Rodríguez.

A los comentarios y estudios parciales que lacrítica del país y del extranjero dedica duranteestos tiempos a nuestro poeta se suma la monogra­fía que prepara la poetisa y profesora Laura Ga­llego, lAs ideas literarias de Evaristo Ribera Che­vremont, presentada en 1962, como tesis de maes­tría, en el Departamento de Estudios Hispánicosde la Universidad de Puerto Rico (Río Piedras).A fines de 1967 la Academia de Artes y Cienciasde Puerto Rico honra a Ribera Chevremont conce­diéndole el Gran Premio Puertorriqueño de Poesíaque otorga dicha institución cul tural.

En toda la historia de la lírica puertorriqueñaes Evaristo Ribera Chevremont el poeta de mayorversatilidad y uno de los más fecundos. Desde loscomienzos de su carrera literaria hasta el presentesu dinámica urgencia de crear y su presuroso an­helo de recoger la idea de última hornada lo hanllevado a ensayar distintas técnicas y a tratar di­versos temas, siempre incitado a la experiencia poé­tica por las más variables motivaciones. En loscomienzos de su carrera poética, cuando figura, qui­zá como el más joven, entre los literatos capitali­nos que inician y dan impulso al modernismo is­leño desde las páginas de El Carnaval, la Revistade las Antillas, Puerto Rico Ilustrado y otras publi­caciones periódicas, da a las prensas su primerpoemario, Desfile romántico (1914), facturado bajoel signo del movimiento rubendariano, pero expre­sivo a la par de fino sentimiento romántico enalianza con marcadas tendencias clásicas en la for­ma y alientos cósmicos de procedencia whitmania­na. En la exposición de su credo artístico que selee en las páginas iniciales del mencionado cua­derno, declara ya este "Proteo de la poesía", como"se le ha llamado, su inconformidad con las escuelasartísticas, diciéndonos que son transitorias y falsas.Movido por esta idea, ha estado siempre presto,con actitud solitaria e individualista, a probar nue­vas modalidades y nuevos estilos en cada obra em­prendida, perennemente a la búsqueda de la perfec­ta relación entre idea y emoción.

Su segundo libro de versos, El templo de losalabastros (1919) -que publica a poco de su llegadaprimera a Madrid y dedica al literato español An­drés González Blanco, quien escoge los poemas quelo integran de entre los muchos que había llevadoinéditos a la Península nuestro poeta-, orbita aúnen torno del arte de Daría, pero a pesar de esto yde su título señaladamente modernista, se apreciaen su contenido cómo la sensibilidad alerta de Ri·bera comienza a evolucionar hacia las nuevas ten­dencias líricas que agitaban la época. La copa deHebe (1922), tercero de sus poemarios, publicadoasimismo en la capital de España, responde, pesea su epígrafe, todavía al gusto del modernismo, auna interpretación personal por parte del autQI" delas normas versolibristas y el estilo de la vanguar­dia de postguerra que para entonces revolucionabaen su expresión ultraísta· la estética lírica peninsu­lar. González Blanco destaca en El Imparcial ma­drileño la novedad y riqueza de las imágenes y lagran fuerza creadora que despliega el genio poéti­co de Ríbera Chevremont en los poemas de aquelnuevo libro, "audaces y bellos atrevimientos de comoposiciones". Toda esta primera época que pasa elpoeta puertorriqueño en España deja, en suma, unahuella imborrable en su espíritu y en su arte. Enel libro que ha dedicado Concha Meléndez al estu­dio de su poética señala que es éste, entre los inte­grantes de su generación, quien mejor capta y re­presenta la herencia hispánica. En la obra líricaque ya ha realizado para entonces se destaca, porejemplo, con relevantes méritos, la galería de re­tratos en verso de varias figuras del período de laContrarreforma española, particulamente el magis­tral soneto que dedica a San Juan de la Cruz, tan·tas veces recogido en antologías del país y del ex·tranjero.

Después de la salida de La: copa de Hebe (1922)no publica este autor ningún otro poemario hasta1928. Entre los varios cuadernos de versos que com­pleta durante estos seis años y que no saca a laluz, señala dos en particular la doctora Meléndezpor sus méritos artísticos: El hondero lanzó lapiedra, libro que concreta los nuevos modos dehacer que asimila el poeta en España, pero sin filia­ción definida respecto de "ismo" alguno, "intento,logrado ---en algunos poemas con bella audacia­de las formas versolibristas y de la adaptación delos procedimientos más difíciles en la creación de laimagen"; y Tú, mar, y yo y ella -dado a la es·tampa, tardíamente, en 1946, ante el señalamientoque hace la ensayista antes citada de los valores dearte de este libro que justificaban su publicación-,obra que reúne en moldes, ora de ritmo métrico,ora de verso libre, .. juveniles sensaciones amoro­sas, visuales, acústicas", en la que entrelazan laspreocupaciones claves de mar y s~nsualidad, peroen cuyas páginas "más que los poemas de hr ven-

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tura amorosa, valen... los temas marinos ilumina·dos para el poeta por el amor", dice la señoritaMeléndez. Con Los almendros del Paseo de Cava·donga (1928), tejido con recuerdos de su niñez, seafirma Ribera Chevremont en el regreso a las for­mas métricas tradicionales -romance y silva- ya una poesía de expresión sencilla y serena quedeja atrás las innovaciones extremas de sus díasvanguardistas. "Pasé de la desmetrificación y des­rimación a la métrica y a la rima -dice el propiopoeta-, pero manteniendo los elementos esencialesde la imagen", y agrega luego que sin abandonarla posición cósmica que mantie~e en su primeraetapa de renovación, gira hacia una poesía eminen­temente humana, según la representa el libro Paja.rera (1929), que la crítica califica de "canto al alalleno de silencios y caminos". Sin embargo, noobstante el largo proceso de evolución y depura­ción por el que ha atravesado el poeta desde susorígenes modernistas, asoman aún en su obra, parafines de los años veinte, reminiscencias de la es·cuela rubendariana, como deja ver por su títulomismo el poemario La hora del orífice (1929).

Entre las salidas respectivas de Pajarera (1929)y Color (1938) no da a conocer este autor ningúnotro libro de versos, excepto el titulado Tierra ysombra (1930), que encierra cuatro hermosas ele·gías compuestas con motivo del fallecimiento de suhermana. Color, concebido en los moldes de poemascortos y sonetos alejandrinos, es una sinfonía ins­pirada en temas del paisaje rural y urbano dePuerto Rico, avasallado el poeta por la luz y elcolor del suelo de su nacimiento. En su conferen­cia explicativa de las nonnas estéticas que hanpresidido el hacer lírico de este último poemario-El sentimiento de la naturale..a en "Color"(1943)-, define Ribera Chevremont los fundamen­tos sobre los que se apoyará en adelante su líricade poeta moderno, de vuelta ya de los ensayos yregistros diversos de sus etapas anteriores: retor­no a la rima perfecta y a las formas métricas,"consagradas por el arte y por el tiempo" -dice-,en las que "ha sido vaciada la más jugosa lírica";selección rigurosa del adjetivo; pulimento extre·mado de la fase; empleo de la imagen, no comoalarde de novedad, sino como necesidad estéticaque ayuda al logro de un ideal de expresión funda·mentado en lo "fuerte y lo sencillo", en la precisióny en la síntesis, en lo que él llama "economía ver·bal, por virtud de la cual acrece el valor esencialde la obra". Se acomoda así nuestro autor a unverso que restaura las líneas tradicionales, sin peroder por ello su modernidad, y que se acoge a unaobjetividad sencilla y pulcra, a un rigor fonnal, aun culto de la forma impecable, que recuerdana los parnasianos franceses. El propio poeta, alplantearse a sí mismo la lJIregunta de influencias enColor, menciona la posibilidad de haberlas recibido

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de los Poemes barbares de Leconte de LisIe, aun­que aclarando que en el poemario del francés lanaturaleza es escenario, mientras en Color es tema.

Los mismos postulados que rigen en Color semanifiestan también en los poemarios siguientes:Tonos y formas (1943) y Anclas de oro (1945); el 'primero, exposición del ideario que sustenta el poe­ta sobre el arte y la vida, sobre su concepción de"la belleza de lo sensible en relación con lo aní·mico"; el segundo, libro de mares y horizontes. Delmismo año de este último es igualmente Barro,que dedica a Luis Muñoz Marín, "maravilloso poe·ma del barro cósmico, donde en versos polimétri·cos y en doce cantos su inspiración se mantieneen equilibrio por las altas regiones", según comen·tario del crítico Alvarez Silva, quien agrega queen el referido libro alcanzar el autor .. un profundohumanismo, iniciando y rindiendo el viaje perpetuodel guijarro a la estrella". En el próximo :.uadernolírico, Verbo (1947), expone el poeta su credo es­tético, "que tiene como correlatos una concepciónde la vida y hasta una mística n -dice Gon;:ález-,y "merced a una serie de categorías simbóLicas, Ri·bera Chevremont plantea el drama cosmológico delalma". Creación (1951), libro antológico, reúne losmejores versos de su producción total hasta entonoces, ofreciéndonos una revista de las inquietudesfundamentales en la lírica del poeta capitalino: lamirada introspectiva, el paisaje de campo y ciu­dad, el mar, Castilla en la grandeza de sus ciudadesy sus místicos excelsos, preocupaciones cósmicas,el tema laboral.

Junto con las realizaciones representativas dela obra poética de Ribera Chevremont comprendi­da entre 1924 y 1950 que recoge la antología deeste autor que publica en 1954 el Instituto de Culotura Hispánica, de Madrid, figura la colección desonetos inéditos facturados en 1950 y que el poetatitula La llama pensativa, vueltos a editar al si­guiente año, en San Juan de Puerto Rico, bajo elmismo epígrafe, en tomo aparte ampliado. Con estaserie de sonetos "de Dios, del Amor y de la Muerte"llega a su plenitud, a su expresión más perfecta ypura, el ardor místico que tiene orígenes en losprimeros tiempos de este gran lírico y alcanza lue­go particular afirmación en las páginas de Verbo(1947). La llama pensativa es "poesía honda y alta,clara y difícil, encendida y serena -dice Roméu-,poesía universal, en suma".

Inefable orilla (1961) y Memorial de arena (1962),los dos próximos libros que presenta al públicoRibera Chevremont, enlazan entre sí por el doblevínculo del gran tema común a ambos --el mar,como incitador de la reflexión, ante cuya orilla, se­gún expresa Braschi, "el verso se le transforma enagua interrogante"-, que confirma a este autorcomo el gran poeta marino de la lírica puertorri­queña, y el culto persistente a las líneas fonnales

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del soneto clásico, destacando una vez más a Ri­bera como uno de los más grandes sonetistas enla historia de nuestras letras, acaso el más devotoy el de mayores logros artísticos. En ambos librosse hacen patentes las dimensiones filosóficas y lasproyecciones cósmicas de la alta poesía de esteautor.

