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1 Manuel López Castilleja (Departamento de Lengua Castellana y Literatura del IES Pablo Neruda de Castilleja de la Cuesta) COMENTARIO DE TEXTOS LITERARIOS La función primordial del mensaje literario es la estética. Para conseguirla, el autor selecciona, combina y moldea los elementos de la lengua. Son dos los procedimientos de que echa mano el literato: por un lado, la misma lengua, portadora de significación expresiva; por otro, su estilo individual, que subjetiviza el uso lingüístico. Como consecuencia de ello nace el código literario, constituido por ciertos rasgos comunes a toda la producción literaria y por otros privativos de tal o cual época o autor. Comentar un texto literario no es g1osar su contenido, es decir, hablar de lo mismo que el texto pero con más palabras. El texto es un todo; si se lo analiza parte a parte sólo llegaremos a comprenderlo parcialmente; sin embargo, esto es imprescindible para llegar a relacionar todos estos elementos y verlos como algo con una unidad con sentido interno. Debemos encaminarnos a comprender lo que el autor nos quiere comunicar. Pero casi tan importante, o más, que eso es darnos cuenta de cómo nos lo quiere comunicar. Hay que detenerse, por tanto, en la forma de expresión. Cuando hablamos, nuestra palabras tienen un contexto y están dentro de una situación que precisa su significado. Con el texto literario no ocurre lo mismo, ya que se nos presenta aislado, fuera de situación. Esta se debe crear en el propio texto. Ejemplo de ello es el poema “35 bujías" de Pedro Salinas. Sí. Cuando quiera yo la soltare. Está presa aquí arriba, invisible. Yo la veo en su claro castillo de cristal, y la vigilan -cien mil lanzas- los rayos -cien mil rayos- del sol. Pero de noche,

Comentario literario

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Apuntes sobre el comentario de textos literarios

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1 Manuel López Castilleja (Departamento de Lengua Castellana y Literatura

del IES Pablo Neruda de Castilleja de la Cuesta)

COMENTARIO DE TEXTOS LITERARIOS

La función primordial del mensaje literario es la estética. Para conseguirla, el autor

selecciona, combina y moldea los elementos de la lengua. Son dos los procedimientos

de que echa mano el literato: por un lado, la misma lengua, portadora de significación

expresiva; por otro, su estilo individual, que subjetiviza el uso lingüístico.

Como consecuencia de ello nace el código literario, constituido por ciertos

rasgos comunes a toda la producción literaria y por otros privativos de tal o cual época

o autor.

Comentar un texto literario no es g1osar su contenido, es decir, hablar de

lo mismo que el texto pero con más palabras. El texto es un todo; si se lo analiza parte a

parte sólo llegaremos a comprenderlo parcialmente; sin embargo, esto es

imprescindible para llegar a relacionar todos estos elementos y verlos como algo con

una unidad con sentido interno.

Debemos encaminarnos a comprender lo que el autor nos quiere

comunicar. Pero casi tan importante, o más, que eso es darnos cuenta de cómo nos lo

quiere comunicar. Hay que detenerse, por tanto, en la forma de expresión.

Cuando hablamos, nuestra palabras tienen un contexto y están dentro

de una situación que precisa su significado. Con el texto literario no ocurre lo mismo,

ya que se nos presenta aislado, fuera de situación. Esta se debe crear en el propio texto.

Ejemplo de ello es el poema “35 bujías" de Pedro Salinas.

Sí. Cuando quiera yo

la soltare. Está presa

aquí arriba, invisible.

Yo la veo en su claro

castillo de cristal, y la vigilan

-cien mil lanzas- los rayos

-cien mil rayos- del sol. Pero de noche,

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cerradas las ventanas

para que no la vean

-guiñadoras espías- las estrellas,

la soltaré. (Apretar un botón)

Caerá toda de arriba

a besarme, a envolverme

de bendición, de claro, de amor, pura.

En el cuarto ella y yo no más, amantes

eternos, ella mi iluminadora

musa dócil en contra

de secretos en masa de la noche

-afuera –

descifraremos formas leves, signos,

perseguidos en mares de blancura

por mí, por ella, artificial princesa,

amada eléctrica.

(Seguro azar)

¿Qué es lo que afirma el poeta? ¿A qué dice 'sí'? No lo sabemos. ¿A quién se refiere

con el pronombre la ("yo la soltare")? No podemos contestar tampoco. Debemos

avanzar en la lectura irremediablemente.