En sus últimos cuadernos hasta la fecha -Puntofinal (Poemas del Sueño y de la Muerte) (1963),El Semblante (1964), Principio de canto (1965)­el fecundo numen poético de este autor se revelaen toda la plenitud de un cultivo del verbo líricoque, lejos de manifestar señales de cansancio oagotamiento tras medio siglo de continuada produc­ción, deja cada día constancias frescas de renovadadisposición creadora, en perenne culto al mágicodecir del verso, ya en las fórmulas externas deperfecto corte tradicional, ya dentro de las líneasdel versolibrismo y de las estrofas impares. Se ha­cen eco los libros nombrados de una poesía de sen­timientos y reflexiones de gran hondura y madurez,orientadas por las rutas de los misterios trascen­dentes de la vida y de la muerte, ungidos de fervo­res místicos y religiosos. Así, en particular, en ElSemblante., composición en sonetos inspirada enla Divina Presencia del Hijo de Dios, expresiva a lavez de anchos alientos de espiritualidad y de vuelocósmico, tomó éste que cuenta además con unvalioso estudio preliminar por Concha Meléndez, enel cual regresa esta escritora al análisis detenidode la lírica de nuestro autor para llevarlo más alládel límite temporal que alcanzara en su trabajomonográfico previo La inquietud sosegada; poéticade Evaristo Ribera Chevremont (1946).

Por la obra lírica de Ribera Chevremont, "unode los poetas mayores de nuestra lengua", según lellama De Onís, han desfilado como temas las cosaspequeñas e insignificantes -la callejuela, las ace­ras, las carretas, los muebles viejos, los animalesdomésficos, los árboles- y también las cosas gran­des y eternas -el amor humano, el amor al suelopatrio, el sentimiento de la raza hispánica, los mis­terios metafísicos, las preocupaciones de orden uni­versal, los problemas sociales-. Se ha dicho de élasimismo que es nuestro poeta del mar. En su artelas ansias cósmicas alcanzan a superar la expresiónde lo meramente regional, logrando así sus versosresonancias extrainsulares en el mundo de nuestrahabla. Como poeta siente y ama las esencias de sutierra natal, pero al cantarlas las trasmuta en ver­sos que saben de los picos del Universo, de lasaltas rutas de la nube, del reino sin fronteras dela luz. Por su obstinación experimental se ha dichoque la poesía de este bardo da la sensación de unlaboratorio, en el cual, como señala Laguerre, sibien se han producido cosas francamente inartísti­cas, resultados del tanteo.y la prueba, no es menoscierto que se han escalado cimas de indiscutibles

méritos. En su obra de más altos valores casan elmás auténtico fervor artístico y sentimiento líricocon las inquietudes de mayor trascendencia y demás dilatado panorama. Viene así Evaristo RiberaChevremont, junto a Luis Lloréns Torres y a LuisPalés Matos, a integrar el trío máximo de poetasque aporta la lírica puertorriqueña del presentesiglo al piélago inmenso de la poesía en lenguaespañola. En las palabras de uno de los críticosde nuestro poeta se puede decir que tiene éste unpalacio sonoro en Puerto Rico y casa propia enlas literaturas hispanoamericanas, hispánica y uni­versal.

La obra en prosa de Ribera Chevremont constaprincipalmente de un notable acervo de articulasy ensayos sobre temas literarios y otras cuestio­nes culturales que da a conocer en diversos órga­nos de la prensa periódica capitalina -Revista delas Antillas, Puerto Rico Ilustrado, El Imparcial,La Democracia, Poliedro, El Mundo, etc.-, con ma·yor frecuencia desde antes de mediar la segundadécada del presente siglo hasta cerca de los finesde ]a misma, y luego desde mediados del siguientedecenio de los veinte, proyectándose en los añostreinta y tiempos posteriores, ya con decrecienteintensidad. El articulismo y ensayismo de este autorpone de manifiesto, como notas características prin­cipales, un profundo sentimiento de patria, arrai­gado sentido de identificación cultural hispánica' yelevada conciencia de esteta literario. El propio es­critor, refiriéndose a la obra periodística particularque realizó en las páginas del antiguo diario ElImparcial, "en el cual -dice- había yo forjado mipluma de periodista", hace mención de las campa­ñas varias que libró en pro de los derechos y delas libertades del país:

...abogué por la enseñanza en español, porel sostenimiento y cuidado de nuestro idioma ycultura, por la realización de un arte nacional,por la creación de una conciencia nacional, porla plasmación de una nacionalidad, por el en­grandecimiento de nuestro pueblo y por su dere­cho a figurar en el bloque de las naciones libresdel Nuevo Mundo, con una personalidad incon­fundible, reciamente sellada por los valores quesomos capaces de crear. También libré campa­ñas en pro de los valores históricos de la MadrePatria, la cual era injustamente atacada por in­dividuos que mantenían sus odios contra la na­ción civilizadora, sin la cual nada seríamos, puesella nos legó sangre, habla, fe, cultura...

Alude, desde luego, en la última parte de laanterior declaración, a su serie de trabajos bajo eltítulo general de ., España en la conciencia de Amé­r,ica".

La segunda parte de su labor de periodista lacomponen sus prédicas en favor de la renovaciónvanguardista del arte lírico insular, tras su regreso

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de España en 1924, de lo cual fue la expresión másimportante la "Página de vanguardia", tribuna dealta inquietud artística, que publicara en el diariovespertino La Democracia. Complemento de estatarea lo son sus numerosos trabajos de critica delas letras isleñas, particularmente sobre el quehacerpoético, que divulga durante la misma década delos veinte y años posteriores. En fecha más cercanaa los tiempos presentes, el ensayo de tema literarioencuentra en Ribera Chevremont una muy impor­tante y hermosa expresión de su conferencia Elsentimiento de la naturaleza en "Color" (1943), pu­blicada en folleto, obra que revela al escritor dehonda conciencia estética, amplios fundamentos culoturales y palabra elegante y concisa que revela trassus contornos la fina voluntad poética de su autor.

Otro aspecto de Ribera Chevremont, el prosistalo ofrece su ocasional cultivo de los géneros narra­tivos, representado en la juventud por su colabora­ción cuentística en el libro Madre haraposa; pági­nJQS rojas (1918), en el cual tiene parte, junto a LuisMuñoz Marín y Antonio Coll Vidal, en la facturadel relato "El verdugo", que oscila -dice ConchaMeléndez- "entre un naturalismo violento, unaspoéticas observaciones [que la citada ensayista atri­buye a Ribera Chevremont] ...y reflexiones irónicasde una ciencia imaginada del mundo", y firma porsí solo el cuento titulado "La pobre Ana", desarro­llado en su trama sobre el fondo del antiguo Par·que de la Convalescencia, de Río Piedras, y queevidencia en su urdimbre de tema y acción mues­tras de indudables influjos románticos. En fechasmuy posteriores a estos primeros tiempos en sucarrera literaria -informa también la señorita Me­léndez- publica este mismo autor otros relatos quese aproximan al cuento, como el titulado "El espe­jo", y otras narraciones de asunto campesino. Daigualmente a las prensas, en 1950, el libro El niñode arcilla, que él mismo califica de novela, peroque en rigor, por carecer de los elementos arqui.tectónicos propios de dicho género, viene a ser másbien una memoria de carácter autobiográfico, enla que "se han velado levemente algunos nombresy embellecido los hechos", valiosa ante todo comodocumento que ayuda a comprender las esenciasvitales tras el gran poeta qUE: es Ribera Chevre­monto La niñez y temprana juventud del autor,quien se presenta bajo el nombre de Joaquín deSouto y apodo de "Balín", se desenvuelven sobre elescenario de vida del viejo San Juan para finesdel pasado siglo y primeros tiempos del actual,ofreciéndose aquí y allá escenas y pinceladas deapoyos históricos y costumbristas. El "novelista"

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teje su relato en relación con dos símbolos: unarepresentación de su vida como una rueda por cu­yos radios va y viene la sombra menuda de Balín,"sombra inquieta en su pequeñez -dice-, dispa­rada contra todas las barreras, ávida de rompersu cárcel, de burlar su encierro... ; sombra conhambre de ser claridad, altitud; sombra que quiereabarcar lejanías, trasponer horizontes, vencer cie·los"; y una figura de un niño de arcilla, que com­pra la madre del protagonista a un alfarero vene­zolano, y que viene a ser imagen del propio auto­biografiado. Dentro de la conocida pulcritud prosís­tica de este autor, late en las páginas de El niñode arcilla el ser emotivo y lírico del poeta.

BIBLIOGRAFIA DEL AUTOR

Desfile romántico. Poesías. San Juan, P. R. [1914].Antología de poetas jóvenes de Puerto Rico [En cola.boración con José S. Alegria]. San Juan, P. R., 1918.Madre haraposa. Páginas rpjas [Cuentos, en colabora­ción con Luis Muñoz Marin y Antonio Coll Vidal]. Pró­logo de Gustavo Fort. San Juan, P. R. [1918]. El temoplo de los alabastros. Poesías. Madrid [1919]. La copade Hebe. Poesías. Ed. fuera de comercio. Madrid, 1922.El hondero lanzó la piedra [Poemario inédito, 1921­1924]. Vitrales góticos [Poemario inédito, 1921-1924].Yo sé de uno que tiene una canción [Poemario inédito,1921-1924}. Velas negras [Poemario inédito, 1921-1924].Los almendros del Paseo de Covadonga. Poesías. SanJuan, P. R., 1928. La hora del orífice. Poesías. San Juan,P. R., 1929. Paiarera [Poesías]. San Juan, P. R., 1929.Tierra y sombra. Poesías. San Juan, P. R., 1930. Color[poesías]. San Juan, P. R., 1938. El sentimiento de lanaturaleza en -Color. [Conferencia]. San Juan de P. R.,1943. Tonos y formas [Poesías]. San Juan, P. R., 1943.Anclas de oro [Poesías]. San Juan de P. R., 1945.Barro [Poesías]. San Juan, P. R., 1945. Tú, mar, y yoy ella [Poesías]. [Río Piedras, P. R.], 1946. Verbo [Poe­sías]. San Juan de P. R., 1947. El niño de arcilla. No­vela. San Juan, P. R., 1950. Creación [Poesías]. SanJuan, P. R., 1951. Antología poética (1924-1950) y Lallama pensativa (Sonetos inéditos) (1950). Madrid, 1954.La llama pensativa. Los sonetos de Dios, del Amor yde la Muerte. San Juan, P. R., 1955. Antologia poética.1924-1950. Introducción por Federico de Onis. San Juan,P. R., 1957. Evaristo Ribera Chevremont. Cuadernosde Poesía, 6. Instituto de Cultura Puertorriqueña. SanJuan de P. R., 1960. Inefable orilla [Poesías). San Juan,P. R., 1961. Memorial de arena [Poesías]. San Juan, P.R., 1962. Punto final. Poemas del sueño y de la Muerte.San Juan, P. R., 1963. El Semblante. [Poesías]. Pró­logo de Concha Meléndez. Río Piedras, P. R., 1964. Prin­cipio de canto [Poesías]. San Juan, P. R., 1965. Nuevaantologia de Evaristo Ribera Chevremont. Selecciónde Concha Meléndez; ordenación de Ribera Chevre·mont; prólogo de Luis Antonio Miranda. San Juan,P. R., 1966. Antologia poética (1929.1965). Introducción,selección y notas por Maria Teresa Babín y Jaime LuisRodríguez. [San Juan, P. R.], 1967.

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Poemas de Evaristo Ribera Chevremont

LA NOCHE

La noche está tejiendo

ramajes de blancura

sobre las arboledas

y el caserío. Luna.

No hay luces en la casa.

Los patios dan su música.

Si el sapo canta solo,

su nota el grillo aguza.

Quietas están las palmas;

la noche las azula;

algunas, plateadas,

se agitan y se juntan.

La noche tiene un alma

que es alma de dulzura.

i Tan grande es el silencio

del mundo, que se escucha!

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LA DECIMA CRIOLLA

La décima 'criolla - puntal del continente,

puntal de lo indohispano - de espíritus se 'llena.

Autóctona, calada de lo nativo, hirviente,

se impone en nuestra zona de planta, mar y arena.

Propio es su contenido, propio es su continente.

La décima es caliente, la décima es morena.

Si el gato le da uña, le otorga el perro diente.

Punzada por el tiple, la décima resuena.

Al cuerpo, que es flexible, la gracia se le anuda.

Pica si se sazona, quema si se desnuda.

Pegando o requiriendo, la décima es de bríos.

Son ácidos y dulces los jugos que ella entraña;

v, en mi país vestido de coco, bambú y caña,

la décima establece su imperio en los bohíos.

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LA NOCHE DE LOS ARBOLES

La noche golpeaba con su sombra

los caminos. Los árboles

bordeaban los caminos. Poseían

una extraña belleza.

Sus troncos, alumbrados

por la luna, tenían

una sensual coloración de carne

La noche era un secreto en los caminos.

Algunos grandes' árboles

dividían sus troncos en dos ramas;

y eran sus ramas muslos

en rudas y gozosas posesiones.

Potentes de infinitos y de estrellas,

los árboles se daban en la noche.

Un eléctrico ardor los exaltaba.

La noche era un secreto en los caminos.

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Los árboles se amaban.

Los árboles se daban,

incendiadas sus copas,

de anchurosos follajes de humareda

Yo notaba en mi cuerpo

las raras y punzantes vibraciones

de las ramas en lúbricos enlaces.

La noche era un secreto en los caminos.

Acaso era yo un árbol

quemado por la fiebre

de los árboles que

bordeaban los caminos.

Acaso era yo un árbol.

La luna, en curva blanca y fulgurante,

presidía la noche en los caminos.

La noche era un secreto en los caminos.

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LA MUJER MORENAEres morena, y es tu sangre azúcar

de púrpura en los caños de tus venas.

Hay en tus manos -tazas bronceadas­

arenas de Mogreb, rosas de Iberia.

De España al Archipiélago, tus padres

hierven su sal en andaluza estela.

Aguas peninsulares y caribes

descubren en sus conchas tu belleza.

Y, hallándote en la cuna de las islas,

en la que te amamantan las estrellas,

dase a creer tu corazón criollo

al denso hervor de las nativas fuerzas.

Africas lujuriantes y tostadas,

cundidas de serpientes y palmeras,

dicen que surgirás donde dominen

las formas de la fiebre y la indolencia.

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Flexible caravana de mujeres

de tu color viene de aquellas tierras.

Hay un secreto pasional y bárbaro

en el curvo carbón de sus ojeras.

Tú tienes el color que hay en sus ojos.

Tú tienes el color que hay en sus cejas.,

Pero la gracia de tu carne es única.

único el fuego que en tu carne quema.

y tu carne es de olores incendiados:

olores de salitre y brujas yerbas,

olores de resina y savia, olores

de zumos y raíces de la tierra.

De espigas de maíz se hace tu carne,

en que su llama el trópico concentra.

De espigas de maíz se hace tu carne;

tu carne inconfundible de morena.

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Embriagan los olores que despides

cuando, ondeante, musical y plena,

alzas los brazos con impulso ardiente

y el haz azul de tus cabellos sueltas.

Cuando, a los soles de los mayos nuestros,

bajo los limoneros tú te entregas,

la esencia innumerable de los campos

es en la sangre tuya que se encuentra.

Las islas enmeladas y melosas,

orladas de vergeles y colmenas,

saben a ti, saben a ~esos tuyos,

a besos que en tus labios tú calientas.

Yo gusto en los panales antillanos

los almibaramientos de tu lengua.

El sabor que tú tienes en los labios

no lo tienen las hembras de otras tierras.

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Tú mandas en las islas irisadas;

tú, la morena rítmica y perfecta,

frente a los horizontes a que asoman

barcos con cargamentos de canela.

Espuma de piratas tal vez cerque,

con celo de burbujas, las riberas,

donde, madura de tus climas, rindes

al ansia del amante tu opulencia.

Morena, eres morena -flor de razas-o

y yo, que soy guardián de tus riquezas

de carne y hueso, avaramente guardo,

en finos medallones, tu silueta.

Morena, eres morena -flor de razas-o

Morena, eres morena, eres morena.

Hay en tus manos -tazas bronceadas­

arenas del Mogreb, rosas de Iberia.

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SINFONIA DEL MAR NUESTRO

Después de los quemantes mediodías

-los mediodías de metal y brasa -,

llegan las noches acariciadoras

en nuestras islas de bambusa y caña.

Islas hirvientes de la mar Caribe.

Islas reverberantes e incendiadas:

Cuba del son, Quisqueya del romance,

Haití brujo, Borínquen de las aguas.

y las innumerables islas negras

que resplandecen en la ruta mágica:

las islas del añil y del tabaco ¡

las islas del cacao y la melaza.

Las islas chamuscadas y humeantes;

las islas que se ayuntan en la d"anza;

las islas - verde y bronce - Que se ciñen

rudos collares de inflamado grana;

las islas que, en las venas verdeazules

del mar en fiebre, su secreto entrañan.

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i Qué ardientes son las islas del mar nuestro

cuando la luna llena las empapa!

y la luna, i qué ardiente, cuando, en blanco,

su relumbrante redondez alcanza!

i Qué ardiente el cielo cuando lo golpean

los soles, empolvándolo de nácar!

y el viento, que es señor del Archipiélago,

i qué ardiente entre las rocas y las plantas!

i Qué ardiente cuando, denso y encendido,

en la extensión de las marismas calla!

rOué ardientes son las islas del mar nuestro!

i Qué ardientes son las islas cuando, en -llama

de crudas vibraciones, sus corolas

de anchor meloso en las riberas alzan!

i Qué ardientes son las islas del mar nuestro!

Las islas excitantes y excitadas;

las islas que, en alcobas bienolientes

de hierba y flor, su desnudez regalan.

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Las islas turbadoras y envolventes;

las islas seductoras en sus calas;

las islas que en sus calas entrecruzan,

cercándolas de azul, velas y jarcias.

Rincones exudados y emolientes,

donde se aduerme la palmera enana;

rincones donde, en tálamos jugosos,

se dan niñas de tez acanelada ;

rincones donde simples instrumentos

endulzan con eróticas tonadas;

rincones a los cuales vienen barcos

en busca de café, ron y naranjas ..

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ENTRAR EN AMáRICA POR SAN JUAN DE PUERTO

Rico, por su puerto o por el campo de IslaVerde, no es lo mismo que regresar a España desdeesta plataforma. La impresión es muy diferente,sobre todo si la América que se deja a la espaldaes la andina. Por algo la estatua de Ponce de León,el vallisoletano que conquistó la isla, extiende subrazo apuntando hacia el continente, no al océano.

La plaza donde se levanta el monumento al hom­.bre de Santervás, repleta de sol y de silencio, esuna pura maravilla, donde los volúmenes blancosde la Iglesia de San José se bañan de aire salino,que lanza a borbotones el Atlántico. Al pie, el firmeduro del suelo apelmazado que los españoles supie.ron hacer, absorbe el exceso de luz con su ocrearcilloso, para que sus masas claras resalten entorno. Todo 10 que Ricardo E. Alegría ha sabidorestaurar, con esa dedicación religiosa que pone su

. mayor esmero en una labor ejemplar: la de salvaral viejo San Juan de la invasión irrespetuosa de lapiqueta, al mismo tiempo que de la incuria. Delbrazo de Ricardo Alegría pude pasear aquellas ca·lles, que no es menguado privilegio, sin notar casiel sofocante calor del trópico, que no es menguadomilagro, gracias a su palabra docta y amiga, en unalarga conversación de horas, en la que supo ha·cerme ver y sentir el misterio de cada encrucijada.y contemplar la sensacional tarea que el Institutode Cultura Puertorriqueña -que él dirige- lleva acabo para que el viejo Sa,n Juan mantenga su purarealidad y su mensaje.

Calle del Cristo abajo, hasta la capilla que miraa la bahía, o arriba, hasta el antiguo convento de'los Dominicos, es una sorpresa continua, donde sepuede encontrar lo más insospechado, como aquellugar donde se guardan pinturas de Campeche oaquella biblioteca donde no menos de cincuentaincunables se aprietan en sus anaqueles. Y 10 mis­mo en las que cruzan, como la que trepa hasta la

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El viejo San Juan

Por DEMETRIO RAMOS

catedral, por donde subían las gentes que llegabande España para dar gracias por la travesía, despuésde aquellos viajes de entonces, que duraban mesessi los vientos no fueron propicios. O la de la Forta­leza; o aquella donde está el mesón del Callejón,tan singular que al mismo tiempo es museo, unmuseo que reproduce lo que fuera una casa delXIX, repleta de romanticismo isabelino, tanto quehasta el par de pistolas para los desafíos están allí.y más lejos, el viejo convento que de una puraruina se ha convertido en un hotel turístico exce­lente.

Pero lo singular del viejo San Juan -como melo hicieron comprender los Szaszdi- es que todoaquello no es un salpicado de monumentos restau­rados, sino una continuidad de edificios, casas, vi­viendas, salvadas de la cochambre, limpiadas delmal gusto y del revoque de reformadores sucesivos,de la grieta o de la ruina, para devolverlos a lapureza de su primer empaque, sin hacerlo piezamuerta, sino al contrario, recipiente vivo. ¿Cómoeste milagro? Esta fue la pregunta que hice al di·rector del Instituto de Cultura Puertorriqueña.¿Imaginan ustedes lo que es una ciudad, la que seaprieta entre el fuerte del Morro y la Torre Blanca,entre la Fortaleza y el Boquerón, casi conservadaintacta, restaurada en buena parte y, además, viva?Pues éste es el milagro que ha hecho posible eldoctor Ricardo Alegría. Su explicación, el secretodel viejo San Juan, merece la pena tenerlo encuenta.