Por tanto, hay que partir del concepto del texto como un conjunto de

signos relacionados entre sí, cuyo resultado evidente es el mensaje, que se dirige al

hipotético lector u oyente o bien a un espectador. Pero, aunque todos estos

elementos estén relacionados, y de esa relación es precisamente de donde proviene el

significado último del mensaje, hay que distinguir varios niveles en análisis; si bien,

teniendo en cuenta que esta es una división puramente pedagógica, y que estos planos

pueden mezclarse en cualquier momento del análisis:

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1.- Nivel semántico

2.- Nivel formal

3.- Nivel paradigmático

a) Apartado semántico

Lo primero que debemos hacer es delimitar el tema del texto en cuestión,

cuál es la idea general que domina el texto, puesto que todo en él va en función del

asunto que el autor nos esté queriendo transmitir. La relación fondo-forma es

indispensable en el comentario de textos, es decir, el autor nos quiere comunicar algo

y a ese algo le vienen bien una serie de recursos literarios. A continuación, hay que

dividirlo en partes, determinar su estructura. Es natural, cuando, por ejemplo, se

describe a una mujer, el tema será esa mujer, pero la describiremos por partes:

cabellos, ojos, cuello, labios, frente, etc.

También el punto de vista que adopta un autor es importante, puesto

que el significado global del texto puede variar según que el escritor vea la realidad de

una forma subjetiva (tercera o primera persona) u objetiva, imaginativa, fantástica o

realista, irónica, afectiva, burlona, intimista, etc.

b) Apartado formal

Aquí hay que destacar como punto importante el ritmo. Todo texto, ya

sea poético, ya sea en prosa, tiene un ritmo propio, el cual viene determinado, entre

otras cosas, por el predominio de unas partes del discurso sobre otras; así, el

predominio del verbo sobre el sustantivo dará al texto un carácter dinámico del que

carecerá si es el sustantivo el que prima sobre el verbo, debido a la tradicional visión

estática de aquel frente a la dinámica de éste.

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Acude, corre, vuela

traspasa la alta sierra, ocupa el llano

no perdones la espuela,

no des paz.

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Del monte en la ladera

por mi mano plantado tengo un huerto,

que con la primavera, de bella flor cubierto,

ya muestra en esperanza fruto cierto.

(Fray Luis de León)

También la abundancia de adjetivos da un tono remansado al texto, dado su

tono descriptivo.

Asimismo, hay que hacer notar el carácter de los mismos

sustantivos y verbos, puesto que si abundan los sustantivos abstractos la

composición tendrá un aire de intelectualidad que faltará cuando estemos

ante sustantivos concretos. Del mismo modo que no todos los verbos expresan

el dinamismo de la misma manera, ya que los verbos ser, estar, pensar, creer y

otros similares evocarán poca acción frente a aquellos que sí la representan en

efecto.

Junto a esto está la consideración de la sintaxis. Ella contribuye a

crear un ritmo. Así, un texto donde aparezcan frecuentes pausas será de ritmo

más lento, más entrecortado, que si las pausas no son tan abundantes. Por su

parte, las frases breves producirán un ritmo más ágil que si la sintaxis se dilata

con subordinaciones que distraen la atención del núcleo principal.

No debemos olvidar en este apartado tratar el tema de la línea melódica

del texto, que se ajustará a un tono normal cuando se utilicen frases

enunciativas en general. En estos casos, el autor suele establecer razonamientos

lógicos, reflejo de un espíritu sosegado, de un momento de distensión.

En cambio, se elevará por encima del tono normal cuando aparezcan

interrogaciones y exclamaciones, vocativos y expresiones similares, que no son

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más que el reflejo de un estado de ánimo tenso, conmovido por las dudas, la

intranquilidad, el desasosiego o el desánimo.

Si nos fijamos, este apartado es tan amplio que caben en él

consideraciones de diversos planos, fonéticos, morfosintácticos, e incluso

semánticos, en tanto que todos estos elementos tendrán al final una

significación en el conjunto del texto.

Cuando nos enfrentamos a un texto en verso, es necesario,

lógicamente, hacer mención a la métrica (medida, rima y tipo de estrofa o

poema). También ella será portadora de valores significativos.

Es sabido que la lengua literaria no es una lengua

inventada, sino que es la lengua de todos, a la que se somete a un desvío del uso

general, porque, entre otras cosas, se propone jugar con el lenguaje. ¿Cómo?