De camino hacia su casa "':galerías que filtranel sol, gran patio convertido en jardín tropical, yestancias de derroche de gusto y prestancia-, rilecontó el procedimiento que hace posible esa con-oservación de una ciudad vieja, junto a la cual sedesborda la nueva. Todo consiste en una relaciónentre los órganos de asesoramiento del Instituto yla protección fiscal. El propietario de un inmueble

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Calle de San Sebastián

que esté sujeto a la atención del Instituto quedaautomáticamente exento de contribución si aceptael plan de restauración. Su arquitecto debe some­ter el proyecto al Instituto o bien éste le ofrecesu asesoramiento. Llevada a cabo la restauraciQn,queda además liberado de la tributación del .. lncom

Tax" por los beneficios que obtenga y, por añadidu­ra, tiene libertad para fijar las rentas de alquiler,sin sometimiento a las leyes que tienen vigenciapara los demás edificios. Es decir, que, a cambiode su obra, no paga y puede cobrar lo que quiera.y claro es, no sólo se conservan así calles enteras-que es lo importante-, sino que como el viejoSan Juan, por ello mismo. se ha convertido en ungran centro turístico -le llaman la España delCaribe-, las joyerías, las _tiendas de "souvenirs",los restaurantes, los centros de esparcimiento, todoel comercio y lo que es apetecido en un mundode atracción, allí se acumula, porque allí encuen·tra .su mejor lugar. Con ello, no sólo se conserva,sino que se revaloriza. Este es el milagro.

y téngase en cuenta que se trata de una ciudadantillana que. en gran parte, es del siglo XIX. ¿Comoprenden ustedes lo que podr~a hacerse en una ciu­dad como la nuestra, donde calles como la de Fran­cos y tantas más podrían hacer revivir épocas aúnmás atrayentes?

Las luces del viejo San Juan quedaron atrás.en el atardecer del trópico, abarrotadas de gentes.Las recordaremos siempre, como las recordábamosdesde nuestra primera estancia. Una mirada estre­mecida a la fortaleza del Morro fue nuestra des­pedida, porque allí, además. flamea la bandera blan­ca, con las aspas de Borgoña, que los puertorrique­ños mantienen izada al sol del Car~be, como perennememoria de un origen. Lo agradecemos en silencioy con amor, porque la emoción no nos deja decirpalabra. Cuando Dora Borja -toda delicadeza­quiso preguntarme por lo que sentía en aquellaplaza de San José, tuve que esquivar que me vieralos ojos, para que no sorprendiera una respuestamuda que se traducía en algo más que emoción.¡Amigos de Puerto Rico, gracias!

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F.ELATIONDE

L'E5TABLISSEMENTD'VNE

CÓLONIE FRANCOl5E·DANS LA GARDELOVPE

iU.E D~ l."AMEAIQVE,ay ••,1 "0''''''1 DI'~. fll••••••. Las costumbres de los Indios

Caribes en la relaci6n delHermano Mathias du Puis

Por MANUEL CÁRDENAS

EL HERMANO MATHIAS DU PUIS DEBEMOS LA OBRARelation de l'Etablissement d'une Colonie Fran­

coise dans la Gardeloupe 1sle de l'Amerique et desMoeurs des Sauvages, publicada en Caen en 1652.La obra está dividida en las dos partes que sutítulo indica, es decir, De l'Etablissement de laColonie Fraltcoise a la Gardeloupe y Des Moeursdes Sauvages. De esta última parte presentamosahora la traducción al español.

De un lado, la obra del Hermano du Puis tieneuna gran afinidad con la Relation de la Isle de laGuadalupe faite par les Missionnaires Domicainsa leur General en 1647, manuscrito anónimo perte­neciente a la Biblioteca Nacional de París, del cualse ha pensado que du Puis pudiera ser el autor.La afinidad estriba en que ambas obras fueron es­critas casi en la misma fecha; tienen por objetoexclusivamente a la Guadalupe, donde sus autoreseran misioneros pertenecientes a la Orden de losDominicos. Los problemas planteados son muy se­mejantes, y la única diferencia está en que de laobra de Mathias du Puis se han eliminado las des­cripciones de tipo geográfico, botánico o zoológico.

Por otro lado, la obra en cuestión guarda unacierta relación con la Histoire Generale des Antilles,del Padre Dutertre (1667), ya que ambas tienenidéntica raíz, que no es otra sino la hoy desapa­recida Relatio gestorum a primis ordinis Praedi­catorum missionariis in Insulis Americae ditionisGalliae praesertium apud indigenas quos Caraibesdicunt ab anno 1635, del Padre Raymond Breton,obra ésta que parece haber sido la p~mera en es­cribirse sobre el mundo de los Caribes.

Aunque la obra de du Puis quedó eclipsada porla Historia del Padre Dutertre, la cual, ciertamente,llegó a ser la primera fuente histórica del Caribefrancés en el siglo XVII; sin embargo, aquélla tienesu valor histórico. Nos da una explicación, tal vezparcializada pero muy rica, de los conflictos de

poder que por entonces -1640 a 1650- agitabana la Guadalupe y al resto de las Islas Francesasen el Caribe. En este particular supera a la obradel Padre Dutertre, quien muestra sobre el asuntouna cierta timidez aun cuando estuvo envuelto per­sonalmente en tales conflictos.

Du Puis deja claramente establecidas las actua­ciones de M. Houel, entonces gobernador de laGuadalupe, en contra de la Orden Dominica y lasconsecuencias que, según él, ello tenía en la acciónevangelizadora. Llega a más nuestro autor, al indi­car, específicamente, que uno de los obstáculos enla conversión de los salvajes es la actuación de losgobernadores (léase M. Houe!), quienes, por razónde Estado, intervienen en la obra misionera, ya seadificultándola o no apoyándola económicamente. Sinlugar a dudas, la actuación de Houel fue lesiva ala Orden Dominica y pudo tener sus consecuenciasen la obra de conversión religiosa; sin embargo, ala luz del testimonio de todos los demás cronis­tas, la importancia de esos obstáculos en la con­versión de los Caribes no debe ser exagerada. Comohemos indicado en otras ocasiones, todos los cro­nistas indican la clara negativa de los habitantesnaturales de las Islas frente a la acción evangeli­zadora. Pero tampoco creamos que du Puis es uningenuo; él apunta claramente que toda actuaciónque dificulte la tarea evangelizadora recaerá nece­sariamente sobre la tarea política, y lo que está so­licitando es la estrecha colaboración de Iglesia yEstado, quienes, lejos de pelear, deben colaboraren la obra de Francia en el Caribe.

Mathias du Puis nació en Picardía hacia 1590.Vino a las Antillas el) 1644 y aquí permaneció has­ta 1650 en que retomó a Francia, muriendo en Pa­rís en 1655.

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Relation de Z'Etablissement d'une Colonie Fran­coise Dans la GardeZoupe 1sle de l'Amerique et desmoeurs des sauvages, H. Mathias du Puis, religiosode la Orden de los Hermanos Predicadores. - Edi­tada en Caen, casa de Marin Yvon, 1652.

SEGUNDA PARTE

DE LAS COSTUMBRES DE LOS SALVAJES(Capítulos 1 al X, páginas 184 a 248)

Capítulo 1

De su origen

Nuestros salvajes están llenos de tantas fanta­sías con respecto a su origen que no es pequeñadificultad sacar algo parecido a la verdad de entrela diversidad de sus relatos. No obstante sus di­ferentes opiniones, todos tienen la creencia de quedescienden de los Kalibis. que viven en TierraFirme y quienes son sus más cercanos vecinos; sinembargo. no pueden decir ni cuándo ni el motivoque les llevó a dejar su tierra natal para expan­dirse en estas islas bastante apartadas. Solamenteaseguran que su primer padre. llamado Kalinago,hastiado de vivir entre su nación y deseoso de con­quistar nuevas tierras, hizo embarcar a toda sufamilia y después de haber navegado durante bas­tante tiempo, se estableció en la Dominica (que esuna isla donde los salvajes están en buen número);pero que los hijos, perdiendo el respeto que debíantenerle a su padre. le dieron de beber veneno, yde ello murió, pero de tal manera que cambió so­lamente de figura convirtiéndose en un pez espan­toso que ellos llaman Akayoman, el cual vive toda­vía hoy día, según su creencia, en su río. Si estápermitido extraer alguna verdad de una fábula, sepuede colegir de ésta que nuestros bárbaros des­cienden de los Galibis, ya que además de que tienencon ellos una concordancia de lenguaje, no hay di­ferencia entre su religión y sus costumbres.

En el principio, cuando la isla de Guadalupefue habitada, era voz pública entre los viejos ha­bitantes de la isla de San Cristóbal que los natu­rales del país habían sido capturados o matadospor los Kalibis, y que en esta derrota general, al­gunos habían escapado y estaban refugiados en lomás alto de las montañas, sirviéndose de la ventajade estos lugares para seguridad de sus vidas y de­fensa de su libertad. Eso es verdad, ya que en elprimer viaje que nuestro Padre hizo entre los sal­vajes, hacía muy poco tiempo que estos naturalesdel país habían sorprendido a una pequeña negraque era esclava, con la piel de la cual habían re­vestido un árbol. Esta inhumana crueldad puso alos Kalibis en furor, quienes se reunieron inmedia­tamente, y trepando por rocas inaccesibles llegarona un bohío que atacaron; los cercados, que eran

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un hombre, una mujer y mno, después de algunadébil resistencia, fueron capturados; el marido fueasado y comido. y la mujer hecha esclava con elniño. Algunos, sin embargo, dicen que estos mon­tañeros no eran habitantes naturales sino unos es­clavos fugitivos llamados Aluages, pueblo de la Amé­rica, que temiendo una servidumbre vergonzosao una muerte cruel, se habian fugado a los bos­ques y la cima de las montañas.

Capitulo II

De su matrimonio y de la educación de sus hijos

Los salvajes tienen la costumbre de casarse consus primas hermanas. Los padres no se casan ja­más con sus hijos. Tienen tantas mujeres comoquieren, sobre todo los capitanes, que echan agloria el tener una familia numerosa, para así te­ner más crédito entre los de su nación y hacersemás temidos de sus enemigos. Algunos se casancon la madre y la hija, pero esto no es aprobadopor los otros. Un salvaje, cuando tiene varias mu­jeres, construye a cada una de ellas una pequeñacabaña en la cual el marido la visita, de tal suerteque durante un mes (que ellos cuentan por unaLuna) él vive con una mujer, y otro mes con otra;ésta con la que tiene relaciones, está obligada asatisfacer todas sus necesidades; ella le hace el pany le sirve como a su amo; lo pinta, y si tiene queir de trata. le acompaña en estos viajes. Como elamor por sus esposas no es igual, sus visitas noestán reguladas; dejan pasar años enteros sin te­ner relación más que con algunas, y. no obstante,si ellas son engañadas por algún artificio o por pro­mesa de un amante, y el pecado cometido por ellasen las tinieblas se hace manifiesto en tal maneraque llega al conocimiento de un marido, éste lamata, sin que esa crueldad le sea censurada. Ellosquieren ser tan libres en el abandono de sus mu­jeres como lo son en su elección; sin embargo,cuando ellas se ven así abandonadas. tienen la li­bertad de tomar otro marido. Las mujeres no dejanjamás la casa de sus padres después del matrimo­nio, y tienen una ventaja sobre sus maridos, y esque ellas pueden hablar a todo tipo de personas,mientras que el marido no se atreve a conversarcon los parientes de su mujer, salvo que se ledispense o por su corta edad o por su embriaguez.Ellos evitan el encuentro con los parientes dandograndes rodeos, y si son sorprendidos en un lugaren el cual no pueden retroceder, vuelven la caradel otro lado para no estar obligados a ver a quienles habla, una vez que se encuentran en la obliga­ción de escucharle. No observan ceremonias en sumatrimonio, como tampoco cortejan a su enamora­da. Ellos se casan de dos maneras, o con éstas que

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Indios Caribes de las Antillas según grabado del siglo XVIII

les corresponde por derecho, como son las primashermanas, o con aquéllas que no son sus parientes,a las cuales piden en matrimonio a sus padres y alas que desposan inmediatamente después de suconsentimiento.

Estos hombres se separan de las mujeres, unavez que éstas han concebido, hasta por cinco oseis meses, y se retiran con las otras. Apenas hannacido los hijos, sus madres les ponen las manossobre la frente para aplastarla y alargarla al mis­mo tiempo; es mediante esta imposición de manosque sus hijos obtienen, según su opinión, toda labelleza de sus caras; y puesto que esta primeraimpresión hecha en el nacimiento del niño cam­biaría con la edad, las madres tienen las manospuestas sobre la frente de su pequeño tanto denoche como de día. Cuando el niño tiene de 8 a 15días, se le nombra un padrino y una madrinaquienes agujerean al ahijado las orejas, el labioinferior y el entredós de la nariz, y pasan un hilopor estos agujeros para que no se le cierre. Des·pués de esta ceremonia se le da un nombre queno tiene ninguna correspondencia con los de Euro­pa. Cuando los hijos se han puesto un poco ro-

bustos por la leche que han mamado, se les dapor alimento algunas patatas o bananas que lasmadres mastican primero, antes de ponerlas en laboca de sus pequeños. Apenas han llegado a la edadde seis meses, ya se revuelcan por el suelo y danvolteretas sobre la tierra, y pueden incluso andarsin ningún apoyo. Todos comen tierra, no sola­mente los niños, sino también las madres, y lacausa de un tan gran desarreglo del apetito nopuede proceder, según mi opini4n, más que de unexceso de melancolía, que es el humor predomi­nante en casi todos los salvajes. Parece que encuen­tran tanta delicia en comer yeso como si fuese azú­car. Las madres están siempre en alanna por todolo que puede ocurrir de funesto a sus hijos y suamor les lleva a evitarles todos los accidentes queles pudieren a01enazar; no se alejan de ellos apenasy en todos los viajes que hacen los llevan siemprecon ellas a fin de tener delante de sus ojos elobjeto de sus cuidados.

Cuando llegan a una mayor edad, si son mu­chachos comen con sus padres, si son muchachascon su madre. No hay muestras de civilidad entreellos; no honran a sus padres ni de palabra ni con

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reverencias; si obedecen algunas veces a sus órde­nes, eUo procede antes del capricho que así lespersuade que del respeto que a eUos tienen. Ellibertinaje se mantiene más fácilmente entre losniños que son menos corregidos. Algunas veces lasmadres abandonadas afrentosamente por sus mari­dos, castigan en la inocencia de sus hijos el cri­men cometido por su padre, ¡como si las faltas nofueran personales!; pero estas pobres desesperadasconsultan antes a su pasión, que está encendida,que a la razón, a la cual han sofocado. No se lescortan los cabellos a los niños si no al final delsegundo año, y para realizar esta solemnidad muyimportante se hace un festín al cual se convoca atoda la familia; es en este momento que se leagujerean las orejas y las demás partes, si la debi­lidad del pequeño no perinitió que se le hiciese alinicio de su vida.

Capítulo Ip

De su lenguaje

No hay cosa más difícil que la lengua de lossalvajes, sea por su pronunciación, sea por su po­breza, sea, en fin, por su comprensión. Como lascosas cambian en la sucesión de los tiempos, asíeste lenguaje no es ahora totalmente idéntico al desus ancestros; aun cuando varias palabras se men­cionen con una misma voz, no conllevan, sin em­bargo, el mismo sentido. No obstante, varios sabendicha lengua perfectamente, y no emplearon másque 6 u 8 meses en aprenderla. Las mujeres tie­nen un lenguaje completamente diferente al de loshombres; Y. al igual que sería un crimen entre ellasutilizar otro cuando no están obligadas a conversarcon los hombres, así también se burlan de loshombres que se sirven de su manera de hablar.Los viejos también tienen una manera de hablartotalmente distinta a la de las gentes jóvenes. Porúltimo, cuando tienen intención de hacer la gue­rra. utilizan una jerigonza, para convencer de elloa los de su nación. que es muy difícil de aprender;no hay lengua más indigente que aquélla; no tienepalabras para expresar lo qu~ no cae bajo la gro­sería de nuestros sentidos corporales. No saben loque es el entendimiento, la voluntad, la memoria,ya que éstas son potencias ocultas, que no se ma­nifiestan exteriormente más que por sus efectos.No pueden nombrar algunas virtudes. ya que nolas practican. No tienen ningún conocimiento de lasletras pero, sin embargo, tienen capacidad paraellas. Tienen el espíritu bastante sutil. lo que semanifiesta en la estructura de sus Paniers. que es­tán hechos con tanto artificio, y en la de todos losotros utensilios referentes a su manera de navegaro a su menaje. Tienen algún grosero conocimiento

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de los astros, pero las fábulas que mezclan con laverdad quitan toda la certidumbre a aquél. Elloshan compuesto por sí mismos una especie de len­gua en la que se encuentra mezclado el español,el francés y el flamenco, pero de la que se sirvennada más que cuando negocian.

Capítulo IV

De su comida y de su bebida .

Estos salvajes no tienen por pan más que unaraíz que es un veneno muy activo cuando estárecién sacada de la tierra, pero que sirve de ali­mento cuando está raspada, rallada, prensada yextendida sobre una platina de hierro o de tierra,sobre la cual recibe su forma final el pan de estasislas, que se llama Casabe. Varias personas hantomado sin darse cuenta del agua o, para mejordecir, del jugo que salía de esta raíz cuando seestaba prensando, el que beben a modo de Uicú,y de ella han muerto. Por lo que respecta a lasviandas que les son más comunes, no tienen com­paración con éstas que se comen en Europa, nose alimentan más que de burgots (que es un ma­risco), cangrejos y "soldados"; no comen jamáspo-taje y nada de carne, si no son algunos pájarosque arrojan al fuego con sus plumas y entrañas,y cuando están más bien asados que desplumados,los sacan, los bucanean y se los comen. No usanleche. ni queso, ni mantequilla. Tienen horror delos huevos y del aceite. No están acostumbrados aservirse de la sal para sazonar sus carnes; si en­cuentran grasa la tiran y no tienen más que unasalsa común que está hecha con raspas de pescadomach'acadas, unos huesos roídos y gran cantidadde ají (que tienen bastante parecido en sus cuali­dades con la pimienta d"e las grandes Indias). aello le añaden agua de Mandioca, que pierde suveneno cuando está hervida. y allí mezclan la Mu­chache, que es como la quinta esencia de la harinahecha de esta raíz que tiene el veneno, hirviendodespués todo este bello tripotaje. y mojan en ellosu pan con tanta satisfacción y tanto gusto quela prefieren a todas las delicadezas de los banque­tes de los Sibaritas. Tienen tan poca civilidad cuan­do comen que fácilmente disgustan a los que noestán acostumbrados a su manera de vivir. Comentres veces al día o, para decir mejor, cuando tie­nen gana de ello; asi, lo hacen cuando van a cual­quier parte. cuando retornan. cuando se les invitay sobre todo cuando encuentran. Las mujeres nocomen más que con las de su sexo en sus peque­ñas chozas, alimentándose de la caza obtenida porsus hijos o por sus maridos. si es que la negli­gencia de éstos no las obliga a buscar por ellasmismas de qué vivir.

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Hacen sus bebidas de dos maneras, o bien arro­jan este pan de Mandioca en una vasija llena deagua, con la cual mezclan patatas que tienen lavirtud de fermentar en 14 o 15 horas, o bien ponenharina de Mandioca muy seca, y en pequeña can­tidad, sobre la platina caliente, y sobre la cual ex­tienden un poco de harina que ha sido prensadaúnicamente entre las manos y que está todavíahúmeda; le añaden encima harina suelta con el finde que se le pueda dar fácilmente la vuelta, ydespués que este tipo de Casabe está cocido loenvuelven con hojas y, como está todavía húmedo,no tarda en enmohecerse; a los 6 días lo extien­den y lo amasan, y cuando está en este estado,pueden hacer Uicu, siempre que encuentren agua;y lo pueden beber al instante sin esperar a quehaya fermentado. Hacen también algunas veces vinode piñas y de cañas de azúcar, que es la másexcelente de todas sus bebidas.

Capítulo V

De sus orgías

Sus orgías son frecuentes, por no decir conti­nuas, en las cuales se emborrachan hasta la bes­tialidad. Es en este exceso de bebida que se re­cuerdan de fas injurias pasadas y montan en cóle­ra, y de la cólera pasan al furor, y el furor estallaen venganzas horriblemente funestas: Hacen estasasambleas, que no tienen otro fin que la borra­chera, por varias razones. 1. Cuando tienen deseode hacer la guerra. 2. Cuando su primer hijo esvarón. 3. Cuando se corta por primera vez el peloa los niños. 4. Cuando están en edad de soportarlas fatigas de la guerra. 5. Cuando quieren hacerun jardín nuevo. 6. Cuando botan al mar una canoaque ha sido hecha en las montañas. Es entoncesque ellos llaman a sus vecinos, los cuales, despuésde haber trabajado durante algunas horas en lamañana, beben todo el resto del día. Todas susdebacles están acompañadas de chocarrerías; unostocan la flauta, otros cantan; forman una especiede música que tiene mucha dulzura según su gusto.Los viejos hacen de bajos con una voz ronca y lasgentes jóvenes los altos con un tono estridente.Mientras que estos violones animados canturrean,tres o cuatro de lbs más hábiles de entre losconvidados se hacen frotar por todo el cuerpo unagoma que es extremadamente peguntosa, para ha­cerse sujetar unas plumas y parecer como gallosen la asamblea. Hacen mil posturas y danzan deuna manera bárbara, que cansa antes que divierta;no obstante, esta pequeña diversión les agrada tan­to que pasan algunas veces cuatro días con susnoches en esta danza tan laboriosa. La continua­ción de la danza no impide que se beba; se llenan