Pues mediante una serie de recursos de estilo que solemos llamar figuras

retóricas o figuras literarias. No debemos olvidar que antes de ser literarias son

lingüísticas, que LA LITERATURA NO ES MÁS QUE LENGUAJE, ESO SÍ, UN

LENGUAJE ESPECIAL.

Conviene decir aquí que el comentario no tiene ningún sentido si se

reduce a la mera enumeración de estas figuras retóricas que aparecen en el

texto. Este es tan sólo uno de los pasos del comentario, y, como vemos, no el

primero, ni siquiera el más importante.

Como dice el dicho latino, "Nihil novum sub sole" (no hay nada nuevo

bajo el sol). En literatura esto se comprueba con facilidad puesto que todo

tema tratado por cualquier autor ha sido ya utilizado por otro u otros muchos

anteriormente. La literatura es reflejo de las preocupaciones universales del

hombre de todas las épocas. Por eso se hace imprescindible situar el texto en

una tradición de tópicos literarios. No se puede comentar un texto ignorando

la existencia de una serie de motivos fosilizados (tópicos) que pertenecen a la

tradición literaria, y que serán la base de otros tratamientos posteriores,

dentro de esa cadena ininterrumpida que es la creación literaria. El escritor

compone su obra con unas referencias a un acervo cultural que comparte con

su lector. La falta de esa "complicidad" produce la incomprensión del texto.

La ignorancia del código conlleva la incomunicación. Tópicos literarios que por

ejemplo tuvieron bastante recurrencia en los Siglos de Oro fueron:

- El "carpe diem" (aprovecha el momento) o “Collige, virgo, rosas” (coge,

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muchacha, las rosas), utilizado, por ejemplo, por Garcilaso y por Góngora.

- El "Ubi sunt?" (¿Dónde están?) que ya trató Manrique en las Coplas por la

muerte de su padre.

- El "Locus amoenus", que procede de la poesía bucólica: la descripción del

paisaje, ajustado a un modelo: no importan los nombres geográficos; las orillas

del Tajo son iguales a las del Betis (los prados verdes! los riachuelos

cristalinos, los pájaros cantando y los árboles con su sombra, etc.) En definitiva,

el paisaje de la eterna primavera.

- “Tempus fugit” (el tiempo huye).- La brevedad de la vida

- “Vita flumen” (La vida es como un río).- Nacer es empezar a morir

- El retrato de la dama, en el que rostro era el centro: cabello rubio, ondulado,

que se transforma en oro, luz, fuego, mar; su rostro blanco (nieve, cristal);

mejillas rosas; frente blanca y proporcionada; cejas en arco; ojos, puerta de la

comunicación amorosa, soles, luceros; boca grana, púrpura; dientes como

perlas; cuello cristalino.

Evidentemente no todas las damas cantadas por los poetas eran

rubias. Sólo lo son por tradición literaria.

Junto a los tópicos literarios, la lectura y comprensión de un

texto de los Siglos de Oro exige en ciertos momentos reconocer ciertas alusiones

mitológicas, unas veces explicitas y otras implícitas. Los mitos sirvieron en la

Edad de Oro, además de para volver los ojos a la Antigüedad clásica en boga en

esos momentos, para reflejar en ellos los sentimientos de los escritores

renacentistas y barrocos; en ocasiones con respeto y en otras, con soma y

burla, como harían Góngora y Quevedo en ciertas ocasiones. Los mitos más

recurrentes fueron Faetón, Ícaro-Dédalo, Orfeo, Sísifo, Tántalo, Ixión,

Prometeo, Hero y Leandro, Píramo y Tisbe, Polifemo y Galatea, etc. En ellos, los

escritores encontraron el espejo en que reflejar sus sentimientos o sus estados

de ánimo.

Son estos, y algunos que dejamos en el tintero, los elementos que conviene tener

en cuenta cuando nos enfrentamos con un texto literario. Será la propia forma

de expresarse la que nos sitúe el texto en un tiempo, en una época determinada.

A partir de ahí, es preciso no olvidar los condicionamientos culturales que

conforman el texto (C--NIVEL PARADIGMÁTICO). Asimismo, es importante

no olvidar que el tratamiento que un autor da a un tema ha podido influir en

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otros escritores posteriores.

En definitiva, EL COMENTARIO DE TEXTOS LITERARIOS NO

ES, NI MUCHO MENOS, UN MUESTRARIO DE FIGURAS RETÓRICAS. ESTE

ES TAN SÓLO UN PASO.