el vientre de tal manera que por ello tienen malde cabeza. Si tienen necesidad de hacer aguas, salende dos en dos, y cuando vuelven de nuevo saludana la compañía como si viniesen de muy lejos. Nocreen que la embriaguez sea un crimen, sino sola­mente una diversión de donde procede que las mu­jeres beban tan atrevidamente como los hombres.No tienen más que una suerte de festín que es algocivilizado y menos criminal, y se da cuando ocurreque un salvaje ha capturado una tortuga o ha he­cho alguna otra buena pesca, invitando éste enton­ces a alguno de sus más cercanos. Antes de que elconvidado llegue, el que hace de maestro de cere­monias en el Carbet, barre una parte de la choza,cuelga una cama y le ruega que se siente cuandollega; y éste, guardando siempre su gravedad ysu silencio, así lo hace. Al instante todo el mundose pone a la tarea de agasajar a su convidado;una mujer le da de beber, otra pan y otra la vian­da; si el Casabe está doblado eso quiere decir quecuando haya comido según su necesidad debe de­jar el resto. Se conversa mientras él come y seañade a estas conversaciones una pequeña arenga.Cuando ha comido y bebido bien, advierte a susanfitriones que está satisfecho, e inmediatamentecada uno viene a hacerle la reverencia a su modo,diciéndole: has llegado; después de esta formalidadhabla indistintamente con todo el mundo y despuésde haber hecho beber y comer a la compañia loque ha quedado de su comida, dice adiós a todosen general y a cada uno en particular. Ellos ob­servan este tipo de civilidad con todos los viajerosque los visitan, salvo que éste sea una p~rsona

de consideración, ya que entonces se está obligadoa darle una cama y a peinar sus cabellos, tanto ala llegada como a su partida. Entre el desorden desus orgías, ellos conservan siempre una muestrade educación y es que no comerán jamás nada sininvitar a todos los que están en su compañía; yalgunas veces ocurre que después del reparto dela vianda, no queda para éste que invitó y puestoque es esta la costumbre, se sentían disgustadoscon nuestro padre, quien rehusaba su comida portemor a ser demasiada carga para ellos. Comotienen una gran liberalidad en dar todo lo queestá en su posesión, también se vuelven extrema­damente inoportunos en pedir lo que les agrada.Pero no sé si procede del orgullo o de la vergüen­za el que no pidan jamás una cosa que una vezse re ha rehusado.

Capítulo VI

De su belleza de sus ornamentos

Los salvajes tienen dos formas de belleza, launa natural y la otra artificial. La primera consiste

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en la bella proporción de sus miembros, que estan notoria que no es cosa poco admirable el vercuerpos sin defectos, no obstante las grandes li·bertades que les dan y la poca preocupación quetienen en su infancia. Tienen la cabeza derecha,embellecida con largos cabellos negros que les caenpor encima de sus hombros, salvo que la necesidadde algún viaje o de algún trabajo violento no lesobligue a recogérselos. Tienen los brazos vigorosos,los cuerpos gruesos sin exceso, los muslos fuertesy las piernas firmes en su andar; son todos unpoco chatos, y ello procede, según mi opinión, deque les aplastan la frente al nacer; parecen serde un color amarillento, quizás a causa del excesode melancolía que los domina. No son velludos,como los pintores han acostumbrado a represen·tárnoslos en sus cuadros, ya que la más comúnde sus ocupaciones es la de cortarse con un cuchi·llo todos los pelos que les aparecen en la piel, demanera que los que tienen menos barba son losque tienen más belleza.

Por lo que respecta a su belleza artificial, sepuede informar dos puntos; en cuanto al Rucú.que es una especie de pintura que los embija, yen cuanto a los perifollos. tales como cristal, aba­lorios, caracolis y otros que ellos llevan. El Rucúes el fruto de un árbol que tiene la cáscara comouna castaña, y lo que ésta encierra, que es todorojo, está envuelto por una fina harina. Ellos 10diluyen con aceite y con él se frotan por todo elcuerpo, a fin de conservarlo contra los ardores delsol y contra el frío de la lluvia. Cuando van a la

- guerra, para dar más terror a sus enemigos, sehacen marcar la cara con algunas rayas negrasque se pintan con el fruto de la quenepa, y quese conserva por espacio de nueve días. sin que to­dos los esfuerzos qu~ se pudiesen hacer puedanquitar la impresión de esta negritud. Entre todossus ornamentos son los caracolis los que estim::mmás, los cuales están hechos de algún metal máspuro que el bronce y menos noble que la plata;tiene ésta una cierta propiedad y es la de ser ene·migo de todo tipo de herrumbre y la de conservarsu brillo entre el rojo de Rucú y la negritud de laquenepa. Es esto lo que hace que los salvajes lostengan en gran estima. No son más que los capi­tanes o sus hijos quienes los llevan. Se ha creídoque estos caracolis provenían de los españoles, perolos salvajes aseguran lo contrario y dicen que elloslos comercian con sus enemigos 'que ellos llamanAluages, por medio de algunos acuerdos que ellosrealizan con los de esta nación, quienes se los dancomo regalo en reconocimiento de ·10 que ellos re­ciben. A saber ahora de dónde estos Aluages lospuedan conseguir; ellos dicen que los dioses queadoran, los cuales tienen su refugio en unas rocassoberbias y unas montañas inaccesibles, se los danpara obligarlos a tener un mayor respeto a su so-

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beranía y unirlos a su servicio, si es verdad lo quedicen; puede que sea el diablo quien abusa de losdébiles espíritus de estos ignorantes por medio deeste artificio. La forma de estos caracolis es pare­cida a una media luna y se los cuelgan al cuello;tienen otros que llevan en las orejas y en el entre­dós de la nar:iz. Los que no tienen de estos ricosadornos se ponen en los agujeros de las orejas. dela nariz y del labio inferior. o una pluma de pá­jaro, o un hilo de algodón, o algunos alfileres.cuando los consiguen de los franceses. Además deestos caracalis, las mujeres tienen unos collaresque están compues!os de cristal de piedra verde(que tienen la maravillosa virtud de impedir elataque de la epilepsia), de raíz de árbol y de ras­pas de pescado; los hombres llevan unos de dien­tes de tigre, de gato, de rocalla que está hechade vidrio. Además de estos ornamentos, llevan casitodos unas flautas, y aquéllos que han matado a

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algunos de sus enemigos en un ataque, hacen unossilbatos de sus hue~os y los llevan como trofeoS'de su valor. Las mujeres llevan una especie de bo­tines hechos de algodón. con un artificio maravi­lloso. que les encierra las piernas, no sin dolor.Están desnudos por 10 que respecta al resto delcuerpo y si alguno de entre ellos tiene la discre­ción de querer ocultar las partes que la naturalezano quiere que estén manifiestas, sería objeto deburlas con amenazas si no se quitase lo que lascubre.

Capítulo VII

De su religión

No hay pueblos tan b*rbaros en sus maneras, nitan oscurecidos en las luces que les han sido dadascon la naturaleza. que no tengan alguna especiede religión. Nuestros bárbaros. aun cuando no ten­gan de humanos más que la figura, no obstante,reconocen unos dioses a los cuales adoran. No ha­cen jamás un vin, ni una debacle, que no escojansiempre lo más delicado de su pan y la más agra­dable de sus bebidas para ofrecérselas. Creen fir­memente que de otra manera atraerían su desgra­cia, y sus majestades, viéndose menospreciadas, lesenviarían castigos y les harían sufrir penas inso­portables. No es necesario traer como prueba ciertade que tienen una religión que ésta: hay entre ellosunos salvajes que se consagran al culto de susdioses desde su más tierna edad. Saber si sonsacerdotes que sacrifican o médicos que curan noes poca dificultad. Hay que decir que lo más pro­bable es que ellos sean magos; he aquí cómo hacensus sortilegios. Cuando los salvajes tienen inten­ción de hacer la guerra o cuando ven a algunode sus familiares enfermos, llaman a su Buaeke,quién es el que se ha ofrecido a los dioses, paraque consulte al suyo (ya que todos tienen uno par­ticular), para saber si la guerra tendrá buen éxitoo si la enfermedad tendrá un mal resultado; élmanda apagar todo el fuego donde el mago debehacer su sortilegio y manda preparar de comer yde beber; éstos que lo han llamado permanecenen su compañía. Toma tabaco en su boca y lolanza al aire en bocanadas (que es, sin duda, elpacto para hacerle venir) e inmediatamente el dia­blo llega y responde con una voz de cornudo a laspreguntas que se le hacen. Si se le pregunta sobrela guerra, predice si la empresa será feliz o incier­ta; si de la enfermedad de algún moribundo, élpronostica su muerte o su vida. Después de la res­puesta, este osado dios, toma de tal manent delsacrificio que se le ha ofrecido, que se oyen susmandíbulas removiéndose, su gaznate" tragando ysu boca relamiéndose; y estos pobres confundidos

cleen que sus dioses se llenan el vientre con susofrendas y ]0 único que se lleua son sus oídos deilusión, ya que a la mañana siguiente encuentransu sacrificio en el mismo estado en que fue ofre­cido; ellos consideran este engaño el más grandemilagro de sus dioses. Esta monería no es nuncatan divertida como cuando se reúnen .varios Buae­kes y cada uno hace venir a su dios a un mismolugar y para un mismo asunto, oyéndose los deba­tes que se forman entre estas divinidades. Paralibrarse de las calumnias que se lanzan, se dicenuno a otro: .Tú has mentido, yo no soy el cau­sante de ]a enfermedad de este miserable, eres tú;tú eres muy malo por causarle a él ese daño; túhas querido que eso sea así y en todas las ocasio­nes tú le has hecho maL- .Ved al imprudente -res­ponde el otro-, si no fueses un embustero se po­dría dar pábulo a tus mentiras», y después ladisputa pasa de la lengua a las manos y de la pa­labra a los hechos, dándose de puñetazos tan fu­riosamente que todos los asistentes tiemblan.

Los salvajes creen que sus dioses han sido hom­bres y los diablos les aseguran que esto es verdad.Ellos inventan una nueva fábula cada vez que ado­ran a un nuevo dios. La más grande y también lamás maligna de todas sus divinidades es el Iris.Uno de nuestros Padres que había hecho amistadcon el Buaeke de este Iris, le preguntó un día dedónde provenía tal dios y aquél le respondió quesu padre tenía dos y le había dejado uno en he­rencia y a su mujer le había dado una diosa; sudios había entrado un día en el cuerpo de unamujer y había hablado por su boca; la había lle­vado varias veces por encima del sol sin que sehubiese deslumbrado con los brillantes rayos desu luz y había visto bellas tierras deshabitadasceñidas por montañas que servían de manantialesde claras fuentes. Se puede concluir de este dis­curso que los dioses de los salvajes son diablos,ya que entran en los cuerpos de las mujeres yhablan por su boca. No es sin trabajo que se llegaa la desgracia de ser sacerdote o sacerdotisa deestas falsas divinidades, ya que es necesario ayunarlargo tiempo y abstenerse de algunas viandas para·testimoniarle que no se tiene afición por las cosasque ellos no aman. Un día el R. P. Raymond I fueavisado de que se iba a hacer venir al diablo a unachoza que era vecina a" la suya; él tomó la reso­lución de ir allí para obligar al diablo a huir yasí liberar a esta pobre gente. Como llevaba untizón en ]a mano a falta de antorcha o de lámpara,de la cual ellos no hacen uso, las mujeres, todasfuera de sí, vinieron delante de él y con palabrasentrecortadas por la cólera, le decían que las que­ría perder, que su dios ya estaba colérico, que nole agradaban más que las tinieblas y odiaba un

l. El Padre Raymond Breton.

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extremo la claridad. Nuestro Padre respondió ca­rajudamente que él no temía su cólera y que elpoder de un dios al que había que adorar en puraverdad era más fuerte que todos los artificios deun diablo que ,los engañaba; las mujeres replica.ron que si él avanzaba más seria causa de que susmaridos y ellas fueren maltratadas; nuestro Padrese volvió por dos razones: la primera, que todavíano sabía bien la lengua para convencerlos de latontería de su superstición, y la segunda, que dosPadres Jesuitas que habían asistido a estos encanotos, uno estaba muerto y el otro había estadoextremadamente enfermo, y los salvajes tenían lacreencia de que su dios los había hechizado.

Los diablos también se introducen en los hue­sos de los muertos que se sacan del sepulcro, loscuales están envueltos en algodón, y dan los orácu­los desde estos huesos cuando se les pregunta, di·ciendo que es el alma del muerto quien habla;se sirven de estos huesos parlantes para hechizara todos contra los que tienen algún rencor. Eso sehace de esta manera: toman lo que queda de labebida o de la comida de su enemigo, o algún otroobjeto que le pertenezca, y cuando lo han envueltocon este hueso, se ve inmediatamente que pierdesu vigor común, una fiebre lenta lo invade, se hacela tisis y muere de consunción sin que se puedadar nada para la recuperación de su salud. NuestroPadre ha visto uno que queriéndose vengar del ase­sino de su hermano se equivocó y mató a uninocente; los padres de éste que había sido tandesgraciadamente asesinado, sin considerar que lohabía matado más por desgracia que por malicia,resolvieron la venganza; embijaron el algodón conla sangre del asesino, y lo pusieron con este huesode muerto y se vio al otro decaer por momentosde su buena salud, de suerte que después de ha·ber llevado una vida languidecente por espacio dedos años, murió con el deseo de venir a recibir elBautismo a la Guadalupe, donde nuestro Padre es­taba por entonces.

Creen que cuando ocurre un eclipse de luna esque Maboya se la come, lo que hace que dancentoda la noche, tanto los jóvenes como los viejos,los hombres como las mujeres y es necesario queéstos que han comenzado continúen hasta el alba.Por todo violín no tienen más que una calabaza,en la que hay encerrados algunos pequeños guija­rros; éste que la remueve trata también de acomo­dar su voz grosera a este sonsonete inoportuno.Esta danza es diferente en su fundamento a lasque hacen cuando están borrachos ya que la unaprocede de la superstición y la otra de la galan­teria.

Hay que informar también de una especie desuperstición que los jóvenes observan por diferen­tes razones, tales como cuando un muchacho entraen la adolescencia; cuando los niños han perdido

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a su padre o su madre; cuando un marido haperdido a su mujer, o bien una mujer a su ma­rido; cuando han matado a algunos de sus enemi­gos en la guerra; cuando éstos que se han casadorecientemente tienen un niño como primer hijo.Es entonces que hacen el más solemne de sus ayu­nos; pasan algunas veces 5 o 6 días sin comer nibeber, y otros más robustos se mantienen durante9 a 10 días con un poco de agua. Si no hiciesenestas rigurosas abstinencias serían considerados co­bardes. Yo no sé si es por religión que se abstie­nen de comer algunos animales, como cerdos, po·llos, huevos y los más delicados peces.

Veamos ahora la esperanza que nos dan de suconversión. Cuando oyen hablar de la creación delmundo, de la muerte de un dios, de la santidad denuestros sacramentos, de lo sublime de nuestrossacramentos, de nuestra religión, ellos demuestrantanta satisfacción que se privan incluso del des­canso para no perderse el placer que sienten enescuchar a éstos que les hablan. Los padres no so·lamente toleran que se instruya a sus hijos, sinoque también los envian a la escuela de nuestroPadre. Sin embargo, como se dan cuenta de quealgunos insolentes de su nación desprecian las ce·remonias que ven hacer en nuestras iglesias cuandovienen ~e trata a la Guadalupe, tienen horror aaprender, por temor a que se burlen de ellos susamigos; no es que nuestro Padr. no haya bautizadoa algunos, entre otros, a una muchacha de doceaños, la cual entre otras prácticas de devoción seconfesaba con tanto sentimiento y con un tan granarrepentimiento de sus pequeñas faltas, que eraclaramente evidente que Dios no hace acepción depersona y que la gracia ablanda los corazones másbárbaros. Además, ha bautizado a un niño pequeñoque estaba extremadamente enfermo, que recibióla salud del cuerpo después de haber recjbido lasalud del alma. El año de 1645, los RR. PP. Ca­puchinos han llevado un salvaje a Francia que hasido bautizado en París con bastante pompa; él havuelto entre los salvajes y hay un gran peligro deque olvide las bellas instrucciones que se le handado.

Encuentro tres causas que han obstaculizado laconversión de los salvajes. La primera es que hansido maltratados por los cristianos; se les ha ex­pulsado de sus viviendas y de sus islas, se les hahecho ]a guerra, se les ha matado en ataques; aotros se les ha herido; hoy día se les ha quitadotambién la libertad, después de haberles quitadosus bienes; de suerte, que el nombre de cristiano]e es un nombre de aversión y de odio y no seestá seguro entre ellos mientras se acuerden desus pérdidas; y sus heridas no están todavía ce­rradas, ya que son extremadamente vengativos. Lasegunda procede de parte de nuestros gobernado­res, que ponen impedimentos a una tan sana em·

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presa, bajo pretexto de una máxima de Estado;dicen que se verían obligados a hacer la guerra siel furor de:' éstos llegase hasta el extremo de ma­sacrar a un Padre, ya que ellos están obligados aproveer la tranquilidad a su gente antes que lapropagación 1 de la fe. ¡Buena razón! No ven ellosque se oponen a los planes de Jesucristo, quien haenviado a los apóstoles a predicar la verdad delEvangelio a todas las criaturas, a todas sin excep­tuar una; ellos hacen daño a la gloria de la sangredel Hijo de Dios ya que impiden el que aquéllasea aplicada J pobres almas que gimen bajo la ti·ranía del diablo, quien parece refugiarse entre estanación, aunque se le haya desterrado del mundo.Hacen daño a tantos valientes religiosos que haríanaparecer su celo y su ardiente caridad en la ins­trucción de estos ignorantes. Se han establecidoordenanzas por las cuales se nos prohibía salir delas islas sin el permiso de los gobernadores; peronosotros no hemos hecho, caso de esta injusticia, yaque servimos a un Señor mucho más grande queellos, y cuando se trata de su gloria, la caridad,

que es prudente, nos anima a sostenernos contrala vanidad de los esfuerzos de aquéllos. La ter­cera causa procede de la necesidad que nosotrospadecemos, pues, aun cuando la gracia esté fun­dada sobre la naturaleza, nosotros tenemos nece­sidad de algunas mercancías para ganar la amistadde nuestros bárbaros con pequeños regalos, y estonos falta. Hemos escrito frecuentemente a Fran­cia, a nuestros superiores, diciéndoles que estamosen grandes penurias y que no podemos subsistirsin alguna caridad; pero sea que tengan ocupacio­nes más urgentes, sea que crean que nos quejamossin razón, no nos han hecho llegar su ayuda. Losgobernadores, que están obligados a alimentarnos,tal como lo establece el contrato aprobado con SuMajestad cuando ésta hizo donación de las islas,siempre nos han descuidado, ya que no hemos que­rido alabar sus crímenes a expensas de nuestraconciencia; hemos considerado que callar cuandovemos una injusticia manifiesta y escandalosa eshacerles, tácitamente, un reproche. En este aban­dono general, nos hemos visto obligados a recurrir

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al trabajo de nuestras manos y a emplear el tiem­po que debíamos utilizar en nuestro ministerio enel ejercicio de nuestros cuerpos; sin embargo, to­das las penas que hemos pasado y toda la gananciaque hemos hecho ha sido solamente para impedir­nos morir de hambre. Espero que éstos que nosenvíen aquí tendrán cuidado de estas razones y,como tienen tanta prudencia como riquezas, ha­rán de ellas medio para procurar la gloria de Diosy la salvación de nuestros bárbaros. Ellos tienenbastante influencia para sofocar a los tiranos y lastiranías que se ejercen contra nuestra inocencia,las que serían más funestas si no se tuviese eltemor de que caerían con nuestro fracaso y que­darían sepultadas entre nuestras ruinas.

Capitulo VIII

De su comercio y de sus ocupaciones

No hay nación que haya estado más necesitadade todas las cosas que la naturaleza ha dado abun­dantemente a todas las criaturas como ésta denuestros salvajes. Si hay que cortar madera parahacer una vivienda, no tienen más que hachas depiedra; si quieren ir a la pesca, no tienen másque anzuelos de carey (que es el caparazón de latortuga); si tienen ganas de hacer una piragua parair a la guerra contra sus enemigos, sufrirán todaslas penas imaginables para cortar un árbol, paratallarlo, para excavarlo y darle la forma de unapiragua. Esta penuria de todas las cosas es lo queles hace deseoso el comercio que practican con losfranceses que les son vecinos, y con todos los na­víos que pasan delante de sus islas. Se les danhachas, sierras, cuchillos, telas, anzuelos más apro­piados para la pesca que los suyos, y ellos dan acambio cerdos, tortugas, pescado, frutos, caparazo­nes de carey, que es una concha extraordinaria­mente bella de la cual se hacen los más rarospeines en Europa. Cuando están suficientementeprovistos de estos objetos, no se preocupan ni delo caro del oro, ~i de la belleza de la plata, nide la rareza de las perlas. No trafican con seguri­dad con los navios, debido a que algunos de lossuyos han sidor raptados, a los cuales se les haquitado la libertad y algunas veces la vida. Los queles hacen más perjuicio son los ingleses, contralos cuales ellcis' están en guerra a causa de queéstos han ocupado una de sus islas, que se llamaAntigua, en la cual quieren volver a establecerse.Se han hecho a este efecto diversas expediciones;ellos han llamado a sus vecinos en su ayuda, y sehan librado varios combates, en los cuales los in­gleses sie~pre han recibido la peor parte. Estos,en venganza por tan malos tratos, cuando pasandelantede la Dominica cambian el pabellón para

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no dejarse reconocer, y atrapar así a estos mise­rables mediante esta estratagema en sus barcos yvenderlos después como la más estimada de susmercancías.

He ahi en pocas palabras lo que concierne a sucomercio; veamos ahora sus ocupaciones ordina­rias. No han hecho más que levantarse o más quesalir de su cubil, que corren al río para lavarsetodo el cuerpo; después encienden un buen fuegoen su gran Carbet y se ponen cerca para calentar­se. Allí cada uno dice lo que sabe; unos charlancon sus amigos, otros tocan la flauta, de suerteque todos mueven o la lengua o los dedos. Mien­tras tanto, el desayuno es preparado por sus mu­jeres; después de esta comida unos van a la pesca,al mar, otros trabajan en sus casas o en los bos·ques; éstos se ocupan de hacer Paniers, aquéllosde los Hibichets (que son una especie de tamizpara pasar su harina); se ven otros que hacen ca­ñas para pescar en alta mar; algunos hacen cintu­rones de algodón; los que son más holgazanes secortan los pelos de su barba, uno a uno, con uncuchillo, o bien se arrancan las niguas de sus pies,las cuales, al nacer, son como pulgas, pero que en­gordan en poco tiempo como un guisante cuandose han alimentado de alguna parte del pie e inclu­so del cuerpo del hombre. Por lo que respecta alas mujeres, ellas hacen un trabajo más pesadoque sus maridos: van a buscar Mandioca, que estáalgunas veces bien alejada del lugar de su vivien­da, y ellas la traen sobre la espalda por caminosescabrosos, y después de haberle quitado la pri­mera corteza, la rallan sobre una piedra cortada amanera de rallador para sacarle después el venenomediante la acción de una prensa; después hacenel Casabe extendiendo la harina de Mandioca sobreuna platina de tierra que se calienta con fuego quese pone bajo ella. De esta tarea pasan a otra que esmenos pesada: peinan a sus maridos tres veces aldía, los embijan con este Rucú del que he hablado,hilan algodón tanto de día como de noche, cultivansus huertos y si se tiene deseo de hacer una deba­cle las mujeres preparan el Uicu. Ellas tienen unconocimiento maravilloso de los simples con losque curan una infinidad de males; todas las úlcerasa las que hay que aplicar el hierro y el fuego parasacarles la corrupción las frotan con la segundacorteza de un árbol que ellas conocen o bien conla raíz de algunas hierbas que machacan en unmortero, cerrándose aquéllas sin dificultad. Cuan­do los maridos van de trata a las islas, únicamentelas que son más amadas por sus maridos son quie­nes los acompañan, las cuales tienen cuidado dellevar todas las cosas necesarias para un viaje. Ellasse ocupan también de hacerse las unas a las otrasunos botines de algodón que les encierran tan fuer­temente las piernas que es de maravilla cómo pue·den vivir con esta continua incomodidad. Con todos

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estos servicios tan grandes que ellas rinden a susmaridos, y el trabajo penoso que soportan en lasocupaciones de su menaje, me inclino a considerarque ellas son tratadas más como esclavas que comocompañeras. No es que el amor que los salvajesles tienen no sea grande, pero al no estar basadomás que en la brutalidad de su pasión, se pasa comoun fuego de pajas que toma rápidamente la llama,pero que se evapora rápidamente en humo, ya quelas dejan fácilmente y las matan al menor conoci­miento de su infidelidad.

Capítulo IX

De sus capitanes

Los salvajes tienen tres tipos de capitanes queles mandan. Los primeros son los que gobiernanalgunas canoas o piraguas. Los otros son los quetienen viviendas propias. Los terceros, los que sonelevados a esa posición por sufragio, o bien porquehan dado prueba de un gran coraje en la guerra,o bien por haber matado a varios de sus enemigos.No hacen jamás elección de gentes jóvenes, aunquesean hijos de sus capitanes, por temor a que lapoca experiencia que tienen y la mucha temeridadque les empuja no les sea perjudicial, sino queescogen mejor personas de edad, a fin que ellos seguíen por la madurez de su consejo como por ellargo conocimiento que tienen de las armas. Cuan­do los viejos se dan cuenta de que no son capacesde soportar el peso de su cargo, ni las correríaspenosas que hay que hacer bastante frecuentemen­te en este empleo, renuncian a él, adquiriendo tan­to honor por esta confesión de su debilidad comosi hubieran ganado victorias. Como la pluralidadde estos capitanes haría desaparecer el respeto quese les debe, no hay de ellos más que uno en cadaisla; sin embargo, hay dos en la Dominica, quepermanecen bastante alejados el uno del otro portemor a que su autoridad choque y los celos lospierdan. No obstante, su poder es limitado, y nomandan más que en los asuntos que conciernen ala guerra, y si alguna vez traspasasen los límitesde su autoridad, se mofarían de ellos. Pero veamosla manera en que emprenden la guerra. Cuando seha pensado en un plan, o para vengar algunas in­jurias o con la esperanza de botín, hacen un vin,que es una de estas orgías de las que he habladoya; después que el humo del Uicu les ha llenadola cabeza, arengan a sus soldados para animarlosa la guerra; les recuerdan a sus padres masacra­dos, a sus hermanos en servidumbre y sus bienesperdidos con sus viviendas; el fin de todos susdiscursos no es otro que el incitarlos a la ven­ganza. Cuando no hacen vin, escogen a los más ap­tos de su tropa para que vayan a todas las aldeas

a reunir soldados, a los que ellos llaman marine­ros; tan pronto uno de ellos ha entrado en uncarbet, habla al dueño del mismo por espacio deuna buena media hora; el que escucha, que no harespondido más que sí, comienza un discurso tanlargo como el de su compañero, y según que él loencuentre a propósito o no, promete estar en lapartida o se rehúsa. No se obliga jamás a nadie,sino que se trata de persuadirle de que es unacosa útil o necesaria. Cuando están reunidos, antesde dar algún asalto, envían espías a visitar los lu­gares que quieren atacar, para descubrir qué luga.res le serían ventajosos y si son capaces de resistirsus fuerzas; después que los espías han dado susinformes, marchan por lo regular al alba para ata­car una choza; ellos hacen un ruido tan espantosoque los que no están acostumbrados a esta estra­tagema pierden el valor y toman la huida. Cuandoencuentran resistencia, tiran flechas envenenadassin cesar, o bien tratan de incendiar las chozascon algodón ardiendo que agarran al extremo desus flechas, las que disparan sobre los techos, queno están cubiertos ordinariamente más que de ar­bustos; el fuego hace salir a éstos que temen que·dar encerrados, e inmediatamente los salvajes co­rren encima y los masacran con su butu, que esun gran bastón que llevan a modo de espada, obien los hieren con sus flechas; y si las heridasno son prontamente atendidas, los heridos muerenindudablemente. Acabada la pelea toman todo elbotín que pueden llevar, sin que los capitanes pue­dan obligar a sus soldados a hacer reparto delmismo. Hacen un festín después de la retirada delos cuerpos de sus enemigos y en el lugar comensus pies y brazos, y después de haber bucaneado,o asado, el resto de sus cuerpos, se vuelven llevan­do en triunfo toda su conquista a una debable quehacen una vez retornados.

Capítulo X

De sus enfermedades, de su muertey de su enterramiento

Los salvajes tienen muy pocas enfermedades yviven largo tiempo. El anfitrión de nuestro Padre,que es uno de los capitanes de la Dominica, na­mado el Barón, tiene todavía a su padre y a sumadre, y no obstante tiene descendientes hasta entercera generación. La enfermedad que le es máscomún se llama el Pian, que es una especie de lahorrible enfermedad que nosotros los franceses lla­marnos napolitana, la que no les da la inmundiciade la impudicia, sino de la corrupción de sus vian·das poco suculentas y de las porquerías en lascuales se revuelcan. Se curan con algunos mariscosque ellos toman después de haberlos machacado o

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algunas cortezas de árboles, con las cuales se fro­tan. Aun cuancfo nuestros bárbaros viven largo tiem­po y tienen muchas mujeres para servir a su mul­tiplicación, sin embargo no son más que un peque·ño número, tanto a causa de que se les capturapara hacerlos esclavos como a que son extremada­mente dad~s a la venganza y se matan entre sí sinotra forma de proceso. Ellos aborrecen a sus dio·ses tanto como los temen, ya que creen que sonlos autores de todos los males que les suceden.No es que no recurran a su poder para recibiralivio de las penas que sufren. las cuales llegan amatarlo!;~ pero se ve que ello es antes por obliga­ción que por religión. Los enfermos entre ellos noson tratados más delicadamente que los otros, ysi se les preparan hojas o cortezas de árboles,además de raíces de árboles, es para curar el mal,no para sostener su cuerpo. Nuestro Padre pidióun día a un salvaje si no quería visitar a su abueloque estaba enfermo de muerte y él le respondióque no, ya que le sería demasiado doloroso. y elexceso de tristeza que le produciría el dolor de unapersona que le era tan querida, la pondría sinlugar a dudas, enfermo.

Pasemos a su sepultura. Cuando algunos de lossuyos -han sido muertos en la guerra, ponen enpeligro su vida antes que dejar su cuerpo en elcampo de batalla. No quieren que después de ha­bet servido bien a su nación queden privados delhonor de la sepultura. Cuando un salvaje muerede muerte violenta o natural. excavan una fosaredonda en la tierra, lavan el cuerpo y lo embijan,le frotan la cabeza con aceite y le peinan los ca­bellos; se le envuelve después en una cama nuevay se le baja a la fosa y se le acomoda de tal ma­nera que su postura es parecida a la de un niñoen la matriz. Al final se le cubre con una madera,mientras que las mujeres echan lágrimas de susojos y lanzan suspiros de sus corazones. Los hom-

bres se aproximan y tocando dulcemente sus bra­zos, parecen querer dulcificar el rigor de su triste­za. Ellos entonan todos juntos una canción llorosa;pero no se sabe si lloran o cantan o si cantan alllorar, y después. echando poco a poco la tierracon las manos, cubren al muerto y llenan la fosa.Una vez acabadas estas ceremonias se quema todolo que pertenecía al muerto o bien se les distri·buye a los que han asistido a los funerales. Si elmuerto tuvo en vida algunos esclavos, se les mata,como para sacrificarlos al alma del difunto. Losmás cercanos parientes llevan duelo por él, cortán­dose los cabellos, y ayunan rigurosamente sin queesta abstinencia sea útil a los muertos, sino a losvivos, ya que así ellos llevan una más larga ymás feliz vida. Ellos creen tener tres almas, unaen el corazón. la otra en los brazos y la tercera enla cabeza. Piensan que la del corazón después de lamuerte va al cielo y que las otras dos se convier­ten en Maboyas. es decir diablos, que son muymalos, ya que les pegan frecuentemente cuando lefaltan de manifestar el respeto que su orgullo exigede su ceguera. Ellos dicen que un salvaje fue muer­to un día por haber cometido alguna insolenciacuando se consultaba a este dios embustero sobrealguna cosa funesta que se temía. Su soberbia in­soportable exige que se le trate con más reveren­cia. Si ocurre que algún amigo del difunto no hapodido asistir a sus exequias por un impedimentolegítimo, él va a su tumba y renueva el dolor delos otros con las lágrimas que suelta. Cuando ellossaben que el cuerpo está casi podrido, hacen to­davía una asamblea y después de haber visitadola sepultura y después de haberla pisado con lospies, siempre suspirando, se vuelven para haceruna orgía y ahogar sus lágrimas y sus penas enun diluvio de Uicú.

Ad Majaren Dei Gloriam.

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